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Full text of "La política de fusión .."

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Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2010  with  funding  from 

University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/lapolticadefusOOonet 


LA  POLÍTICA  DE  FUSIÓN 


Biblioteca  del  Club  Vida  Nueva 


Carlos  Oaelo  y  Viaaa 


La  Política  de  Fusiói) 


Corresponde  á  la  acción  intelectual : 

a)  Estimular  el  estudio  de  la  Historia 
Patria; 

b)  Escribir  y  publicar  en  forma  de  car- 
tillas populares,  para  que  estén  al  al- 
cance de  todos,  la  Historia  del  Parti- 
do Colorado  y  las  biografías  de  sus 
prohombres ; 

c)  Extractar,  publicar  y  coleccionar  bajo 
el  título  de  Biblioteca  del  Club  Vida 
Nueva  los  mejores  trabajos  políticos 
y  literarios  de  los  escritores  y  hom- 
bres de  Estado  de  nuestro  Partido,  y 
las  conferencias,  estudios  y  reportajes 
de  actualidad  de  los  socios  del  Club. 

(Incisos  a,  b,' c,  del  artículo  4. o 
de  los  Estatutos  del  Club  Vida 
Nueva.) 


MONTEVIDEO 

Imprenta  y  Encuadernación,  de  Dornaleche  y  Reyes 

Calle  del  18  de  Julio,  núms.  77  y  79 

1902 


1147397 


Juan  Carlos  Gómez 


CARTAS  CAMBIADAS 


ENTRE  EL  SEÑOR  ONETO  Y   VIANA  Y  EL     CLUB  VIDA  NUEVA  ^ 


li 


Montevideo,  Diciembre  10  de  1901. 

Señor  Carlos  Oneto  y  Viana. 

Informada  la  Comisión  Directiva,  por  el  miem- 
bro de  la  misma  que  requirió  de  usted  una  en- 
trevista con  el  objeto  de  pedirle  para  ser  publi- 
cado por  cuenta  de  este  Club  su  trabajo  histórico 
titulado  La  Política  de  Fusión;,  de  que  usted 
no  tendría  inconveniente  en  cederlo  con  el  refe- 
rido fin,  cúmpleme  significarle  que  en  la  última 
sesión  celebrada  se  resolvió  por  unanimidad  so- 
licitarle el  envío  de  los  originales  de  su  intere- 
sante estudio,  para  ser  entregados  á  la  casa  im- 
presora de  los  seíiores  Dornaleche  y  Reyes,  en- 
cargada de  editar  las  obras  que  han  de  constituir 
la     Biblioteca  del  Club  Vida  Nueva   . 

Considera  esta  Comisión  que  propender  por 
medio  de  la  propaganda  escrita  á  formar  el  crite- 
rio contemporáneo  sobre  los  acontecimientos  y 
hombres  más  culminantes  de  la  tradicionalidad 
nacional  y  partidaria,  es  propender  también,  aun- 
que fragmentariamente  por  ahora,  á  ofrecer  ele- 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


mentos  de  análisis  para  el  examen  psicológico  de 
nuestro  pasado  histórico  á  la  juventud  que  se 
consagra  á  las  investigaciones  y  estudios  de  este 
género,  y  á  la  cual  le  corresponde,  en  razón  de 
que  actúa  en  un  ambiente  más  ilustrado  y  exento 
de  las  influencias  que  movieron  el  alma  de  aque- 
llos tiempos  heroicos  y  legendarios,  contribuir  á 
preparar,  por  la  documentación  ordenada  y  la  de- 
ducción racional  y  científica,  la  síntesis  de  la  His- 
toria de  la  nacionalidad  y  del  Partido  Colorado. 

Explicado  el  propósito  principal  de  este  Club 
al  difundir  por  el  libro  ó  el  folleto  los  estudios 
y  juicios  críticos  de  esa  índole  y  tendencia,  sobre 
los  cuales  no  contrae  solidaridad  de  opiniones 
con  sus  autores,  desde  que  su  misión  se  reduce 
al  rol  de  propagandista  bibliográfico,  me  es  grato 
participarle  á  usted  que  puede  enviar  á  la  Secre- 
taría de  esta  Comisión  los  originales  de  su  tra- 
bajo, del  cual  se  puede  decir  que  viene  prestigiado 
por  la  competencia  de  su  labor  encomiable  é  in- 
telectualidad reconocida. 

Lo  saluda  con  su  mayor  consideración  y  es- 
tima, 

Alberto  Zorrilla, 

\'icepresidente. 

Osear  Ferrando  y  Olaondo, 

Secretario. 


CARLOS  ONETO  Y  VI ANA 


Montevideo,  Diciembre    11  de  1901. 

Señor  Vicepresidente   del      Club  Vida   Nueva  >, 
don  Alberto  Zorrilla. 

Acuso  recibo  de  su  nota  fechada  el  día  de  ayer, 
en  la  que  me  pide  usted  en  nombre  del  Club  — 
del  que  es  usted  Vicepresidente  los  originales 
de  mi  obra  inédita  La  Política  de  Fusión,  para 
ser  editada  por  los  talleres  de  Dornaleche  y  Re- 
yes y  destinada  á  la  Biblioteca  que  forma  el  Club 
Vida  Nueva  . 

Como  tuve  ocasión  de  manifestar  á  usted  per- 
sonalmente, no  tengo  inconveniente  en  acceder  al 
petitorio. 

Creo,  sin  embargo,  que  por  lealtad,  y  hasta  para 
corresponder  dignamente  á  la  deferencia  de  que 
soy  objeto,  estoy  obligado  á  hacer  una  salvedad. 

Si  bien  es  cierto  que  la  declaración  contenida 
en  su  nota,  de  que  el  <  Club  Vida  Nueva  no 
contrae  solidaridad  de  opiniones  con  los  autores 
de  las  obras  que  publique,  me  relevaría  de  cual- 
quier explicación,  no  quiero  dejar  lugar  á  que  en 
alguna  forma  se  pueda  más  tarde  acusarme. 

La  Política  de  Fusión  es  un  libro  destinado 
al  estudio  de  diez  años  de  nuestra  vida  pasada, 
en  los  cuales  nuestros  hombres  han  actuado  de 
modo  muy  distinto. 

Al  lado   de  las   grandes   abnegaciones,  de  es- 


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fuerzos  patrióticos  y  meritorios,  de  tendencias  sa- 
nas y  altruistas,  se  encuentran  los  grandes  críme- 
nes, las  grandes  claudicaciones  y  felonías  inau- 
ditas. 

Así  como  tengo  para  los  primeros  mi  aplauso 
incondicional  — espontáneo  y  sincero  — tengo  para 
los  segundos  mi  condenación  severa  — igualmente 
espontánea  y  sincera. 

Entiendo  que  para  estudiar  el  pasado  y  juz- 
gado, se  requiere  sobre  todas  las  cosas  una  cua- 
lidad especial:  pasión  por  el  bien  y  por  la  ver- 
dad. 

Yo  bien  sé  que  soy  severo,  tal  vez  excesiva- 
mente severo;  pero  en  mi  descargo  y  para  tran- 
quilidad de  mi  conciencia  está  la  persuasión  que 
tengo  de  que  ningún  sentimiento  secundario  me 
impulsa  y  que  sólo  me  mueve  un  profundo  amor 
á  la  verdad  y  á  la  justicia. 

Siento  odio  á  todo  lo  que  signifique  brutali- 
dad, á  toda  prepotencia,  á  toda  violación  del 
derecho  y  á  toda  transgresión  de  la  moral. 

Siguiendo  esa  norma,  en  La  Política  de  Fusión 
he  formulado  mi  elogio  franco  y  abierto  á  todas 
las  buenas  obras,  á  la  conducta  de  nuestros  patri- 
cios y  pensadores  que  se  han  esforzado  en  todo 
tiempo  por  el  bien  del  país,  ya  propendiendo  á 
su  engrandecimiento  material,  ya  á  su  elevación 
moral.  Así  también  he  fulminado  todo  lo  malo  y 
lo  innoble,  á  las  figuras  siniestras  que  nos  afren- 
taron con  sus  crímenes  y  á  las  nulidades  entro- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


nizadas  que  nos  dejaron  de  su  actuación  ejemplos 
de  servilismos  y  de  claudicaciones. 

Tal  como  he  sentido  y  pensado  las  cosas,  las 
he  expuesto,  sin  reservas  y  sin  temores,  sin  ca- 
vilosidades ni  reticencias. 

Me  he  despojado  de  toda  preocupación  y  de 
todo  prejuicio  para  poder  encarar  los  sucesos 
con  un  espíritu  ecuánime. 

De  ahí  ha  resultado  una  crítica  rigurosamente 
impersonal   y   justa. 

Sé  que  voy  á  herir  muchos  sentimientos,  al- 
gunos legítimos;  que  pasiones  bravias  se  des- 
encadenarán contra  mí;  que  no  faltarán  quienes 
traten  de  concitar  en  mi  perjuicio  todo  género  de 
prevenciones  y  hasta  gente  poco  escrupulosa  que 
se  esfuerce  por  presentarme  ante  la  opinión  como 
un  insultador  de  profesión. 

Pero  eso  nada  significa  para  quien  se  precia 
de  tener  entereza  bastante  y  carácter.  Serán  me- 
ros detalles  que  no  llegarán  á  inquietarme. 

Hechas  estas  declaraciones,  puede  el  Club 
Vida  Nueva  disponer  de  los  originales  de  mi 
obra. 

Queda  á  sus  órdenes  su  afmo. 


Carlos   Onefo  y  Viana. 


Fallada  la  combinación  que  debía  asegurar  en  las 
Cámaras  del  52  la  absoluta  igualdad  de  las  anti- 
guas fracciones,  quedó  por  ese  hecho  establecido 
el  predominio  de  un  partido. 

Dueño  de  la  mayoría,  quedaba  librado  á  su  vo- 
luntad el  buen  acierto  en  la  dirección  de  la  política 
fusionista  iniciada  por  los  hombres  de  la  Defensa 
en  Octubre  de  1851. 

Aquella  Asamblea  estaba  viciada  en  su  origen. 
El  país  fué  llamado  á  comicios  inmediatamente  de 
firmado  el  Pacto,  en  momentos  de  grandes  expec- 
tativas, cuando  todos  tenían  fijo  el  pensamiento  en 
los  sucesos  que  debían  producirse  en  el  otro  lado 
del  Plata. 

La  paz  de  Octubre  no  había  tenido  la  virtud  de 
desarmar  simultáneamente  á  los  dos  combatientes, 
pues  mientras   que   en  la   República  se  acudía  á 


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las  urnas  para  formar  los  nuevos  Poderes,  los  hom- 
bres de  la  Defensa  hacían  aún  en  tierra  argentina  los 
últimos  esfuerzos  para  destruir  el  sistema  de  Rosas. 

El  hecho  bastante  sorprendente,  de  contarse  en 
la  composición  de  las  Cámaras  una  mayoría  for- 
mada de  elementos  que  habían  sido  sitiadores  de 
Montevideo,  no  fué,  sin  embargo,  en  sus  principios 
muy  alarmante.  Esto  se  explica. 

El  problema  presidencial,  el  más  importante  y 
grave  de  todos  los  que  tenía  que  resolver  aquella 
Legislatura,  estaba  de  antemano  solucionado  con 
la  candidatura  de  Garzón,  que  si  no  era  la  que  re- 
clamaba el  decoro  del  país,  era  al  menos  la  que  ha- 
bían impuesto  los  acontecimientos. 

La  muerte  de  Garzón,  ocurrida  el  Lo  de  Diciem- 
bre del  51,  vino  á  dar  á  la  situación  una  extraordi- 
naria gravedad. 

Los  miembros  de  la  Asamblea  quedaron  absolu- 
tamente desvinculados  de  todo  compromiso. 

Los  hombres  de  la  Defensa  podían  legítima- 
mente exigirlo  todo;  sin  embargo  nada  pidieron. 
Y  no  hicieron  otra  cosa  que  preparar  el  triunfo  de- 
finitivo de  la  República,  que  debía  tener  su  corona- 
miento el  3  de  Febrero. 

La  mayoría  comprendió  que  todo  estaba  en  sus 
manos. 

Adueñada  del  Cuerpo  Legislativo,  tarea  fácil  era 
apoderarse  del  Poder  Ejecutivo. 

Para  ello,  bastaba  con  prescindir  de  las  conve- 
niencias nacionales. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


El  día  15  de  Febrero  del  52  eligió  Presidente  del 
Senado  á  don  Bernardo  P.  Berro,  quien  se  hizo 
cargo  del  Poder  Ejecutivo. 

Quedaba  dado  el  primer  paso  que  falsearía  la 
política  de  fusión. 

Los  hombres  de  la  Defensa,  que  habían  llevado 
su  abnegación  hasta  buscar  una  paz  en  la  que  no 
hubiese  para  nadie  ///  derrota  ni  victoria  recono- 
ciendo en  todos  los  ciudadanos  orientales  de  las 
diferentes  opiniones  en  que  estaba  dividida  la  Re- 
pública iguales  derechos,  iguales  servicios  é  igua- 
les méritos  '  -  fueron  despojados  del  poder  que 
venían  ejerciendo  hacía  tres  lustros,  con  sacrificios 
cruentos,  para  defender  los  principios  de  la  huma- 
nidad combatidos  sin  tregua  por  los  sicarios  de 
Rosas. 

El  viejo  patricio  don  Joaquín  Suárez,  dando  ejem- 
plo admirable  de  desinterés  y  lealtad,  resignó  el 
mando,  apresurándose  á  suscribir  el  Decreto  que 
premiaba  á  los  vencedores  de  Caseros. 

Del  15  de  Febrero  al  1.'^  de  Marzo  se  pasó  por 
un  período  angustioso. 

La  discusión  de  candidatos  no  había  sido  posi- 
ble. 

Por  otra  parte,  no  hubiera  sido  conveniente. 

Los  miembros  de  la  minoría,  en  vista  de  la  elec- 
ción del  15  de  Febrero,  se  empeñaron  en  asegurar 
el  predominio  de  la  política  fusionista. 

( 1 )    4."  cláusula  del  Pacto  de  Octubre. 


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Para  ello,  se  requería  una  solución  que  no  alte- 
rase el  orden  de  cosas,  que  había  proclamado  como 
medida  salvadora  í'/  olvido  del  pasado. 

Lo  contrario,  además  de  absurdo,  importaba  una 
conducta  incompatible  con  la  estabilidad  de  la  paz, 
por  cuanto  significaba  una  provocación  á  los  ven- 
cedores, tanto  más  imprudente  y  peligrosa  en  aque- 
llos momentos,  cuanto  que  iba  dirigida  en  primer 
término  á  las  legiones  que  regresaban  victoriosas 
de  Caseros. 

Los  elementos  déla  Defensa  considerando  una 
condición  indispensable  y  una  necesidad  de  la  ac- 
tualidad la  representación  equilibrada  y  completa 
de  los  partidos  en  que  desgraciadamente  había  es- 
tado el  país  dividido,  porque  solamente  así  se  con- 
seguiría prevenir  las  alarmas  recíprocas  y  se  obten- 
dría la  leal  concurrencia  de  todos  los  orientales  á 
la  marcha  del  Gobierno  Constitucional  >  y  <  pene- 
trados de  esa  verdad  procuraron  por  la  persuasión 
que  se  estableciera  una  representación  igual  de  los 
partidos  en  los  altos  Poderes  del  Estado. 

<  En  presencia  de  una  mayoría  en  el  Poder  Le- 
gislativo, compuesta  de  hombres  de  uno  de  los  par- 
tidos, después  de  la  elección  de  Presidente  del  Sena- 
do —  que  era  el  Vicepresidente  de  la  República  — 
juzgaron  deber  insistir  en  que  la  Presidencia  reca- 
yese en  un  ciudadano  que  hubiese  pertenecido  al 
otro  partido  ó  que  á  lo  menos  no  hubiese  pertene- 
cido á  ninguno. 

Todo  fué  inútil. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


Los  hombres  de  la  mayoría  no  transigieron. 

Juzgaron  necesario  que  fueran  vencidos  aquellos 
que,  vencedores,  habían  proclamado  la  necesidad 
de  encontrar  una  fórmula  dentro  de  la  cual  no  hu- 
biese ni  derrota  ni  victoria. 

É  impusieron  su  candidato. 

<  Con  todo,  la  minoría  juzgó  patriótico  no  sepa- 
rarse del  programa  fusionista  en  que  el  país  fun- 
daba todas  sus  esperanzas  y  que  todos  los  orien- 
tales habían  aceptado  como  medio  de  reparar  los 
males  del  pasado  y  evitar  en  lo  futuro  su  repeti- 
ción. > 

Y  consecuente  con  estas  ideas ,  llevó  su  ab- 
negación, en  frente  de  la  conducta  torpe  de  la  ma- 
yoría para  no  dar  pábulo  á  escisiones  inconve- 
nientes :  hasta  sufragar  por  el  candidato  de  aqué- 
lla, sin  exigirle  más  que  una  condición,  la  de  que  se 
elevara  á  la  altura  de  los  caros  intereses  del  país  » 
realizando  ^  una  política  prudente  y  digna  en  el  ex- 
terior y  en  el  interior  una  política  liberal,  de  fusión, 
de  olvido,  con  exclusión  absoluta  de  toda  tenden- 
cia reaccionaria  por  ser  el  único  remedio  á  nues- 
tros viejos  males  y  la  única  base  sólida  de  la  paz 
que  se  necesitaba  y  que  todos  debían  desear  ^^^. » 

(1)  «Señor  don  Juan  Francisco  Giró. 

«Señor : 

«Terminada  la  lucha  fratricida  que  desgarraba  el  seno  de  nues- 
tra patria,  las  dulces  y  atractivas  palabras  de  fusión  y  olvido  en- 
contraron eco  en  el  corazón  de  los  orientales  y  todos  abrigába- 
mos la  esperanza  de  verlas  reducidas  á  hechos   prácticos    á    me- 


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La  elección  de  don  Juan  Francisco  Giró  fué  un 
grave  error. 

Muerto  Garzón,  se  imponía  evidentemente  don 
Manuel  Herrera  y  Obes. 

Con  su  triunfo  no  se  variaba  absolutamente 
nada  el  orden  de  cosas  creado  jDor  el  Pacto. 

Por  otra  parte,  sus  antecedentes  y  su  conducta 
al  establecer  las  concesiones  de  Octubre,  consti- 
tuían una  seria  garantía  para  los  hombres  que  ha- 
bían desempeiíado  el  rol  de  sitiadores  durante  la 
guerra  de  los  diez  aiios.   Además   concurrían  en 

dida  que  fuese  estableciéndose  el  régimen  constitucional;  pero 
para  que  eso  pudiese  surtir  resultados  tan  anhelados  considerá- 
bamos como  una  condición  indispensable  y  una  necesidad  de  la 
actualidad  la  representación  equilibrada  }•  completa  de  los  par- 
tidos en  que  desgraciadamente  habíamos  estado  divididos,  por- 
que solainente  así  se  conseguiría  prevenir  las  alarmas  recíprocas 
y  se  obtendría  la  leal  concurrencia  de  todos  los  orientales  á  la 
marcha  de  la  Administración  Constitucional,  en  la  cual  la  acción 
comiin  de  esos  partidos  produciría  necesariamente  su  extinción  y 
verdadera  fusión  deseada  por  los  orientales. 

« Penetrados  de  esta  verdad,  los  Senadores  y  Representantes 
que  suscribimos  hemos  puesto  los  medios  á  nuestro  alcance  para 
establecer  esa  representación  igual  de  los  partidos  en  los  Altos 
Poderes  del  Estado  :  en  presencia  de  una  mayoría  en  el  Poder 
Legisl^itivo  compuL'sto  de  hombres  de  uno  de  los  partidos,  des- 
pués de  la  elección  de  Presidente  del  Senado,  en  igual  caso,  he- 
mos creído  de  nuestro  deber  insistir  en  que  la  Presidencia  de  la 
República  recaj-ese  en  una  persona  que  hubiera  pertenecido  al 
otro  partido  ó  que  al  menos  no  hubiese  pertenecido  á  ninguno. 
—  Nuestros  esfuerzos  han  fracasado,  y  poniéndonos  en  el  caso  de 
adherirnos  al  candidato  de  la  mayoría  para  no  dar  pábulo  á  es- 
cisiones inconvenientes,  lo  hacemos  en  la  persuasión,  como  se 
nos  ha  hecho  sentir,  de  que  su  programa  político  se  elevaría  á 
la  altura  de  los  caros  intereses  que  se  le  confían  ;  —  que  realizará 
una  política  prudente  y  digna  en  el  exterior  y  en  el  interior  una 
política  liberal,  de  fusión,  de  olvido  absoluto  del  pasado,  con  ex- 
clusión completa  de  toda  tendencia  reaccionaria  ;  en  una  palabra, 


CARLOS  ONETO  V    VIANA 


SU  persona  ciertas  cualidades  que  hacían  indiscu- 
tible su  superioridad    '\ 

Moderado  y  enérgico  á  la  vez,  con  un  profundo 
conocimiento  de  nuestras  cosas  y  de  nuestros  hom- 
bres, con  un  gran  caudal  de  experiencia,  con  un 
cerebro  vigoroso,  ninguno  mejor  para  iniciar  una 
política  reparadora,  amplia,  liberal  y  humana,  que 
concillase  todas  las  exigencias  buscando  siempre 
la  conservación  de  la  paz. 

Don  Juan  Francisco  Giró  tenía  indudablemente 

una  política  estrictamente  ceñida  á  los  principios  constituciona- 
les, único  remedio  á  los  males  pasados  y  única  base  sólida  de 
una  paz  que  necesitamos  todos  y  que  todos  debemos  desear. 

I  Quiera  el  cielo  que  esa  esperanza  se  realice  y  que  su  período 
de  presidencia  de  la  República  termine  dejándola  en  la  vía  del 
progreso  y  prosperidad  á  que  tiene  derecho  de  aspirar  como  na- 
ción. 

♦  Montevideo,  ^larzo  1."  de  185:?. 

*  José  María  Muñoz,  Representante  por  Mon- 
tevideo ;  Salvador  Tort,  Representante  por 
Montevideo  ;  Enrique  M211Í02,  Representante 
por  Montevideo  ;  Bruno  Más,  Senador  por  Ta- 
cuarembó ;  Tomás  Goinensoro,  Senador  por 
el  Salto  ;  Tomás  Rodrigues,  Senador  por  la 
Colonia  :  León  Zubillaga,  Representante  por 
Maldonado ;  Francisco  Ordcñana.  Represen- 
tante por  Canelones  ;  y7(í7«  Miguel  Martínez, 
Senador  por  Maldonado:  Apolinario  Gayoso, 
Representante  por  la  Colonia  :  Pedro  Busta- 
mante.  Representante  por  ^Maldonado.» 

(i;  Á  pesar  de  eso,  don  Juan  Francisco  Giró  obtuvo  casi  la 
unanimidad  de  votos.  De  38  votantes,  sufragaron  35  por  su  can 
didatura. 

El  señor  Giró  votó  por  Lavalleja  :  don  José  Antonio  Zubillaga 
por  el  doctor  don  Florentino  Castellanos,  y  don  Bernardo  Suárez 
por  don  Martín  García  de  Zúñiga. 


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buenas  cualidades  personales,  pero  le  faltaban  al- 
gunas de  las  indispensables  en  un  gobernante. 

Era  un  hombre  anciano  y  sin  carácter. 

Tuvo  la  virtud  de  comprender,  desde  su  elección, 
la  abnegación  de  la  minoría  parlamentaria  como 
comprendió  también  lo  absurdo  y  peligroso  que 
sería  variar  el  orden  de  cosas  que  había  creado  el 
Pacto  de  Octubre. 

Sus  esfuerzos  se  enderezaron  á  atenuar  el  error 
que  envolvía  la  solución  dada  al  país  el  1.'^  de 
Marzo. 

Entregó  la  cartera  de  Gobierno  y  Relaciones  al 
doctor  don  Florentino  Castellanos,  ciudadano  es- 
pectable, desvinculado  de  los  antiguos  partidos, 
que,  durante  la  Guerra  Grande,  había  permanecido 
dentro  de  los  muros  de  la  ciudad  sitiada  sin  tomar 
participación  en  los  sucesos  políticos.  ( Decreto 
del  3  de  Marzo  de  1852.) 

Para  consolidar  más  la  situación  llamó  al  Minis- 
terio de  la  Guerra  á  César  Díaz,  que  regresaba  á 
la  patria  al  frente  de  los  escuadrones  victoriosos 
en  Caseros.  (Decreto  de  Marzo  13-52.) 

Don  Venancio  Flores  fué  nombrado  Jefe  Político 
de  Montevideo. 

Estas  medidas  acusaban  una  prudencia  y  habili- 
dad que  enaltecían  al  nuevo  gobernante. 

El  nombramiento  de  César  Díaz  tenía  en  aque- 
llos momentos  una  gran  significación. 

Con  él  se  demostraba  que  todos  debían  aceptar 
la  saludable  evolución  operada  con  la  caída  de  Ro- 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA 


sas  y  que  el  porvenir  de  la  República  y  su  pros- 
peridad estaban  identificados  con  los  principios  de 
la  Defensa. 

Consecuente  con  esas  ideas,  el  Presidente  Giró 
esforzóse  por  que  el  país  se  convenciera  de  la  im- 
periosa necesidad  de  tomar  por  base  para  lo  futuro 
la  situación  consolidada  con  el  triunfo  de  Caseros. 
De  ahí  que  se  apresurara  á  distribuir  personal- 
mente las  condecoraciones  con  que  el  Gobierno  de 
don  Joaquín  Suárez  había  premiado  á  los  vencedo- 
res del  3  de  Febrero;  y  dando  el  ejemplo,  por  pri- 
mero, llamóles  representantes  armados  del  prin- 
cipio de  la  libertad  é  independencia  de  la  patria  en 
la  gran  jornada  de  Monte  Caseros  agregando: 
« Vais  á  recibir  un  premio  humilde,  pero  elocuente 
de  vuestro  valor  y  abnegación,  que  es  el  valor  y  la 
abnegación  de  los  orientales  cuando  se  les  habla  de 
independencia  y  libertad.  Conservad  ese  recuerdo 
como  timbre  eterno  de  vuestro  mérito  y  de  la  glo- 
ria que  él  refleja  á  la  República.  > 


La  Guerra  Grande  había  creado  profundos  anta- 
gonismos. 

Tres  lustros  de  lucha  incesante  fueron  suficien- 
tes para  caracterizar  de  manera  bien  marcada  á  las 
dos  grandes  agrupaciones  en  que  se  había  dividido 
el  país. 

La  anexión  de  Oribe  á  Rosas  vino  á  incorporar 
sus  elementos  á  la  causa  de  éste.  De  ahí  que  las 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


tendencias  y  hábitos  de  aquéllos  fueran  identifi- 
cándose con  las  tendencias  y  hábitos  de  los  ele- 
mentos rosistas. 

Las  clases  incultas  que  vinieron  á  constituir  los 
elementos  de  fuerza  con  que  contó  Oribe,  entraron 
de  lleno  en  el  aprendizaje  de  la  barbarie  de  la  es- 
cuela de  Rosas.  No  tardaron  en  rivalizar  con  los 
elementos  rosistas  en  sus  hábitos  de  matanza  y  de 
devastación. 

Los  hombres  de  pensamiento  (vinculados  á 
Oribe  desde  su  caída  el  36)  viéronse  sin  rol  en 
un  escenario  en  el  que  sólo  podían  actuar  los  ele- 
mentos de  acción,  donde  la  prepotencia  del  sable 
se  imponía  con  brutalidad  enervante. 

Contaminados  por  el  ambiente,  viciados  en 
aquel  régimen,  cedieron  ignominiosamente  al  des- 
potismo de  Oribe,  vinculándose  á  sus  atrocidades 
y  haciéndose  solidarios  de  todas  las  empresas  aco- 
metidas por  Rosas. 

El  nuevo  orden  de  cosas  creado  por  el  Pacto 
de  Octubre  y  consolidado  en  Caseros  estableció 
una  situación  por  demás  vidriosa. 

Los  hombres  de  la  Defensa,  vencedores  en  la 
gran  contienda,  habían  juzgado  que  no  era  posible 
la  reconstrucción  del  país  sin  la  cooperación  de 
todos  sus  hombres,  y  que  se  debía,  por  tanto,  bus- 
car una  solución  que  asegurase  la  coexistencia  de 
los  dos  partidos  en  el  escenario  político. 

La  solución  fué  encontrada  con  la  fórmula  de  no 
hay  vencidos  ni  vencedores  que  descansaba  sobre 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


un  doble  fundamento,  la  no  discusión  de  los  hechos 
consumados  y  la  incorporación  de  los  elementos  ven- 
cidos á  la  evolución  que  se  había  operado. 

El  Presidente  Giró,  penetrado  de  la  necesidad  de 
hacer  prácticos  los  principios  que  servían  de  base 
al  Pacto  de  Octubre,  dio  sus  primeros  pasos  con 
cordura. 

Los  hombres  de  la  Defensa,  que  tenían  la  minoría 
en  la  Asamblea,  se  esforzaron  por  secundarlo. 

Lo  indispensable  entonces,  era  que  los  elementos 
de  la  mayoría  parlamentaria  coadyuvaran  á  la  po- 
lítica de  concordia  que  se  había  iniciado ;  y  esto  se 
creyó  en  un  principio  factible. 

E!  regreso  á  Montevideo  de  la  División  oriental 
comandada  por  César  Díaz  (el  12  de  Marzo  del 
52)  dio  lugar  á  entusiastas  manifestaciones  de  con- 
fraternidad. 

Los  personajes  más  espectables  del  Cerrito  riva- 
lizaron con  los  hombres  de  la  Defensa  en  sus  aga- 
sajos á  los  vencedores. 

Junto  con  Muñoz  (J.  M.),  Ferreyra  (F.),  Busta- 
mante  (P.),  Mitre,  Batlle,  Magariños,  Mezquita,  Fi- 
gueroa,  levantaron  su  copa  Juanicó,  Estrázulas 
y  Acevedo  para  brindar  por  los  dignos  soldados 
«  que  habían  contribuido  eficazmente  al  restableci- 
miento de  la  paz  en  las  Repúblicas  del  Plata,  i^» 


( 1  ]    Del  doctor  Eduardo  Acevedo. 

Como  homenaje  á  los  soldados  de  Caseros,   se   les   preparó  una 
gran  recepción,  hecha   por  toda  la  población  de  Montevideo, 
Se  obsequió  especialmente  á  los  jefes  y  Oficiales  con  un  lunch,  en 


12  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Muy  pronto,  sin  embargo,  vendrían  á  sentirse  los 
primeros  síntomas  precursores  de  la  discordia. 

La  mayoría,  dominada  por  sus  ideas  de  into- 
lerancia—que no  eran  otra  cosa  que  la  resultante 
del  ambiente  de  despotismo  en  que  había  vivido- 
inicio  su  campaña  obstruccionista,  con  lo  que 
vino  á  marcar  rumbos  distintos  de  los  que  seguía 
el  Jefe  del  Estado  secundado  por  la  minoría. 

Los  debates  parlamentarios  de  la  época  ponen 
en  evidencia  la  lucha  entre  las  Cámaras  y  el  P.  E.; 
lucha  que  fatalmente  debía  ser  de  resultados'desas- 
trosos  para  el  país. 

el  cual  lev^antaron    sus  copas    muchos    de   los   concurrentes,  para 
saludar  á  los  vencedores. 

Uno  de  los  brindis  más  elocuentps  fué  el  del  doctor  don  Eduardo 
Acevedo,  concebido  en  estos  términos: 

«Por  la  División  Oriental,  por  su  digno  Jefe  el  General  don 
César  Díaz  que  han  contribuido  eilcazmente  al  restablecimiento  de 
la  paz  en  las  Repúblicas  del  Plata.  » 

Don  Cándido  Juanicó,  después  de  brindar,  lej'ó  las  siguientes 
estrofas  de    Figueroa: 

La  División  Oriental 

Que  al  gran    Urquiza  siguió, 

A    Rosas  pulverizó, 

Y  hoy  torna  al  suelo  natal, 

Aplauso  y  lauro  triunfal 

Reciba   por  parabién: 

Va  unidos  los  libres  ven 

En  ese  cuerpo  aguerrido 

Del  Gobierno  constituido 

El  fiel  apo3-o  y  s  stén. 

Dos    veces,    ¡feliz  destino! 

Tuvo  mi  patria  el  honor 

De  enviar  su  auxilio  y  favor 

Al  noble  pueblo  argentino. 

Estas  dos  veces  también 

Prestó   su  amparo  a!  Oriente  : 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  13 

Es  indudable  que  los  ataques  de  la  mayoría 
no  iban  dirigidos  personalmente  al  Presidente,  que 
no  era  precisamente  quien  daba  carácter  á  la  si- 
tuación, sino  á  sus  Secretarios  de  Estado,  quie- 
nes imprimían  rumbo  á  la  política  seguida  por 
don  Juan  F,  Giró. 

El  Ministerio  tomaba  por  punto  de  partida  para 
desenvolverse,  el  nuevo  orden  de  cosas  creado 
por  el  Pacto  de  Octubre  y  consolidado  en  Ca- 
seros. 


Ambos  países  igualmente 
Reciban   mi  parabién. 
Pueblos  de    heroica  virtud 
Y  en  valor  esclarecidos, 
Vivan  gloriosos  y  unidos 
Con  lazos  de  gratitud. 
En  su  cruzada  de  horor 
Con  el  ejército  aliado, 
Los  brasileros  han  dado 
Mil  pruebas  de  alto  valor. 
El  Grande  Pedro  Segundo, 
Hijo  de  un  héroe  inmortal. 
Se  muestra  con  gloria  sin  igual 
Digno   monarca  ante  el  mundo 
¡Viva  el  Brasil,  que  es  blasón 
De  las  libres  monarquías! 
¡Gloria  al  Conde  de  Caxias, 
Grenffeld  y  Carneiro  Leaol 

—  Siguió  en  los  brindis  á  don  Cándido  Tuanicó  el  doctor  don 
Jaime  Estrázulas. 

—  El  entonces  teniente  coronel  don  Bartolomé  Mitre,  invitado 
con  insistencia  por  la  concurrencia  á  que  hablara,  brindó  también 
por  César  Diax  y  su  heroica  División. 

—  Tomaron  también  la  palabra,  abundando  en  frases  entusiastas 
para  los  vencedores  y  para  la  concordia  y  unión  de  todos  los 
orientales  el  doctor  don  Marcelo  Mezquita,  el  doctor  don  Mateo 
Magariños,  el  doctor  don  Fermín  Ferreyra,  el  doctor  don  José  Ma- 
ría Muñoz,  etc. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Los  hombres  de  la  mayoría  que  habían  acep- 
tado las  generosas  concesiones  del  Pacto  y  pres- 
tigiado Caseros  incorporándose  á  la  evolución  que 
se  había  operado,  volvieron  sobre  sus  pasos. 

En  la  sesión  del  19  de  Abril  del  52,  en  la  Cá- 
mara de  Diputados  se  produjo  el  primer  con- 
flicto, cuyo  origen  revela  bien  á  las  claras  el  pro- 
pósito de  los  que  lo  provocaron. 

El  P.  E.,  dirigiéndose  en  Mensaje  á  la  Asamblea, 
pedía  la  disminución  al  impuesto  sobre  luces 
'  establecido  por  ley  de  Agosto  2  de  1844  ^  ,  >■>  para 
atender  á  las  exigencias  de  la  guerra. 

La  Comisión  informante,  compuesta  en  su  ma- 
yor número  por  elementos  de  la  mayoría,  acon- 
sejaba la  supresión  del  referido  impuesto  creado 
por  determinación  de  Agosto  2  de  1844  -^•» 

Aquella  sustitución  de  palabras  tenía  su  signi- 
ficación alarmante. 

La  minoría,  resuelta  á  apoyar  su  conducta  en 
el  Pacto  y  á  impedir  se  tocaran  los  hechos  con- 
sumados—pues  con  eso  no  se  obtendría  otro  resul- 
tado sino  reanimar  el  espíritu  de  partido,  que 
creía  sinceramente  iba  extinguiéndose— juzgando 
el  alcance  de  aquella  sustitución  se  opuso  tenaz- 
mente. 

Hizo  notar  que  la  salvación  de  la  República 
y  su  tranquilidad  estaban   estrechamente  ligadas 


(1)  Palabras  del  Mensaje  del  Poder  Ejecutivo. 

(2)  Palabras  del  Informe  de  la  Comisión. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


al  doble  fundamento  sobre  que  descansaba  el 
Pacto  de  1851  y  que  se  pretendía  cometer  una 
grave  infracción  entrando  á  calificar  los  actos  del 
Gobierno  de  la  Defensa. 

Las  intemperancias  de  algunos  miembros  de  la 
mayoría  dieron  lugar  á  escenas   deplorables. 

El  doctor  don  Cándido  Juanicó  pretendió,  con 
una  profesión  de  fe  política  extravagante,  justifi- 
car su  conducta  extraviada  en  aquellos  momen- 
tos. 

Entró  francamente  á  juzgar  los  sucesos  ante- 
riores á  la  Paz  de  Octubre,  produciéndose  en 
términos  violentos,  y  en  medio  de  las  interrup- 
ciones de  la  Mesa  y  protestas  de  la  Cámara,  lanzó 
su  fulminación  al  pasado,  declarando,  respecto  á 
la  Guerra  Grande,  que  en  su  concepto  había  sido 
el  país  víctima  de  una  lucha  de  influencias  ex- 
tranjeras unas  contra  otras  comenzando  por  el 
Ejército  argentino  que  invadió  la  República  en 
1843. 

La  minoría,  procediendo  con  tino  y  celo  patrió- 
ticos, rehusó  todo  debate  que  tuviera  por  fin  exhu- 
mar el  pasado. 

Desde  ese  día  la  situación  adquirió  cierto  ma- 
lestar. 

La  desconfianza  comenzó  á  inquietar  los  es- 
píritus. 

Muy  pronto  un  nuevo  hecho  vino  á  caldear 
más  las  pasiones  ya  excitadas. 

La  discusión  en  las  Cámaras  de  las  modifica- 


16  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

ciones  á  los  tratados  del  51,  obtenidas  por  el 
doctor  don  F.  Castellanos  con  la  intervención  ofi- 
ciosa del  Gobierno  Argentino,  dio  lugar  á  sesio- 
nes borrascosas,  en  las  que  el  espíritu  de  partido 
de  los  miembros  de  la  mayoría,  mal  disimulado 
con  aparentes  arranques  de  indignación  patriótica, 
agredió  despiadadamente  á  los  hombres  de  la 
Defensa,  quienes,  consecuentes  con  sus  propósi- 
tos de  no  volver  al  pasado,  se  abrazaban  al  Pacto 
de  Octubre,  convencidos  de  que  él  debía  servir  de 
piedra  angular  en  la  reconstrucción  del  país. 

Después  de  esto,  los  hombres  de  la  mayoría,  á 
despecho  de  las  conveniencias  públicas  que  re- 
clamaban una  política  tolerante,  de  mutuas  con- 
cesiones y  absolutamente  exenta  de  reproches, 
prosiguieron  con  su  conducta  reaccionaria  empe- 
ñados en  arrastrar  al  Presidente  Giró. 

La  política  de  fusión  peligraba  cada  vez  más 
desde  que  se  falseaban  sus  fundamentos. 

El  desacuerdo  existente  entre  la  mayoría  parla- 
mentaria y  los  hombres  del  Fuerte  secundados  por 
la  minoría,  lejos  de  consolidar  la  situación  é  infun- 
dir en  los  ánimos  esperanzas  halagüeñas,  fomentaba 
la  anarquía  y  preparaba  un  porvenir  desastroso. 

Un  nuevo  suceso  vino  á  definir  más  las  cosas. 

Melchor  Pacheco  y  Obes  llegaba  á  Río  Janeiro 
de  regreso  de  su  misión  diplomática  á  París.  En 
Lisboa  fué  sorprendido  con  la  noticia  de  la  elección 
presidencial  recaída  en  el  señor  Giró. 

Al  llegar  á  Bahía  el  <^  Teviot  >  recogió  á  los  Dipu- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  17 

lados  del  Estado  que  venían  á  Río;  por  ellos  fué 
impuesto  Pacheco  de  los  acontecimientos  de  Mon- 
tevideo, principalmente  de  las  sesiones  borrasco- 
sas de  las  Cámaras  relativas  á  los  tratados  con  el 
Imperio. 

Pudo  valorar  la  abnegación  de  los  hombres  de 
la  Defensa  en  frente  de  la  actitud  agresiva  de  la.  ma- 
yoría. 

Pacheco  dióse  cuenta  incontinenti  del  estado  de 
cosas  de  la  República  y  previo  la  conducta  de  fu- 
turo de  nuestros  hombres  públicos. 

Juzgó  que  aquella  situación  de  lucha  no  podría 
perdurar. 

El  conflicto  existente  entre  el  Ministerio  y  la 
Asamblea  no  era  otra  cosa  que  el  choque  de  las 
dos  tendencias  que  encarnaban  los  viejos  parti- 
dos: el  principio  liberal  y  republicano  de  un  lado, 
la  intolerancia  y  el  autoritarismo  del  otro. 

Ó  cedían  los  hombres  de  la  mayoría,  respetando 
lealmente  el  Pacto  de  Octubre  y  aceptando  la  situa- 
ción que  los  acontecimientos  habían  creado,  — ó 
triunfaba  su  política  reaccionaria  envolviendo  al 
Presidente  Giró  y  arrastrando  al  país  á  una  situa- 
ción intolerable. 

En  aquella  lucha,  los  principios  déla  Defensa  pe- 
ligraban evidentemente. 

Pacheco,  que  así  lo  comprendió,  se  dispuso  á 
impedir  su  derrumbe. 

Y  con  el  pensamiento  fijo  en  Montevideo,  dio  su 


18  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

primer  paso  acercándose  á  Rivera,  que  se  encon- 
traba en  el  Janeiro  desde  su  destierro  de  1847  ^^  • 

Entre  tanto,  en  Montevideo,  la  mayoría  obte- 
nía un  verdadero  triunfo,  que  facilitaría  su  predo- 
minio. 

César  Díaz  que  por  temperamento  era  refractario  á 
situaciones  de  equilibrio,  convencido  de  la  debili- 
dad del  Presidente  de  la  República,  presentó  dimi- 
sión del  cargo,  declarando  <  que  había  llegado  á 
apercibirse  de  que  su  permanencia  en  el  Ministe- 
rio era  inconveniente  en  la  actualidad  '-\> 

Don  Juan  F.  Giró  aún  resistió  á  los  avances  déla 
mayoría.  Dispuesto  á  sostener  un  orden  de  cosas 
que  se  ajustase  á  las  exigencias  de  la  política  de 
fusión,  llamó  al  Ministerio  de  la  Guerra  á  don  Ve- 
nancio Flores. 

La  mayoría  continuó  su  campaña,  empeñada  en 
variar  radicalmente  la  situación,  anulando  la  in- 
fluencia de  los  hombres  de  la  Defensa. 

Muy  pronto  realizó  una  nueva  agresión. 

La  elección  de  los  miembros  que  debían  formar 

(1)  Pacheco  asistió  á  un  banquete  dado  en  Río  por  Rivera  en 
aquellos  días,  al  cual  concurrieron  numerosos  personajes  de  sig- 
nificación política  y  social. 

Pacheco  brindó  por  el  valeroso  y  anciano  general  Rivera  y  por 
los  heroicos  y  firmes  defensores  de  Montevideo  durante  el  sitio 
de  los  nueve  años. 

(2)  «Habiendo  llegado  á.  apercibirme  de  que  mi  permanencia 
en  el  Ministerio  con  que  V.  E.  se  sirvió  favorecerme,  es  inconve- 
niente en  la  actualidad,  ruego  á  V.  E.  quiera  aceptar  la  renuncia 
que  de  él  hago. 

«Dios  guarde  á  \^.  E.  muchos  Viños.— César  Días. 
«Excmo.  señor  Presidente  de  la  República,  donjuán  Francisco  Giró.» 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  19 

la  Comisión  Permanente,  dio  origen  á  un  condena- 
ble conflicto. 

La  minoría  propuso  la  formación  de  una  Comi- 
sión mixta,  que  salvando  los  derechos  de  la  mayo- 
ría, estableciera  una  representación  proporcional  (3 
y  4)  «  porque  era  justo  y  razonable  y  ajustado  al 
principio  proclamado  el  8  de  Octubre. » 

Los  miembros  déla  mayoría  no  vacilaron:  dieron 
nuevamente  pruebas  de  su  intolerancia  rechazando 
la  proposición,  que,  aparte  de  su  justicia,  era  re- 
comendable por  los  sentimientos  conciliadores 
que  la  inspiraban  '^'\ 

Los  hombres  de  la  Defensa  ante  la  nueva  prue- 
ba á  que  se  les  sometía, -lejos  de  abandonar  la  con- 
ducta que  se  habían  trazado,  no  trepidaron  en  adhe- 
rirse al  mayor  número  de  los  candidatos  presenta- 
dos por  la  mayoría.  >  De  ahí  la  forma  curiosa  de 
sufragios  — de  los  votos  dobles  — que  apareció  en 
aquella  ocasión. 

Todos  estos  hechos  hacían  presentir  el  fracaso 
de  la  política  fusionista. 

Sin  embargo,  no  debía  pasar  el  año  52  sin  que  se 
hiciera  un  nuevo  esfuerzo  con  el  propósito  de  con- 
solidar la  situación  sobre  la  base  de  la  tolerancia  y 
la  concordia. 

En  Noviembre  se  fundó  la  «■  Sociedad  de  los  Ami- 
gos del  País  ». 

(1)  Resultaron  electos  los  Senadores  D.  F.  S.  Antufta  j'  Anto- 
nino  D.  Costa,  y  los  Representantes  E.  Acevedo,  A,  Aguirre,  Cán- 
dido Juanicó,  Doroteo  García  y  Gaj-oso. 


20  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

En  SU  manifiesto -programa  se  encargaba  depo- 
ner en  evidencia  los  resultados  obtenidos  durante 
el  tiempo  que  había  transcurrido  desde  el  Pacto  de 
Octubre.  Decía: 

<;  La  pacificación  de  la  República  en  Octubre  de 
1851  hizo  nacer  en  todos  grandes  esperanzas  de 
prosperidad. 

<  Un  año  ha  transcurrido,  y  no  viendo  realizadas 
esas  esperanzas,  la  duda,  la  intranquilidad,  el  ma- 
lestar han  sucedido  á  la  lisonjera  expectativa  de  los 
primeros  días  de  paz. 

« Dejemos  á  la  historia  el  juicio  de  lo  que  fué, 
tanto  respecto  de  los  sucesos  como  de  los  hombres. 

«En  caso  de  necesidad  de  apreciar  hechos  pasa- 
dos para  resoluciones  de  efectos  en  lo  venidero, 
busquemos  su  apreciación  en  la  solución  del  8  de 
Octubre  de  1851,  aceptada  por  todos  los  orientales 
como  punto  de  partida  de  la  nueva  era  constitu- 
cional. 

Era  muy  poco  lo  que  se  adelantaba,  pues  en 
punto  á  programa  y  fraseologías  rimbombantes,  nin- 
gún documento  podía  superar  al  manifiesto  lanza- 
do al  país  el  l.o  de  Marzo,  suscrito  por  los  miem- 
bros de  la  Asamblea  después  de  la  elección  de  Giró, 
que  decía: 


<  Hoy  empieza  una  nueva  era  para  la  República, 
que  esperamos  en  el  favor  del  Ser  Supremo,  lo  será 
de  paz  y  de  prosperidad. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


«  . . . .  juremos  absoluto  olvido  de  todo  lo  pasado. 

Desde  los  primeros  días  de  la  República  nos 
mostramos  al  mundo  valientes:  mostrémonos  tam- 
bién generosos. 

«  Cesen  esas  odiosas  distinciones  de  colores  polí- 
ticos :  no  se  mencionen  más  esos  partidos,  que  desde 
este  momento  deben  dejar  de  existir. 

La  unión  más  estrecha  y  los  más  fraternales 
sentimientos  liguen  á  todos  los  orientales. 

No  haya  más  distinciones  que  el  mérito,  el  sa- 
ber, la  virtud  y  el  patriotismo. 

Orientales:  Vuestros  Senadores  y  Representan- 
tes, al  dirigiros  la  palabra,  se  honran  en  felicitaros  y 
recomendaros  nuevamente  el  olvido  del  pasado, 
unión  y  respeto  á  la  Constitución. 

Los  sucesos  habían  demostrado  la  ineficacia  de 
esta  proclama. 

Ellos  también  pondrían  en  evidencia  el  fracaso  de 
la    Sociedad  de  los  Amigos  del  País  >. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


No  había  aún  la  <  Sociedad  de  Amigos  del 
País  hecho  sentir  su  influjo,  cuando  nuevos  acon- 
tecimientos vinieron  á  agravar  la  situación. 

Tan  pronto  inauguróse  el  período  ordinario  le- 
gislativo del  53,  la  mayoría  reanudó  su  campaña 
agresiva. 

El  espíritu  de  intolerancia  que  la  dominaba  iba 
vigorizándose  á  medida  que  imposibilitaba  la 
acción  del  Gobierno. 

La  perspectiva  de  enseñorearse  del  escenario,  ale- 
jando completamente  á  los  hombres  de  la  De- 
fensa, le  daba  alientos  poderosos,  y  ya  no  trepi- 
dó en  dar  por  tierra  con   el   Pacto  de   Octubre. 

La  discusión  relativa  á  la  medalla  de  Caseros, 
acusa  una  forma  más  franca  de  ataque. 

Fué  ya  un   reto   lanzado  en  medio   de  aquella 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  23 

situación  embarazosa,  para  demostrar  que  no  exis- 
tía control  á  su  poder. 

El  13  de  Febrero  del  52  había  aparecido  el  de- 
creto suscrito  por  don  Joaquín  Suárez,  premiando 
á  los  vencedores  de  Caseros. 

La  situación  excepcional  por  que  atravesaba  la 
República,  sin  Cuerpo  Legislativo  ni  ninguna  otra 
corporación  que  ejerciese  sus  funciones,  hacía  que 
fuera  perfectamente  legal  aquel  decreto. 

Tenía  la  calidad  de  ley  por  cuanto  emanaba  de 
la  única  autoridad  existente  en  el  país;  autoridad 
que  había  sido  unánimemente  reconocida  en  1851. 

Ni  una  voz  siquiera  se  había  levantado  para 
discutir  su  legitimidad. 

El  Presidente  Giró,  juzgándolo  así,  se  apresuró 
á  darle  cumplimiento,  y  personalmente  distribuyó 
las  medallas,  en  acto  público,  al  que  fueron  espe- 
cialmente invitados  los  miembros  de  las  Cáma- 
ras. 

Próximamente  un  año  había  transcurrido  sin  que 
la  Asamblea  juzgara  que  debía  observar  respecto 
de  la  constitucionalidad  del  acto. 

Sobrevino  una  circunstancia  que  le  sirvió  de 
ocasión. 

Don  Anacleto  Medina  y  algunos  otros  jefes 
orientales  que  habían  combatido  en  Caseros  á  las 
órdenes  inmediatas  de  Urquiza,  juzgando  que  te- 
nían derecho  al  premio  acordado  por  decreto  del 
13  de  Febrero,  se  presentaron  en  demanda  ante 
el  Cuerpo  Legislativo. 


24  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

En  la  Cámara  de  Diputados  la  discusión  tomó 
proporciones  alarmantes.  Las  sesiones  del  4  y  5 
de  Marzo  fueron  borrascosas. 

El  espíritu  de  intransigencia  de  la  mayoría  puso 
nuevamente  á  prueba  la  moderación  y  tolerancia 
de  los  hombres  de  la  Defensa. 

La  Comisión  informante  aconsejaba  se  hiciera  ex- 
tensivo el  honor  de  la  condecoración  á  todos  los 
orientales  que  hubieran  tomado  parte  en  la  memora- 
ble jornada;  para  ello  declaraba  que,  en  su  con- 
cepto tenían  opción  á  la  medalla  acordada  por 
decreto  de  ley  de  Febrero  de  1852.» 

« Puesta  á  discusión  la  minuta  de  la  Comisión, 
los  miembros  de  la  mayoría  opusiéronse  á  su 
sanción,  alegando  que  el  decreto  del  13  de  Fe- 
brero había  sido  un  acto  inconstitucional,  una  vio- 
lación de  la  Carta  Fundamental,  un  avance  dentro 
de  las  atribuciones  de  la  Asamblea,  cometido  por 
el  P.  E.  cuando  ya  el  Cuerpo  Legislativo  se  ha- 
llaba funcionando  y  que  la  Cámara  no  podía  acep- 
tarlo como  legal  y  vigente.  > 

La  minoría  invocó  el  Pacto  de  Octubre,  que  era 
el  punto  de  partida  de  la  nueva  era  y  que  tenía 
por  fundamento  <  la  no  discusión  de  los  hechos  con- 
sumados. 

Hizo  notar  que  entrar  á  discutir  hechos  ante- 
riores era  absurdo  y  peligroso;  <  que  daría  origen 
á  la  reanimación  del  espíritu  de  partido  que  se 
iba  extinguiendo  y  podía  volvernos  á  sumergir  en 
los    excesos   y   los    dolores    de   la   guerra   civil; 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  25 

que  la  Cámara,  atendiendo  al  espíritu  de  la  so- 
lución de  Octubre,  no  debía,  por  amor  á  la  paz 
pública  y  á  la  concordia  entre  los  orientales,  re- 
volver de  nuevo  las  cenizas  del  pasado.  > 

La  mayoría  objetó  que  el  decreto  en  cuestión 
era  posterior  á  la  Paz  de  1851;  y  que,  por  tanto, 
con  su  discusión  no  había  desconocimiento  de 
ninguna  de  las  cláusulas  del  Pacto. 

Su  propósito  era  evidente:  quería  entrar  á  juz- 
gar los  actos  del  Gobierno  de  la  Defensa. 

Y,  en  consecuencia,  comenzaba  por  declarar  que 
e¡  Gobierno  de  don  Joaquín  Suárez  no  podía 
haber  concedido  honores  ni  distinciones  que  por 
precepto  constitucional  es  facultad  exclusiva  del 
Cuerpo  Legislativo. 

La  minoría  perentoriamente  expuso  su  réplica, 
declarando  que  por  la  Carta  Fundamental,  la 
Asamblea  no  funcionaba  legítimamente  sino  desde 
el  15  de  Febrero  ^  y  esforzóse  por  llevar  al  con- 
vencimiento de  sus  adversarios  que  las  Cámaras 
sólo  podían  juzgar  los  sucesos  ocurridos  después 
de  su  instalación,  desde  la  fecha  en  que  el  país 
había  entrado  nuevamente  á  la  vida  institucional. 

Toda  otra  conducta  aparte  de  no  ajustarse  á  los 
principios  de  derecho,  sería  contraria  al  espíritu 
del  Pacto  de  Octubre. 

Hizo  notar,  además,  lo  desdoroso  que  sería 
para  la  Asamblea  — en  cuya  presencia  se  habían 
distribuido  las  medallas  — atacar  un  acto  que  ha- 
bía consentido  no  oponiéndose  á  tiempo. » 


26  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Persuadida  la  miñona  de  la  ineficacia  de  todo 
razonamisjito  --  después  de  agotar  las  considera- 
ciones de  derecho  y  de  justicia  existentes  en  fa- 
vor de  su  tesis,  siempre  con  la  obsesión  de  ase- 
gurar la  tranquilidad  del  país,  desde  que  la  reno- 
vación de  la  guerra  importaba  la  ruina  — expuso 
los  peligros  que  podrían  sobrevenir  en  caso  deque 
las  Cámaras  optasen  por  la  revocación  del  de- 
creto. 

En  primer  lugar,  el  conflicto  con  el  P,  E.,  <  por 
cuanto,  habiendo  el  Presidente  de  la  República 
dado  ejecución  al  decreto,  lo  había  hecho  suyo;» 
y  por  tanto  estaba  en  el  caso  de  oponerse  á  una 
intromisión  indebida  de  la  Asamblea. 

Además,  ¿quién  arrancaba  del  pecho  de  los 
vencedores  de  Caseros  la  condecoración? 

La  mayoría  buscó  una  solución  que  dejase  en 
evidencia  su  triunfo,  sin  anular  los  efectos  del 
decreto  del  13  de  Febrero. 

Ratificóla,  dándole  sanción  legislativa. 

El  Presidente  Giró,  á  quien  tocaba  una  buena 
parte  de  las  inculpaciones  de  la  mayoría,  juzgó 
conveniente  poner  término  á  aquel  asunto  eno- 
joso que  venía  preocupando  seriamente  el  espí- 
ritu público. 

Y,  en  vez  de  oponer  el  veto  al  avance  injusti- 
ficado de  la  Asamblea  prestigiando  la  conducta 
noble  y  moderada  de  la  minoría,  salvando  con- 
juntamente los  fundamentos  de  la  política  de  fu- 
sión y  el   decoro   de   sus   actos    de  gobernante. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


cedió  á  las  exigencias  de  la  mayoría,  poniendo  el 
cúmplase  á  la  ley. 

Las  consecuencias  de  esta  conducta  se  vieron 
inmediatamente. 

Don  Venancio  Flores  resistióse  decorosamente 
á  refrendar,  en  su  calidad  de  Secretario  de  Estado 
en  el  Departamento  de  Guerra,  el  cúmplase  del 
Ejecutivo,  y  abandonó  el  Ministerio  ('^• 

La  confianza  en  la  paz  desaparecía 

Los  triunfos  de  la  mayoría  mostraban  al  país 
que  el  espíritu  intransigente  de  partido  acabaría 
con  todo. 

Por  lo  pronto  se  violaba  abiertamente  el  Pacto 
de  Octubre. 

La  norma  de  conducta  que  se  había  impuesto 
la  mayoría,  consultando  únicamente  sus  conve- 
niencias de  círculo,  tenía  forzosamente  que  pro- 
vocar represalias  y  precipitar  al  país  á  la  lucha. 
Los  hombres  de  la  Defensa,  que  desde  el  mo- 
mento en  que  fueron  despojados  del  poder  no 
habían  hecho  otra  cosa  sino  dar  pruebas  elo- 
cuentes de  su  amor  á  la  paz  y  su  acatamiento 
al  Pacto  del  51,  eran  abandonados  precisamente 
cuando  se  esforzaban  por  consolidar  el  prestigio 
y  la  autoridad  del  jefe  del  Estado. 

Don  Juan  Francisco  Giró,  que  había  aceptado 


(1)  Llamado  á  ocuparlo  don  José  Brito  del  Pino,  que  había 
suscrito  conjuntamente  con  don  Joaquín  Suárez  el  decreto  del  13 
de  Febrero,  cometió  la  indignidad  de  refrendar  el  cúiiiplase  del 
Ejecutivo. 


28  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

SU  cooperación  para  mantener  el  orden  de  cosas 
creado  por  el  Pacto,  revelaba  su  falta  de  carácter 
abandonándolos  en  los  momentos  en  que  opo- 
nían una  patriótica  resistencia  á  las  pretensiones 
anárquicas  de  la  mayoría. 

Quebrada  la  autoridad  del  Presidente  Giró  y 
alejado  don  Venancio  Flores,  sólo  quedaba  en  el 
Fuerte  el  doctor  don  F.  Castellanos,  como  último 
representante  de  las  ideas  de  moderación  y  con- 
cordia. 

La  mayoría,  desde  su  ingreso  al  Ministerio, 
había  visto  en  él  á  un  enemigo.  De  ahí  la  mar- 
cada hostilidad  al  Ministro,  cada  vez  más  acen- 
tuada, que  se  traducía  en  frecuentes  interpelacio- 
nes y  rechazos  á  todos  sus  pedidos. 

El  doctor  Castellanos  era  quien  daba  carácter 
al  Ministerio,  después  de  la  separación  de  los 
representantes  de  la  Defensa. 

Por  manera  que,  para  la  mayoría,  que  quería 
dominar  exclusivamente  el  escenario  y  variar  ra- 
dicalmente el  orden  de  cosas  creado  por  el  Pacto 
de  Octubre,  era  cuestión  fundamental  desalojar 
de  su  puesto  al  Ministro  de  Gobierno  y  Rela- 
ciones. 

Después  de  su  triunfo  sobre  el  Presidente  de 
la  República  en  el  asunto  relativo  á  las  condecora- 
ciones de  Caseros,  quedó  ensoberbecida. 

Sólo  esperó  el  momento  oportuno  para  inten- 
tar la  destrucción  del  último  obstáculo  á  la  rea- 
lización de  su  obra. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


Éste  se  presentó  el  3  de  Mayo  del  53,  con 
motivo  de  la  discusión  en  la  Cámara  de  Dipu- 
tados de  un  proyecto  de  hacienda  remitido  por 
el  Poder  Ejecutivo. 

Los  Ministros  asistían  á  la  sesión,  respondiendo 
al  llamado  que  se  les  había  hecho. 

Los  más  conspicuos  representantes  de  la  ma- 
yoría declararon  que  la  Cámara  no  debería  con- 
ceder ningún  crédito  al  P.  E.  por  cuanto  el 
Ministerio  no  merecía  la  confianza  necesaria. 
Reconocían  sin  embargo  la  necesidad  de  pro- 
veer al  Poder  Administrador  de  los  fondos  in- 
dispensables para  hacer  frente  á  los  pagos  que 
indebidamente  se  habían  retrasado. 

El  ataque  iba  dirigido  directamente  contra  el 
doctor  Castellanos,  único  representante  del  Mi- 
nisterio formado  en   Marzo  del  52  ^  ^  . 

Su  injusticia  era  saltante,  pues  todos  los  actos 
referentes  á  la  hacienda  correspondían  al  Minis- 
tro del  ramo,  don  Manuel  Errázquin,  que  había 
renunciado. 


(1)  El  ^Ministerio  de  Guerra  y  Marina  lo  desempeñaba  desde 
Abril  el  general  don  José  Brito  del  Pino,  que  reemplazó  á  don 
Venancio  Flores. 

En  cuanto  al  Ministerio  de  Hacienda,  ror  renuncia  de  don  Ma- 
nuel Errázquin,  que  había  sido  llamado  conjuntamente  con  Cas- 
tellanos en  Marzo  del  52,  fué  nombrado  don  Bernabé  Caravia  la 
semana  anterior  á  la  interpelación  de  la  Cámara;  pero,  por  des- 
acuerdo con  el  Presidente,  no  llegó  á  recibirse  de  la  cartera.  Xom 
bróse  entonces  á  don  ^'icente  A'ázquez. 

Por  tanto,  no  se  dirigían  contra  éstos  las  acusaciones,  desde  que 
no  podían  ser  responsables  por  la  gestión  administrativa  pasada, 


30  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

La  responsabilidad  del  doctor  Castellanos,  como 
Secretario  de  Estado,  por  actos  de  otro  Minis- 
terio que  el  suyo,  tenía  que  ser  necesariamente 
menor  que  la  del  Presidente  de  la  República,  Jefe 
Superior  de  la  Administración. 

Lo  que  se  quería  era,  en  definitiva,  dar  una 
gran  batalla. 

En  el  campo  se  encontraban  ya  los  combatientes. 

De  un  lado,  los  que  se  obstinaban  por  esta- 
blecer el  predominio  de  sus  principios  reacciona- 
rios; del  otro,  un  Ministro  casi  abandonado,  que 
no  contaba  con  otro  aliado  que  una  minoría  im- 
potente. 

La  sesión  del  3  de  Mayo  fué  de  las  más  bri- 
llantes de  los  anales  parlamentarios  del  país. 

En  ella  los  hombres  de  la  Defensa  dieron  una 
nueva  prueba  de  su  abnegación,  haciendo  los  úl- 
timos esfuerzos  por  asegurar  la  conservación  de 
la  paz. 

Pero  todo  sería  estéril  en  frente  de  una  ma- 
yoría regimentada,  obstinada  en  desprestigiar  la 
acción  del  Gobierno. 

Los  primaces  de  la  mayoría  rivalizaron  en  sus 
ataques  al  Ministerio. 

Dieron  la  nota  más  fuerte  del  apasionamiento 
político,  haciendo  de  un  simple  proyecto  de  ha- 
cienda, todo  un  problema  cuya  solución  pare- 
ciera ser  cuestión  de  existencia  para  el  país. 

Las  más  extravagantes  doctrinas  constituciona- 
les fueron  sostenidas  en  el  debate. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


La  minoría,  consecuente  con  su  conducta,  de- 
fendió calurosamente  al  Gobierno. 

El  doctor  don  Ambrosio  Velazco  propuso  se 
declarase  la  incapacidad  administrativa  de  los 
Ministros;  verdadero  absurdo  dentro  de  nuestro 
régimen  constitucional.  Don  Cándido  Juanicó  y  el 
doctor  don  Jaime  Estrázulas  apoyaron  resuelta- 
mente la  tesis  sostenida  por  el  proponente,  ata- 
cando duramente  la  gestión  administrativa  del 
Ministerio. 

Se  quería  de  todos  modos  eliminar  á  don  Flo- 
rentino Castellanos. 

Juan  Carlos  Gómez  puso  en  evidencia  su  amor 
á  la  paz,  defendiendo  brillantemente,  en  un  elo- 
cuente discurso,  la  gestión  del  Gobierno^. 

Expuso  con  sencillez  admirable  los  fundamen- 
tos de  nuestro  régimen  político,  demostrando  lo 
absurdo  de  la  declaratoria  de  incapacidad. 

Hizo  notar  que  por  la  Carta  Fundamental,  el 
Cuerpo  Legislativo  no  dispone  de  otro  medio  para 
establecer   la   responsabilidad    de   los    Ministros, 

(1)  Juan  Carlos  Gómez  llegó  á  Montevideo,  procedente  de  Chile, 
en  la  segunda  quincena  de  ^Maj-o  de  185'2. 

Poco  tiempo  después  fundaba  la  c  Sociedad  Protectora  de  los 
Inmigrantes»  cuyos  benéficos  resultados  inmediatamente  se  vie- 
ron. 

En  Noviembre  de  ese  mismo  año  entró  á  la  Cámara  de  Dipu- 
tados, como  representante  por  el  Salto. 

Su  candidatura  fué  prestigiada  por  Melchor  Pacheco  }'  Obes  y 
proclamada  por  la  «Sociedad  de  los  Amigos  del   País». 

Lavalleja  contribuyó  á  su  triunfo  aconsejando  á  sus  amigos  que 
la  votaran.  Esto  hacia  el  jefe  de  los  3-'^,  obedeciendo  á  las  instruc- 
ciones de  Pacheco. 


32  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

que  el  del  juicio  político;  y  que  si  llegaba  el  caso 
de  establecer  responsabilidades,  era  necesario  en- 
volver al  Presidente  de  la  República,  que  es  el 
primer  responsable  de  la  marcha  administrativo - 
política  del  país. 

Don  Florentino  Castellanos  tomó  la  palabra 
para  hacer  una  extensa  defensa  del  Ministerio, 
demostrando  la  rectitud  de  sus  procederes,  é  in- 
vocó el  nombre  del  Presidente  Giró,  como  que 
había  tenido  participación  en  todos  los  actos  gu- 
bernativos. 

El  doctor  Eduardo  Acevedo,  que  se  había  in- 
corporado resueltamente  á  la  mayoría,  atacando 
el  Ministerio  desde  las  columnas  de  La  Consti- 
tución y  en  la  Cámara,  terció  en  el  debate  repli- 
cando al  doctor  Castellanos. 

Sus  ataques  fueron  violentos,  llegando  con  des- 
dén á  declarar,  en  refutación  á  la  larga  argumenta- 
ción del  doctor  Castellanos,  « que  la  marcha  del 
Ministerio  no  podía  salvarse  con  palabras. 

Y  consecuente  con  las  teorías  constitucionales 
expuestas  por  la  mayoría,  estableciendo  diferen-^ 
cias  radicales  entre  las  responsabilidades  del  Pre- 
sidente de  la  República  y  la  de  sus  Secretarios, 
hacía  notar,  calculada  y  hábilmente  que  ni  den- 
tro ni  fuera  de  la  Cámara  había  nadie  que  no 
confiase  en  el  patriotismo  y  capacidad  del  jefe 
del  Estado;  que  era  el  Ministerio,  que  no  contaba 
con  la  confianza  de  la  Cámara  ni  del  país. 

La  mayoría,  después  de  esta  nueva  demostra- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  33 

ción  de  sus  fuerzas,  accedió  á  la  solicitud  del 
P.  E.  votando  los  créditos  pedidos     '  . 

La  lucha  entre  las  dos  fracciones  concluyó  por 
hacerse  constante  y  permanente,  inutilizando  así 
la  labor  legislativa. 

La  mayoría  prescindía  en  absoluto  de  los  hom- 
bres de  la  Defensa  para  toda  deliberación.  Con- 
cluyó por  resolver,  sistemadamente,  con  el  solo 
concurso  de  los  suyos. 

Contra  todas  las  protestas  de  la  minoría,  el 
Senado  resolvió  que  la  capital  fuera  trasladada  al 
Durazno,  con  el  fin  de  anular  la  influencia  natu- 
ral de  Montevideo. 

En  la  discusión  relativa  á  la  Administración  de 
Justicia,  propuso  la  minoría  dos  medidas  sabias, 
como  lo  son  la  de  hacer  efectiva  la  responsabi- 
lidad de  los  jueces  y  la  incompatibilidad  entre 
las  funciones  de  juez  y  legislador. 

Fueron  rechazadas. 

En  la  discusión  sobre  derechos  de  aduana,  fué 
también  la  minoría  vencida. 

Su  proyecto  de  enajenación  de  las  rentas,  ni 
siquiera  fué  discutido.  La  mayoría  no  lo  tomó 
en  consideración. 

Propuso   se   aumentase   en  el    Presupuesto   la 


(1)  Más  tarde  fueron  sancionadas  por  el  Senado  con  nuevas 
modificaciones. 

Se  trataba  de  la  facultad  para  contratar  un  empréstito  de 
IiOOO.COj  de  pesos. 


34  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

cantidad  destinada  á  Instrucción  pública,  con  el 
fin  de  crear  nuevas  escuelas. 

Fué  nuevamente  vencida. 

Propuso  el  aumento  del  personal  de  policías 
para  mejor  garantir  la  seguridad  á  la  vida  y  á 
la  propiedad  en  campaña. 

También  se  rechazó  la  proposición. 

Resistióse  al  aumento  inútil  del  Presupuesto 
para  movilizar  la  Guardia  Nacional,  exponiendo 
los  inconvenientes  de  la  militarización  del  país  en 
momentos  de  grandes  pasiones,  haciendo  además 
notar  que  se  debía  fomentar  los  hábitos  de  tra- 
bajo y  matar  toda  tendencia  bélica. 

Fué  otra  vez  vencida. 

Propuso  la  abolición  inmediata  del  pasaporte, 
institución  monstruosa  y  absurda  en  épocas  de 
paz. 

Fué  también  vencida. 

Pidió  la  supresión  de  los  derechos  de  expor- 
tación á  ciertos  productos  indispensables  para  el 
desarrollo  de  la  industria  nacional. 

Fué  rechazada. 

El  espíritu  intolerante  de  la  mayoría  se  reveló 
nuevamente  con  la  ley  monstruosa  de  ciudada- 
nía, sancionada  á  despecho  de  la  franca  resis- 
tencia de  los  miembros  de  la  minoría. 

La  ley  del  4  de  Junio  del  53,  aparte  de  ser  con- 
traria al  espíritu  liberal  de  nuestro  Código  Polí- 
tico, es  de  una  injusticia  irritante,  por  cuanto  aleja 
del  escenario  á  los  elementos  extranjeros,  despo- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  35 

jándolos  del  legítimo  derecho  de  intervenir  en  la 
gestión  de  los  negocios  públicos     '  . 

La  mayoría,  siempre  prepotente,  obtuvo  nue- 
vos triunfos. 

Continuó  su  obra  demoledora  vejando  á  los 
representantes  de  la  Defensa  é  hiriendo  al  doc- 
tor Castellanos. 


(1)  El  fin  de  esa  exclusión  fué  anular  el  concurso  que  los  re- 
sidentes extranjeros,  italianos  y  franceses  principalmente,  pudie- 
sen prestar  á  los  hombres  de  la  Defensa. 

Los  elementos  nacionalistas  emprendieron  una  campaña  contra 
los  extranjeros,  los  que  fueron  defendidos  brillantemente  por  Juan 
Carlos  Gómez. 

«LA    GUERRA    A    LOS    EXTRANJEROS 

«Hay  cuestiones  que,  según  la  feliz  expresión  de  un  escritor,  no 
se  pueden  tratar  con  la  pluma  sino  con  el  látigo  del  periodista. 

«  Hace  10  años  que  trabajamos  por  mellar  ese  sentimiento  báy- 
haro  de  odio  al  extranjero,  cansa  primera  del  atraso,  de  la  igno- 
rancia, déla  miseria  de  América. 

« ese  sentimiento  retrógrado  de  un  nacionalismo  absurdo.... 

«Miramos  con  curiosidad  á  los  que  sublevan  odios  contra  los 
extranjeros,  y  no  encontramos  en  su  cuerpo  una  pulgada  de  ele- 
mento nacional.  Extranjero  es  el  frac  con  que  se  visten  civiliza- 
damente;  extranjero  el  charol  de  la  bota  que  ostentan  lustrosa; 
extranjero  el  sombrero  con  que  se  cubren  de  la  intemperie;  ex- 
tranjera la  construcción  de  la  casa  que  habitan;  extranjera  la 
lengua  que  hablan,  las  nociones  que  tienen  de  la  ciencia,  las  ins- 
tituciones que  les  garanten  sus  derechos,  las  costumbres  de  donde 
proceden  algunos  de  sus  goces. 

«Cuanto  hay  de  adelantado  y  cómodo,  de  bueno  y  ventajoso  en 
los  países  americanos,  es  de  procedencia  extranjera. 

«Para  encontrar  el  elemento  puramente  nacional,  tendríamos 
que  recurrir  á  las  hordas  de  los  charrúas,  con  su  vida  miserable, 
con  su  sistema  de  depredación  y  de  degüello,  con  su  derecho  del 
más  fuerte. 

«El  verdadero  nacionalismo  consiste  en  nacionalizarlos  buenos 


36  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

<;Á  la  minoría  se  le  llegó  á  negar  el  derecho 
de  la  palabra;  tuvo  que  levantarse  de  las  sesio- 
nes porque  no  se  le  permitía  discutir;  tuvo  que 
guardar  silencio  muchas  veces  para  evitar  cues- 
tiones irritantes,  y  si  no  se  retiró  en  masa  del 
Cuerpo  Legislativo,  fué  por  no  dejar  al  país  sin 
legalidad,  por  no  precipitarlo  á  las  vías  de  hecho, 

lisos,  las  buenas  prácticas,  las  buenas  ideas  que  del  extranjero 
nos  vienen 

«La  nacionalidad  oriental  será  grande  el  día  en  que  haya  im- 
portado toda  la  civilización  de  las  naciones  más  cultas  de  la  tierra, 
el  día  que  esté  al  nivel  de  ellas  en  ciencias,  en  artes,  en  fábri- 
cas,   en    manufacturas,  en   medios  de  producción    y   de   progreso. 

€  Cuanto  menos  ella  se  acerque  á  esas  naciones  cultas,  cuantos 
menos  elementos  extranjeros  asimile  en  hombres,  en  capitales,  en 
procederes  científicos  é  industriales,  en  hábitos,  etc.,  tanto  más 
pequeña,  tanto  más  pobre  3-  más  atrasada  estará  en  la  escala  de 
los  pueblos  del   Universo. 

«  Para  nuestros  adversarios,  hay  en  el  país  diarios  extranjeros 
y  diarios  ciudadanos. 

«En  la  monstruosa  ley  de  naturalización  no  se  ha  llevado  el 
disparate  hasta  prescribir  que  tomen  carta  de  ciudadanía  los  pe- 
riódicos. 

«Un  periódico  es  siempre  nacional,  cualquiera  que  sea  el  país 
de  nacimiento  de  sus  redactores. 

«El  pensamiento  no  pertenece  á  ningún  país:  es  ciudadano  del 
mundo. 

«  En  su  espíritu  estrecho,  los  adversarios  de  los  extranjeros  creen 
que  éstos  vienen  á  quitarles  el  pan,  á  arrebatarles  los  medios  de 
riqueza,  á  apoderarse  de  sus  bienes  y  del  país. 

«Sienten  su  nulidad  y  quieren  poner  obstáculos  á  que  el  hom- 
bre inteligente  y  laborioso  venga  á  explotar  los  veneros  fecundos 
de  la  prosperidad  nacional,  que  ellos  dejan  esterilizar  en  la  inercia. 

«Por  nuestra  parte,  somos  de  los  naturales  que  creen  que  el 
país  encierra  bastante  riqueza  para  todos  los  que  vengan  á  po- 
blarlo y  cultivarlo,  y  deseamos  que  los  hijos  de  todas  las  nacio- 
nes de  la  tierra  participen  de  todos  los  beneficios  con  que  nos  dotó 
la  naturaleza. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


por  moderación  y  por  amor  á  la  paz,  que  ante- 
puso á  los  resentimientos  de  partido  ^^^.> 

Nuevas  interpelaciones  llevaron  al  doctor  Flo- 
rentino Castellanos  al  recinto   de  las  Cámaras. 

Se  le  declaró  guerra  abierta,  franca  y  sin  tre- 
gua. 

Persuadido  el  Ministro  de  que  su  permanencia 
en  el  Fuerte  era  inconciliable  con  su  decoro  y  de 
la  inutilidad  de  sus  esfuerzos  en  frente  de  la  con- 
ducta obstinada  de  la  mayoría,  presentó  su  di- 
misión (Junio  28  de  1853). 

Inmediatamente  le  siguió  el  Ministro  de  Ha- 
cienda. 

La  mayoría  seguía  triunfando.  .  .  . 

Producida  la  crisis  ministerial,  el  Presidente  Giró 
se  vio  en  una  situación  difícil. 

Por  un  lado,  la  necesidad  de  salvar  la  paz,  que 
tenía  su  fundamento  en  el  fiel  cumplimiento  del 
Pacto  de  Octubre. 

Por  el  otro,  la  ineficacia  de  la  acción  guberna- 

« Somos  de  los  naturales  que  creen  que  hay  en  el  país  muchos 
elementos  de  riqueza  que  nosotros  no  sabemos  explotar,  y  que  es 
un  bien  que  los  explote  el  industrial  extranjero  }•  contribuya  con^ 
ello  á  ensanchar  la  prosperidad  de  la  República. 

«Somos  de  los  naturales  persuadidos  de  que  sería  la  maj'or  fe- 
licidad para  la  República,  poder  introducir  inmediatamente  un 
millón  de  extranjeros. 

» es  preciso'acordar  al  extranjero  el  derecho  de    influir  por 

todos  los  medios  legales  }•  morales  en  el  mejor  destino  del  país  á 
que  ha  asociado  las  esperanzas  de  su  existencia. 

«y//rt«  Carlos  Gómez. > 
(1)    De  Juan  Carlos  Gómez. 


38  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

tiva  en  lucha  constante  con  la  Asamblea,  que  se 
traducía  en  un  conflicto  permanente  entre  los  dos 
Poderes. 

Juzgando  incontrastable  el  poder  de  la  mayo- 
ría, cedió  á  sus  exigencias,  confiando  al  azar  la 
tranquilidad  del  país. 

Llamó  á  su  lado  á  don  Bernardo  P.  Berro, 
quien  se  encargó  de  los  Ministerios  de  Gobierno 
y  Relaciones  y  Hacienda  f^^^. 

El  nombramiento  de  don  Bernardo  P.  Berro 
fué  algo  así  como  el  toque  dé  alarma  para  los 
hombres  de  la  Defensa,  quienes  comprendieron 
que  nada  podrían  ya  esperar  del  Presidente  de  la 
República. 

Aliados  la  mayoría  y  los  hombres  del  Fiieríe, 
la  situación  de  la  minoría  venía  á  ser  precaria. 

La  mayoría  empleó  todas  sus  fuerzas  en  ence- 
rrar más  y  más  á  los  que  se  oponían  al  triunfo 
de  sus  planes. 

Corrían  los  primeros  días  de  Julio,  cuando  la 
situación  tomó  caracteres  de  verdadera  gravedad. 

La  conducta  del  Presidente  Giró  había  dado  en 
tierra  con  el  Pacto  de  Octubre. 

La  política  de  fusión  desaparecía,  si  bien  se 
continuaba  juzgando  delito  pronunciar  el  nombre 
de  los  antiguos  partidos. 


(  1 )    Don   José  Brito  del   Pino    continuó  en  el   Ministerio    de  la 
Guerra. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  39 

No  se  traía  á  colación  al  pasado,  pero  se  clasifi- 
caba á  los  ciudadanos  como  en  épocas  anteriores. 

Por  otra  parte,  los  resultados  de  la  pretendida 
fusión  eran  bastante  evidentes. 

Los  hombres  de  la  Defensa  habían  sido  expul- 
sados de  los  tres  Altos  Poderes;  por  tanto,  toda 
proporcionalidad  en  la  coparticipación  política  ha- 
bía desaparecido. 

El  Presidente  de  la  República,  el  Vicepresi- 
dente, todo  el  Ministerio,  los  Presidentes  de  las 
Cámaras,  la  mayoría  del  Cuerpo  Legislativo,  todos 
los  Alcaldes  Ordinarios,  la  mayoría  de  los  miem- 
bros de  la  Administración  de  Justicia,  diez  de  los 
doce  Jefes  Políticos  existentes  en  el  país,  perte- 
necían á  la  vieja  agrupación  sitiadora  de  Montevi- 
deo, á  la  misma  que  se  había  amparado  en  las 
concesiones  de  Octubre. 

Los  hombres  de  la  Defensa,  que  en  la  victoria 
habían  sabido  ser  generosos,  buscando  fórmulas 
de  concordia  que  salvasen  á  los  vencidos,  en  la 
derrota  supieron  ser  abnegados  guardando  deco- 
roso silencio. 

Resolvieron  esperar  el  desarrollo  de  los  sucesos, 
que  no  podía,  bajo  ningún  principio,  ser  favora- 
ble á  los  intereses  del  país. 

Ante  el  espectáculo  que  ofrecía  la  situación, 
don  Andrés  Lamas  exclamaba  desde  el  Janeiro: 
«    ...  esto  es  mortal. 

No  era  necesario  previsiones  de  estadista  para 
comprenderlo,  pues  la  conciencia  pública  lo  pro- 
clamaba. 


40  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Sin  embargo,  en  medio  del  desastre,  el  doctor 
don  Eduardo  Acevedo,  que  había  contribuido  po- 
derosamente á  la  creación  del  nuevo  orden  de 
cosas,  demostraba  su  optimismo  con  la  siguiente 
declaración,  que  envolvía  una  revelación  en  punto 
á  nuestro  régimen  constitucional: 

....  tenemos  confianza  en  el  tino  del   Presi- 
dente de  la  República  y  del  Primer  Ministro. 

Y  concluía  con  esta  profecía: 

'  Para  el  año  entrante,  la  situación  será  facilí- 
sima. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


III 


No  habían  transcurrido  dos  semanas  de  la  pro- 
fecía tranquilizadora  del  doctor  don  Eduardo  Ace- 
vedo,  cuando  Montevideo  se  sintió  presa  de  la  con- 
moción producida  por  los  sucesos  del  18  de  Julio. 

Todo  estaba  perdido   .  .  . 

Los  hombres  de  la  Defensa  habían  hecho  lo 
humanamente  posible  por  evitar  que  el  país  lle- 
gase á  aquella  situación  pavorosa. 

Sus  esfuerzos  se  estrellaron  contra  las  intran- 
sigencias de  la  fracción  dominante. 

A  principios  del  período  legislativo  del  53  — 
cuando  ya  la  intolerancia  de  la  mayoría  había 
exasperado  las  pasiones  comprometiendo  seria- 
mente el  sosiego  público  — la  minoría  propuso  la 
suspensión  de  las  Asambleas  de  Guardias  Na- 
cionales por  el  término  de  tres  años. 


42  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Esta  proposición  no  podía  ser  más  recomen- 
dable, por  diversos  conceptos. 

Encarada  por  su  aspecto  económico,  libraba  al 
país -que  atravesaba  por  una  mala  situación  fi- 
nanciera—de fuertes  erogaciones. 

Por  su  lado  político  acusaba  grandes  previsio- 
nes y  la  bondad  de   propósitos  de   sus  autores. 

La  Guerra  Grande  había  dejado  al  país  en  es- 
combros. 

La  lucha  incesante  de  tres  lustros  había  matado 
los  hábitos  de  trabajo;  en  cambio,  dejó  odios 
profundos  y  los  malos  hábitos  que  naturalmente 
se  adquieren  en  la  guerra. 

Era  indispensable  destruir  el  espíritu  bélico  pre- 
dominante en  las  masas,  alejándolas  completa- 
mente de  todo  lo  que  tuviera  conexión  con  la 
guerra  ó  que  trajera  al  pensamiento  la  vida  pa- 
sada. 

Por  otra  parte,  la  más  elemental  prudencia  acon- 
sejaba que  se  evitaran  las  ocasiones  en  que  fuera 
posible  el  choque  de  las  viejas  pasiones. 

Estas  razones  impulsaron  á  la  minoría  á  pre- 
sentar su  proyecto,  juzgando  imposible  fuera  dis- 
cutido. 

Sin  embargo,  la  mayoría  triunfó  una  vez  más, 
rechazándolo. 

Los  ejercicios  doctrinarios  de  la  Guardia  Nacio- 
nal debían  hacerse  en  los  meses  de  Marzo  y 
Abril  según  la  ley. 

Lo  cierto  es  que  en   Julio    fueron  convocadas 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


las  milicias  en  la  Colonia,  San  José  y  la  Capi- 
tal, violándose  abiertamente  las  disposiciones  le- 
gales en  vigencia  y  dando  lugar  á  un  principio 
de  alarma. 

En  seguida  se  produce  la  caída  del  Ministerio 
de  don  Florentino  Castellanos,  que  introdujo  el 
desorden  en  la  situación,  y,  por  último,  el  llama- 
miento de  don  Bernardo  P.  Berro  al  Fuerte,  como 
representante  de  los  principios  de  la  mayoría,  en 
el  carácter  de  primer  Ministro,  que  vino  á  com- 
pletar la  confusión  y  el  caos. 

Los  más  siniestros  rumores  se  propalaban. 

Persuadido  entonces  don  Bernardo  P.  Berro 
de  los  peligros  que  rodeaban  al  Gobierno,  juzgó 
necesario  buscar  una  solución  que,  sin  variar  el 
orden  político  reinante,  alejase  los  males  que 
amenazaban  á  la  situación. 

Y  en  consecuencia  ofreció  la  Cartera  de  Hacien- 
da á  los  hombres  de  la  Defensa. 

Éstos  convencidos  de  que  sería  un  sacrificio 
inútil  aceptar  un  Ministerio,  sobre  todo  el  de  Ha- 
cienda—el que  encerraba  todas  las  dificultades  y 
el  que  era  ajeno  completamente  á  toda  influen- 
cia política  — convinieron  en  que  no  se  debía  car- 
gar con  la  responsabilidad    de   la  situación   -^^  > 

Inmediatamente  de  este  rechazo  — efectuado  en 
ejercicio  de  un  legítimo  derecho  — se  opera  la  mo- 
vilización de  la  Guardia  Nacional. 

(1;    De  Juan  Carlos  Gómez, 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Las  fuerzas  de  la  Colonia  fueron  puestas  á  las 
órdenes  de  don  Lucas  Moreno. 

Zipitría  abandona  precipitadamente  la  capital 
para  reunir  la  división  maragata. 

En  Montevideo  se  forma  el  batallón  de  la  Unión. 

Los  caudillejos  del  Cerrito  se  retiran  á  sus  de- 
partamentos después  de  recibir  instrucciones  en 
el  Fuerte. 

Don  Manuel  Oribe  se  movió  de  Montevideo 
sigilosamente. 

Lo  que  ocurría  estaba  al  alcance  de  todos. 

El  Gobierno  trataba  de  resolver  con  la  fuerza 
la  crisis  política. 

Las  previsiones  de  Melchor  Pacheco  y  Obes 
se  cumplían :  el  triunfo  de  la  mayoría  había  arras- 
trado al  Presidente  Giró  y  precipitaba  el  país  á 
una  situación  intolerable. 

Los  hombres  de  la  Defensa  viéronse  amenaza- 
dos. 

Vencedores  en  lucha  que  asombró  á  la  huma- 
nidad; generosos  después  del  triunfo;  vencidos 
por  una  combinación  desgraciada  que  la  desleal- 
tad hizo  fallar;  abnegados  en  la  derrota;  tole- 
rantes y  moderados  siempre;  sin  participación  en 
la  dirección  de  la  política  del  país;  expulsados 
del  Fiieríe;  desalojados  de  la  Administración  de 
Justicia;  sin  influencia  en  el  Cuerpo  Legislativo, 
veían  aún,  como  coronamiento  de  su  suerte,  la 
perspectiva  cruel  del  golpe  de  Estado  que  con- 
cluiría con  todo. 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA  45 

Intentó  la  minoría  pedir  explicaciones  al  P.  E. 
sobre  la  aglomeración  inusitada  de  fuerzas,  pero 
fué  rechazada. 

Buscaron  entonces  un  refugio  donde  pudiesen 
deliberar  y  resolver  la  conducta  que  debían  seguir 
en  momentos  tan  angustiosos;  y  como  para  dar 
pruebas  inequívocas  de  su  lealtad  y  honradez  de 
procederes,  concurrieron  ala  quinta  de  don  Joaquín 
Suárez,  congregándose  alrededor  del  viejo  patricio. 

Allí  se  resolvió  el  nombramiento  de  una  Comi- 
sión que  se  apersonara  á  los  hombres  del  Fuerte 
para  significarles  las  alarmas  producidas  por  la 
movilización  intempestiva  de  las  milicias  y  pedir- 
les su  cesación  como  medida  de  prudencia  para 
asegurar  la  tranquilidad  general. 

Esto  sucedía  el  14  de  Julio,  día  en  que  se  en- 
trevistaron los  representantes  de  la  Defensa  con 
don  Bernardo  Berro. 

No  habían  aún  obtenido  la  contestación  defi- 
nitiva de  lo  que  resolvería  el  Presidente  de  la 
República,  cuando  un  nuevo  hecho  vino  á  aumen- 
tar los  temores. 

El  15,  citada  la  Cámara  de  Diputados  para  la 
elección  de  miembros  de  la  Comisión  Permanente, 
fué  sorprendida  la  minoría  con  un  proyecto  de 
ley  discutido  y  sancionado  precipitadamente  por 
el  Senado  el  día  anterior,  por  el  cual  se  movili- 
zaba la  Guardia  Nacional  en  el  país  declarándola 
en  campaña  y  sujetándola  á  igual  ordenanza  que 
la  tropa  de  línea. 


46  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Esto   era     querer  tomar    por  asalto   una  ley.» 

La  minoría  se  opuso  resueltamente,  protes- 
tando contra  la  conducta  agresiva  y  criminal  de 
los  hombres  de  la  mayoría. 

No  había  lugar  á  duda. 

Se  quería  precipitar  la  situación  en  un  sentido 
determinado. 

Como  golpe  capital,  el  Gobierno  anunció  que 
los  batallones  de  milicias  concurrirían  el  18  de 
Julio  —  aniversario  patrio  — á  la  plaza  conjunta- 
mente con  los  cuerpos  de  línea. 

Los  hombres  de  la  Defensa  temblaron  por  la 
paz. 

La  medida  del  P.  E.  era  absurda  y  revelaba 
toda  su  torpeza. 

Despojándose  de  sus  altiveces,  venciendo  to- 
dos los  escrúpulos  en  obsequio  á  la  conserva- 
ción del  orden,  acudieron  á  don  Bernardo  P. 
Berro,  verdadero  jefe  de  la  situación.  Agotaron 
todos  los  razonamientos  posibles  para  conven- 
cer al  Ministro  de  los  inconvenientes  de  la 
resolución  gubernativa  en  momentos  de  angus- 
tias, de  grandes  pasiones  é  inculpaciones  recí- 
procas. 

El  amor  á  la  paz  pública  los  llevó  hasta  pedir 
la  intervención  amistosa  del  Plenipotenciario  del 
Imperio,  para  que  se  revocara  tan  temeraria  reso- 
lución. 

Tenían  el  presentimiento  de  una  gran  desgra- 
cia. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


La  reacción  quería  arrasar  del  escenario  cual- 
quier obstáculo  á  su  triunfo. 

Anulada  la  influencia  de  los  hombres  de  la  De- 
fensa, sólo  quedaban  como  entidad  valorable  y 
eficiente  los  escuadrones  de  Caseros. 

La  vorágine  de  las  pasiones  durante  mucho 
tiempo  no  logró  envolverlos. 

Respetuosos  presenciaron  las  derrotas  y  las 
humillaciones  impuestas  á  la  minoría  en  el  parla- 
mento. 

La  misma  discusión  sobre  la  medalla  de  Case- 
ros—que fué  un  reto  dirigido  á  ellos  — no  tuvo 
la  virtud  de  arrancar  siquiera  una  manifestación 
de  protesta. 

Devoraron  en  silencio  la  afrenta. 

Triunfante  la  reacción  en  el  escenario  político, 
quiso  completar  su  obra  demoledora  imponiendo 
la  desorganización  de  aquellas  fuerzas. 

Para  ello  se  movilizó  la  Guardia  Nacional. 

El  desborde  de  las  pasiones  invadió  entonces 
los  cuarteles. 

Un  sentimiento  de  profunda  animadversión  se 
apoderó  de  los  soldados  de  Caseros. 

El  Gobierno  desatendiendo  todas  las  conside- 
raciones de  los  que  se  esforzaban  por  la  conser- 
vación de  la  paz,  persistió  en  su  actitud. 

Por  la  noche  del  17,  estaba  en  la  conciencia 
pública  que  Montevideo  se  sentiría  de  un  mo- 
mento á  otro  presa  de  una  violenta  conmoción. 

Las  milicias  concurrirían  el  día  siguiente. 


48  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  V^DA  NUEVA 

A  Últimos  momentos,  don  León  de  Palleja  fué 
impuesto  de  los  rumores  corrientes,  de  planes  si- 
niestros. 

Eran  ó  no  ciertos. 

Sus  fundamentos  estaban  en  los  antecedentes 
de  la  movilización  de  la  Guardia  Nacional;  en  los 
avances  crecientes  de  la  reacción  y  en  la  actitud 
del  Gobierno  persistiendo  en  la  formación  con- 
junta de  los  cuerpos  de  tropa  y  los  de  milicias. 

E!  18,  tan  pronto  entraran  estas  últimas  en  lí- 
nea, se  produjo  la  catástrofe. 

Ai  primer  movimiento  respondió  Palleja  con 
estas  terribles  palabras:  ¡fuego  á  esa  canalla!  que 
sus  soldados  cumplieron  en  el  acto. 

Don  León  de  Palleja  juzgó  incontinenti  la  gra- 
vedad de  la  responsabilidad  que  había  asumido. 

Su  primer  pensamiento,  en  aquella  situación 
desgraciada,  fué  para  su  Jefe  de  Caseros. 

Acude  á  César  Díaz,  exhortándole  se  pusiera 
al  frente  del  ejército  ^ '  . 

César  Díaz  vacila. 

Entre  seguir  la  suerte  de  sus  compañeros,  vin- 
culando su  nombre  á  un  golpe  de  cuartel,  y  per- 
manecer extraño  á  una  empresa  tan  temeraria, 
opta  por  lo  último. 

Á  los  primeros  tiros  había  acudido  precipitada- 
mente al  lugar  de  los  sucesos  Melchor  Pacheco 
y  Obes. 

( 1  '    César  Díaz  tenía  su  domicilio  en  la  misma  calle  de  la  for- 
mación de  ¡as  tropas,  RincóH  y  Plaza  ¡Matriz. 


CARLOS  ONETO  V    VIANA 


Éste  dióse  cuenta  de  la  empresa  temeraria  aco- 
metida por  Palleja. 

El  ilustre  Jefe  de  la  Defensa  encontróse  en  una 
situación  extraordinariamente  difícil. 

Su  conducta,  desde  su  llegada  á  Montevideo, 
había  sido  bien  definida. 

Declaróse  opositor  al  orden  de  cosas  existente, 
juzgando  absurda  y  grotesca  la  solución  que  se 
dio  al  país  el  1."  de  Marzo. 

Las  derrotas  de  la  minoría  y  la  conducta  agre- 
siva de  la  fracción  dominante  lo  exasperaron. 

La  discusión  sobre  la  medalla  de  Caseros  pro- 
dujo penosa  impresión  en  su  ánimo  ya  irritado 
por  los  sucesos  anteriores. 

Urgía  á  Rivera  á  que  apresurara  su  viaje  á  Mon- 
tevideo. 

La  correspondencia  cambiada  con  éste  era  fre- 
cuente y  sus  relaciones  con  el  vencedor  de  Ca- 
gancha  jamás  fueron  tan  cordiales  como  en  esa 
época. 

Pacheco,  á  su  regreso  á  Montevideo,  había  in- 
tentado organizar  el  Partido  de  la  Defensa,  agru- 
pando bajo  una  dirección  única  á  todos  sus  ele- 
mentos, juzgando  lo  más  eficiente  y  práctico  para 
oponerse  á  los  avances  de  la  mayoría. 

Sus  esfuerzos  se  habían  estrellado  contra  las 
mismas  resistencias  de  sus  amigos  del  Sitio,  que 
entendían  deber  de  patriotismo  el  leal  cumpli- 
miento al  compromiso  de  Octubre. 

Su   pensamiento  lo  explicó  en   carta  á   Rivera. 


50  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

<'  Mis  deseos  fueron  esterilizados  .  . .  por  las 
utopías  de  algunos  amigos  nuestros,  tan  hábiles 
en  bellas  teorías  cuanto  inexpertos  en  el  conoci- 
miento del  país  y  en  la  práctica  de  los  hombres. 
Estos  amigos,  en  efecto,  huyendo  de  dar  á 
las  cosas  su  verdadero  nombre,  esquivando  lo 
práctico  de  la  situación,  desecharon  la  idea  de 
reorganizar  el  partido  de  la  Defensa  y  buscaron 
la  im  posible  fusión  de  ambos  partidos,  en  una  cosa 
que  ellos  pretendían  sería  el  gran  Partido  Na- 
cional. Fué  eso  lo  que  nos  dio  la  Sociedad  de 
Amigos  del  País  cuyo  solo  resultado  fué  su 
poético  programa  y  que  fracasó  á  la  primera  reu- 
nión, porque  trajo  la  evidencia  que  blancos  y  colo- 
rados podían  bien  encontrarse  bajo  el  mismo  techo, 
sin  que  por  eso  desapareciesen  los  enconos  que 
desde  largo  tiempo  los  dividen. 

Pacheco  comprendió  todo  lo  que  podía  hacerse 
con  el  prestigio  de  Rivera:  por  lo  mismo,  la  de- 
mora de  éste  en  la  fronteía  le  preocupaba  seria- 
mente. 

La  opinión  lo  señalaba  como  el  hombre  que 
encarnaba  la  resistencia  á  la  reacción. 

Todas  las  miradas  concurrían  en  él. 

Los  hombres  de  la  Defensa,  anulados  política- 
mente, lo  rodeaban,  lo  mismo  que  en  los  días 
terribles  del  Sitio  Grande. 

La  gente  del  Gobierno  llegó  al  convenci- 
miento de  que  Pacheco  combinaba  un  golpe; 
que  su  ejecución  sólo  dependía  de   la  presencia 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA  51 

de  Rivera  en  el  lugar  donde  se  desarrollarían  los 
sucesos. 

En  aquellos  días  de  Julio  la  figuración  de  Pa- 
checo era  marcadamente  revolucionaria. 

La  reagravación  del  estado  de  Rivera  impidió 
nuevamente  su  regreso  á  la  capital,  lo  que  ori- 
ginó necesariamente  la  postergación  de  la  realiza- 
ción de  los  planes  de  Pacheco. 

En  esto  se  producen  los  sucesos  del  18  de 
Julio. 

Pacheco  era  completamente  extraño  á  todo  lo 
que  ocurría. 

No  fué,  sin  embargo,  para  él  sorpresa,  como 
tampoco  lo  fué  para  la  población  de  Montevideo. 

Era  algo  que  estaba  escrito  en  la  atmósfera. 

Por  lo  mismo,  los  amantes  sinceros  de  la  paz 
se  habían  esforzado  por  impedir  que  la  Guardia 
Nacional  concurriera  á  la  plaza. 

Don  León  de  Palleja  acude  al  Jefe  de  la  De- 
fensa para  que  dominara  la  situación. 

Pacheco  juzgó   su  gravedad. 

Hombre  de  pensamiento  y  de  civismo,  era  in- 
capaz de  mezclarse  con  soldadescas  para  la  con- 
quista del  poder. 

Dueño  de  la  fuerza  militar,  su  primer  pensa- 
miento fué  para  la  conservación  de  la  paz  y  del 
orden  constitucional. 

Y  en  consecuencia  presentóse  al  Fuerte,  ponién- 
dose á  disposición  del  Presidente  de  la  Repú- 
blica. 


52  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

El  Presidente  encargóle  de  la  conservación  del 
orden. 

Don  Juan  Francisco  Giró  aceptó  las  cosas  co- 
mo los  acontecimientos  las  habían  creado. 

La  represión  ni  era  un  acto  político  ni  estaba 
en  sus  manos  ejercerla. 

Trató  de  salvar  su  decoro  de  gobernante  ex- 
plicando los  sucesos  del  18  como  un  <  conflicto 
desgraciado  >^  que  fatalmente  debió  producirse. 

Esto  importaba  la  confesión  de  lo  absurda  y 
torpe  que  había  sido  la  conducta   del  Gobierno. 

Lo  esencial  entonces  era  evitar  su  reproducción. 

La  primera  medida  — y  á  título  de  transacción 
—  fué  la  formación  del  Ministerio  mixto     '\ 

(1)  DECRETO 

Slinisterio  de  Gobierno. 

Montevideo,  Julio  IS  Se  l!S53. 

El  Presidente  de  la  República  ha  acordado  y 

DECRETA : 

Artículo  1."  Habiendo  hecho  renuncia  el  general  don  José  Brito 
del  Pino  del  cargo  de  Ministro  Secretario  de  Estado  en  el  Depar- 
tamento de  Guerra  y  Marina  — que  le  ha  sido  admitida  — queda 
nombrado  el  coronel  don  Venancio  Flores  Ministro  de  Guerra  y 
Jlarina. 

Art,  2.»  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

Giró. 
Bernardo  P.  Berro. 

Hallándose  vacante  el  ^Ministerio  de  Hacienda,  que  interinamente 
desempeñaba  el  señor  Ministro  de  Gobierno  y  Relaciones  don  Ber- 
nardo P.  Berro,  el  Presidente   de  la  República  ha  acordado  )' 

decreta: 

Artículo  1."  Queda  nombrado  Ministro    Secretario    de  Estado  en 

el  Departamento    de    Hacienda,  el    doctor  don  Manuel  Herrera  y 

Obes. 

Art.  1'.°  Comuniqúese,  etc. 

Giró. 

Bernardo  P.  Berro. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


En  seguida  quedó  resuelta  la  disolución  de  las 
fuerzas  que  se  habían  reunido  últimamente    '  • 

De  esta  manera  el  golpe  de  estado  quedaba 
conjurado  y  la  reacción  vencida. 


Los  acontecimientos  desarrollados  el  18  en  la 
Capital,  conmovieron    profundamente  al  país. 

Ya  nadie  pudo  abrigar  esperanzas  en  la  con- 
servación de  la  paz. 

Don  Andrés  Lamas  escribía  desde  el  Janeiro 
á  don  Manuel  Herrera  y  Obes,  en  los  primeros 
días  de  Agosto: 

(1)    «  Circular. . . 

<  Ministerio  de  (iuerra  y   Marina. 

-  Montevideo,  Julio  IS  de  1SÓ3. 

«  Por  el  decreto  publicado  en  esta  fecha,  se  impondrá  \'.  S.  de 
la  elección  que  el  Superior  Gobierno  ha  hecho  en  la  persona  del 
que  suscribe  para  el  desempeño  del  Ministerio  de  Guerra  y  Ma- 
rina—  lo  que  se  ha  hecho  saber  á  todas  las  autoridades  de  la  Re- 
pública. 

«  El  Gobierno,  en  acuerdo  de  este  día,  ha  dispuesto  se  prevenga 
á  todos  los  señores  Jefes  de  la  Guardia  Nacional  de  todos  los  De- 
partamentos, que,  deseoso  de  conservar  el  sosiego  público  por  todos 
los  medios  que  estén  en  sus  atribuciones,  dispone  que  cesen  las 
reuniones  que  se  hayan  verificado  ó  se  piensen  hacer,  dejando  al 
vecindario  en  estado  de  ocuparse  de  sus  trabajos  domésticos  y  se 
libre  sólo  á  las  policías  departamentales  la  conservación  del  ordga 
público. 

«En  consecuencia,  luego  que  V.  S.  reciba  la  presente,  acusará 
recibo,  dando    cuenta  de  haber  cumplido    lo  que  se  previene,  etc. 

«Dios  guarde  á  \'.  S.  muchos  años. 

«  Venancio  Flores. 

«Señor  Comandante  de  la  Guardia    Nacional    del    Departamen- 
to de. . .» 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


<  Sería  conocer  mal  las  pasiones  humanas,  creer 
que  el  reconocimiento  de  sus  mutuas  dificultades, 
que  ambos  partidos  hicieron  el  18  de  Julio,  los 
haya  modificado  sustancialmente. 

<;  Los  ha  detenido  nada  más. 

'  Si  en  algo  ha  cambiado  la  situación,  es  para 
el  mal. 

«  El  prestigio  de  la  situación  legal  está  quebrado. 

« Ya  hay  sangre,  nueva  sangre  por  medio. 
Sangre  nueva  circula  en  las  venas  de  los  an- 
tiguos odios. 

<  No  hay  que  equivocarse:  la  situación  moral 
del  país  ha  empeorado. 

Llegaremos  á  la  guerra  civil.  Nadie  podrá  evi- 
tarlo. 

La  política  de  fusión  sufrió  desde  el  18  una 
transformación  esencial,  que  vino  á  dar  un  nuevo 
carácter  á  la  situación. 

El  Ministerio  formado  el  18,  no  era  fiisionista, 
aun  cuando  el  convencionalismo  de  la  época 
persistiese  en  esa  denominación. 

Era  un  Ministerio  mixto,  compuesto  por  ele- 
mentos antagónicos,  que  debía  su  formación  á  la 
violencia  de  los  acontecimientos. 

Melchor  Pacheco  y  Obes  convencido  de  cuál 
sería  la  situación  de  don  Manuel  Herrera  y  de 
don  Venancio  Flores  en  el  Fuerte  y  de  la  con- 
ducta que  fatalmente  estaban  destinados  á  seguir, 
en  carta  á  Rivera,  escrita  pocos  días  después  del 
movimiento,  decía: 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


Ahora  vea  usted  cuál  es  nuestra  posición. 
Nuestros  amigos  están  llenos  de  entusiasmo, 
y  nuestros  enemigos  desalentados. 

.  Tenemos  en  el  Gobierno  dos  hombres  que 
nos  pertenecen. 

La  unidad  en  la  dirección  de  la  Administra- 
ción y  de  la  política  del  país  desaparecía. 

La  lucha  que  en  las  Cámaras  habían  sostenido 
las  fracciones  anulando  la  labor  legislativa,  se  ex- 
tendía al  Fuerte,  trastornando  todo  el  mecanismo 
gubernativo. 

No  podía  ser  de  otro  modo. 

La  composición  heterogénea  del  Ministerio,  sin 
comunidad  de  ideales,  con  aspiraciones  diversas, 
constituía  un  grave  error. 

Era  incompatible  con  una  buena  política  y  una 
administración  regular. 

Luchando  en  el  Fuerte  cada  cual  por  el  pre- 
dominio de  ideas  distintas,  nada  estable  podía 
crearse. 

Don  Andrés  Lamas,  en  carta  á  don  Manuel 
Herrera  y  Obes,  expresándose  con  toda  franqueza, 
decía : 

V  La  idea  de  la  representación  de  partidos  en  la 
composición  del  P.  E.  por  igualdad  de  número 
y  conservando  cada  uno  su  bandera  sin  la  más 
mínima  modificación,  me  ha  dejado  con  la  boca 
abierta. 


56  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Me  parece  absurdo  é  imposible. 

El  campo  de  lucha  cada  vez  fué  mayor. 

La  influencia  moderadora  del  Presidente  no  po- 
día hacerse  sentir.  Su  autoridad  y  prestigio  ha- 
bían desaparecido  desde  ¡a  transacción    del  18. 

Por  manera  que  los  partidos  pudieron  entrar 
en  acción  libremente. 

La  consecuencia  de  la  lucha  dentro  de  la  po- 
lítica de  fusión  no  podía  ser  otra  que  la  anar- 
quía. 

El  país  jamás  atravesó  por  una  época  de  me- 
nos verdad. 

El  fiisionismo  continuaba  haciendo  mal,  anu- 
lando toda  tendencia  sana  y  toda    iniciativa  útil. 

Juan  Carlos  Gómez  convencido  de  que  se  vi- 
vía en  medio  de  un  convencionalismo  asfixiante 
y  de  constante  é  inaudita  mistificación,  se  dis- 
puso á  la  lucha. 

Fundó  El  Orden,  órgano  del  partido  conser- 
vador, para   proclamar  sin  reticencias    la   verdad. 

Su  programa,  expuesto  con  sencillez,  se  ence- 
rraba en  estas  palabras: 

Cumpliendo  con  un  deber  de  franqueza,  el 
Partido  Conservador  comienza  por  declarar  que 
tiene  por  antecedentes  los  principios,  las  ideas, 
los  intereses  sostenidos  en  la  defensa  del  país 
contra  la  agresión  de  don  Juan  Manuel  de  Ro- 
sas. 

Pero  si  sus  antecedentes  están  en  esa  defensa 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


del  jDaís  contra  las  agresiones  del  dictador  argen- 
tino, ellos  no  excluyen  la  cooperación  de  todos  los 
ciudadanos  que,  aceptando  las  modificaciones  que 
le  dan  las  circunstancias,  quieran  cooperar  á  tra- 
bajar en  el  seno  de  su  partido  por  la  realización 
de  sus  esperanzas. 

El  programa  del  Partido  Conservador  ha  sido 
ya  formulado  antes  de  ahora,  cuando,  seducidos 
por  la  ilusión  generosa  de  una  vasta  fusión,  quiso 
fundar,  bajo  la  denominación  de  Sociedad  de 
Amigos  del  País  lo  que  ahora  establece :  un  par- 
tido interesado  en  el  orden  y  en  la  concordia  en- 
tre los  orientales. 

El  Orden  envuelve  ideas  de  paz,  de  marcha 
regular,  de  economía  administrativa,  de  crédito 
público,  de  prosperidad  material,  de  moralidad,  de 
progreso  intelectual ;  en  dos  palabras,  de  civiliza- 
ción y  de  riqueza. 

El  Orden  será  incansable  en  combatir  toda 
intolerancia  política,  en  resistir  á  toda  provocación 
de  partido,  en  perseguir  todo  favoritismo  y  toda 
desviación  en  sus  deberes  de  los  encargados  de  la 
dirección  de  los  negocios  del  Estado  y  en  estimu- 
lar los  sentimientos  generosos. 

El  Orden  no  aspira  á  otra  recompensa  que  la 
aprobación  de  los  hombres  de  bien.  > 


La   campaña   de  El  Orden  fué  digna  de  Juan 
Carlos  Gómez. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Empeñado  en  señalar  al  país  sus  males,  tuvo 
la  suficiente  entereza  de  atacar  con  franqueza  el 
artificialisnw  de  la  época. 

Haciendo  un  proceso  del  período  transcurrido 
desde  el  pacto  de  Octubre,  después  de  un  con- 
cienzudo examen,  decía: 


<  ¿  En  qué  situación  nos  encontramos  hoy  ?  — 
Pobres,  desunidos,  llorando  víctimas  inocentes,  te- 
miendo por  la  duración  de  la  paz,  debiendo  á  los 
servidores  del  Estado,  impagos  los  acreedores, 
empeñadas  y  disminuidas  las  rentas,  sin  crédito, 
mal  avenidos  con  las  naciones  vecinas,  descon- 
ceptuados ante  los  demás  países  como  incapaces 
de  gobernarnos  por  instituciones  libres.... 

«¿Á  qué  se  debe  esta  situación?— Á  haberse 
falseado  la  política  de  conciliación  que  era  la  sal- 
vadora del  país  y  á  haber  sido  reemplazada  por 
una  política  de  reacción,  que  es  la  destructora  de 
todo  germen  de  ventura,  de  toda  esperanza  de 
porvenir. 


El  Orden  marcaba  rumbos  ciertos  que  revela- 
ban el  espíritu  práctico  de  Juan  Carlos  Gómez, 
formando  contraste  con  los  ilusionismos  de  los 
hombres  de  la  época. 

Persuadido  de  la  necesidad  que  sentía  el  país 
de  una  política  que  tuviera  por  fundamento  la  ver- 
dad, esforzóse  por  destruir  la  mentira  dominante. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  59 

Estudiando  las  causas  que  habían  arrastrado  la 
República  á  aquella  situación  deplorable  revelá- 
base el  maestro,  cuando  decía: 

c  Dejemos  los  sofismas  con  que  después  del  8 
de  Octubre  de  1851  se  burló  la  buena  fe  de  los 
que  anhelaban  sinceramente  la  fusión  entonces 
decantada. 

«  Hemos  visto  ya  con  una  dolorosa  experien- 
cia sus  resultados. 

<  Seamos  hoy  francos.  La  franqueza  es  el  pri- 
mer atributo  de  la  sinceridad. 

«Nuestras  desgracias  han  hecho  que  se  pro- 
nuncie con  miedo  la  palabra     partido   . 

<  La  palabra  se  calla,  pero  no  por  eso  deja  de 
existir  el  hecho  que  ella  simboliza.  Los  partidos 
existen. 

'  En  la  República,  modificados  por  la  paz  que 
siguió  á  la  lucha  de  los  diez  años,  han  tenido 
su  expresión  en  la  mayoría  y  en  la  minoiía  de 
las  Cámaras. 

Allí,  en  la  Asamblea,  se  ha  mostrado  en  toda 
su  luz  la  fisonomía  de  los  partidos  que  nos  divi- 
den. 


En  manera  alguna  podía  significar  esta  propa- 
ganda apasionamientos  insanos,  que  estaban  muy 
lejos  de  su  alma  noble  y  generosa. 

Por  el  contrario,  Juan  Carlos  Gómez  juzgaba 
indispensable  la  concordia  entre  los  orientales;  y 


60  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

á  igual  de  Melchor  Pacheco  y  Obes,  entendía 
que  era  propio  de  partidos  retrógrados  la  lucha 
por  el  exterminio. 

Declaró  guerra  á  la  fusión  porque  la  juzgaba 
absurda  y  sobre  todo  porque  había  servido  de 
fundamento  á  una  política  oprobiosa  y  funesta. 

Buscaba  sinceramente  la  conciliación  como 
que  era  el  único  medio  de  asegurar  la  paz  pública 
y  propender  á  la  educación  de  los  viejos  partidos. 
Pero,  en  su  manera  de  pensar  la  conciliación  no 
es  el  sacrificio  de  la  libertad,  ni  el  abandono  de  la 
independencia  de  opiniones,  ni  la  abdicación  de 
sí  mismo. 

Juzgaba  que  la  verdadera  conciliación  consistía 
en  la  tolerancia  que  debe  profesar  el  hombre 
para  con  las  ideas  divergentes  délas  suyas;  en 
el  respeto  que  debe  tributar  al  derecho  que  tie- 
nen los  demás  de  opinar  y  sentir  de  distinta  ma- 
nera. > 

Su  espíritu  honrado  no  podía  admitir  que  se 
invocasen  las  ideas  de  fusión  y  de  tolerancia, 
como  se  había  hecho  hasta  entonces,  para  apo- 
yar una  política  de  engaños,  de  mentira  y  á  todas 
luces  perjudicial  para  el  país. 

Por  eso  exclamaba: 

'<■  Pero  la  conciliación,  como  la  tolerancia,  como 
la  justicia,  rechaza  los  exclusivismos,  el  pandillaje 
y  la  camarilla. 

La  campaña  de  Juan  Carlos  Gómez,  llena  de 
inspiraciones  patrióticas,  moderada  y  sincera,  fué 


CARLOS  OMETO  Y   VIANA 


agrupando  los  elementos  de  la  Defensa  alrede- 
dor de  Melchor  Pacheco  y  Obes,  que  era  el  alma 
de  la  resistencia  á  la  reacción. 


Don  Juan  Francisco  Giró,  inmediatamente  de 
restablecerse  la  calma  en  la  capital,  preocupóse 
de  la  conservación  del  orden,  necesidad  suprema 
en  aquellos  momentos. 

Juzgando  sinceramente  que  su  palabra  fuese  ca- 
paz de  conjurar  los  peligros  que  le  rodeaban,  cal- 
mando las  pasiones,  dirigió  al  país  la  siguiente 
proclama: 

El  Presidente  de  la  República  á  sus  conciu- 
dadanos: 

Orientales:  La  primera  necesidad  de  la  Re- 
pública es  la  paz  doméstica;  el  primer  deber  de 
los  ciudadanos  es  trabajar  con  el  mayor  empeño 
por  conservarla. 

<  Juremos  todos  no  ahorrar  ningún  género  de 
sacrificios  para  mantener  ese  bien  inestimable  en 
que  está  cifrado   el  porvenir  de  nuestra  patria. 

Terminado  el  desgraciado  conflicto  de  ayer, 
todos  nuestros  esfuerzos  deben  dirigirse  á  ase- 
gurar el  orden  bajo  los  auspicios  de  la  ley  y  la 
autoridad. 

Compatriotas:  Confiad  en  el  Gobierno,  como 
él  confía  en  vuestras  virtudes  y  vuestro  buen 
sentido. 


62  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Nadie  podía  creer  en  la  eficacia  de  las  palabras 
del  Jefe  de!  Estado. 

Era  además  absurdo  suponer  que  la  situación 
pudiera  consolidarse. 

La  solución  del  18  había  decretado  su  ruina. 

Los  partidos  quedaron  de  pie,  preparándose 
para  la  lucha:  la  reacción,  contando  con  la  mayoría 
en  las  Cámaras  y  con  don  Bernardo  P.  Berro  en 
el  Fuerte  —  los  hombres  de  la  Defensa,  con  la  pre- 
ponderancia en  los  acuerdos  del  Gobierno  y  con 
los  cuerpos  que  constituían   la  fuerza  pública. 

La  incertidumbre  y  la  intranquilidad  fueron 
aumentando  día  á  día. 

Á  mediados  de  Agosto  la  situación  volvió  á 
tomar  caracteres  de  verdadera  gravedad. 

La  anarquía  se  había  extendido  á  todas  las 
clases  sociales. 

No  había  poder  capaz  de  detenerla,  desde  que 
su  origen  estaba  en  los  hombres  del  Gobierno, 
Éstos  en  medio  del  desborde  de  pasiones,  cada 
vez  más  impetuoso  que  producía  la  efervescen- 
cia en  todo  el  país,  esforzáronse  por  llevar  la 
calma  á  los  espíritus. 

Don  Venancio  Flores  fué  encargado  por  el 
Presidente  de  disipar  las  zozobras  de  aquella 
agitación  sin  objeto.  > 

Con  ese  fin  recorrió  de   un  extremo  á  otro  la 

República,    repartiendo  palabras    tranquilizadoras. 

El  Gobierno  sabrá  mantener  la  paz,  decía  en 

su  proclama  á  los  habitantes  de  campana,  y   hará 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA 


respetar  la  ley  y  la  autoridad.  Vuestros  derechos 
y  vuestros  sosiegos  no  serán  impunemente  holla- 
dos. 

Y  terminaba:  Tened  plena  confianza  en  el 
Gobierno. 

Todo  era  absolutamente   ineficaz. 

El  prestigio  de  la  situación  legal  estaba  que- 
brado, como  había  dicho  don  Andrés  Lamas. 

Don  Bernardo  P.  Berro  apeló  en  la  capital  á 
los  medios  coercitivos,  juzgándolos  de  mayor  efi- 
ciencia. 

Dirigióse  al  Jefe  Político  en  estos  términos,  que 
son  elocuentes  para  demostrar  el  estado  á  que 
había  llegado  el  país : 

Montevideo,  Agosto  IS  de  1S53. 

'■'■  Los  rumores  alarmantes  que  de  algunos  días 
á  esta  parte  han  circulado  con  profusión,  y  las 
provocaciones  que  los  acompañan,  están  produ- 
ciendo los  más  perniciosos  efectos. 

«  Los  temores  de  nuevos  desórdenes  toman  cuerpo, 
la  confianza  se  retira,  el  comercio  y  la  indus- 
tria desfallecen,  las  pasiones  se  inflaman  otra  vez, 
y  la  sociedad,  entregada  á  una  zozobra  continua, 
sufre  un  malestar  de  que  todo  se  está  resintiendo. 
La  situación  no  puede  prolongarse  más  tiempo 
sin  traer  gravísimos  daños  al  país. 

El  Gobierno,  cuyo  principal  deber  es  velar  por 
la  tranquilidad,  no  puede  permitir  que  tal  estado 
de  cosas  pase  adelante. 


64  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

En  SU  consecuencia,  ordena  á  V.  S.  que  por 
el  Departamento  á  su  cargo  se  proceda  á  em- 
plear todos  los  medios  que  estén  dentro  de  la 
esfera  de  sus  atribuciones  para  ahogar  esos  ru- 
mores y  provocaciones  que  tanto  mal  hacen ;  de- 
biendo considerar  y  tratar  á  sus  autores  como 
perturbadores  del  orden  público. 

i'  Se  recomienda  á  V.  S.  muy  especialmente  pro- 
hiba con  toda  severidad  el  que  se  profieran  en  pú- 
blico vivas  ó  mueras  provocativos  y  que  exciten  al 
desorden,  ú  otros  cualesquier  discursos  del  mismo 
carácter,  aprehendiendo  á  los  que  se  encuentren 
practicando  eso,  para  sujetarlos  á  la  responsabili- 
dad que  por  la  ley  haya  lugar  y  dando  cuenta 
inmediatamente. 

«  Dios  guarde  á  V.  S.  muchos  aiios. 

<  Bernardo  P.  Berro. 
<  Al  señor  Jefe  Político  de  la  Capital. 


Nuevos  sucesos  vinieron  á  agravar  la  situación, 
Don  Venancio  Flores  regresa  de  su  excursión 
pacificadora,  penetrado  de    las  necesidades  de  la 
campaíia. 

Pudo  ver  de  cerca  á  sus  amigos  de  la  Guerra 
Grande  entregados  á  las  brutalidades  de  las  auto- 
ridades policiales  que  respondían  incondicional- 
mente  á  los  elementos  reaccionarios  de  Monte- 
video. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  03 

Reclama  entonces  del  Presidente  Giró  el  nombra- 
miento de  tres  Jefes  Políticos  para  contrabalan- 
cear en  el  Poder  á  los  dos  partidos  en  cumplimiento 
al  programa  de  pacificación  de  Octubre  de  1851. 

Don  Juan  Francisco  Giró  vio  delante  de  sí  un 
abismo. 

Creyó,  acaso,  existiese  conexión  entre  esa  exi- 
gencia y  la  conducta  por  demás  extraña  que  ve- 
nía asumiendo  Melchor  Pacheco  y  Obes,  y  juzgó 
de  su  deber  resistir. 

Don  Venancio  Flores  presenta  entonces  dimi- 
sión. 

Esto  importaba  volver  al  estado  de  cosas  an- 
terior al  18  de  Julio. 

Don  Juan  F.  Giró  así  lo  comprendió.  El  pobre 
anciano,  viéndose  en  una  situación  difícil,  anulada 
su  acción,  se  esfuerza  porque  el  Ministro  dimi- 
tente  revoque  su  resolución. 

Pide  en  su  favor  la  intervención  del  plenipo- 
tenciario del  Imperio. 

Y  como  si  esto  no  fuera  bastante  fuerte  para 
su  decoro  de  Jefe  de  Estado,  escribe  las  siguien- 
tes líneas: 

Señor  Ministro. 

Muy  señor  mío  y  de  todo  mi  aprecio: 

El  abandono  que  usted  ha  hecho  del  Ministe- 
rio tiene  alarmados  á  todos  por  las  consecuencias 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


que  temen.  Usted  se  ha  ido  sin  decir  por  qué  y 
sin  explicarse  conmigo. 

Antes  de  consentir  que  usted  se  separe  deseo 
verlo  hoy  porque  esto  no  da  espera,  pues  estamos 
en  víspera  de  una  disolución. 


Juan  Francisco  Giró.  > 


Don  Venancio  Flores  creyendo  aún  posible 
una  evolución,  consintió  en  el  retiro  de  su  renun- 
cia. 

Entre  tanto  Melchor  Pacheco  y  Obes  adoptaba 
una  conducta  muy  distinta  á  la  de  los  hombres 
del  Gobierno. 

Observador  profundo,  reconoció  que  el  mal  de 
la  situación  era  incurable. 

Todo  el  organismo  político  estaba  minado. 

La  catástrofe  fatalmente  debía  producirse,  pues 
los  acontecimientos  tenían  que  seguir  su  desarrollo 
lógico. 

Con  la  constante  preocupación  del  porvenir  del 
país  y  de  la  suerte  de  los  principios  de  la  De- 
fensa, urgía  más  y  más  á  Rivera  que  precipitara 
su  viaje. 

En  una  de  sus  cartas  decía: 

No  puede  consolidarse  nuestra  posición  si  us- 
ted no  viene  inmediatamente. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  57 

:  Nada  puede  hacerse  decisivo  sin  que  usted 
esté  entre  nosotros. 

No  tarde  usted,  pues  con  su  tardanza  puede 
arriesgarse  todo.  > 

Y  como  si  temiera  que  el  desterrado  de  1847 
pudiese  guardar  recelos,  evocando  los  días  terri- 
bles del  Sitio  Grande,  de  lucha  entre  riverisfas 
y  pacliequistas,  le  adelantaba: 

No  ha  de  encontrar  usted  ///  una  sola  opo- 
sición. 

Los  hombres  que  le  fueron  más  opuestos  en- 
tre nosotros,  están  hoy  firmemente  persuadidos 
de  que  el  Partido  de  la  Defensa  sólo  puede  as- 
pirar á  la  dirección  política  del  país,  estando  unido 
á  usted  y  mirándolo  como  su  Jefe.  > 

Nuevas  correspondencias  posteriores  imponían 
á  Rivera  de  la  situación  por  que  atravesaba  Mon- 
tevideo. 

El  aislamiento  del  Gobierno  era  cada  vez  ma- 
yor. El  vacío  concluiría  por  matario. 

La  vuelta  de  don  Venancio  Flores  al  Ministe- 
rio no  haría  otra  cosa  que  dar  vida  á  la  situa- 
ción por  un  corto  tiempo. 

La  anarquía  continuaría  entre  los  hombres  del 
Fuerte  y  concluiría  por  destruirio  todo. 

En  los  primeros  días  de  Septiembre,  estaba  en 
la  conciencia  nacional  que  el  Gobierno  no  podría 
resistir  á  sus  propios  desaciertos. 

Pacheco  se  desesperaba  por  la  ausencia  de  Rivera. 


fri  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Temía  que  súbitamente  se  produjera  una  con- 
flagración y  necesitaba  de  los  prestigios  de  aquél 
y  sus  valiosos  elementos. 

Rivera  seguía  en  la  frontera,  postrado  por  la  en- 
fermedad que  poco  después  lo  llevaría  á  la  tumba. 

En  una  de  las  alternativas  por  que  pasaba  fre- 
cuentemente, respondía  con  esta  elocuencia  á  una 
de  las  exigencias  de  Pacheco: 

<  Querido  General:  La  lucha  que  usted  sostiene 
por  la  vida  y  el  porvenir  de  la  Patria,  está  abra- 
zada conmigo  en  la  que  sostengo  por  la  conser- 
vación de  una  vida  que  sólo  está  consagrada  para 
ella. 

Los  elementos  riveristas  respondían  en  todo  el 
país  á  los  trabajos  de  Pacheco. 

Por  manera  que,  en  medio  de  aquella  situación 
de  confusión  y  desorden,  era  la  única  agrupación 
seriamente  organizada  para  hacer  frente  á  una 
grave  emergencia. 

Pacheco  reveló  habilidad  extraordinaria. 

Juzgó  peligroso  precipitar  los  acontecimientos, 
cosa  que  podría  arrojarlos  á  correr  los  riesgos  de 
aventuras  difíciles. 

Y  en  consecuencia  limitó  su  acción  á  mante- 
ner la  cohesión  indispensable  entre  las  antiguas 
fracciones  del  partido  de  la  Defensa. 

Á  ese  efecto  fundó  E/  Nacional,  cuya  aparición 
llevó  la  alarma  al  Fuerte. 

Su  propaganda  netamente  partidaria,  daba  alien- 
tos á  los  elementos  opositores. 


CARLOS  ONETO  Y  \IANA 


El  desánimo  comenzó  á  dominar  á  los  iiombres 
del  Gobierno. 

Don  Manuel  Herrera  y  Obes  comprendió  que 
la  campaña  de  El  Nacional    arrasaría   con  todo. 

El  Presidente  Giró  hizo  entonces  un  último 
esfuerzo  por  mantener  el  resto  de  política  de  fu- 
sión imperante. 

El  Ministerio  lo  acompañó  suscribiendo  el  si- 
guiente decreto,  que  fué  un  ataque  dirigido  direc- 
tamente contra  Melchor  Pacheco  y  Obes : 

Montevideo,  Septiembre  17  de  1S33. 

Considerando:  1."  que  toda  recriminación  so- 
bre opiniones  y  actos  referentes  á  la  guerra  que 
terminó  en  Octubre  de  1851,  es  una  violación 
flagrante  de  los  pactos  que  precedieron  á  la  pa- 
cificación de  la  República,  y  que  ella  aceptó  como 
base  fundamental  y  precisa  de  su  vida   ulterior; 

Considerando:  2."  que  la  observancia  fiel  y 
severa  de  esas  estipulaciones  no  sólo  interesa  á 
la  fe  y  al  honor  de  la  nación,  sino  que  de  ella 
depende  la  conservación  del  orden  y  de  la  paz 
pública,  primera  de  todas  las  necesidades  y  con- 
veniencias del  país,  el  Presidente  de  la  República, 
en  virtud  de  los  deberes  y  facultades  que  tiene 
por  los  artículos  81  y  79  de  la  Constitución  del 
Estado,  decreta: 

l.t>  Queda  de  todo  punto  prohibida  á  la  prensa 


70  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

periódica,  el  traer  á  juicio  los  actos  y  opiniones 
referidas. 

'■  2/'  Toda  transgresión  á  esa  disposición  será 
calificada  y  penada  como  una  concitación  al  des- 
orden y  á  la  anarquía. 

<'3.c  De  esta  resolución  se  dará  cuenta  al  Cuer- 
po Legislativo,  sin  perjuicio  de  hacerlo  á  la  Co- 
misión Permanente,  á  cuya  consideración  se  ele- 
vará sin  demora. 

4."  Publíquese,  comuniqúese,  etc. 

<  Juan  Francisco  Giró. 
Bernardo  P.  Berro. 
<í  Manuel  Herrera  y   Obes. 
<  Venancio  Flores. 


Los  resultados  de  esta  disposición  gubernativa 
no  se  hicieron  esperar. 

La  exaltación  de  los  ánimos  colmó  toda  me- 
dida. 

Don  Venancio  Flores,  que  había  dado  suficien- 
tes pruebas  de  abnegación  prestando  á  la  política 
fusionista  su  cooperación  leal  y  decidida,  juzgó 
entonces  que  debía  nuevamente  exigir  el  nombra- 
miento de  los  tres  Jefes  Políticos,  como  medida 
justa  y  tranquilizadora,  capaz  de  conservar  el  or- 
den y  calmar  la  violencia  de  las  pasiones. 

La  promesa  del  Jefe  del  Estado,  de  que  acce- 
dería á  su    legítima  exigencia,  lo  había  llevado  á 


CARLOS  ONETO  V  VIANA 


suscribir  el  decreto  atentatorio   contra  la  prensa. 

El  Presidente  Giró,  siempre  vacilante,  fluctuando 
entre  la  evolución  y  la  reacción,  sin  rumbos  cier- 
tos, temiendo  las  consecuencias  de  esta  conce- 
sión, resistió  otra  vez. 

Don  Venancio  Flores  no  se  resuelve  á  cargar 
con  las  responsabilidades  de  la  situación,  y  aban- 
donó el  Ministerio  el  mismo  día  17,  con  el  pro- 
pósito irrevocable  de  no  volver  sobre  sus  pasos. 

La  política  de  fusión  tocaba  á  su  término.  .  .  . 

El  Presidente  de  la  República  vio  sobre  su  ca- 
beza el  derrumbe  de   todo  el  andamiaje  político. 

Y  no  atinó  á  otra  cosa  que  á  la  redacción  de 
este  documento,  que  revela  el  estado  de  su  espí- 
ritu y  su  situación  desgraciada: 

■-■  Señor  Ministro. 

Señor  de  todo  mi  respeto: 

Me  ha  sorprendido  mucho  la  renuncia  que 
hace  usted  de  su  cargo  y  la  razón  que  da  para 
ella. 

Tengo  la  conciencia  de  que  los  inconvenien- 
tes que  usted  alega  y  la  ineficacia  de  su  perma- 
nencia en  el  Ministerio  no  vienen  de  mi  parte. 

He  mostrado  á  usted  la  mayor  confianza  en 
sus  intenciones  y  en  su  patriotismo.  No  me  he 
opuesto  hasta  ahora  á  ninguna  medida   de  usted 


72  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  .NUEVA 

que  se  me  haya  joresentado  como  necesaria  al 
restablecimiento  del  orden. 

He  aprobado  cuanto  usted  ha  hecho.  No  se 
qué  más  se  quiere  de  mí.  Si  usted  sale  del  Mi- 
nisterio, yo  también  salgo  de  la  Presideneia. 

Vaya  usted  ahora  al  Fuerte  y  hablaremos. 

De  lo  que  resulte  pende  la  guerra  civil  y  el 
bienestar  general  de  nuestra  tierra. 

Su  afmo.  q.  b.  s.  m. 

Juan  Francisco  Giró. 


Don  Venancio  Flores  no  vaciló.  Su  propósito 
era  inquebrantable. 

Había  accedido  una  vez  á  la  rogativa  del  Jefe 
del  Estado,  creyendo  que  algo  se  podía  esperar 
del  señor  Giró. 

Su  vuelta  al  Ministerio  había  sido  del  todo 
ineficaz,  pues  á  su  sacrificio  no  siguió  ningún 
provecho  para  el  país. 

Disgustado  por  la  conducta  del  Presidente  que 
revelaba  una  incapacidad  absoluta  para  el  go- 
bierno, y  por  la  falta  de  cumplimiento  al  compro- 
miso que  con  él  había  contraído,  contestó  al 
mensaje  del  primer  magistrado  en  esta  forma,  por 
demás  severa  y  un  tanto  irrespetuosa: 

Respetable  señor:  Quedo  en  posesión  de  la 
de  V.  E.  de  hoy,  y  en  contestación  digo :  que  si 
el  señor  Presidente  tiene  la  conciencia  de  que  los 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


inconvenientes  que  alego  y  la  ineficacia  de  mi 
permanencia  en  el  Ministerio  no  vienen  de  su 
parte,  tampoco  vienen  de  la  mía. 

En  ese  sentido  el  país  será  el  juez,  y  á  su  fallo 
me  someto;  y  la  responsabilidad  caerá  sobre  aquel 
que  ha  dejado  de  hacer  el  bien  que  tuvo  y  ha  te- 
nido en  sus  manos  hacer. 

<:  La  cita  que  V.  E.  me  da  en  el  Fuerte,  me  es 
imposible  en  estos  momentos ... 

Estoy  resuelto  á  separarme  de  mi  país  por 
algún  tiempo. 

Después  de  esto  mi  renuncia  es  imprescin- 
dible y  no  haré  retroceso  en  ella.  No  quiero  ha- 
cerme responsable  de  una  situación  que  no  pende 
de  mí  dominar. 

Creo  haber  hecho  cuanto  ha  dependido  de  un 
hombre  de  honor  para  conseguirlo :  todo  ha  sido 
inútil. 

Nada  me  resta  hacer,  sino  evitar  envolverme 
en  una  crisis  funesta  y  salpicarme  quizás  con  la 
sangre  de  mis  compatriotas,  cuya  idea  me  aterra. 

Venancio  Flores. 


Con  el  alejamiento  de  don  Venancio  Flores  del 
Fuerte,  el  Gobierno  quedaba  completamente  des- 
amparado. 

¿A  quién  dirigirse? 

Era  absurdo  hacerlo  á  los  soldados  con  quie- 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB   VIDA  NUEVA 


nes  había  pactado  el  18  de  Julio,  anulando  toda 
su  autoridad. 

Aquello  era  un  verdadero  desastre. 

En  medio  de  la  confusión,  don  Manuel  Oribe» 
que  residía  en  su  quinta  del  Miguelete  desde  la 
paz  de  Octubre,  tuvo  la  clarovidencia  de  las  cosas- 
Comprendió  que  la  situación  fatalmente  ven- 
dría á  manos  de  Pacheco,  y  recordando  que  la 
muerte  del  ilustre  Florencio  Várela  no  estaba  in- 
cluida en  las  cláusulas  liberatorias  del  pacto  del 
51,  embarcóse  precipitadamente  con  rumbo  á 
Europa. 

Revelábase  hombre  prudente  y  previsor  po- 
niendo entre  su  persona  y  el  país  todas  las  aguas 
del  Atlántico. 

Mientras  tanto,  Montevideo  se  hacía  presa  de 
espantosas  zozobras. 

El  Presidente  de  la  República  apenas  conser- 
vaba su  título,  sin  que  se  sintiera  capaz  del  más 
insignificante  acto  de  gobierno. 

Don  Bernardo  P.  Berro  entendió  que  no  era 
posible  continuar  en  esa  forma.  El  antiguo  Mi- 
nistro de  Oribe,  que  en  otro  tiempo  había  mi- 
litado en  las  filas  de  los  defensores  de  la  inde- 
pendencia americana  en  guerra  á  muerte  con 
los  que,  encerrados  dentro  de  las  murallas  de 
Montevideo  habían  perdido  el  sentimiento  patrio, 
dando  al  extranjero  intervención  en  nuestras  cues- 
tiones internas,  venciendo  sus  escrúpulos  de  dis- 
cípulo de  Rosas,  redactó  en  forma  de  circular  el 


CARLOS  ONETO  V  VIANA 


siguiente  mensaje,  dirigido  á  los  representantes  di- 
plomáticos acreditados  cerca  del  Gobierno: 

A\oiitev¡deo,  Setiembre  21  de  1S53 
á  las  S  de  la  noche  . 

<  Señor  Ministro: 

El  infrascrito,  Ministro  de  Relaciones  Exte- 
riores, tiene  el  honor  de  dirigirse  al  señor.  .  .  parti- 
cipándole, de  orden  de  S.  E.  el  señor  Presidente 
de  la  República,  que  la  capital  se  halla  amenazada 
de  una  conmoción  que  puede  venir  acompañada 
de  graves  desórdenes,  sin  que  al  Gobierno  sea 
dado  impedirlo  por  la  absoluta  falta  de  fuerza  á 
su  disposición. 

cEn  tal  situación,  no  puede  el  Gobierno  res- 
ponder de  la  seguridad  de  las  personas  ni  de  las 
propiedades;  y,  en  tal  virtud,  cree  llegado  el  mo- 
mento de  que  los  Agentes  Extranjeros,  con  la  fuerza 
armada  de  que  puedan  disponer,  se  encarguen  de 
la  protección  de  la  ciudad. 

El  abajo  firmado  reitera  al  señor.  ...  la  pro- 
testa de  su  más  distinguida  consideración. 

Bernardo  P.  Berro.  > 


Y  como  si  esta  medida  no  fuera  bastante,  so- 
licitó del  plenipotenciario  del  Brasil  la  interven- 
ción imperial  en  favor  de  la  autoridad  legal. 


76  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Don  Bernardo  P.  Berro  invocaba  las  cláusulas 
6.=^  y  7.'i  de  los  tratados  de  1851,  por  los  cuales 
quedaba  obligado  el  Imperio  á  prestar  su  coope- 
ración con  las  fuerzas  de  mar  y  Tierra  al  Gobierno 
constitucional  de  la  República,  á  requisición  de 
éste  en  el  caso  de  realizarse  un  movimiento 
armado  contra  su  existencia  ó  autoridad,  pres- 
cindiendo de  los  motivos  y  en  el  caso  de  de- 
posición del  Presidente  por  medios  inconstitucio- 
nales. 

El  doctor  J.  M.  da  Silva  Paranhos  contestó  al 
mensaje  del  Ministro  declarando  que  no  tenía 
instrucciones  de  su  Gobierno  para  acordar  los 
auxilios  requeridos     '  . 

La  crisis  ministerial  imposibilitó  absolutamente 
al  Gobierno. 

En  este  estado  de  indecisión  se  siguió  hasta 
el  23,  día  en  que  el  Presidente  de  la  República 
invitaba  al  señor  Ministro  del  Brasil  para  obte- 
ner la  vuelta  de  Flores  al  Ministerio,  con  la  in- 
terposición de  la  garantía  oficial  del  Gobierno  im- 
perial en  prenda  de  que  sería  observado  con 
lealtad  el  programa  político  y  administrativo  que 


^1)  La  diplomacia  imperial,  debe  decirse  en  honor  á  la  verdad 
procedió  así  atendiendo  á  fines  bastardos. 

El  Imperio  siempre  se  intereso  por  fomentar  la  anarquía  en  la 
República. 

Negó  á  don  Juan  Francisco  (iirú  la  intervención  armada,  pero 
supo  acordarla  más  tarde,  en  1854,  á  don  \"enancio  Flores  —  para 
abandonarlo  después — cuando  éste  se  encontró  en  el  caso  de  ne- 
cesitar de  su  apo3"o. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


con  el  coronel  Flores  se  llegara  á  acordar  defi- 
nitivamente. 

No  podía  pedirse  nada  más  desdoroso  que 
esta  forma  de  transacciones,  que  hacía  de  un 
hombre  una  entidad  indispensable. 

<  En  momentos  que  el  24  conferenciaba  el  Mi- 
nistro del  Brasil  con  Flores  y  sus  amigos  sobre 
la  determinación  de  ese  programa  el  señor  Giró, 
acompañado  de  don  Bernardo  P.  Berro,  abando- 
nó el  Fuerte^  buscando  ambos  asilo  en  la  Le- 
gación de  Francia. 

Desde  allí  dirigen  al  Cuerpo  diplomático  este 
tan  extraño  como  curioso  documento: 

«Ministerio  de  Relaciones  Exteriores. 

«  CIRCULAR    A    LOS    MINISTROS    EXTRANJEROS 

El  que  suscribe,  Ministro  de  Relaciones  Ex- 
teriores, ha  recibido  de  S.  E.  el  señor  Presidente 
de  la  República  el  encargo  de  poner  en  conoci- 
miento del  señor que,  cediendo  á  la  vio- 
lencia, ha  tenido  que  suspender  el  ejercicio  de  su 
autoridad  en  la  capital  y  proveer  rí  su  seguridad 
personal. 

En  semejante  situación,  el  Presidente  de  la 
República,  que  no  quiere  ensangrentar  inútilmente 
las  calles  de  Montevideo,  se  ha  decidido  á  aban- 
donar el  campo  á  los  revoltosos  antes  que  pres- 


78  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

tars-e  á  humillaciones  que  harían  más  deplorable  la 
guerra,  que  ya  no  puede  evitarse. 

Dejando  cumplido  el  encargo  de  S.  E.  el  se- 
ñor Presidente  de  la  República,  saluda  el  que  sus- 
cribe al  señor  Ministro  de  .  .  .  con  la  más  dis- 
tinguida consideración. 

Bernardo  P.  Berro.  ^ 


Llevado  á  la  Legación  de  Francia  el  resultado 
de  la  conferencia  habida  entre  Flores  y  sus  ami- 
gos y  el  Ministro  del  hriperio,  don  Juan  Francisco 
Giró  declaró  que  no  podía  aceptar  la  solución 
propuesta  (  igualdad  de  los  dos  partidos  en  el 
gobierno  de  los  Departamentos  >)  sin  la  salida 
inmediata  del  país,  en  misión  diploniáfiea,  del 
General  Melchor  Pacheco  y  Obes,  contra  quien 
se  especializaban  sus  prevenciones. 

Ante  tal  actitud,  Pacheco,  que  no  las  tenía  to- 
das consigo,  por  la  ausencia  de  Rivera,  y  que  tam- 
poco mendigaba  cargos  diplomáticos,  hizo  saber 
al  Presidente  de  la  República  que  si  su  persona 
era  un  obstáculo  á  la  solución  deseada,  se  em- 
barcaría en  el  día  y  saldría  inmediatamente  del 
país  sin  misión  ni  cargo  alguno,  así  que  estu- 
viese resuelto  y  garantido  por  el  Brasil  el  pro- 
grama de  conciliación  y  equilibrio  político.  > 

El  señor  Giró,  rodeado  por  los  elementos 
reaccionarios,  que  habían    hecho  á  la  política  de 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  79 

fusión  odiosa  para  el  país,  rechazó  de  plano 
toda  proposición  y  puso  término  á  las  negocia- 
ciones. 

Se  daría  comienzo  á  la  guerra  civil. 

Ante  el  peligro  de  una  completa  disolución,  don 
Venancio  Flores  acude  á  los  cuarteles,  y  confiando 
en  que  los  cuerpos  se  mantendrían  en  orden 
inalterable  adoptando  una  actitud  pasiva,  se  dirige 
á  la  Honorable  Comisión  Permanente  en  estos 
términos: 

«  Montevideo.  Setiembre  25  de  1S53. 

Abandonado  el  Gobierno  de  la  República  por 
el  señor  Juan  Francisco  Giró  — su  Presidente 
hasta  ahora  — ha  quedado  en  mis  manos  la  fuerza 
pública  de  que  estaba  encargado  como  Ministro 
de  Guerra  y  Marina  en  esta  posición,  obligán- 
dome la  necesidad  á  emplearlas  en  salvarlas  ga- 
rantías de  la  sociedad  y  el  porvenir  de  la  nación 
de  la  terrible  acefalía  en  que  yace,  creo  cumplir 
con  mi  deber  en  comunicar  esta  situación  á  la 
Honorable  Comisión  Permanente  de  la  Honora- 
ble Asamblea  General,  pidiendo  que  reunida  y  sin 
pérdida  de  tiempo,  delibere  y  resuelva  lo  conve- 
niente para  concurrir  á  llenar  los  deberes  que  ella 
le  impone. 

Dios  guarde  á  la  H.  C.  P.  muchos  años. 

Venancio  Flores. 


83  BIBLIOTECA  DEL  CLL'B  VIDA  NL'EVA 

La  Comisión  Permanente  juzgó  absurdo  tomar 
cualquiera  resolución,  desde  que  el  Presidente  de 
la  República  no  había  presentado  su  dimisión. 

Y  en  consecuencia,  se  limitó  su  Presidente  á 
acusar  recibo  del  oficio;  lo  que  ya  constituía  una 
perversión  de  las  prácticas  constitucionales  por 
cuanto  el  Cuerpo  Legislativo  no  podía,  sin  un  des- 
conocimiento completo  de  su  rol  y  de  su  propio 
decoro,  entrar  en  explicaciones  de  esa  índole  con 
quien  no  tenía  ninguna  investidura  legal. 


El  Triunvirato  que  sucedió  á  donjuán  F.  Giró 
fué  obra  exclusiva  de  Pacheco. 

El  jefe  de  la  Defensa,  que  tenía  mucho  que 
perder  y  estaba  en  el  caso  de  salvar  su  reputa- 
ción de  hombre  de  Estado,  desde  luego  compren- 
dió la  necesidad  de  un  Gobierno  que  ofreciera  al 
país  todas  las  seguridades  de  paz,  con  una  con- 
ducta tolerante  y  moderada  y  que  al  mismo  tiempo 
supiera  proceder  enérgicamente  en  frente  de  cual- 
quier movimiento  anárquico. 

Partiendo  de  este  principio,  juzgó  conveniente 
llevar  al  Fuerte  el  mayor  caudal  posible  de  pres- 
tigio, encarnado  en  hombres  de  verdaderos  sacri- 
ficios vinculados  á  las  distintas  fracciones  parti- 
darias y  muy  principalmente  á  los  elementos  de 
acción. 

Como  forma  de  Poder  Ejecutivo,  el  Triunvirato 
es  evidentemente  absurdo.  Aparte  de  ser  completa- 


CARLOS  0\ETO  Y  VIANA 


mente  extraño  á  nuestro  régimen  político,  es  in- 
conciliable con  una  buena  gestión  gubernativa, 
por  la  falta  de  unidad  en  su  dirección.  Sin  em- 
bargo, en  aquellos  momentos  lo  primordial  era 
la  creación  de  un  Gobierno  Provisorio  que  ase- 
gurase el  mantenimiento  del  orden,  para  que  la 
reconstrucción  de  los  poderes  constitucionales 
se  operase  en  condiciones  provechosas. 

La  dictadura  en  manos  de  Pacheco,  no  ofrecía 
otras  ventajas  que  las  de  una  acción  hábil  y  enér- 
gica en  la  capital.  En  campaña,  la  influencia  del 
jefe  de  la  Defensa  era  nula  y  hasta  daría  origen 
á  resistencias  peligrosas  entre  los  mismos  ele- 
mentos que  durante  la  Guerra  Grande  habían  res- 
pondido á  los  sitiados. 

Persuadido  de  eso.  Pacheco  preocupóse  de  la 
formación  de  un  Gobierno  que,  reuniendo  la  ma- 
yor autoridad,  levantase  la  menor  resistencia. 

Y  encontró  esa  solución  en  la  fórmula  del 
Triunvirato  integrado  con  Rivera,  Flores  y  Lava- 
lleja. 

Rivera  era  hombre  indispensable.  No  había  en 
la  República,  entonces,  como  tampoco  ha  habido 
en  épocas  posteriores,  personaje  de  mayor  pres- 
tigio. 

Por  tanto,  aportaba   un    contingente  poderoso. 

Don  Venancio  Flores,  si  bien  no  era  aún  una 
personalidad  de  gran  significación,  sin  embargo 
su  concurso  no  por  eso  dejaba  de  ser  valioso. 

Los   últimos  sucesos  lo  habían    hecho   arbitro 


82  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

de  la  situación.  Ausente  Rivera,  ninguno  como  él 
tan  estrechamente  vinculado  á  los  soldados  de  la 
Guerra  Grande. 

En  cuanto  á  Lavalleja,  por  su  nulidad  satisfa- 
cía á  la  gran  masa  de  los  poco  exigentes. 

Además,  la  integración  del  Triunvirato  con  La- 
valleja, respondía  á  propósitos  políticos  bien  me- 
ditados por  Pacheco. 

Muchos  elementos  del  Cerrito,  desvinculados 
de  Oribe,  algunos  de  los  que  lo  traicionaron  tan 
pronto  vieron  en  1851  la  perspectiva  de  su  des- 
gracia ^'  se  habían  inclinado  hacia  Lavalleja, 
quien  abrigaba  grandes  prevenciones  contra  don 
Manuel  Oribe  desde  1832,  por  su  defección  á  la 
revolución  iniciada  por  Garzón. 

(1)  Después  del  pronunciamienio  de  don  justo  José  de  Urquiza 
}-  de  la  actitud  asumida  por  don  Eug-enio  Garzón,  poniéndose  am- 
bos al  servicio  de  la  Defensa,  los  jefes  del  Cerrito  comenzaron  á 
pasarse  al  ejército  que  tenía  que  combatir  á  Rosas. 

Hasta  los  que  habían  sido  amigos  de  Oribe  defeccionaron. 

Don  Servando  Gómez,  el  jefe  de  las  fuerzas  federales  destrui- 
das por  Garibaldi  en  San  Antonio,  fué  uno  de  los  primeros. 

Don  Lucas  Moreno,  autor  de  los  excesos  del  2  de  Agosto  en  la 
Colonia,  donde  penetró  al  grito  de  «  Oribe  ó  muerte  »,  siguióle  al 
poco  tiempo. 

Don  Manuel  Lavalleja,  don  Lucas  Píriz,  don  Dionisio  Coronel, 
Villaurreta,  Peñarol,  Barbat  y  otros,  hicieron  otro  tanto. 

Abandonado  Oribe,  destituido  por  Rosas,  desmoralizado,  in- 
capacitado para  luchar  con  el  ejército  del  Gobernador  de  Entre 
Ríos,  que  debía  operar  conjuntamente  con  una  división  salida  de 
Montevideo,  tuvo  que  humillarse  y  apelar  «á  los  conocidos  senti- 
mientos de  Urquiza >  á  quien  poco  antes  llamara  «loco  inmundo, 
salvaje  unitario,  traidor,  desertor  á  la  causa  sagrada  que  defiende 
el  Ilustre  .lefe  que  preside  los  destinos  de  la  Confederación»  para 
obtener  «  honrosas  condiciones  de  un  vencedor  que  sabía  apreciar 
la  verdadera  gloria.  » 


CARLOS  ONETO  Y  VIAN'A  83 

De  modo  que  la  entrada  de  Lavalleja  al  Go- 
bierno podría  tener  la  virtud  de  sustraer  á  aquella 
gente  de  cualquier  movimiento  subversivo. 

Esto,  sin  embargo,  no  era  lo  principal. 

Pacheco  haría  sentir  fácilmente  su  influjo  en 
los  actos  del  Gobierno  por  Lavalleja,  quien,  en 
medio  de  su  apocamiento,  sentía  verdadera  admi- 
ración por  el  jefe  de  la  Defensa,  en  cambio  de 
una  viva  simpatía  que  éste  siempre  profesó  al 
que  había  sido  su  jefe  en  las  luchas  del  año  1825. 

Pacheco  creía  sinceramente  en  la  bondad  de 
Lavalleja,  aun  cuando  tuviera  para  ello  que  olvi- 
dar la  masacre  horrible  del  29  de  Diciembre,  ope- 
rada con  los  indefensos  heridos  de  Cagancha. 

El  jefe  de  la  Defensa  juzgaba  una  necesidad 
indispensable  la  conservación  de  la  paz,  para  evi- 
tar la  reacción  funesta,  perjudicial,  que  sobreven- 
dría á  la  guerra,  y  entendía  que  con  esos  elemen- 
tos se  había  de  llevar  la  confianza  á  todo  el  país. 

Comenzó  por  impulsar  al  Gobierno  Provisorio 
por  el  camino  de  una  política  tolerante,  sin  ex- 
clusivismos, prudente  y  juiciosa. 

Tenía  el  convencimiento  de  que  las  persecucio- 
nes y  medidas  violentas  era  incompatible  con  la 
estabilidad  del  orden,  y  que  lo  razonable  y  lo  que 
aconsejaba  el  patriotismo  era  una  conducta  mode- 
rada, como  para  que  no  se  sintiera  sino  por  sus 
efectos  saludables  el  cambio  radical  operado  en  el 
Gobierno. 

La  reacción   de  parte  de  los  elementos  vencí- 


84  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

dos,  que  tanto  temía  el  jefe  de  la  Defensa,  des- 
naturalizaría la  misión  del  Gobierno  Provisorio  y 
malograría  todos  sus  propósitos. 

Solamente  la  paz  podía  permitir  la  reconstruc- 
ción de  los  poderes  constitucionales,  en  condi- 
ciones que  garantiesen  de  modo  permanente  el 
sosiego  público. 

El  Gobierno  civil  no  podía  resultar  de  la  lucha 
armada. 

Encendida  la  guerra,  producida  la  reacción  en- 
cabezada por  los  caudillos  del  Cerrito,  habría  lle- 
gado el  caso  de  oponer  en  la  lucha  hombre  á 
hombre,  hierro  á  hierro  como  decía  don  Andrés 
Lamas;  y  la  consecuencia  sería  el  triunfo  en  la 
solución  presidencial  del  caudillo  victorioso. 

Pacheco,  que  en  la  guerra  <  era  soldado  hasta 
la  punta  de  los  cabellos  en  la  paz  revelábase 
un  perfecto  estadista,  de  grandes  previsiones  y 
sobre  todo  de  un  espíritu  práctico  admirable.  Es- 
taba persuadido  de  que  el  Gobierno  militar  no 
era  el  adecuado  para  una  época  llena  de  peligros 
y  dificultades,  que  reclamaba  una  gestión  guber- 
nativa humana  y  conciliadora.  Por  otra  parte,  era 
evidente  que  solamente  la  paz  podía  impedir  su 
creación. 

Por  eso  puso  en  juego  los  medios  á  su  alcance 
para  evitar  cualquier  acto  de  violencia  que  pu- 
diera dar  origen  á  la  reacción  armada. 

Las  primeras  medidas  del  Gobierno  Provisorio 
revelan   una  conducta  inspirada   en   estos    senti- 


CARLOS  ONFTO  Y  VIANA  85 

mientos  moderados,  y  sus  manifestaciones  son  tan 
elocuentes  como  patrióticas. 

El  Gobierno  Provisorio,  en  cumplimiento  de 
los  altos  deberes  que  le  están  confiados,  declara 
categóricamente  al  país  que  todas  las  garantías 
constitucionales  están  vigentes. 

Declara  que  ningíín  ciudadano  tendrá  que  su- 
frir ni  en  su  persona  ni  en  sus  propiedades,  mien- 
tras rija  los  destinos  del  país;  y  reprimirá  seve- 
ramente el  menor  exceso  de  los  funcionarios  públi- 
cos contra  la  propiedad  ó  la  persona. 

Declara  que  á  ningún  ciudadano  se  le  tendrán 
en  cuenta  sus  anteriores  opiniones  políticas  y  hará 
respetar  sus  derechos  por  las  fuerzas  que  están  á 
sus  órdenes. 

Declara  que  su  misión  es  salvar  las  garantías 
sociales  y  el  porvenir  de  la  nación ;  y  firme  en 
este  propósito,  será  enérgico  en  la  acción  y  se- 
vero en  la  represión  con  aquellos  que,  con  las 
armas  en  la  mano,  pongan  obstáculos  al  desem- 
peño de  su  ardua  misión.  > 

La  composición  del  Ministerio     '     era  además 

(1)    Ministerio  de  Gobierno. 

DECRETO 

Montevideo,  Septiembre  25  ie  1853. 
El  Gobierno  Provisorio  de  la  República  Oriental  del  Urugua}-: 
Que  debiendo  precederse  á    la    organización    del    Ministerio,  el 
Gobierno  Provisorio  ha  acordado  y 
decreta: 
Artículo  1."  Quedan  nombrados  ^linistros  Secretarios  de  Estado: 


•85  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

garantía  de  fiel  cumplimiento  á  todas  las  pro- 
mesas que  se  hacían  al  país. 

En  cuanto  á  la  fuerza  pública,  no  podía  ser 
más  tranquilizador  el  hecho  de  que  estuviese  en 
la  capital  confiada  á  ciudadanos  de  la  talla  moral 
de  Pacheco  y  don  José  María  Muñoz   ^\ 

Para  ganar  tiempo  y  prevenir  cualquier  movi- 
miento subversivo,  don  Venancio  Flores  abandona 
temporalmente  la  capital  y  se  traslada  á  los  De- 
partamentos en  misión  pacificadora  ^-'. 

En  el  Departamento  de  Gobierno  y  Relaciones,  don  .luán  Carlos 
Gómez. 

En  el  Departamento  de  Guerra  v  Marina,  el  Coronel  don  Lorenzo 
Batlle. 

En  el  Departamento  de  Hacienda,  don  Santiago  Sayago. 

Art.  2."  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

Lavalleja.  —  Flores. 

(1)  Ministerio  de  Guerra  y  ^larina. 

El  Gobierno  Provisorio  de  la  República  ha  acordado  }" 

■decreta: 
Artículo  1.°  El    señor   General     don    ¡Melchor    Pacheco   }•    Obes 
queda  nombrado  Jefe  del  Estado  ^layor  General  del  Ejército. 

Art.  2.°  El  señor    don  José  ¡María    Muñoz    queda  nombrado  Jefe 
de  la  Guardia  Nacional  de  la  Capital  y  su  Departamento. 
Art.  3.°  Comuniqúese,  publíquese.  etc. 

Lavalleja.  —  Flores. 
Lorenzo  Batlle. 

DECRETO 

Montevideo,  Septiembre  25  de  1833. 

(2 )  El  f  .obierno  Provisorio  de  la  República  Oriental  del  Uruguay : 
Importando  en  las    graves    circunstancias    del    país  que    se    to- 
men inmediatamente  en  la  campaña  las  medidas  gubernativas  que 
demande  la  conservación    de   la   paz    pública  — primer   necesidad 
de  la  nación — ha  acordado  y 

DECRETA ; 

Artículo  1."  El  señor  Coronel  don  \'enancio  Flores, miembro  del 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


Su  excursión  fué  breve,  pues  los  caudillejos 
del  Cerrito,  que  se  habían  alzado  en  armas  á  la 
primer  noticia  de  los  acontecimientos  de  Monte- 
video, fueron  sometiéndose  á  su  paso  y  pres- 
tando acatamiento  al  Gobierno  Provisorio. 

Don  Lucas  Moreno,  corrido  hasta  el  Uruguay, 
tuvo  que  embarcarse  para  Buenos  Aires,  donde 
ni  siquiera  pudo  descansar  tranquilamente,  pues 
las  manifestaciones  populares  hostiles  al  sicario 
de  Rosas,  obligáronle  á  reembarcarse  con  direc- 
ción á  Entre  Ríos. 

Don  Dionisio  Coronel,  perseguido  tenazmente 
por  las  fuerzas  de  don  Anacleto  Medina,  vióse 
en  el  caso  de  reconocer  al  Gobierno  Provisorio, 
entregando  sus  armas  y  otros  bagajes  bélicos. 

Gobierno  Provisorio,  marchará  en  el  carácter  de  Coiuandante  Ge- 
nera/ de  Campaña. 

Art.  2.°  El  Gobierno  Provisorio  de  la  Repúb'.ica  delega  en  el 
Comandante  General  de  Campaña  todos  los  poderes  del  Gobierno, 
autorizándolo  del  modo  más  amplio  pai-a  dictar  las  medidas  que 
exija  la  seguridad  del  país. 

Art.  3."  Llenados  los  objetos  de  esta  medida,  el  señor  Coronel 
Flores    volverá  á  su  puesto  en  el  (Gobierno  Provisorio. 

Art.  5.°  Comuniqúese,  publiquese,  etc. 

Lavalleja.  —  Flores. 
Juan  C.   Gómez.— Lorenzo   Bal  ¡le. 

—  Santiago  Sayago. 

.Articulo  l.o  El  señor  José  Antonio    Zubillaga  integrará   el    Go- 
bierno Provisorio  en  el  tiempo    que  dure  la  ausencia  del  Coronel 
Flores,  que  marcha  á  campaña. 
Art.  2.°  Comuniqúese,  publiquese,  etc. 

Lavalleja.  —  Flores. 
Juan  C.  Gómez.  —  Lorenzo   Batl/e. 

—  Santiago  Sayago. 


S8  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Los  demás  caudillejos  fueron  dispersándose 
unos  tras  otros,  de  modo  que  á  los  veinte  días 
de  producirse  el  nuevo  orden  de  cosas  en  Mon- 
tevideo, el  país  entero  estaba  completamente  pa- 
cificado, cumpliéndose  las  predicciones  de  Mel- 
chor Pacheco  y  Obes  sin  disparar  un  tiro  ni 
derramar  una  sola  gota  de  sangre. 

El  Gobierno  Provisorio,  inmediatamente  de  es- 
tablecido y  á  título  de  medida  reparadora,  de- 
rogó el  decreto  atentatorio  del  17  de  Septiem- 
bre, contra  la  libertad  de  pensamiento    '  . 

Siguiendo  la  norma  que  se  había  impuesto,  tan 
pronto  tuvo  conocimiento  de  que  la  paz  estaba 
asegurada,  promulgó  el  siguiente  decreto,  redactado 
por  Juan  C.  Gómez,  que  significa  una  demostra- 
ción de  la  bondad  de  sus  propósitos  y  sus  ideas 
de  concordia  y  tolerancia: 


(1)    Ministerio  de  (Jobierno, 


Artículo  1."  Confiado  el  Gobierno  Provisorio  en  que  la  prensa 
guardará  la  moderación  que  las  circunstancias  requieren  y  no 
comprometerá  con  discusiones  intempestivas  las  esperanzas  de 
tranquilidad  pública,  acuerda  3- 

DECRETA : 

Artículo  1.°  Queda  derogado  el  decreto  del  17  del  corriente,  con- 
trario á  las  garantías  constitucionales  en  favor  de  la  libertad  de 
imprenta. 
Art.  L'.o  Comuniqúese,  publiquese,  etc. 

L.AVALLEjA.  — Flores. 
Juan  C.  Góniex. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


•  .Montevideo,  Octubre  ló  de  1833. 
«  ^?inisteriü  de  (¡ubierno. 

El  Pacto  de  Octubre,  que  quitó  las  armas  de 
la  mano  á  los  orientales,  haciendo  suceder  la 
paz  á  una  guerra  desastrosa,  fué  falseado  por  la 
Administración  que  caducó. 

«  Desconociendo  su  misión,  haciéndose  órgano 
de  los  intereses  y  de  los  enconos  de  una  fracción, 
esa  Administración  provocó  la  reacción  que  la  ha 
expulsado  del  Poder;  provocó  los  peligros  in- 
mensos que  han  amenazado  á  la  Patria. 

Desaparecidos  esos  peligros ;  afianzado  el  or- 
den en  el  Estado  y  reconocida  sin  contradicción 
la  autoridad  del  Gobierno  Provisorio,  //  se  apre- 
sura á  proclamar  que  mira  en  la  ejecución  del 
Pacto  de  Octubre,  la  base  más  sólida  de  la  paz, 
y  que  se  reconoce  obligado  al  cumplimiento  leal 
de  sus  condiciones. 

En  su  consecuencia,  ha  acordado  y 


DECRETA: 

«  Artículo  1.'^  Quedan  en  todo  su  vigor  las  esti- 
pulaciones del     Pacto  de  Octubre  de  1851   . 

<  Art.  2p  Todos  los  Orientales  que  por  ese  Pacto 
pudiesen   considerarse    autorizados  para  vivir  en 


90  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


el  país,  si  lo  han  abandonado,  pueden  volver  á  él, 
garantiendo  el  Gobierno  á  todos,  sin  ninguna  excep- 
eión,  el  goce  de  los  derechos  que  la  ley  les  acuerda. 
Art.  3.0  El  artículo  que  precede  no  excluye  á 
ninguno  de  los  individuos  que  en  la  pasada  crisis 
se  han  presentado  en  armas  contra  la  autoridad 
del  Gobierno;  siendo  uno  de  sus  principios  el  res- 
petar las  convicciones  políticas  del  hombre  y  el  no 
reconocer  como  crímenes,  sino  los  actos  que  las 
leyes  comunes  califican  de  tales. 
<  Art.  4."  Publíquese,  etc. 

<  LAVALLEJA.  —  ZUBILLAQA. 

Juan  C.  Gómez.  —  Lorenzo  Batlle. 
—  Santiago  Sayago. 


Don  Juan  Francisco  Giró,  asilado  en  la  Lega- 
ción de  Francia,  incorporóse  francamente  á  la 
corriente  revolucionaria. 

Anciano  y  sin  carácter,  Heno  de  prevenciones 
contra  los  que  habían  creado  el  nuevo  orden  de 
cosas,  convirtióse  en  instrumento  de  los  que  que- 
rían de  todos  modos  entregar  el  país  á  los  aza- 
res de  la  guerra  civil. 

El  señor  don  Bernardo  P.  Berro,  que  tomó  el 
título  de  Ministro  interino  de  la  Guerra,  refu- 
giado conjuntamente  con  el  Presidente  en  casa  de 
Monsieur  de  Maillefer,  hace  un  llamado  en  auxi- 
lio de   la   legalidad  caída  —  que  había   desertado 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


del  Fuerte  —  á  los  caudillos  de  la  escuela  de  Ro- 
sas ''  que  chorreaban  sangre  -  personajes 
siniestros  que  merced  á  las  concesiones  de  Octu- 
bre vivían  afrentando  estas  regiones. 

El  país  sufriría  nuevamente  la  ignominia  de  la 
figuración  de  aquellos  hombres  que,  en  tiempos 
no  lejanos,  al  terminar  los  combates,  daban  la 
nota  más  alta  del  salvajismo  fabricando  correas 
con  piel  humana;  hecho  pavoroso  que  llevó  el 
espanto  á  la  ciudad  sitiada    •'•  . 


(1) 


Artículo  1.°  Queda  nombrado  Jefe  de    la    Guardia  Nacional    de 
los  Departamentos    de    Cerro  Largo  }•  Yí,    el    Comandante  de  la 
Guardia  Nacional    del  primero  de    esos  Departamentos,  don  Dio- 
nisio Coronel. 
Art.  2."  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

Giró. 
Bernardo  P.  Berro. 

Articulo  1.°  Queda  nombrado  Jefe  Superior  de  la  Guardia  Na- 
cional de  los  Departamentos  al  .Sur  del  Río  Negrro,  el  Coronel  don 
Lucas  Moreno. 

Art.  1."  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

Giró. 
Bernardo  P.  Berro. 

Artículo  1.°  Queda  nombrado  Jefe    de    las    fuerzas    armadas  al 
Norte  de  Río  Negro,  el  Brigadier  General  don   Servando   Gómez. 
Art.  1.°  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

Giró. 
Bernardo  P.  Berro. 

[2]  De  Sarmiento. 

(3)  Los  caudillejos  de  Oribe  tomaron  esos  hábitos  en  la  cam- 
paña de  las  Provincias.  Con  la  piel  de  Avellaneda  fabricáronse 
maneas,  que  fueron  convertidas  en  trofeos  de  victoria. 


92  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Adueñado  don  Bernardo  P.  Berro  de  la  volun- 
tad del  señor  Giró,  impuso  á  éste  la  serie  de 
decretos  absurdos  salidos  aquellos  días  de  la 
Legación  de  Francia. 

El  primer  pensamiento  del  Ministro -dictador 
fué  provocar  un  conflicto  sangriento  entre  el  Go- 
bierno Provisorio  y  las  fuerzas  navales  extranje- 
ras de  estación  en  el  puerto. 


Poco  tiempo  después  de  establecido  el  Sitio,  pusieron  en  prác- 
tica nuevamente  esa  barbarie. 

El  Gobierno  de  la  Defensa  juzgó  que  debía  tomar  medidas  se- 
veras contra  los  que  en  el  campo  de  Oribe  estpban  destinados  á  esa 
clase  de  tarea,  y  en  consecuencia  dictó  el  siguiente  decreto,  en 
el  cual,  después  de  declarar  la  inviolabilidad  de  los  prisioneros 
comunes,  establecía  : 

Art.  3.°  Son  exceptuados  de  la  disposición  del  artículo  anterior, 
los  individuos  que  en  los  cuerpos  enemigos....  hayan  hecho  uso 
de  maneas  ú  otras  especies  de  correas  fabricadas  con  piel  hu- 
mana  

Art  4.°  El  presente  decreto  será  comunicado  á  los  Ejércitos  de 
la  República,  dado  en  la  orden  del  día  durante  ocho  días  conse- 
cutivos, publicado  é  insertado  en  el  R.  X.  y  en  los  diarios  durante 
el  mismo  tiempo. 

SUÁREZ. 

Melchor  Pacheco  y  Obcs, 

( «Rectification  des  faits  calomnieux  attribuCs  a  la  Defensa  de 
Montevideo  >.  — Melchor  Pacheco  y  Obes.  —  Editado  en  París  en 
1849.) 

Pacheco  en  un  principio  quiso  hacer  efectivo  el  decreto,  fusi- 
lando irremisiblemente  á  todo  individuo  que  fuera  merecedor  de 
la  pena  ;  pero  muy  pronto  tuvo  que  abandonar  esa  conducta,  por- 
que era  tal  la  cantidad  de  individuos  que  en  el  campo  sitiador 
se  ocupaban  de  la  fabricación  de  correas  con  piel  de  los  desgra- 
ciados que  caían  á  sus  manos,  que,  á  aplicarse  severamente  el 
decreto  de  la  referencia,  hubiera  habido  que  rivalizar  con  Oribe 
en  la  matanza  de  prisioneros. 

Esta  circunstancia  los  libró  á  la  impunidad. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  93 

Á  ese  efecto,  pretextando  que  la  Deuda  Fran- 
cesa estaba  garantida  con  los  derechos  de  Aduana, 
promulgó  el  siguiente  decreto: 

«Artículo  1.0  Queda  bajo  la  protección  de  los 
Agentes  de  Francia  la  Aduana  de  Montevideo. 
'  Art.  2s'  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

Giró. 
«  Bernardo  P.  Berro. 


Obedeciendo  al  mismo  propósito  de  ensan- 
grentar el  empedrado  de  la  ciudad,  envolviendo 
al  país  en  una  crisis  funesta,  esforzóse  el  Minis- 
tro por  crear  complicaciones  que  obstasen  al  des- 
envolvimiento de  la  nueva  situación.  Con  tal  fin 
dictó  este  otro  decreto : 

<  l.o  Las  personas  y  propiedades  de  los  extran- 
jeros quedan  bajo  la  inmediata  protección  de  sus 
respectivos  Agentes. 

<  2p  En  su  consecuencia  podrán  desembarcar  la 
fuerza  armada  á  su  disposición  para  hacer  efec- 
tiva dicha  protección. 

'  3."  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

Giró. 
« Bernardo  P.  Berro. 


94  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Para  facilitar  las  operaciones  de  guerra,  dividió 
el  territorio  de  la  República  en  zonas  militares, 
entregándolas  á  don  Lucas  Moreno,  don  Dionisio 
Coronel,  don  Diego  Lamas  y  don  Servando  Gó- 
mez. 

Como  medida  terrorista,  fueron  declarados 
'  traidores  á  la  nación  >  todos  los  ciudadanos  que 
prestasen  su  concurso  al  Gobierno  Provisorio, 
<  los  que  como  tales  traidores  serían  perseguidos 
y  castigados. 

Por  otro  decreto  quedaron  autorizados  los 
extranjeros  de  la  capital  para  armarse  y  combatir 
á  la  rebelión. 

Don  Bernardo  P.  Berro  dando  prueba  de  cómo 
entendía  el  honor  de  los  hombres,  se  dirige 
confidencialmente  á  don  Juan  Antonio  Lavalleja  é 
invocando  sus  antecedentes  de  soldado  de  orden, 
le  invita  á  que  defeccione  del  Fuerte. 

Después  de  asegurarle  que  el  Gobierno  asilado 
en  la  casa  del  Encargado  de  Negocios  de  Francia 
disponía  de  fuerzas  suficientes  para  dominar  la 
situación,  buscando  halagar  la  vanidad  de  Lava- 
lleja—que  conocía  perfectamente  — le  hace  ver  la 
perspectiva  de  una  posición  espectable,  en  estos 
términos: 

Usted  tiene  en  su  mano  ésto,  con  tal  que  se 
preste  á  sobreponerse  á  lo  que  tiene  color  de  par- 
tido exaltado  en  el  lado  á  que  usted  está  arri- 
mado ahora. 

'.'■—...  no  crea  usted  que  al  fin  le  han  de  de- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  95 

jar  el  primer  |3uesto,  si  salen  bien.  Ellos  no  quie- 
ren gauchos,  como  llaman  á  todos  los  ciudadanos 
honrados  que  pertenecen  á  la  campaña.  Usted  es 
un  elemento  que  les  repugna,  que  está  en  con- 
tradicción con  lo  que  han  sustentado  siempre.  Es 
la  vieja  táctica  ...  se  valen  de  los  hombres  de 
campaña,  para  deshacerse  de  ellos  después,  lla- 
mándolos    bárbaros,  retrógrados,  etc.  ^ 

Y  terminaba  diciéndole:  Yo  me  entrego  á  la 
honradez  y  discreción  de  usted,  fiado  en  que  esta 
carta  será  para  usted  y  nadie  más. 

Lavalleja,  entregado  de  alma  y  cuerpo  á  los  que 
le  rodeaban,  juzgó  que  no  estaba  obligado  á 
guardar  la  absoluta  reserva  que  en  obsequio  á  la 
antigua  amistad  le  pedía  el  Ministro,  y  entregó  la 
carta  á  Pacheco,  quien  la  dio  á  la  publicidad. 

Como  coronamiento  á  todas  estas  insensate- 
ces, don  Bernardo  P.  Berro  llevó  su  aturdimiento 
hasta  hacer  un  llamado  á  los  antiguos  legionarios 
italianos  y  franceses. 

Imposible  concebir  nada  más  absurdo. 

El  Gobierno  de  la  Defensa  había  decretado 
premios  á  los  beneméritos  legionarios  y  pensio- 
nes á  las  viudas  é  hijos  de  los  que  habían  pere- 
cido en  los  combates  ó  á  manos  de  los  verdu- 
gos de  Oribe. 

Terminada  la  Guerra  Grande  y  entrado  el  país 
al  régimen  constitucional,  los  esfuerzos  de  Mel- 
chor Pacheco  y  Obes  para  que  se  cumpliese  la 
ley  de  los  premios,  se  estrellaron  contra  la  indi- 
ferencia de  los  hombres  del  Gobierno. 


96  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Don  Bernardo  P.  Berro,  en  momentos  supre- 
mos, abandonado  de  todo  el  país,  refugiado  en 
casa  del  Ministro  de  Francia,  se  dirige  á  ios  bra- 
vos legionarios  declarando  <  que  los  que  se  unie- 
ran á  los  rebeldes  perderían  los  premios  acorda- 
dos; los  que  permaneciesen  fieles  al. Gobierno  los 
conservarían  con  un  aumento  que  se  señalaría 
oportunamente ;  y  si  le  prestasen  sus  servicios,  re- 
cibirían una  recompensa  igual  á  la  que  se  les  ha- 
bía acordado. 

Esta  conducta  daba  mérito  á  indignaciones  le- 
gítimas; significaba  además  una  injuria  á  la  me- 
moria de  los  caídos  y  era  la  más  grave  ofensa 
que  se  podía  inferir  á  los  sobrevivientes. 

Don  Bernardo  P.  Berro  al  dirigirse  á  éstos,  afec- 
taba olvidar  que  había  sido  Ministro  de  Oribe  en 
los  días  terribles  del  Sitio  Grande,  en  que  fran- 
ceses é  italianos,  confundidos  con  los  soldados 
de  la  Defensa,  corrían  á  la  línea  al  toque  de  alarma, 
para  caer  abrazados  sobre  las  trincheras. 

Pacheco  irritado  por  las  audacias  de  los  que 
«desde  el  rincón  donde  se  ocultaban  osaban  di- 
rigir la  palabra  á  sus  antiguos  compañeros  res- 
ponde á  la  invitación  del  Ministro  con  una  pro- 
clama á  los  legionarios,  que,  por  lo  sangrienta,  ni 
en  los  mismos  días  del  Sitio  se  vio  igual,  y  que 
anuló  completamente  las  tentativas  de  don  Ber- 
nardo P.  Berro. 

Decía: 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


<■  Berro  y  Giró,  dos  hombres  de  Rosas,  dos 
comensales  del  Cerrito,  dos  de  nuestros  antiguos 
enemigos,  de  los  que  aplaudían  al  caer  algunos 
de  vosotros;  de  los  que  no  tenían  carcajadas 
bastantes  para  celebrar  los  trances  de  dolor  de 
vuestros  hermanos  descuartizados  .  .  .  hoy,  desde 
el  asilo  que  les  acuerda  noblemente  el  digno  re- 
presentante de  Francia,  tiran  decretos  de  ame- 
nazas y  de  muerte  y  también  decretos  de  pro- 
mesas. 

Al  oirlos,  legionarios,  habréis  reconocido  á 
los  mismos  hombres,  á  la  gente  del  Cerrito,  á 
los  que  sólo  saben  ofrecer  dinero  y  depravación 
para  el  que  no  se  rinde. .  .  habréis  reconocido  á 
la  misma  gente  que  ensartaba  en  lanzas  las  ca- 
bezas de  nuestros  hermanos  porque  combatían 
como  hombres,  á  los  que  ofrecían  oro  por  quin- 
tales á  nuestro  malogrado  Thiebaut,  para  que  se 
vendiera  como  un  miserable. 

<  Desde  el  asilo  en  que  se  encuentran  Berro 
y  Giró,  os  ofrecen  el  premio  que  la  ley  os  había 
decretado,  y  ofrecen  doblario  si  tomáis  un  fusil 
para  defenderios.  .  .  .  á  ellos,  á  los  rufianes  de 
los  verdugos  de  Rosas. 

<  ¡  Legionarios  !  Cuando  tenían  en  sus  manos  los 
dineros  del  Estado,  nosotros,  vuestros  compañe- 
ros de  armas,  vuestros  hermanos  en  glorias  y 
en  infortunios,  les  pedíamos  en  vano  que  por 
honor  del  país  cumpliesen  con  lo  que  el  país  os 
había  ofrecido  — que  os  diesen  la  insignificante  re- 


gs  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

compensa  acordada  á  vuestros  heroicos  sacrifi- 
cios.—Y  la  turba  miserable  en  que  ellos  se  apo- 
yaban, respondía: 

Nada  ;  que  mueran  de  hambre  los  gringos  en 
esta  tierra. 

Os  adulan  ahora.  ...  os  prometen  ahora. . . . 
ahora  reconocen  que  teníais  justicia. 

Preguntadles  si  no  la  teníais  cuando  estaban 
en  el  Poder. 

«  Preguntadles  por  qué,  teniendo  dinero  para  el 
último  de  los  verdugos  de  Rosas,  no  lo  tuvie- 
ron para  vosotros. 

Preguntadles  por  qué  se  hizo  un  crimen  de  la 
actitud  del  General  Pacheco,  por  haber  iniciado 
el  pensamiento  de  presentar  una  petición  en  fa- 
vor de  las  Legiones. 

<  ¡  Legionarios !  os  recuerdo  lo  que  ellos  fueron 
para  que,  puestos  en  presencia  su  conducta  pa- 
sada y  su  lenguaje  presente,  no  sustituyáis  el 
desprecio  por  la  indignación Sí,  Legiona- 
rios !  la  indignación  puede  ser  inspirada  por 
los  que  .algo  son  ó  algo  representan.  Berro  y 
Giró  nada  son  y  no  representan  otra  cosa  que  la 
ineptitud  puesta  en  el  lugar  que  le  corresponde. 
Algunos  días  más,  y  ellos  mismos  no  se  ha- 
rán ilusiones  sobre  lo  que  pueden  y  sobre  lo 
que  valen.  > 

La  casa  de  Monsieur  de   Maillefer  quedó   con- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


vertida  en  un  foco  de  conspiración  del  Gobierno 
asilado  contra  el  Gobierno  del  Fuerte. 

Aquella  situación    de   dualidad    no   podía  pro- 


longarse. 

Juan  Carlos  Gómez  dirigió  entonces  al  Encar- 
gado de  Negocios  de  Francia  la  enérgica  nota 
que  va  á  continuación: 

«Montevideo,  Septiembre  -7  de  If^óS. 

El  infrascripto,  Ministro  de  Relaciones  Exte- 
riores, ha  recibido  orden  del  Excmo.  Gobierno 
Provisorio  de  manifestar  á  V.  S.  la  extrañeza  con 
que  ha  visto  que  desde  la  casa  de  V.  S.  en  donde 
se  ha  asilado,  sin  ser  perseguido,  don  Juan  Fran- 
cisco Giró  provoca  la  guerra  civil  y  la  perse- 
cución de  los  habitantes  de  la  República,  lla- 
mando á  las  armas  á  los  ciudadanos  y  á  los 
extranjeros  en  sostén  de  una  autoridad  que  ha 
desertado  voluntariamente. 

«  El  Excmo.  Gobierno  Provisorio  se  persuade 
de  que  el  señor  Giró,  abusando  de  la  hospitali- 
dad de  V.  S.  no  ha  trepidado  en  comprometer 
á  los  ojos  del  mundo  la  dignidad  y  lealtad  de  la 
Francia,  antigua  aliada  de  la  República. 

En  esta  persuasión,  acompaño  á  V.  S.  el  im- 
preso aparecido  con  documentos  datados  el  25 
del  corriente,  extendidos  indudablemente  en  casa 
de  V.  S.  de  donde  no  se  ha  separado  el  señor 
Giró. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


'  Confía  el  Gobierno  Provisorio  en  que  V.  S. 
no  podrá  menos  de  exigir  del  señor  Giró,  que 
abandone  la  actitud  insólita  que  ha  asumido  en 
casa  de  V.  S.  ó  renuncie  el  asilo  que  genero- 
samente le  dispensa. 

<  El  infrascripto,  dejando  cumplidas  las  órde- 
nes del  Excmo.  Gobierno  Provisorio,  reiterad  V.  S. 
las  seguridades  de  su  más  alta    consideración. 

Juan  Cajios  Gómez. 

»  Al  señor  E.  de  X.  de  S.  M.  el  Emperador  de  los  franceses.» 


Don  Juan  Francisco  Giró  abandonó  la  Lega- 
ción al  día  siguiente,  embarcándose  en  la  fragata 
de  guerra  <  Androméde  ,  desde  donde  dirigió  al 
Cuerpo  Diplomático  una  circular  con  la  declara- 
ción de  '  que  no  se  había  despojado  de  la  au- 
toridad constitucional  de  que  se  hallaba  inves- 
tido y  que  tampoco  había  abandonado  el  puesto 
á  que  lo  llevó  la  nación  por  el  órgano  de  sus 
legítimos  representantes   ^  . 

f  1 )    <A  boi'do  de  <  L  '  Andrómeda. 

<  Octubre  4  de  1S53. 
« Señor 

«Sé  que  el  Gobierno  intruso  de  Montevideo  ppopala  en  el  país 
y  manda  divulgar  fuera  de  él  que  yo  lie  abandonado  el  puesto  (!) 
ú  que  me  elevó  la  nación  por  el  órgano  de  sus  legítimos  repre- 
sentantes. 

<\'isto  esto,  es  mi  deber  dejar  bien  establecida  la  verdad  por 
medio  de  una  declaración  franca,  á  fin  de  que  no  se  pueda  argüir 
nada  con  mi  silencio  en  favor  de  esa  falsedad  con  que  se  ha  pre- 
tendido cohonestar  el  hecho  escandaloso  que  ha  tenido  lugar. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  101 

Desde  el  buque  francés,  el  señor  Giró,  invo- 
cando las  cláusulas  6.-^  y  7.-'^  de  los  tratados  de 
1851,  exigió  del  Plenipotenciario  del  Brasil  la  in- 
tervención imperial  en  favor  del  restablecimiento 
de  su  autoridad. 

El  doctor  Paranhos,  que  ya  se  había  negado 
una  vez  á  acceder  á  las  exigencias  del  Presi- 
dente de  la  República,  contestó  en  términos  cate- 
góricos declarando  que  no  le  correspondía  to- 
mar parte  en  una  cuestión  interna. 

Permaneció  á  bordo  el  señor  Giró  hasta  el 
día  21  de  Octubre. 

La  situación  del  Gobierno  Provisorio  muy 
pronto  fué  modificada  por  acontecimientos  impre- 
vistos, en  un  sentido  nada  favorable  para  el  país. 

Melchor  Pacheco  y  Obes,  que  había  sido  el 
alma  de  la  resistencia  á  los  propósitos  reaccio- 
narios de  la  inayoiía  pariamentaria  y  después  del 
24  de  Setiembre  el  organizador  del  nuevo  orden 
de  cosas,  se  retiró  de  la  Jefatura  del  Estado  Ma- 
yor precisamente  cuando  más  necesaria  era  su 
actuación  allí. 


«  Declaro,  pues,  del  modo  más  solemne,  que  no  me  he  despojado 
de  mi  autoridad  constitucional;  que  he  querido  solamente  sus- 
traerme á  las  violencias  de  que  me  creía  amenazado,  buscando  un 
asilo,  primero  en  la  Legación  francesa,  después  en  un  buque  de 
la  misma  nación;  pero  sin  renunciar  por  eso  al  deber  que  tengo, 
como  Primer  Magistrado  de  la  República,  de  conservar  la  auto 
ridad  que  se  me  ha  confiado  y  dejarla  conforme  á  la  dignidad  j' 
á  los  derechos  que  corresponden. 

«Saluda  al  señor con  la  más  distinguida  consideración. 

«  luAX  Franxisco  Giró.» 


102  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Las  intrigas  de  los  caudiiiejos  colorados  tenían 
disgustado  á  Pacheco,  que  no  era  hombre  capaz 
de  contemporizaciones. 

En  los  primeros  días  de  Octubre  presentó  la 
renuncia  del  cargo  que  venía  ejerciendo. 

No  había  terminado  aún  la  gira  pacificadora 
de  don  Venancio  Flores,  y  los  caudillos  del 
Cerrito  recorrían  la  campaña  con  sus  monto- 
neras. 

Juan  Carlos  Gómez  y  don  Lorenzo  Batlle  juz- 
garon que  era  absurdo  admitir  la  separación  de 
Pacheco  en  aquellos  momentos,  y  en  consecuen- 
cia fué  aplazada  su  consideración. 

Pero,  apenas  llegó  á  Montevideo  el  parte  ofi- 
cial de  la  pacificación  del  país,  el  jefe  de  la  De- 
fensa insistió  en  su  renuncia,  que  fué  aceptada  <^''. 

( 1)  «  Montevideo,  Octubre  15  de  1853. 

«Las  noticias  felices  para  el  país  que  hoy  celebra  la  capital  del 
Estado,  me  habilitan  para  insistir  en  la  renuncia  de  la  comisión 
que  desempeño. 

«  La  paz  está  afianzada.  En  toda  la  República  se  ve  acatada  la 
autoridad  del  Gobierno  Provisorio, 

«Mi  permanencia  en  este  destino  no  tiene,  pues,  ningún  objeto 
de  conveniencia  pública,  )•  debe,  por  lo  mismo,  serme  permitido 
proceder  como  me  manda  mi  conciencia. 

«Eso  es  lo  que  á  V.  E.  pido  se  sirva  recab/tr  de  la  Superioridad. 

«  Dios  g'uarde  ;'i  V.  E.  muchos   años. 

«  Melclior  Paclieco  y  Obes. 

«  Excmo.  sefior  Ministro  de  Guerra  3-  Marina,  coronel  don  Lorenzo 
Batlle.» 

Ministerio  de  Ciuerra  y  Marina. 

Montevideo,  Octubre  15  de  1853. 
El  Gobierno  Provisorio,  á  cuya  consideración  elevé  la  renuncia 
de  \' .  -S.,   de  fecha  o  del  corriente,  juz^ó   c¡ue  no    estando    asegu- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  1Ü3 

Á  pesar  de  su  separación  del  Estado  Mayor,  el 
influjo  de  Pacheco  en  las  deliberaciones  del 
Fuerte  hubiera  podido  continuar  invariable  por  su 
ascendiente  sobre  Lavalleja  y  por  dos  de  los  Se- 
cretarios de  Estado,  don  Lorenzo  BatUe  y  Juan 
Carlos  Gómez  que  profesaban  al  jefe  de  la  De- 
fensa admiración  sincera  por  sus  energías  inven- 
cibles, su  talento  y  sus  grandes  cualidades  de 
hombre   de  Estado. 

Un  hecho  desgraciado  vino,  en  mala  hora  á  anu- 
lar la  influencia  de  Pacheco,  al  mismo  tiempo  que 
marcó  nuevos  rumbos  á  la  situación. 

Lavalleja  muere  repentinamente  '  el  día  21  de 
Octubre,  en  su  despacho,  en  momentos  que  fir- 
maba una  resolución  gubernativa,  dejando  á  los 
suyos  como  herencia  su  gran  admiración  por  Pa- 
rada la  paz  pública  en  todos  los  extremos  del  país,  los  servicios 
de  W  S.  en  el  E.  !M.  G.  eran  importantes  aún  al  logro  de  aquel 
objeto,  y  resolvió  aplazar  su  aceptación. 

Insistiendo  V.  S.  en  el  mismo  propósito,  hoy  que  está  ya  afian- 
zada la  tranquililad  de  la  República,  el  Gobierno,  apreciando  lo^ 
sentimientos  que  lo  inspiran,  se  hace  un  deber  en  satisfacer  el 
deseo  del  señor  General,  aceptando  la  renuncia  del  cargo  que 
eierce  y  encomendándome  el  grato  deber  de  agradecerle,  en  nom- 
tire  de  la  Patria,  los  muy  relevantes  servicios  que  le  ha  prestado. 

Dios  guarde  á  A'.  S.  muchos   años. 

Lorenzo  Batlte. 

Al  señor  General  don  Melchor  Pacheco  y  Obes. 

( 1 )  Inmediatamente  se  ordenó  que  se  verificase  la  autopsia  del 
cadáver,  que  debía  ser  practicada  por  todos  los  médicos  existen 
tes  entonces  en  Montevideo. 

Los  hombres  del  Ciobierno  comprendieron  la  gravedad  del  caso. 
La  muerte  de  Lavalleja  en  aquellas  circunstancias  y  en  la  forma 
repentina  como  se  produjo,  podía  ser  objeto  de  explotación  por 
los  interesados  en  desprestigiar  á  la  situación. 


104  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

checo  '^'    y  sus  prevenciones  contra  el  caudillaje 
del  Cerrito. 

Su    desaparición  del  escenario    trastornó   com- 

El  informe  médico  fué  extensísimo,  detallando  las  resultancias 
de  las  investigaciones  hechas  en  cada  parte  del  cuerpo,  para  arri- 
bar á  las  siguientes  conclusiones  : 

«De  lo  expuesto  infieren  los  facultativos  infrascritos,  que  la 
causa  de  la  muerte  del  Excmo.  señor  Brigadier  General  don  Juar» 
Antonio  Lavalleja  debe  atribuirse  á  una  congestión  cerebral  re- 
sidente especialgiente  en  las  membranas  del  encéfalo,  la  que  pro- 
dujo la  ruptura  del  seno  lateral  y  el  colapso  de  las  fuerzas  subsi 
guientes  al  derrame  sanguíneo. 

«Este  género  de  muerte  está  en  conformidad  con  los  accidentes 
de  que  ha  sido  acometido  en  diversas  épocas  de  su  vida,  en  las 
cuales  ha  sido  asistido  por  dos  de  los  infrascritos,  los  doctores 
Vavasseur  y  Odíccini,  y  con  la  circunstancia  muy  notable  de  ha- 
ber fallecido  repentinamente  varios  miembros  de  su  familia. 

«Montevideo,  Octubre  19  de  185?. 

«  Fcriiiin  Ferreyra.  —  Enrique  Muñoz. 
—Gabriel  Méndez.—Bartolonié  Odic- 
cini.  —  Teodoro  Vilardebó.  —  Martin 
Motissy,  —  Lilis  Michaelsoji.  —Ber- 
nardo Canstat. — Juan  Francisco  Co- 
rrea. —  Pedro  Vavasseur.— Juan  Car- 
los Neves. » 

En  la  ciudad  de  San  Felipe  y  Santiago  de  Montevideo,  á  los  23 
días  del  mes  de  Octubre  de  1853,  hallándose  reunidos  en  la  casa 
del  finado  señor  Brigadier  General  don  Juan  .A.  Lavalleja,  los 
señores  doctores  don  Fermín  Ferreyra,  don  Enrique  Muñoz,  don 
Gabriel  Méndez,  don  Bartolomé  Odiccini,  don  Teodoro  Vilardebó, 
don  Martín  JIouss}-,  don  Luis  ;\IichaeIson,  don  Bernardo  Canstat, 
don  Juan  Francisco  Correa,  don  Pedro  Vavasseur,  don  Juan  Car- 
los Neves,  con  el  objeto  de  proceder  á  la  autopsia  del  cadáver 
del  mencionado  señor  Brigadier  General,  que  estaba  de  mani- 
fiesto en  la  sala  principal  del  edificio  ;  presente  el  Oficial  Mayor 
del  ?vIinisterio  de  Gobierno  y  Relaciones  don  Alberto  Flangini, 
con  asistencia  también  de  mí  el  escribano,  siendo  las  tres  horas 
y  media  de  la  tarde,  dieron  principio  á  la  operación  en  presencia 
de    gran  número    de  Jefes   y  Oficiales    del  Ejército,  y  resultó    de 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


pletamente  la  marcha  política  del  Gobierno  Pro- 
visorio y  en  aquellos  momentos  de  crisis  tenía  el 
carácter  de  una  calamidad  pública. 

aquélla  según  la  opinión  unánime  de  los  señores  facultativos,  que 
el  referido  señor  Brig-adier  (¡eneral  don  Juan  A.  Lavalleja  había 
fíillecido  de  una  congestión  sanguínea  del  cerebro,  según  lo  deta- 
llará á  la  Junta  de  Higiene  Pública  en  su  informe. 

En  prueba  de  lo  cual  firman  los  señores  mencionados  faculta- 
tivos, por  ante  mí  que  doy  fe. 

Ante  mí:    Juan  José  F.  A'<iiiar,    Escribano    de    (gobierno    y  Ha- 
cienda. 

(1)  La  gratitud  de  Lavalleja  á  Pacheco  llegó  hasta  resolverlo 
á  obsequiar  á  éste  con  lo  que  más  apreciaba  en  su  vida:  la  es- 
pada de  Sarandí. 

^luerto  Lavalleja  sin  poder  cumplir  su  propósito,  sus  deudos  se 
encargaron  de  su  ejecución. 

Conjuntamente  con  la  espada  Pacheco  recibió  la  siguiente 
carta  : 

«  Señor  (ieneral  don  Melchor  Pacheco  y  Obes. 
«Señor  de  mi  amistad  y  aprecio  : 

«  Mí  esposo,  que  apreciaba  en  usted  el  puro  patriotismo  de  que 
le  había  visto  dar  pruebas  desde  que  á  sus  órdenes  empezó  usted 
su  carrera  el  año  1825:  que  estaba  unido  con  usted  cu  ideas  poli- 
ticas,  había  pensado  antes  que  la  muerte  nos  lo  arrebatara,  hacer 
presente  á  usted  de  la  espada  que  llevó  en  Sarandí,  como  la  ma- 
yor prueba  de  aprecio  que  podía  dar  á  usted,  y  también  como 
galardón  merecido  por  el  que  con  tanto  tino  y  desprendimiento  ha 
realizado  la  revolución  que  ha  asegurado  la  libertad  y  el  porve- 
nir de  la  patria. 

«La  muerte  impidió  que  ese  acto  de  justicia  se  llevara  á  cabo 
por  mi  esposo,  pero  no  por  eso  ha  de  quedar  sin  cumplimiento  lo 
que  era  su  voluntad. 

«Vengo,  pues,  á  cumplirla  remitiéndole  por  mi  hijo  Constan- 
tino la  espada  del  que  fué  General  Lavalleja. 

•<  .Acéptela  usted,  señor,  y  acepte  las  seguridades  de  la  amistad 
invariable  que  le  profesa  su  af.  y  S.  S. 

•  Ana  M.  de  Lavalleja.  > 

Pacheco  no  aceptó  la  espada  de  Sarandí,  \-,  al  devolverla,  de- 
claraba que  ella  pertenecía  á  la  nación. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Don  Venancio  Flores,  que  había  regresado  á 
la  capital  precipitadamente  la  noche  del  día  an- 
terior, por  motivos  tal  vez  no  extraños  á  los  que 
indujeron  á  Pacheco  á  presentar  su  dimisión,  tomó 
posesión  de  su  puesto,  reconcentrando  en  sus 
manos  todas  las  facultades  del  Gobierno     '. 

Pacheco  comprendió  la  gravedad  de  la  situación. 

El  prestigio  que  el  Triunvirato  había  llevado  al 
Fuerte  desaparecía. 

Rivera,  postrado  en  Yaguarón,  no  había  po- 
dido suscribir  ni  una  sola  resolución  gubernativa 
y  su    acción    era    completamente   nula.    Con    la 

El  Gobierno  Provisorio  decretó  grandes  honores  fúnebres. 

El  decreto  lleva  las  firmas  de  don  A'enancio  Flores,  don  Lo- 
renzo Batlle  j"  Juan  Carlos  Gómez. 

Los  hombres  del  Sitio  concurrieron  al  entierro,  en  homenaje  al 
veterano  que  después  de  haber  cometido  graves  errores,  reaccionó 
radicalmente,  á  punto  de  morir  unido  en  idias  politicns  con  el 
jefe  de  la  Defensa. 

Las  exequias  se  verificaron  el  dfa  2:i. 

Pacheco  presidía  el  duelo. 

(1)    «¡Ministerio  de  Ciobierno. 

«¡Montevideo,  _'_'  de  Octubre  de  1833. 
«El  Gobierno  Provisorio  de  la  República,— 

«  Habiendo  regresado  de  la  campaña  el  señor  Coronel  don  \'e- 
nancio  Flores,  decreta : 

«  1."  \'uelva  el  señor  Coronel  don  N'enancio  Flores  al  desem- 
peño del  puesto  que  como  miembro  del  Ciobierno  Provisorio  le 
está  confiado. 

«-."  Cesa  en  sus  efectos  el  decreto  del  26  de  Septiembre,  que 
encargaba  interinamente  de  su  puesto  al  señor  don  .losé  Antonio 
Zubillaga. 

«3."  Comuniqúese,  publiquese,  etc. 

«  Zubillaga. 
ajilan  Carlos  Gomes.  » 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


muerte  de  Lavalleja,  retirado  el  jefe  de  la  De- 
fensa del  Estado  Mayor,  su  influjo  moderador 
en  el  escenario  político  desaparecía  también. 

Quedaba  todo  librado  al  gobierno  personal  de 
un  solo  hombre,  precisamente  del  triunviro  que 
más  resistencias  levantaba  entre  los  elementos  del 
régimen  caído,  por  su  conducta  en  los  días  que 
precedieron  á  la  deserción   del    Presidente   Giró. 

Pacheco  hace  volar  un  chasque  á  Yaguarón 
comunicando  á  Rivera  el  fallecimiento  de  La- 
valleja y  urgiendo  una  vez  más  por  su  regreso  á 
la  capital.  Le  decía: 

. .  .  hemos  tenido  la  desgracia  de  perder  al 
General  Lavalleja,  que  sucumbió  instantáneamente 
á  un  ataque  de  apoplejía  fulminante.  Estaba  fir- 
mando una  resolución,  cuando  declaró  que  sen- 
tía algo  en  el  brazo.  Acabando  de  firmar  se  mo- 
vió hacia  la  sala  grande  del  Fuerte,  se  tiró  en 
una  silla  y  al  instante  perdió   el  conocimiento. 

Este  suceso,  como  usted  comprenderá,  ha  cau- 
sado una  gran  impresión,  y  no  sería  extraño  que 
fuese  explotado  en  campaña  por  los  enemigos 
del  orden. 

YL\  Coronel  Flores,  que  llegó  la  noche  del  21, 
tomó  su  asiento  en  el  Gobierno,  pero  como  no 
se  había  previsto  el  medio  de  integrar  la  Comi- 
sión Gubernativa  cuando  muriese  alguno  de  sus 
miembros  queda  el  Coronel  Flores  solo,  lo  que 
es  contrario   al  espíritu    de   la    creación  del  Go- 


108  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

bierno  Provisorio.  Hay  más:  en  estas  circunstan- 
cias, la  presencia  de  uno  solo  de  sus  miembros 
no  bastará  á  llenar  las  necesidades  de  la  si- 
tuación. 

Es  necesario  que  la  Comisión  Gubernativa 
no  carezca  del  prestigio  de  algunos  nombres, 
desde  que  no  tiene  su  fundamento  en  la  ley  es- 
crita sino  en  la  voluntad  popular  que  la  creó. 

« En  presencia  de  tal  necesidad  es  que  yo  hago 
volar  á  Gallinares,  para  que  usted,  á  su  vez,  si  le 
es  posible,  vuele  también  hacia  nosotros. 

Sería  una  verdadera  fatalidad  que  su  salud 
no  hubiera  progresado,  y  que  por  ello  estuviera 
inhabilitado  para  emprender  viaje.  . .  > 

Rivera  juzgó  el  alcance  de  estas  consideraciones 
y  dióse  perfecta  cuenta  de  la  situación  creada 
por  la  muerte  de  Lavalleja. 

Postrado  por  la  enfermedad  mortal  que  domi- 
naba su  organismo,  pero  con  una  entereza  de  es- 
píritu admirable,  responde  inmediatamente  á  Pa- 
checo : 

«  Vajíuarón,  Octubre  'J9  de  1853. 


« Comprendo  ser  la  realidad  cuanto  dice  usted 
en  el  cuarto  párrafo  de  su  correspondencia;  así 
como  entiendo  que  no  hay  que  perder  un  mo- 
mento  para   llenar  ese   vacío    para  que  la  Junta 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  109 

Gubernativa  pueda  con  toda  fuerza  de  su  repre- 
sentación actuar  en  los  asuntos  de  sus  atribu- 
ciones. 

La  situación  me  precipita  á  emprender  mi 
viaje  en  la  fuerza  de  una  convalecencia  que  alto 
importaría  á  mi  conservación  fuese  pacífica. 

«  Hoy  mismo  hago  correr  un  propio  al  coro- 
nel Silveyra,  á  fin  de  que  me  mande  50  hombres 
de  sus  fuerzas  para  que  me  sirvan  de  escolta,  y 
en  el  momento  que  estén  aquí  haré  seguir  el 
aviso  anunciando  mi  partida. 

Todos  sus  esfuerzos  fueron  inútiles.  No  pu- 
do moverse  de  Ya^uarón. 


En  este  estado  de  cosas  era  de  apremiante  ne- 
cesidad volver  inmediatamente  á  la  vida  consti- 
tucional para  dar  al  poder  el  prestigio  legal  que 
salvara  á  la  República  de  la  anarquía  y  la  guerra 
civil. 

El  país  fué  llamado  á  comicios  pocos  días  des- 
pués de  la  muerte  de  Lavalleja. 

Juan  Carlos  Gómez  impuso  la  fórmula  de  la 
<'  Doble  Asamblea  que  debía  tener  el  carácter 
de  constituyente,  la  que  se  ocuparía  en  primer 
término  de  la  reforma  de  la  Carta  Fundamental, 
medida  peligrosa  y  poco  práctica  en  la  ocasión, 
aparte    de  no   ser   el    procedimiento  adecuado  y 


lio  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

juicioso  para  acometer  la  obra  de  tocar  nuestro 
Código  Político    ^  . 

El  ambiente  era  ya  demasiado  revolucionario 
para  que  se  pudiera  sacar  resultado  provechoso 
de  la  lucha  pacífica  del  comicio. 

Las  previsiones  de  Pacheco  una  vez  más  se 
cumplirían. 

Los  caudillos  del  Cerrito,  obedeciendo  á  las 
inspiraciones  de  don  Bernardo  P.  Berro,  levanta- 
ron otra  vez  el  estandarte  de  la  rebelión,  con  el 
fin  de  impedir  la  formación  del  Cuerpo  Legisla- 
tivo. 

Los  mism.os  que  habían  prestado  su  acatamiento 

•     (1)    «Ministerio  de  Gobierno. 

<  Montevideo,  Octubre  127  de  1853. 


«En  todo  el  territorio  de  la  República  no  hay  un  solo  hombre 
en  armas  ni  en  resistencia  contra  la  autoridad  del  Gobierno  Pro- 
visorio. 

« En  posesión  la  República  de  una  tranquilidad  perfecta,  sin 
que  haya  un  solo  ciudadano  proscripto  de  su  seno  cuj'o  voto  falte 
á  la  expresión  de  la  soberanía  nacional,  el  Gobierno  Provisorio, 
llenando  el  compromiso  que  tenía  con  el  país,  acuerda  y 

«decreta: 

«Articulo  l.''De  conformidad  con  lo  dispuesto  por  el  artículo -L' de 
la  Constitución  del  Estado,  procédase  el  Domingo  último  del  mes 
de  Noviembre  á  las  elecciones  de  Representantes  y  Senadores  que 
han  de  componer  la  Grande  Asamblea  Constituyente  y  Le(i,is- 
lativa. 

«  Art.  2."  Cada  Departamento  elegirá  doble  número  de  Senadores 
y  Representantes  que  mandó  á  la  última  Asamblea  Legislativa. 

«  Art.  3."  Los  Representantes  y  Senadores  vendrán  autorizados 
con  poderes  amplísimos  para  revisar  la  Constitución  del  Estado, 
cambiarla  en  parte  ó  en  todo,  juzgar  los  actos  del  (¡obierno  Pro- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  111 


al  orden  de  cosas  creado  en  Septiembre,  reco- 
nociendo á  la  nueva  autoridad,  iniciaron  las  corre- 
rías aprovechándose  de  la  situación  anómala  en 
que  se  encontraba  el  Gobierno. 

Don  Venancio  Flores  no  podía  abandonar  Mon- 
tevideo y  dejar  acéfalo  el  Poder. 

Esto  traería  mayor  desorden  y  confusión. 

Parte  precipitadamente  para  el  interior  don 
Anacleto  Medina,  en  el  carácter  de  Comandante 
General  de  Campaña,  con  la  misión  de  sofocar 
la  rebelión     '    que  se  extendía  con  rapidez. 

Pacheco  comprendió  que  había  llegado  al  tér- 
mino de  su  actuación. 

visorio  y  delegar  el  Gobierno  del  país  en  mandatarios  que  desig- 
naren mientras  no  estatuyan  lo  conveniente  sobre  el  Gobierno  de- 
finitivo de  la  República. 

«Art.  4.'^  La  Grande  Asamblea  Legislativa  Constituyente  se  reu- 
nirá en  Montevideo  el  día  1.°  de  Enero  del  año  próximo  de  1854, 
quedando  desde  ahora  convocados  los  Senadores  y  Representan- 
tes que  resultaren  electos. 

«  Art.  5."  La  Grande  Asamblea  debe  ocuparse  preferentemente 
de  la  revisación  de  la  Constitución  de  la  República,  y  terminada 
su  reforma,  cesarán  en  el  acto  sus  poderes  y  se  disolverá. 

«Art.  6."  Expídanse  las  órdenes  consiguientes,  comuniqúese,  pu- 
blíquese  y  dése  al  R.  N. 

«  Flores. 
■'Juan  Carlos  Gomes.  —  Lorenso  Batlle. — 
Santiago  Sayas.o. » 
(1;    «Ministerio  de  (iuerra  y  Marina. 

«  Montevideo,  Noviembre  ó  de  ISiS. 

«Artículo  1."    Queda  nombrado  el  Brigadier   General  don  Ana- 
cleto Medina,  Comandante  General  de  Campaña 
•  Art.  2.°  Comuniqúese,    publíquese,  etc. 

«  Flores. 
«  Lorenzo  Batlle. —Juan  Carlos  Góniíz. — 
Santiago  Sayas,o.  > 


112  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Predicar  tolerancia  y  concordia  en  plena  lucha, 
era  absurdo.  Su  influencia  quedaba  anulada. 

Tuvo  el  convencimiento  de  que  habíamos  lle- 
gado al  caso  previsto  por  don  Andrés  Lamas  <  de 
tener  que  oponer  en  la  lucha,  hombre  á  hombre, 
hierro  á  hierro. 

El  país  sufriría  las  consecuencias. 

La  rebelión  de  los  elementos  del  Cerrito  daría 
origen  á  la  reacción  colorada,  y  como  resultado  de 
los  excesos  de  aquélla,  surgiría  el  establecimiento 
del  Gobierno  militar,  que  vendría  á  consolidar  la 
situación  para  á  su  vez  dar  origen  á  nuevas  reac- 
ciones que  llevarían  al  país  á  vivir  en  continuo 
desorden. 

Pacheco  juzgó  que  estaba  de  más  en  el  esce- 
nario, desde  que  la  acción  quedaba  librada  á  los 
caudillos;  y,  en  consecuencia,  retiróse  á  Buenos 
Aires,  á  mediados  de  Noviembre,  en  tanto  que  la 
campaña  sangraba  en  la  guerra  civil. 

Nuevos  sucesos  vinieron  á  dar  mayor  grave- 
dad á  la  situación. 

Juan  Carlos  Gómez,  que  había  sabido  mante- 
ner solidaridad  con  Pacheco;  que  no  estaba  con- 
forme con  las  tendencias  de  don  Venancio  Flores, 
y  que  solamente  venciendo  escrúpulos  había  per- 
manecido en  el  Ministerio,  presentó  su  dimisión. 
(Noviembre  9  de  1853.) 

Don  Lorenzo  Batlle  tampoco  quiso  hacerse 
responsable  de  las  consecuencias  de  la  guerra. 

Previo   el  carácter  que    podía  tomar— por   sus 


CARLOS  ONETO  V   VIANA  113 

progresos  alarmantes  en  algunos  departamentos 
—  y  la  necesidad  de  suscribir  medidas  violentas, 
y  resolvió  abandonar  la  cartera.  ( Noviembre  10 
de  1853.) 

Con  la  dimisión  del  Ministerio  creado  el  25 
de  Septiembre,  el  Gobierno  Provisorio,  ya  en  ma- 
nos de  uno  solo  de  los  triunviros,  concluyó  de 
perder  todo  su  prestigio    '  . 

Don  Juan  José  Aguiar,  el  General  don  Enri- 
que Martínez  y  don  José  Antonio  Zubillaga,  que 
reemplazaron  á  los  Ministros  dimitentes,  no  po- 
dían en  rigor  sustituirlos;  si  bien  el  segundo  era 
un  ciudadano  benemérito,  de  grandes  sacrificios, 
inteligente  é  ilustrado,  compañero  abnegado  de 
Lavalle  y  Las  Heras,  á  las  órdenes  de  San  Mar- 
tín en  las  campañas  de  Chile  y  Perú,  pero  sin 
las  cualidades  de  moderación  y  templanza  y  sin 
el  prestigio  necesario  para  ocupar  en  aquellos  mo- 
mentos el  Ministerio  de  la  Guerra. 


La  rebelión  adquirió   proporciones   alarmantes. 

La  campaña  se  vio  arrasada  por  montoneras 
que  la  recorrían  en  todas  direcciones.  Bandas  de 
cuatreros  tomaron  también  el  título  de  rebeldes 
y  á  la  sombra  de  la  bandera  de  la  restauración 
cometían  las  más  grandes  fechorías. 

Don   Bernardo   P.  Berro  supo  combinar  hábil- 

1;  Don  Saniiago  Sayag-o  había  renunciado  la  cartera  de  Ha- 
cienda el  31  de  Octubre. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


mente  sus  elementos,  de  manera  que  en  todo  el 
país,  de  modo  casi  simultáneo,  se  produjo  el  le- 
vantamiento de  los  antiguos  tenientes  de  Oribe. 

Don  Marcos  Neira,  famoso  forajido,  terror  del 
vecindario  de  Paysandú,  fué  uno  de  los  primeros 
en  levantarse. 

Su  guarida  estaba  en  los  montes  del  Queguay. 

Don  Dionisio  Coronel,  el  mismo  que  habíase 
sometido  á  Medina  y  reconocido  al  Gobierno 
Provisorio,  rebelóse  nuevamente  en  Cerro-Largo. 

Don  Jacinto  Barbat  hizo  igual  cosa  en  Tacua- 
rembó, refugiándose  en  los  bosques  del  Río  Ne- 
gro. 

Don  Pedro  Carro,  autor  de  los  excesos  del  2 
de  Agosto  en  la  Colonia,  donde  penetraron  las 
fuerzas  resistas,  incendiando  y  matando  al  grito 
de  ¡Oribe  ó  muerte!  alzóse  también,  reuniendo 
muy  pronto  un  contingente  de  sus  viejos  solda- 
dos de  la  Guerra  Grande. 

Don  León  Benítez,  antiguo  jefe  de  Rosas,  si- 
cario del  monstruo,  que  escapara  en  Caseros  á  la 
cólera  de  Urquiza,  invadió  el  país  arrasando  las 
comarcas  por  donde  pasara,  titulándose  Coro- 
nel, Jefe  de  Vanguardia  de  las  fuerzas  al  Sur  de 
Río  Negro   . 

Don  Lucas  Moreno,  figura  siniestra,  manchado 
con  la  sangre  de  los  Villalba,  de  Escalada,  de 
Maidana,  Corrales,  de  Arce  y  tantos  otros  infortu- 
nado?, llamándose  Jefe  Superior  de  las  fuerzas  de 
la  Guardia  Nacional  de  los  Departamentos  al  Sur 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  115 

del  Río  Negro  con  que  lo  invistiera  don  Ber- 
nardo P.  Berro,  reunió  precipitadamente  su  anti- 
gua división  de  la  Colonia,  para  hacer  conocer  d 
los  miserables  de  Montevideo,  que  no  era  con  400 
negros  que  se  había  de  imponer  á  la  nación 
oriental. 

Don  Cipriano  Carnes,  verdadera  hiena,  fiera  con 
apariencia  humana,  que  en  el  Cerrito  bebió  la 
sangre  del  primer  oriental  degollado  frente  á  los 
muros  de  Montevideo  ^  respondió  también  á 
la  voz  de  don  Bernardo  P.  Berro,  tomando  por 
teatro  de  sus  hazañas  al  Departamento  de  San 
José. 

Don  Bernardino  Olid,  de  quien  la  sola  evo- 
cación hacía  hervir  la  sangre  á  Melchor  Pacheco 
y  Obes,  el  mismo  que  degolló,  una  vez  rendi- 
dos, al  infortunado  Coronel  Silva  y  á  sus  veinti- 
dós compañeros,  después  de  haberles  ofrecido  la 
vida,  sujeto  famoso,  manchado  con  la  sangre  de 
tanta  víctima  inocente  '-  alzóse  en  Maldonado 
proclamando  la  restauración  del  Gobierno  caído. 

Don  Diego  Lamas  rebelóse  en  el  Salto    '  . 

Amarillo,  en  el  mismo  paraje. 

Francisco  y  Plácido  Laguna,  Timoteo  Aparicio, 
Juan  Carvallo,  Doroteo  López,  Villaurreta,  etc.,  se 

(  1 )    De  Juan  Carlos  Gómez  y  Sarmiento. 

(2)  De  Melchor  Pacheco  y  Obes. 

(3)  Respecto  á  don  Diego  Lamas,  debo  hacer  una  salvedad,  que 
en  manera  alguna  importa  una  defensa  de  su  actuación. 

Como  jefe  al    servicio  de  Rosas,  podrA   imputársele  solidaridad 
con  los  crímenes  monstruosos  de  la  época,  pero  personalmente  no 


116  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

convirtieron  en  otros  tantos  jefes  de  montoneras, 
que  recorrían  la  campaña  dejando  á  su  paso  liuella 
de  sus  empresas  vandálicas. 

Aquel  caudillaje  infame  que  había  vivido  en 
perpetua  orgía  de  sangre,  se  levantaba  para  ultra- 
jar la  dignidad  del  país  invocando  principios  que 
justificasen  sus  correrías. 

Nuestros  campos  tomaron  igual  aspecto  que  en 
la  Guerra  Grande,  quedando  la  vida  y  la  pro- 
piedad á  merced  de  las  partidas  de  merodeadores. 


Don  Anacleto  Medina  se  vio  impotente  para 
sofocar  la  revuelta. 

Mientras  tanto  el  clamor  de  los  hombres  hones- 
tos reclamaba  angustiosamente  una  acción  enér- 
gica de  parte  del  Gobierno. 

Don  Venancio  Flores,  inmovilizado  por  su  pro- 
pia situación,  se  vio  solo,  casi  aislado. 

Con  Rivera  no  había  que  contar,  desde  que 
agonizaba  allá  en  la  frontera. 

Pacheco,  alejado  de  los  hombres  del  Fuerte, 
seguía  en  Buenos  Aires. 

Don  Lorenzo  Batlle,  disgustado  por  los  rum- 
bos que  había  tomado  el  Gobierno  Provisorio» 
también  lo  había  abandonado. 


fuij  hombre  sanguinario  c|ue  vinculara  su  nombre  especialmente 
á  ninguna  de  las  carnicerías  de  las  tan  frecuentes  en  las  luchas 
sostenidas  por  Oribe  y  Rosas. 

Es  cierto  que  en  1858  se  le  acusó  de  haber  ordenado  se  asesi- 
nara al  infortunado  capitán  Silva,  pero  tal  hecho  no  quedó  ple- 
namente probado. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


César  Díaz,  convertido  en  mero  espectador  de 
los  sucesos. 

En  este  estado  de  cosas,  don  Venancio  Flores 
reúne  todas  sus  energías  y  resuelve  ir  personal-' 
mente  á  librar  batalla   á  las  bandas  que   infesta- 
ban el  país. 

Los  avances  de  la  rebelión  fueron  acentuando 
naturalmente  la  reacción  colorada. 

Se  entró  en  el  terreno  de  las  medidas  arbitra- 
rias ;  comenzóse  por  deportar,  como  perturbado- 
res del  orden  público,  á  los  que  habían  sido  pri- 
maces de  la  mayoría  parlamentaria,  personajes 
conspicuos  del  Cerrito. 

Éste  fué  un  acto  impolítico,  que  venía  á  vigo- 
rizar la  rebelión  sin  beneficiar  absolutamente  al 
Gobierno  Provisorio. 

Entre  los  deportados  había  ciudadanos  como 
el  doctor  don  Eduardo  Acevedo,  que  si  bien  se 
incorporó  á  la  mayoría  en  el  parlamento  y  contri- 
buyó á  la  creación  de  la  situación  intolerable  en 
que  vivió  el  país,  no  era  hombre  de  mayores 
vinculaciones  con  el  caudillaje  del  Cerrito,  contra 
el  que  tenía  marcadas  prevenciones  desde  el  día 
en  que  vio  su  casa  asaltada  por  una  turba  inde- 
cente de  oficialejos  que  hizo  irrupción  en  ella 
al  grito  de  muera  el  salvaje  unitarío  Acevedo ! 

Los  demás  desterrados,  Juanicó,  Estrázulas,  An- 
íuña,  etc.,  se  convertirían  en  otros  tantos  agentes 
activos  de  la  rebelión,  siguiendo  incondicional- 
mente  las  indicaciones  de  don  Bernardo  P.  Berro. 


BIBLIOTECA  DtL  CLUB  VIDA  NUEVA 


El  Gobierno  Provisorio,  en  medio  de  una  situa- 
ción extraordinaria  vio  enemigos  por  todos  lados. 

Desterró  á  don  Manuel  Herrera  y  Obes,  con- 
fundiéndolo con  los  representantes  de  los  prin- 
cipios retrógrados,  como  instigador  de  la  campaña 
restauradora. 

Esta  medida  encerraba  toda  una  monstruosi- 
dad. 

Don  Manuel  Herrera  y  Obes  había  sido  un 
fusionista  tan  decidido  como  sincero,  como  lo  fue- 
ron los  principales  hombres  de  la  Defensa. 

La  deserción  de  don  Juan  Francisco  Giró  lo 
tomó  en  el  Ministerio,  á  donde  había  ido  con- 
juntamente con  don  Venancio  Flores,  tan  resuelto 
fusionista  como  él. 

Pero  de  ahí  nada  podía  resultar  contra  la  repu- 
tación del  diplomático  de  la  Defensa. 

Atribuirle  vinculaciones  con  el  caudillaje  ori- 
bista,  era  especie  tan  absurda  como  injusta. 

Pretender  que  don  Manuel  Herrera  y  Obes 
fuera  capaz  de  incorporarse  á  aquella  gente,  impor- 
taba suponerlo  sin  sentido  moral. 

La  rebelión  no  contaba  con  otro  instigador 
dirigente  que  don  Bernardo  P.  Berro. 

El  mismo  señor  Giró  — cuyo  nombre  se  invo- 
caba por  los  que  defendían  la  legalidad  caída  — 
que  pacientemente  aceptaba  el  desarrollo  de  los 
sucesos  por  su  falta  de  carácter,  no  era  capaz  de 
cargar  con  las  grandes  responsabilidades  que  traía 
aparejada  aquella  reacción  criminal   de  un  caudi- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  IIQ 

llaje  semi  salvaje,  que  reproducía  en  el  país  las 
escenas  horripilantes  de  la  Guerra  Grande. 

Toda  la  dirección  de  la  guerra  estaba  concen- 
trada en  manos  de  don  Bernardo  P.  Berro,  hom- 
bre intransigente,  de  grandes  pasiones,  de  ener- 
gías indomables,  temerario,  inteligente,  vinculado 
como  ninguno  á  los  caudillos  oribistas. 

Don  Bernardo  P.  Berro,  que  profesaba  odios 
profundos  á  los  hombres  de  la  Defensa;  que  no  te- 
nía escrúpulos  para  hacer  vida  común  con  caudi- 
llos que  al  decir  de  Melchor  Pacheco  y  Obes  ha- 
bían vivido  resbalando  en  la  sangre;  que  en  el 
Cerrito  había  presenciado  impasible  todas  las 
monstruosidades  de  Oribe;  que  junto  con  éste 
profesó  idolatría  por  el  genio  americano  de  Rosas ; 
que  ni  el  asesinato  del  ilustre  Florencio  Várela, 
ni  el  fusilamiento  de  la  desgraciada  Camila  O'Gor- 
man,  ni  la  matanza  de  los  800  orientales  ultimados 
por  la  cuchilla  del  verdugo  en  India  Muerta,  ni  la 
de  los  1300  de  Arroyo  Grande  lograron  arrancar 
de  sus  labios  una  palabra  siquiera  de  condena- 
ción contra  esos  hechos  que  rebajaban  la  dignidad 
humana  y  hacían  solidarios  en  responsabilidad  á 
todos  los  que  de  un  modo  ó  de  otro,  prestaran 
su  concurso,  propendiendo  por  el  triunfo  de  aquel 
sistema. 

La  rebelión  se  extendió,  llegando  á  alarmar  á 
todos  los  que  habían  en  tiempo  atrás  luchado 
por  destruir  la  tiranía  de  Rosas. 

La  opinión  en  Buenos  Aires  lanzó  su  grito  al 


120  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

cielo,  temiendo  que  la  restauración  oribista  en 
este  lado  del  Plata,  pudiese  facilitar  la  reacción 
de  los  elementos  rosistas,  contando  con  la  pro- 
tección de  don  Justo  José  de  Urquiza,  que  ya 
había  dejado  de  ser  el  hombre  de  Caseros  para 
declararse  enemigo  de  Buenos  Aires. 

Tribuna,  el  diario  más  caracterizado  de  la  capi- 
tal argentina,  sintetizaba  las  ¡deas  allí  predomi- 
nantes, con  estas  palabras: 

<  El  triunfo  de  ciertos  principios  en  una  de 
las  márgenes  del  Plata,  trae  necesariamente  una 
acción  favorable  ó  desfavorable  en  la  otra. 

El  desborde  de  las  pasiones  insanas  en  un 
lado  produce  inevitablemente  una  resaca  que 
enturbia  y  descamina  las  corrientes  pacíficas  en 
el  otro ;  pues  que  en  el  orden  moral  como  en  el 
físico,  hay  hechos  que  se  encadenan  forzosa- 
mente. 

'  .  .  .  del  resultado  de  una  reacción  oribista  en 
el  Estado  Oriental,  depende  en  gran  manera  la 
conservación  del  actual  orden  pacífico  de  la  Pro- 
vincia de  Buenos  Aires. 

....  la  reacción  oribista  — que  es  serrucho  y 
cuchilla  — compromete  nuestra  estabilidad  y  el 
principio  social  que  tanta  sangre  ha  costado  á 
estos  pueblos  restablecer.  ; 


Don  Venancio  Flores   con   la  clarovidencia  de 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


SU  situación,  hace  un  llarríado  á  los  hombres  de 
la  Defensa. 

Los  conservadores,  que  se  habían  alejado  un 
tanto  del  Gobierno  por  los  nuevos  rumbos  que 
le  imprimiera  don  Venancio  Flores,  ante  la  gra- 
vedad del  peligro,  que  amenazaba,  no  ya  la  esta- 
bilidad de  los  principios  partidarios,  sino  de  los 
mismos  principios  sociales,  depusieron  sus  escrú- 
pulos, prestándole  su  concurso. 

No  exigieron  otra  cosa  que  la  suspensión  de 
las  elecciones  generales  que  según  decreto  de  27 
de  Octubre  debía  efectuarse  en  el  último  domingo 
de  Noviembre;  pues  era  absurdo  suponer  que  las 
Cámaras  formadas  en  plena  guerra  civil,  pudiesen 
significar  la  expresión  de  la  voluntad  popular. 

Inmediatamente  de  promulgada  esa  resolución  ^ '' 
don  Venancio  Flores  delega  las  facultades  del 
Gobierno    Provisorio    en    César   Díaz    -    y  parte 

1 ;  c  Ministerio  de  Gobiein'^. 

«  ^Montevideo,  .3  de  Noviembre  de  1S53. 
<  Articulo  1."  Quedan  suspendidas  las  elecciones  que  debían   te- 
ner lugar  el  domingo  27  del  corriente,  hasta  que  el  Gobierno  Pro 
visorio  juzgue  oportuno  que  se  proceda  á  ellas. 
«  Art.  2."  Comuniqúese,  etc. 

«  Flokes. 
^Jiian  José  Agiiíar.  > 
(2'     «^Ministerio  de  Gobierno 

«Montevideo,  Noviembre  24  de  1853. 
«El  Gobierno  Provisorio  de  la  República  decreta : 
«Artículo  1."  Quedan  delegadas  en  la  persona  del  General   don 
César  Díaz  las  atribuciones  anexas  al  Gobierno  Provisorio. 
«Art.  2."  Comuniqúese,  etc. 

«  Flores. 
'Juan  José  A^uiar. ' 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


para  el  interior  en  carácter  de  Comandante  Ge- 
neral de  Campaña    ^  . 

La  elección  de  César  Díaz  no  fué  acertada. 
Faltábanle  al  soldado  de  Caseros  condiciones  de 
estadista  y  sobre  todo  cordura  y  moderación,  cua- 
lidades indispensables  en  aquellos  momentos. 

Era  César  Díaz  hombre  severo,  intransigente, 
de  carácter  violento,  que  profesaba  odio  al  cau- 
dillaje oribista. 

Sus  inclinaciones  no  lo  llevaban  á  ambicionar 
puestos  políticos. 

Su  inteligencia  y  su  ilustración  quedaban  ajus- 
tadas dentro  de  su  condición  de  soldado. 

Aceptó  el  Gobierno  porque  juzgó  que  todo 
hombre  honesto  estaba  obligado  á  oponerse  á 
los  avances  de  quienes  habían  personificado  la 
barbarie  en  el  Río  de  la  Plata. 

Fué  al  Fuerte  resuelto  á  proceder  radicalmente, 
sin  complacencias,  con  el  propósito  de  no  entrar 
en  el  terreno  de  las  concesiones,  que  en  su  en- 
tender era  absurdo  en  los  momentos  difíciles. 

Temperamento  igual  al  de  Monteagudo,  como 
este  patricio,  no   temía   cargar   con   responsabili- 

(!)    «El  Gobierno  Provisorio  de  la  República  decreta: 

«Artículo  I.°  Queda    nombrado  «Comandante   (¡eneral   de  Cam- 
paña» el  señor  Coronel  don  \'enancio  Flores,  y  cesa  en  su  cense 
cuencia  en  sus  atribuciones  el  señor  Brigadier  General  don  Ana 
cleto  Medina. 
«  .Art.  2."  Comuniqúese,  etc. 

«Díaz. 
«  Enrique  Martines.  » 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  123 

dades  de  sangre  cuando  las  exigencias  de  la  situa- 
ción lo  reclamaban. 

Don  Venancio  Flores  encontró  la  campaña  ate- 
rrada. 

Don  Lucas  Moreno,  que  en  Entre  Ríos  había 
entrado  en  relaciones  con  Urquiza,  se  presentaba 
en  acción  con  un  fuerte  contingente. 

Don  Bernardino  Olid  y  don  Dionisio  Coronel 
dominaban  la  parte  oriental  del  país:  Rocha,  Mal- 
donado,  Treinta  y  Tres  y  Cerro -Largo. 

Don  Diego  Lamas  había  reunido  fuerzas  nume- 
rosas. 

Los  demás  caudillejos,  diseminados  aquí  y  allá, 
se  mostraban  prepotentes,  dominando  como  feu- 
dos sus  comarcas. 

Don  Venancio  Flores  reveló  energías  extraor- 
dinarias. Mostróse  al  país  capaz  de  heredar  los 
prestigios  de  Rivera.  Desde  su  salida  de  la  capi- 
tal, las  operaciones  militares  tomaron  un  carácter 
más  activo.  Impartió  órdenes  severas  de  persecu- 
ción á  todos  los  puntos  de  la  campaña. 

Pero  aún  así  no  se  vieron  inmediatamente  los 
resultados  favorables  á  la  paz  pública. 

El  señor  don  Bernardo  P.  Berro  daba  alientos 
á  los  suyos,  haciéndoles  ver  la  perspectiva  de  la 
restauración. 

Pequeños  descalabros  de  las  fuerzas  gubernis- 
tas  exasperaron  los  ánimos. 

Montevideo  reclamó  entonces  medidas  enér- 
gicas. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Rodeado  el  Gobierno  Provisorio  de  peligros, 
irritado  César  Díaz  por  la  marcha  de  los  sucesos, 
juzgó  llegado  el  momento  de  las  resoluciones  su- 
premas. 

De  ahí  el  decreto  brutal  y  sangriento  contra 
don  Bernardo  P.  Berro  ''    y  una  serie  de  decre- 

(  1 )    «  Ministerio  de  Gobierno. 

«DECRETO 

«Montevideo,  Diciembre  1'-  de  1S53. 

«Proponiéndose  decididamente  el  Gobierno  Provisorio  adquirir 
y  consolidar  la  tranquilidad  de  la  República,  la  paz  y  concordia 
de  sus  habitantes,  expidió  el  decreto  de  23  de  Noviembre  próximo 
pasado,  por  el  cual  mandó  separar  del  territorio  del  país  algunos 
malos  ciudadanos  que  obstaban  por  sus  maquinaciones  á  un  ob- 
jeto tan  grande  como  patriótico;  teniendo,  por  otra  parte,  pre- 
sente la  manifiesta  rebeldía  de  Bernardo  P.  Berro,  y  considerando 
que  esa  rebeldía  ha  sido  la  causa  principal  de  la  perturbación 
del  orden  publico  y  de  que  algunos  ciudadanos  extraviados  se 
hayan  puesto  en  armas  contra  la  autoridad  de  la  República,  que 
habían  aceptado  y  reconocido;  considerando  que  el  cargo  público 
de  Ministro  Interino  de  la  Guerra  que  osa  invocT  Bernardo  P. 
Berro,  es  un  crimen  de  lesa  patria,  y  ejercitándolo,  según  lo  cora- 
prueba  su  comunicación  al  traidor  Diego  Lamas,  fecha  22  de  No- 
viembre último,  hace  derramar  impíamente  sangre  de  los  orien- 
tales ;  }•  por  último,  siendo  necesario  poner  término  á  esta  situa- 
ción é  impedir  sus  planes  de  promover  enemigos  y  conspiradores 
contra  la  causa  nacional,  el  Gobierno  Provisorio  acuerda  y  decreta: 

«Artículo  1.°  Por  el  presente  decreto  ge  auoriza  á  las  autorida- 
des del  Gobierno  Provisorio  para  que  procedan  á  aprehenderá 
Bernardo  P.  Berro  en  cualquier  parte  de  su  jurisdicción  donde 
se  encuentre. 

«.\rt.  2."  Quedan  igualmente  autorizadas  las  indicadas  autorida- 
des para  que  en  el  acto  de  ser  aprehendido  el  mencionado  Bernardo 
P.  Berro,  sea  pasado  por  las  armas  sin  más  formalidad  que  la  jus- 
tificación de  la  identidad  de  su  persona,  dando  cuenta  al  Ministerio 
respectivo. 
«Art.  .3.°  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

«Díaz. 
€juan  José  Aguiar.  —  Enrique 
Martines.  —  .lost'  Zuhillaga.* 


CARLOS  ONETO  V   VIANA 


tos  atentatorios  '  que  en  manera  alguna  pueden 
justificarse,  pero  que  tienen  natural  explicación 
como  consecuencia  lógica  de  la  reacción  llevada 
á  sus  extremos,  ante  las  perspectivas  del  predomi- 
nio  de   los    elementos     que   habían  barbarizado 

(1)  «Ministerio  de  Gobrerno. 

«  DECRETO 

«Montevideo.  Diciembre  12  de  1853. 
«El  Gobierno  de  la  República  sintiendo  profundamente  los  males 
de  la  Patria,  procuró  remediarlos:  resuelto  á  hacer  por  el  bien  de 
los  orientales  todos  sin  excepción  cuanto  fuese  compatible  con  su 
posición  y  sus  deberes:  cre^-endo  afianzado  el  orden  en  el  Estado 
)•  reconocida  su  autoridad,  expidió  el  decreto  del  15  de  Octubre 
último,  que  no  fué  recibido  por  sus  enemigos  con  el  reconoci- 
miento que  debía  inspirarles.  En  consecuencia  y  considerando  que 
el  Pacto  del  8  de  Octubre  de  1851  no  ha  sido  efectivamente  ni 
puede  ni  debe  reputarse  sino  como  una  generosa  concesión  del 
momento,  hecha  al  ejército  invasor  que  obedecía  al  tirano  de  Bue- 
nos Aires,  y  que  fué  vencido  por  las  armas  de  la  República  }•  de 
los  Poderes  aliados, — Que  algunos  de  los  orientales,  á  quienes  fa- 
vorecía ese  pacto  estaban  en  el  deber  de  coadyuvar  con  todas 
sus  fuerzas  al  mantenimiento  de  la  paz,  á  fin  de  reponer  á  la  Re- 
pública de  sus  graves  quebrantos  :  lejos  de  emplear  todo  su  co- 
nato en  cerrar  las  llagas  que  una  larga  }■  sangrienta  lucha  había 
abierto  en  el  seno  de  la  patria,  han  tratado  de  agravarlos 
más  todavía,  haciéndose  indignos,  por  la  conducta  que  han  obser- 
vado desde  aquella  fecha,  de  la  clemencia  con  que  les  quisieron 
mirar  sus  vencedores:  y  finalmente,  que  esos  hombres  han  llevado 
sus  inicuos  procedimientos  hasta  el  extremo  de  hacer  que  manche 
nuevamente  el  suelo  de  la  República  preciosa  sangre  oriental,  3- 
que  por  consecuencia  debe  pesar  sobre  ellos  la  que  por  desgracia 
ha  corrido  y  la  que  en  adelante  se  derrame;  el  Gobierno  Provi- 
sorio acuerda  y  decreta : 

«Artículo  1."  Queda  derogado  el  referido  decreto  del  15  de  Octu- 
bre último,  que  puso  en  vigencia  las  concesiones  del  8  de  Octubre 
de  1851. 
«Art.  2."  Comuniqúese,  publiquese,  etc. 

«Díaz. 
«  Enrique  Maitines.—Jiian  losé 
Aginar.  — José  Ziibiliaga.  » 


126  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


el  país,  haciendo  de  la  matanza  un  expediente 
político. 

Era  precisamente  lo  que  había  previsto  y  tanto 
había  temido  Melchor  Pacheco  y  Obes. 

La  alarma  cundió  por  todas  partes.  El  mismo 
Rivera,  viejo,  arruinado  por  sus  males,  á  veinte 
días  de  la  tumba,  abandonó  el  lecho. 

Haciendo  un  esfuerzo  supremo  se  precipitó  á 
campaña,  para  incorporarse  á  las  fuerzas  de  don 
Erigido  Silveyra,  encargadas  de  la  persecución  de 
don  Bernardino  Olid  y  don  Dionisio  Coronel   '^\ 

(1)    Esta  conducta  de  Rivera  precipitó  S'i  muerte. 

Atravesó  los  campos  de  Cerro  Largo  bajo  un  recio  temporal. 

Su  mal  se  agravó  y  falleció  á  los  pocos  días,  el  13  de  Enero. 

Su  cuerpo  fué  traído  á  Montevideo,  donde  se  decretaron  gran- 
des honores  fúnebres. 

La  línea  militar  era  mandada  por  César  Díaz. 

Asistían  al  entierro,  presidiendo  el  duelo,  el  patricio  argentino 
General  Paz,  el  almirante  ^Murature,  Jefe  de  la  Escuadra  de  Bue- 
nos Aires,  don  Francisco  Tajes  don  ^Manuel  Freiré,  don  Ana- 
cleto  Medina  }'  el  doctor  don  Enrique  Muñoz. 

«  Ministerio  de  Gobierno. 

«  DECRETO 

«  Montevideo,  Enero  19  de  1854. 
«  Considerando : 

♦  1.°  Que  la  República  acaba  de  perder  en  el  Brigadier  General 
don  Fructuoso  Rivera  el  más  ilustre  de  sus  defensores,  cu}"a  vida 
entera  ocupa  ya  una  de  las  páginas  brillantes  de  la  historia  Oriental ; 

«  2.°  Que  la  muerte  de  este  campeón  de  la  Independencia  y  de 
la  libertad  constitucional  de  la  República  es  uno  de  esos  aconte- 
cimientos que  deben  ser  señalados  con  la  expresión  del  profundo 
sentimiento  que  producen  ; 

«  3."  Que  la  memoria  de  sus  heroicos  servicios  debe  ser  reco- 
mendada á  las  futuras  generaciones  como  ejemplo  de  patriotismo 
y  como  estímulo  para  las  grandes  acciones  : 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  127 


Su  actitud  electrizó  á  los  viejos  soldados  de  la 
Guerra  Grande,  que  corrieron  presurosos  á  las 
armas. 

Don  Anacleto  Medina,  Francisco  Tajes,  Eu- 
genio Abella,  isidro  Caballero,  León  de  Palle- 
ja,  Juan  José  Poyo,  Juan  Benito  Hubo,  José 
María  Solsona,  Manuel  Espinosa,  Manuel  Freiré, 
veteranos  en  las  luchas  por  la  libertad,  ocupa- 
ron su  puesto  en  la  contienda  reparadora. 

La  rebelión  pronto  quedaría  anulada. 

Don   Bernardino  Olid,   don  Dionisio   Coronel, 

« 4."  Que  el  especial  honor  acordado  por  el  artículo  2."  del 
decreto  de  13  de  Octubre  á  los  restoí  del  General  don  Juan  An- 
tonio Lavalleja  no  pueden  ser  negados  A  los  del  Brigadier  Gene- 
ral don  Fructuoso  Rivera,  y  que  el  Gobierno  Provisorio  al  dictar 
esa  disposición  sólo  quiso  no  ponerse  en  el  caso  de  la  pérdida 
que  hoy  deplora,  3"  en  ninguna  manera  establecer  una  distinción 
exclusiva  entre  las  dos  principales  glorias  del  pueblo  Oriental, 
acuerda  v 


«Articulo  1."  En  la  Iglesia  Matriz  se  construirá,  á  expensas  del 
tesoro  público,  un  sepulcro  donde  serán  sepultados  los  restos  del 
Brigadier  General  don  Fructuoso    Rivera. 

«  Art.  2.''  En  el  frontis  de  este  monumento,  después  de  escritos 
su  nombre,  sus  títulos  y  el  día  de  su  fallecimiento,  se  grabará  la 
siguiente  inscripción:  El  Pueblo  Oriental  á  su  perpetuo  De- 
fen-ior. 

«Art.  3.°  En  la  parte  lateral  de  la  derecha  se  inscribirán  estas 
palabras :  Sirvió  á  la  Patria.  Ganó  diferentes  batallas.  Consagró 
toda  su  vida  á  la  PcUria  y  murió  sin  dejar  fortuna. 

«Art.  4.°  En  la  de  la  izquierda:  Desempeñó  la  i."  Presidencia 
Constitucional  desde  el  año  1830  y  la  5."  desde  1S38.  Mandó 
siempre  en  jefe  los  Ejércitos  de  la  Pepüblica.  Falleció  siendo 
miembro  del   Gobierno  Provisorio. 

« Art.  5.°  Se  declara  día  de  duelo  para  la  nación  el  aniversario 
del  fallecimiento  del  General  Rivera. 

•  Art.  6."  Desde  la  publicación  del  presente  decreto,  hasta  15  días 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Barrios,  etc.,  perseguidos  tenazmente,  desjDués  de 
varios  fracasos  en  pequeños  encuentros  con  las 
fuerzas  gubernistas,  se  refugiaron  en  el  Brasil, 
donde  fueron  internados  por  las  autoridades  de  la 
frontera. 

Don  León  Benítez,  corrido  hasta  el  Uruguay,  se 
asiló  en  Entre- Ríos,  buscando  amparo  en  los  do- 
minios de  don  Justo  José  de  Urquiza. 

Don  AAarcos  Neyra,  alcanzado  en  los  bosques 
del  Queguay  por  fuerzas  de  Sandes,  recibió  allí  la 
muerte. 

Amarillo  fué  fusilado  cerca  del  Salto. 

Los  demás  caudillejos  se  incorporaron  á  don 
Lucas  Moreno,  que  vino  á  ser  el  último  rebelde 
que  quedara  en  el   país. 

Don  Venancio  Flores  emprende  marcha  sobre 
él,  y  después  de  una  persecución  tenaz  y  cons- 
tante, logró  alcanzarlo. 

El  siguiente  parte  informa  de  los  resultados  del 
combate : 


después  de  realizados  los  funerales,  usar;ín  los  empleados  civiles  y 
militares  luto  oficial,  en  cu^o  día  permaneceri\n  cerradas  las  ofi- 
cinas públicas,  privándose  también    los  espectáculos. 

«  Art.  1°  El  Gobierno  dirigirá  á  la  viuda  del  General  Rivera  una 
carta  de  pésame,  y  las  demás  corporaciones  le  harán  una  demos- 
tración sentimental  por  medio  de  Comisiones  especiales  nombra" 
das  de  su  seno. 

«  Art.  8."  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

«  Flores. 
«  \iinti  ]osé  A^ii/ar.  —  Enrique  Martines.  — 
« .l"5£''  A.  Zubülaga.  » 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  129 


« ¡Viva  la  República! 

€  Costas  de  las  \'acas.  —  Paso  de  Barrios. 
Diciembre  30  de  1853. 

«  Excmo.  señor  General  don  César  Díaz. 

«Son  las  seis  de  la  mañana,  y  los  valientes  de 
la  División  á  mi  mando  acaban  de  obtener  un 
triunfo  completo  sobre  el  asesino  Lucas  Moreno, 
que  ha  sido  completamente  derrotado,  sufriendo 
inmensa  dispersión,  muertos,  heridos  y  prisioneros. 

<  Felicito  al  Gobierno  Provisorio,  á  nombre  de 
esta  benemérita  División,  por  la  bella  comporta- 
ción que  ha  observado  en  la  jornada  de  este  día, 
recomendando  á  la  consideración  superior  y  de 
la  patria  el  servicio  que  acaba  de  prestar  á  la 
República. 

«Venancio  Flores.» 

Don  Venancio  Flores  hizo  su  entrada  triunfal  á 

Montevideo  en  los  primeros  días  de  Enero  del  54. 

El  7  tomó  nuevamente  posesión  de  su  cargo   '  . 

1.'     «Ministerio    de  Gobierno. 

«  Montevideo,  Enero  7  de  1854. 


«Habiendo  regresado  de  la  campaña  el  Coronel  don  Venancio 
Flores,  después  de  llenada  satisfactoriamente  la  delicada  é  impor- 
tante misión  que  se  le  confió,    el  Gobierno    Provisorio  acuerda  y 


130  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

César  Díaz  no  quiso  abandonar  el  Gobierno 
sin  dejar  como  último  acto  de  su  desgraciada 
administración,  un  decreto  revocatorio  del  que 
puso  fuera  de  ley  á  don  Bernardo  P.  Berro. 

c  Ministerio  de  Guerra  y  ^larina. 

DECRETO 

<  ^lontevideo,  Enero  5  de  1854. 

Considerando  que  es  humano  y  santo  el 
principio  de  unir  el  triunfo  á  la  indulgencia; 
principio  que  está  en  perfecta  armonía  con  los 
nobles  antecedentes  de  la  inmortal  Defensa  de 
Montevideo,  el  Gobierno  de  la  República,  que  en 
presencia  del  funesto  amago,  exento-  de  temor 
é  inspirado  por  el  amor  á  la  patria,  tomó  la  acti- 
tud firme  y  severa  que  las  circunstancias  deman- 
daban, deseando  hoy  patentizar  que  no  le  agita 
el  espíritu  de  venganza,  é  invitando  á  todos  á  se- 
guir su  ejemplo,  ha  acordado  y 

DECRETA: 

Artículo  1."  Queda  derogado  el  decreto  fecha 

«decreta: 

«  Artículo  1. "  Vuelve  el  Coronel  don  \'enancio  Flores  al  desem. 
peño  de  las  funciones  de  miembro  del  Gobierno  Provisorio,  que- 
dando por  consiguiente  sin  efecto    el  decreto  del  2t  de  Noviembre 

de  1853,  por  el  cual  delegó  sus  funciones. 

.Díaz. 

« .i/<íj«   }of:c  /lg«/n>-. » 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  131 

12  de  Diciembre  de  1853   en  la  parte  que  pone 
fuera  de  la  ley  á  don  Bernardo  P.   Berro   '■■'^  . 
Art.  2/1  Comuniqúese  y  publíquese,  etc. 

DÍAZ. 

Enrique  Martínez. » 

El  país  fué  llamado  á  comicios  inmediata- 
mente   -  . 

El  problema  electoral  vendría  á  agitarlo  nueva- 
mente. 

Eliminados  los  elementos  del  Cerrito,  que  des- 
pués de  la  derrota  optaron  por  la  abstención, 
quedaba  librada  la  solución  del  problema  á  los 
que  habían  sido  vencedores  en  la  guerra. 

;i)  En  el  decreto  sangriento  del  12  de  Diciembre  hasta  el  don 
se  le  había  quitado  al  señor  Berro. 

{2)    «Ministerio  de  Gobierno. 

«  ^Montevideo,  Enero  12  de  1854. 
«  Hallándose  restablecida  la  paz  pública  en  rodo  el  territorio  de 
la  República,  el  Gobierno  Provisorio  decreta : 

«  Artículo  1."  De  conformidad  con  la  disposición  del  decreto  del 
27  de  Octubre  de  1S53.  precédase  el  domingo  5  de  Febrero,  con 
arreglo  á  la  lej-  de  elecciones,  á  la  de  Senadores  y  de  Represen- 
tantes, que  han  de  formar  la  Grande  Asamblea  Constituyente  y 
Legislativa  de  la  República. 

«  Art.  2."  Los  ciudadanos  electos  para  la  Grande  Asamblea  Cons- 
tituyente y  Legislativa  se  reunirán  en  la  sala  que  está  destinada 
para  sus  sesiones,  el  día  19  del  expresado  mes  de  Febrero :  sir- 
viendo de  suficiente  convocatoria  el  recibo  del  acta  de  su 
elección. 
«  Art.  3."  Comuniqúese,  publíquese,   etc. 

«  Flores. 
«  T«rt«  iosé  Agniar.  —  Enrique  Martines. — 
]osé  A,  Zíibillaga.  » 


132  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

La  campaña  militar  había  dado  prestigios  in- 
mensos á  don  Venancio  Flores. 

Su  elección  era  inevitable. 

Solamente  la  acción  de  Rivera  hubiera  podido 
impedirlo.  Muerto  Rivera,  sus  elementos  se  con- 
gregaron alrededor  del  jefe  victorioso,  que  vino 
á  ser  el  dueño  absoluto  de  la  situación. 

Entretanto,  Melchor  Pacheco  y  Obes,  desde 
Buenos  Aires,  observaba  con  desagrado  el  giro 
que  tomaban  los  sucesos  políticos  en  el  país. 

En  plena  guerra  civil  había  sido  enemigo  deci- 
dido de  las  medidas  violentas  tomadas  por  el 
Gobierno  Provisorio. 

Condenó  con  toda  franqueza  el  ukase  que  puso 
fuera  de  ley  á  don  Bernardo  P.  Berro,  calificán- 
dolo de  decreto  de  sangre. 

Entendía  Pacheco  que  el  partido  de  ÍS  Defensa 
debía  buscar  el  aumento  de  su  poder  haciéndose 
valer  más  y  más  en  la  opinión,  por  su  inteligencia 
de  los  verdaderos  intereses  del  país,  por  la  altura  de 
sus  miras  y  por  la  generosidad  de  su  conducta. 

Juzgaba  que  lucliar  en  las  divisiones  intestinas 
por  el  exterminio  era  propio  de  los  partidos  retró- 
grados ^  ^  . 

<  Humillar  y  exterminar  — decía  — fué  el  pensa- 
miento de  Rosas,  fué  el  deseo  constante  de  Oribe. 

<  He  creído  que  nosotros  no  debíamos  ser  los 
imitadores  de  Rosas  y  Oribe;  en  el  Poder  debe- 

(1 )  De  Pacheco. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  133 

mos    ser  fieles  á   los  principios    proclamados  en 
la  oposición. 

He  querido  hacer  al  país  el  servicio  de  huma- 
nizar las  revoluciones,  cuando  no  pudiéramos 
hacerle  el  de  ponerles  un  término. » 

Establecida  la  paz,  Pacheco  fué  el  primero  en 
pedir  una  ley  de  olvido. 

Su  conducta,  como  es  de  suponer,  en  medio 
de  un  ambiente  caldeado  por  la  pasión  partidaria, 
provocó  la  indignación  de  la  turba,  que  se  des- 
cargó en  recios  ataques  contra  su  persona. 

El  ¡lustre  jefe  de  la  Defensa  fué  calificado  de 
« jefe  de  los  pasteleros   . 

Pacheco,  brillantemente  defendióse  de  la  acu- 
sación gratuita  é  infamante  que  se  le  hacía. 

Declaraba:—  Sin  pretender  la  reputación  de  há- 
biles, ten'emos  conciencia  de  ser  hombres  prác- 
ticos .... 

Si  pedimos  una  ley  de  olvido,  una  política  de 
altura  y  generosidad,  es  precisamente  porque 
creemos  que  en  ello  no  sólo  hay  conveniencia 
para  el  país,  sino  que  también  la  hay,  muy  grande, 
para  el  partido  de  la  Defensa. 

Entiéndase  bien  que  no  creamos  los  partidos 
ni  ha  estado  en  nuestras  manos  evitar  su  exis- 
tencia, que  es  un  bien  ó  un  mal  necesario .... 

Nosotros  en  una  lucha  que  no  habíamos 
creado,  hemos  entrado  de  corazón  ' ' ,  hemos 
buscado  la  victoria,   pero   hemos   entendido  que 

( 1  ;  Se  refería  á  los  sucesos  de  Septiembre  de  1853. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


la  victoria  debía  ser  protección  para  nuestros  con- 
trarios. 

<  Del  día  á  la  mañana  no  desaparecen  las  luchas 
civiles  :  nosotros  que  no  las  amamos,  hemos  creído 
que  en  el  uso  del  triunfo  se  encontraba  un  pode- 
roso medio  de  dificultar  otras  luchas,  de  ir  dis- 
minuyendo los  odios  que  nos  dividen.  > 

El  distinguido  estadista,  que  era  hombre  de 
profundas  convicciones  partidarias,  de  espíritu  ele- 
vado y  de  alma  generosa  no  hacía  un  crimen 
en  los  adversarios  tener  también  sus  conviccio- 
nes. 

Su  altruismo  lo  llevaba  hasta  la  persuasión  de 
que  con  las  mejores  intenciones  y  con  el  más  puro 
patriotismo  pudiesen  colocarse  otros  en  filas  opues- 
tas á  las  suyas. 

<No  tengo  la  facultad  de  aborrecer  — decía  — no 
tengo  repulsión  sistemada,  sino  para  los  que  colo- 
cados allí  ^)  se  han  manchado  con  crímenes  inú- 
tiles á  la  causa  y  vergonzosos  para  el  país. » 

Por  lo  demás,  las  acusaciones  que  se  hacían  á 
Pacheco  eran  de  una  injusticia  tan  evidente  como 
irritante. 

Los  mismos  que  lo  cubrían  de  injurias  ha- 
bían sido  entusiastas  propagandistas  de  \afusió/i 
cuando  Pacheco  la  combatía  por  juzgaria  absurda 
é  imposible. 

El  jefe  de  la  Defensa  manifestó  sin  reservas  su 

( 1)  En  el  Cerrito. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  135 

disgusto  por  la  abstención  á  que  se  había  con- 
denado el  antiguo  partido  blanco,  pues  aparte  de 
que  podría  ejercer  en  el  escenario  una  saludable 
acción  controladora,  veía  en  la  abstención  //// 
medio  de  aumentar  el  malestar  reinante,  porque  el 
partido  político  que  renuncia  su  acción  en  el  campo 
legal,  parece  indicar  su  resolución  de  obrar  fuera 
de  él....    '' 

Luego  que  se  hubo  formado  la  Asamblea  que 
debía  resolver  el  problema  presidencial,  notóse 
en  su  composición  una  mayoría  numerosa  de  los 
antiguos  riveristas  que  respondían  incondicional- 
mente  á  don  Venancio  Flores. 

Pacheco  juzgaba  que  la  elección  de  Flores  no 
era  solución  práctica  y  conveniente. 

El  nuevo  Gobierno  constitucional  tenía  mucho 
que  reconstruir;  pero  para  que  pudiese  lograr  el 
cumplimiento  de  su  misión,  debía  emplear  una 
gestión  política  hábil  y  prudente,  que  tuviera  Ja 
virtud  de  calmar  las  pasiones  enardecidas  por  la 
guerra  civil. 

El  jefe  de  la  Defensa  estaba  convencido  de 
que  sobre  la  base  del  odio  nada  estable  podía 
crearse.  La  paz  pública  peligraría  constantemente 
como  consecuencia  del  gobierno  militar  que  se 
estableciera,  y  el  país  vendría  á  ser  presa  de  las 
vulgaridades  entronizadas,  para  las  que  Pacheco, 
como  todos  los  hombres  de  pensamiento,  tenía 
profundo  desprecio. 

(Ij     De  ¡\I.  Pacheco  }"   Obes. 


136  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

La  muerte  de  Rivera  impresionó  fuertemente  á 
Pacheco,  quien  se  persuadió  del  fracaso  de  todos 
sus  planes. 

A  pesar  de  eso  abandonó  inmediatamente  Bue- 
nos Aires,  embarcándose  para  Montevideo. 

Llegado  al  país  emprendió  nuevamente  su  cam- 
paña. 

Muy  pronto  se  vio   rodeado  de  enemigos. 

Hasta  se  pretendió  desautorizar  su  palabra, 
negando  sus  inmensos  servicios  prestados  á  la 
Defensa. 

Entretanto  los  hombres  del  Poder  sentían  el 
aislamiento  á  su  alrededor. 

Los  conservadores,  tan  pronto  terminó  la  lucha 
contra  el  caudillaje  oribista,  volvieron  nuevamente 
á  colocarse  distantes  del  Gobierno. 

Los  elementos  del  Cerrito  manteníanse  en  com- 
pleta rebeldía. 

Sus  caudillos,  á  quienes  don  Venancio  Flores 
impidió  que  volvieran  al  país  ^'^  amenazaban 
constantemente  las  fronteras. 

El  Gobierno  comenzó  por  tomar  medidas  de 
carácter  militar. 

Dividió  el  territorio  de  la  República  en  zonas, 

(1)    «Ministerio  de  Guerra  y  Marina. 

«Montevideo,  Enero  9  de  1854. 

«  Artículo  1."  Quedan  indultados  y  en  libertad  de  volver  á  sus 
Departamentos  todos  los  individuos  que  hayan  estado  en  armas 
contra  el  Gobierno  Provisorio  y  la  causa  que  sostiene  hoy  la 
República. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  137 

entregándolas  á  jefes  oscuros,  que  ningún  pres- 
tigio aportaban  á  la  situación. 

Los  conservadores  quedaron  completamente  anu- 
lados. 

Apenas  tenían  unos  pocos  asientos  en  la  Grande 
Asamblea  Legislativa  y  Constituyente. 

La  campaña  de  Pacheco,  á  despecho  de  todas 
sus  energías,  de  su  lenguaje  persuasivo  y  mode- 
rado y  de  su  habilidad  en  la  dirección  de  los 
elementos    que  le   respondían,  no  dio    resultado. 

El  país  con  el  gobierno  militar  y  la  perspec- 
tiva de  su  perpetuación,  fué  decayendo  moral  y 
políticamente. 

Los  mismos  hombres  del  Poder  llegaron  al  con- 
vencimiento de  que  era  imposible  con  los  ele- 
mentos propios  consolidar  la   situación. 

Don  Venancio  Flores  vióse  rodeado  de  dificul- 
tades é  impotente  para  poner  término  al  malestar 
reinante. 

El  pensamiento  de  la  intervención  imperial  fué 
haciendo  camino  en  todas  las  esferas  sociales. 
Se  pensaba  que  de  este  modo  quedaría  garantida 
la  tranquilidad^  pública  y  que  la  nación  saldría  de 
su  postración. 

«  Art.  3. o  Xo  son  comprendidos  en  este  indulto  los  individuos 
siguientes  : 

«  Lucas  ?Ioreno,  Diego  Lamas,  Dionisio  Coronel,  Juan  Barrios, 
Cipriano  Carnes,  Bernardino  Olid,  Timoteo  Aparicio,  Juan  Car- 
valho,  Jacinto  Barbat,  Francisco  Laguna,  Pedro  Carro,  Lázaro 
Pérez,  Doroteo  López,  Juan  P.  Pastrana. 

«  Flores. 
«  Eiiyiqíie  Martiitex.  » 


138  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

La  ¡dea  no  podía  ser  más  desgraciada:  la  intro- 
misión extranjera  jamás  podía  ser  favorable. 

Ya  la  experiencia  nos  había  ensenado  que  sólo 
había  servido  para  fomentar  nuestra  ruina  y  la 
anarquía  ''■^l 

Juan  Carlos  Gómez,  siempre  celoso  de  la  dig- 
nidad y  de  los  intereses  nacionales,  formuló  su 
protesta  contra  toda  intervención  del  Imperio  en 
nuestros  asuntos  internos. 

Ni  política    ni    económicamente  —  decía  —  es 
sostenible  la  intervención  armada. 

Políticamente,  entendían  los  conservadores  que 
era  deplorable,  por  cuanto  vendría  á  vigorizar  el 
régimen  existente,  asegurando  la  elección  presi- 
dencial de  don  Venancio  Flores,  lo  que  en  aque- 
llos instantes   significaba  una  derrota  para  el  país. 

Melchor  Pacheco  y  Obes  y  los  conservadores 
tenían  la  convicción  de  que  la  elección  de  Flores 
constituía  un  absurdo. 

La  exclusión  absoluta  de  los  caudillos  y  el  esta- 
blecimiento definitivo  del  gobierno  civil,  que  es 
el  ideal  republicano,  era  para  ellos  la  única  solu- 
ción patriótica  y  decorosa  y  en  perfecta  armonía 
con  los  legítimos  intereses  nacionales. 

Por  su  lado  económico,  la  entrada  al  territorio 
de  la  República  del  ejército  del  Imperio,  era  deplo- 
rable. 


{ 1  )  Ya  sabemos  cuál  fue  la  conducta  del  Plenipotenciario  bra- 
silero, cuando  en  1853  el  Presidente  Giró  solicitó  el  apoyo  del 
Imperio,  que  por  los  tratados  de  1851  estaba  obligado  á  conceder. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  139 

El  estado  financiero  nuestro  no  podía  ser  más 
calamitoso. 

El  país  en  escombros  y  arruinado,  sin  otra 
perspectiva  que  la  de  nuevas  convulsiones,  sin 
fuente  ninguna  de  recursos,  sin  industrias,  sin  hábi- 
tos  de   trabajo,    sin    iniciativas    de    clase  alguna. 

Los  presupuestos  impagos  acumulados,  la  des- 
moralización y  la  miseria  por  todos    lados. 

Aparte  de  esas  consideraciones  de  orden  polí- 
tico y  económico,  ya  bastante  poderosas  para 
justificar  las  resistencias  de  Juan  Carlos  Gómez 
y  de  los  conservadores  á  la  intervención  del  impe- 
rio, mediaban  también  poderosas  razones  de  orden 
moral. 

Era  desdoroso,  significaba  una  tutela  por  demás 
vejatoria,  que  los  soldados  imperiales  vinieran  á 
consolidar  el  orden  interno  en  la  República  y 
hacer  efectivas  las  garantías  sociales. 

Sin  embargo,  pensamiento  tan  desgraciado  fué 
echando  raíces,  llegando  á  ser  una  aspiración  de 
la  inmensa  mayoría  de  nuestros  hombres. 

Don  Venancio  Flores  supo  explotarlo  en  su 
favor.  Y  como  para  mortificar  el  patriotismo  y  la 
dignidad  de  los  conservadores,  que  en  aquellos 
momentos,  como  siempre,  defendían  el  buen  nom- 
bre del  país,  pidió  y  obtuvo  la  entrada  de  4000 
soldados  del  ejército  brasilero,  de  conformidad 
con  las  altas  y  elevadas  miras  del  Gobierno  de 
S.  M.  el  Emperador  que  tan   digna  y  generosa- 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


mente  sabía  proteger  los  intereses  generales  de  la 
nación. 

Esta  conducta  humillante  é  indigna  del  gobierno 
militar,  que  debió  provocar  la  explosión  de  las 
iras  nacionales,  fué  sin  embargo  prestigiada  por 
la  actitud  no  menos  indigna  y  humillante  de  los 
personajes  más  conspicuos  del  Cerrito,  que  acu- 
dieron   á    la    Legación   imperial    á    implorar    del 

«Ministerio  de  Gobierno  y  Relaciones. 

«Montevideo,  Enero  31  de  1854. 

«  ACUERDO 

«  Reconociendo  en  los  actuales  momentos  como  de  la  mayor  nece 
sidad  la  entrada  al  territorio  de  la  República  de  una  fuerza  de  4000 
hombres  del  ejército  brasilero,  de  conformidad  con  las  altas  y  ele- 
vadas miras  de  S.  M.  el  Emperador  del  Brasil,  porque  esto  impor- 
taría la  más  eficas  ¡iarantia  para  los  intereses  'generales  de  la 
nación,  que  S.  M.  tan  digna  y  generosamente  protege; 

*  El  Gobierno  Provisorio,  en  acuerdo  de  esta  fecha,  ha  dis- 
puesto: 

<  1."  Autorízase  al  Ministro  de  Gobierno  y  Relaciones  Exterio- 
res para  que  por  medio  de  letras  reversales,  acuerde  con  el 
Ilustrísimo  }•  Excmo.  señor  doctor  don  José  María  do  Amara!, 
E.  E.  y  M.  P.  de  S.  M.  el  Emperador  del  Brasil,  la  entrada  de 
aquella  fuerza  bajo  las  bases  siguientes: —I.»  Una  División  del 
Ejército  de  S.  M.,  compuesta  de  4000  hombres,  vendrá  al  territo- 
rio de  la  República,  haciendo  su  entrada  el  30  de  Marzo; 

« 2.°  El  Gobierno  someterá  este  acto  á  la  aprobación  de  la 
H.  A.  G.  Constitu}-ente,  de  conformidad  con  lo  que  prescribe  la 
sección  4.»,  artículo  17  de  la  Constitución,  parte  11.» 

«3.»  Los  gastos  que  esa  fuerza  hiciese  durante  su  permanencia 
en  la  República,  los  abonará  el  Gobierno  en  los  términos  y  bajo 
la  forma  estipulada  en  el  art.  11  de  la  Convención  de  subsidios 
del  12    de  Octubre  de  1851,  para  el  pago  de  dichos  subsidios. 

«  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

•  Flores. 
«  Enrique  Martines.  —  }os¿ 
A.  Zitbillaga. » 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  141 

doctor  do  Amaral  la  intervención  armada  como 
indispensable  para  darnos  garantías  sociales  y 
hacer  efectivos  y  duraderos  la  paz,  el  orden  y  el  im- 
perio de  las  instituciones. 

Rebajado  de  este  modo  el  nivel  moral  del  país, 
no  había  de  causar  extrañeza  que  el  Mariscal  don 
Francisco  Félix  da  Fonseca  Pereyra  Pinto,  desde 
« el  Cuartel  General  de  la  División  Imperial  de 
observación  cerca  de  los  cerros  de  Bagé  pro- 
clamase á  sus  soldados  al  franquear  la  frontera, 
en  esta  forma: 


c  Montevideo,  Enero  30  de  1S54. 
«Excmo.  señor: 

«  Nosotros  los  ciudadanos  orientales  que  firmamos  la  represen- 
tación anexa,  declaramos  que  lo  hacemos  persuadidos  de  que  la 
intervención  armada  á  que  ella  alude,  es  indispensable,  no  sólo 
para  darnos  garantías  sociales,  sino  también  para  ponernos  en 
pleno  goce  de  nuestros  derechos  políticos,  de  los  cuales  de  fado 
nos  hallamos  privados,  porque  anarquizado  el  país,  sin  garantía 
de  género  alguno,  necesitamos  de  la  intervención  armada  á  fin 
de  que  el  Brasil,  en  cumplimiento  de  los  Tratados  del  12  de  Octu- 
bre de  1851,  haga  efectivos  y  duraderos  la  paz,  el  orden  y  el  impe- 
rio de  las  instituciones. 

<  Luis  de  Herrera. —  Enrique  de  Arras- 
caeta.  —  Carlos  Jitanicó.  —  Federico 
Nin  Reyes.  —  Pantaleón  Peres.  — 
Antonio  de  las  Carreras.  —  Doroteo 
Garda.  —  Lesmes  Bastarrica.  —  Cris- 
tóbal Salvañadi. — Luis  G.  de  la 
Torre.  —  Eduardo  de  las  Carre- 
ras .  — José  Váxques  Sagastuiiie.  — 
Jjian  losé  Segundo.  —  Avelino  Lere- 
na.—Jitan José  de  Herrera.  —  Car- 
los Lacalle. — José  P.  Clave.  —  Be- 
nito Baenn. —  Andrés  Viana.' 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


v:  Soldados: 

No  tenemos  enemigos  que  combatir,  ni  enarbo- 
lanios  la  bandera  de  ningún  partido. 

Vamos  á  prestar  el   auxilio   que  de  nosotros 

necesitan  los  ciudadanos  honrados  de  todos  los 

partidos  en  favor  de  la  organización  de  ese  país. 

<  Nuestra  misión  es  enteramente  de  paz  y   de 

conciliación. 

La  conducta  de  la  tropa  imperial  debe  ser  tan 
noble  como  el  fin  que  se  ha  propuesto  nuestro 
Augusto  Soberano,  cuyo  pensamiento  de  no  vul- 
gar magnitud,  se  halla  claramente  enunciado  por 
su  ilustre  Delegado  el  Excmo.  señor  doctor  don 
Joáo  Luis  Viera  Cansangao  de  Sinimbú,  digno 
Presidente  de  la  Provincia  de  Río  Grande  del  Sud. » 

Y  don  Venancio  Flores  colmaba  poco  después 
toda  medida  recibiendo  á  los  soldados  imperiales 
con  esta  proclama: 

« ¡Hijos  del  Brasil!  Digna  y  generosa  es  la  mi- 
sión que  vais  á  desempeñar  en  la  patria  de  los 
Orientales :  que  la  fraternidad  iguale  á  la  disci- 
plina y  al  valor,  y  los  objetos  humanitarios  de  la 
intervención  coresponderán  á  tan  alta  misión. 

Así  conquistaréis  los  aplausos  y  las  bendicio- 
nes de  todos  los  gobiernos  y  pueblos  que  la  con- 
templan;  así  lo   espera   vuestro  aliado   y  amigo, 

Venancio  Flores.  > 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


Los  sucesos  habían  venido  preparando  el  triunfo 
de  don  Venancio  Flores. 

La  reacción  criminal  de  los  caudillos  del  Ce- 
rrito  había  decretado  su  elección. 

Exactamente  como  lo  había  previsto  Melchor 
Pacheco  y  Obes. 

Los  hombres  de  pensamiento  hicieron  sin  em- 
bargo un  último  esfuerzo  para  asegurar  otra  so- 
lución. 

Don  Andrés  Lamas,  en  Río  Janeiro,  juzgó  poder 
sacar  partido  de  la  intervención  armada,  y  ya  que 
á  ésta  se  le  había  atribuido  una  digna  y  generosa 
misión  en  la  patria  de  los  orientales,  juzgó  el 
hábil  diplomático  que  nuestro  decoro  no  queda- 
ría mucho  más  menoscabado  con  su  intromisión 
en  la  cuestión  presidencial. 

El  18  de  Febrero  de  1854  escribía  á  su  amigo 
el  Vizconde  Paraná,  Ministro  de  Negocios  Ex- 
tranjeros del  Imperio,  estas  líneas: 


En  esta  situación  está  en  manos  del  Brasil 
darnos  un  gobierno  regular  y  evitar  la  recons- 
trucción del  caudillaje... 

En  esto  está  la  salvación  de  mi  país  y  el  su- 
ceso de  la  política  de  V.  E. 

Si  se  retrocede  ante  las  dificultades  que  puede 
crear  la  posición  accidental  y  sin  base  sólida 
de  algunos  hombres  ^  ;  si  se  abandona  la  elec- 

( 1 )    Se  refería  A  don  Venancio  Flores. 


144  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

ción  de  Presidente  ó  se  auxilia  la  elevación  de 
un  caudillo,  mi  país  y  la  política  de  V.  E.  están 
irremisiblemente  perdidos. 

<  Dentro  de  poco,  todos  los  sacrificios  que  hoy 
se   hacen  irán  á   parar  en  una  nueva   catástrofe. 

«  Mejor  sería  abandonar  ahora  la  obra  que  darle 
por  base  la  reconstrucción  del  caudillaje. 


El  12  de  Marzo  de  1854,  la  Doble  Asamblea 
elegía  unánimemente  Presidente  Constitucional  por 
el  período  complementario  de  dos  años,  hasta  el 
1.0  de  Marzo  de  1856,  á  don  Venancio  Flores. 

Los  conservadores,  momentos  antes  de  la  elec- 
ción, habían  abandonado  la  sala. . . . 

Aquella  solución  fué  el  coronamiento  de  la  obra 
de  la  guerra  civil. 

«  . . . .  en  nuestro  tristísimo  modo  de  ser,  era 
lógico  que  el  soldado  victorioso  asumiese  el 
mando  supremo    '. - 


El  primer  ensayo  de  fusión  había  dado  sus 
frutos. 

Nos  dejaba  en  estado  más  desesperante  que  el 
anterior  al  Pacto  de  Octubre. 

De  Marzo  del  52  á  Septiembre  del  53,  vivimos 

( 1 )    De  don  Andrés  Lamas. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


bajo  el  imperio  de  una  política  de  mistificación 
constante,  de  mentira,  de  extravíos  y  desaciertos 
de  todo  orden,  predominando  un  artificialismo 
funesto  que  no  tuvo  más  virtud  que  arrastrar  el 
país  á  una  situación  intolerable. 

Producida  la  reacción  é  implantado  un  régimen 
saludable  de  libertad,  de  política  sincera,  se  opera 
la  contra -reacción  de  los  que  invocando  los  prin- 
cipios fusionistas,  pretendían  entregar  el  país  al 
caudillaje  semi  salvaje  del  Cerrito. 

Como  consecuencia  lógica  de  esta  conducta 
criminal,  se  acentúa  la  reacción  colorada  que  da 
en  tierra  con  la  política  liberal  establecida  en  Sep- 
tiembre, para  sustituirla  por  las  intransigencias 
partidarias  y  una  política  de  arbitrariedades. 

Y  como  coronamiento  á  tantas  desgracias,  el 
establecimiento,  por  medios  legales,  del  gobierno 
militar,  que  había  de  imponer  al  país  el  vejamen 
de  consolidar  su  situación  con  la  intervención 
armada  del  Gobierno  imperial. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


IV 


Los  desaciertos  del  gobierno  militar  provoca- 
ron en  todo  el  país  un  movimiento  de  opinión 
contrario  á  su  marcha. 

Las  medidas  atentatorias  contra  la  prensa,  de 
Marzo  del  54,  en  vez  de  calmar  las  pasiones,  que 
era  el  fin  buscado  por  los  hombres  del  Poder, 
sólo  tuvieron  la  virtud  de  exasperar  los  ánimos. 

Los  elementos  floristas  se  sintieron  impotentes 
para  resolver  solos  el  problema  comicial  del  54. 
Cedieron  ala  ley  de  la  necesidad,  transigiendo  nue- 
vamente con  los  conservadores;  pero  tan  pronto 
quedó  constituido  el  Cuerpo  Legislativo,  las  vie- 
jas disensiones  reaparecieron,  colocando  á  aqué- 
llos otra  vez  á  buena  distancia  del  Gobierno  •  ^  ■. 

(1)    \'éase    «El    i'acto  de   la  L'nión  > —  Carlos    Oneto  y   \'iana. 
Capítulo  n. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


El  año  55  se  inició  bajo  terribles  auspicios. 

A  una  situación  política  sin  horizontes  se  unió 
una  mala  situación  económica,  que  muy  pronto 
había  de  volverse  desastrosa    ^  . 

La  lucha  entre  conservadores  y  floristas  llegó 
á  ser  cuestión  de  vida  ó  muerte. 

Dio  origen  á  una  serie  de  disposiciones  gu- 
bernativas contra  la  libertad  de  pensamiento  y  el 
honor  de  los  ciudadanos,  que  vino  á  hacer  más 
profundos  los  antagonismos  existentes  entre  el 
país  y  los  hombres  del  Poder. 

Don  Venancio  Flores,  sintiendo  el  vacío  á  su 
alrededor,  perdió  la  serenidad  que  su  situación 
reclamaba. 

Sólo  atinó  á  desaciertos  mayores. 

Cometió  la  indignidad  de  atribuirá  los  conser- 
vadores, que  habían  asumido  una  actitud  amena- 
zante, connivencias  con  don  Manuel  Oribe,  que 
llegaba  entonces  de  Europa,  de  regreso  del  viaje 
emprendido  en  1853. 

Las  violencias  de  las  autoridades  provocaron 
las  violencias  de  la  oposición. 

En  Agosto,  los  conservadores,  dirigidos  por 
don  Lorenzo  Batlle,  don  José  María  Muñoz  y  don 
Fernando  Torres,  acudieron  á  las  armas  y  ex- 
pulsaron á  don  Venancio  Flores  del  Fuerte  '■-'>. 

1  )  El  Imperio  se  negó  á  seguir  prestándonos  el  subsidio  pe- 
cuniario mensual  que  don  A.  Lamas  había  conseguido  á  princi- 
pios de  1854. 

(2)    Véase  «El  Pacto  delaUnión»  —  Carlos  Oneto  y  Mana,  pá- 
ginas 47  á  55. 


14S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

La  transacción  absurda  del  9  de  Septiembre  -^^ 
puso  término  á  la  lucha;  sin  embargo  la  autori- 
dad del  Gobierno  que  surgió  de  concesiones  recí- 
procas, no  podía  tener  la  virtud  de  infundir  con- 
fianza al  país. 

Por  otra  parte,  don  Venancio  Flores,  que  con 
sus  extravíos  había  provocado  la  rebelión,  á  pesar 
de  su  derrocamiento  continuó  siendo  el  jefe  de 
la  situación. 

Los  hombres  del  Gobierno  se  esforzaron  por 
encontrar  una  solución  que  consolidase  la  auto- 
ridad y  la  rodeara  de  prestigio. 

Don  Venancio  Flores  juzgó  sin  embargo  in- 
eficaz buscar  esa  solución  entre  los  elementos  que 
permanecían  en  abierta  rebeldía  contra   el  Poder. 

Nada  se  obtendría  de  ellos  sino  mediante  nue- 
vas transacciones  que  modificarían  casi  radical- 
mente el  régimen  político  imperante. 

Prefirió  recurrir  á  don  Manuel  Oribe. 

El  siniestro  personaje  vinculado  estrechamente 
á  los  caudillos  del  Cerrito  y  á  todos  los  elemen- 
tos de  acción  que  le  habían  respondido  en  la 
Guerra  Grande,  podría  aportar  al  Gobierno  un 
contingente  poderoso  que,  aliado  al  caudillaje 
florista,  anulase  completamente  las  resistencias  de 
la  oposición. 


(1)  Renunció  don  \'enancio  Flores  la  Presidencia  y  se  aceptó 
á  don  ^lanuel  Basilio  '  Bustamante,  como  Presidente  del  Senado 
en  ejercicio  del  Poder  Ejecutivo.  A  mayor  abundamiento,  véase 
€  El  Pacto  de  la  Unión»,  páginas  56  A.  &). 


CARLOS  ONETO  Y   VIAXA 


La  alianza  del  antiguo  soldado  de  Rivera  con 
el  teniente  de  Rosas,  provocó  la  indignación  de 
los  hombres  de  la  Defensa. 

Aquel  acto  significaba  la  mayor  infamia  con 
que  el  caudillaje  analfabeto  podía  ultrajar  la  dig- 
nidad del  país;  y  don  Venancio  Flores  al  reali- 
zarlo, acometía  una  empresa  vandálica  que  ten- 
dría su  coronamiento  en   una   charca   de   sangre. 

Además  envolvía  un  peligro  extraordinario  para 
el  partido  de  la  Defensa,  pues  faltando  Pacheco  ^^ 
y  Rivera,  entregado  aquél  á  los  verdugos  de  Ro- 
sas, quedaba  amenazado  en  su  propia  existencia. 

Los  conservadores  supieron  nuevamente  dar 
pruebas  de  abnegación  y  altivez  patrióticas. 

Sin  calcular  las  consecuencias  de  una  lucha  te- 
meraria, enfrente  de  enemigos  formidables,  toma- 
ron otra  vez  las  armas  y  corrieron  al  Fuerte  -   . 

Las  jornadas  memorables  de  Noviembre  dan 
cuenta  de  su  heroísmo  legendario;  de  loque  eran 
capaces  siempre  que  hubiese  necesidad  de  soste- 
ner los  principios  de  la  Defensa. 

Cinco  días  de  lucha  en  las  mismas  calles  de 
Montevideo;  cinco  días  de  sufrimientos,  de  es- 
fuerzos y  de  sacrificios  para  salvar  el  decoro 
y  los  intereses  del  país. 

(i;  Melchor  Pacheco  y  Obes  murió  el  24  de  Maj-o  de  1S54  en  Bue- 
nos Aires,  donde  residía. 

Después  del  triunfo  de  don  \^enancio  Flores  resolvió  Pacheco 
abandonar  el  país. 

(2;  Véase  c  El  Pacto  de  la  Unión  »,  por  Carlos  Oneto  y  Viana  ; 
páginas  68  A  72. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Destruidas  á  metralla  las  resistencias  de  los 
conservadores,  don  Manuel  Oribe  y  don  Venancio 
Flores  restablecieron  en  el  Gobierno  la  política 
fusionista. 

Se  da  comienzo  á  una  nueva  era. 

Pero  es  de  notar  que  este  nuevo  ensayo  de 
fusión  presenta  un  carácter  radicalmente  distinto 
al  ensayo  operado  á  raíz  de  la  paz  del  51. 

La  fusión  de  1851  tuvo  su  fundamento  en  el 
Pacto  de  Octubre. 

La  fusión  de  1855  lo  tuvo  en  el  Pacto  del  11 
de  Noviembre. 

El  primero  fué  obra  de  la  abnegación  y  el  al- 
truismo de  los  hombres  de  la  Defensa,  que  creían 
un  deber  de  conveniencia  nacional  y  de  concien- 
cia (^^  olvidar  el  pasado  y  juzgaban  imposible  la 
reconstrucción  del  país  sin  la  cooperación  de  los 
elementos  honestos  que  por  cualquier  motivo  hu- 
bieran seguido  á  don  Manuel  Oribe. 

Fué  además  una  fórmula  para  poner  término  á 
la  lucha  sangrienta,  horrible  y  devastadora  que 
venía  sufriendo  la  República  desde  tres  lustros 
atrás  y  por  la  que  se  encontraba  en  estado  ago- 
nizante. 

Por  otra  parte,  don  Manuel  Herrera  y  Obes 
juzgó  que  podía  ser  de  graves  consecuencias 
la  terminación  de  la  guerra  por  la  guerra^  en- 
frente de  Montevideo,  con  la  intervención  de  Ur- 
quiza  y  sobre   todo  del  Ejército  Imperial. 

( 1 )    De  don  Andrés  Lamas. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


Pensó  que  era  medida  práctica  y  de  grandes 
previsiones  poner  término  de  una  vez  á  la  lucha 
dentro  de  nuestro  territorio,  para  presentarnos  á 
los  políticos  del  Imperio  como  avenidos  y  en  per- 
fecta concordia,  demostrándoles  que  el  único  ene- 
migo que  había  que  combatir  no  estaba  dentro  de 
la  República,  sino  que  era  Rosas,  el  perturbador 
de  la  paz  de  estos  países  y  el  que  podía  más 
tarde  con  sus  ambiciones  desmedidas  causar  muy 
serios  trastornos  al  Brasil. 

AI  mismo  caudillo  entrerriano  convenía  ense- 
ñarle que  en  nuestro  país  no  tenía  ninguna  mi- 
sión que  cumplir;  que  su  intervención  en  nues- 
tras cuestiones  internas,  fuera  cual  fuera,  sería 
abusiva. 

El  Pacto  del  55,  en  cambio,  no  tuvo  ninguno 
de  esos  fines. 

No  había  que  poner  término  á  ninguna  guerra 
interna. 

No  había  ningún  enemigo  extraño  que  combatir. 

Ningún  peligro  existía  tampoco  de  intervención 
de  los  gobiernos  vecinos  en  nuestros  asuntos  do- 
mésticos. 

Ni  fué  un  acuerdo  al  que  entraran  los  viejos 
partidos  representados  por  sus  elementos  cons- 
picuos. 

El  Pacto  de  la  Unión  presenta  un  carácter  muy 
distinto. 

Fué  puramente  la  alianza  del  caudillaje//<?r¿s/¿7, 
en  rebelión  franca  y  resuelta  contra  los  hombres 


152  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

de  pensamiento,  con  el  caudillaje  oríbista :  los  ene- 
migos á  muerte  de  1853  constituidos  en  gran 
asociación  fraternal. 

Ni  siquiera  los  elementos  civiles  de  valía  del 
antiguo  partido  blanco  concurrieron  á  su  celebra- 
ción. Desvinculados  de  don  Manuel  Oribe  por 
razones  varias,  se  habían  anexado  á  los  conser- 
vadores en  defensa  de  sus  propias  garantías  con- 
tra las  arbitrariedades  del   gobierno  militar. 

Restablecido  el  orden  con  el  caudillaje  del 
Cerrito,  vino  éste  naturalmente  á  ejercer  un  domi- 
nio casi  absoluto  en  el  escenario  político. 

Las  consecuencias  del  cambio  de  situación  se 
vieron  de  inmediato. 

Los  blancos  llamados  liberales  ó  constituciona- 
les, ante  la  perspectiva  de  la  soñada  restauración 
que  les  ofrecía  la  conducta  de  don  Venancio  Flo- 
res, no  trepidaron  en  cometer  una  gran  felonía : 
traicionaron  á  los  conservadores  y  rodearon  á  su 
antiguo  jefe. 

Desde  ese  momento  el  influjo  ejercido  por  don 
Manuel  Oribe  fué  siendo  cada  día  mayor,  en  tanto 
que  la  acción  de  don  Venancio  Flores  iba  redu- 
ciéndose sensiblemente. 

No  podía  ser  de  otro  modo. 

De  un  lado  se  encontraba  todo  el  partido  oribista 
aleccionado  con  sus  triunfos,  organizado  y  perfec- 
tamente regimentado,  con  su  antiguo  jefe  á  la 
cabeza,  ocupando  por  la  fuerza  de  los  aconteci- 
mientos, posiciones  oficiales  importantes. 


CARLOS  ONETO  Y  VI ANA 


Del  otro,  don  Venancio  Flores  con  los  caudillos 
que  le  seguían  y  una  fracción  partidaria  pequeña, 
sin  valimiento,  sin  prestigios,  sin  autoridad,  en 
la  que  los  personajes  espectables  eran  algunas 
perfectas  nulidades  del  antiguo  partido   riverista. 

La  lucha  presidencial  del  56  puso  en  eviden- 
cia el  poder  de  cada  uno  de  los  caudillos. 

Don  Venancio  Flores  contaba  en  las  Cámaras 
con  mayoría  suficiente  para  resolver  el  problema 
del  1.'^  de  Marzo. 

Los  miembros  de  la  Asamblea  que  le  eran 
adictos  habíanle  declarado  bajo  la  más  solemne 
promesa,  que  no  procederían  á  la  aceptación  de 
candidato  alguno  sin  ponerse  previamente  de 
acuerdo  con  él    '  . 

Don  Venancio  Flores  se  inclinaba  por  el  señor 
Francisco  Agell,  persona  de  su  confianza,  que 
conocía  íntimamente  por  haberle  dispensado  du- 
rante largo  tiempo  su  amistad  y  que  había  tenido 
por  repetidas  veces  á  su  lado  ocupando  alter- 
nativamente los  Ministerios  de  Gobierno  y  Rela- 
ciones y  Hacienda. 

Á  don  Manuel  Oribe  no  le  convenía  el  candi- 
dato propuesto,  que  pecaba  por  extremada  adhe- 
sión á  su  aliado. 

Juzgó  que  una  vez  restablecida  la  tranquilidad 
en  el  país  y  entrado  éste  de  lleno  á  la  política 
fusionista  bajo  el  nuevo  Gobierno,  don  Venancio 
Flores   volvería  á  ser  arbitro  de  la  situación. 

(1)    Véase  <  El  Pacto  de  la  Unión»,  pág.  94. 


154  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Opuso  entonces  hábilmente  serias  resistencias 
al  triunfo  de  Agell. 

Don  Venancio  FFores  aceptó  resignado  el 
rechazo  de  su  candidato,  con  gran  asombro  de 
sus  partidarios,  que  no  le  creían  capaz  de  llevar 
su  debilidad  hasta  una  sumisión  completa. 

Los  miembros  de  la  Asamblea  habían  perma- 
necido absolutamente  extraños  á  las  deliberacio- 
nes de  los  caudillos. 

Don  Venancio  Flores,  que  tenía  en  sus  manos 
la  solución  del  gran  problema,  no  pudo  resistir 
á  la  presión  de  los  elementos  del  Cerrito;  y  en 
vez  de  oponerse  resueltamente  á  las  exigencias 
exorbitantes  de  don  Manuel  Oribe,  cedió  ponién- 
dose   incondicionalmente   á  su   servicio. 

La  consecuencia  de  esta  conducta  fué  la  derrota 
de  César  Díaz,  candidato  de  los  hombres  de  la 
Defensa,  proclamado  á  título  de  protesta  contra 
la  intromisión  humillante  del  teniente  de  Rosas 
que  reaparecía  en  el  escenario  político  después 
de  una  anulación  que  para  el  buen  nombre  y 
dignidad  del    país  debió  ser  irrevocable  ^ '. 

El  triunfo  del  señor  don  Gabriel  Antonio  Pe- 
reyra  en  las  condiciones  en  que  se  produjo,  fué 
un  triunfo  exclusivo  del  caudillaje  oribista. 

Su  candidatura  fué  proclamada  por  el  órgano 
oficial  de  Oribe  é  impuesta  á  don  Venancio  Flores 
antes  de  todo  acuerdo  con  los  electores  flo- 
ristas. 

(1)     \'(5ase  «El  Pacto  de  la  Unión  .,  pAgs.  93  á '105. 


CARLOS  ONETO  V  VIANA  155 

Esto  no  obstante,  una  vez  electo,  el  país  aceptó 
respetuosamente  su  autoridad,  no  teniendo  en 
cuenta  el  origen  de  su  triunfo,  sino  sus  antece- 
dentes políticos  relevantes. 

Los  mismos  conservadores,  que  no  sabían  clau- 
dicar porque  habían  aprendido  á  ser  austeros  al 
lado  de  Melchor  Pacheco  y  Obes,  acataron  patrió- 
ticamente al  nuevo  gobernante,  disponiéndose  á 
prestarle  su  concurso  siempre  que  fuese  reque- 
rido en  condiciones  decorosas. 


156  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


V 


Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  era  hombre  de 
antecedentes  conspicuos  por  su  familia  y  por  sí 
mismo :  varón  consular,  como  decían  los  roma- 
nos   '  . 

Había  envejecido  al  servicio  del  país,  al  que 
prestó  su  concurso  leal  y  abnegado  en  las  épocas 
difíciles  de  la  Independencia,  tanto  en  las  luchas 
contra  España  como  contra  los  portugueses  y  el 
Imperio. 

En  1825  se  le  denunció  á  las  autoridades  bra- 
sileras de  Montevideo  como  conspirador. 

En  ese  tiempo  mantenía  relaciones  secretas  con 
los  patriotas   emigrados  en  Buenos  Aires. 

Fué  de  los  que  con  anticipación  estuvieron  al 

(1)    De  don  Francisco   Bauza:  <  Estudios  Literarios». 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  157 

corriente  de  la  Cruzada  de  los  33  y  de  todos 
sus  planes,  que  le  habían  sido  confiados  por  Lava- 
lleja  y  Oribe,  principalmente  por  éste  último,  con 
quien  estaba  ligado  por  estrecha  amistad  ^''. 

Firmó  en  la  Florida  la  declaratoria  de  incorpo- 
ración el  año  1825,  y  la  sanción  de  nuestra  Carta 
Fundamental  en  182Q,  y  ocupó  un  Ministerio  en  el 
primer   Gobierno  patrio,  presidido  por  Rondeau. 

Constituyente,  Senador,  Diputado,  Secretario  de 
Estado,  siempre  desempeñó  con  celo  y  patriotis- 
mo los  cargos  que  ejerciera. 

Jurada  la  Constitución  é  implantado  en  el  país 
el  régimen  constitucional,  mostróse  hombre  con- 
servador y  como  tal  enemigo  de  las  revueltas  y 
de  los  caudillos. 

En  1834   fué   llamado  al  Fuerte  en   calidad  de 


(1)  €  Buenos  Aires,  ^larzo  24  de  1825. 

«  Querido  compadre  : 

«  Sé  que  has  sido  informado  por  Lavalleja  de  nuestra  próxima 
empresa  de  invasión  ;  y  que  nuestro  amigo  Lecocq  te  ha  dado  los 
detalles  de  que  era  portador. 

«  Es  preciso  una  reserva  absoluta  y  completa,  pues  parece  que 
el  Gobierno  de  aquí  ha  recibido  reiteradas  reclamaciones  para 
alejarnos  y  hostilizarnos. 

«Estamos  decididos  á  invadir  lo  más  pronto  y  salir  de  una  vez 
de  esta  situación  incierta  é  insegura. 

«Creo  que  saldremos  airosos  de  nuestra  empresa;  contando 
que  los  patriotas  como  tú  secundarán  nuestra  obra  de  regenerar 
la  patria,  conquistar  su  libertad  y  lanzar  al  extranjero  usurpa- 
dor de  nuestro  hermoso  territorio. 

«  Te  desea  salud  y  felicidad  tu  afrao. 

« Manuel  Oribe. 

«Ésta  te  la  entregará  el  amigo  Trápani.  » 


15S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Presidente  del  Senado  en  ejercicio  del  Poder  Eje- 
cutivo. 

La  invasión  de  Echagüe  y  Lavalleja  en  183Q  al 
frente  del  ejército  de  Rosas,  lo  tomó  en  el  Go- 
bierno, á  donde  había  ¡do  por  ausencia  de  Rivera, 
que  se  encontraba  en  campaña. 

De  esa  época  arrancaba  su  fama  de  una  ener- 
gía rayana  del  despotismo  cuando  la  contradicción 
ponía  á  prueba  su  temeridad  ' '  \  > 

Se  señaló  por  sus  arbitrariedades  persiguiendo 
á  muchos  ciudadanos  que  juzgaba  fueran  enemi- 
gos de  la  situación. 

Como  partidario  revelóse  entonces  hombre  de 
ideas  arraigadas,  sincero  y  capaz  de  sacrificios. 

Al  invadir  las  legiones  de  Rosas,  proclamó  al 
país  en  estos  términos: 

'¡Conciudadanos!  La  Independencia  Nacional, 
la  Constitución  y  el  orden  público  se  ven  ya 
atacados  á  mano  armada  por  una  horda  de  extran- 
jeros inibécUes  y  por  algunos  orientales  desnatu- 
ralizados, á  quienes  es  preciso  oponer  una  resis- 
tencia firme  y  constante. 

«¡Conciudadanos!  El  honor  nos  llama  á  to- 
dos. > 

Al  frente  del  Gobierno  supo  proceder  como  las 
circunstancias  exigían,  y  no  contribuyó  poco  su 

( 1 )    Bauza. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  159 

energía  al  triunfo  de  la  República  sobre  el  tirano 
de  Buenos  Aires. 

El  1.'5  de  Enero  de  1840,  después  de  destruidas 
por  Rivera  en  los  campos  de  Cagancha  las  hues- 
tes rosistas,  dirigiéndose  en  Mensaje  á  la  H.  A.  O., 
decía: 

Hace  ya  medio  año  que  nuestro  territorio  fué 
invadido  por  un  numeroso  ejército  extranjero, 
enviado  por  el  tirano  de  Buenos  Aires. 

5^  componía  de  hordas  de  aventureros  y  de 
algunos  desnaturalizados  orientales  que,  apelli- 
dando por  escarnio  las  leyes,  derramaban  la  muerte 
y  desolación. 

<'  El  territorio  por  donde  han  atravesado,  ha 
quedado  yermo. 

Sus  partidas  han  visitado  la  mayor  parte  de 
los  Departamentos  y  para  todos  han  sido  una 
plaga  devoradora.  > 

Comenzada  la  resistencia  contra  la  segunda 
agresión  de  Rosas,  iniciada  en  1843  con  la  inva- 
sión de  Oribe,  investido  por  aquél  con  el  doble 
título  de  Presidente  legal  del  Estado  Oriental  y 
General  en  Jefe  del  Ejército  de  Vanguardia  de  la 
Confederación  Argentina,  don  Gabriel  Antonio 
Pereyra  prestó  su  cooperación  franca  y  decidida 
á  la  causa  de  la  República. 

En  la  Defensa  fué  uno  de  tantos  ciudadanos 
distinguidos  que  se  singularizara  por  su  palabra 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


sensata,  sus  consejos  siempre  prudentes  y  sus 
convicciones  sinceras. 

Terminada  la  Guerra  Grande  con  la  fórmula  no 
hay  vencidos  ni  vencedores,  y  establecida  en  el  país 
la  política  de  fusión,  fué  el  señor  Pereyra  uno  de 
los  más  ardientes  propagandistas  de  las  nuevas 
ideas. 

Y  en  efecto,  como  pocos,  despojóse  realmente 
de  todas  sus  antiguas  afecciones,  abandonando 
completamente  su  vieja  divisa. 

En  1854,  don  Venancio  Flores  le  ofreció  el 
Ministerio  de  Gobierno  y  Relaciones. 

Pereyra  supo  declinar  el  cargo  en  una  situación 
que  se  caracterizaba  por  sus  intransigencias  par- 
tidarias. 

Retirado  á  la  vida  privada,  en  1855,  ya  sexage- 
nario, entregado  á  los  trabajos  domésticos,  al 
cuidado  de  su  fortuna  personal  y  al  vicio  que  se 
había  apoderado  de  su  persona  á  punto  de  obs- 
curecer su  inteligencia,  fué  visitado  por  don  Ma- 
nuel Oribe,  quien  le  instó  á  que  aceptara  la  pro- 
clamación de  su  candidatura  á  la  Presidencia  de 
la  República. 


El  señor  Pereyra  era  hombre  desvinculado  abso- 
lutamente del  caudillaje,  muy  principalmente  del 
caudillaje  del  Cerrito,  pues  sus  entusiasmos  fu- 
sionistas  no  habían  llegado  jamás  hasta  estable- 
cer solidaridades  con  los  caudillos  de  la  escuela 
de  Rosas. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


Halagado,  sin  embargo,  en  su  vanidad  por  don 
Venancio  Flores  y  don  Manuel  Oribe,  que  con- 
juntamente fueron  á  su  casa  á  ofrecerle  la  Primera 
Magistratura,  aceptóla,  contando  con  las  seguri- 
dades del  triunfo  que  le  fueron  anticipadas  por  los 
caudillos  aliados. 


Su  candidatura  en  otras  condiciones  que  las 
que  rodearon  su  proclamación,  no  hubiera  podido 
levantar  resistencias  legítimas;  pero  en  las  circuns- 
tancias en  que  apareció,  apuntalada  por  el  caudillaje, 
tuvo  que  ser  impuesta  al  país  á  hierro  y  á  fuego. 

El  señor  Pereyra  fué  al  Gobierno  con  el  pro- 
pósito de  hacer  verdadera  política  de  fusión. 

En  su  programa  inscribió  por  lema  estas  pa- 
labras : 

Paz,  Unión,  Progreso  y  Libertad. 

Su  primer  Ministerio  ' '  y  sus  primeros  actos 
acusan  una  intención  sana,  exenta  de  exclusi- 
vismos odiosos. 

La  composición  del  Consejo  Consultivo,  insti- 
tución destinada  á  «  asesorar  al  Gobierno  cuando 
éste  considerase  oportuno  y  conveniente  oir  su 
dictamen,  que  no  llegó  á  instalarse,  revela  el 
pensamiento  de  implantar  con  verdad  la  política 
fusionista. 


( 1  ■  ^Ministro  de  Gobierno  r  Relaciones,  doctor  don  José  EUauri. 

¡Ministro  de  Hacienda,  don  Doroteo  García. 

^linistro  de  Guerra  }•  Jlarina,  don  Carlos  de  San  Vicente. 

11 


162  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Sin  embargo,  por  el  origen  de  su  triunfo  y  por 
el  propio  encadenamiento  lógico  de  los  sucesos, 
no  era  posible  ni  humano  establecer  una  política 
conciliadora  y  de  concordia. 

El  Pacto  de  la  Unión  había  entregado  el  país  á 
los  elementos  oribistas.  La  influencia  de  los  hom- 
bres de  la  Defensa  había  casi  desaparecido.  Los 
caudillos  del  Cerrito  eran  nuevamente  dueños  y 
señores  de  sus  comarcas. 

Don  Manuel  Oribe  imperaba  en  Montevideo, 
desde  las  memorables  jornadas  de  Noviembre,  en 
que  con  el  auxilio  de  don  Venancio  Flores  ame- 
tralló despiadadamente  á  los  conservadores. 

La  proclamación  del  triunfo  del  señor  Pereyra  en 
la  Asamblea,  había  sido  recibida  por  la  barra  con 
aplausos  estruendosos,  mezclados  con  gritos  de 
¡Mueran  los  salvajes  unitarios!  y  vivas  á  don 
Manuel  Oribe. 

Aquello  era  sarcástico.  Se  festejaba  por  los  si- 
carios de  Rosas  la  elevación  al  Poder  de  quien 
desde  lo  alto  del  Fuerte  había  anunciado  al  país 
la  victoria  de  las  armas  nacionales  en  los  cam- 
pos de  Cagancha  sobre  las  hordas  de  don  Justo 
J.  de  Urquiza  y  de  don  Pascual   Echagüe. 

Triunfante  el  candidato  de  Oribe,  naturalmente 
debía  producirse  el  desborde  de  los  hombres  que 
lo  habían  levantado. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  se  encontró  con 
que  era  imposible  dar  por  fundamento  de  su 
marcha  gubernativa  el  Pacto  de  la  Unión. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  163 

Juzgó  necesario  en  primer  término  consolidar  la 
situación ;  pero  para  ello  había  que  apoyarse  en 
elementos  que  significaran  fuerza  y  prestigio  den- 
tro del  país. 

Don  Venancio  Flores  había  quedado  inmedia- 
tamente liquidado  por  la  fuerza  de  los  aconteci- 
mientos. 

El  triunfo  del  señor  Pereyra  llevaba  envuelta  su 
derrota,  dado  que  la  candidatura  de  aquél  no  ha- 
bía tenido  otro  origen  que  la  voluntad  de  Oribe. 

Los  elementos  del  Cerrito  se  esforzaron  por 
anular  las  tendencias  conciliadoras  del  Jefe  del 
Estado,  alejando  del  Fuerte  á  los  hombres  de  la 
Defensa. 

El  primer  paso  fué  rodear  estrechamente  al 
Presidente,  colmándole  de  agasajos,  halagando  en 
toda  forma  su  egolatría,  que  era  uno  de  sus 
graves  defectos. 

Y  esto  hicieron  no  sólo  los  elementos  escoriá- 
ceos que  habían  acompañado  á  Oribe  en  su 
alianza  con  Flores,  sino  también  los  llamados 
blancos  liberales  ,  aquellos  que  se  habían  dado 
cuenta  perfecta  de  la  ignominia  del  Cerrito,  de 
que  los  salvara  el  Pacto  de  Octubre,  y  que  se 
habían  desvinculado  del  caudillaje  de  la  escuela 
de  Rosas  para  plegarse  á  los  conserva  dores  en 
defensa  de  las  garantías  comunes. 

La  influencia  de  don  Venancio  Flores  desapare- 
ció totalmente  á  los  pocos  días  de  resuelto  el 
problema  presidencial. 


164  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

El  4  de  Marzo  recibía  del  Ministerio  de  la 
Guerra  un  oficio  en  el  que  se  le  notificaba  la  in- 
utilidad de  sus  servicios  por  haber  cesado  en  sus 
efectos  el  decreto  del  18  de  Diciembre  del  año 
anterior,  que  lo  nombrara  Comandante  General 
de  Armas   ^  . 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  le  manifestó  su 
reconocimiento  por  los  relevantes  servicios  presta- 
dos con  la  eficacia  con  que  había  desempeñado  la 
comisión  que  le  fué  confiada  '■-\ 

Se  le  exigía  un  estado  demostrativo  del  arma- 
mento que  había  tenido  y  de  cómo  lo  había  dis- 
tribuido. 

La  permanencia  del  doctor  Ellauri  en  el  Mi- 
nisterio no  era  suficiente  garantía  de  tranquilidad 
y  de  respeto  á  los  preceptos   constitucionales. 

El  eminente  ciudadano  se  encontraba  solo, 
aislado,  en  medio  de  gente  enemiga  dueña  de 
todo  el  escenario. 

No  pasarían  muchos  días  sin  que  llegara  á  la 
persuasión  de  que  sólo  como  elemento  decora- 
tivo ocupaba  el  Ministerio. 

Los  elementos  adictos  á  don  Manuel  Oribe 
andaban  inquietos,  resueltos  á  dar  el  golpe  que 
caracterizase  definitivamente  su  predominio. 

(1)  Don  Venancio  Flores  había  sido  nombrado  Comandante 
General  de  Armas  por  todo  el  tiempo  que  durase  la  Presidencia 
de  don  Manuel  Basilio  Bustaiiiante.  Así  decía  el  decreto  de  fe- 
cha 18  de  Diciembre  de  1855. 

(2)  Nota  del  Ministro  de  Chierra  y  Marina,  don  Carlos  de  San 
\'icente. 


CARLOS  ONETO  Y    VIAXA 


Nada  habían  aprendido,  nada  habían  olvidado, 
como  los  emigrados  de  Coblentz  ^:  > 

El  15  de  Marzo  el  doctor  don  Mateo  Magari- 
ños  Cervantes  hacía  moción  en  la  Cámara  de 
Diputados  para  que  la  Mesa  oficiase  al  P.  E. 
pidiendo  la  convocatoria  de  los  Representantes 
don  Fernando  Torres  y  don  Eduardo  Bertrand, 
llegados  de  Buenos  Aires  después  del  levanta- 
miento de  su  destierro. 

El  P.  E.  había  convocado  por  oficio  especial- 
mente á  cada  miembro  de  la  Asamblea  para  la 
apertura  del  15  de  Febrero,  exceptuando  á  los  Di- 
putados don  José  María  Muñoz,  don  Eduardo 
Bertrand  y  don  Fernando  Torres. 

Estos  ciudadanos,  después  de  la  derrota  en  las 
jornadas  de  Noviembre,  se  habían  embarcado  para 
Buenos  Aires   -I 

El  Gobierno  de  don  Manuel  Basilio  Busta- 
mante  dictó  un  decreto  en  Enero  11  de  1856, 
prohibiéndoles  el  regreso  al  país  ^^l 

(1)  De  !MeIchor  Pacheco  y  Obes. 

(2)  Véase  «  El  Pacto  de  la  Unión »  — Carlos  Oneto  y  Viana, 
pág.  70. 

(3)  « JIontevideo,  Enero  11  de  ISóó. 

«  Considerando  que  la  permanencia  en  el  territorio  de  la  Repú- 
blica de  los  Diputados  don  José  María  !Muñoz,  don  Fernando  To- 
rres 3'  don  Eduardo  Bertrand  perjudicaría  en  las  presentes  circuns- 
tancias el  orden  y  la  tranquilidad  pública,  usando  de  la  facultad 
que  le  conceden  los  artículos  79  y  81  de  la  Constitución  del  Es- 
tado, el  Presidente  de  la  República  ha  acordado  y 

«DECRETA : 

« 1.°  Se  prohibe  á  los  Diputados  doctor  don  José  María  !Muñoz,  don 


166  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Asegurado  el  triunfo  de  la  elección  presiden- 
cial en  favor  del  candidato  del  Pacto,  don  José 
María  Plá,  Presidente  del  Senado  en  ejercicio  del 
P.  E.,  revocó  la  resolución  arbitraria  que  les  im- 
pusiera el  ostracismo  ('^. 

La  moción  del  doctor  Magariños  dio  lugar  á 
que  el  día  18  de  Marzo  se  reprodujeran  en  las 
calles  de  Montevideo  las  escenas  de  barbarie  que 
había  presenciado  Buenos  Aires  en  los  tiempos 
de  don  Juan  Manuel  de  Rosas. 

Don  Fernando  Torres  era  el  hombre  de  las  revo- 
luciones de  Agosto  y  de  Noviembre.  Su  reingreso 
á  la  Cámara  importaba  allí  la  presencia  de  un 
implacable  defensor  de   las   libertades   populares. 

Fernando  Torres  3'  don  Eduardo  Bertrand  el    regreso  al  país  sin 
el  previo  permiso  del  Gobierno. 

«2.°  La  prohibición  impuesta  por  el  artículo  anterior  subsistirá 
hasta  que  por  la  respectiva  Cámara  se  declare  si  hay  ó  no  lugar 
á  la  formación  de  causa  contra  los  expresados  Diputados  por  el 
crimen  de  rebelión  á  mano  armada,  que  les  instruye  el  Gobierno 
ante  la  H.  C.  P.  por  oficio  de  fecha  Noviembre  28  de  1855. 

«  BUSTAMA.XTE. 

'  *  Antonio  Rodiig:,ncz.  —  José  Antonio 

«  Costa.  —Juan  Josc  Duran.  > 

(1)    «^Ministerio  de  Gobierno. 

« ¡Montevideo,  l'ebrero  28  de  1856. 

€  1.0  Todos  los  ciudadanos  que  por  motivos  políticos  están  ausen- 
tes del  país,  quedan  en  libertad  de  volver  á  él. 

<2.o  Queda  derogado  el  decreto  del  11  de  Enero  próximo  pasado, 
referente  &  los  sei^ores  Diputados  doctor  don  José  María  Mufioz 
don  Fernando  Torres  y  don  Eduardo  Bertrand,  estando  sin  em- 
bargo suietos  á  lo  que  la  respectiva  Cámara  resuelva  sobre  ellos. 

.Plá. 
*  Alberto  Fie  ngini.— Juan  }osc  Duran.— 
»  ]osé  Antonio  Costa.  > 


CARLOS  ONETO   Y   VIANA  107 

Desde  luego  había  que  alejarlo.  En  momentos 
que  aquel  distinguido  ciudadano  subía  las  esca- 
leras del  Cabildo  para  ocupar  su  puesto  en  la 
Cámara,  fué  asaltado  por  unos  cuantos  forajidos 
y  cobardemente  apuñaleado. 

El  esforzado  luchador  vio  teñir  con  su  propia 
sangre  las  gradas  de  la  Representación  Nacio- 
nal    '  . 

La  efervescencia  rosista  se  apoderó  aquel  día 
nefasto  del  Cabildo. 

En  los  corredores,  patios,  escaleras,  en  todas 
partes  grupos  de  sujetos  mal  trazados,  vocifera- 
ban amenazando  á  los  Representantes  que  ha- 
bían tenido  la  dignidad  y  altivez  cívicas  de  opo- 
nerse á  los  avances  de  los  hombres  del  Pacto. 

El  eminente  ciudadano  doctor  don  Pedro  Bus- 
tamante,  entusiasta  fusionista  de  1851,  abnegado 
miembro  de  la  Sociedad  de  los  Amigos  del  País 
en  1852,  de  la  <  Unión  Liberal  >  en  1855,  rodeado 
por  una  cuadrilla  de  furiosos  logró  escapar  de  sus 
iras  ocultándose  en  la  Secretaría  de  la  Cámara, 
donde  pasara  largo  tiempo,  en  tanto  se  disipara 
la  efervescencia. 

De  allí  fué  sacado  por  el  Jefe  Político  y  por 
don  José  Gabriel  Palomeque,  representantes  de 
la  pueblada,  quienes  podían  en  esos  momentos 
mostrarse  generosos  hasta  perdonar  vidas. 

La   plebe   que   vociferaba   se   había  prometido 

(1)  ^'éase  «El  Pacto  de  la  Unión»,  pi'ig.  110. 


168  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

« lavar  con  la  sangre  de  don  Pedro  Bustamante 
el  empedrado  de  la  ciudad. 

Terminada  la  vergonzosa  sesión,  luego  que 
los  Diputados  abandonaron  el  recinto  de  la  Cá- 
mara, la  turba  oribista  se  precipitó  á  las  calles, 
entregándose  á  excesos  incalificables. 

Don  Patricio  Vázquez  y  don  José  A.  Lavan- 
dera fueron  brutalmente  apaleados. 

La  prensa  fulminó  aquella  barbarie. 

El  Mercurio  revelaba  toda  su  indignación  con 
estas  palabras: 

<  Antes,  se  empleó  simplemente  la  amenaza, 
ahora  el  palo,  el  puñal  y  el  trabuco  ^  . 

Estos  actos  de  salvajismo  llegaron  al  Gobierno 
en  toda  su  brutalidad. 

El  doctor  Ellauri,  dominado  por  viva  irritación, 
sublevada  su  conciencia,  redactó  el  siguiente  Men- 
saje : 

^lontevideo,  Marzo  10  de  1856. 
♦  Poder  Ejecutivo. 

El  P.  E.  tiene  el  honor  de  dirigirse  á  Vuestra 
Honorabilidad,  para  significar  todo  el  pesar,  como 
la  gran  indignación  que  le  ha  causado  el  hecho 
altamente  vandálico  que  en  el  día  de  ayer  tuvo 
lugar  en  la  propia  casa  de  la  Representación  Na- 
cional. 

(1;    «El  Pacto  de  la  Unión»,  pág.  111. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  16Q 

*  Befados  así,  de  manera  tan  villana,  los  Repre- 
sentantes, el  P.  E.  el  primero  en  hacer  que  se 
guarde  á  los  Altos  Poderes  del  Estado  el  acata- 
miento y  respetos  debidos,  ha  adoptado  inmedia- 
tamente las  medidas  más  enérgicas  y  severas,  no 
ahorrando  medio  alguno  para  descubrir  los  auto- 
res de  tan  temerario  como  criminal  atentado,  á 
fin  de  que  sufran  todo  el  rigor  de  la  ley  y  sirva 
de  escarmiento  para  lo  sucesivo. 

Dios  guarde  á  V.  H.  muchos  años. 

Gabriel  A.  Perevra. 
José  Ellaiiri. 

Ante  aquel  hecho  que  conmovió  á  Montevideo, 
el  Jefe  del  Estado  juzgó  conveniente  hacer  oir  su 
palabra. 

El  Presidente  de  la  República  al  Pueblo. 

Un  hecho  inaudito  acaba  de  tener  lugar  en  la 
misma  casa  de  la  Representación  Nacional,  atacán- 
dose impune  y  vilmente  á  algunos  miembros  de  ella. 

Ajado  así  el  Código  Fundamental  del  Estado 
que  garante  la  inviolabilidad  de  los  que  invisten 
tal  carácter,  el  Presidente  de  la  República  ha  de- 
bido tomar  y  ha  tomado  inmediatamente  las  dis- 
posiciones oportunas  para  castigar  con  todo  el 
rigor  de  la  ley  á  los  que  resulten  autores  de  tan 
criminal  atentado. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


'  El  Presidente  de  la  República  confía  en  vues- 
tro buen  sentido,  y  espera  que  el  pueblo  aguarde 
con  sosiego  las  ulteriores  medidas  que  el  caso  exija 
adoptar. 

-Mientras  tanto,  confiad  en  la  autoridad,  pues 
ella  vela  y  velará  siempre  por  el  orden  y  la  tran- 
quilidad pública. 

Gabriel  A.  Perevra. 

Míintevideo,  Jlarzo  18  de  1S56.  ■ 


Aún  el  señor  Pereyra  escribió  en  forma  de 
proclama  al  país  una  larga  exposición  explicando 
sus  propósitos  al  aceptar  el  Gobierno  y  su  ma- 
nera de  pensar  respecto  de  la  mazhorcada  que 
tuvo  por  teatro  al  Cabildo. 

Entre  otras  cosas  decía: 


í  Apenas  — habitantes  de  la  República  — tenemos 
18  días  pasados  en  la  tarea  de  empezar  la  repa- 
ractón  de  las  inmensas  ruinas  de  nuestra  socie- 
dad, ya  se  presenta  un  lamentable  suceso,  una 
inaudita  tragedia  en  el  santuario  de  la  Represen- 
tación Nacional;  hecho  nuevo  en  nuestra  Repú- 
blica, cometido  por  unos  pocos  hombres,  que  de- 
ben ser  castigados ;  hecho  que  al  parecer  es  tan 
sistemado,  como  peligroso :  si  este  hecho  se  dejase 
impune,  sería   capaz  de  por  sí  de  envolvernos  en 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA 


peores   desgracias  que   las    que  aun  lamentamos, 
y  deplorará  la  historia. 

El  inesperado  suceso  amenaza  hacer  fracasar 
nuestro  programa  y  la  dignidad  de  la  Suprema 
Autoridad  ofendida. 

Nuestro  deber  nos  impone  hacer  saber  á  la 
Nación  que  mientras  nosotros  estamos  decididos 
á  marchar  rectos  para  cicatrizar  las  hondas  heri- 
das y  establecer  el  buen  régimen  afianzando  el 
orden  y  el  crédito  perdido,  por  la  confianza  — y 
aumentar  la  estabilidad  de  nuestras  instituciones, 
se  presenta  un  grupo  de  hombres  armados,  come- 
tiendo escándalos;  suceso  enmascarado  que  traba 
la  marcha  del  Gobierno;— aún  más:  hay  síntomas 
amenazadores  de  revuelta,  que  es  lo  peor  — y  Dios 
quiera  no  se  verifique.  > 

Sintiéndose  débil  el  Primer  Magistrado  y  ais- 
lado en  medio  de  la  anarquía,  buscó  una  vez  más 
amparo  entre  los  caudillos  que  no  podían  dar  al 
país  otra  cosa  que  nuevos  escándalos  y  mayores 
oprobios. 

<  Mientras  tanto,  concluía,  confío  en  la  fideli- 
dad del  Pacto  de  los  señores  Brigadieres  Gene- 
rales don  Venancio  Flores  y  don  Manuel  Oribe, 
en  consecuencia  de  los  poderes  de  que  estoy  in- 
vestido coino  Presidente  de  la  República;  — scVí? 
descansaré  cuando  haya  logrado  castigar  constiüi- 
cionalmente  á  los  burladores  del  orden,  que  fal- 
tan el  respeto  al  Superior  Gobierno.  > 


172  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Después  de  declaraciones  tan  explícitas  nadie 
podía  dudar  de  la  sinceridad  del  Jefe  del  Estado. 

No  había  otro  camino  juicioso  á  seguir,  sino 
esperar  la  acción  represiva  del  Gobierno,  encar- 
gado de  velar  por  el  cumplimiento  de  la  ley. 

El  mismo  don  Fernando  Torres,  la  víctima  de 
las  iras  de  la  plebe,  creyó  en  la  palabra  del  señor 
Pereyra. 

Revelando  su  entereza  de  carácter,  su  espíritu 
de  una  ecuanimidad  admirable,  escribió  al  Presi- 
dente de  la  República  estas   líneas: 

Excmo.  señor  don  Gabriel  Antonio  Pereyra. 

«Señor: 

Creo  grave  la  situación  del  Estado,  y  me  tomo 
por  consiguiente  el  permiso  de  dirigir  á  V.  E.  algu- 
nas observaciones. 

« Lo  sucedido  ayer  en  las  escaleras  de  la  Sala 
y  en  el  Departamento  de  Policía  no  es  más  que 
un  ensayo  y  á  la  vez  una  intimidación. 

« És  un  ensayo  de  efervescencia  popular  verifica- 
do por  dos  docenas  de  hombres  desconocidos, 
ensayo  que  si  no  es  severamente  castigado,  traerá 
en  pos  de  sí  nuevas  efervescencias  y  nuevos  asesina- 
tos que  el  Gobierno  no  estará  ya  en  disposición 
de  reprimir. 

'■  He  dicho  que  es  una  intimidación,  porque  es 
anunciar  su  destino  á  todo  el  que  pretenda  pedir 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  173 

cuenta  del  pasado,  á  todo  el  que  pretenda  esta- 
blecer la  verdad,  esa  verdad  que  iba  á  pedir  á  la 
Asamblea,  esa  verdad  que  si  fuera  plenamente 
conocida,  aniquilaría  á  muchos  hombres  que  han 
empobrecido  al  Estado  robándolo  ;  que  lo  han 
sumido  en  un  océano  de  desgracias  por  sus 
odios  personales  y  su  fiebre  de  venganza ;  así, 
esos  hombres,  señor,  tienen  un  interés  vital  en 
que  la  verdad  no  sea  conocida,  y  sirviéndose  de 
la  exaltación  pública,  como  dicen,  exaltación  re- 
presentada por  dos  ó  tres  docenas  de  miserables, 
intimidan  todo  lo  que  es  noble  y  pacífico,  todo 
lo  que  es  patriótico  y   honrado. 

<  Sed  fuerte,  señor;  no  tengáis  temores;  poned 
la  fuerza  pública  bajo  el  mando  de  hombres  que 
os  inspiren  confianza  y  de  los  cuales  dispon- 
gáis, y  ponedla  hoy  mismo  porque  la  alarma  se 
acrecienta  y  dentro  de  pocos  días  os  encontraréis 
débil. 

<  El  hacer  dimisión,  como  se  dice  que  lo  habíais 
intentado,  es  sumir  á  la  República  en  un  mar  de 
sangre :  no  lo  hagáis,  señor,  porque  debéis  sdlvah 
la  República. 

<  Aceptad,  señor,  estas  observaciones,  y  dispo- 
ned del  respeto  que  os  consagra 

«  Fernando  Torres. » 

<  Los  que  atacaron  ayer  eran  capitaneados  por  un  escri- 
bano   Castillo  y  un    tal  Méndez  Caldeira :  fui  salvado  por 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Botana.  Así  lo  he  declarado  en  el  sumario  que  á  las  12  de 
la  noche  ha  venido  la  policía  á  levantar. 
Vuestro  respetuoso  S.  S. 


To)-res.' 


El  Ministro  de  Gobierno  ordenó  la  formación 
del  sumario  que  correspondía  al  caso ;  mas  no 
pasaron  muchas  horas  sin  que  el  doctor  Ellauri 
comprendiera  de  dónde  procedían  aquellos  suce- 
sos   ' '. 

La  mazhorcada  no  había  sido  obra  de  la  turba 
arrastrada  puramente  por  sus  pasiones. 

Por  el  contrario,  individuos  conocidos,  agentes  de 
don  Manuel  Oribe  la  dirigían,  contando  para  faci- 
litar la  impunidad  con  el  concurso  de  personas 
influyentes,  como  don  José  Gabriel  Palomeque,  Pre- 
sidente de  la  Cámara,  que  confundido  con  la  plebe 
y  por  ella  vitoreado,  presenció  el  apaleamiento  de 
los  Representantes  que  no  habían  cometido  otro 
delito  que  denunciar  al  país  la  obra  criminal  del 
Pacto  de  Noviembre. 

Convencido  el  doctor  Ellauri  de  que  la  Santa 
Federación  estaba  adueñada  del  Fuerte,  presentó 
su  dimisión,  pretextando  motivos  de  salud.  (Marzo 
20  de  1856.) 

Aún  Montevideo  esperó  el  cumpíimiento  de  las 
promesas  del  Jefe  del  Estado,  que  había  ofrecido 

(  1  )    «El  Pacto  de  la  Unión»,  p;'ig.  112. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


el  escarmiento  para  los  autores  del  criminal,  inaudito 
y  temerario  atentado,  del  hecho  al  parecer  tan  teme- 
rario como  peligroso,  que  si  se  dejase  impune  sería 
capaz  de  por  sí  de  envolvernos  en  peores  desgra- 
cias que  las  que  el  país  lamentaba. 

Era  deber  de  patriotismo  esperar  pacientemente 
la  acción  de  la  autoridad,  ya  que  el  Jefe  del  Estado, 
confiando  en  el  buen  sentido  del  pueblo,  había  re- 
clamado sosiego  hasta  tanto  se  tomaran  las  ulte- 
riores medidas  que  el  caso  exigía  adoptar. 

Aceptada  la  dimisión  del  doctor  Ellauri,  fué  nom- 
brado en  su  reemplazo  el  doctor  don  Joaquín 
Requena,  miembro  conspicuo  que  había  sido  de 
la  Unión  Liberal  -  y  ardiente  partidario  de  la  polí- 
tica de  fusión. 

El  señor  Requena,  á  los  seis  días  de  consumarse 
aquel  bárbaro  atentado,  que  negaba  la  más  ele- 
mental cultura  y  significaba  el  salvajismo  en  el 
centro  de  Montevideo,  ordenó  se  archivase  el  suma- 
rio por  no  haber  contra  ningún  individuo  determi- 
nado, ni  semiplena  prueba  de  culpabilidad  que 
requiere  la  Constitución  del  Estado  para  proce- 
derse  criminalmente  '  , 

Esta  resolución  que  importaba  un  estímulo  para 
los  malhechores,  dio  mérito  á  que  se  agravara  nota- 
blemente la  situación. 

Las  turbas  oribistas  recorrieron  la  ciudad  feste- 
jando el  triunfo,  dando  vivas  á  los  caudillos  del 

( 1  )    «El  Pacto  de  la  Unión  .,  pág-.  113. 


[176  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Pacto  é  injuriando  á  los  hombres  de  la  Defensa. 
Los  conservadores  juzgaron  que  peligraba  su 
existencia.  El  doctor  don  José  María  Muñoz  en 
aquella  emergencia  escribióle  estas  líneas  al  Presi- 
dente: 

«Señor  don  Gabriel  Antonio  Pereyra. 

<  Estimado  señor: 

Consecuente  con  la  promesa  que  le  he  hecho  de 
apoyar  la  marcha  del  Gobierno,  cumplo  con  un 
deber  de  patriotismo  al  poner  en  conocimiento  de 
V.  E.  que  anoche  ha  recorrido  las  calles  de  la  ciu- 
dad una  serenata  dando  vivas  á  los  generales  Oribe 
y  Flores  y  mueras  á  los  conservadores. 

<  Estos  actos,  señor  don  Gabriel,  no  tienen  otra 
tendencia  que  menoscabar  la  autoridad  alejando 
la  confianza  que  el  pueblo  deposita  en  ella  y  estor- 
bando por  consiguiente  el  orden  público. 

<  Saluda  á  V.  E.  con  toda  consideración  y  res- 
peto su  afmo.  servidor,  Q.  B.  S.  M. 

José  María  Muñoz. 

<Casa  de  vd..  Marzo  ..i  de  1856.» 


La  alarma  cundió  por  todas  partes. 
Los  ciudadanos  se  veían  en  el  caso  de  armarse 
para  defenderse  personalmente,  ya  que  los  hom- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  177 

bres  del  Poder,  encargados  de  sostener  el  prin- 
cipio del  derecho,  eran  los  mismos  que  armaban 
de  puñal  á  los  asesinos    '  . 

El  descontento  invadió  todos  los  espíritus  y  Mon- 
tevideo sintióse  presa  de  la  desesperación  y  del 
miedo. 

El  día  27  de  Marzo  fué  creada  nuevamente  la 
Comandancia  General  de  Armas  por  el  tiempo 
necesario  para  el  mantenimiento  en  acción  de  las 
medidas  militares,  debido  á  que  el  orden  aparecía 
perturbado  por  hombres  inquietos. 

Así  hablaba  el  Gobierno  después  de  la  brutali- 
dad de  los  sucesos  del  18,  que  habían  aterrado  al 
país,  entregándolo  al  desquicio  y  á  la  anarquía. 

El  28  se  prendió  á  César  Díaz  colocándosele 
un  centinela  de  vista. 

Inmediatamente  corren  igual  suerte  Francisco  Ta- 
jes, Solsona,  Sussini  y  algunos  otros,  siendo  todos 
embarcados  en  la  goleta  Relámpago  y  deste- 
rrados á  Buenos  Aires   -  . 

El  segundo  ensayo  de  fusión  daba  sus  frutos. 

No  había  transcurrido  aún  un  mes  del  nuevo 
período  presidencial  y  ya  se  encontraban  rotos 
todos  los  diques  legales. 

Entretanto  don  Manuel  Oribe,  el  verdadero  cau- 
sante de  todos  aquellos  crímenes,  que  se  había 
apresurado  á  reunir  fuerzas  en  la  Unión  en  pre- 
visión de  cualquier  eventualidad,  recibía  demostra- 

'l       «El  Pacto  de  la  Unión»,  pág.  lio. 
..' ;    «El  Pacto  de  la  Unión»,  pág-.  lU. 


178  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

ciones  de  gratitud  de   parte   de  los  hombres  del 
Poder. 

El   Ministro   de  Guerra  y   Marina    cumplía   el 
encargo  del  Jefe  del  Estado,  en  esta  forma: 

Señor  Brigadier  General  don  Manuel  Oribe, 

S.  E.  el  señor  Presidente  de  la  República  me 
ha  encomendado  manifieste  á  V.  S.  el  reconoci- 
miento del  Gobierno  por  la  puntualidad  con  que 
se  ha  apresurado  á  reunir  todo  el  personal  con  que 
concurrió  á  sostener  el  orden  amenazado  por  un 
pequeño  número  de  revoltosos. 

« Dios  guarde  á  V.  S.  muchos  años. 

'  Carlos  de  San  Vicente. » 


El  oficio  que  antecede  pone  en  evidencia  el  es- 
tado de  cosas  dominante. 

El  Presidente  de  la  República  después  de  haber 
prometido  el  severo  castigo  de  los  autores  de  la 
mazhorcada  del  18,  se  abandonaba  á  ellos,  y  para 
consolidar  la  situación,  imponía  al  país  la  afrenta 
de  encargar  de  la  conservación  del  orden  al  autor 
de  aquellos  atropellos. 

La  política  de  fusión  se  presentaba  cien  veces 
más  cruel  que  en  1851. 

La  intervención  personal  y  directa  de  don  Manuel 
Oribe  secundado   por  don  Venancio  Flores  y  el 


CARLOS  ONETO  Y   VIAXA  179 

caudillaje  colorado,  hacía  imposible  íoda  tentativa 
de  reacción. 

Los  esfuerzos  de  los  hombres  de  la  Defensa  y 
de  todos  los  elementos  de  pensamiento  se  estre- 
llarían contra  la  amalgama  odiosa  de  los  caudi- 
llos que  constituía  el  fundamento  inconmovible 
del  régimen  fusionista. 

Don  Manuel  Oribe,  director  de  los  sucesos  últi- 
mos, contestaba  al  Ministerio  de  la  Guerra  en  estos 
términos: 

<  Señor  Ministro  de  Guerra  y  Marina,  don  Carlos 
de  San  Vicente. 

«  Excmo.  señor: 

La  expresión  de  gratitud  que  V.  E.  se  digna 
trasmitirme  y  con  que  me  favorece  el  Presidente 
de  la  República,  es  la  más  alta  recompensa  á  que 
me  fuera  dado  aspirar  por  el  débil  servicio  que 
me  ha  cabido  la  honra  de  hacer  á  mi  patria,  ofre- 
ciéndole el  testimonio  de  la  más  firme  adhesión 
por  el  Gobierno  que  felizmente  está  al  frente  de  sus 
destinos. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años. 

« Manuel  Oribe.  > 


Pasado  el  mes  de  Marzo,  sensiblemente  fué  em- 
peorando la  situación. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Don  Fernando  Torres  juzgó  que  no  debía  per- 
manecer impasible  ante  la  conducta  criminal  del 
Gobierno,  convertido  en  Tribunal,  absolviendo  á 
los  malhechores  que  intentaron  asesinarlo. 

La  Cámara  de  Diputados  recibió  un  mensaje 
suyo,  donde  dejaba  constatada  la  falsedad  de  las 
afirmaciones  del  Ministro  Requena. 

El  Mercurio  publicó  este  documento  á  los  pocos 
días  de  haber  sido  presentado  á  la  Cámara,  cuando 
ya  tenía  todo  el  carácter  de  un  documento  oficial. 
Inmediatamente  fué  acusado  y  obligado  su  redac- 
tor á  abandonar  el  diarismo. 

Comienza  entonces  la  persecución  á  la  prensa. 

Era  un  nuevo  expediente  que  empleaba  la  po- 
lítica de  fusión  para  establecer  en  el  país  la  con- 
ciliación y  la  concordia. 

LUnioíi  Europécnne,  órgano  de  los  residentes 
extranjeros,  en  un  violento  artículo  protestó  con 
altivez  contra  la  arbitrariedad  erigida  en  sistema 
gubernativo. 

Esto  dio  mérito  á  que  su  redactor,  sin  ninguna 
forma  de  proceso,  fuera  arrastrado  á  la  cárcel, 
donde  sufrió  varios  días  de  incomunicación. 

El  Mercurio,  que  pretendía  continuar  la  campaña 
opositora,  fué  condenado  á  su  desaparición. 

El  Comercio  del  Plata  se  resistió  á  acatar  la  orden 
de  que  todo  artículo  que  apareciera  en  sus  co- 
lumnas debía  estar  suscrito  por  su  autor. 

La  política  de  fusión,  á  pretexto  de  matar  el  pasa- 
do, destruía  los  más  sagrados  derechos,  en  conside- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


ración  á  las  exigencias  bastardas  del  caudillaje, 
principalmente  del  caudillaje  oribista,  que  at'rentaba 
al  país. 


Los  sucesos  de  Marzo  dieron  á  la  situación 
un  carácter  gravísimo. 

La  desconfianza  que  se  apoderó  de  Montevi- 
deo inspiraba  serios  temores  de  revuelta. 

Para  conjurarla  se  reunieron  en  el  Fuerte  los 
caudillos  del  Pacto.  Una  vez  allí  don  Manuel  Oribe 
triunfó  una  vez  más  de  don  Venancio  Flores. 

Convencido  aquél  de  que  toda  acción  aislada 
de  los  hombres  de  pensamiento  sería  ineficaz, 
juzgó  medida  práctica  y  de  grandes  previsiones 
someter  al  caudillaje  florista  de  modo  que  si- 
guiera éste  cooperando  con  su  actitud  pasiva  al 
sostenimiento  de  la  situación. 

Don  Venancio  Flores,  sin  voluntad  propia  en 
aquellos  instantes,  sojuzgado  por  el  verdugo  de 
Marcos  Avellaneda,  suscribió  el  siguiente  docu- 
mento, ratificatorio  del  Pacto  del  11  de  Noviem- 
bre, que  significaba  una  elocuente  aprobación  á 
todos  los  atentados  cometidos: 

Montevideo,  Abril  ~~  de  18ó6. 

El  Pacto  que  celebramos,  para  afianzar  la  es- 
tabilidad del  Gobierno  Constitucional  que  se  ha- 
bía de  elegir  el  \s>  de  Marzo,  y  que  con  acepta- 


1S2  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

ción  pública  recayó  en  la  persona  del  distinguido 
ciudadano  don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  no  sólo  no 
ha  disminuido  un  ápice  de  sus  compromisos,  sino 
que  en  la  reunión  á  que  hemos  sido  invitados  por 
el  P.  E.,  á  solicitud  de  varios  Senadores  y  Repre- 
sentantes, lia  sido  explícita  y  categóricamente  ra- 
tificado por  cada  uno  de  los  que  suscriben,  pres- 
tando cooperación  franca  y  leal  á  sus  actos. 

<  Es  por   ello  que   ponemos    en    conocimiento 
de  nuestros   compatriotas. 

«Venancio  Flores.  — Manuel  Oribe. 


Apenas  disipada  la  atmósfera  producida  por 
estos  sucesos,  la  efervescencia  popular  de  que  ha- 
blaba don  Fernando  Torres,  compuesta  por  unas 
dos  ó  tres  docenas  de  miserables  •■'^',  comenzó 
á  hacerse  sentir  alrededor  de  don  Venancio  Flores. 

La  impunidad  que  siguió  á  las  mazhorcadas 
del    18   daba  sus   frutos.... 

<  Este  ensayo — había  dicho  en  su  carta  al  Jefe 
del  Estado  don  Fernando  Torres  — si  no  es  se- 
veramente castigado,  traerá  en  pos  de  sí  nuevas 
efervescencias  y  nuevos  asesinatos,  que  el  Go- 
bierno no  estará  ya  en  disposición  de  reprimir.  > 

El  mismo  Presidente,  al  comentar  los  sucesos, 
había  escrito  estas  palabras  en  su  manifiesto  á 
la  nación: 

(1)    De  don  Fernando  Torres 


CARLOS  ONETO  Y  VI ANA  183 

Si  este  hecho,  que  al  parecer  es  tan  sistemado 
como  peligroso,  quedase  impune,  sería  capaz  de 
por  sí  de  envolvernos  en  peores  desgracias  que 
las  que  aún  lamentamos  y  deplorará  la  historia. 

Fatalmente  tenía  que  suceder. 

Los  elementos  del  Cerrito  en  un  principio  ha- 
bían tratado  de  alejar  del  Fuerte  á  los  hombres 
de  la  Defensa.  Una  vez  obtenido  el  éxito,  no  se 
conformaron,  y  buscaron  la  anulación  completa  de 
aquéllos,  aliándose  á  ese  efecto  al  caudillaje  florista 
rebelado  contra  los  hombres  de  pensamiento. 

Conseguido  el  objeto,  para  coronamiento  de  la 
obra  restauradora  era  indispensable  la  anulación 
de  don  Venancio  Flores,  que  se  volvía  personaje 
incómodo. 

Convencido  el  antiguo  soldado  de  Rivera  del 
fracaso  del  Pacto  y  de  todos  sus  propósitos, 
viéndose  anulado,  en  peligro  su  existencia,  con  la 
inmensa  responsabilidad  de  los  acontecimientos 
que  sobrevendrían,  que  serían  consecuencia  for- 
zosa de  su  traición  de  1855,  pidió  sus  pasaportes. 

Entendió  que  tenía  derecho  á  hacer  algunas 
observaciones  al  Jefe  del  Estado,  antes  de  partir, 
relativas  á  la  importancia  de  sus  servicios  pres- 
tados á  la  situación     '  . 


(1)    «Excmo.    señor    Pr  sidente    de    la  República,  don  Gabriel 
Pereyra. 

«  Excmo.  señor : 

«  La   alarma  que  mis  enemigos  esparcen,  haciendo  creer  á  esta 
sociedad  que  soy    el  ag-en'-e  de  nuevas  convulsiones  políticas,  que 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  que  no  necesi- 
taba del  concurso  de  un  hombre  caído,  desdeñó 
tomarlas  en  cuenta  y  llamó  al  orden  al  caudillo 
del  Pacto     '  . 


traerían  necesarian  ente  inmensas  desg-^acias  á  mi  patria,  me  im- 
pulsan á  dejar  esta  tierra  tan  querida,  probando  asi  una  vez 
más,  que  jamás  seré  yo  quien  promueva  el  desorden  y  el  des- 
quicio de  ella. 

«Mi  abnegación  en  momentos  aciagos;  mi  desprendimiento  sin 
ejemplo  en  muchas  }•  repetidas  ocasiones,  debían  ser  suficientes 
garantías  de  que  jamás  mi  nombre  seria  considerado  como  e'e 
mentó  desorganizador;  pero  hoy,  que  mis  enemigos  se  empeñan 
en  comprometerlo,  para  agitar  la  sociedad  —  }•  que  aún  el  misino 
Gobierno  quiere  creerle—  s^gún  ¡o  muestran  las  extraordinarias 
medidas  que  de  su  orden  se  toman,  me  colocan  en  la  imprescin- 
dible necesidad  de  dar  el  desmentido  más  solemne,  para  así  pro- 
bar á  mis  conciudadanos,  que  el  General  Flores  es  fiel  á  sus  an- 
tecedentes; y  que  como  patriota  hace  este  gran  sacrificio  per- 
sonal, en  obsequio  al  bienestar  de  esta  tan  querida  cuanto  des- 
graciada patria. 

«  V,  E.  que  conoce  los  esfuerzos  que  he  hecho  con  mis  amigos 
para  colocarlo  en  el  lugar  que  ocupa— es/ ucrsos  que  V.  E- 
mismo  un  dia  supo  valorar  — es  quien  menos  debía  dar  crédito  á 
la  vil  intriga,  que  quiere  empañar  un  nombre  que  tanta  abnega- 
ción ha  mostrado  en  el  servicio  del  país. 

«  Así,  pues,  para  satisfacer  á  mis  compatriotas  y  mostrarles  que 
en  »T>í  no  existe  sino  el  amigo  del  orden  y  de  las  instituciones, 
vengo  á  pedir  á  V.  E.  se  digne  mandarme  los  pasaportes  para 
el  exterior  á  la  brevedad  posible. 

«  Soy,  Excmo.  señor,  de  \'.  E.  atento  servidor. 

•  Venancio  Flores.  » 

(1)     «Señor  Brigadier  General  don  Venancio  Flores. 

c  Señor  General :  La  carta  de  V.  S.  que  me  ha  sido  entregada, 
me  instruye  de  las  imputaciones  que  según  V.  S.  le  hacen  sus 
enemigos. 

«  Siento  el  disgusto  que  V.  S.  experimentará,  pero  debo  obser- 
var que  V.  S.  no  puede  permitirse  juzgar  que  el  (¡obierno  dé 
crédito  á  esas  imputaciones,  y  tanto  menos  que  yo  quiera  dar 
oídos  á  viles  intrigas. 

«  La    política    de   la  Administración   actual  es   una  política    de 


CARLOS  OXETO  Y    VIAXA  185 

Éste  se  alejó  para  Entre  Ríos  á  mediados  de 
Julio,  dejando  el  país  entregado  á  los  que  ha- 
bían sido  sus  aliados  en  1855. 


equidad,  igual  para  todos,  que  dé  garantías  á  todos,  y  aunque 
procure  salvar  el  principio  de  autoridad,  á  nadie  persigue  gratui- 
tamente. 

«  El  General  Flores  menos  que  nadie  puede  quejarse  de  que  le 
falten  garantías  por  parte  del  Gobierno  ;  y  si  ha  notado  algunas 
medidas,  aunque  fueran  extraordinarias — que  no  lo  son  — nadie 
menos  que  el  General  Flores  puede  deducir  que  esas  medidas  se 
refieran  á  su  persona. 

«El  Presidente  de  la  República  tiene  presentes  las  protestas  del 
señor  General  ;  y,  si  en  realidad  hubiera  asentido  A  las  imputa- 
ciones de  que  hacen  referencia,  uo  habría  dejado  de  exif^ir  del 
señor  General  las  convenientes  explicaciones. 

«  Por  lo  demás,  si  el  señor  General  Jusga  conveniente  á  sus 
intereses  particulares  y  d  su  tranquilidad  personal  el  ausen- 
tarse del  país,  le  serán  expedidos  sus  pasaportes. 

«  Queda  de  V.  S.  atento  S.  Q.  B.  S.  M. 

«Gabriel  Antonio  Pe<eyra. 
<  S,  c  Julio  14  56.» 


186  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Vil 


Un  nuevo  suceso  vino  á  alterar  un  tanto  el 
orden  de  cosas  existente,  variando  en  cierto  modo 
los  rumbos  políticos  del  Gobierno. 

La  situación  económico-financiera  de  la  República 
llegó  á  mediados  del  56  á  un  estado  desesperante. 

Es  de  notar,  sin  embargo,  que  esto  no  tenía  su 
origen  puramente  en  los  desaciertos  de  la  época. 

Causas  complejas,  muchas  de  las  cuales  arran- 
caban de  épocas  muy  anteriores,  vinieron  acumu- 
lándose, produciendo  efectos  desastrosos. 

Aparte  de  los  dos  primeros  períodos  presiden- 
ciales que  fueron  de  positivo  desarrollo  y  pros- 
peridad, el  país  en  los  demás  años  de  existencia 
política  había  arrastrado  una  vida  desgraciada,  de 
anarquía  y  de  guerra,  que  destruyó  todas  las  fuen- 
tes de  riqueza  y  todas  las  iniciativas  útiles. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


Restablecida  en  1851  la  paz,  é  implantado  el  ré- 
gimen fiisionista,  la  constante  zozobra  en  que 
vivimos,  impidió  hacer  efectivas  las  grandes  repa- 
raciones que  reclamaban  las  más  apremiantes  ne- 
cesidades de  la  vitalidad  nacional. 

Los  acontecimientos  que  siguieron  á  la  caída 
del  Presidente  Giró,  principalmente  la  guerra  ci- 
vil iniciada  por  el  caudillaje  del  Cerrito  y  el  esta- 
blecimiento del  Gobierno  militar  que  fué  su  con- 
secuencia,  completaron    la   ruina  de   la  hacienda. 

El  Gobierno  de  don  Venancio  Flores,  que  tuvo 
una  vida  financiera  miserable,  vivió  merced  al  sub- 
sidio pecuniario  mensual  que  le  pasara  el  impe- 
rio, conseguido  por  el  Plenipotenciario  en  la  Corte 
don  Andrés  Lamas. 

El  Gobierno  Imperial  puso  término  á  la  pro- 
tección que  nos  dispensaba,  en  Noviembre  del 
año  1854    ^  . 

Desde  ese  momento  la  República  quedó  librada 
á  sus  propios  recursos,  con  los  que  no  podía  aten- 
der ni  á  las  más  indispensables  exigencias  del 
Presupuesto. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  encontró  en  el 
Fuerte  una  miseria  desoladora. 

El  señor  don  Doroteo  García,  nombrado  Mi- 
nistro de  Hacienda  en  los  primeros  días  de  Marzo, 
se  declaró  impotente  después  de  cuatro  meses  de 
constante  labor. 

(  1}    \'éase  «El  Pacto  de    la  Unión  »,  págs.  37  y  3S. 


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Abandonó  el  Ministerio  y  en  su  lugar  fué  nom- 
brado don  Francisco  Lecocq,  que  no  pudo  perma- 
necer en  su  puesto  ni  siquiera  veinte  días. 

El  señor  Pereyra  no  encontraba  entre  los  elemen- 
tos situacionistas  nadie  tan  temerario  que  fuera 
capaz  de  hacerse  cargo  de  la  hacienda. 

En  este  estado  de  cosas  hizo  un  llamado  al  pa- 
triotismo de  don  Lorenzo  Batlle,  el  benemérito 
Ministro  de  la  Guerra  de  la  Defensa,  que  había 
tenido  la  Cartera  de  Hacienda  en  1855,  durante  el 
período  terrible  de  la  administración  de  don  Ve- 
nancio Flores. 

La  cooperación  de  una  personalidad  espectable 
del  Sitio  Grande  al  Gobierno  de  Pereyra,  después 
de  los  vandálicos  sucesos  de  Marzo,  tiene  que  ser 
para  muchos  un  hecho  sorprendente. 

Hasta  podría  calificarse  de  inaudita  claudicación 
por  quienes  no  juzgaran  las  circunstancias  espe- 
ciales que  rodearon  al  acto  de  abnegación  del  be- 
nemérito patriota. 

Don  Lorenzo  Batlle  en  manera  alguna  iba  al 
Fuerte  á  hacerse  solidario  de  los  excesos  de  la  turba 
oribista. 

Juzgó  que  sus  antecedentes  gloriosos,  sus  gran- 
des sacrificios  por  el  país,  lo  ponían  á  cubierto 
de  toda  presunción  malevolente. 

La  historia  de  la  Defensa  tenía  escrito  su  nom- 
bre en  cada  una  de  sus  páginas,  con  una  reco- 
mendación dignificante. 

En  el  Sitio  había  representado  siempre  las  ten- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  189 

dencias  radicales  y  progresistas,  y  á  su  lado 
llegaron  á  agruparse  los  elementos  conspicuos  de 
la  época. 

Después  del  retiro  de  Melchor  Pacheco  y  Obes, 
que  en  1847  se  dirigió  á  París  en  misión  diplo- 
mática, él  había  sabido  ocupar  su  puesto  reempla- 
zando dignamente  al  gran  patricio. 

En  1853,  como  Ministro  de  Guerra  y  Marina 
del  Gobierno  Provisorio,  prestó  su  concurso  leal  y 
sincero  á  la  obra  patriótica  de  Pacheco,  revelándose 
hombre  moderado,  enemigo  de  las  medidas  vio- 
lentas y  apasionado  por  la  paz. 

En  1855  fué  uno  de  tantos  ciudadanos  distingui- 
dos que  ofreció  su  concurso  á  don  Venancio  Flo- 
res, esforzándose  por  incorporarle  á  una  corriente 
saludable,  provechosa  para  el  país  y  sus  liber- 
tades. 

Cuando  adquirió  el  convencimiento  de  que  todos 
sus  esfuerzos  eran  inútiles,  abandonó  la  Cartera, 
y  pocos  meses  después  se  le  veía  tomar  un  fusil 
y  asaltar  el  Fuerte,  confundiéndose  con  la  juventud 
entusiasta  que   libraba   batalla  á  la  arbitrariedad. 

Estos  antecedentes  hacían  de  don  Lorenzo  Bat- 
lle  un  ciudadano  insospechable,  dándole  títulos 
para  que  hasta  los  más  radicales  estuvieran  obli- 
gados á  respetar  su  posibilismo,  que  profesaba  con 
sinceridad. 

Por  otra  parte,  debemos  hacer  notar  que  don 
Lorenzo  Batlle,  en  1856,  era  todavía  partidario  con- 
vencido de  las  ideas  fusionistas. 


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Sus  entusiasmos  arrancaban  de  épocas  muy  an- 
teriores. 

En  plena  Guerra  Grande,  cuando  aún  predomi- 
naba en  el  Sitio  la  idea  de  terminar  la  guerra  por 
la  guerra,  ya  dominado  por  sus  deseos  de  con- 
cordia, hacía  declaraciones  de  este  orden  : 

Harto  tiempo  hemos  estado  divididos,  nacien- 
do de  aquí  nuestra  ruina;  yá  mi  juicio  el  mayor 
triunfo  que  podríamos  alcanzar,  sería  el  de  la 
unión. 

Realizada  la  Paz  de  Octubre,  convirtióse  en  após- 
tol de  las  nuevas  ideas. 

En  1852,  cuando  el  desencanto  había  invadido 
muchos  espíritus,  ante  los  síntomas  precursores 
de  los  acontecimientos  que  sobrevinieron,  don  Lo- 
renzo Batlle  persistió  en  el  triunfo  de  las  ideas 
de  conciliación,  siendo  uno  de  los  abnegados  fun- 
dadores de  la     Sociedad  de  los  Amigos  del  País  >. 

Unos  años  más  tarde,  en  1855,  fundada  la  <  Unión 
Liberal  con  los  mismos  fines  de  confraternidad, 
la  nueva  institución  lo  contó  entre  sus  adeptos 
más  entusiastas. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  al  pedirle  su  con- 
curso le  ofreció  todas  las  seguridades  de  que 
se  iniciaría  una  política  liberal  y  de  verdadera  con- 
cordia. 

Las  circunstancias  consignadas  serían  suficien- 
tes para  justificar  su  conducta. 

Pero  además  de  esto,  están  los  propósitos  que 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  191 

lo  llevaron  al  Fuerte,  que  puso  en  evidencia  en 
el  desempeño  de  su  cargo,  y  que  constituyen  un 
título  honroso  para  el  gran  patriota. 

La  labor  que  esperaba  al  nuevo  Secretario  de 
Estado  era  talmente  penosa,  que  Juan  Carlos  Gó- 
mez, tan  severo  siempre  para  juzgar  á  los  hom- 
bres, poco  tiempo  después,  admirando  la  abne- 
gación del  Ministro,  decía: 

Don  Lorenzo  Batlle  tuvo  el  patriotismo  de  sa- 
crificarse, pasando  por  encima  de  todo,  metién- 
dose audazmente  en  ese  foco  de  infección  de  la 
Hacienda  en  cuya  atmósfera  apenas  puede  res- 
pirar un  hombre  honrado. 

Al  tomar  posesión  de  la  Cartera,  convencido 
del  rol  que  tenía  que  desempeñar  y  como  si  du- 
dara de  la  eficiencia  de  sus  esfuerzos,  declaró: 
Nada  esperen :  lo  único  que  prometo  es  no  empeo- 
rar las  cosas. 

El  nuevo  Ministro  encontróse  en  medio  de  gente 
extraña,  para  quienes  su  presencia  en  el  Ministe- 
rio significaba  un  obstáculo  invencible  á  la  reali- 
zación de  muchos  planes. 

Los  elementos  oribistas  enseñoreados  de  los 
puestos  administrativos  y  políticos,  vieron  en  él 
desde  un  principio  un  enemigo. 

Don  Lorenzo  Batlle  hallóse  con  la  campaña  en- 
tregada á  las  bruialidades  del  caudillaje. 

Los  Departamentos  gobernados  á  sable.  Donde 
no  imperaba   algún   caudillejo  del  Cerrito,  figura 


192  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

siniestra,  terror  de  los  vecinos,  imperaba  algún 
oscuro  caudillejo  colorado  — de  los  que  habían 
acompañado  á  don  Venancio  Flores  en  su  alianza 
con  don  Manuel  Oribe,  y  que  después  de  la  ex- 
patriación de  su  jefe,  viéndose  abandonados  y 
perdidos,  se  habían  convertido  en  instrumentos 
ciegos  de  los  hombres  del  Poder. 

Don  Lorenzo  Batlle,  en  lucha  consigo  mismo, 
tuvo  que  vencer  todas  las  resistencias  que  levan- 
taban sus  escrúpulos. 

Destruir  el  ignominioso  andamiaje  existente  era 
imposible. 

No  había  sido  elaborado  en  un  día  ni  por  un 
hombre.  Tenía  su  fundamento  en  el  Pacto  de  No- 
viembre y  había  sido  la  obra  de  las  claudicacio- 
nes y  de  los  despotismos  que  afrentaron  á  toda 
una  época. 

Se  dispuso  entonces  audazmente  intentar  una 
evolución  en  el  Fuerte.  De  ahí  que  su  entrada  al 
Ministerio  señale  desde  el  primer  momento  una 
nueva  etapa  del  Gobierno  de  Pereyra  que  si  no 
llegó  á  término  feliz  fué  por  la  fatalidad  de  ios 
acontecimientos. 


En  Noviembre  del  56  debía  verificarse  la  reno- 
vación de  una  tercera  parte  del  Senado. 

Don  Manuel  Oribe  que  se  consideraba  jefe  de 
la  situación,  proclamó  candidatos  de  eleeción  suya. 

Esta  conducta  disgustó  al  Presidente  de  la  Re- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  193 

pública,  que  vio  en  ella  un  avance  del  siniestro 
personaje;  así  como  alarmó  á  todos  los  hombres 
honestos  por  la  audacia  "que  revelaba. 

Era  evidente  el  propósito  del  caudillo  de  reconsti- 
tuir su  sistema  gubernativo  con  elementos  propios. 

Resuelto  don  Gabriel  Antonio  Pereyra  á  hacer 
sentir  una  vez  su  autoridad,  juzgó  que  debía  in- 
tervenir francamente  en  la  lucha  comicial. 

El  Jefe  del  Estado  cumplía  en  aquellos  momen- 
tos con  lo  que  había  prometido  á  don  Lorenzo 
Batlle,  que  era  hacer  verdadera  política  fusionista 
oponiéndose  á  los  avances  de  quienes  pretendie- 
ran restaurar  el  pasado. 

Don  Manuel  Oribe  — que  ya  había  adoptado 
nuevamente  el  título  áe  Jefe  de  partido —  coniíaáo 
en  que  todos  los  resortes  administrativos  estaban 
en  manos  de  sus  amigos,  persistió  en  su  actitud 
oponiéndose  á  la  evolución  que  ofrecía  el  Presi- 
dente de  la  República. 

La  lucha  entre  los  hombres  del  Fuerte  y  el 
caudillaje  oribista  llegó  á  ser  de  verdad  en  ese 
momento. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  manifestóse  irri- 
tado por  la  conducta  irrespetuosa  del  caudillo  y 
no  trepidó  en  declararle  francamente  la  guerra. 

El  posibilismo  de  don  Lorenzo  Batlle  daba  sus 
frutos 

En  esa  querella  la  actitud  de  los  espíritus  ho- 
nestos no  podía  ser  dudosa. 

Entre  la  evolución  saludable  que  ofrecía  el  Jefe 

13 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


del  Estado  — fuera  cual  fuera  el  pensamiento  que 
la  presidiera  — esforzándose  por  destruir  el  caudi- 
llaje—  y  la  reacción  indecente  presidida  por  el  ver- 
dugo del  ilustre  Florencio  Várela,  no  era  posible 
un  momento  siquiera  de  vacilación. 

Fué  tal  el  terror  que  los  hombres  bien  inten- 
cionados sintieron  ante  la  perspectiva  del  triunfo 
de  Oribe,  que  llegaron  hasta  á  proclamar  abierta- 
mente la  legitimidad  de  la  intervención  oficial  en 
la  solución  del  problema  electoral. 

El  Comercio  del  Plata,  órgano  de  las  clases  con- 
servadoras, desvinculado  absolutamente  de  los 
elementos  en  lucha,  declaraba: 

«¿Qué  quiere  decir  en  presencia  del  pasado  este 
nuevo  escándalo  del  presente? 

f  La  victoria  de  la  oposición  puede  producir  la 
derrota  de  todos  los  principios,  de  orden,  de  es- 
tabilidad en  las  cosas,  de  armonía  entre  los  dere- 
chos y  los  deberes  de  los  ciudadanos ;  sin  con- 
tar con  el  descalabro  necesario  de  todas  las  es- 
peranzas del  país. 

«  Vencida  la  acción  moral  de  la  autoridad,  queda 
rota  la  base  sobre  que  reposa  el  edificio  de  nues- 
tra sociabilidad,  y  una  vez  hecha  pedazos,  ten- 
dremos otros  treinta  años  de  retrocesos,  de  es- 
cándalos, de  sangre  y  lágrimas,  antes  que  nos  sea 
posible  alcanzar  la  situación  social  que  hoy  se 
intenta  poner  en  peligro. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  105 


...  el  Gobierno  tiene  que  demostrar  d  la  nación 
que  no  es  él  quien  la  coloca  al  borde  de  una 
lucha  que  puede  arrastrar  á  los  hombres  y  á  las 
cosas  y  á  las  instituciones  á  un  estado  en  que 
la  familia  oriental  venga  á  ser  un  cadáver  ó  una 
farsa  repulsiva  á  la  vista  de  las  sociedades  que 
la  rodean. 

De  un  lado  está  el  Gobierno  Constitucional 
con  sus  candidatos  que  representan  el  orden  re- 
gular, el  progreso  y  la  unión  nacional. 

Del  otro,  un  particular  con  los  suyos,  que  re- 
presentan  sus   ideas  y  sus   intereses  personales. 

Someter,  pues,  los  elementos  naturales  de  la 
existencia  del  país  á  las  veleidades  é  intereses  de 
un  hombre,  importa  preparar  el  caos,  que  es  la 
negación  de  todo  progreso,  de  todo  orden,  de 
toda  libertad  y  de  todo  bienestar. 

Queremos  que  se  llegue  de  una  vez  por  to- 
das al  afianzamiento  definitivo  del  equilibrio  so- 
cial en  la  República. 

Queremos  que  no  haya  dos  Estados  en  el 
Estado,  dos  Poderes  en  el  País,  dos  fuerzas  que 
se  neutralicen  esterilizándose,  y  que  por  resulta- 
dos de  la  lucha  se  venga  á  restaurar  el  triste  pa- 
sado que  todos  conocemos. 


196  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Las  elecciones  senatoriales  debían  tener  lugar 
en  Montevideo,  Canelones,  Florida,  Durazno  y 
Maldonado. 

En  el  Departamento  de  la  Capital  don  Manuel 
Oribe  no  contaba  con  elementos  capaces  de 
oponer  una  seria  resistencia  al  Gobierno. 

El  señor  Pereyra  proclamó  la  candidatura  de  don 
Juan  Miguel  Martínez,  ciudadano  distinguido,  de 
posición  social  y  de  fortuna,  conocido  por  sus 
buenas  cualidades  personales. 

Cierto  órgano  de  la  prensa  había  proclamado 
al    doctor  don  Florentino  Castellanos. 

Los  elementos  oribistas  resolvieron  votarlo  en 
oposición  á  la  candidatura  gubernista. 

Esta  actitud  de  don  Manuel  Oribe  prestigiando 
al  ciudadano  que  había  sido  en  1853  víctima  de 
los  avances  de  la  reacción,  revelaba  su  incapaci- 
dad  para  imponer  candidato  propio. 

Es  de  notar  que  en  la  contienda  electoral,  la 
mayoría  de  los  hombres  de  valía  del  Cerrito  se  dis- 
vinculó de  su  jefe,  permaneciendo  al  lado  del 
Presidente  de  la  República.  Solamente  los  elemen- 
tos reaccionarios,  faltos  de  sentido  moral,  aquellos 
que  aun  profesaban  idolatría  por  Rosas,  tuvieron 
la  osadía  de  ligar  su  suerte  á  don  Manuel  Oribe. 

La  opinión  en  Montevideo  acusó  al  doctor 
Castellanos  de  connivencia  con  el  siniestro  perso- 
naje, por  la  circunstancia  dicha  de  que  prestaba 
su  nombre  para  que  sirviese  de  bandera  á  la 
reacción. 


CARLOS  ONETO  Y   VIAN'A  197 


El  doctor  Castellanos  supo  protestar  franca- 
mente contra  aquella  acusación  que  juzgó  gra- 
tuita, por  ser  él  incapaz  de  llegar  á  acuerdos  con 
Oribe,  lo  que,  en  su  concepto  significaría  en- 
vilecimiento y  prostitución. 

Á  medida  que  se  aproximaba  el  día  de  la  lu- 
cha, los  agentes  de  don  Manuel  Oribe  desplega- 
ban mayor  audacia,  prodigando  amenazas  san- 
grientas con  el  objeto  de  atemorizar  á  los  electores. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  exasperado  por 
esta  actitud  destemplada  y  agresiva,  ordenó  que 
por  intermedio  del  Ministerio  de  Guerra  se  pasara 
la  siguiente  nota  al  Estado  Mayor  General,  á  sus 
efectos: 

« Montevideo,  Noviembre  29  de  1S56. 
«  Ministerio  de  Guerra  y  Marina. 

Aunque  el  Gobierno  respeta  en  todos  los 
ciudadanos  el  libre  ejercicio  de  su  derecho  electo- 
ral y  ha  expedido  las  órdenes  convenientes  para 
que  se  evite  toda  coacción  en  los  comicios  inme- 
diatos; como  la  actitud  que  han  tomado  ciertos 
hombres  de  la  íntima  relación  del  General  don 
Manuel  Oribe,  y  conocidos  por  agentes  suyos, 
alarma  á  la  población  nacional  y  extranjera  de 
esta  Capital,  pues  ellos  no  se  limitan  ú  buscar 
tranquilamente  el  triunfo  de  su  lista,  sino  que 
amenazan  con  las  vías  de  hecho,  no  puede  ni 
debe  el  Gobierno  ser  indiferente  á  semejante  con- 


198  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

ducta,  por  muy  impotentes  que  sean  esas  indivi- 
dualidades. 

<;  Obligado,  pues,  el  Gobierno  y  decidido  á  man- 
tener el  orden  y  la  paz,  ha  resuelto  que  por  el 
E.  M.  G.  se  haga  entender  al  General  don  Ma- 
nuel Oribe,  cuyo  nombre  se  invoca  por  los  agita- 
dores, que  el  Gobierno  le  hace  responsable  de 
cualquier  alteración  del  sosiego  público. 

<  Lo  que  se  comunica  á  V.  S.  á  sus  efectos. 

<  Dios  guarde  á  V.  S.  muchos  años. 

« Carlos  de  San  Vicente. 

«Al  señor  Jefe  del  E.  M.  (i.  del  E..  don  Andrés  Gómez.» 


El  caudillo  rebelde  respondió  en  el  día,  en  tér- 
minos un  tanto  irrespetuosos,  reveladores  de  su 
soberbia  herida     '  . 


(1)    «  Señor  lefe  del  Estado  iMayor  ('.eneral  del  Ejército,  don  An- 
drés Gómez. 

«  Wiguelete,  Noviembre  29  de  1856. 

«  Contestando  á  la  nota  de  V.  S.  de  esta  fecha,  en  la  que  me 
transcribe  la  que  por  el  Ministerio  de  la  Guerra  y  Marina  ha  re- 
cibido \'.  S.  en  la  misma,  debo  decirle,  que  yo  nunca  he  sido,  ni 
soy,  ni  seré  agitador  del  orden  público,  ni  autorizo  á  nadie  para 
que  propale  especies  amenazantes  del  orden  ;  muy  lejos  de  esto, 
estoy  siempre  pronto  ü  sostener  la  autoridad  contra  los  que  pre- 
tendan alterarlo. 

« Si  hubiese  alguno  ó  algunos  individuos,  que  yo  ignoro,  que 
tuviesen  la  osadía  de  tomar  mi  nombre  para  proferir  esas  espe- 
cies amenazantes  áque  se  refiere  la  nota  de  S.  E.  el  señor  Ministro 
de  la  Guerra,  yo  no  puedo  ser  responsable  de  semejante  abuso,  y 
el  Supremo  Gobierno  es  quien  puede  reprimir  á  quienes  cometen 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  199 


Temiendo  el  Presidente  de  la  República  ser  víctima 
de  alguna  traición,  buscó  apoyo  en  sus  antiguos 
amigos  de  la  Guerra  Grande,  que  corrieron  presu- 
rosos á  su  lado. 

Entregó  la  fuerza  pública  á  don  Anacleto  Me- 
dina, don  Manuel  Freiré  y  Francisco  Tajes,  que 
eran  garantía  segura  de  fidelidad,  ordenando  que 
en  el  día  tomaran  posesión  de  sus  cargos'''  . 

Para  eso  es  de  notar  que  los  hombres  de  la 
Defensa,  exceptuando  algunos  pocos  conservadores 
que  preferían  la  anulación  á  transigir  con  el  señor 
Pereyra,  recordando  los  antecedentes  de  su  triunfo 
y  las  mazhorcadas  de  Marzo  ante  la  actitud  re- 
suelta  del   Jefe   del    Estado  en  lucha  abierta  con 

seiiiejaiites   avances;   bien    es  cierto    que    yo  sería  el  primero  en 
denunciar  al  que  osase  invocar  mi  nombre  para  hacer  tan  culpa- 
bles amenazas. 
«  Dios  guarde  á  \'.  S.  muchos  años. 

«  ilaiiuel  Oribe  » 

( 1 )    c  Ministerio  de  Guerra  y  Marina. 

«Montevideo,  Noviembre  2^*  de  18.56. 

«  DECRETO 

«  El  Presidente  de  la  República  acuerda  y 

♦  DECRETA  : 

«  Artículo  1."  Hasta  que  se  dicte  nueva  disposición,  nómbrase 
Comandante  General  de  las  Armas  al  Brigadier  General  don 
Anacleto  Medina,  y  para  su  segundo  al  Coronel  Mayor  don  Ma- 
nuel Freiré. 

«  Art.  ■_'.''  Nómbrase  al  Coronel  don  Francisco  Tajes  Jefe  de  la 
Guardia  Xacional  de  Extramuros. 

«  Art.  3.»  Comuniqúese  á  quienes  corresponda  y  ponga  en  pose 
sión  en  el  día  á  los  íioinbrados. 

»  Pereyra. 
«  Carlos  de  San  Vicente. » 


200  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

el  teniente  de  Rosas,  prestáronle  incondicional- 
mente  su  concurso. 

No  tuvieron  en  cuenta  para  nada  el  triunfo  de 
la  política  de  fusión,  ni  ninguna  otra  considera- 
ción semejante,  sino  solamente  la  perspectiva  pa- 
vorosa de  la  restauración  de  don  Manuel  Oribe, 
que  aparte  de  constituir  una  ignominia  signifi- 
caba un  peligro  permanente  para  la  propia  con- 
servación de  sus  personas   '  . 

La  actitud  de  los  hombres  de  la  Defensa  y  la 
conducta  de  ciertos  elementos  conspicuos  del  an- 
tiguo partido  blanco  vigorizaron  la  autoridad  del 


(1)    « En  presencia  de  la  actitud  que  ha  asumido  don  Manuel 

Oribe  en  la  crisis  electoral  que  atravesamos  é  importando  esa  acti- 
tud la  tendencia  á  restablecer  su  funesto  influjo,  es  deber  de  todos 
los  amantes  de  las  instituciones  }•  del  orden,  oponerse  á  que  preva- 
lezcan sus  candidatos,  no  por  éstos  en  sí,  sino  por  la  influencia 
que  los  recomienda. 

«  Por  esto  y  á  fin  de  restablecer  la  acción  de  la  autoridad,  los 
ciudadanos  que  suscriben  votarán  por  la  candidatura  de  don  Juan 
Migtiel  ^Martínez,  aceptada  por  el  pueblo  y  por  el  señor  Presidente 
de  la  República. 

*  Anacleto  Medina.— Manuel  Freit-e.— En- 
rique  Martines.  —  Mateo  Magariños. 

—  Manuel  Magariños.  —  Francisco  X. 
de  Acha.— Salvador  Larrobla.  —  Ma- 
nuel Pagóla.  —José  Benito  Lamas 
(  Vicario  Apostólico  ). — Antonio  C/iati- 
/;-e  (  Secretario  de  la  Vicaría). — Fer- 
viin  Ferreira. — Francisco  Magariños. 

—  Luis  Magariños  Cervantes.  — Juan 
Manuel  de  la  Sierra.  —  Francisco  Ta- 
jes. —  Doctor  Adolfo  Rodrigues.  —Sal- 
vador Tort.  — Cándido  Bttstamante 
(  hijo  ).  —  Prudencio  Ellauri.  — José 
EUatiri  (  hijo). —  (Siguen  las  lirmas. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  201 

Presidente,  asegurando  de  antemano  el  triunfo 
electoral   '  . 

El  día  del  comicio  los  elementos  oribistas  ape- 
nas triunfaron  en  dos  secciones:  la  Unión,  anti- 
gua Villa  de  la  Restauración — sede  de  aquel  sujeto 
famoso,  y  Miguelete  refugio  del  compadraje  de  la 
época. 

En  los  Departamentos  de  campaña  la  lucha  ofre- 
ció otro  aspecto. 

El  caudillaje  podía  oponer  en  ciertas  comarcas 
fuertes  resistencias  á  los  propósitos  del  Presidente. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  revelóse  entonces 
el  mandatario  de  183Q     con  energías  rayanas  del 

(1)  c Declaramos  que  aceptamos  la  candidatura  de  donjuán 

Miguel  Martínez. 

«Aceptamos  esa  candidatura  porque  es  en  sí  misma  irrepro- 
chable. 

«La  aceptamos  porque  toda  lucha  electoral  vendría  á  hacer  re- 
vivir el  espíritu  y  las  animosidades  de  los  viejos  partidos  y  porque 
la  extinción  de  esos  partidos  es  la  primera  necesidad  del  país, 
necesidad  proclamada  por  el  Presidente  de  la  República  y  unifor- 
memente reconocida  por  todos  los    hombres  pacíficos  y    sensatos. 

«  Francisco  Solano  Antitña.  — Jaime 
Illa  y  Viamont. — Cánd'do  Jiianicó.  — 
Atanasio  Lapido.— F.  Lecoq,  —  Pedro 
Fuentes.— Atanasio  C.  Agtiirre. — An- 
tonio délas  Carreras.  —  Octavio  La- 
pido.— Federico  JVin  y  Reyes-.— Enri- 
que de  Arrascaeta.  — José  Vázqites 
Sa^astuine.— Pedro  Lenguas.  — José 
María  Reyes.  —  Julio  Reyes.  —  Enri- 
que Ltrena. — José  Liiis  Antuña.— 
Avelina  Lerena. —  Miguel  A.  Berro. — 
Xicolás  Lenguas. — Enrique  Jiianicú. 
—  Joaquín  Reyes. » 


202  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


despotismo  cuando  la  contradicción  ponía  á  prueba 
su  temeridad  ''^  . 

Notició  confidencialmente  á  los  Alcaldes  Ordina- 
rios y  Jefes  Políticos  su  candidato,  exhortándoles 
á  que  hade/ido  uso  de  sii  carta,  procurasen  por  me- 
dio de  su  relación  con  los  Jueces  de  Paz  y  los  Te- 
nientes Alcaldes,  contrariar  los  abusos  de  los  agen- 
tes de  don  Manuel  Oribe,  d  fin  de  que  los  ciudadanos 
se  persuadieran  de  que  con  ese  proceder  indebido 
se  trataba  de  encubrir  ó  disfrazar  una  oposición  al 
Presidente  de  la  República,  perniciosa  para  la  paz, 
cuya  conservación  era  el  mayor  y  mas  constante 
a n helo  del  Gobierno  !-  . 

En    Canelones -departamento   colorado  — cuyo 


( 1 )    De  don  Francisco  Bauza. 
{-)    «Particular. 
■  Señor  Alcalde  Ordinario  Jel  Departamento  de. 
« ¡\Iuv  señor  mío  : 


«  Aunque  conociendo  usted  ya  el  candidato  de  mi  aceptación  entre 
los  que  se  proponen  para  ese  Departamento,  debe  usted  inferir  que 
se  abusa  de  mi  nombre  ó  del  nombre  del  Gobierno  por  los  agen- 
tes del  General  Oribe,  suponiendo  que  los  candidatos  de  este  son 
convenidos  ó  acordados  conmigo  ó  con  el  (Gobierno.  Como  pudie- 
ran iludir  de  este  modo  á  los  ciudadanos  é  inclinarlos  á  sus  mi- 
ras, me  dirijo  á  usted  para  que  haciendo  usode  esta  carta,  procure 
contrariar  semejante  abuso  por  medio  de  su  relación  con  los  jue- 
ces de  Paz  y  Tenientes  Alcaldes,  á  fin  de  que  se  persuadan  los 
ciudadanos  de  que  con  ese  proceder  indebico  se  trata  de  encu- 
brir ó  disfrazar  una  oposición  al  Presidente  de  la  República  que 
puede  ser  perniciosa  para  la  paz,  cuya  conservación  es  el  maj-or 
y  más  constante  anhelo  del  (¡obierno,  que  ha  de  defenderlo  con 
energía  porque  para  01  es  una  obra  de  conciencia. 
.Soy  de  usted  afmo.  S.  S.  Q.  H.  S.  M. 

«  Gabriel   Antonio  Peicvia.  » 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA 


Jefe  Político  era  don  Bonifacio  Vidal  ^\  distin- 
guido ciudadano  de  la  Defensa,  don  Gabriel  An- 
tonio Pereyra  impuso  la  candidatura  del  doctor 
don  Ambrosio  Velazco  que  triunfó  fácilmente. 

El  doctor  Velazco  era  un  personaje  espectable 
del  Cerrito,  donde  había  desempeñado  funciones 
judiciales  en  lo  que  allá  se  llamaba  Administra- 
ción de  Justicia.  Hombre  malo,  inteligente,  ilus- 
trado, de  carácter  violento,  de  pasiones  primitivas, 
después  de  haber  soportado  dócilmente  el  des- 
potismo de  Oribe  — dueño  de  vidas  y  haciendas  — 
se  había  rebelado  contra  su  antiguo  señor  y  con- 
vertido en  uno  de  sus  más  terribles  enemigos   -  . 

En  Florida  la  lucha  adquirió  proporciones  alar- 
mantes. 

Con  bastante  anticipación,  don  Manuel  Oribe 
proclamó  la  candidatura  del  señor  Juan  Pablo  Ca- 
ravia. 

Tan  pronto  sus  agentes  recibieron  la  consigna, 


(1)  Hermano  de  doña  Dolores  A'idal  de  Pere3-ra,  señora  de  don 
Gabriel. 

(2)  «Lo  que  Rosas  3-  Oribe  querían  imponer  al  país  era  mons- 
truoso, bárbaro  y  absurdo  :  era  la  depravación  de  la  patria  }•  el 
envilecimiento  del  ciudadano.  V  reconocemos  que  hicieron  bien 
}'  cumplieron  con  su  deber,  los  que  defendieron  el  país  contra  el 
vandalaje  de  esos  dos  Caribes.  » 

Esto  escribía  el  doctor  Velazco  á  la  vista  de  don  Manuel  Oribe, 
aquí  en  Montevideo,  en  Enero  de  1857,  en  su  ^Crónica  de  varios 
hechos  del  General  don  Manuel  Oribe,  durante  la  época  de  los  9 
años  en  que  gobernó  despóticamente,  disponiendo  á  su  arbitrio  de 
la  vida  y  la  reputación  de  los  ciudadanos  y  administrando  sin 
cuenta  7ti  razón  el  tesoro  público,  y  apropiándose  del  tnistno  vtodo 
de  las  haciendas  de  los  habitantes  de  la  campana.  > 


204  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

recorrieron  el  Departamento  amenazando  á  los  ve- 
cinos que  manteníanse  en  prudente  reserva  á  es- 
pera del  candidato  del  Presidente  de  la  Repú- 
blica. 

Don  Juan  José  Poyo,  Alcalde  Ordinario,  ante 
la  actitud  audaz  de  los  agentes  de  Oribe,  cons- 
tituyóse, auxiliado  por  don  Isidro  Caballero,  en  alma 
de  la  resistencia  á  aquellos  manejos. 

El  señor  Pereyra  optó  al  fin  por  el  doctor  don 
Emeterio  Regúnaga,  que  resultó  electo  por  los  ele- 
mentos colorados. 

En  Durazno  y  Maldonado  el  Presidente  sufrió 
una  completa  derrota. 

En  el  primero  de  estos  Departamentos,  por  una 
doble  circunstancia:  los  colorados  se  abstuvieron 
por  no  dar  sus  votos  al  candidato  gubernista,  que 
había  sido  personaje  del  Cerrito,  y  los  elementos 
oribistas  á  último  momento  abandonaron  la  can- 
didatura de  don  Vicente  Vázquez,  para  votar  por 
el  doctor  don  Florentino  Castellanos,  que  contaba 
con  prestigio  en  el  vecindario,  y  cuya  candida- 
tura no  podía  provocar  repugnancias  ni  á  los  mis- 
mos que  respondieron  á  la  Defensa  durante  la 
Guerra  Grande. 

En  Maldonado  la  derrota  del  Presidente  tuvo 
su  origen  en  la  felonía  del  caudillaje  oribista  y 
la  abstención  de  los  elementos  colorados  que 
no  se  sintieron  capaces  de  oponerse  á  las  ame- 
nazas del  Jefe  Político   don   Bernardino  Olid. 

El  señor  Pereyra  mantuvo   sus   reservas   hasta 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


muy  tarde  respecto  al  candidato  del  Gobierno  para 
aquel  Departamento. 

Don  AAanuel  Oribe  había  proclamado  al  señor 
Bernardo  P.  Berro,  el  jefe  de  la  doble  reacción 
de  1853. 

Don  Bernardo  P.  Berro  reveló  nuevamente  en 
esta  ocasión  sus  condiciones  de  hombre  público. 

Los  ciudadanos  más  espectables  del  Cerrito,  en 
aquella  lucha  entre  el  Presidente  y  don  Manuel 
Oribe,  rodearon  decididamente  al  primero. 

Reconocieron  que  de  un  lado  estaba  el  princi- 
pio de  autoridad,  el  orden  regular  y  el  afianza- 
miento institucional ;  del  otro  las  pretensiones  in- 
sanas del  caudillaje. 

El  doctor  don  Cándido  Juanicó,  don  Jaime  Illa 
y  Viamont,  el  doctor  Francisco  Solano  Antuña, 
don  Atanasio  Lapido,  don  Francisco  Lecocq,  don 
Federico  Nin  Reyes,  don  Enrique  de  Arrascaeta, 
don  Pedro  Fuentes,  don  Atanasio  C.  Aguirre,  el 
doctor  Antonio  de  las  Carreras,  don  Octavio  La- 
pido, el  doctor  José  Vázquez  Sagastume,  el  doctor 
Pedro  Lenguas  y  otros  muchos  ciudadanos  vincula- 
dos al  antiguo  partido  blanco,  mantuviéronse  aleja- 
dos de  don  Manuel  Oribe,  para  vigorizar  la  acción 
de  la  autoridad  y  en  atención  á  las  exigencias  de  la 
política  fusionista. 

Aceptaron  en  Montevideo  la  candidatura  de  don 
Juan  Miguel  Martínez  — candidato  gubernista  —  de- 
clarando que  lo  hacían  por  ser  la  extinción  de  los 
viejos  partidos  la  primera  necesidad  del  país;  ne- 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


cesidad  proclamada  por  el  Presidente  de  la  Re- 
pública y  uniformemente  reconocida  por  todos  los 
hombres  pacíficos  y  honestos. 

La  actitud  de  don  Bernardo  P.  Berro  fué  muy 
distinta. 

Entre  la  evolución  saludable  que  ofrecía  el  Jefe 
del  Estado,  con  el  propósito  patriótico  de  des- 
truir el  influjo  de  un  sujeto  funesto,  represen- 
tante de  un  sistema  cuyo  ideal  había  sido  ahogar 
en  sangre  á  todos  los  hombres  que  tuvieran  en 
el  cerebro  una  idea,  y  la  reacción  dirigida  por  don 
Manuel  Oribe  con  el  objeto  de  consolidar  el  pre- 
dominio ultrajante  del  caudillaje,  don  Bernardo  P. 
Berro  no  vaciló:  plegóse  resueltamente  al  teniente 
de  Rosas. 

Su  triunfo  en  Maldonado  y  Rocha  fué  debido 
puramente  á  la  felonía  de  don  Bernardino  Olid, 
en  connivencia  con  los  caudillos  oribistas  de  aque- 
llas regiones. 

Con  el  fin  de  conquistarse  la  confianza  del 
Presidente,  le  escribía  Olid  en  estos  términos,  en 
los  primeros  días  de  Noviembre: 

Señor  Presidente  de  la  República,  don  Gabriel  A. 
Pereyra. 


Mi  respetable  señor: 


Á  mi  regreso  de  la  capital  encontré  en  el  De- 
partamento varios  trabajos  electorales,  siendo  tam- 


CARLOS  OXETÜ  Y   VIANA 


bien  diferentes  los  candidatos  que  se  proponían 
á  los  ciudadanos;  noté  la  confusión  de  ellos,  y 
comprendí  que  mi  indiferentismo  produciría  la 
desunión  en  los  hombres  de  orden  y  patriotismo, 
y  se  despertaría  el  espíritu  de  partido:  así  es  que 
espero  ordenes  de  V.  E.  para  obrar  en  consecneneia. 
Tiene  la  satisfacción  de  saludarle,  su  muy  ob- 
secuente S.  S.  Q.  B.  L.  M.  de  V.  E. 

.  Bernardino  Olid. 


Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  se  decidió  por  el 
señor  Atanasio  C.  Aguirre,  ciudadano  de  especta- 
bilidad  que  en  el  Cerrito  había  desempeñado  car- 
gos de  importancia,  entre  otros  el  de  Agente  de 
Oribe  en  una  misión  cerca  del  Gobierno  de  Río 
Grande. 

Notició  su  resolución  á  su  delegado  y  al  Al- 
calde Ordinario  don  Máximo  Amorín. 

El  Jefe  Político  recorrió  el  Departamento  para 
secundar  los  trabajos  de  los  agentes  oribistas, 
amenazando  al  vecindario,  y  por  su  cuenta  pro- 
clamó la  candidatura  de  don  Bernardo  P.  Berro. 

Fueron  inútiles  los  esfuerzos  del  Alcalde  Ordi- 
nario y  los  Jueces  de  Paz,  pues  Olid,  resuelto  á 
sacar  triunfante  al  candidato  de  Oribe,  desaten- 
dió toda  consideración. 

Una  vez  asegurado  el  triunfo  — ya  atemorizada 
la  población  — esforzóse  el  caudillo  por  no  perder 


20S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

la  confianza  del  Gobierno,  con  el  fin  de  poder  pre- 
sidir en  persona  los  manejos  el  día  del  comicio. 

Escribía  al  señor  Pereyra  así: 

<  Siento  tener  que  decir  á  V.  E.,  en  contestación 
á  su  carta  del  20  del  ppdo.,  que  en  este  Depar- 
tamento la  opinión  está  dividida  con  referencia  á 
la  candidatura  para  Senador,  pues  los  ciudadanos, 
unos  están  por  don  Atanasio  C.  Aguirre  y  otros 
por  don  Bernardo  P.  Berro ;  yo  pienso  pasar  ma- 
ñana ó  pasado  á  San  Carlos  y  Maldonado  para 
desde  allí  instruir  á  V.  E.  circunstanciadamente. 

Con  este  motivo  tengo  fuera  de  mi  partido 
y  de  círculo  la  firme  3.-1  con  el  propósito  de  ayu- 
dar al  Gobierno  y  cooperar  por  cuantos  medios 
estén  á  mi  alcance  á  su  sostén  y  engrandeci- 
miento .... 

Después  de  lo  que  antecede,  poniéndose  á  las 
órdenes  del  Presidente,  no  podía  ser  más  contra- 
dictorio el  caudillo  al  producirse  en  estos  térmi- 
nos: 

^  ...  interpuse  mi  influencia  como  hombre  pú- 
blico ó  ya  como  particular,  para  reunir  las  volun- 
tades desunidas,  y  que  discutidas  prudentemente 
las  cualidades  de  los  candidatos  en  competencia, 
se  confeccionaría  una  candidatura  que  siendo  to- 
talmente adicta  al  Gobierno,  reuniese  patriotismo 
y  honradez  y  la  capacidad  necesaria  para  la  se- 
guridad del  orden  y  progreso:  mi  súplica  fué  oída 
y  resultó  propuesto  como  candidato  don  Bernardo 
P.  Berro,  aceptado  por  la  generalidad  del  Depar- 
tamento. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  209 

Para  calmar  las  iras  del  Jefe  del  Estado,  á  quien 
mucho  conocía,  continuaba  con  esta  recomenda- 
ción de  su  candidato: 

<  . .  .  .  á  cuya  candidatura  me  plegué,  sabedor 
de  que  el  señor  Berro  es  amigo  fiel  del  principio 
de  autoridad,  que  también  lo  es  de  la  actual  Admi- 
nistración y  que  muy  lejos  de  embarazarla,  será 
su  celoso  cooperador,  siendo  ésta  la  primera  y  única 
exigencia  que  le  harán  sus  comitentes. 

El  señor  Aguirre  goza  de  muy  buena  reputa- 
ción en  el  Departamento,  pero  los  ciudadanos  ha- 
llan en  el  señor  Berro  no  sólo  las  cualidades  que 
se  requieren  para  el  fin  ya  designado,  sino  el  me- 
dio de  salvar  varios  compromisos  que  habían 
contraído  en  la  aceptación  de  otros  candidatos. 

Olid,  que  por  satisfacer  á  don  Manuel  Oribe 
cometía  con  el  señor  Pereyra  una  felonía,  mani- 
festaba á  éste  que  era  capaz  de  cometer  otra  igual 
con  quienes  estaba  comprometido; y  lo  hubiera  he- 
cho, si  el  Jefe  del  Estado,  procediendo  con  la 
energía  que  requería  la  gravedad  de!  caso,  hubiese 
en  aquellos  momentos  puesto  á  raya  al  verdugo 
del  infortunado  coronel  Silva. 

El  caudillejo  decía: 

Si  lo  antes  dicho  no  bastase  para  vindicarme 
para  con  el  señor  Presidente;  si  las  razones  ex- 
puestas no  alcanzaran  á  convencerlo  de  la  since- 
ridad y  lealtad  que  rige  mis  procedimientos,  estoy 
resuelto  tí  darle  una  prueba  mas  prtíctica  del  deseo 
u 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


que  me  anima,  de  marchar  de  acuerdo  con  la  supe- 
rioridad en  este  negocio,  cual  es  la  de  faltar  á  mis 
compromisos  con  los  ciudadanos  de  este  Departamen- 
to, renunciando  la  cooperación  que  les  ofrecí  en  pro 
del  candidato  Berro,  siempre  que  esta  candidatura 
sea  francamente  desagradable  al  Gobierno'^  . 

El  señor  Pereyra  juzgó  desdoroso  y  hasta  des- 
prestigiante para  el  principio  de  autoridad  entrar 
á  discutir  candidaturas  senaturiales  con  un  sujeto 
de  la  talla  de  Olid,  que  no  ocupaba  bien  su  puesto 
siempre  que  no  estuviera  incondicionalmente  á 
las  órdenes  del  superior. 

Ordenó  al  Ministro  Requena  respondiera  al  Jefe 
Político  de  Maldonado : 

Señor  Ministro: 

Conteste  al  señor  Olid  que  el  Presidente  de 
la  República  ha  propuesto  su  candidato,  y  que  mu- 
cho siente  y  mucho  sentiría  fuese  rechazado,  como 
le  indiqué  en  otra  carta. 

Quedo  su  afmo.  S.  S. 


Gabriel  Antonio  Pereyra. 


(1)    El  caudillejo    que    tenía  ya    consumada  su  traición,  termi- 
naba su  mensaje  con  estas  palabras: 

«Repito  á  V.  E.  las  seguridades  del  fino  afecto  y  leal  amistad 
iou  que  lo  distingue 

Su  servidor  Q.  B.  S.  .M. 

« Bemardiiio  O/id. » 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


El  triunfo  de  don  Bernardo  P.  Berro  debía  na- 
turalmente producir  desagrado  al  Presidente,  no 
porque  temiera  el  señor  Pereyra  las  rebeldías  del 
nuevo  Senador  que  había  dado  pruebas  innume- 
rables de  su  docilidad  para  con  los  poderosos. 

En  el  Cerrito,  nunca  había  tenido  el  señor  Be- 
rro una  palabra  de  protesta  ni  de  condenación  para 
la  barbarie  de  Rosas.  Hasta  había  puesto  su  firma 
al  pie  de  decretos  brutales  puramente  por  compla- 
cer al  jefe  sitiador. 

Lo  que  irritaba  al  Presidente  era  su  derrota  por 
los  secuaces  de  Oribe,  que  se  habían  puesto  en 
lucha  abierta  con  el  principio  de  autoridad;  era 
la  conducta  incalificable  de  su  delegado  en  Mal- 
donado  que  revelaba  todos  sus  atavismos  obe- 
deciendo á  su  antiguo  jefe  que  pretendía  afren- 
tar nuevamente  al  país  con  su  predominio. 

Don  Bernardino  Olid,  tan  pronto  tuvo  conoci- 
miento de  la  cólera  del  Presidente  de  la  República, 
audazmente  escribióle  en  esta  forma: 

....  es  muy  cierto  que  prometí,  contando 
con  la  opinión  de  vecinos  muy  respetables  de  este 
Departamento,  cooperar  á  que  la  elección  de  Sena- 
dor recayera  en  una  persona  que,  muy  lejos  de 
poner  trabas  al  Gobierno  en  su  administración,  se- 
cundara sus  buenos  deseos  en  bien  del  paí%,. .  . . 
pero  no  conformes  los  ciudadanos  en  gran  parte 
con  que  influencias  extrañas  prevalecieran  sobre  sus 
opiniones,  acordaron  la  candidatura  del  señor  Be- 
rro, creyéndolo  un  hombre  patriota  y  por  sí  mismo 
amigo  del  Gobierno. 


212  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

El  resultado  definitivo  de  estas  cosas  fué  la  des- 
titución de  don  Bernardino  Olid. 

El  señor  Pereyra,  que  no  estaba  dispuesto  á 
dejarse  ganar  elecciones  impunemente  por  un  cau- 
dillejo  felón,  tan  pronto  llegaron  á  Montevideo 
los  informes  oficiales  con  los  resultados  del  es- 
crutinio, dictó  el  siguiente  decreto: 

«  Ministerio  de  Gobierno. 

«  Montevideo,  Diciembre  12  de  1856. 

<.'  Habiéndose  cumplido  el  plazo  por  que  se  había 
comprometido  don  Bernardino  Olid  á  continuaren 
la  Jefatura  de  Policía  de  Maldonado,  y  siendo  ne- 
cesario   relevarlo,  el  P.  E.  ha  acordado  y  decreta: 

■  Artículo  1.^  Cesa  el  expresado  Olid  en  el  des- 
empeño de  Jefe  Político  del  Departamento  de  Mal- 
donado,  y  dénsele  las  gracias. 

<  Art.  2.0  Se  encarga  interinamente  de  la  Policía 
de  ese  Departamento  al  Coronel  don  José  Villa- 
grán. 

<  Pereyra. 
<;  Joaquín  Requena. » 


Don  Manuel  Oribe,  ante  la  actitud  francamente 
resuelta  del  Presidente  de  la  República,  juzgó  pru- 
dente pedir  sus  pasaportes. 

Sus  amigos  lo  disuadieron,  y  en  mensaje  res- 
petuoso, que  revela  el  estado  moral  de  la  época, 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  213 


para  justificar  su  petición  llegaron  á  declararle 
que  sin  su  permanencia  en  el  país  no  sería  posi- 
ble esperar  el  beneficio  de  la  paz  y  el  afianzamiento 
de  las  instituciones    '  . 


Vencidos  don  Manuel  Oribe  y  el  caudillaje  que 
le  seguía,  procediendo  con  verdadera  habilidad  se 
plegaron  al  Gobierno. 

Don  Bernardo  P.  Berro  ajustó  su  conducta  á 
los   planes   del  verdugo   de   Arroyo    Grande. 

Su  actitud  en  el  Senado,  lejos  de  embarazar  la 
marcha  de  la  Administración,  había  de  ser  de  adhe- 
sión completa  á  los  actos  del  Jefe  del  Estado. 

(1)    <Señor  Brigadier  General  don  Manuel  Oribe. 
«Respetable  señor: 

«Hemos  sabido  por  los  diarios  que  usted  ha  pedido  sus  pasa- 
portes. 

«Esta  noticia  no  ha  dejado  de  sorprendernos  inmensamente, 
porque  no  hemos  visto  causa  que  la  motive. 

«  La  lucha  electoral  que  acabamos  de  pasar  es  un  suceso  que 
no  ha  tenido  otro  campo  que  el  terreno  legal  y  pacífico  Usted,  señor 
General,  ha  hecho  uso  de  su  derecho  iniciando  candidaturas  irre- 
prochables, el  mismo  derecho  que  la  ley  acuerda  al  último  de  los 
ciudadanos  ;  y  esa  lucha  ha  concluido,  sin  que  las  pasiones  haj'an 
tenido  suficiente  poder  para  causar  la  menor  perturbación. 

«En  ese  sentido,  nada  en  nuestro  concepto  puede  justificar  la 
ausencia  de  V.  E.,  }•  en  todo  5-  por  demás  está  demostrado  que 
el  uso  del  derecho  de  ciudadano  ha  sido  satisfecho  completamente 
por  V.  E.,  el  primero  en  acatar  la  lej-  y  las  autoridades  cons- 
tituidas. 

«Si  motivos  de  otro  orden  han  inducido  á  ^'.  E.  á  dar  aquel 
paso,  nosotros  creemos  de  nuestro  deber  decirle  que  ante  todo 
está  la  Patria. 

«Ella  no  se  sirve  tan  sólo  con  la  espada,  sino  con  la  abnegación 
3'  el  sacrificio  que  impone  el  civismo. 


214  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Desgraciadamente  don  Gabriel  Antonio  Pereyra 
aceptó  la  cooperación  de  esos  elementos,  anu- 
lando así  los  efectos  benéficos  de  la  lucha  de  No- 
viembre. 

Esta  medida  debía  producir  de  inmediato  sus 
efectos. 

Los  hombres  de  la  Defensa,  que  por  razones 
de  incompatibilidad  no  podían  actuar  juntamente 
con  el  teniente  de  Rosas,  se  alejaron  nuevamente 
del  Fuerte. 

Sólo  don  Lorenzo  Batlle,  que  se  había  impuesto 
la  patriótica  misión  de  morigerar  los  rigores  de 
la  época,  permaneció  en  su  puesto.  Su  conducta 
fué  en  ese  momento  errónea. 

El  Presidente  de  la  República  había  demostrado 


»E1  señor  General  ha  levantado,  en  cuanto  le  ha  sido  posible, 
el  crédito  de  la  autoridad,  comprometiéndose  y  prestándole  su 
valiosa  cooperación  por  su  respeto  y  estabilidad. 

«La  Patria  Oriental,  á  quien  como  \.  E.  nadie  entre  nosotros 
todos  lia  consagrado  sus  mejores  días,  ve  en  V.  E.  el  baluarte 
más  poderoso  de  las  instituciones  y  del  respeto  á  las  Autorida- 
des Constitucionales  ;  le  prestará  un  sacrificio  más  á  los  innume- 
rables que  ha  hecho  y  á  los  lauros  y  glorias  que  le  debe,  resin- 
itándose  el  señor  General  á  declinar  de  su  propósito  de  ausentarse 
del  País,  y  se  lo  pedimos  nosotros,  señor  General,  á  nombre  de 
los  buenos  orientales,  su  permanencia  en  el  país,  porque  sin  ella 
no  es  posible  esperar  el  estimable  beneficio  de  la  pas  y  como 
consecuencia  lógica  el  afianzamiento    de  las  instituciones. 

«  Quedamos  de  Y.  E.  muj-  atentos,  S.  S.  Q.  B.  S.  RI. 

«  Hermenegildo  Fuentes.  —  Santiago  Bo- 
tana.—Eladio  de  la  Fuente.— Adolfo 
Basáñes.  —  Coronel  Espina.»  —(Si- 
guen las  firmas  de  casi  todos  los  ve- 
cinos de  la  Unión  ) 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


hasta  la  evidencia  que  no  era  capaz  de  completarla 
obra  iniciada  de  anular  la  figuración  del  caudillaje 
del  Cerrito,  cuya  sola  existencia  era  una  afrenta 
para  el  país. 

El  posibilismo  de  don  Lorenzo  Batlle  se  vol- 
vía desde  ese  momento  un  sacrificio  estéril. 

La  nueva  transacción  del  Presidente  con  don 
Manuel  Oribe,  venía  á  reproducir  la  situación  an- 
terior á  la  lucha  entre  ellos,  siendo  por  tanto 
absurda  toda  esperanza  de  evolución. 

Los  conservadores  juzgaron  que  el  decoro  na- 
cional reclamaba  una  manifestación  de  rebeldía. 

La  lucha  recomenzó  entonces,  teniendo  por  ac- 
tores, de  un  lado  la  gente  del  Cerrito,  que  rodeaba 
al  Jefe  del  Estado,  y  del  otro  los  hombres  del  Si- 
tio. 

La  actuación  de  don  Lorenzo  Batlle  en  esas 
circunstancias  fué  singularísima. 

Esforzóse  el  Ministro  por  evitar  la  ruina  total 
de  los  principios  de  la  Defensa. 

Dominado  por  ese  deseo,  empleó  sus  energías 
en  impedir  el  desarrollo  de  las  pasiones,  pues 
juzgaba  que  la  violencia  en  la  lucha  no  tendría 
más  virtud  que  vigorizar  los  antagonismos  exis- 
tentes entre  el  Presidente  y  los  conservadores ;  an- 
tagonismos que  fatalmente  llevarían  á  los  últimos 
á  alejarse  más  y  más  del  Fuerte,  cediendo  el  te- 
rreno á  los  elementos  oribistas. 

Es  muy  cierto  que  los  partidarios  de  don  Ma- 
nuel Oribe  — que  guardaban  sus  prevenciones  con- 


2:6  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

tra  don  Lorenzo  Batlle  porque  no  olvidaban  su 
calidad  de  ex  Ministro  de  la  Gueira  de  la  De- 
fensa habían  de  esforzarse  por  anular  su  acción ; 
pero  como  el  señor  Pereyra,  convencido  de  que 
aquél  era  elemento  indispensable  en  la  Adminis- 
tración, aceptaba  su  intervención  en  las  delibera- 
ciones del  Fuerte,  daba  mérito  con  esta  actitud 
á  que  el  Ministro  conservador  confiara  en  la  efi- 
ciencia de  su  gestión. 

Desgraciadamente  el  Presidente  de  la  República 
persistió  en  su  conducta  contradictoria. 

Hombre  de  carácter  irascible,  por  naturaleza  au- 
toritario, irritóse  ante  la  conducta  de  los  conser- 
vadores. 

Se  persuadió  de  que  era  imposible  contar  con 
los  hombres  de  la  Defensa,  en  una  situación  donde 
tuviera  influjo  el  caudillaje  oribista. 

Encontróse  entonces  frente  á  un  grave  dilema: 
ó  buscar  sostén  en  sus  aliados  de  la  víspera,  aven- 
turándose á  afrontar  todas  las  contingencias  de 
la  lucha  con  quienes  estaban  enseíioreados  de! 
país,  ó  abandonarse  á  éstos,  apoyándose  en  los  que 
habían  sido  sus  enemigos. 

Y  la  solución  debía  ser  inmediata,  pues  la  dua- 
lidad existente  envolvía  un  serio  peligro  para  la 
paz  pública. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  reveló  cuál  sería 
su  conducta  de  futuro,  cuando  en  momentos  di- 
fíciles, de  conflicto  entre  dos  tendencias  antagó- 
nicas, no  encontraba  otra  fórmula  para  salvar  los 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


inconvenientes  de  la  situación  y  asegurar  el  orden, 
que  el  siguiente  decreto: 

Artículo  1."  Cesa  en  las  funciones  de  Coman- 
dante General  de  Armas  que  desempeñaba,  el 
Brigadier  General,  don  Anacleto  Medina;  como 
también  su  segundo  el  Coronel  Mayor  don  Ma- 
nuel Freiré. 

Art.  2.'T  Cesa  igualmente  de  Jefe  de  la  Guar- 
dia Nacional  de  Caballería  de  Extramuros,  el  Co- 
ronel don  Francisco  Tajes. 

Art.  3.'^  Publíquese,  comuniqúese,  etc. 

Perevra. 
Carlos  de  San  Vicente. 


Otro  suceso  agravó  la  situación:  la  elección  de 
Alcalde  Ordinario  de  Montevideo  que  se  realizó 
el  1.'^  de  Enero  de  1857. 

El  señor  Pereyra,  que  en  Noviembre  del  56 
había  intervenido  en  el  proceso  electoral  con  el  pro- 
pósito de  anular  el  influjo  de  don  Manuel  Oribe, 
juzgó  que  debía  intervenir  también  en  este  caso, 
para  vencerá  los  conservadores,  que  se  habían  con- 
vertido en  decididos  opositores  á  la  política  de 
fusión. 

En  la  Capital  los  hombres  del  Sitio  contaban 
con  una  cantidad  de  votos  que  aseguraba  la  de- 
rrota de  don  Andrés  A.  Gómez,  candidato  del  Pre- 
sidente de  la  República. 


218  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Llegado  el  momento  del  comicio  y  una  vez  evi- 
dente la  mayoría  de  sufragios  de  los  elementos 
de  la  Defensa,  la  fuerza  pública,  sable  en  mano, 
agredió  á  los  electores  agrupados  en  derredor  de 
las  urnas,  para  imponer  por  la  violencia  el  triunfo 
del  Presidente. 

Estos  acontecimientos  llevaron  nuevamente  al 
país  muy  pronto  á  un  estado  deplorable. 


La  perspectiva  pavorosa  de  la  reproducción  de 
las  escenas  de  Marzo  y  de  las  jornadas  de  No- 
viembre inquietaba  á  los  espíritus. 

Por  otra  parte,  nada  más  absurdo  que  confiar 
en  los  hombres  del  Poder. 

La  atmósfera  política  era  asfixiante  y  no  había 
siquiera  la  posibilidad  de  variar  de  ambiente  den- 
tro de  aquel  orden  de  cosas. 

En  cuanto  á  la  situación  de  la  Hacienda,  los 
esfuerzos  de  don  Lorenzo  Batlle  no  habían  po- 
dido modificarla;  y  con  la  desconfianza  reinante, 
la  decadencia  económica  y  financiera  de  la  Re- 
pública   fué   en  aumento. 

Como  coronamiento  á  tantas  desgracias,  el  vó- 
mito negro  invade  á  Montevideo  en  los  primeros 
días  de  Abril  de  1857. 

El  terrible  flagelo  se  extendió,  llegando  á  crear 
verdadero  pánico  en  la   población. 

Más  de  20.000  habitantes  abandonaron  precipi- 
tadamente la  Capital. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  219 

Los  hombres  del  Gobierno  no  hicieron  otra  cosa. 

Solamente  don  Lorenzo  Batlle,  que  no  contaba 
ni  con  los  recursos  indispensables  para  atender 
á  los  gastos  que  demandaba  la  higiene  de  la 
ciudad,  concurría  diariamente  al  Fuerte,  impar- 
tiendo las  órdenes  necesarias  para  mejorar  la^ 
situación  de  las  desgraciadas  víctimas  de  la  peste. 

La  fiebre  se  extendió  á  todas  las  ciases  so- 
ciales. 

Personas  respetables  como  el  doctor  don  Teo- 
doro Miguel  Vilardebó,  que  desde  el  principio 
de  la  epidemia  prestó  sus  servicios  desinte- 
resados, llevando  su  abnegación  hasta  el  heroís- 
mo, el  Vicario  Apostólico  Lamas  y  otros  muchos 
ciudadanos  distinguidos  sucumbieron  víctimas 
del  mal. 

En  esta  situación  desoladora,  Juan  Carlos  Gó- 
mez, á  la  sazón  en  Buenos  Aires,  abandona  los 
placeres  que  le  ofrecía  la  gran  capital,  para  venir 
á  Montevideo  á  recoger  los  cadáveres  de  las 
calles  y  compartir  el  dolor  con  sus  compatriotas. 

<  Cúmpleme  estar  — decía  aquella  alma  gene- 
rosa—al lado  de  los  que  sufren  y  de  los  que 
mueren. 

Juan  Carlos  Gómez  no  pudo  menos  de  con- 
moverse al  presenciar  el  cuadro  miserable  que 
ofrecía  el  país. 

,     La  Capital    presentaba   el   aspecto   lúgubre  de 
una  ciudad  sitiada. 

La  campaña  vivía  entregada  á  la  ignominia  del 
caudillaje. 


220  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Llegado  acá,  no  pudo,  'como  era  natural,  sus- 
traerse al  ambiente,  y  en  los  jDnmeros  momentos 
el  hombre  de  corazón  se  sobrepuso  al  pensador 
y  al  político. 

Su  primer  acto  fué  presentarse  al  Hospital, 
poniéndose  incondicionalmente  á  las  órdenes  de 
don  Juan  Ramón  Gómez,  el  benemérito  presi- 
dente de  la  Comisión  de  Beneficencia  Pública, 
que  en  aquellos  momentos  dolorosos  luchaba 
como  bueno,  esforzándose  por  impedir  la  pro- 
pagación de  la  fiebre. 

Sus  amigos  ofrecen  á  Juan  Carlos  Gómez  la 
dirección  de  El  Nacional,  exhortándolo  á  que 
tomara  un  puesto  en  la  lucha  sacrosanta  en  que 
estaban  empeñados. 

El  ilustre  pensador  inició  su  campaña  el  15  de 
Mayo. 

Sus  primeras  palabras  revelaban  al  hombre.  Decía: 
Hemos  vuelto  al  país  á  tomar  parte  en  el  co- 
mún sufrimiento. 

Esto  es  todo  nuestro  programa. 
Por  lo  demás,  nuestros  principios  son  ya  co- 
nocidos; y  una  profesión  de  fe  sería  inútil. 

Toda  nuestra  ambición  se  reduce  á  ver  feliz 
y  próspera  la  patria,  por  la  realidad  de  las  ins- 
tituciones que  aseguren  á  todos  sus  habitantes, 
cualesquiera  que  sean  sus  opiniones  ó  disidencias 
políticas,  las  garantías  de  la  ley,  de  la  Justicia 
y  de  la  moral,  que  iiacen  fecundo  el  trabajo  y  dan 
disnidad  á  la  existencia  del  hombre. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  221 


<  Felices  de  nosotros  si  nos  concede  el  des- 
tino el  rol  de  un  peón  en  esa  obra  de  la  felici- 
dad del  pueblo. 

Juan  Carlos  Gómez  traía  á  la  patria  las  dos 
grandes  pasiones  de  toda  su  vida:  un  verdadero 
amor  á  la  libertad  y  un  odio  profundo  al  cau- 
dillaje y  á  la  prepotencia  militar. 

Odiaba  á  los  caudillos  del  Cerrito  porque  eran 
salvajes  y  sanguinarios  y  su  sola  existencia  cons- 
tituía un  ultraje  para  el  país;  odiaba  á  los  cau- 
dillejos  colorados  que  eran  arbitrarios  y  desqui- 
ciados. 

Juan  Carlos  Gómez  se  encontró  con  una  si- 
tuación esencialmente  militar,  que  tenía  por  base 
de  su  organización  el  caudillaje. 

Dióse  cuenta  incontinenti  de  la  empresa  teme- 
raria que  debía  acometer. 

El  país  se  encontraba  enfermo  y  atravesaba 
por  una  crisis  dolorosa,  y  era  obra  de  romanos 
incorporarlo  á  corrientes  saludables. 

El  convencionalismo  imperante,  la  falta  abso- 
luta de  verdad,  la  mistificación  de  la  política  fu- 
sionista,  todo  contribuía  á  la  ruina,  fomentando 
la  desmoralización  y  el  desencanto. 

Juan  Carlos  Gómez  llegaba  de  Buenos  Aires, 
donde  se  había  habituado  á  vivir  en  un  am- 
biente sano.  Allí,  después  de  largos  sufrimientos 
y  martirios,  habían  logrado  los  porteños  conso- 
lidar   la    situación    política   sobre   la    base   de  la 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


equidad,  el  respeto  á  la  tey  y  la  exclusión  com- 
pleta de  los  caudillos  y  los  hombres  de  sable. 

Juan  Carlos  Gómez  había  contribuido  al  triunfo 
de  la  candidatura  de  Alsina,  patriota  argen- 
tino, campeón  de  las  libertades  de  su  país  en  las 
luchas  contra  Rosas. 

El  triunfo  de  Alsina,  que  sucedió  en  el  Go- 
bierno al  doctor  don  Pastor  Obligado,  demos- 
traba que  en  Buenos  Aires  se  había  alcanzado 
la  conquista  definitiva  de  la  libertad. 

Urquiza  había  sido  relegado  á  las  provincias, 
y  bien  sabía  que  le  era  imposible  pisar  con  sus 
botas  las  calles  de  la  capital  sin  antes  chocar  con 
las  legiones  de  Mitre. 

Los  hombres  de  la  mazhorca  habían  desapa- 
recido. 

Los  siniestros  personajes  que  durante  varios  lus- 
tros afrentaron  á  Buenos  Aires,  ya  no  tenían  figu- 
ración en  el  escenario  político. 

Cuitiño,  Maza,  Troncoso,  Badía,  Oribe,  Benítez 
y  otros  sujetos  de  igual  traza,  habían  sido  sus- 
tituidos por  Sarmiento,  Mitre,  Alsina,  Vélez  Sars- 
field.  Obligado,  Avellaneda,  Barros  Pazos,  etc. 

La  idolatría  á  Rosas  había  desaparecido  para 
dar  lugar  al  culto  por  Rivadavia. 

Juan  Carlos  Gómez  tan  pronto  llegó  á  Mon- 
tevideo, pudo  notar  el  contraste  que  ofrt  ^'a  nues- 
tro país  al  lado  de  Buenos  Aires. 

Don  Manuel  Oribe,  jefe  y  director  de  su  viejo 
partido  político,  convertido  en  el  primer  personaje 
de  la  situación. 


CARLOS  OXETO  Y  VI ANA  223 

Don  Lucas  Moreno,  don  Bernardino  Olid,  don 
Dionisio  Coronel,  encargados  del  comando  de 
las  zonas  militares. 

Hasta  Cipriano  Cames,  que  bebió  sangre  hu- 
mana, ostentaba  el  título  de  delegado  militar  en 
el  Departamento  de  San  José. 

Carro,  en  la  Colonia.  Todos  los  demás  caudi- 
llejos  del  Cerrito  que  tenían  escrita  su  historia 
con  la  sangre  de  sus  víctimas,  ocupaban  puestos 
oficiales. 

Como  consecuencia  del  predominio  de  estos 
hombres,  la  campaña  presentaba  el  aspecto  de 
tierra  asolada  por  el  vandalaje. 

Juan  Carlos  Gómez,  á  los  pocos  días  de  ha- 
cerse cargo  de  El  Nacional,  declaraba  valiente- 
mente: 

En  estos  países  no  hay  más  que  un  ele- 
mento desorganizador  —  y  es  el  caudillaje. 

El  falseamiento  de  las  instituciones  es  su 
obra. 

La  inmoralidad  es  su  hechura. 

Para  dominar  y  prevalecer  tiene  fatalmente 
que  levantar  todo  lo  malo  en  hombres  y  cosas 
y  anonadar  todo  lo  bueno. 

El  caudillaje  es  la  negación  de  toda  ley,  de 
todo  derecho,  de  toda  garantía,  de  todo  princi- 
pio, de  toda  marcha  regular  de  paz  y  de  pro- 
greso. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Con  el  caudillaje  no  existe  ni  la  seguridad 
de  la  vida,  ni  el  respeto  á  la  propiedad,  ni  la 
inviolabilidad  de  la  familia,  ni  ninguna  de  las  más 
esenciales  garantías  del    orden  social. 

Juan  Carlos  Gómez  adoptó  desde  un  princi- 
pio un  determinado  propósito. 

Juzgó  indispensable  emprender  una  campaña 
severa  contra  el    convencionalismo   de  la   época. 

La  situación  ofrecía  muchos  puntos  de  seme- 
janza con  la  de  1853. 

Admiró  la  abnegación  de  don  Lorenzo  Batlle, 
que  seguía  esforzándose  por  iniciar  una  evolución 
en  el  Fuerte ;  y  resolvió  secundarlo  con  una  pro- 
paganda moderada  y  conciliadora,  señalando  al 
país  el  mal  donde  apareciera,  prestigiando  las 
obras  nobles  y  meritorias. 

Sus  ataques,  rudos  cuando  se  dirigían  al  vicio 
y  al  crimen,  jamás  alcanzaron  al  Presidente  de 
la  República. 

Juan  Carlos  Gómez  olvidó  el  origen  del  triunfo 
de  la  candidatura  de  don  Gabriel  Antonio  Pe- 
reyra,  para  recordar  solamente  sus  antecedentes 
personales  gloriosos,  con  el  propósito  de  pres- 
tigiar su  autoridad  ante  el  país  y  evitar  que  los 
apasionamientos  y  ofuscaciones  del  Jefe  de  Es- 
tado malograran  la  evolución  salvadora. 

Por  otra  parte,  Juan  Carlos  Gómez,  que  era 
incapaz  de  un  sentimiento  insano,  no  perseguía 
la  exclusión  de  los  elementos  honestos  que  por 
cualquier  motivo  hubieran   podido  seguir  un  ca- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  223 

mino  distinto  al    de  los  hombres  de  la  Defensa. 

Nadie  mejor  animado  de  grandes  altruismos, 
de  ideas  generosas  de  concordia  y  confraternidad. 
Profesaba  un  partidarismo  depurado,  dignificante, 
como  había  profesado  Melchor  Pacheco  y  Obes, 
de  quien  fué  entusiasta  admirador. 

Radical  é  intransigente  en  punto  á  principios, 
era  complaciente  y  benévolo  siempre  que  juzgara 
los  errores  de  los  hombres. 

Declaró  la  guerra  al  militarismo  analfabeto  y 
al  caudillaje  porque  constituían  el  mal  social  de 
estas  regiones. 

Declaró  igualmente  la  guerra  á  la  política  fu- 
sionista  porque  la  juzgaba  absurda  é  imposible 
y  perjudicial  á  los  intereses  permanentes  del  país. 

La  fusión  llevaba  en  1857  seis  años  de  ensa- 
yos repetidos. 

Durante  ese  tiempo  la  República  había  sido 
víctima  de  acciones   y  reacciones  deplorables. 

Ruinas,  sangre,  escándalos,  oprobios  y  despo- 
tismo: todo  eso  nos  había  dado. 

Juan  Carlos  Gómez  se  esforzó  por  demostrar  que 
no  podía  ser  de  resultados  benéficos  un  sistema 
político  que  no  tuviese  por  fundamento  la  verdad. 

Y  precisamente,  era  lo  que  ocurría  con  la  fu- 
sión. Se  explotaba  un  deseo  que  animaba  á  to- 
dos los  hombres  honestos,  fueran  blancos  ó  co- 
lorados: la  conservación  de  la  paz  pública,  la  ce- 
sación definitiva  de  una  vida  bochornosa  y  de 
anarquía. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Sin  embargo,  no  se  hacía  por  conjurar  los  pe- 
ligros con  medidas  prácticas,  con  una  gestión 
política  sensata  y  humana  que  estimulara  las 
buenas  obras  y  condenara  los  malos  procedi- 
mientos; que  diera  seguridad  á  las  personas  yá 
la  propiedad;  que  eliminara  las  arbitrariedades  del 
sable. 

Lejos  de  eso,  se  invocaban  los  principios  de 
confraternidad,  estando  el  país  entregado  á  su- 
jetos siniestros,  enemigos  del  orden  y  de  todo 
lo  honesto,  animados  por  sentimientos  agresivos 
y  llenos  de  odios  de  épocas  anteriores. 

Era  absurdo  invocar  principios  de  concordia, 
cuando  en  verdad  quedaban  subsistentes  los  an- 
tagonismos que  dividían  á  los  antiguos   bandos. 

El  doctor  don  Miguel  Cañé,  distinguido  pu- 
blicista argentino,  que  observaba  fríamente  la 
marcha  de  nuestros  sucesos  y  que  había  sido  uno 
de  los  apóstoles  de  las  nuevas  doctrinas,  decía: 

'<  La  fusión  es  un  sueño,  desde  que  cada  co- 
lor político  representa  ¡deas,  afecciones  y  creen- 
cias distintas. 

....   la  unión  es  un   delirio.  > 

La  fusión  hasta  había  servido  para  disfrazar 
propósitos  criminales;  y  en  aquellos  momentos, 
no  era  otra  cosa  lo  que  sucedía. 

Estaba  además  fresco  el  recuerdo  del  Pacto 
del  55  y  de  las  memorables  jornadas  de  No- 
viembre en  que  el  caudillaje  invocando  los  prin- 
cipios de  confraternidad,  había  impuesto  al  país 
á  metralla  su  predominio. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


Los  más  grandes  enemigos  de  la  fusión  en  1857 
habían  sido  sus  más  entusiastas  partidarios  en 
épocas  anteriores. 

El  doctor  don  Pedro  Bustamante,  don  Fernando 
Torres,  el  doctor  don  José  María  Muñoz,  Francis- 
co Tajes  y  la  mayoría  de  los  hombres  de  signi- 
ficación de  la  Defensa  habían  consagrado  todas 
sus  energías,  desde  1851,  á  la  causa  de  la  con- 
cordia y   de  la  unión. 

El  mismo  Juan  Carlos  Gómez,  que  jamás  fué  fu- 
sionista,  en  1852  se  incorporó  á  la  benemérita  So- 
ciedad de  los  Amigos  del  País  >  fundada  con  el 
noble  propósito  de  trabajar  por  la  paz  y  la  ex- 
tinción de  los  viejos  odios. 

En  1853  ya  manifestóse  contrario  á  la  fusión, 
convencido  de  su  imposibilidad. 

En  la  campaña  emprendida  en  El  Orden  —  que 
no  alcanzó  á  las  fogosidades  de  la  iniciada  en  El 
Nacional  —  enseñó  al  país  que  era  absurdo  este- 
rilizar tantas  energías  en  la  prosecución  de  un 
objeto  irrealizable. 

Juan  Carlos  Gómez  enseñaba  además,  que  opo- 
nerse á  la  fusión  por  ser  ella  absurda  no  signi- 
ficaba alimentar  sentimientos  insanos  ni  ideas 
contrarias  á  la  concordia. 

Su  pensamiento  era  el  mismo  que  animó  á  Mel- 
chor Pacheco  y  Obes :  el  odio  y  deseo  de  externii- 
nio  sólo  pueden  ser  propios  de  las  agrupaciones  re- 
trógradas y  senil  bárbaras   '  . 

( 1 )    De  Melchor  Pacheco  y  Obes. 


22S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

El  verdadero  patriotismo  aconsejaba  educar  á 
los  partidos  y  propender  á  su  evolución. 

Nada  más  irracional  que  la  pretensión  de  supri- 
mir ó  modificar  por  decretos  lo  que  es  algo  así 
como  orgánico  en  los  orientales. 

Era  perfectamente  explicable  que  en  1851  cons- 
tituyera el  pensamiento  predominante  entre  los 
políticos  de  la  época. 

Explicables  también  y  hasta  plausibles  los  impul- 
sos generosos  de  los  fundadores  de  la  ^  Sociedad 
de  los  Amigos  del  País   . 

Pero  después  de  los  dolorosos  sucesos  de  1853, 
que  pusieron  en  evidencia  el  fracaso  de  la  fusión, 
después  de  la  obra  vandálica  del  Pacto  de  la  Unión, 
el  cual,  en  nombre  de  los  principios  fusionistas 
y  de  confraternidad  había  entregado  el  país  al  abso- 
lutismo del  sable,  era  absurdo,  antipatriótico,  hasta 
criminal,  reincidir  en  los  mismos  propósitos. 

Juan  Carlos  Gómez,  con  el  convencimiento  de 
que  su  propaganda  era  sacrosanta,  escribía  estas 
palabras  que  ponen  una  vez  más  en  transparencia 
su  alma  generosa: 

<  Si  pudiéramos  borrar  con  toda  nuestra  sangre 
la  división  de  los  partidos  y  hacer  que  todos  nues- 
tros compatriotas  tuvieran  los  mismos  anteceden- 
tes y  las  mismas  opiniones,  ella  no  subsistiría  cier- 
tamente un  solo  momento  más. 

Y  continuaba: 

'  Sin  embargo,  contra  lo  imposible  nadie  es  fuerte. 
Los   partidos  existen    y   es    preciso   aceptarlos. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  229 

En  otra  forma  lo  había  declarado  ya  Melchor 
Pacheco  y  Obes:  .  . .  estos  partidos  son  un  bien 
ó  un  mal  necesario. 

Juan  Carlos  Gómez,  cuya  honradez  igualaba  á 
su  sinceridad,  no  podía  menos  de  oponerse  resuel- 
tamente á  las  pretensiones  de  quienes  querían 
perpetuar  aquel  sistema. 

La  fusión  — decía  — con  su  política  de  conten- 
tillo,  enervó  en  1853  todos  los  buenos  sentimien- 
tos, desvirtuó  todas  las  ideas,  que  son  el  más  fuerte 
apoyo  de  un  Gobierno  que  debe  tener  en  vista  la 
realización  de  las  instituciones,  la  efectividad  de 
las  libertades  constitucionales,  la  elevación  del  país 
por  la  consagración  de  todo  lo  que  es  bueno  y 
la  condenación  de  lo  que  es  malo. 

Se  quiere  hoy  todavía,  á  pesar  de  la  dura  lec- 
ción del  pasado,  del  amargo  desengaño  de  tantas 
esperanzas,  restablecer  la  fusión  en  política  y  darle 
á  roer  el  resto  del  país  cuya  vitalidad  ha  devo- 
rado .... 

Las  fusiones  nos  darán  Gobiernos  enfermi- 
zos, impotentes  para  el  bien ....  que  subsistirán 
entre  vacilaciones  é  inquietudes  y  acabarán  sin 
gloria  y  sin  provecho,  dejando  á  los  pueblos  en 
peor  estado  del  que  los  encontraron .... 

La  fusión  ha  hecho  su  tiempo.  Fué  la  enferme- 
dad de  una  época.  Fué  una  epidemia,  y  lo  que 
nos   cumple  hoy  es  trabajar   porque  ella  no  rea- 


230  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

parezca. .  .  .  porque  nos  traería  otra  serie  de  inmo- 
ralidades y  otra  progenie  de  caudillos. 

« Terraplenemos  ese  terreno  de  basura  que  formó 
la  fusión. . . . 

<  La  libertad  es  la  base  indispensable  de  la  paz 
pública,  pero  la  libertad  no  se  establece  y  se  ra- 
dica sino  por  la  verdad  de  los  principios  que  la 
constituyen.  > 

Poco  tiempo  después,  en  presencia  de  los  en- 
tusiasmos fusionistas  de  quienes  ocultaban  todas 
las  fuerzas  de  sus  ¡deas  atávicas,  sentaba  el  gran 
pensador  esta  verdad: 

<  En  la  República  no  hay  un  solo  hombre  que 
no  pertenezca  á  un  partido,  por  sus  anteceden- 
tes, por  sus  creencias  ó  al  menos  por  sus  sim- 
patías. 

El  problema  electoral  de  Noviembre  comenzó 
á  agitar  los  espíritus  desde  mediados  del  57. 

La  propaganda  de  El  Nacional,  francamente 
contraria  á  la  fusión,  llevó  la  alarma  á  los  hom- 
bres del  Poder. 

El  Presidente  de  la  República,  que  había  ido 
al  Gobierno  con  el  propósito  de  hacer  política 
fusionista,  no  podía  juzgar  favorablemente  la  con- 
ducta de  Juan  Carlos  Gómez. 

Los  elementos  del  Cerrito,  que  sobre  todo  es- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  231 

taban  interesados  en  que  no  se  tocara  el  pasado, 
se  adhirieron  á  la  actitud  del  Jefe  del  Estado. 

La  intromisión  oficial  en  los  trabajos  electora- 
les se  hizo  sentir  en  todo  el  país. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  resuelto  á  ser 
consecuente  con  su  programa,  que  había  sido  cal- 
cado en  las  cláusulas  del  Acuerdo  de  los  cau- 
dillos de  1855,  se  puso  al  frente  del  movimiento 
fusionista. 

Pero  como  los  hombres  de  la  Defensa  se  ha- 
bían retirado  del  Fuerte,  la  política  de  fusión  venía 
á  ser  obra  en  aquellos  momentos,  de  la  alianza 
del  Presidente  de  la  República  con  los  elementos 
del  Cerrito. 

Esto  importaba  establecer  un  estado  de  cosas 
igual  al  existente  durante  el  Gobierno  de  don  Juan 
Francisco  Giró  después  de  la  separación  del  doc- 
tor don  Florentino  Castellanos  del  Ministerio. 

Uno  solo  de  los  viejos  partidos  — adueñado  del 
poder  — explotaba  el  nombre  de  la  política  de  fu- 
sión, que  en  rigor  no  se  practicaba. 

Tal  sistema  no  solamente  era  absurdo,  sino  que 
conspiraba  abiertamente  contra  la  paz  pública. 

La  fusión  constituía  una  asociación  que  mar- 
caba en  la  frente  con  la  seíial  de  reprobo  al  que 
no  se  acomodara  á  sus  propósitos. 

Juan  Carlos  Gómez  evidenciaba  una  vez  más 
la  ecuanimidad  de  su  espíritu,  cuando  en  aque- 
llos instantes  de  confusión  y  de  grandes  pasio- 
nes, se  expresaba  en  estos  términos: 


232  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

La  situación  que  atravesamos  es  idéntica  á  la 
que  precedió  á  las  convulsiones  de  1853. 

;  Si  hubiera  alguna  diferencia,  consistiría  en  que 
hoy  tenemos  la  experiencia  del  53,  y  con  ella  la 
probabilidad  de  salvar  la  paz  pública,  que  enton- 
ces comprometía  la  inexperiencia. 

Hoy  como  entonces,  un  partido  tiende  á  vio- 
lentar las  inmunidades  constitucionales   del  otro. 

<  Hoy  como  entonces,  un  partido  se  propone 
dominar  á  todo  trance  de  antemano  los  comicios 
públicos  é  instalarse  en  el  Poder,  fabricando  una 
soberanía  conforme  á  sus  intereses. 

Ésta  es  la  verdad  sin  rodeos ;  y  es  preciso  y 
conveniente  declararlo  para  prevenir  las  funestas 
consecuencias  del  engaño. 

<  El  mal  estuvo  en  que  en  1853  el  Gobierno 
se  hizo  partido  y  dejó  de  ser  Gobierno. 

El  bien,  en  la  situación  actual,  estaría  en  que  el 
Gobierno  dejara  de  ser  partido  para  ser  en  ver- 
dad Gobierno,  afianzando  á  todos  sus  inmunida- 
des y  sus  dereclios,  sus  garantías  y  sus  libertades 
constitucionales. 

Así  la  paz  no  será  alterada. 
« La  paz  pública  estriba   completamente  en  la 
verdad  de  las  instituciones. 

« Puesto  el  pie  en  una  mala  pendiente,  se  rueda 
luego  fácilmente  al  abismo. 

Recojamos  las  experiencias  del  53;  recojámos- 
las, para  decir  á   una  al  Poder,  que  el  modo  de 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  233 


salvar  el  orden  y  la  tranquilidad  está  en  que  el 
Gobierno  no  se  convierta  en  partido. 

No  queremos  Gobierno  blanco  ni  Gobierno 
colorado. 

Queremos  Gobierno  de  las  instituciones,  de  las 
garantías  y  de  las  libertades ;  Gobierno  que  deje 
á  blancos  y  colorados  sostener  libremente  sus  ideas, 
afianzando  á  los  unos  y  á  los  otros  el  imperio  de 
la  ley  y  de  la  justicia ;  Gobierno  que  consulte  sin- 
ceramente la  opinión  del  país,  y  que  de  una  vez 
por  todas  liaga  prevalecer  sobre  las  trampas  y  cu- 
bileteos de  partido  la  realidad  de  la  soberanía  del 
pueblo. 

Así  la  paz  pública  se  salvará  en  1857. 
A  esta  propaganda  patriótica,  animada  de  sen- 
timientos pacíficos,  respondían  los  primaces  de  la 
política  fusionista  con  denuestos  y  amenazas  que 
no  alcanzaban  á  la  altura  del  desdén  de  Juan  Car- 
los Gómez: 

Un  Gómez  se  lanza  entre  nosotros  á  conti- 
nuar su  acción  civilizadora   ... 

¿Se  le  debe  dejar  tranquilo  en  esa  obra  de  des- 
quicio y  destrucción?  > 

El  austero  pensador,  prescindiendo  de  los  des- 
ahogos de  que  era  víctima,  resuelto  á  proseguir 
en  sus  propósitos,  sin  soberbia,  sin  injuria  y  sin 
ofuscación,  se  limitaba  á  pedir  justicia  y  equidad. 

Quitemos  "decía  — las  leyes  injustas,  atentato- 
rias de  la  Constitución. 


234  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


K  Quitemos  las  influencias  del  caudillaje  que 
pretende  imponerse  al  país,  puñal  y  trabuco  en 
mano. 

Quitemos  las  organizaciones  electorales  con 
medios  oficiales,  que  tienden  á  armar  á  unos  con 
escudo  y  lanza,  maniatando  á  los  otros. 

Quitemos  los  fraudes,  las  trampas,  los  com- 
plots de  las  camarillas,     etc. 

La  campaña  de  Juan  Carlos  Gómez  muy  pronto 
exasperó  á  los  directores  de  la  política  de  fusión. 

La  prensa  oficial  y  los  órganos  fusionistas  juz- 
garon más  eficiente  que  los  razonamientos  serios 
y  la  persuasión,  la  sátira  sangrienta  y  el  insulto 
grosero  y  ruin. 

Juan  Carlos  Gómez  durante  la  Defensa  se  ha- 
bía alejado  de  Montevideo  dirigiéndose  á  Chile, 
donde  permaneció  algunos  años. 

En  Valparaíso  entró  en  la  redacción  de  El 
Mercurio,  desde  cuyas  columnas  no  solamente 
fustigó  á  la  tiranía  de  Rosas,  sino  que  tomó  par- 
ticipación en  el  movimiento  político  de  aquel 
país,  vinculándose  con  ese  motivo  á  sus  hom- 
bres públicos  más  distinguidos. 

Esta   circunstancia  dio  armas  á  sus  enemigos. 

Comenzaron  por  negarle  su  derecho  á  la  ciu- 
dadanía, calificándolo  desdeñosamente  de  chileno 
y  de  roto. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  235 

Hasta  se  le  amenazó  con  la  publicidad  de  un 
decreto  de  Melchor  Pacheco  y  Obes,  dictado 
cuando  Juan  Carlos  Gómez  partía  para  Chile,  por 
el  que  se  le  declaraba  traidor  ;  hecho  falso  y 
calumnioso,  que  no  tenía  otro  objeto  sino  des- 
virtuar la  propaganda  de  El  Nacional. 

Melchor  Pacheco  y  Obes  siempre  había  profe- 
sado verdadero  aprecio  á  Juan  Carlos  Gómez, 
por  sus  relevantes  cualidades  de  carácter,  su 
austeridad  intachable  y  su  talento. 

Como  no  dieran  resultados  esos  ataques,  los 
políticos  fusionistas  explotaron  la  actuación  de 
Juan  Carlos  Gómez  en  Buenos  Aires. 

Dijimos  ya  que  al  triunfo  de  Alsina  había  coo- 
perado en  buen  grado  la  campaña  periodística 
de  Juan  Carlos  Gómez. 

Mitre,  Sarmiento,  Alsina,  Obligado,  Vélez  Sar- 
field,  representantes  conspicuos  de  la  intelectuali- 
dad argentina,  estaban  estrechamente  vinculados 
al  gran  escritor  y  eran  otros  tantos  admiradores 
suyos. 

Estas  circunstancias  hicieron  que  Juan  Carlos 
Gómez  se  identificara  con  la  sociedad  porteña, 
no  considerándose  por  tanto  allí  elemento  ex- 
traño. 

Los  políticos  fusionistas  y  los  órganos  del 
Gobierno  dirigieron  sus  diatribas  por  ese  lado. 

Espíritus  estrechos  y  reaccionarios,  dominados 
por  un  charniismo  deprimente,  entendían  que  le- 
jos   de    ser   honroso   para  Juan    Carlos  Gómez 


236  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

el  aprecio  del  pueblo  de  Buenos  Aires,  menosca- 
baba su  dignidad  y  altivez  cívicas. 

Y  los  que  no  habían  tenido  escrúpulos  en 
admirar  al  genio  americano  de  Rosas,  calificaban 
irónicamente  á  Juan  Carlos  Gómez  de  ilustre 
peón  de  la  política  porteño. 

Ya  eran  notorias  en  esa  época  las  ideas  anexio- 
nistas de  Juan  Carlos  Gómez. 

El  diario  del  Gobierno,  insidiosamente  y  afec- 
tando no  atribuir  importancia  á  la  propaganda  del 
gran  pensador,  decía: 

La  política  que  sostiene  aquí  El  Nacional  con 
don  Juan  Carlos  Gómez,  es  una  cuestión  pura- 
mente de  Buenos  Aires.  > 

Poco  tiempo  después  se  le  llamaba  misera- 
ble »  vendido  al  oro  porteño  >  malvado  >  vil  >> 
« calumniador  >  <  demagogo  ». 

La  fusión  juzgaba  lícitos  todos  los  medios  de 
agresión,  con  tal  que  pudiesen  desautorizar  su 
palabra. 

Consecuentes  con  ese  sistema,  imputáronle  ha- 
ber venido  al  país  de  orden  de  su  amo  Alsina,  á 
promover  la  anarquía  que  facilitara  nuestra  in- 
corporación á  Buenos  Aires. 

Esto  significaba  el  supremo  ultraje  que  aquella 
gente  pudiese  inferir  á  su  altivez. 

En  efecto,  Juan  Carlos  Gómez  profesaba  sin- 
ceramente ideas  anexionistas. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  237 

Entendía  que  nuestra  existencia  política  era 
absurda. 

País  pequeño,  despoblado,  en  ruinas,  presa 
constante  de  la  maldita  guerra  civil,  víctima  de 
la  prepotencia  de  los  hombres  de  sable  y  de  los 
caudillos  que  lo  afrentaban,  sin  horizontes,  es- 
taba, según  él,  condenado  fatalmente  á  arrastrar 
una  existencia  oprobiosa. 

Por  otra  parte,  es  de  notar  que  las  conviccio- 
nes de  Juan  Carlos  Gómez  tenían  su  antecedente 
en  la  propia  historia  nacional. 

Su  pensamiento  no  era  otro  que  el  que  animó 
á  los  patriotas  del  año  10;  el  mismo  que  im- 
pulsó la  Cruzada  de  los  33  y  que  presidió  las 
deliberaciones  de  la  Asamblea  de  la  Florida  y 
la  declaratoria  del  25  de  Agosto. 

Juan  Carlos  Gómez  sentía  patriótica  indigna- 
ción al  recordar  la  afrenta  que  nos  impuso  la 
Convención  de  1828. 

El  Emperador  del  Brasil  don  Pedro  1,  con  el 
fin  de  poner  término  á  las  discordias  con  las 
Provincias  Unidas,  había  concedido  la  desmem- 
bración de  la  Cisplatina  para  que  se  constituyera 
en  país  independiente. 

La  misma  intervención  de  los  representantes 
de  ambos  países  en  la  sanción  de  nuestra  Carta 
Fundamental  '  constituía  un  hecho  por  demás 
vejatorio. 

vi]    Cláusula  7.»  de  la  Convención  de  Agosto  de  1826. 


238  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Juan  Carlos  Gómez  entendía  que  la  Paz  del  28  no 
había  sido  otra  cosa  que  el  resultado  del  triunfo 
de  la  hábil  diplomacia  imperial  sobre  las  impacien- 
cias de  Dorrego ;  que  si  Rivadavia  hubiera  perdura- 
do en  el  Gobierno,  otra  habría  sido  la  solución:  los 
escuadrones  de  Alvear  hubiesen  llegado  á  formar 
campamento  en  las  mismas  calles  de  Porto  Alegre. . . . 

Estas  circunstancias  justificaban  plenamente  la 
conducta  de  Juan  Carlos  Gómez,  que  siempre 
deploró  nuestra  autonomía. 

La  política  de  fusión,  innoble  y  cruel,  ensañóse 
sin  embargo  en  su   adversario. 

Juan  Carlos  Gómez  juzgó  que  no  debía  guar- 
dar indiferencia  ante  una  afirmación  tan  grave 
« porque  con  la  calumnia  se  hace  una  opinión 
que  acaba  por  abrumar  al  calumniado. 

Lo  que  más  lo  irritaba  era  la  deslealtad  de  sus 
enemigos. 

Los  que  le  acusajban  llamándole  sujeto  sin 
patria  >  haciendo  alarde  de  un  nacionalismo  ex- 
tremado, eran  los  mismos  que  en  1854,  cuando 
él,  en  nombre  de  la  dignidad  nacional  protes- 
taba contra  el  vejamen  de  la  intervención  imperial 
que  imponía  al  país  el  Gobierno  militar,  corrían 
á  la  Legación  del  Brasil  á  solicitar  del  Plenipo- 
tenciario del  Imperio  el  auxilio  de  los  4000  sol- 
dados de  don  Pedro  11,  como  indispensable  para 
darnos  garantías  sociales  y  hacer  efectivos  y  du- 
raderos la  paz,  el  orden  y  el  imperio  de  las 
instituciones. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  239 

El  austero  patricio  contestaba  á  sus  difamado- 
res en  esta  forma : 

•'  ...  hoy  ya  no  se  nos  imputa  la  pretensión 
de  convulsionar  el  país,  sino  la  de  anexar  la  Re- 
pública á  Buenos  Aires. 

Pero  el  embuste  que  se  hace  correr  en  me- 
dias palabras,  ha  de  disiparse  también  por  sí 
solo. 

Nadie  nos  gana  en  amor  á  la  independencia 
de  la  patria. 

Desearíamos,  es  cierto,  para  estos  países,  la 
grandeza  y  la  prosperidad  de  los  Estados  Uni- 
dos, como  desearíamos  verlos  con  veinte  millo- 
nes de  habitantes  en  vez  de  sus  doscientos  mil. 

Esto  es  un  deseo  remoto,  indefinido,  una 
utopía  si  se  quiere.  . . 

«Pero  consideraríamos  un  crimen  contra  la  pa- 
tria toda  tentativa  de  realizar  la  anexión  por  la 
violencia  ó  la  superchería. 

«Al  que  viniese  con  fuerzas  del  Brasil,  ó  del 
Paraná,  ó  de  Buenos  Aires,  para  imponernos  la 
unión  al  Imperio,  á  la  Confederación  ó  á  Bue- 
nos Aires  ^' ;  lo  consideraría  un  traidor. 

Al  que  hiciere  de  la  anexión  una  bandera  de 


(1}  Debe  tenerse  en  cuenta  que  Buenos  Aires  y  la  Confedera- 
ción eran  entonces  dos  entidades  distintas.  Los  porteños  se  se 
gregaron  por  no  aceptar  la  prepotencia  de  don  Justo  José  de  Ur- 
quiza. 


240  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


guerra  civil,  lo  consideraríamos  un  criminal. 


Si  alguna  vez,  con  el  andar  de  los  años,  la 
envidiable  prosperidad  de  los  Estados  Unidos 
del  Norte  y  el  ejemplo  de  su  grandeza  indu- 
jera á  estos  países  de  común  origen,  á  consti- 
tuirse en  Estados  Unidos  del  Sud  '^  tal  pensa- 
miento sólo  sería  admisible  en  una  situación  de 
plena  paz,  de  perfecta  realidad  de  las  institucio- 
nes, cuando  una  gran  mayoría  del  país  lo  deci- 
diese, con  aceptación  previa  del  fallo  por  parte 
de  la  minoría,  que  también  tendría  sus  derechos 
para  no  resignarse   .  .  . 

:  Con  estas  condiciones  solamente,  consentiría- 
mos que  fuera  á  convertirse  en  pensamiento  po- 
lítico lo  que  no  pasa  hoy  de  un  deseo  indivi- 
dual :  que  estos  países  formen  un  pueblo  tan 
grande,  tan  libre,  tan  próspero  como  el  pueblo 
de  los  Estados  Unidos  del  Norte, 

Pero  dejemos  ese  deseo  á  las  generaciones 
venideras;  se  trata  hoy  de  vivir,  de  asegurar  la 
salud    del   pueblo,  amenazado  por  las  epidemias. 

Tenemos  que  realizar  las  instituciones,  que 
dar  estabilidad  á  la  paz  pública,  que  consolidar 
los  poderes  constitucionales,  mantener  á  los  ciu- 
dadanos   las    garantías    de   las  leyes  y  de  las  li- 

(  1  )  El  ideal  de  Juan  Carlos  Gómez  era  la  reconstrucción  del 
antig-uo  y  floreciente  \'irreinato:  Paraguay,  Bolivia,  .Argentina 
y  Uruguay,  formando  un  solo  poderoso  país. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


bertades  amagadas  por  las  pretensiones  del  cau- 
dillaje. 

Los  órganos  de  la  política  de  fusión  no  se  li- 
mitaban á  injuriar  á  Juan  Carlos  Gómez. 

Sus  ataques  se  extendían  al  orden  político  exis- 
tente en  Buenos  Aires,  donde  gobernaban  los  uni- 
tarios, quienes,  una  vez  desalojado  Rosas,  se  pre- 
ocuparon de  hacer  lo  mismo  con  Urquiza,  discípulo 
suyo  y  representante  de  su  sistema. 

Y  esto  hacían  los  preconizadores  de  la  fusión 
para  halagar  al  caudillo  entrerriano,  que  desde  el 
Paraná,  donde  imperaba  en  calidad  de  amo  y  se- 
ñor, acechaba  el  momento  propicio  para  lanzar  sus 
legiones  contra  los  porteños. 

La  política  fusionista  puso  en  práctica  el  pro- 
cedimiento de  Rosas,  de  imputar  á  sus  enemi- 
gos connivencias  con  el  extranjero  con  el  pro- 
pósito de  menoscabar  la  integridad  territorial  del 
país. 

La  propaganda  de  El  Nacional,  ante  estas  infa- 
mias, tomó  un  carácter  francamente  agresivo. 

Exasperado  Juan  Carlos  Gómez  por  los  es- 
cándalos de  la  época,  inició  una  campaña  violenta 
contra  los  caudillejos  y  una  serie  de  sujetos  si- 
niestros que  constituían  el  terror  de  los  vecinos 
honestos. 

Don  Dionisio  Coronel  había  convertido  la  re- 
gión nordeste  de  la  República  en  un  refugio  de 
forajidos,  quedando  por  ese  hecho  librada  la  vida 
y  la  propiedad  al  vandalaje  de  los  cuatreros. 

16 


242  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Juan  Carlos  Gómez  tuvo  la  audacia  de  denun- 
ciar 40  asesinatos  cometidos  en  aquellas  comarcas. 

El  Gobierno,  en  lugar  de  proceder  á  una  investi- 
gación severa,  como  reclamaba  la  gravedad  de  la 
denuncia,  ordenó  al  Fiscal  acusara  á  El  Nacional 
por  la  alarma  que  introducía  en  la  sociedad. 

Juan  Carlos  Gómez  extremó  la  nota  partidaria, 
emprendiéndola  contra  don  Manuel  Oribe,  que 
desde  su  residencia  en  la  antigua  Restauración  > 
enseñaba  al  [país  el  triunfo  de  el  Pacto  de  la 
Unión  >. 

Los  órganos  fusionistas,  convertidos  en  celo- 
sos defensores  del  caudillo,  acusan  entonces  á 
Juan  Carlos  Gómez  de  claudicación,  imputándole 
haber  pertenecido  al  antiguo  partido  blanco. 

Otra  miseria  de  la  época. 

Esta  falsedad  tenía  su  origen  en  las  infamantes 
imputaciones  del  director  de  La  Reforma  Pací- 
fica de  Buenos  Aires,  don  Nicolás  Calvo,  enemigo 
personal  de  Juan  Carlos  Gómez. 

Don  Nicolás  Calvo  impulsado  por  su  animosi- 
dad contra  Sarmiento,  juzgó  arma  lícita  para  atacar 
al  defensor  del  ilustre  argentino,  esa  afirmación 
calumniosa. 

La  conducta  de  Juan  Carlos  Gómez  en  la  época 
á  que  se  referían  sus  detractores,  tiene  su  per- 
fecta justificación,  como  que  no  hay  un  solo  acto 
de  la  vida  pública  del  austero  patricio  que  pueda 
arrojar  la  más    ligera  sombra  sobre   su    nombre. 

Las  cosas  habían  pasado  del  siguiente  modo: 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  243 

En  1836  ocupaba  la  Presidencia  de  la  República 
don  Manuel  Oribe,  cuya  elección  había  sido  im- 
puesta al  país  por  Rivera. 

Oribe  en  todo  tiempo  había  profesado  odio  á 
Rivera. 

En  1828  aceptó  con  placer  la  comisión  que  le 
confiara  el  Gobierno  de  Buenos  Aires,  de  perse- 
guirlo é  impedir  su  marcha  á  las  Misiones. 

Lo  persiguió,  y  lo  persiguió  á  muerte  '  ;  pero 
sus  esfuerzos  fueron  inútiles.  Tuvo  que  declararse 
impotente. 

Rivera  desdeñó  batirse,  pensando  en  el  ene- 
migo común ;  atravesó  el  Yacuy  y  penetró  en  las 
Misiones. 

Consumada  la  brillante  campana,  se  apresuró 
su  jefe  á  enviar  emisarios  á  Buenos  Aires,  que  no- 
ticiaran el  éxito  de  sus  armas,  para  que  el  Go- 
bierno dispusiera  lo  conveniente. 

Los  heraldos  de  la  victoria  traían  oficios  para  don 
Manuel  Oribe,  á  quien  Rivera  notificaba  los  resul- 
tados de  su  empresa  y  pedía  proporcionara  á  los 
enviados  los  medios  necesarios  para  su  pronto 
arribo  á  la  capital. 

Don  Manuel  Oribe  sintióse  humillado.  Rasgó 
los  oficios  y  ordenó  fueran  inmediatamente  fusi- 
lados los  desgraciados  emisarios   -  . 

(l  )    De  don  Andrés  Lamas. 

(2)  Fueron  fusilados  donjuán  Tomás  Sosa  ( de  Entre-Ríos) 
don  Tomás  Baca  (oriental)  don  Encarnación  Parraguera  (de 
Buenos  Aires)  don  Modesto  Lu  :o  (oriental)  don  Manuel  Gon- 
zález (  oriental ). 


244  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

En  1830,  cuando  Rivera  fué  electo  primer  Pre- 
sidente Constitucional,  don  Manuel  Oribe,  que  era 
entonces  simplemente  coronel,  figuró  entre  los 
opositores  á  su  candidatura. 

De  esa  época  arranca  su  amistad  con  Correa 
Morales,  agente  de  Rosas,  que  se  convirtió  en 
conspirador  contra  el  Gobierno  de  Rivera. 

Correa  Morales  fué  el  alma  de  la  sublevación 
militar  del  3  de  Julio  de  1832,  encabezada  por 
don  Eugenio  Garzón  y  Lavalleja. 

Habían  tratado  de  obtener  para  aquel  movi- 
miento la  cooperación  de  Oribe,  sabedores  de  su 
animosidad  contra  Rivera. 

Don  Manuel  Oribe,  faltando  al  compromiso  con- 
traído con  Lavalleja,  se  puso  á  las  órdenes  del 
Gobierno  ^^'. 

c<  Rivera  no  quiso  ó  no  pudo  estudiar  esta  acción 
en  sus  causas  íntimas  y  verdaderas ;  y  lejos  de 
ver  en  ella  lo  que  era  en  realidad,  y  que  después 
había  de  verse  por  todos,  una  defección  por  mo- 
tivos innobles  á  sus  amigos  políticos  y  á  sus 
compromisos,  la  consideró  como  un  rasgo  de  ele- 
vada virtud  cívica,  sobrepuesto  á  las  afecciones 
de  la  amistad  y  á  los  rencores  de  una  pasión  en- 
vejecida ^-l» 


( 1 )  De  este  hecho  arrancan  las  desavenencias  entre  don  Ma- 
nuel Oribe  y  Lavalleja,  desavenencias  que  acrecieron  con  los 
años,  convirtiéndose  de  parte  de  Lavalleja  en  odio,  por  haberlo 
anulado  Oribe  completamente. 

(2)  De  don  Andrés  Lamas. 


CARLOS  ONETO  Y   VLX.NA 


En  retribución  á  sus  servicios,  por  decreto  de 
14  de  Agosto  de  1832,  lo  elevó  á  Coronel  Mayor. 

Más  tarde,  el  18  de  Septiembre  del  mismo  año, 
lo  hacía  Jefe  del  E.  M.  G.  del  Ejército. 

Por  decreto  de  Q  de  Octubre  de  1833,  lo  nom- 
braba Secretario  de  Estado  en  el  Departamento 
de  Guerra  y  Marina. 

En  el  Ministerio  supo  hábilmente  don  Manuel 
Oribe  evidenciar  su  incondicional  adhesión  á  Ri- 
vera. 

El  empeño  del  Presidente  de  la  República  en 
dar  personalidad  á  Oribe,  puso  en  transparencia 
su  intención. 

El  26  de  Febrero  de  1835,  tres  días  antes  de 
la  elección  presidencial,  don  Manuel  Oribe  era 
elevado  á  la  jerarquía  de  Brigadier  General. 

El  1.'^  de  Marzo,  don  Fructuoso  Rivera  presen- 
taba su  candidatura  á  la  Asamblea. 

Los  electores  se  resistieron  fundándose  en  que 
don  Manuel  Oribe  no  tenía  personalidad  ni  sig- 
nificación bastante  que  lo  hicieran  digno  de  la 
Primera  Magistratura. 

Hasta  pocas  horas  antes  de  la  elección,  los 
diputados  enviaban  emisarios  á  Rivera  para  que 
desistiera  de  esa  candidatura.  > 

El  caudillo  persistió.  La  sostuvo  decididamente 
á  pesar  de  todas  las  resistencias  de  sus  partida- 
rios  '  . 

(1)    De  don  Andrés  Lamas. 


246  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Por  SU  ascendiente  sobre  los  electores,  logró 
Rivera  que  fuera  electo  Oribe  unánimemente. 

Diéronle  el  voto  el  doctor  don  José  Ellauri,  don 
Joaquín  Suárez,  don  Lorenzo  Justiniano  Pérez,  don 
Juan  Pedro  Ramírez,  don  Miguel  Barreyro,  don  Ju- 
lián Álvarez,  don  Alejandro  Chucarro  y  otros  mu- 
chos distinguidos  ciudadanos,  que  tuvieron  más 
tarde  que  arrepentirse  sinceramente  de  su  com- 
placencia. 

La  conducta  de  Rivera,  de  ningún  modo  puede 
justificarse. 

Como  quiera  fué  un  acto  de  violencia  ejercido 
sobre  los  que  cargaban  con  la  responsabilidad  de 
la  elección. 

Muy  pronto  se  vieron  los  resultados. 

Un  año  más  tarde,  el  caudillo  proclamaba  en 
campaña  la  rebelión. 

Sus  amigos  se  dividen. 

Unos  lo  siguen,  tal  vez  aquellos  que  tuvieron 
la  intuición  del  porvenir. 

Otros  permanecen  al  lado  del  Presidente  de  la 
República. 

Entre  estos  últimos  se  contaban  meritorios  ciu- 
dadanos que  resistieron  un  día  al  triunfo  de  don 
Manuel  Oribe  y  que  habían  sido  víctimas  de  la 
violencia  de  Rivera. 

Elementos  de  orden,  juzgaron  patriótico  no  co- 
operar á  la  anarquía,  cuando  apenas  llevaba  el  país 
un  lustro  de  existencia  política. 

Don  Joaquín  Suárez,  Tajes,  los  Muñoz,  no  con- 
currieron á  la  lucha. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  247 

Juan  Carlos  Gómez  tenía  entonces  16  años.  Era 
poeta;  cantaba  á  la  concordia  y  á  la  paz.  De  ahí 
que  se  le  viera  entre  los  elementos  que  sostenían 
á  la  autoridad  legal. 

No  existían  blancos  ni  colorados,  porque  preci- 
samente la  existencia  de  nuestros  partidos  arranca 
de  las  luchas  de  ese  año. 

No  existían  tampoco  divisas,  que  por  primera 
vez  aparecieron  en  el  combate  de  Carpintería. 

Por  tanto,  nada  más  falso  é  injusto  que  la  im- 
putación hecha  por  sus  enemigos  á  Juan  Carlos 
Gómez. 

Y  en  el  supuesto  de  que  la  división  de  nues- 
tros partidos  arrancara  de  1832,  con  la  revuelta 
de  Lavalleja  y  Garzón,  que,  por  haber  sido  ins- 
pirada por  Correa  Morales,  agente  de  Rosas,  ha 
dado  lugar  á  esa  creencia  errónea,  entonces  los 
que  permanecieron  con  el  Gobierno  no  hacían  otra 
cosa  que  contribuir  al  mantenimiento  de  una  si- 
tuación de  procedencia  colorada. 

Por  lo  mismo,  Juan  Carlos  Gómez  respon- 
diendo á  sus  detractores,  decía: 

<  En  1836  fuimos  blancos  con  Tajes,  con  Muñoz, 
con  don  Joaquín  Suárez,  con  tantos  otros  que 
sostuvieron  la  Presidencia  colorada  de  1835. 

Nosotros  declaramos  más: 

Juan  Carlos  Gómez  no  tuvo  actuación  política 
ninguna  en  la  época,  como  no  podía  tener  quien 
era  un  niño. 

Fué  más  tarde  enemigo  franco  y  resuelto  de  la 


248  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

tiranía  de  Rosas;  como  tuvo  siempre  palabras  de 
severa  condenación  para  juzgar  la  conducta  de 
don  Manuel  Oribe. 

Los  órganos  de  la  política  de  fusión  continua- 
ron sus  ataques  contra  el  ilustre  pensador,  rela- 
cionando su  actuación  en  nuestro  escenario  con 
las  miras  de  los  políticos  porteíios. 


Los  últimos  meses  de  1857  reservaban  graví- 
simos acontecimientos  que  habían  de  conmover 
hondamente  al  país. 

Las  Cámaras  que  resultasen  de  las  elecciones 
generales  de  Noviembre  eran  las  encargadas  de 
resolver  la  cuestión  presidencial  de  1860. 

El  problema  electoral  fué  planteado  en  térmi- 
nos absolutamente  incompatibles  con  la  estabili- 
dad de  la  paz  pública. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  adoptó  una  ac- 
titud   distinta  á  la   del  período  comicial  anterior. 

No  señaló  candidatos  de  su  predilección,  como 
en  las  elecciones  senaturiales  de  1856  y  en  la 
de  Alcalde  Ordinario  del  1.''  de  Enero  de  1857; 
por  el  contrario,  dejó  librada  esa  determinación 
á  los  directores  de  la  política  fusionista. 

Éstos  encontraron  un  medio  fácil  de  excluir  á 
los  hombres  de  la  Defensa. 

Establecieron  como  condición  sine  qiia  non 
para  poder  llegar  á  la  Representación  Nacional,  la 
de  ser  partidario  de  la  fusión. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  249 

No  se  impuso  que  sólo  los  elementos  adic- 
tos á  la  situación  pudiesen  ser  electos,  porque 
esto  pondría  en  evidencia  una  monstruosidad; 
pero  se  exigía  la  calidad  de  fusionista,  que,  á  los 
fines  perseguidos  por  los  primaces  políticos  de 
la  época,  era  lo  mismo. 

Los  órganos  oficiales  declaraban  que  los  opo- 
sitores al  Gobierno  podían  prepararse  libremente 
para  los  comicios  en  la  seguridad  de  que  no  se 
les  coartaría  ningún  derecho. 

Á  quienes  el  Presidente  de  la  República  no  po- 
día permitir  que  desenvolvieran  su  acción,  sería 
únicamente  á  los  que  se  opusieran  al  triunfo  de 
las  ideas  de  fusión. 

Como  los  hombres  de  la  Defensa,  que  eran 
los  enemigos  del  Poder,  se  habían  rebeísdo  fran- 
camente contra  las  doctrinas  fusionistas,  la  prohibi- 
ción del  Jefe  del  Estado  iba  dirigida  directamente 
contra  ellos. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  era  consecuente 
con  los  principios  que  informaban  las  cláusulas 
del  Pacto  de  la  Unión  y  hacía  suyo  el  espíritu 
que  animó  á  los  autores  del  famoso  Acuerdo. 

Los  hombres  de  la  Defensa  justificaban  su  ac- 
titud con  los  resultados  obtenidos  en  los  dife- 
rentes ensayos  de  fusión    operados  desde    185L 

Ellos  habían  sido  los  iniciadores  de  las  nue- 
vas doctrinas,  proclamándolas  dentro  del  Sitio  en 
medio  de  los    ardores    de   la   lucha. 

Llegado    el  momento  de  hacerlas  prácticas,  su 


250  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

buen  éxito  se  había  estrellado  contra  las  intran- 
sigencias partidarias  de  los  hombres  del  Cerrito. 

La  abnegación  de  los  conservadores  los  había 
llevado  hasta  reincidir  en  el  error,  siempre  con  el 
propósito  patriótico  de  destruir   los  viejos  odios. 

Comprobaban  esta  verdad,  la  fundación  de  la 
<  Sociedad  de  los  Amigos  del  País  en  1852  y  de 
la  <  Unión  Liberal     en  1853. 

Los  conservadores  llegaron  al  convencimiento 
de  que  la  fusión  era  imposible. 

Sobrado  dolorosa  había  sido  la  experiencia  y 
tenía  que  ser  aleccionadora. 

Además,  circunstancias  especiales  hacían  á  la 
fusión  de  1857  más  odiosa  que  las  que  le  pre- 
cedieron. 

Los  ensayos  anteriores  habían  contado  con  la 
cooperación  voluntaria  y  espontánea  de  todos 
los  hombres  de  los  dos  partidos.  El  error  había 
sido  común  y  las  responsabilidades  pudieron  bien 
ser  repartidas. 

Los  hombres  del  poder  proclamaban  la  extin- 
ción de  los  viejos  bandos,  en  consorcio  con  los 
elementos  populares. 

Todos  los  ciudadanos  de  valimiento  figuraban 
en  primera  fila. 

Junto  á  Juanicó,  Estrázulas,  Antuña,  Giró,  Agui- 
rre,  etc.,  se  encontraban  los  Muiíoz,  don  Fer- 
nando Torres,  Mezquita,  Gomensoro,  don  Pedro 
Bustamante,  Tajes,  Batlle,  Ferreyra,  Ellauri  y 
otros. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


Basta  pasar  la  vista  por  las  listas  fusionistas 
de  aquellos  tiempos,  para  darse  cuenta  de  la  he- 
terogeneidad de  sus  elementos. 

Blancos,  riveristas,  conservadores,  confundidos 
formaban  coro  proclamando  la  bondad  de  la  fu- 
sión. 

En   1857  ocurría  cosa  muy  distinta. 

Los  elementos  de  la  Defensa  se  habían  reti- 
rado en  su  inmensa  mayoría. 

Aparte  de  don  Lorenzo  Batlle  y  don  Manuel 
Herrera,  personalidades  cansulares,  cuyos  méritos 
relevantes  excusaban  sus  errores,  solamente  acom- 
pañaban á  la  política  fusionista  ciudadanos  de  poca 
autoridad,  como  don  Manuel  Basilio  Bustamante 
el  director  del  Acuerdo  de  Noviembre,  don  José 
Gabriel  Palomeque  el  jefe  de  las  mazhorcadas  de 
AAarzo,  y  uno  que  otro  insignificante  que  con- 
tinuaba proclamando  la  excelsitud  del  Pacto 
del  55. 

De  paso  sea  dicho  que  la  verdad  exige  no  con- 
fundir los  primeros  con  los  últimos. 

Don  Lorenzo  Batlle  y  don  Manuel  Herrera  y 
Obes  no  eran  fusionistas  por  consecuencia  con  la 
traición  del  55  cometida  por  los  elementos  flo- 
ristas. 

Ninguna  participación  tuvieron  en  el  pacto  de 
los  caudillos;  y  siempre  habían  sido  fieles  á  los 
principios  de  la  Defensa. 

Los  entusiasmos  por  las  ideas  de  fusión  en 
don  Lorenzo  Batlle  y  don  Manuel  Herrera  y  Obes 


252  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

arrancaban  de  los  tiempos  del  Sitio,  y  no  tenían 
otro  fundamento  que  el  muy  noble  y  patriótico 
deseo  de  ver  reinar  la  concordia  y  confraternidad 
entre  los  orientales. 

Don  Lorenzo  Batlle  hasta  había  combatido  sin- 
ceramente las  deslealtades  de  la  política  fusio- 
nista  en   1853. 

Y  en  1855,  si  sus  convicciones  lo  llevaron  á  la 
« Unión  Liberal  ;  persistiendo  en  que  se  debía 
olvidar  el  pasado,  cargado  de  odios  y  de  críme- 
nes, jamás  transigió  con  los  elementos  siniestros 
del  Cerrito,  con  el  caudillaje  de  la  escuela  de 
Rosas,  al  que  se  entregaron  los  elementos  flo- 
ristas que  en  1857  continuaban  aplaudiendo  las 
iniquidades  de  la  política  de  fusión. 

En  cuanto  á  Don  Manuel  Herrera  y  Obes,  en 
medio  de  los  excesos  de  la  época,  profesaba  un 
platónico  fusionismo. 

Se  conocía  bien  sus  ideas  contrarias  á  la  re- 
surrección de  los  viejos  partidos,  pero  el  diplo- 
mático de  la  Defensa  no  prestaba  su  concurso 
á  la  situación  ni  tenía  participación  en  las  deli- 
beraciones de  los  directores  de  la  política  de  fu- 
sión. 

Las  circunstancias  consignadas  bastan  para  de- 
mostrar las  diferencias  existentes  entre  el  ensayo 
de  fusión  del  57  y  los  ensayos  anteriores. 

Alejadas  las  personalidades  del  Sitio,  quedaba 
librada  la  dirección  del   movimiento    fusionista  á 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  233 

los  personajes  conspicuos  del  antiguo  partido 
blanco. 

Juanicó,  Berro,  Estrázulas,  Requena,  Velazco, 
Caravia,  Aguirre,  Errázquin,  etc.,  constituían  el 
elemento  dirigente. 

Como  base  de  fuerza,  los  caudillos  del  Cerrito  y 
uno  que  otro  caudillejo  colorado  de  los  que  ha- 
bían suscrito  el  Pacto  de  la  Unión. 

Á  mediados  de  Septiembre  la  lucha  tomó  un  as- 
pecto grave,  por  la  intromisión  de  otro  factor,  que 
al  mismo  tiempo  que  venía  á  caracterizar  espe- 
cialmente la  fusión  del  57,  diferenciándola  una 
vez  más  de  los  ensayos  anteriores,  la  hace  más 
irritante,  más   arbitraria  y  vejatoria. 

El  Presidente  de  la  República  fué  proclamado 
por  la  habilidad  y  el  cálculo  de  los  hombres  del 
Cerrito  Jefe  del  Partido  Nacional. 

El  señor  Pereyra  puesto  francamente  á  la  cabeza 
del  movimiento  fusionista,  declaraba  guerra  á 
muerte  á  los  que  se  opusieran  á  su  triunfo. 

Esto  importaba  una  completa  subversión  de  prin- 
cipios políticos  y  de  las  prácticas  constitucionales 
y  serviría  además  de  norma  para  lo  futuro. 

El  Presidente  de  la  República  desconocía  ab- 
solutamente la  misión  que  estaba  reservada  á  su 
cargo;  é  introducía  con  su  conducta  irregular  el 
desconcierto  en  la  Administración. 

El  Poder  público,  cuya  más  alta  misión  es  sos- 
tener el  principio  de  la  ley  asegurando  á  todos 
los  ciudadanos  el  libre  ejercicio  de  sus  derechos, 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


se  anexaba  á  determinada  agrupación,  para  im- 
pedir que  los  demás  pudiesen  desenvolverse  den- 
tro de  su  legítima  esfera  de  acción. 

Esto   no   había  sucedido  en  1851,  ni  en  1852. 

Entonces  nadie  proclamaba  su  rebeldía. 

El  Poder  al  fomentar  la  fusión,  no  hacía  otra 
cosa  que  ejecutar  la  expresión  de  la  voluntad  na- 
cional. 

Pero  en  1857,  trabada  la  lucha  entre  los  que 
ocultaban  sus  sentimientos  atávicos  con  propó- 
sitos insanos  y  los  hombres  de  la  Defensa  que 
ponían  en  evidencia  su  sinceridad,  el  Poder  pú- 
blico, en  vez  de  permanecer  en  la  actitud  única 
que  le  correspondía,  que  era  contemplar  la  lucha 
hasta  tanto  alguno  salvara  el  límite  de  su  legítimo 
círculo  de  actividad,  lejos  de  eso,  terció  en  la 
contienda,  rompiendo  así  el  equilibrio  que  pu- 
diese existir  entre  las  dos  fuerzas  en  lucha. 

Á  esta  conducta  incompatible  con  la  paz  por 
cuanto  colocaba  á  determinada  fracción  fuera  de 
la  lucha  pacífica,  se  la  denominaba  política  nacio- 
nal, con  fines  de  concordia  y  confraternidad. 

Juan  Carlos  Gómez  no  podía  menos  de  exas- 
perarse ante  la  actitud  de  don  Gabriel  Antonio 
Pereyra. 

Sin  embargo,  conociendo  la  violencia  de  su  ca- 
rácter, haciéndose  cargo  de  todas  las  circunstan- 
cias que  le  rodeaban,  temiendo  siempre  malograr 
la  evolución,  continuó  su  propaganda  salvando  de 
sus  ataques  á  la  persona  del  Jefe  del  Estado. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  255 

En  los  primeros  días  de  Septiembre  apareció 
un  manifiesto -programa  de  carácter  netamente  fu- 
sionista,  suscrito  por  don  Anacleto  Medina. 

Era  un  nuevo  elemento  que  venía  á  incorpo- 
rarse á  la  lucha  para  combatir  á  los  hombres  de 
la  Defensa. 

Los  directores  de  la  política  de  fusión  no  so- 
lamente aceptaron  con  entusiasmo  el  contin- 
gente que  recibían,  aplaudiendo  á  dos  manos  la 
actitud  del  veterano  de  la  Guerra  Grande,  sino 
que  concediéronle  el  honor  de  presidir  las  Asam- 
bleas que  se  realizaban  entonces. 

La  incorporación  de  Medina  no  significaba  en 
verdad  mucho  mientras  la  lucha  se  conservara 
en  el  terreno  pacífico. 

Don  Anacleto  Medina  era  una  perfecta  nulidad. 

Hombre  ignorante  hasta  el  punto  de  no  saber 
leer,  sin  prestigio,  que,  por  otra  parte,  jamás  había 
buscado;  sin  ninguna  otra  condición  positiva  que 
la  de  sus  grandes  servicios  prestados  en  el  ejér- 
cito desde  la  época  de  la   Independencia. 

Su  carrera  militar  arrancaba  del  año  10.  En  la 
batalla  del  Cerrito  alcanzó  su  primer  ascenso,  con- 
quistado con  el  valor  de  que  hizo  gala  en  los 
momentos  terribles  en  que  Rondeau  juzgaba  todo 
perdido. 

Las  luchas  que  siguieron  contaron  siempre  con 
su  concurso  leal  y  decidido. 

En  la  Guerra  Grande  reveló  poseer  cualidades 
militares,  llegando  por  ellas  á  ser  uno  de  los 
hombres  de  confianza  de  Rivera. 


256  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Desde  la  primera  invasión  del  ejército  de  Ro- 
sas hasta  Caseros,  Medina  tomó  parte  activa  en 
la  lucha. 

En  1853  habíase  puesto  al  servicio  de  Melchor 
Pacheco  y  Obes,  y  no  contribuyó  poco  al  triun- 
fo del  Gobierno  Provisorio  sobre  la  rebelión  de 
los  caudillos  oribistas. 

El  Pacto  de  la  Unión  lo  envolvió  como  á  tan- 
tos otros  que  siguieron  la  fe  de  don  Venancio 
Flores. 

Como  soldado,  don  Anacleto  Medina  tenía  jus- 
tos títulos  á  la  consideración  del  país,  pues  su 
ignorancia,  que  en  ningún  caso  le  enaltece,  no 
podía  sin  embargo  ser  invocada  para  atenuar  sus 
merecimientos. 

Gran  número  de  guerreros  de  la  independencia 
Americana  fueron  igualmente  ignorantes. 

Pero  el  año  1857  don  Anacleto  Medina  deja 
de  ser  el  hombre  de  los  campamentos  para  con- 
vertirse en  político. 

Su  firma  es  la  primera  en  los  documentos  de 
la  época,  y  su  nombre  es  invocado  á  cada  paso 
para  autorizar  la  propaganda   fusionista. 

Suscribe  manifiestos,  formula  programas,  preside 
Asambleas. 

Entiendo  que  la  figuración  de  las  nulidades  no 
sólo  es  deprimente  para  la  dignidad  nacional,  sino 
también  funesta  para  el  país. 

Medina  presidía  las  grandes  Asambleas  del  Par- 
tido Nacional,  sin  darse  cuenta  de  lo  que  hacía. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  257 

Los  directores  de  ia  política  de  fusión,  que  se 
habían  convertido  en  panegiristas  del  soldado 
analfabeto,  ocupaban  aparentemente  puestos  se- 
cundarios. 

Primero  Medina,  después  el  doctor  don  Cándido 
Juanicó.  Esto  constituía  una  mistificación  indigna. 

Los  conservadores,  que  no  tenían  sino  despre- 
cio para  las  vulgaridades  entronizadas ;  que  no 
eran  capaces  de  cometer  la  indignidad  de  dejarse 
presidir  por  un  sujeto  oscuro,  recurrieron  á  don 
Joaquín  Suárez,  encarnación  sublime  del  civismo 
y  del  sacrificio. 

Espectáculo  magnífico  presenció  el  país. 

Suárez  era  nuestro  Rivadavia,  según  la  expre- 
sión feliz  de  Juan  Carlos  Gómez. 

El  venerable  patriota,  el  gran  apóstol  de  la  con- 
cordia y  fraternidad,  el  fusionista  entusiasta  del 
51,  abandonaba  el  retiro  de  la  vida  privada  para 
ocupar  un  puesto  entre  los  que  defendían  los  prin- 
cipios políticos  de  toda  su  vida,  amenazados  en 
aquellos  instantes  por  una  combinación   infernal. 

El  patriarca  de  la  Defensa,  bueno,  noble,  ge- 
neroso, no  podía  permanecer  impasible  ante  el 
cuadro  desolador  que  ofrecía  el  país. 

En  la  segunda  quincena  de  Octubre  efectuá- 
ronse grandes  reuniones  fusionistas  para  ultimar 
los  trabajos  relativos  á  la  lucha  comicial. 

La  más  importante  tuvo  lugar  en  la  Sala  de  la 
Universidad,  presidida  por  don  Anacleto  Medina. 

Á  ella   asistieron    don  Cándido   Juanicó,   alma 


258  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

del  movimiento  político  de  la  época;  don  Antonio 
de  las  Carreras,  don  Manuel  Errázquin,  don  José 
Vázquez  Sagastume,  don  Manuel  Basilio  Busta- 
mante,  don  Julio  C.  Pereyra,  don  Luis  Lamas,  don 
José  Gabriel  Palomeque  y  otros. 

De  allí  surgió  el  Club  La  Unión  que  adoptó 
por  programa  el  del  Excmo.  señor  Presidente  de 
la  República. 

Su  fundación  fué  comunicada  oficialmente  al 
Gobierno,  como  que  éste  era  el  Supremo  Director 
de  la  política  de  fusión. 

De  la  Universidad  pasaron  á  la  casa  del  señor 
Pereyra. 

Don  Cándido  Juanicó  encargado  de  hablar  á 
S.  E.  formuló  breves  y  sublimes  frases,  que  fue- 
ron contestadas  con  energías  y  entusiasmos  por 
el  Presidente  de  la  República,  que  rejuvenecía  bajo 
el  suave  influjo  de  las  palabras  de  unión  y  frater- 
nidad   ^  . 

Mientras  se  desarrollaban  estos  sucesos,  la  pro- 
paganda de  El  Nacional  se  hacía  más  hiriente. 

Juan  Carlos  Gómez  extremaba  la  nota  partidaria. 

Los  hombres  del  Sitio  fundaron  el  Club  de  la 
Defensa  >  para  oponerse  á  los  avances  de  la  fu- 
sión. 

El  doctor  don  Fermín  Ferreyra  y  Artigas  recibió 
el  encargo  de  redactar  su  programa,  que  resultó 
un  reto  á  la  política  fusionista. 

(  1 )    De  La  Xacióit,  diario  oficial. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  259 


Terminaba  con  estas  palabras : 

Rechazamos  solemnemente  toda  candidatura 
que  no  simbolice  la  glorificación  de  la  heroica  de- 
fensa de  Montevideo.» 

Como  si  estos  hechos  no  fueran  bastantes  para 
exacerbar  las  pasiones,  caldeando  el  ambiente  po- 
lítico hasta  hacer  imposible  la  vida  en  aquellos 
momentos,  un  gravísimo  suceso  sobrevino  que 
tuvo  la  virtud  de  precipitar  los  acontecimientos 
arrastrando  el  país  al  caos  y  á  la  guerra  civil. 

Nos  referimos  á  la  celebración  del  tratado  de 
Comercio  y  Navegación  firmado  en  la  corte  por 
don  Andrés  Lamas,  nuestro  Plenipotenciario  en 
Río. 


260  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


VII 


La  historia  de  nuestros  tratados  con  el  Brasil 
constituye  una  buena  parte  de  la  historia  de  nues- 
tras desgracias. 

Nuestra  anarquía,  nuestra  debilidad  y  eternas  dis- 
cordias en  unos  casos;  la  dura  ley  de  la  necesidad 
en  otros;  las  torpezas  de  nuestros  hombres  pú- 
blicos en  algunos;  las  grandes  claudicaciones  á 
veces,  y  la  habilidad  de  la  diplomacia  imperial 
siempre,  han  venido  imponiendo  á  la  República 
pactos  onerosos,  contrarios  á  su  dignidad  é  inte- 
reses y  atentatorios  á  su  integridad  territorial. 

Estos  países  heredaron  de  la  metrópoli  el  viejo 
litigio  relativo  á  sus  límites. 

La  diplomacia  lusitana  había  logrado  engañar 
siempre  al  Gabinete  de  Madrid,  y  lo  que  las  ar- 
mas españolas  ganaban  oponiéndose  á  los  avan- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  261 

ees  injustificados  de  Portugal,  las  convenciones 
celebradas  en  la  Península  se  encargaban  de  anu- 
lar. 

Los  tratados  de  San  Ildefonso  efectuados  en 
1777,  entre  el  Conde  de  Florida  Blanca  y  don 
Francisco  Inocencio  de  Souza  Coutinho  para  ex- 
tinguir las  desavenencias  habidas  por  el  espacio 
de  casi  tres  siglos,  entre  las  Coronas  de  España  y 
Portugal  y  sus  respectivos  vasallos,  sobre  límites 
de  sus  dominios  >  dejaron  resuelto,  convenido  y 
ajustado  el  tratado  que  serviría  de  base  y  funda- 
mento al  definitivo  de  límites  ^^  .  > 

Sus  cláusulas  más  importantes,  por  lo  que  á  nos- 
otros respecta,  eran  las  siguientes: 


Artículo  3.«  ....  los  dos  Altos  Contratantes, 
por  el  bien  recíproco  de  ambas  naciones  y  para 
asegurar  una  paz  perpetua  entre  las  dos,  convie- 
nen: 

« . . . .  que  la  navegación  del  Río  de  la  Plata  y 
el  Uruguay  y  los  terrenos  de  sus  dos  bandas  sep- 
tentrional y  meridional  pertenezcan  privativamente 
á  la  Corona  de  España  y  á  sus  subditos,  hasta 
donde  desemboca  en  el  mismo  Uruguay  por  su 
ribera  Occidental,  el  río  Pequirí  ó  Pepirí  Guazú —  » 

Por  esta  cláusula  vendría  á  ser  dominio  de  Es- 
paña  el  territorio  comprendido  entre  el  Cuareim 

( 1 )  Preámbulo  del  tratado  de  S.  Ildefonso,  celebrado  el  1.»  de 
Octubre  de  1777. —  Calvo:  «Colección  de  tratados  de  la  América 
Latina»;  tomo  iii,  pág.  131. 


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y  el  Ibicuy  y  desde  éste  hasta  el  Pequirí-Guazú. 

Por  tanto,  entraban  todas  las  Misiones. 

Respecto  á  los  territorios  del  Nordeste,  decla- 
raba: 

<  Artículo  5.0  ....  quedarán  reservadas  entre  los 
dominios  de  una  y  otra  Corona  las  lagunas  de 
Merín  y  de  Manguera  y  las  lenguas  de  tierra  que 
medien  entre  ellas  y  la  costa  del  mar,  sin  que  nin- 
guna de  las  dos  naciones  las  ocupe,  sirviendo  sólo 
de  separación ....  ^ '  •  > 

En  cuanto  á  la  navegación  de  las  aguas  fluvia- 
les limítrofes,  en  previsión  de  cualquier  conflicto, 
se  estableció  claramente,  con  arreglo  á  los  prin- 
cipios más  racionales  del  Derecho  Público,  la  co- 
munidad: 

<  Artículo  3.0  La  navegación  de  los  ríos  por  donde 
pasare  la  frontera  ó  raya  será  común  á  las  dos 
naciones  hasta  aquel  punto  en  que  pertenecieren  á 
entrambas  sus  dos  orillas;  y  quedará  privativa 
dicha  navegación  y  uso  de  los  ríos  á  aquella  na- 
ción á  quien  pertenecieran  privativamente  sus  dos 
riberas,  desde  el  punto  en  que  principiare  su  per- 
tenencia; de  modo  que  en  todo  ó  en  parte  será  co- 
mún ó  privativa  la  navegación  según  lo  fueren  las 
riberas  ú  orillas  del  río .... 

Se  declaró  además,  como  para  dejar  bien  esta- 
blecido el  dominio  territorial  de  cada  cual  en  la 
región  nordeste,  que  -  la   pertenencia  de  España 

(1)    Carlos  Calvo:    «Colecciónele    los    tratados   déla  América 
Latina»;  tomo  iii,  pág.  137. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


se  extendería  hasta  la  línea  divisoria  que  se  for- 
mará principiando  por  la  parte  del  mar  en  el 
arroyo  del  Chuy  y  fuerte  de  San  Miguel  inclu- 
sive, siguiendo  las  orillas  de  la  laguna  Merín  á 
tomar  las  cabeceras  y  vertientes  del  Río  Negro, 
las  cuales,  como  todas  las  demás  de  los  ríos  que 
van  á  desembocar  á  los  referidos  del  Plata  y  Uru- 
guay hasta  la  entrada  en  este  último  de  dicho 
Pepirí-Guazú- quedando  privativo  á  la  Corona 
de  España  con  todos  los  territorios  que  posee  y 
que  comprenden  aquellos  países...     i 

Estos  límites  asignaban  á  nuestro  país  próxi- 
mamente 4000  leguas  cuadradas  más  de  lo  que 
es  nuestra  superficie  actual. 

Comisarios  que  se  nombrarían  especialmente 
al  efecto,  establecerían  los  demás  detalles  y  pun- 
tos ciertos  de  separación. 

Aunque  los  portugueses  se  contuvieron  des- 
pués durante  varios  años,  volvieron  al  concluir 
el  siglo  xviii  á  invadir,  no  ya  los  territorios  de 
España,  pero  sí  la  zona  neutral  de  la  frontera   2;. 

En  1801  se  produjo  la  ruptura  de  relaciones 
entre  España  y  Portugal,  á  la  que  siguieron  gra- 
vísimos sucesos. 

Conocidos  que  fueron  éstos  en  América,  el 
Gobernador  de  Río  Grande  sin  aguardar  instruc- 
ciones del  Virrey  del  Brasil  y  persiguiendo  su 
plan  de  avance  en  nuestras  fronteras,  declaró  en 

(1)  Calvo,  obra  citada    tomo  ni,  págs.  136  y  137. 

(2)  Véase  Berra:  «Bosquejo  de  Historia  del  Uruguay»,  píig.  US. 


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una  proclama  rotas  las  hostilidades  contra  los 
españoles,  ofreciendo  perdón  á  los  desertores  que 
volvieran  al  servicio,  y  moviendo  dos  cuerpos  de 
tropas  sobre  nuestro  territorio. 

La  primera  posesión  que  cayó  en  manos  de 
los  portugueses  fué  el  fuerte  del  Chuy,  sorpren- 
dido y  saqueado  sin  pérdida  de  un  solo  hombre. 
Luego  fué  entrado  el  Yaguarón,  cuyas  fortalezas 
arrasaron  y  demolieron. 

Después,  toda  la  línea  del  Yacuy  hasta  Santa 
Tecla  quedó  en  poder  de  ellos    i  .  > 

V  Mandó  ocupar  el  territorio  de  las  Misiones 
con  tropas  organizadas  y  orden  de  sostener  el 
puesto  á  todo  trance  (-'). 

Llegaron  hasta  el  Cuareim. 

Así  que  tuvo  conocimiento  de  estos  hechos 
el  Virrey  del  Río  de  la  Plata  movilizó  su  ejér- 
cito, que  se  puso  en  marcha  hacia  los  invaso- 
res. 

Pocos  meses  después  de  iniciada  la  guerra,  el 
6  de  Junio  del  año  1801,  se  celebró  en  la  Penín- 
sula la  paz. 

Entonces  la  autoridad  portuguesa  solicitó    como 
señal  de  acatamiento  á  io  que  habían  las  dos  Co- 
ronas pactado      la   cesación   de  las    hostilidades. 
Don   Joaquín   del   Pino,  antiguo  Gobernador 


(1)  Bauza,  lomo  ii,  pág.    3.14,  €  Historia  de  la  Dominación    Es- 
pañola ». 

(2)  Bauza,  lomo  iii,  pág.  356,  ♦  Historia  de  la    Doininación    Es- 
pañola ». 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  265 


de  Montevideo,  que  regía  entonces  el  Virreinato, 
accedió  á  la  solicitud,  5///  pedir  previamente  la  en- 
trega de  los  pueblos  de  las  Misiones  que  el  ene- 
migo tenía  usurpados. 

Esta  resolución  fué  un    error  tan    indisculpa- 
ble como  funesto  (D.» 

Más  tarde  se  reclamó  la  devolución,  pero  sin  re- 
sultados. 

Los  lusitanos  alegaron  que  el  tratado  no  les 
obligaba  á  abandonar  /<75  tierras  conquistadas  -  .  > 

Esto  era  absurdo.  Mal  podía  ocuparse  de  ese 
asunto  la  paz  de  Badajoz,  cuando  no  reglaba 
nada  respecto  á  los  límites  de  estos  países  que  ha- 
bían sido  definitivamente  consagrados  en  los  tra- 
tados de  San  Ildefonso. 

La  autoridad  portuguesa  entretuvo  una  larga 
negociación  sobre  este  tópico,  excusándose  con 
efugios  y  supercherías,  y  al  fin  el  Virrey  del  Bra- 
sil contestó  rotundamente  que  el  silencio  del 
tratado  celebrado  entre  las  dos  Coronas  sobre  la 
restitución  que  se  le  pedía,  le  obligaba  á  no  pro- 
ceder en  el  asunto  sin  especial  mandato  de  su 
Corte  ^^K»' 

Así  perdimos  las  Misiones. 

De  ahí  arranca,  ó  mejor  dicho,  tiene  su  origen 
el  uti  possidetis,  que  después  con  el  correr  de 
los  años  la  diplomacia  imperial  había  de  invocar 


íl)    Bauza,  obra  citada,  tomo  ii,  pág.  337. 

(2)  Berra,  obra  citada,  pág.  153. 

(3)  Bauza,  obra  citada,  tomo  ii,  pág.  358. 


266  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

para  imponernos  el    cercenamiento  de  nuestro  te- 
rritorio. 

<  Todavía  en  1804  se  estipuló  en  un  tratado 
celebrado  entre  ambas  Coronas  la  devolución  de 
las  Misiones  al  dominio  español,  debiendo  éste 
restituir  Olivenza  al  de  Portugal,  pero  no  se  llevó 
á  efecto  '  ^  \ 

Con  todo,  los  portugueses,  si  bien  continuaron 
atribuyéndose  dominio,  en  rigor  no  lo  hacían 
sentir,  pues  las  tenían  en  estado  de  completo 
abandono. 

En  1812,  el  Mariscal  Tomás  de  Souza  destacó 
allí  al  Marqués  de  Alégrete  y  al  Brigadier  Cha- 
gas,  que  entraron  cometiendo  toda  clase  de  tro- 
pelías incendiando  y  destruyendo  las  poblacio- 
nes r-'i. 

Entonces  Artigas  — que  no  tenía  por  qué  reco- 
nocer la  soberanía  de  Portugal  en  aquellas  re- 
giones—ordenó á  don  Fernando  Otorguez  que 
con  una  división  de  800  hombres  desalojara  á 
los  invasores. 

Otorguez,  en  cumplimiento  de  la  misión  reci- 
bida, libró  varios  combates:  el  primero  en  Santo 
Tomé,  el  segundo  en  Yapeyíí  y  el  tercero  en  La 
Cruz. 

La  torpeza  del  jefe  artiguista  y  la  mala  orga- 
nización de  sus  fuerzas,  dieron  por  resultado  su 
completa  derrota. 

(1 )  Isidoro  DeMan'a:  c  Historia  de  la  República  »,  lomo  ii,  pág:.  6. 

(2)  Bauza;  «Historia  de  la  Dominación  Espaí^ola  »,  tomo  ni, 
pág.  66. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  267 

El  26  de  Mayo  de  1812  se  concluyó  en  Bue- 
nos Aires  un  armisticio  entre  la  Junta  de  Go- 
bierno y  el  Príncipe  Regente  de  Portugal,  y  en 
su  artículo  3p  se  establecía  <  que  los  generales 
de  ambos  ejércitos  darían  las  órdenes  necesarias 
para  retirar  las  tropas  de  su  mando  dentro  de  los 
límites  de   los  Estados  respectivos  :  i  . 

Á  la  línea  del  Yaguarón  y  del  Cuareim  se 
retiró  el  general  portugués  á  consecuencia  del 
pacto    -  . 

Estos  hechos  consolidaron  el  dominio  de  Por- 
tugal. 

Sin  embargo,  de  tal  modo  estaba  en  la  con- 
ciencia del  país  la  ilegitimidad  de  aquella  pose- 
sión, que  en  las  famosas  instrucciones  que  se 
dieron  á  los  representantes  de  la  Provincia  Oriental 
que  fueron  enviados  á  Buenos  Aires  el  año  13 
á  tomar  asiento  en  la  Asamblea  Constituyente, 
estaba  incluida  la  que  sigue: 

El  territorio  que  ocupan  estos  pueblos  desde 
la  costa  Oriental  del  Uruguay  hasta  la  fortaleza 
de  Santa  Teresa,  formará  una  sola  Provincia,  de- 
nominada Provincia  Orienta/;  y  los  siete  pueblos 
de  las  Misiones,  los  de  Batoví,  Santa  Tecla,  etc., 
que  hoy  ocupan  los  portugueses  y  queá  su  tiempo 
deben  reclamarse,  serán  en  iodo  tiempo  territo- 
rio de  esta  Provincia  (S).  * 

f  1  ';    Bauza,  obra  citada,  tomo  iii,  pág.  74. 

''2}  El  ejército  lusitano  invadió  nuestro  territorio  en  combina- 
ción con  los  realistas  para  auxiliar  al  poder  español  encerrado  en 
Montevideo. 

(3)    «.\rtig-as»,  por  Carlos  María  Ramírez,  pág.  1. 


26S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

En  1817,  don  Juan  Vi,  Rey  de  Portugal,  hace  in- 
vadir el  país  con  su  ejército   para   la   conquista. 

Derrotado  Artigas  y  expulsado,  la  cuestión  de 
límites  quedó  en  el  mismo  estado  que  antes  de 
la  revolución. 

Lecor,  jefe  de  la  expedición,  no  quiso  desde 
el  primer  momento  de  su  entrada  á  Montevideo 
hacer  ostensibles  sus  propósitos  absorbentes. 

Desplegó  sus  habilidades  de  experto  cortesano 
para  sojuzgar  todas  las  voluntades;  y  aprovechán- 
dose de  la  descomposición  de  la  época,  no  tardó 
en  lograr  el  triunfo  completo  de  sus  planes. 

Con  la  complicidad  criminal  del  Cabildo,  del 
que  formaban  parte  distinguidos  ciudadanos  como 
don  Juan  Francisco  Giró,  don  Lorenzo  Justiniano 
Pérez,  don  Juan  José  Duran,  don  Francisco  J. 
Muñoz,  don  Juan  Benito  Blanco,  trajo  los  límites 
de  la  Provincia  Oriental  hasta  el  Arapey. 

La  conducta  de  los  cabildantes  constituye  una 
de  las  grandes  infamias  que  registra  la  historia 
nacional. 

Era  necesaria  la  construcción  de  un  faro  en 
la  Isla  de  Flores  que  previniese  los  naufragios  de 
las  embarcaciones  que  vinieran  con  rumbo  á  Mon- 
tevideo. 

Un  siniestro  ocurrido  en  el  Banco  Inglés,  que 
costó  la  vida  á  más  de  50  personas,  impresionó 
hondamente  á  la  población. 

El  Barón  de  la  Laguna  se  hizo  proponer  en- 
tonces por  el  Cabildo  que  las   autoridades    por- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  .  269 

tuguesas  tomasen  á  su  cargo  la  construcción  de 
la  grande  obra  del  fanal  y  en  retribución  de 
las  expensas  que  originara,  se  le  concedía  esa 
extensa  zona  de  territorio. 

Lecor  se  apresuró  á  aceptar  la  proposición  para 
demostrar  los  sentimientos  que  le  animaban. 

El  30  de  Enero  de  181Q  se  firmó  el  acta  por 
la  cual  la  más  grande  de  las  claudicaciones  de 
la  época  imponía  al  país  un  nuevo  desmembra- 
miento. 

El  artículo  l.o  referente  á  límites,  estaba  redac- 
tado en  esta  forma: 

<  Se  trazaría  una  línea  por  el  Oeste  de  los  fuer- 
tes de  Santa  Teresa  y  San  Miguel,  por  la  mar- 
gen occidental  del  río  Yaguarón,  la  laguna  Merín 
y  el  arroyo  Arapey  hasta  su  afluencia  en  el  Uru- 
guay. Se  agregarían  los  dichos  fuertes  y  terrenos 
al  norte  del  Arapey  á  la  Capitanía  de  San  Pedro 
de  Río  Grande  (i;. 

Comisarios  especiales  nombrados  al  efecto  por 
el  Cabildo  y  el  Gobierno  de  la  Capitanía  de  San 
Pedro  se  encargarían  del  trazado  de  esas  líneas 
divisorias. 

Se  convino  que  la  mencionada  acta  se  mantu- 
viera en  riguroso  secreto. 

No  está  de  más  decir  que  el  Cabildo  no  podía 
legítimamente  ceder  territorios    ni  tomar  ninguna 

(l)  En  esa  forma  está  redactada  la  proposición  hecha  á  Le- 
cor. Así  quedó  en  el  Acta,  pues  la  aceptación  se  hizo  en  ella 
misma. 


270  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

otra  medida  semejante  con  arreglo  á  las  reglas 
y  leyes  de  su  institución. 

Una  vez  entrados  en  el  terreno  de  las  conce- 
siones "^^'los  personajes  conspicuos  de  la  época 
se  esforzaron  por  complacer  más  y  más  á  Lecor. 

Cuando  éste  juzgó  que  ninguna  resistencia  po- 
dría levantarse  contra  los  propósitos  de  don  Juan 
VI,  convocó  el  llamado  Congreso  de  la  Cispla- 
tina,  que  debía  resolver  soberanamente  sobre  nues- 
tros destinos. 

Del  Congreso  surgió  el  proyecto  de  la  ane- 
xión, otra  gran  claudicación  de  aquellos  tiempos  '•-\ 

Reunidos  el  31  de  Julio  de  1821,  el  Congreso, 
representante  de  los  pueblos  y  el  barón  de  la  La- 
guna, representante  del  rey,  acordóse  ;  que  la  Pro- 
vincia Oriental  del  Uruguay  se  incorporaba  al 
Reino  Unido  de  Portugal,  Brasil  y  Algarves,  con 
la  condición  de  que  su  territorio  debería  consi- 
derarse un  Estado  distinto  de  los  otros,  bajo  el 
nombre  de  Cisplatino . . .    ■> 

En  el  acta  de  incorporación  no  se  daba  por  lí- 
mite al  norte  el  Arapey,  como  debía  ser  por  el 
acta  de  Enero  30  de  1819. 

<  Portugal  mismo,  convencido  de  la  monstruo- 

(1)  Don  Juan  Francisco  G''ró  y  don  Lorenzo  .lustiniano  Pérez 
habían  estado  ya.  en  Río  Janeiro  para  pedir  en  nombre  del  Cabildo 
la  incorporación  de  la  Provincia  al  Brasil. 

<2)  Tenían  asiento  en  el  Congreso  don  Dámaso  Larrañaga,  que 
fué  uno  de  los  más  entusiastas  partidarios  de  la  incorporación, 
don  Fructuoso  Rivera,  don  Francisco  Llambí,  don  Juan  José  Du- 
ran, don  Alejandro  Chucarro,  etc. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


sidad  que  encerraba  aquel  acuerdo,  toleró  que  la 
Provincia  Oriental  se  anexara  con  los  límites  que 
se  expresan  en  el  acta  de  incorporación  de  1821    '  .> 

Fué  con  motivo  de  este  desprendimiento  del 
soberano  don  Juan  VI  que  se  hizo  pública  la  in- 
famia cometida  por  el  Cabildo  en  181Q. 

El  Congreso  de  la  Provincia  Cisplatina  acordó 
la  anexión  con  los  límites  siguientes:  el  Océano, 
el  Río  de  la  Plata,  el  Uruguay,  el  Cuareim,  la  Cu- 
chilla de  Santa  Ana,  el  Tacuarembó  Grande,  el 
Yaguarón,  la  Laguna  Merín,  el  San  Miguel  y  el 
Chuy.  Vale  decir  los  que  actualmente  tenemos   -.» 

Transcurren  algunos  años. 

En  1825  se  produce  la  Cruzada  de  los  Treinta 
y  Tres. 

La  Asamblea  de  la  Florida  declara  írritos,  nu- 
los y  de  ningún  valor  para  siempre  todos  los 
actos  de  incorporación,  reconocimientos,  aclama- 
ciones y  juramentos  arrancados  á  los  pueblos  de 
la  Provincia  Oriental  por  la  violencia  de  la  fuerza 
unida  á  la  perfidia  de  los  intrusos  poderes  de 
Portugal  y  el  Brasil,  que  habían  hollado  y  usur- 
pado sus  inalienables  derechos.  > 

Declara  además:  Queda  la  Provincia  Oriental 
del  Río  de  la  Plata  unida  á  las  demás  de  este  nom- 
bre en  el  territorio  de  Sud- América,  por  ser  la 
libre  y  espontánea  voluntad  de  los  pueblos  que 
la  componen. 

(1)  Juan  Manuel  de  la  Sota:  .  Cuestiones  de  Límites»,  página  11. 

(2)  Tesis  del  doctor  Rupeito  Pérez  Martínez,  página  32. 


272  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Estas  declaraciones  dejaban  anulada  el  acta  del 
31  de  Julio  de  1821,  que  jamás  tuvo  valor  ante  la 
conciencia  del  país. 

El  25  de  Octubre  del  mismo  año  1825,  el  Con- 
greso Constituyente  reunido  en  Buenos  Aires, 
adoptando  el  temperamento  propuesto  por  una 
Comisión  especial  resuelve, 

<  Á   nombre  de  los  pueblos  que  representa: 

<  1.0  Que  de  conformidad  con  el  voto  uniforme 
de  las  Provincias  del  Estado  y  con  el  que  delibe- 
radamente ha  producido  la  Provincia  Oriental  por 
el  órgano  de  sus  legítimos  representantes  en  la 
ley  de  25  de  Agosto  de  1825,  se  reconoce  de  he- 
cho incorporada  á  la  República  de  las  Provincias 
Unidas  del  Río  de  la  Plata  á  que  de  derecho  ha 
pertenecido  y  quiere  pertenecer; 

<  2.0  ....  en  consecuencia  el  Gobierno  encar- 
gado del  Poder  Ejecutivo  Nacional,  proveerá  á  su 
defensa  y  segundad. » 

Mas,  á  todo  esto,  ¿con  qué  límites  se  incorpo- 
raba la  Provincia  Oriental? 

Ni  la  Asamblea  de  la  Florida,  ni  el  Congreso 
Constituyente  de  las  Provincias  Unidas  se  ocu- 
paron del  punto. 

Sin  embargo,  no  podía  existir  otra  solución  ra- 
cional sino  la  que  ofrecen  las  cláusulas  del  tra- 
tado de  San  Ildefonso,  el  último  celebrado  entre 
España  y  Portugal,  estableciendo  de  modo  defi- 
nitivo la  separación  de  sus  dominios. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  273 

Tal  era,  además,  el  pensamiento  unánime  del  país, 
manifestado  en  repetidas  ocasiones. 

La  empresa  de  los  patriotas  triunfó  en  Rincón 
y  en  Sarandí;  y,  en  tanto  que  el  ejército  republi- 
cano salvaba  la  frontera  en  busca  del  Marqués  de 
Barbacena,  Rivera,  escapando  á  la  vigilancia  del 
Gobierno  de  Buenos  Aires  desembarca  en  Soriano, 
reúne  unos  cuantos  centenares  de  soldados,  y, 
venciendo  dificultades  de  todo -orden,  desdeñando 
batirse  con  Oribe,  que  le  sale  al  paso,  atraviesa 
el  Cuareim,  cruza  el  Ibicuy  y  penetra  audazmente 
en  las  Misiones. 

Su  campaña,  hecha  sin  recursos  oficiales,  pura- 
mente con  los  elementos  que  recoge  al  paso,  prueba 
una  vez  más  cuál  era  el  pensamiento  popular. 

Comprendiendo  la  importancia  que  tenía  á  los 
efectos  de  la  paz  la  reconquista  de  aquellas  vas- 
tas regiones  usurpadas  á  la  Provincia  Oriental,  se 
apresuró  Rivera  á  despachar  emisarios  á  Buenos 
Aires,  los  mismos  que  encontrados  por  Oribe 
fueron  inmediatamente  pasados  por  las  armas. 

En  Buenos  Aires,  desde  la  Cruzada  de  los 
Treinta  y  Tres  á  la  fecha  de  la  empresa  de  Rivera, 
se  habían  producido  serios  trastornos  que  habían 
de  dificultar  desfavorablemente  el  desarrollo  de  los 
sucesos. 

Don  Bernardino  Rivadavia,  que  había  sabido  re- 
chazar dignamente  la  convención  suscrita  en  el 
Janeiro  por  don  Manuel  José  García,  se  dispo- 
nía á  imprimir  una  marcha  regular  y  enérgica  á 

13 


274  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

la  guerra,  cuando  la  producción  de  graves  acon- 
tecimientos se  lo  impidieron. 

La  reacción  criminal  del  caudillaje  de  las  pro- 
vincias amenazaba  lanzar  el  país  á  la  guerra  civil, 
en  los  momentos  supremos  en  que  los  ejércitos 
nacionales  se  batían  lejos  de  la  patria  con  los 
escuadrones  del  Imperio. 

Rivadavia  comprendió  que  su  persona  era  un 
obstáculo  insalvable  y  abandonó  abnegadamente 
el  Poder. 

El  ilustre  estadista  no  podía  consentir  que  las 
montoneras  provincianas  y  los  caudillejos  de  la 
Pampa  tuvieran  ingerencia  en  la  dirección  de  los 
negocios  públicos. 

Don  Manuel  Dorrego  sucedióle  en  el  Gobierno 
en  carácter  de  Gobernador  de  la  Provincia  de 
Buenos  Aires,  pero  como  Encargado  de  las  Rela- 
ciones Exteriores  de  las  Provincias  Unidas. 

Dorrego  juzgó  indispensable  ante  todo  resol- 
ver los  grandes  problemas  internos  que  presen- 
taba el  país. 

Para  eso  se  debía  poner  término  á  la  guerra, 
pues  si  bien  las  armas  republicanas  se  encontra- 
ban triunfantes,  la  perspectiva  que  ofrecía  el  fu- 
turo no  era  nada  halagadora. 

La  República  se  encontraba  pobre,  aniquilada, 
sin  créditos,  imposibilitada  de  reunir  más  contin- 
gentes bélicos. 

El  Imperio,  si  bien  derrotado  en  varios  comba- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  275 


tes,  contaba  con  recursos  poderosos,  tanto  en  di- 
nero como  en  soldados. 

En  consecuencia  Dorrego  dio  plenos  poderes 
á  los  Generales  don  Tomás  Guido  y  don  Juan 
Ramón  Balcarce,  los  que  se  embarcaron  para  el 
Janeiro  con  el  fin  de  proponer  la  paz. 

En  la  Corte,  las  ideas  predominantes  estaban 
por  la  continuación  de  la  guerra,  á  no  ser  que 
el  nuevo  tratado  tuviera  por  base  la  conservación 
de  la  Cisplatina  como  parte  integrante  del  Brasil. 

La  reconquista  de  las  Misiones  alarmó  á  don 
Pedro  I. 

Se  dijo  además  que  e!  propósito  de  Rivera, 
de  acuerdo  con  Dorrego,  era  internarse  en  el  Im- 
perio. 

Estos  hechos,  unidos  á  las  condiciones  venta- 
josas en  que  los  Plenipotenciarios  de  las  Provin- 
cias Unidas  ofrecían  la  paz,  indujeron  al  Go- 
bierno Imperial  á  entrar  en  el  terreno  de  las  nego- 
ciaciones. 

El  mes  de  Agosto  se  pasó  en  conferencias  y 
deliberaciones. 

El  día  27  se  firmó  la  Convención  entre  los  Re- 
presentantes de  los  dos  Gobiernos. 

El  artículo  1."  después  de  largos  debates,  quedó 
redactado  así: 

-  S.  M.  el  Emperador  del  Brasil  declara  á  la 
Provincia  de  Montevideo,  llamada  hoy  Cisplatina, 
separada  del  territorio  del  Imperio  del  Brasil,  para 
que  pueda  constituirse  en  Estado  libre  é  indepen- 


276  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

diente  de  toda  y  cualquier  nación,  bajo  la  forma 
de  Gobierno  que  juzgare  conveniente  á  sus  in- 
tereses, necesidades  y  recursos. 

Y  el  artículo  2.o,  corroborando  el  anterior,  de- 
claraba : 

<  El  Gobierno  de  la  República  de  las  Provin- 
cias Unidas  concuerda  en  declarar  por  su  parte 
la  Independencia  de  la  Provincia  de  Montevideo, 
hoy  Cisplaiina,  y  en  que  se  constituya  en  Estado 
libre  é  independiente  en  la  forma  declarada  en  el 
artículo  precedente. 

Esta  Convención  anulaba  no  sólo  el  acta  del 
25  de  Agosto,  por  la  cual  la  Asamblea  de  la  Flo- 
rida declaró  la  incorporación  de  la  Provincia 
Oriental  <  á  las  demás  de  este  nombre  en  el  terri- 
torio de  Sud- América,  por  ser  la  libre  y  espon- 
tánea voluntad  de  los  pueblos  ^  sino  que  anuló 
también  la  ley  del  25  de  Octubre  de  1825,  dic- 
tada por  el  Congreso  Constituyente  reunido  en 
Buenos  Aires,  que  reconocía  á  la  Provincia  Orien- 
tal <:  de  hecho  incorporada  á  la  República  de  las 
Provincias  Unidas  del  Río  de  la  Plata  á  que  de 
derecho  había  pertenecido. 

En  cuanto  á  límites  del  nuevo  Estado,  la  Con- 
vención del  28  guardaba  igual  silencio  que  el  acta 
de  la  Florida  y  la  ley  de  incorporación  del  25  de 
Octubre. 

Los  Plenipotenciarios  de  las  Provincias  Unidas 
fueron  víctimas  de  la  habilidad  de  la  diplomacia 
imperial,  pues  nada  más  elemental  que  establecer 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  277 

los  límites  que  debe  tener  un  país  dado  á  la  vida 
independiente. 

Era  además  cuestión  vital  poner  término  de  una 
vez  á  la  antigua  disputa  sobre  dominios  que  ve- 
nía dando  origen  á  conflictos  frecuentes;  y  nin- 
guna ocasión  más  favorable  que  la  ocurrente. 

Hasta  ofrecía  grandes  probabilidades  de  fácil 
arreglo  la  circunstancia  de  ser  aquél  un  Pacto  rea- 
lizado con  el  fin  de  impedir  la  continuación  de 
una  guerra  que  á  ninguno  de  los  dos  países  con- 
venía. 

Anuladas  por  el  tratado  de  Paz  las  declaracio- 
nes de  la  Florida  y  la  ley  del  25  de  Octubre  — 
¿qué  quedaba  como  última  estipulación  sobre  lí- 
mites?—El  acta  de  incorporación  á  Portugal,  Bra- 
sil y  Algarves,  que  nos  denominó  Provincia  Cis- 
platina  y  nos  dio  por  límites  al  Norte,  el  Cua- 
reim,  la  Cuchilla  de  Santa  Ana,  el  Tacuarembó 
Grande,  el  Yaguarón  y  la  laguna  Merín. 

Los  delegados  argentinos  suscribieron  sin  es- 
crúpulos aquel  pacto  leonino,  en  el  cual,  en  vez 
de  establecerse  los  límites  que  á  la  Provincia  Orien- 
tal había  dado  el  tratado  de  San  Ildefonso  — el  úl- 
timo celebrado  entre  España  y  Portugal— en  los  dos 
primeros  artículos,  los  que  declaraban  nuestra  In- 
dependencia, se  usaba  del  nombre  que  nos  dio 
el  Congreso  cercenador  de  1821:  de  Provincia 
Cisplatina ! 

¿Tenía  valor  esa  Convención  por  lo  que  res- 
pecta á  ía  sanción  de  nuestro  desmembramiento? 
—Indudablemente. 


278  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA   NUEVA 


El  tratado  de  1828  fué  ratificado,  y,  por -tanto, 
convertido  en  ley. 

El  Gobierno  de  Buenos  Aires  — que  era  el  en- 
cargado de  las  Relaciones  Exteriores  de  las  Pro- 
vincias Unidas  — podía  celebrarlo. 

Esto  ni  es  discutible. 

Cierto  es  también  que  no  podía  ignorar  el  Go- 
bierno de  las  Provincias  Unidas  cuáles  eran  los 
límites  asignados  á  la  Provincia  Cisplatina  por  el 
acta  de  1821. 

Además,  si  en  favor  de  las  declaraciones  de 
los  patriotas  en  1825,  puede  invocarse  la  circuns- 
tancia de  no  haber  tenido  jamás  valor  ante  la  con- 
ciencia del  país  el  acta  del  21,  ese  hecho  no  puede 
ser  invocado  para  desconocer  la  fuerza  de  la  Con- 
vención del  28. 

Ni  siquiera  los  plenipotenciarios  argentinos  en 
las  varias  conferencias  que  tuvieron  con  los  re- 
presentantes del  Gobierno  Imperial  invocaron  una 
sola  vez  los  antecedentes  de  la  solución  dada  por 
e!  Congreso  de   1821. 

Y  el  hecho  de  aceptar  el  nombre  de  la  Cis- 
platina importaba  la  aceptación  tácita  de  la  obra 
de  aquel  Congreso,  y,  por  tanto,  de  los  límites  por 
él  asignados  á  la  Provincia. 

No  es  esto  sólo. 

Muy  pronto  el  Gobierno  de  Buenos  Aires  dio 
á  conocer  lo  que  pensaba  respecto  al  alcance  de 
la  Convención  del  27  de  Agosto,  en  cuanto  á  lí- 
mites. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  279 

El  Gobernador  Dorrego  mandó  al  General  don 
Hilarión  de  la  Quintana  á  las  Misiones,  de  en- 
viado    cerca  de  Rivera. 

Se  ordenaba  á  éste  que  abandonara  el  terreno 
reconquistado,  en  vista  de  haberse  firmado  la  paz 
con  el  Imperio. 

Rivera  sorprendióse  de  la  actitud  del  Gobierno 
de  Buenos  Aires,  que  esterilizaba  de  manera  tan 
insólita  su  victoria,  en  vez  de  aprovecharse  de 
ella  para  obtener  una  paz  honrosa. 

Buscó  una  forma  que  disimulara  su  desobe- 
diencia á  la  orden  de  que  era  portador  el  General 
Quintana. 

Concluyó  por  manifestar  á  éste  que  no  se  con- 
sideraba obligado  á  obedecer  al  Gobernador  Do- 
rrego, por  cuanto  habiendo  la  Convención  de  Paz 
declarado  la  independencia  Oriental,  él  sólo  estaba 
en  el  caso  de  acatar  á  sus  autoridades. 

Y  resolvió  establecer  una  colonia  en  las  pro- 
ximidades del  río  Ibicuy,  con  los  mismos  habi- 
tantes de  las  Misiones  y  ganados  que  había  arras- 
trado, cuando  se  le  presentó  el  Brigadier  del  Impe- 
rio don  Sebastián  Barreto,  intimándole,  en  nombre 
de  su  Gobierno,  que  diese  soltura  á  las  haciendas 
que  conducía  y  abandonara  inmediatamente  el 
territorio  brasilero. 

El  Brigadier  imperial  declaró  que  efectuada  la 
paz,  juzgaba  una  agresión  la  permanencia  de  Ri- 
vera en  aquellos  parajes. 

El   jefe    del  Imperio    pretendía  que    los  límites 


280  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

verdaderos  de  la  Provincia,  según  los  últimos  con- 
venios estaban  en  el  Arapey. 

Rivera  invocando  tratados  ajustados  entre  Es- 
paña y  Portugal,  opinaba  que  el  verdadero  límite 
al  Norte  era  el  Ibicuy. 

Ni  el  uno  ni  el  otro  estaban  en  lo  cierto. 

Lo  que  no  podía  ignorar  Rivera  — que  había  te- 
nido asiento  en  el  Congreso  de  1821  era  que  la 
Cisplafina  estaba  limitada  al  Norte  por  el  río  Cua- 
reim. 

El  jefe  imperial  se  disponía  á  resolver  con  las 
armas  el  conflicto. 

Al  fin  optóse  por  someter  el  punto  al  fallo  de 
arbitros. 

El  reconquistador  de  las  Misiones  nombró  al 
coronel  argentino  Trole,  uno  de  los  jefes  que 
le  habían  sido  enviados  por  Dorrego  cuando  llegó 
á  Buenos  Aires  la  noticia  del  resultado  de  la  cam- 
paña. 

El  General  del  Imperio  nombró  al  coronel  Ro- 
dríguez Barboza,  de  su  Estado  Mayor. 

Firmaron  éstos  un  tratado  aci  referendum  — dL\)xo- 
bado  después  por  sus  respectivos  jefes  — por  el 
cual  se  establecía  que  la  línea  divisoria  justa  se- 
ría el  Cuareim,  término  medio  entre  el  ibicuy  y 
el  Arapey. 

¡Curiosa  manera  de  resolver  una  cuestión  de  lí- 
mites! 

Rivera  vadeó  entonces  el  Cuareim. 

Entretanto  formóse  en  la  República  el  Gobierno 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  281 

nacional,  pero  el  asunto  de  límites  quedó  tal  como 
estaba. 

La  maldita  guerra  civil  hizo  su  aparición. 

Ni  siquiera  el  primer  período  presidencial  se 
vivió  en  paz. 

Y  lo  peor  es  que  la  anarquía  se  encargó  de 
envolver  al  país  en  funestas  complicaciones  inter- 
nacionales. 

No  habían  transcurrido  muchos  años  del  na- 
cimiento de  la  República  á  la  vida  independiente, 
cuando  los  mismos  que  por  el  Tratado  Prelimi- 
nar de  Paz  de  1828  estaban  llamados  á  defender 
su  independencia  y  consolidación  política  pusie- 
ron en  juego  los  medios  para  destruirla. 

El  uno  fué  Rosas,  representante  de  la  Confe- 
deración Argentina,  enviando  á  don  Manuel  Oribe 
á  luchar  contra  su  patria. 

El  otro  fué  don  Pedro  11,  Emperador  del  Bra- 
sil, desconociendo  á  la  República  Oriental  dere- 
chos de  navegación  en  la  laguna  Merín  '  y 
en  el  río  Yaguarón. 

Hemos  dicho  ya  que  el  tratado  de  San  Ilde- 
fonso estableció  con  toda  precisión  la  comuni- 
dad en  la  navegación  de  las  aguas  por  donde  pa- 
sare la  frontera  ó  raya  común. 

Estableció  además  que  sería  privativa  dicíia  na- 
vegación y  uso  de  los  ríos  á  aquella  nación  á  quien 


(1)    Del  doctor  don  Alberto  Palomeque.  Tesis  «La  Laguna  Jle- 
rín»,  presentada  en  Buenos  Aires  en  el  año  1874. 


282  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

pertenecieran  privativamente  sus  dos  riberas  desde 
el  punto  en  que  principiare  su  pertenencia. 

Dijimos  que  la  comunidad  de  que  habla  la  pri- 
mera parte  del  artículo  3.'^  del  tratado  es  la  regla 
más  avanzada  de  Derecho  Público. 

Lo  que  ya  se  reconocía  entonces,  constituye 
hoy  un  principio  inconcuso. 

No  significa  otra  cosa  que  un  atentado  la  ex- 
clusión de  un  país  en  la  navegación  de  las  aguas 
que  bañan  sus  costas. 

La  2.a  parte  del  artículo  3."  puede  muy  bien  jus- 
tificarse, teniendo  en  cuenta  las  ¡deas  predominan- 
tes en  el  siglo  xviii. 

En  la  actualidad  sería  un  tanto  absurda. 

Solamente  por  la  confusión  del  concepto  de 
propiedad  de  las  aguas  de  los  ríos  con  el  de  na- 
vegación de  los  mismos,  puede  explicarse  ' '  . 

La  propiedad  de  las  aguas  de  un  río  cuyas  dos 
riberas  pertenecen  privativamente  á  un  Estado 
desde  su  nacimiento  hasta  su  desembocadura,  in- 
discutiblemente es  de  ese  Estado    -  . 

Su  navegación,  sin  embargo,  debe  ser  libre  para 
todas  las  naciones,  salvo  que  medien  motivos  espe- 
ciales que  pongan  en  peligro  la  seguridad  del  país 
propietario. 

Tratándose  de  ríos  que  atraviesan  varios  países, 


(1)  Véase  Pradier  Foderé :  «Cours  de   Droil  International  Pu- 
blic »,  tomo  II,  pág.  2-4. 

(2)  \'éase  Pradier  Federé:  «  Droit  International  F'ublic  •,  tomo 
II,  pSg.  303. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  233 

sería  atentatorio  invocar  la  propiedad  de  las  aguas 
en  determinada  extensión,  para  impedir  la  nave- 
gación por  la  misma. 

Con  tal  medida  podría  dejarse  enclavado  un  país 
que  no  tuviera  más  vías  de  comunicación  con  las 
demás  naciones    '  . 

Ahora  bien :  según  el  Acta  de  incorporación 
de  1821,  la  Cisplatina  quedaba  separada  de  Río 
Grande  por  el  Cuareim,  el  Yaguarón  y  la  laguna 
Merín,  además  de  las  líneas  divisorias  territoriales. 

Declarada  la  independencia  de  la  Cisplatina,  esos 
mismos  eran  sus  límites. 

Nada  absolutamente  se  estableció  respecto  á  la 
navegación  del  Yaguarón  y  la  laguna  Merín. 

De  modo  que  venía  á  ser  perfectamente  común, 
como  lo  son  todas  las  fronteras;  principio  ya  re- 
conocido en  la  época  que  se  celebró  el  tratado 
de  San  Ildefonso. 

El  Imperio  tuvo  embarcaciones  que  navegaron 
constantemente  en  esas  aguas. 

La  República  no  pudo  hacer  lo  mismo,  por  mo- 
tivos varios. 

Ese  abandono  había  de  servir  de  origen  á  una 
usurpación  odiosa. 

La  Guerra  Grande  vino  á  completar  la  obra. 

El  Imperio  mantenía  cordiales  relaciones  con 
don  Juan  Manuel  de  Rosas. 

Llegóse  á  celebrar  en   la   Corte  un  tratado  de 

(1;    \'éase  Pradier  Federé:  «  Droit  International  Public»,  tomo 
11,  pág.  30Ci. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


alianza  firmado  por  don  Tomás  Guido,  Plenipo- 
tenciario de  la  Confederación  y  don  Honorio 
Hermeto  Carneiro  Leáo,  Ministro  de  Negocios 
Extranjeros  y  Presidente  del  Consejo  de  S.  M.  I. 
que  tenía  por  fin  conseguir  la  expulsión  de  Ri- 
vera de  estos  países  ^  ^ '. 

El  Gobierno  Imperial  estaba  interesado  en  esa 
expulsión,  porque  Rivera  mantenía  estrechas  rela- 
ciones con  los  principales  jefes  del  movimiento 
separatista  de  Río  Grande. 

Hasta  contó  el  ejército  republicano  riograndense 
con  elementos  riveristas. 

Por  manera  que,  aliados  los  Gobiernos  de  Bue- 
nos Aires  y  el  Imperial  contra  la  causa  de  Mon- 
tevideo, mal  podía  dirigirse  la  República  á  las 
partes  contratantes  de  la  Convención  de  1828,  re- 
clamando sus  derechos. 

Las  cosas  así  hubieran  seguido  indefinidamente 

(1)  Los  dos  primeros  artículos,  que  fueron  propuestos  por  el 
Plenipotenciario  de  Rosas,  estaban  redactados  en  esta  forma  cu- 
riosa : 

«Artículo  1.°  El  Gobierno  encargado  délas  Relaciones  Exterio- 
res de  la  Confederación  Argentina  y  S.  M.  I.  declaran  la  existen- 
cia del  caudillo  Fructuoso  Rivera,  en  cualquier  parte  de  la  Re- 
pública Oriental  del  Uruguay,  con  autoridad,  ó  sin  ella,  incompa- 
tible con  la  tranquilidad  é  independencia  de  ese  país  y  con  la  paz 
é  integridad  de  la  Confederación  Argentina  (!)  y  del  Imperio  del 
Brasil  (! !). 

«  Art.  2.°  Ambas  Altas  Partes  Contratantes  se  comprometen  á 
promover  la  inmediata  expulsión  del  caudillo  Fructuoso  Rivera  y 
el  desarme  de  todas  las  fuerzas  que  le  obedecen  ;  y  convienen  en 
no  admitir  al  expresado  caudillo  dentro  de  sus  respectivas  juris- 
dicciones, ni  en  clase  de  asilado,  en  cuanto  por  ulteriores  ajustes 
no  se  levantare  tal  prohibición.  » 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  285 

si  no  fuera  que  Rosas  por  motivos  especiales  — que 
no  son  del  caso  consignar  — negóse  á  ratificar 
el  tratado  celebrado  por  su  representante,  infi- 
riendo de  este  modo  una  grave  ofensa  al  imperio. 

El  Gobierno  de  la  Defensa  que  se  encontraba 
en  situación  por  demás  precaria,  sin  dinero,  sin 
crédito,  sin  elementos  bélicos,  teniendo  por  de- 
lante la  perspectiva  pavorosa  del  triunfo  de  Oribe, 
trató  entonces  de  ganar  la  amistad  del  Gobierno 
Imperial. 

Juzgó,  sin  embargo,  que  debía  ante  todo  cele- 
brar un  arreglo  definitivo  de  límites  que  previ- 
niese todo  conflicto  ulterior,  poniendo  término  de 
una  vez  á  la  vieja  querella  de  fronteras. 

Á  ese  efecto,  expidió  los  poderes  correspon- 
dientes á  su  Ministro  en  la  Corte,  doctor  don  Fran- 
cisco Magariños. 

El  doctor  don  Santiago  Vázquez,  estadista  ilus- 
tre que  honró  á  la  República  con  su  talento,  su 
carácter  y  su  civismo,  Ministro  de  Relaciones  Exte- 
riores, redactó  las  instrucciones  que  se  manda- 
ron al  Janeiro  á  nuestro  Plenipotenciario. 

Entre  otras  estaba  la  que  sigue: 

'  Art.  4.0  Cuidará  de  estipular  explícitamente 
el  dominio  y  uso  común  de  las  aguas  de  la  la- 
guna Merin  en  la  parte  que  su  costa  sirve  de  lí- 
mites y  del  Yaguarón  y  Cuareim  en  toda  su  ex- 
tensión ■^.» 

í\)  Mateo  Magariños  Cervantes.  Folleto:  «Conversaciones  fami- 
liares sobre  historia  >. 


286  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUPVA 

En  cuanto  á  las  demás  líneas  divisorias,  el  Go- 
bierno de  Montevideo  declaraba  al  Imperio  que 
la  República  quedaría  definitivamente  con  los  lí- 
mites actuales. 

Don  Santiago  Vázquez,  espíritu  práctico,  que 
no  soñaba  con  reconquistas  imposibles,  aceptaba 
los  hechos  tal  como  se  habían  producido,  con- 
formándose con  que  las  ambiciones  imperiales 
respetaran  los  límites  que  teníamos  desde  que  en- 
tró el  país  á  la  vida  independiente.  Y  tratando 
de  sacar  partido  en  favor  de  la  plaza  sitiada,  ex- 
hausta de  recursos  en  frente  de  un  enemigo  po- 
deroso, pedía  al  Gobierno  Imperial  por  los  dere- 
chos que  pudiese  tener  la  República  á  más  te- 
rritorio, la  cantidad  de  1.000.000  de  pesos  oro. 

Don  Francisco  Magariños  tan  pronto  dio  los 
primeros  pasos  que  facilitaran  la  ocasión  para 
cumplir  su  delicado  cometido,  convencióse  de  la 
mala  voluntad  de  los  políticos  del  Imperio. 

Estos  seguían  alimentando  esperanzas  de  ex- 
pansión territorial  de  un  país  que  contaba  con 
8:000.000  de  kilómetros  cuadrados. 

El  Ministro  del  Imperio  don  Ernesto  Ferreyra 
Franqa  viendo  la  situación  desgraciada  del  Go- 
bierno de  Montevideo,  cometió  la  indignidad  de 
proponer  que  se  trajera  la  línea  de  separación  al 
Norte  hasta  el  Arapey  y  por  el  Este  hasta  el 
arroyo  de  San  Carlos,  quedándose  así  el  Impe- 
rio con  los  Departamentos  actuales  de  Artigas, 
Rivera,  Cerro  Largo,  Treinta  y  Tres  y  Rocha. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  2S7 


Ofrecía  en  cambio  de  esa  vasta  zona  1200  con- 
tos  de  reís  (600.000  pesos). 

Los  hombres  de  la  Defensa  prefirieron  correr 
el  riesgo  de  caer  bajo  la  cuchilla  de  Rosas  antes 
que  suscribir  tal  ignominia. 

Un  hecho  sobreviniente  puso  en  evidencia  el 
fracaso  de  la  misión  Magariños. 

El  14  de  Agosto  de  1845  don  Manuel  Oribe 
expidió  un  decreto  habilitando  puertos  en  la  la- 
guna Merín  y  en  algunos  otros  puntos  fronte- 
rizos. 

La  Legación  de  la  República  en  la  Corte  so- 
licitó del  Gobierno  Imperial  que  desconociese  esa 
habilitación  por  ser  hecha  por  poder  incompe- 
tente, y  con  ese  motivo,  aventuró  la  idea  de  la 
comunidad  de  aquellas  aguas. 

El  Gobierno  Imperial  rehusó  en  efecto  reco- 
nocer los  puertos  habilitados  por  don  Manuel 
Oribe;  pero  lo  rehusó  fundado  en  que  las  aguas 
y  todos  los  puertos  de  la  laguna  Merín  pertene- 
cían exclusivamente  al  Brasil    i ;.  ? 

Esto  era  una  monstruosidad. 

Ningún  principio,  ningún  antecedente,  ningún 
tratado  podía  invocar  el  Gabinete  del  Imperio. 

Nada  más  absurdo  que  negar  á  un  país  dere- 
chos de  navegación  sobre  las  aguas  que  bañan 
sus  costas. 

La  laguna  Merín --en  el  supuesto  de  que  fuera 

(1)    De  ilon  Andics  Lamas,  ^Memoria  Xin  Re\es,  páfr.  -69;  años 
iaT6-58. 


28S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

el  límite  justo  de  la  República  — tal  como  lo  había 
asignado  el  Acta  de  1821,  estaría  exactamente  en 
igual  caso  que  el  Uruguay  y  el  Cuareim. 

Las  aguas  fronterizas  todas  se  rigen  por  dis- 
posiciones comunes,  sean  ríos,  arroyos,  lagos  ó 
lagunas    i ). 

La  propiedad  de  cada  país  ribereño  tiene  su 
límite  en  la  mitad  del  cauce  ó  en  la  línea  del 
talweg  si  es  corriente,  y  en  caso  que  se  trate  de 
lago  ó  laguna  precisamente  en  el  punto  medio  en 
una  extensión  igual  á  la  que  tuviese  de  costa. 

En  cuanto  á  la  navegación,  será  común  á  los 
dos  países  ribereños  y  exclusiva  de  ellos  ó  libre 
á  todas  las  naciones  según  los  casos;  pero  nunca 
jamás  exclusiva  de  uno  solo  de  los  países  pro- 
pietarios. 

Solamente  en  las  tendencias  absorbentes  de  la 
diplomacia  imperial  puede  encontrarse  la  expli- 
cación de  su  conducta. 

Á  nuestro  Plenipotenciario  en  Río  no  le  tomó 
de  sorpresa  la  solución. 

Ya  la  había  previsto  desde  que  entró  en  rela- 
ción con  los  políticos  influyentes  en  la  Corte. 

Más  tarde,  Limpo  de  Abreu,  Ministro  de  Ne- 
gocios Extranjeros,  pasaba  con  fecha  17  de  Enero 
de  1846,  al  doctor  Magariños,  la  nota  transcripta 
á  continuación,  que  revela  la  soberbia  de  los 
hombres  del  Imperio  en  frente  de  la  debilidad  de 

(1)    ^'éase  Pradier  Foderc,   obra  citada,  pág.  303. 


CARLOS  OXETO  Y  VI ANA  2S9 

un  país  que  agonizaba  en  una  lucha  temeraria, 
defendiendo  junto  á  ios  sacrosantos  principios 
republicanos,  ios  principios  del  progreso  y  de  la 
humanidad. 

c  Le  cabe  al  abajo  firmado  declarar  muy  positi- 
vamente al  señor  Magariños,  que  el  Gobierno  im- 
perial no  reconoce  al  Estado  Oriental  propiedad  ni 
ningún  otro  derecho  en  los  puertos  de  la  laguna 
Merim,  pues  que  todos  sin  excepción  pertenecen  ex- 
clusivamente al  Brasil,  y  por  tanto  no  hay  comu- 
nidad alguna  de  aguas  en  la  laguna  ni  en  ella 
puede  darse  lugar  á  la  hipótesis  figurada  por  el 
señor  Magariños. 

<  El  Gobierno  Imperial  tomando  con  la  debida 
atención  el  decreto  del  14  de  Agosto  de  1845, 
del  señor  General  don  Manuel  Oribe,  por  el  cual 
habilitó  algunos  puertos  en  la  Merim  y  frontera 
del  Chuy,  para  lo  que  ninguna  autoridad  tiene, 
como  no  la  tiene  tampoco  el  Estado  Oriental,  se 
opondrá  por  todos  los  medios  á  que  se  dé  eje- 
cución á  las  medidas  con  ese  fin  adoptadas  con 
mengua  de  los  intereses  del  Imperio     '  . 

Ante  esta  declaración  en  la  que  rivalizan  la  fran- 
queza y  la  brutalidad,  tanto  el  Gobierno  de  la  De- 
fensa como  las  autoridades  del  Cerrito  se  resig- 
naron. 

En  1847,  acreditado  don  Andrés  Lamas  en  ca- 

(1)    Relatorio   da  Reparti<]ao  de  N'egocios  Extranjeiros  apre- 
sentado  á  Assemb/ea  General  Lejislativa.—Awio  1846. 

19 


290  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

lidad  de  Plenipotenciario  de  la  República  en  la 
Corte,  con  el  fin  de  obtener  la  cooperación  del 
Brasil  para  la  guerra  contra  Rosas,  el  Gobierno 
de  la  Defensa,  que  recelaba  las  habilidades  y  am- 
biciones de  los  políticos  imperiales,  por  lo  mismo 
que  los  conocía  bastante,  en  las  instrucciones  que 
debían  servir  de  norma  á  nuestro  Ministro,  esta- 
blecía : 

« El  Gobierno  está  decidido  á  no  hacer  concesión 
alguna  territorial  que  deslustre  los  esfuerzos  que 
él  y  los  ciudadanos  que  combaten  á  su  lado  ha- 
cen por  el  mantenimiento  de  la  integridad  nacio- 
nal; pero  deseando  dar  una  prueba  inequívoca 
de  todo  lo  que  aprecia  la  amistad  del  Brasil, 
autoriza  á  usted  para  celebrar  un  ajuste  en  la  ma- 
teria sobre  una  base  altamente  provechosa  para 
el  \m\i&x\o  — que  usted  hará  valer  como  debe. 

Esta  base  es :  que  la  República  no  hará  coa- 
lición con  los  otros  Estados  que  con  ella  deri- 
van sus  derechos  del  tratado  de  1777,  para  el 
arreglo  de  sus  límites  con  el  imperio;  que  se  tra- 
tará esta  cuestión  por  los  dos  Estados  únicamente 
y  que  en  caso  de  discordia  la  someterán  á  la 
discreción  de  un  tercero  amigo  electo  por  am- 
bos. ^ 

Los  políticos  del  imperio  fácilmente  pudieron 
hacerse  cargo  de  la  situación  de  la  República. 

El  Gobierno  de  la  Defensa  no  contaba  con  re- 
cursos para  dar  un  golpe  que  pulverizase  el  po- 
der de  Oribe. 


CARLOS  ONETO  Y  VIAN'A  291 

Las  legiones  de  Rosas  venían  ocupando  el  país 
hacía  diez  años. 

Se  habían  habituado  á  asolar  nuestros  cam- 
pos como  suelo  propio,  y  en  todas  partes  donde 
alcanzara  su  dominio  reinaban  el  terror  y  el  es- 
panto. 

Para  la  República  era  cuestión  de  vida  ó  muerte 
la  alianza. 

De  por  medio  estaban  no  solamente  los  prin- 
cipios de  la  civilización,  sino  su  misma  existencia. 

La  diplomacia  imperial  juzgó  que  había  llegado 
el  momento  oportuno  para  consumar  la  obra  ne- 
fanda de  absorción. 

Tenía  el  convencimiento  de  que  Montevideo 
atravesaba  por  trances  terribles;  y  bien  sabía  que 
ninguna  consideración  puede  primar  sobre  la  de 
conservación,  que  es  la  ley  suprema. 

La  crueldad  del  Gabinete  del  Imperio  jamás  se 
reveló  como  en  este  caso. 

Llegó  hasta  proponer  como  base  de  todo  arre- 
glo los  límites  de  181 Q    ^  . 

En  aquellas  circunstancias  era  inmenso  salvar 
lo  que  teníamos. ...     -   > 

El  Gobierno  de  la  Defensa,  en  las  instruccio- 
nes por  las  que  debía  guiarse  su  Ministro,  se  re- 
fería al  tratado  de  San  Ildefonso,  con  la  preten- 
sión   infantil   de  que  pudiese  influir  en  el  ánimo 

(1)  Declaraciones  de    don  Andrés  Lamas.  <:Memoria  del  ilinis- 
terio  de  Relaciones»,  1856-58,  pág.  269. 

(2)  De  don  Andrés  Lamas. 


292  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

de  la  diplomacia  imperial  la  promesa  de  que  la 
República  no  liaría  coalición  en  contra  del  Brasil 
con  los  otros  Estados  sudamericanos  que  como 
ella  derivan  sus  derechos  territoriales  del  mismo 
tratado. 

'Raya  en  locura  imaginar  que  en  aquella  situa- 
ción pudiésemos  reivindicar  derechos....  ^^^ 

Lo  deplorable  era  el  momento  desgraciado  en 
que  se  iban  á  efectuar  aquellos  pactos. 

Faltaba  á  una  de  las  partes,  la  libertad,  elemento 
indispensable  en  los  convenios. 

La  violencia  era  lo  que  resolvería;  y  de  esto 
tenía  conciencia  el  Gobierno  imperial. 

Pocos  casos  con  caracteres  semejantes  regis- 
tra la  historia  de  los  tratados. 

El  imperio  no  quería  conceder  nada. 

Sus  proposiciones  tenían  que  ser  sencillamente 
aceptadas,  pues  á  cualquier  resistencia  de  nues- 
tro Plenipotenciario  se  le  objetaba:  ;  ó  eso  ó  nada  >. 

Y  la  perspectiva  pavorosa  del  triunfo  de  Oribe 
decidía. ...  ''-\ 


(1)  De  don  Andrés  Lamas. 

(2)  La  entrada  de  Oribe  á  Montevideo  significaba  el  degüello 
de  la  cuarta  parte  de  la  población. 

A  la  rendición  de  la  ciudad  seguiría  necesariamente  la  obra  de 
exterminio,  ideal  de  los  sitiadores. 

Los  hombres  de  figuración  política  tendrían  el  fin  de  don  Marcos 
Avellaneda,  el  infortunado  Gobernador  de  Tucumán. 

A  las  tropas  y  clases  militares  no  les  estaba  reservado  otro  des- 
tino que  el  que  tuvieron  los  rendidos  durante  los  10  años  de  lu- 
cha, el  mismo  de  los  800  desgraciados  ultimados  en  India  Muerta, 
los  1300  de  Arroyo  Grande,  y  los  millares  de  Quebrachito,  Pago 
Largo,  \'ences,  Monte  Grande,   etc. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  293 

Los  tratados  de  1851  fueron  el  fruto  de  la  ne- 
cesidad. 

La  diplomacia  imperial  dictó  la  mayor  parte  de 
sus  cláusulas,  y  junto  con  ellas  impuso  á  la  Re- 
pública vejámenes  odiosos. 

Yo  no  creo  que  colocado  en  el  lugar  del  doctor 
Lamas  otro  Plenipotenciario,  hubiera  obtenido  con- 
diciones menos  desfavorables. 

Me  aparto  en  este  caso  de  Juan  Carlos  Gómez, 
que  tuvo  siempre  frases  lapidarias  para  juzgar  al 
diplomático  de  1851. 

Me  aparto  del  doctor  don  Ángel  Floro  Costa, 
que  en  Nirvana  ^  condena  con  extrema  seve- 
ridad  la  conducta  de  don  Andrés  Lamas. 

Me  aparto  también  de  la  opinión  de  ciuda- 
danos eminentes  —  como  don  Pedro  Bustamante 
y  el  doctor  don  José  Pedro  Ramírez     que  llega- 

Eran  por  demás  sabidoá  los  hábitos  de  los  ejércitos  de  Rosas  y 
Oribe:  después  de  la  lucha  se  daba  comienzo  á  la  matanza  de 
prisioneros. 

Los  extranjeros  tendrían  igual  fin   que  los  demás  defensores  de 
la  ciudad,  como  ya  lo  había  hecho   saber  la  siguiente  circular  de 
don  Manuel  Oribe  á  los  cónsules  acreditados  en  Montevideo  : 
«El  Presidente  Legal  de  la  República. 

«Cuartel  General,  Abril  1."  de  ISOS. 
«Señor  Cónsul  de 

« el  que    firma  se  ve    obligado  á  declarar  que  no  respetará 

la  calidad  de  exíranjero,  ni  en  los  bienes  ni  en  las  personas  de  los 
subditos  de  otras  nacionalidades  que  tomen  partido  con  los  infa- 
mes rebeldes  salvajes  unitarios,  contra  la  causa  de  las  leyes  que 
el  infrascripto  y  lasfuersas  que  le  obedecen  sostienen,  sino  que 
serán  considerados  también  en  el  caso  como  rebeldes  salvajes 
unitarios  y  tratados  sin  ninsuna  consideración. 

«Con  ese  motivo,  el  que  firma,  etc. 

«  Maxuel  Oribe.  » 


294  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


ron  hasta  ver  una  traición  en  la  gestión  del  nego- 
ciador de  los  tratados. 

Entiendo  que  en  las  circunstancias  aquellas  no 
era  factible  otra  solución. 

No  quiere  esto  decir  que  haga  yo  aquí  una 
defensa  de  la  personalidad  del  doctor  Lamas,  que 
para  mí  es  enigmática:  solamente  trato  de  expli- 
car su  conducta  en  este  caso. 

Don  Honorio  Hermeto  Carneiro  Leáo  y  don 
Antonio  Paulino  Limpo  de  Abren,  representantes 
del  Gobierno  Imperial  en  la  negociación,  revela- 
ron en  las  conferencias  habidas  con  nuestro  Ple- 
nipotenciario todas  las  ambiciones  del  Imperio. 

Mostráronse  enérgicos,  usando  de  la  energía  de 
los  cobardes,  en  frente  de  un  país  anémico  y 
mutilado. 

Don  Andrés  Lamas  no  podía  en  aquellos  mo- 
mentos discutir. 

El  representante  de  la  Defensa  nada  podía  im- 
poner, cuando  iba  en  busca  de  auxilios  que  sal- 
varan al  país  de  ser  estrangulado  por  Rosas. 

Debía  resignarse  á  suscribir.  .  . . 

No  otra  cosa  hizo  Jules  Favre  en  1872  en  si- 
tuación semejante,  cuando  se  imponían  á  su  país 
mutilaciones  más  dolorosas;  sin  que  con  esto  pre- 
tendamos igualar,  ni  mucho  menos,  á  nuestro 
negociador  con  el  austero  diplomático  de  Francia. 

<  Aquellos  tratados  no  pueden  abstraerse  de  la 
época  y  de  los  fines  con  que  se  firmaron. 

<;  Era  una  necesidad  para  la  República;  de  ellos 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  295 


pendía,  no  sólo  el  triunfo  de  su  independencia  y 
de  su  libertad,  sino  también  el  triunfo  de  la  paz, 
de  la  civilización,  de  la  humanidad  en  todo  el 
Río  de  la  Plata  ;^). 

El  12  de  Octubre  de  1851  fueron  definitiva- 
mente firmados. 

Ellos  eran: 

Tratado  de  Comercio  y  Navegación ; 

Tratado  de  alianza  perpetua ; 

Tratado  de  extradición  de  desertores  y  crimina- 
les y  devolución  de  esclavos; 

Tratado  de  socorros  y  auxilios  pecuniarios; 

Tratado  de  límites. 

En  general  todos  eran  malos  —  algunos  con 
cláusulas  monstruosas. 

El  tratado  de  Comercio  y  Navegación,  en  sus 
primeros  artículos,  ofrece  ventajas  al  Imperio  que 
en  verdad  no  eran  retribuidas  con  ninguna  com- 
pensación equivalente  á  la  República. 

Sin  embargo,  más  irritante  y  perjudicial  había 
de  ser  el  de  1857. 

El  artículo  18  fué  introducido  hábilmente  con 
fines  ocultos,  que  no  llegó  el  Imperio  á  realizarlos. 

Otros  se  encargarían  de  ello. 

Su  disposición  era  absurda:  el  desarme  y  neu- 
tralización de  Martín  García. 

Esto  importaba  por  nuestra  parte  un  abandono 
total  de  la  Isla,  que  no  influyó  poco  para  que  la 
perdiéramos  para  siempre. 

(1)    De  don  Andrés  Lamas. 


296  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

El  tratado  de  alianza  perpetua  establecía  en  sus 
artículos  5,  6,  7,  8,  9,  10,  11,  12,  13,  14,  15,  el 
famoso  principio  de  intervención  que  había  de 
ser  invocado  más  tarde  por  los  Presidentes  Giró, 
Flores  y  Pereyra,  para  solicitar  el  auxilio  de  don 
Pedro  II  en  momentos  difíciles,  abriendo  las  puer- 
tas de  la  patria  á  los  soldados  imperiales. 

El  artículo  16  encerraba  una  irrisión:  la  Repú- 
blica— que  no  podía  vivir  por  su  miseria  y  su  anar- 
quía— se  comprometía  á  sostener  conjuntamente 
con  el  Brasil  la  Independencia  del  Paraguay,  país 
en  aquel  entonces  varias  veces  superior  al  nues- 
tro en  población  y  en  potencia  militar. 

Si  el  artículo  16  era  irrisorio,  el  4."  y  el  13." 
eran  incalificables. 

La  República  se  comprometía  á  garantir  la  in- 
tegridad territorial  del  Imperio  {\)  y  á  contribuir  al 
sostenimiento  de  su  tranquilidad  pública  {\)  en  reci- 
procidad de  la  misma  obligación  que  tenía  el  Bra- 
sil para  con  nosotros. 

—  El  tratado  de  extradición  no  solamente  cons- 
tituía una  afrenta  para  el  país  y  su  cultura,  sino 
que  contrariaba  preceptos  constitucionales  y  leyes 
positivas  de  la  República. 

El  artículo  6.»,  compuesto  de  cinco  incisos,  re- 
glaba la  entrega  de  los  esclavos  que  se  interna- 
ran en  nuestro  territorio. 

No  sólo  había  que  atender  á  las  reclamaciones 
oficiales  de  las  autoridades  riograndenses  y  las 
que  viniesen  por  vía  diplomática. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  .        297 

Los  amos  de  los  desgraciados  hombres  de  co- 
lor que  trataban  de  escaparse  á  los  tormentos 
inquisitoriales,  podían  penetrar  en  nuestro  te- 
rritorio en  su  seguimiento  y  presentar  la  reclama- 
ción respectiva  á  la  autoridad  del    departamento. 

El  artículo  6."  en  cuestión  venía  á  anular  la 
ley  de  1844,  dictada  en  el  Sitio,  por  la  cual  des- 
aparecía en  absoluto  la  esclavitud  en  toda  la 
República. 

Era  además  una  violación  fragranté  del  artículo 
131  de  la  Carta  Fundamental,  que  excluye  la  po- 
sibilidad de  que  los  individuos  que  por  cualquier 
motivo  penetrasen  al  país  pudiesen  ser  esclavos. 

—  El   tratado  de  límites  es  el  más  importante. 

El  Imperio  invocó  como  fundamento  de  todos 
sus  derechos,  el  ////  possidetis. 

No  admitieron  sus  representantes  discusión  al- 
guna que  desconociese  ese  principio. 

El  ////  possidetis  era  la  posesión  de  hecho  que 
venía  ejerciendo  el  Imperio  desde  mucho  tiempo 
atrás. 

Por  tanto,  había  que  atenerse  á  los  límites  que 
tenía  la  Provincia  Cisplatina,  declarada  indepen- 
diente por  la  Convención  del  28. 

Era  absurdo  pensar  que  pudiésemos  hacernos 
fuertes  invocando  las  cláusulas  de  los  tratados 
de  1777. 

Pagaba  la  República  en  aquellos  momentos  las 
consecuencias  de  las  impaciencias  de  Dorrego  y 
de  la  inhabilidad  de  la  diplomacia  argentina. 


29S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Los  hombres  dirigentes  de  Buenos  Aires,  con 
su  cobardía,  habían  esterilizado  indignamente  los 
triunfos  obtenidos  en  los  años  27  y  28 ;  y  en  vez 
de  imponer  al  imperio  los  límites  que  la  espada 
de  Rivera  había  trazado  en  las  Misiones,  acepta- 
ron tácitamente  los  que  el  Congreso  de  1821  ha- 
bía asignado  á  la  Provincia  Cisplatina,  ordenan- 
do al  Jefe  del  Ejército  del  Norte  ^'  abandonara 
las  tierras  reconquistadas. 

¿Cómo,  pues,  pretender  que  en  1851,  cuando 
iba  á  Río  don  Andrés  Lamas  á  pedir  auxilios  al 
Gobierno  Imperial  para  que  la  República  pudiese 
continuar  la  lucha  que  venía  sosteniendo  con  la 
barbarie;  cómo  pretender  que  pudiese  obligar  al 
Imperio  — que  siempre  se  caracterizó  por  su  polí- 
tica de  expansión  — á  suscribir  tratados  que  cer- 
cenasen sus  dominios,  si  no  se  había  sabido  im- 
ponerle en  1828,  en  las  épocas  en  que  sus  legio- 
nes estaban  derrotadas? 

La  diplomacia  imperial  aprovechó  las  circuns- 
tancias para  obtener  la  consagración  de  sus  usur- 
paciones, ya  reconocidas  tácitamente  por  la  Con- 
vención de  1828. 

Ninguna  ocasión  más  favorable  para  conseguir 
la  renuncia  definitiva  por  nuestra  parte  de  las  ven- 
tajas que  nos  ofrecían  las  cláusulas  del  tratado  de 
San  Ildefonso,  que  temía  pudiesen  ser  invocadas 
más  tarde  en    oposición    á  sus   ambiciones. 

(1)    Nombre  que  se  dio  al  Ejdrcito  de  las  Misiones. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  299 

El  artículo  1."  del  tratado  de  límites,  en  su  pri- 
mera parte  quedó  redactado  de  esta  manera: 

« Decláranse  rotos  y  de  ningún  valor  los  di- 
versos tratados  y  actos  en  que  fundaban  los  de- 
rechos territoriales  que  han  pretendido  hasta  el 
presente  las  dos  Altas  Partes  Contratantes  en  la 
demarcación  de  sus  límites....  (D» 

¿Y  qué  tratados  podía  invocar  el  Imperio  que 
fundasen  ■  los  derechos  territoriales  que  había  pre- 
tendido, si  no  se  celebró  ninguno  entre  los  dos 
países? 

Era  esa  la  forma  encubierta  con  la  que  el  im- 
perio nos  arrancaba  la  renuncia  de  las  ventajas 
que  nos  daba  el  tratado  de  1777,  cuyas  cláusu- 
las fundaban  los  dereehos  territoriales  que  habíamos 
pretendido  en  otro  tiempo. 

Como  compensación  aparente  á  esta  renuncia, 
la  diplomacia  imperial  establecía  en  la  segunda 
parte  del  artículo: 

....  Esta  renuncia  se  entiende  muy  espe- 
cialmente hecha  á  los  derechos  que  derivaban 
de  la  Convención  celebrada  en  Montevideo  con 
el  Cabildo  Gobernador  el  30  de  Enero  de  1 81 9 .  .  . 

El  Imperio  renunciaba  lo  que  no  poseía,  ni 
jamás  había  poseído. 

La  Convención  de  181Q  había  sido  anulada 
por  el  Acta  de  1821. 

No  tenía  valor  alguno. 

(1)    Colección  Legislativa,  Goyena.  pág.  ll-l. 


300  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Don  Juan  VI,  al  incorporar  la  Banda  Oriental 
al  Reino  Unido,  no  quiso  aceptar  la  monstruo- 
sidad del  desmembramiento  impuesto  á  la  Pro- 
vincia por  Lecor  y  el  Cabildo  á  título  de  re- 
tribución á  Portugal  por  las  erogaciones  que 
originó  la  construcción  de  la  gran  obra  del  fanal 
de  la  Isla  de  Flores. 

La  Cisplatina  se  incorporó  con  los  límites  que 
establece  el  Acta  de  1821. 

Por  manera  que,  en  cambio  de  una  renuncia 
cierta  y  formal  que  hacíamos  en  favor  del  Impe- 
rio, éste  renunciaba  en  nuestro  favor  las  venta- 
jas que  le  acordaba  una  Convención  que  no 
estaba  en  vigencia  y  que  había  sido  expresamente 
anulada  por  actos  posteriores. 

El  artículo  2.o  del  tratado  ofrece  la  prueba  pal- 
maria de  que  la  República  no  aprovechaba  ab- 
solutamente nada  de  la  renuncia  que  afectaba  ha- 
cer el  Imperio  en  el  artículo  l.«. 

Está  redactado  así:  Las  Altas  Partes  Contra- 
tantes reconocen  como  base  que  debe  regular  sus 
límites,  el  uti  possídetis  —ya  designado  en  la  cláu- 
sula 2.a  del  tratado  de  incorporación  de  31  de 
Julio  de  1821 -tn  los  términos  siguientes:—  por 
el  Este,  el  Océano;  por  el  Sur,  el  Río  de  la  Plata; 
por  el  Oeste,  el  Uruguay;  por  el  Norte,  el  Cua- 
reim  hasta  la  cuchilla  Santa  Ana,  que  divide  el 
río  de  Santa  María,  y  por  esta  parte  el  Arroyo 
Tacuarembó  Grande  siguiendo  las  puntas  del  río 
Yaguarón,  entra  en  la   laguna   Merín  y  pasa  por 


CARLOS  OXETO  Y  VIANA  301 

el  puntal  de  San  Miguel  á  tomar  el  Chuy  que 
entra  en  el  Océano  ( i  . 

El  resultado  de  estos  dos  primeros  artículos 
era  el  siguiente: 

La  República  renunciaba  expresamente  y  para 
siempre  sus  pretensiones  legítimas;  en  compensa- 
ción el  Imperio  renunciaba  á  tener  mayores  pre- 
tensiones que  las  que  en  su  favor  nos  despojába- 
mos. 

¡  Magnífica  compensación ! 

Descartada  la  cuestión  de  dominios  territoria- 
les, quedaba  por  resolver  el  grave  asunto  de  la 
navegación  de  las  aguas  fronterizas. 

Los  Plenipotenciarios  del  Imperio  aferráronse 
también  al  ////  possidetis. 

En  el  tratado  de  Comercio  y  Navegación,  en 
su  artículo  14  se  había  reconocido  la  libre  nave- 
gación de  los  afluentes   del  Uruguay. 

Este  principio  no  fué  aceptado  por  los  Pleni- 
potenciarios del  Imperio  para  el  Yaguarón  y  la 
laguna  Merín. 

No  podían  admitir  la  comunidad  de  navegación 
en  aguas  sobre  las  que  el  Brasil  venía  ejerciendo 
un  dominio  exclusivo  desde  mucho  tiempo  atrás. 

Nuestro  representante  invocó  los  principios  de 
derecho  público  aplicables  al  caso;  y  hasta  hizo 
notar  que  eso  sería  ////  hecho  desgraciado  para 
las  relaciones  y  los  intereses  naturales  de  los  dos 

( 1 )    Colección  Goj-ena. 


302  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

países; — que  una  política  alta  é  inteligente  debía 
en  provecho  común,  no  violentar  la  naturaleza  y 
respetar  la  comunidad  de  lo  que  era  naturalmente 
común. » 

Fueron  vanos  todos  los  esfuerzos. 

Don  Andrés  Lamas  con  el  fin  de  llegar  á  un 
acuerdo  fincd  amigable,  prefirió  no  resolver  el 
punto,  dejando  las  cosas  como  estaban. 

El  hecho  cierto  era  la  posesión  exclusiva  del 
Imperio,  que  venía  ejerciendo  desde  épocas  muy 
anteriores. 

Se  constató  entonces  la  existencia  de  ese  he- 
cho. 

La  primera  parte  del  artículo  4."^  —  sin  hacer 
declaración  ninguna  de  derechos  limitóse  «al 
hecho  materialmente  existente,  diplomáticamente 
establecido   al    celebrarse  los  tratados.^ 

Quedó,  pues,  la  navegación  del  lago  Merín, 
tal  como  estaba,  tal  como  había  existido  desde  que 
habíamos  sido  Estado  independiente  d). » 

EsP  primera  parte  se  redactó  así: 
Art.  4.'5  ...  Reconociendo  que  el  Brasil  está 
en  posesión  exclusiva  de  la  navegación  de  la  la- 
guna Merín  y  el  Yaguarón  y  que  debe  permanecer 
en  ella  según  la  base  adoptada  del  uti  possidetis; 
admitida  con  el  fin  de  llegar  á  un  acuerdo  final 
amigable  ( 2 ;- .  .  . .  » 

(1)  Memoria  del  Ministerio  de  Relaciones  Exteriores,  años  56- 
58,  pág.  269.  Declaraciones  de  don  Andrés  Lamas. 

(2)  Colección  Legislativa,  pág.  114. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


La  segunda  parte  de  este  artículo  encerraba 
una  monstruosidad  con  esta  declaración: 

..  .  reconociendo  además  la  conveniencia  (!) 
de  que  tenga  jDuertos  donde  puedan  entrar  las 
embarcaciones  brasileras  que  navegan  en  la  la- 
guna Merín  -  é  igualmente  las  orientales  en  los 
ríos  que  estuviesen  esos  puertos  — \a  República 
Oriental  del  Uruguay  conviene  en  conceder  en  toda 
soberanía  para  el  indicado  fin,  media  legua  en 
una  de  las  márgenes  de  la  embocadura  del  Ce- 
bollatí  que  fuese  designada  por  el  Comisario  del 
Gobierno  Imperial,  y  otra  media  legua  en  una  de 
las  márgenes  del  río  Tacuary,  designada  del  mismo 
modo,  pudiendo  el  Gobierno  Imperial  mandar  ha- 
cer en  esos  terrenos  todas  las  obras  y  fortificacio- 
nes que  juzgare  convenientes,  y 

Absurdo  era  el  reconocimiento  de  la  convenien- 
cia, que  sólo  existía  para  el  imperio,  de  que  sus 
embarcaciones  que  navegasen  en  la  laguna  Me- 
rín tuvieran  puertos;  absurdo  también  el  igual- 
mente por  lo  que  se  refiere  á  embarcaciones  orien- 
tales que  sólo  podían  navegar  en  ríos  nuestros 
y  nada  más;  absurda  la  concesión  en  toda  sobe- 
ranía de  las  medias  leguas  desde  las  márgenes 
del  Cebollatí  y  el  Tacuary,  y  por  último  incali- 
ficable la  facultad  por  la  cual  el  Imperio  podría 
construir  fortalezas  dentro    de   nuestro  territorio. 

Estas  humillantes  concesiones  fueron  anuladas 
en  Mayo  15  de  1852  por  un  protocolo  firm.ado 
por   el  doctor   don    Florentino    Castellanos,    Mi- 


304  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

nistro  de  Relaciones,  y  el  Plenipotenciario  del  Im- 
perio <  con  la  intervención  espontánea  y  oficiosa 
del  Gobierno  Encargado  de  las  Relaciones  Exte- 
riores de  la  Confederación  Argentina  por  medio 
de  su  Enviado  Extraordinario  y  Ministro  Plenipo- 
tenciario doctor  don  Luis  José  de  la  Peña  . 

Transcurrieron  varios  años  sin  que  se  operase 
ningún  cambio. 


El  11  de  Octubre  de  1856  don  Andrés  Lamas 
presentaba  nuevamente  sus  credenciales  á  don 
Pedro  II  como  Plenipotenciario  de  la  República 
en  la  Corte. 

El  señor  don  Gabriel  Antonio  Pereyra  confióle 
el  encargo  de  obtener  la  revisión  de  los  tratados 
del  51  en  aquellas  partes  quemas  afectasen  á  nues- 
tro país. 

Otros  eran  los  tiempos. 

El  dominio  afrentoso  de  Rosas  ya  no  existía: 
por  lo  tanto  sus  legiones  no  ocupaban  el  Cerrito. 

El  negociador  de  los  tratados  de  1851  se  en- 
contraba en  situación  muy  distinta. 

Podía  ahora  discutir  y  proponer. 

Don  Andrés  Lamas  recibió  sus  credenciales  en 
los  momentos  precisos  que  el  Presidente  de  la 
República  libraba  batalla  á  las  pretensiones  de  don 
Manuel  Oribe. 

Todos  los  elementos  honestos  de  los  antiguos 
partidos  rodeaban  al  Jefe  del  Estado,  prestándole 


CARLOS  OXETO  Y   VIANA  305 

SU  concurso  decidido,  lo  que  venía  á  vigorizar 
el  prestigio  del  principio  de  autoridad. 

El  Plenipotenciario  en  la  Corte  trató  de  obte- 
ner en  primer  término  la  anulación  de  las  cláu- 
sulas 5  á  15  del  tratado  de  alianza  perpetua,  por 
las  que  se  establecía  la  intervención  imperial  en 
nuestros  asuntos  internos. 

En  nota  pasada  al  Gobierno  de  S.  M.  en  los 
primeros  días  de  Noviembre  declaraba: 

S.  E.  el  señor  Presidente  don  Gabriel  Antonio 
Pereyra  resolvió  desde  el  acto  de  su  elevación  al 
Gobierno  de  la  República,  tener  por  único  apoyo 
de  su  autoridad  las  leyes  y  la  opinión  nacional  ■ ' '. » 

Las  cláusulas  mencionadas  fueron  suprimidas 
por  acuerdo  celebrado  entre  nuestro  Ministro  y 
el  Plenipotenciario  del  Emperador. 

Suprimióse  además  la  cláusula  16,  referente  á 
nuestra  obligación  de  sostener  la  independencia 
del  Paraguay. 

Pero  la  obra  no  fué  completa. 

Dejóse  en  vigencia  el  absurdo  artículo  4."  y 
los  que  le  anteceden,  quedando  así  establecida  en 
principio  la  alianza  y  con  ella  la  puerta  abierta  para 
nuevas  intervenciones    -  . 

Sólo  dependía  la  concesión  de  éstas  por  parte 
del  imperio,  de  ajustes  especiales,  que,  llegado  el 
caso,  fácilmente  se  celebrarían. 

( 1 ;    Memoria   Xin  Reyes,  Anexo  B  :  Tratado  definiíivo,  pág.  ó. 
('J'    Memoria  Nin  Reyes,  Protocolo:  Anexo  B,  pág.  20. 


306  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Don  Andrés  Lamas  abordó  en  seguida  el  asunto 
de  la  revisión  del  tratado  de  Comercio  y  Nave- 
gación, en  el  que  estaban  las  declaraciones  respecto 
á  la  laguna  Merín  y  el  Yaguarón  y  las  franqui- 
cias comerciales  en  favor  del  Imperio. 

Presentó  al  Gabinete  Imperial  las  bases  que 
servirían  de  fundamento  al  nuevo  tratado,  las  que 
fueron  aceptadas  en  general. 

Después  de  largos  meses  de  sostenida  corres- 
pondencia con  el  Vizconde  de  Maranguape  Mi- 
nistro de  Negocios  Extranjeros,  gestionando  el 
nombramiento  de  un  Plenipotenciario  especial,  con 
quien  debía  entenderse,  le  fué  comunicado  en  nota 
de  fecha  1.»  de  Junio  1856,  que  S.  M.  I.  había 
designado  á  don  Paulino  José  Suárez  de  Souza, 
Vizconde  del  Uruguay  y  Senador  del  Imperio, 
diplomático  que  había  intervenido  en  1851  en  la 
negociación  del  tratado  de  préstamos  y  auxilios. 

Comenzaron  inmediatamente  la  tarea  de  la  re- 
visión, que  dio  por  resultados  el  tratado  firmado 
el  4  de  Septiembre  de  1857,  cuyo  texto  llegó  á 
Montevideo  en  momentos  de  grandes  pasiones  — 
engendradas  por  la  campaña  electoral  y  la  lucha 
que  mantenían  los  hombres  de  la  Defensa  con 
el  poder  oficial  y  los  primaces  de  la  política  de 
fusión. 

La  negociación  del  tratado  de  revisión  fué 
ardua  y  laboriosa. 

Los  Plenipotenciarios  de  ambos  países  emplearon 
varios  meses  en  la  discusión  y  arreglo  de  las 
cláusulas. 


V 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  307 


Del  estudio  comparativo  con  el  de  1851,  resulta 
que  sus  dos  puntos  más  importantes  están  en 
las  estipulaciones  de  los  artículos  2,  13  y  14. 

El  primero  consigna  franquicias  á  los  ganados 
del  Brasil,  que  eran  verdaderos  ataques  á  nues- 
tros intereses  ganaderos. 

Los  otros  dos  encierran  la  solución  definitiva 
del  viejo  asunto  de  la  navegación  de  la  laguna 
Merín  y  río  Yaguarón,  en  una  forma  que  consti- 
tuye un  inaudito  atentado  al  Derecho  Público. 

No  conformes  los  hombres  del  Imperio  con  las 
ventajas  que  les  acordaba  el  artículo  4.o  del  tra- 
tado del  12  de  Octubre  y  el  3fi  del  de  revisión, 
en  favor  de  los  saladeros  y  consumidores  de  Río 
Grande,  según  los  cuales  nuestros  ganados  que 
se  exportaban  por  la  frontera  para  ser  beneficia- 
dos en  el  otro  lado,  estaban  exentos  de  los  de- 
rechos de  exportación,  con  lo  que  se  establecía 
una  perfecta  igualdad  de  condiciones  entre  los 
dos  países  para  con  respecto  á  nuestros  produc- 
tos, fomentando  así  la  competencia  que  los  sala- 
deros del  Estado  vecino  pudiesen  hacer  á  los 
nuestros,  el  Vizconde  del  Uruguay,  en  la  primera 
conferencia  habida  con  nuestro  Representante,  pro- 
puso se  estableciera  una  nueva  concesión,  que  ade- 
más de  ser  en  sí  absurda,  venía  á  dar  golpe  de 
muerte  á  nuestra  industria  saladeril. 

Ella  fué  consignada  en  el  artículo  2:\  redac- 
tado así: 

-  No  podrá  ser  sujeto  á  derecho  alguno  la  in- 


308  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

troducción  de  ganados  que  para  ser  criados  ó  en- 
gordados pasen  de  la  Provincia  de  Río  Grande 
de  San  Pedro  del  Sud  para  el  territorio  de  la  Re- 
pública Oriental  del  Uruguay. 

Esta  estipulación  venía  á  completar  en  favor  de 
la  industria  de  Río  Grande  las  grandes  ventajas 
ya  concedidas  por  el  tratado  del  51. 

Por  manera  que  nuestros  ganados  gordos  po- 
dían ser  beneficiados  en  los  saladeros  de  Río 
Grande  al  mismo  precio  que  en  nuestros  salade- 
ros, desde  que  la  exportación  no  estaba  sujeta  á 
ningún  gravamen  ;  y  los  ganados  pobres  de  grasa 
y  de  carne  del  Estado  vecino  podían  venir  al  país 
á  engordar  en  nuestros  campos  á  expensas  de 
nuestros  sustanciosos  pastos,  para  después  fran- 
quear la  frontera  exentos  de  derechos  y  ser  be- 
neficiados con  detrimento  de  nuestra  industria 
en  los  establecimientos  saladeriles  riograndenses. 

Don  Andrés  Lamas  no  protestó  contra  seme- 
jante proposición,  tal  vez  por  no  chocar  desde  un 
principio  con  el  Plenipotenciario  imperial. 

Esta  complacencia  no  tiene  justificación. 

La  concesión  era  demasiado  gravosa  para  de- 
jarla pasar  en  silencio. 

La  República  venía  á  quedar  reducida  á  un  po- 
trero de  engorde  ^ '  y  criadero  de  los  ganados 
del  Brasil. 

Pasemos  á  los  artículos  13  y  14. 

( 1 )    Del  General  Bartolomé  Mitre. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  309 

El  Plenipotenciario  del  Imperio  rechazó  de  plano 
las  bases  presentadas  por  nuestro  representante, 
que  eran  las  mismas  que  en  general  habían  sido 
aceptadas  por  el  Gabinete  Imperial. 

La  base  2.^  estaba  concebida  en  estos  térmi- 
nos: 

«Artículo  1.0  El  principio  establecido  en  el  ar- 
tículo 14  del  tratado  de  Comercio  •''  del  12  de 
Octubre,  respecto  á  la  navegación  de  los  afluen- 
tes del  Uruguay,  se  declara  común  á  la  navega- 
ción del  Yagua  ron  y  la  laguna  Merín. 

<  Art.  2.0  La  aplicación  de  este  principio,  sus 
condiciones  respectivas,  los  modos  y  el  tiempo  de 
ejecución  quedan  dependientes  de  ajustes  ulterio- 
res entre  los  dos  Gobiernos. 

Art.  3."  Entre  tanto  S.  M.  el  Emperador  del 
Brasil  ofrece  espontáneamente  dar  la  mayor  facili- 
dad posible  al  tráfico  que  se  hace  por  la  laguna 
Merín  y  el  Yaguarón,  permitiendo  que  los  produc- 
tos orientales  puedan  ser  embarcados  directamente 
en  los  buques  que  deben  conducirlos  por  aque- 
llas aguas,  sin  estar  sujetos  por  medidas  fiscales 
á  trasbordos,  y  que  los  buques  puedan  navegar 
directamente  á  sus  destinos,  para  lo  cual  las  es- 
taciones se  colocarán  convenientemente    -I  > 

El  Vizconde  del  Uruguay  pretendió  justificar  su 
conducta  al  rechazar  las  bases  aceptadas  anterior- 

(1)  Se  estableció  en  el  artículo  14   del  tratado  del   12  de  Octu- 
bre   la  libre  naveg-ación  de  los  afluentes  del  Uruguay. 

(2)  Memoria  del   Ministerio  de  Relaciones  Exteriores,    pág.  56. 


310  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

mente  por  su  Gobierno,  declarando  que  la  acepta- 
ción en  términos  generales  de  bases  para  un  arre- 
glo, no  importa  jamás,  la  aceptación  en  particular 
de  todas  sus  cláusulas,  salvo  que  se  establezca  ex- 
presamente lo  contrario. 

Entrando  en  materia,  el  representante  imperial 
objetó  «que  el  artículo  4.o  del  tratado  del  12  de 
Octubre  de  1851  reconoció  que  el  Brasil  estaba  en 
posesión  exclusiva  de  la  navegación  de  la  laguna 
Merín  y  el  Yaguarón,  y  su  derecho  exclusivo  de 
navegar  esas  aguas. 

Que  el  tratado  del  15  de  Mayo  de  1852,  mo- 
dificativo de  aquel  artículo  4.»,  dejó  subsistente 
en  toda  su  amplitud  aquel  exclusivo  derecho.* 

Con  estas  declaraciones  el  hábil  diplomático,  co- 
locado en  el  puesto  que  ocupaban  Carneiro  Leáoy 
Limpo  de  Abren  en  1851,  lo  mismo  que  éstos, 
pretendía  que  la  República  reconociera  el  derecho 
del  Imperio  á  la  propiedad  y  navegación  exclusiva 
de  las  aguas  fronterizas. 

Siguiendo  la  tradición  de  la  diplomacia  impe- 
rial, pródiga  en  promesas,  habilidosa  y  aparente- 
mente siempre  dispuesta  á  aceptar  la  justicia  y  el 
derecho,  el  Vizconde  del  Uruguay  manifestó  que 
tenía  especial  interés  en  poner  en  evidencia  que 
el  Imperio  no  abrigaba  el  pensamiento  antisocial  áe 
monopolizar  en  su  provecho  el  uso  de  las  aguas 
de  la  laguna  y  del  Yaguarón;  pero  que  en  su  con- 
cepto el  ejercicio  de  este  uso  por  parte  nuestra 
dependía  necesariamente  de  ciertas  circunstancias, 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  311 

sin  las  cuales  era  demasiado  aventurado  permitirlo. 

El  representante  imperial  propuso  como  solu- 
ción una  forma  especial  bastante  curiosa,  que  re- 
velaba la  intención  odiosa  de  continuar  excluyén- 
donos indefinidamente. 

A  pesar  de  sus  terminantes  manifestaciones,  su 
proposición  estaba  redactada  así: 

Reconociendo  la  mutua  conveniencia  para  el 
comercio  y  las  buenas  relaciones  de  los  dos  paí- 
ses (consolidada  la  paz  y  tranquilidad  en  la  Re- 
pública) de  ser  admitidas  embarcaciones  orien- 
tales á  hacer  el  comercio  dentro  de  las  aguas  de 
la  laguna  Merín  y  del  río  Yaguarón,  en  los  tér- 
minos del  protocolo  del  15  de  Mayo  de  1852,  y 
dependiendo  cualquier  concesión  de  indispensables 
estudios  y  exámenes,  el  Gobierno  imperial  man- 
dará estudiar  y  examinar  prácticamente  el  asunto 
para  ser  considerado  y  resuelto  cuando  se  trate 
del  tratado  definitivo. 

Esto  era  una  nueva  felonía  de  la  diplomacia  im- 
perial. 

Su  promesa  llevaba  envuelta  la  facultad  de  ha- 
cerla ilusoria,  desde  que  se  reservaba  el  derecho 
de  hacer  los  estudios  á  que  se  refería,  cuando  le 
pluguiera. 

Además,  era  necesario  que  estuviera  consoli- 
dada la  paz  y  la  tranquilidad  en   la  República. » 

¿Y  quién  juzgaba  de  la  existencia  de  ese  hecho? 

¿Cuál  era  el  criterio  que  debía  aplicarse? 

Por  otra  parte,  ¿qué  relación  podía  existir  legí- 


312  BÍBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

timamente  entre  el  orden  y  tranquilidad  interna  de 
la  República  y  la  navegación  de  las  aguas  de  la 
laguna  Merín  y  el  río  Yaguarón,  para  que  la  di- 
plomacia imperial  hiciera  depender  de  aquéllos  el 
ejercicio  de  nuestro  derecho? 

Es  que  los  políticos  del  imperio  conocían  per- 
fectamente nuestros  males,  nuestros  defectos  or- 
gánicos y  nuestras  miserias. 

Sabían  que  desterrar  del  país  la  anarquía  y  la 
guerra  civil  era  obra  del  tiempo;  que  pasarían  va- 
rias generaciones  tal  vez  que  no  tendrían  derecho 
á  exigir  del  Imperio  el  cumplimiento  de  aquella  es- 
tipulación, por  no  haberse  cumplido  una  de  las 
condiciones  fundamentales  requeridas. 

Y  entre  tanto  se  postergaba  la  solución  del  pro- 
blema. 

El  Plenipotenciario  imperial,  con  la  intrepidez 
digna  de  un  seíior  vizconde,  argumentando  en  fa- 
vor del  derecho  de  propiedad  de  su  país,  declaró 
que  tratándose  d?  la  laguna  Merín  y  el  Yaguarón, 
era  el  caso  de  aplicarse  los  principios  que  marca 
el  Derecho  Internacional  para  las  aguas  inferiores. 

Entendía  el  señor  Vizconde  del  Uruguay  vale- 
rosamente que  podían  ser  lago  y  río  interior  la  Me- 
rín y  el  Yaguarón,  cuyas  aguas  bañan  nuestras 
costas  lo  mismo  que  las  brasileras. 

Argüía  además  don  Paulino  José  Suárez  de  Sou- 
za  que  mediaban  razones  poderosas  de  seguri- 
dad para  que  el  Imperio  no  concediese  llanamente 
la  libre  navegación;  sino  que  sujetara   el  uso  de 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  313 

aquellas  aguas  á  las  condiciones  mencionadas  de 
los  estudios  previos  y  de  la  consolidación  del  or- 
den y  tranquilidad  en  la   República. 

Y  partiendo  siempre  del  concepto  de  propiedad 
atribuida  por  él  al  Brasil,  declaraba: 

«¿Cómo  permitir  la  navegación  de  una  laguna 
interior,  de  un  río  interior,  sin  que  precedan  los 
estudios  y  exámenes  indispensables  sobre  el  me- 
jor modo  de  hacerla  y   fiscalizarla? 

¿Cómo  hacer  una  concesión  que  envuelve  com- 
plieaciones,  sin  saber  lo  que  se  concede? 

■  ¿  Cómo  abrir  una  semejante  navegación  inte- 
rior  á  buques  de  una  nación  extranjera  sin  que  las 
relaciones  políticas  y  de  fronteras  se  hallen  defini- 
tivamente decididas  y  sin  que  la  paz  y  la  tranqui- 
lidad se  hallen  firmemente  consolidadas?  (^^>> 

Esto  significaba  una  burla  lanzada  en  presen- 
cia de  nuestro  Representante. 

¡Los  buques  de  una  nación  extranjera  (refirién- 
dose á  los  botes  nuestros  que  pudiesen  cruzar 
las  aguas  limítrofes)  poniendo  en  peligro  la  se- 
guridad del  Imperio! 

Don  Andrés  Lamas  rebatió  fácilmente  los  razo- 
namientos absurdos  del  señor  Vizconde  del  Uru- 
guay. 

Nuestro  Plenipotenciario  rechazó  en  primer  lu- 
gar la  calificación  aplicada  á  las  aguas  en  litigio, 
en  estos  términos: 


(1)    Protocolo    de    la  sexta    conferencia,  pág.    44.   Memoria    del 
Ministerio  de  R.  E. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


La  clasificación  de  lago  interior  y  río  interior 
de  que  se  sirve  el  señor  Vizconde  del  Uruguay 
hablando  de  la  laguna  Merín  y  del  río  Yaguarón, 
no  la  juzgo  exacta  y  no  puedo  dejarla  pasar  sin 
contestación. 

Tanto  las  aguas  de  la  laguna  Merín  copio  las 
del  río  Yaguarón  son  aguas  fronteras,  de  las  cua- 
les el  Brasil  no  posee  más  que  una  margen.  La 
otra  margen  pertenece  á  la  República. 

¿Cómo  llamar  aguas  interiores  á  las  aguas  que 
posee  una  de  las  márgenes  una  nación  extranjera? 

<  S.  E.  el  señor  Vizconde  del  Uruguay  sabe  bien 
cuáles  son  los  principios  de  Derecho  internacio- 
nal aplicables  á  esas  aguas. 

<  Los  Pactos  entre  España  y  Portugal  son  con- 
trarios al  dominio  exclusivo  que  pudiera  preten- 
der el  Brasil  á  esas  aguas. 

<  Sin  derecho,  ni  aun  alegado,  entró  el  Brasil 
en  posesión  de  terrenos  neutrales  y  de  la  nave- 
gación del  Yaguarón  y  la  laguna  Merín. 

En  la  posesión  de  hecho  de  esa  navegación 
comercial  exclusiva,  se  encontraba  el  Brasil  al  ce- 
lebrarse los  Pactos  de  185L 

Esos  tratados  eran  una  necesidad  de  existen- 
cia para  la  República;  de  ellos  pendía  el  triunfo 
no  sólo  de  su  independencia  y  de  su  libertad,  sino 
también  el  triunfo  de  la  paz,  de  la  civilización,  de 
la  humanidad  en  todo  el  Río  de  la  Plata. 

'■  Esos  tratados  no  pueden  abstraerse  de  la 
época  y  de  los  fines  con  que   se  firmaron. 


CARLOS  OXETO  Y   VIANA  315 

í  La  base  menos  desfavorable  en  aquellas  cir- 
cunstancias para  la  República,  la  única  posible, 
en  una  palabra,  era  la  del  ////  possidetis. 

<-  Esa  fué  la  adoptada. 

<  La  adopción  de  esa  base  incluía  el  reconoci- 
miento del  liedlo  existente  en  la  laguna  AAerín  y 
el  Yaguarón. 

<  El  Brasil  tenía  y  quedó  con  la  navegación 
comercial  exclusiva  de  las  aguas  de  que  se  trata. 

<  La  República  tenía  y  ejercía  los  otros  dere- 
chos de  su  posesión  como  ribereña;  con  ellos 
quedó. 

<  Pero  antes  de  reconocerlo  en  1851  el  Pleni- 
potenciarlo  Oriental  hizo  sentir  que  esa  misma 
exclusión  existente  era  un  hecho  desgraciado  para 
las  relaciones  y  los  intereses  naturales  de  los  dos 
países,  y  que  una  política  alta  é  inteligente  debía, 
en  provecho  común,  no  violentar  la  naturaleza  y 
respetar  lo  que  era  naturalmente  común  (i  . 

Eliminada  que  fué  la  fórmula  del  Vizconde  del 
Uruguay,  don  Andrés  Lamas  propuso  para  sus- 
tituirla otra  igualmente  absurda,  indigna  de  un 
diplomático  de  talento,  á  quien  la  República  con- 
fiaba la  solución  de  un  problema  que  envolvía 
más  que  intereses  materiales,  su  propia  dignidad. 

Su  redacción  era  la  siguiente: 

<  Artículo  13.  Queda  reconocida  en  principio  la 
mutua  conveniencia  para  el   comercio,   la    indus- 

(1)    Protocolo  de  la  6.*  conferencia  de  ambos  Plenipotenciarios, 
que  tuvo  lugar  el  dia  5  de  Agosto  de  1S57. 


316  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

tria  y  las  buenas  relaciones  de  los  dos  países,  de 
abrir,  por  concesión  del  Brasil,  la  navegación  de  la 
laguna  Merín  y  del  Yaguarón  á  la  bandera  de  la 
República  Oriental  del  Uruguay. 

Pero  dependiendo  la  aplicación  de  este  prin- 
cipio de  exámenes  y  estudios  á  que  mandará  el 
Gobierno  Imperial  proceder  desde  luego,  esta  con- 
cesión será  materia  de  una  negociación  ulterior 
cuando  se  trate  del  tratado  definitivo. 

Art.  14.  Entretanto  el  Gobierno  de  S.  M.  el 
Emperador  del  Brasil  se  ofrece  espontáneamente 
á  dar  todas  las  facilidades  posibles  al  comercio 
que  se  hace  i^or  la  laguna  Merín  y  por  el  Ya- 
guarón, permitiendo  que  los  productos  que  son 
objeto  del  mismo  comercio  puedan  ser  embarca- 
dos directamente  en  los  buques  que  deban  con- 
ducirlos por  aquellas  aguas,  sin  estar  sujetos 
por  medidas  fiscales  á  trasbordos  forzados,  na- 
vegando dichos  buques  directamente  á  sus  des- 
tinos. > 

El  Plenipotenciario  brasilero  juzgó  que  debía 
someter  los  artículos  propuestos  á  la  considera- 
ción del  Gobierno  de  S.  M. 

El  Gabinete  se  apresuró  á  aceptarlos  tal  como 
estaban,  pues  por  la  poca  diferencia  con  los  redac- 
tados por  el  Vizconde  del  Uruguay,  venían  igual- 
mente á  favorecer  las  tendencias  absorbentes  de 
la  política  Imperial. 

La  conducta  de  don  Andrés  Lamas  en  este 
caso  es  en  verdad  inexplicable. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  317 


Había  sabido  nuestro  Representante  oponerse 
á  las  pretensiones  del  Plenipotenciario  del  Brasil 
y  destruir  los  falsos  razonamientos  con  que  éste 
fundaba  su  tesis. 

Había  rechazado  la  calificación  de  aguas  infe- 
riores dada  por  el  Vizconde  del  Uruguay  á  las 
del  Yaguarón  y  la  laguna  Merín,  negando  ade- 
más el  pretendido  derecho  exclusivo  del  Imperio 
sobre  ellas,  que,  como  todas  las  aguas  limítrofes, 
son  perfectamente  comunes  en  punto  á  navega- 
ción y  en  cuanto  á  su  propiedad  obedecen  á  prin- 
cipios que  excluyen  el  monopolio  por  un  solo 
país. 

Había  demostrado  además  que  los  tratados  de 
1851 —celebrados  bajo  la  presión  de  circunstan- 
cias extraordinarias- no  habían  resuelto  en  dere- 
cho el  asunto  de  dominio  de  las  aguas  en  litigio. 

Y  después  de  todo  esto,  nuestro  Representante, 
diplomático,  lleno  de  experiencia,  hombre  inte- 
ligente, de  indiscutible  preparación,  propone  en 
oposición  al  artículo  presentado  por  el  Vizconde 
del  Uruguay,  una  fórmula  igualmente  ilusoria  y 
tan  absurda  como  aquél,  desde  que  ambos  deja- 
ban librado  al  arbitrio  del  Gobierno  Imperial  la 
ejecución  de  los  medios  conducentes  á  hacer  prác- 
tico el  ejercicio  de  nuestro  derecho. 

Además  el  artículo  13,  tal  como  está  redactado, 
resuelve  en  favor  del  Brasil  el  principio  de  la  pro- 
piedad. 

No  puede  pedirse  aberración   mayor. 


3!8  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Don  Andrés  Lamas  se  manifestó  contradictorio; 
pero  con  una  de  esas  contradicciones  que  había 
de  costar  caro  á  su  país  y  que  serviría  de  fun- 
damento, á  través  del  tiempo,  á  juicios  severos 
contrarios  á  su  reputación. 

La  diplomacia  Imperial  triunfó  una  vez  más. 

Nuestro  Plenipotenciario  entendía  que  en  la 
forma  como  quedaba  redactado  el  artículo  13,  se 
reconocía  en  principio  el  derecho  de  la  República 
á  la  navegación  y  al  dominio. 

Así  lo  notició  al  Gobierno  de  Montevideo,  dando 
cuenta  de  la  gran  conquista  realizada;  y  en  el 
mismo  sentido  se  produjo  en  su  corresponden- 
cia con  el  Vizconde  de  Maranguape,  Ministro  de 
Negocios  Extranjeros  del  Imperio. 

Sin  embargo  la  simple  lectura  del  artículo  pone 
en  evidencia  lo  erróneo  de  su  creencia. 

No  hay  tal  reconocimiento,  en  principio,  del  de- 
recho. 

Lo  que  se  reconoce  en  principio  en  el  artículo 
13,  es  la  mutua  conveniencia  para  el  comercio,  la 
industria  y  las  buenas  relaciones  de  los  dos  países, 
de  abrir  la  navegación  del  Yaguarón  y  la  laguna 
Merín  á  la  bandera  de  la  República  Oriental  del 
Uruguay. 

Por  otra  parte,  el  artículo  es  elocuente  y  aleja 
por  completo  toda  duda. 

El  hecho  de  establecerse  en  los  dos  incisos 
del  artículo  que  el  ejercicio  por  nuestra  parte  de 
la  naveeación  sería  consecuencia  de  la  concesión 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA  319 

del  Imperio,  implica  necesariamente  el  reconoci- 
miento del  derecho  de  propiedad  absoluto  y  ex- 
clusivo en  favor  del  Brasil. 

Por  tanto,  venía  á  ser  letra  muerta  el  preten- 
dido compromiso  del  Gobierno  Imperial  de  ha- 
cernos la  concesión  referida. 

El  Imperio  postergaría  ad  perpetiiam  la  ejecu- 
ción de  los  estudios  previos;  y  mientras  tanto 
nuestras  lanchas  no  podrían  cruzar  las  aguas  que 
bañan  nuestras  costas  ///  pondrían  en  peligro  la 
integridad  territorial  del  país  vecino    i  . 

Es  indisculpable  que  nuestro  Plenipotenciario  — 
que  redactó  de  su  puño  y  letra  el  artículo  13  — no 
juzgara  el  alcance  de  las  palabras  en  él  conteni- 
das. 

Por  lo  demás,  don  Andrés  Lamas  no  estaba  en 
el  caso  del  negociador  de  1851. 


;l}    Tal  cosa  es  lo  que  ha  sucedido. 

El  Gobierno  del  Brasil  todavía  está  por  realizar  esos  estudios 
previos  de  que  habla  el  artículo  del  tratado. 

Con  fecha  28  de  Octubre  de  1857,  el  Vizconde  de  Jlarang-uape 
comunicaba  á  la  Legación  Oriental  que  S.  M.  el  emperador  había 
ojdenado  al  Presidente  de  la  Provincia  de  Río  Grande  mandara 
practicar  los  estudios  del  caso. 

Lo  cierto  es  que  las  autoridades  brasileras  fronterizas  impidie 
ron  siempre  la  navegación  hasta  el  punto  de  prohibir  que  pudie- 
se salir  del  pueblo  de  Artigas  Departamento  de  Cerro  Largo  ) 
un  bote  con  el  fin  de  buscar  en  la  ciudad  de  Yaguarón  médico  y 
remedios— cosas  que  durante  largo  tiempo  no  tuvo  nuestra  misera 
población. 

Reclamaciones  frecuentes  de  parte  de  nuestras  autoridades,  ja- 
más dieron  resultados. 

«  En  1860  el  Gobierno  Imperial  dio  órdenes  terminantes  para 
que  no  permitiesen  la  navegación  por  la  laguna  Merín  á  la  ban- 
dera oriental.  •    (Tesis  del  doctor  Alberto  Palomeque,  pág.  18.) 


323  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Su  posición  era  muy  distinta. 

Conservaba  toda  la  independencia  necesaria  para 
poder  tratar  de  potencia  á  potencia  con  los  di- 
plomáticos del  Imperio. 

No  iba  á  pedir  la  salvación  de  la  causa  de  la 
República,  ni  estaba  en  situación  de  quien  de- 
manda favores,  ni  tenía  por  qué  hacer  concesio- 
nes indignas. 

Pues  á  pesar  de  todas  esas  circunstancias,  el 
tratado  de  Revisión  del  4  de  Septiembre,  era  mu- 
cho más  funesto  que  el  primitivo  de  1851. 

Sus  cláusulas  sancionaban  despojos  incalifica- 
bles, encerraban  vejámenes  odiosos,  que  habían 
de  pesar  indefinidamente  sobre  el  país  y  que 
serían  una  marca  candente  de  oprobio  colocada 
en  la  frente  de  cada  uno  de  los  ciudadanos. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  321 


VIH 


El  espíritu  público  había  seguido  con  verda- 
dera preocupación  la  marcha  de  la  negociación 
del  nuevo  tratado. 

Se  sabía  que  don  Andrés  Lamas  venía  confe- 
renciando desde  tiempo  atrás  con  el  Vizconde 
del  Uruguay  y  que  celebraba  el  tratado  de  revi- 
sión al  de  Comercio  de  1851,  para  lo  que  había 
sido   acreditado    especialmente    en  la  Corte. 

Sin  embargo  en  Montevideo  se  ignoraba  ab- 
solutamente el  contenido  de  sus  cláusulas. 

Diversos  motivos  explicaban  que  el  país  abri- 
gara serios  temores  de  ser  víctima  una  vez  más. 

No  influía  poco  la  circunstancia  de  que  el  ne- 
gociador fuera  el  mismo  Plenipotenciario  de  1851. 

Don  Andrés  Lamas,  después  de  la  negociación 
de  los  tratados  del  12  de  Octubre,  había  perdido 
mucho  de  su  antiguo  prestigio. 


322  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Unos  dudaban  de  su  honorabilidad,  otros  de 
su  talento  y  condiciones  de  diplomático. 

Por  otra  parte,  las  ambiciones  y  habilidades  de 
la  diplomacia  Imperial  — que  no  se  hartaba  nunca 
de  arruinarnos  — constituían  la  obsesión  de  los 
hombres  de  la  época. 

Todo  lo  que  venía  del  Imperio  había  que  temer. 

Los  enemigos  de  la  situación  acusaron  á  los 
hombres  del  Poder  de  complicidad  en  nuevas 
usurpaciones  — y  esto  hacían  en  un  ambiente  propi- 
cio para  que  cualquier  ataque  adquiriese  grandes 
proporciones. 

Poco  antes  el  Gobierno  había  aprobado  la  de- 
marcación y  colocación  de  mojones  que  conjun- 
tamente hicieron  los  Comisarios  del  Imperio  y 
de  la  República. 

En  esta  operación  perdimos  también,  como 
siempre. 

No  teníamos  entonces  un  hombre  capaz  de 
desempeñar  el  cargo  de  Comisario  de  límites. 

Don  José  María  Reyes,  á  pesar  de  su  título 
pomposo  de  Coronel  de  Ingenieros  -  era  una 
perfecta  nulidad;  y  su  segundo,  don  Julio  Reyes, 
un  hombre  completa,mente  inepto. 

El  Comisario  imperial  don  Manuel  Francisco 
José  de  Sousa  Andrea,  hombre  hábil,  superior  á 
nuestro  representante  en  inteligencia  é  ilustración, 
obtuvo  la  ubicación  de  los  postes  en  los  lugares 
que  juzgó  conveniente. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  323 

Nada  más  absurdo  que  la  demarcación  de  nues- 
tra frontera. 

Los  marcos  están  allí  acusando  permanente- 
mente la  ignorancia  del  Comisario  de  la  Repú- 
blica. 

Estos  antecedentes,  unidos  al  largo  proceso  de 
nuestros  arreglos  con  el  Imperio,  justificaban  per- 
fectamente las  prevenciones    de   nuestro   pueblo, 

Juan  Carlos  Gómez  — que  había  sido  siempre 
enemigo  de  los  tratados  de  1851 — dio  la  voz  de 
alarma. 

Su  palabra,  en  aquellos  instantes  de  inquie- 
tud é  incertidumbre,  produjo  efectos  extraordi- 
narios, provocando  un  movimiento  general  de  pro- 
testa, que  muy  pronto  adquiriría  todo  el  carácter 
de  un  verdadero  clamor. 


Se  llegó  á  un  momento  intolerable. 

La  lucha  política  había  tenido  la  virtud  de  exas- 
perar los  ánimos  en  demasía  y  la  violencia  de  las 
pasiones  llegó  á  colmar  toda  medida. 

Á  estas  cosas  habían  de  agregarse  circunstan- 
cias especiales  que  complicarían  la  situación. 

La  cordialidad  de  las  relaciones  del  Gobierno 
de  Montevideo  con  el  de  la  Confederación,  vino 
á  establecer  cierta  tirantez  en  las  relaciones  de  la 
República  con  el  Estado  de  Buenos  Aires. 

Don  Justo  José  de  Urquiza  se  había  conver- 
tido en  un  aliado  de  la  política  de  fusión,  lo  que 


324  BIBLIOTECA  DEL  CLL'B  VIDA  NUEVA 

dio  lugar  á  que  los  enemigos  de  ésta  se  des- 
cargaran contra  el  caudillo  entrerriano. 

Por  otra  parte,  la  participación  de  Urquiza  en 
nuestros  asuntos  internos  tenía  alarmados  á  los 
hombres  públicos  porteños,  quienes  se  declararon 
entonces  manifiestamente  por  la  causa  de  los 
hombres  de  la  Defensa  y  por  la  propaganda  de 
El  Nacional. 

Esto  vino  á  dar  armas  á  la  prensa  y  elementos 
gubernistas,  que  acusaban  á  Juan  Carlos  Gómez 
de  propósitos  anexionistas. 

El  Nacional  hacía  blanco  de  sus  ataques  á 
la  política  de  fusión,  al  Gobierno  del  Paraná  y 
al  caudillaje  provinciano  y  oribista  que  formaron 
en  un  tiempo  el  caudillaje  de  Rosas. 

Á  su  vez,  los  órganos  fusionistas  llenaban  de 
injurias  é  improperios  á  los  hombres  de  la  De- 
fensa y  al  Estado  de  Buenos  Aires. 

Y  como  si  no  fuera  bastante  el  escándalo,  el 
nuevo  arreglo  con  el  Brasil  da  origen  á  una 
campaña  violenta  contra  el  Imperio  y  sus  hom- 
bres públicos. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  juzgó  que  aque- 
llo no  podía  seguir  en  esa  forma. 

Preocupado  por  la  actitud  de  la  prensa  <  que 
comprometía  las  relaciones  internacionales  y  per- 
sistía en  esa  vía  peligrosa  previendo  hasta  dón- 
de se  extremaría  la  nota  cuando  llegase  el  mo- 
mento de  la  discusión  del  tratado,  se  apresuró  á 


CARLOS  ONETO  Y   VIAXA 


dictar  un  decreto  restrictivo,  cuya   parte  disposi- 
tiva era  la  siguiente: 

'-  Que  se  amoneste  á  los  redactores  de  los  pe- 
riódicos en  nombre  de  la  paz  pública  — base  del 
bienestar  común  para  que  abandonen  las  recri- 
minaciones recíprocas,  guardando  en  la  discusión 
la  templanza  y  cordura  que  los  bien  entendidos 
intereses  del  país  exigen  de  todos  los  ciudada- 
nos; y  para  que  se  abstengan  de  toda  alusión 
ofensiva  hacia  los  pueblos  y  Gobiernos  del  Bra- 
sil, de  la  Confederación  Argentina  y  del  Estado 
de  Buenos  Aires;  y  que  se  excite  el  celo  del  se- 
ñor Fiscal  respectivo  para  el  caso  de  que  esta 
amonestación  sea  desatendida. 


El  18  de  Septiembre  llegaba  en  el  paquete 
Camila  procedente  del  Janeiro,  don  Juan  José 
de  Herrera,  Secretario  de  la  Legación  Oriental  en 
Río,  portador  del  tratado. 

Ese  mismo  día  apareció  el  decreto  gubernativo 
convocando  las  Cámaras  á  sesiones  extraordi- 
narias. 

El  secreto  en  que  los  hombres  del  Poder  man- 
tuvieron el  texto  del  tratado,  contribuyó  á  aumen- 
tar la  alarma. 

El  país  lo  rechazaba  sin  discutirlo,  sin  cono- 
cerlo siquiera. 

El  órgano  oficial  y  los  elementos  fusionistas  lo 


326  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

calificaban  de  bello  ideal  de  la  economía  política. 

La  protesta  se  extendió  tomando  la  forma  de 
rebelión. 

Entretanto  seguía  ignorándose  en  qué  consis- 
tía el  convenio. 

El  Gobierno  juzgó  que  podía  neutralizar  con 
su  palabra  los  efectos  de  la  prédica  opositora. 

El  25  de  Septiembre,  el  Ministro  Requena,  en 
nota  á  los  Jefes  Políticos,  les  notificaba  que  <  el 
señor  Enviado  Extraordinario  y  Ministro  Pleni- 
potenciario de  la  República  en  Río  Janeiro  había 
concluido  ////  tratado  comercial  con  el  Gobierno 
Imperial  que  aseguraba ////  mercado  privilegiadísimo 
en  los  puertos  del  Brasil  á  los  productos  del  ga- 
nado del  Estado  Oriental  y  á  los  demás  produc- 
tos naturales  y  agrícolas. 

Ese  tratado  —  continuaba  el  Ministro  —  establece 
una  gran  base  para  el  desarrollo  de  la  industria, 
de  la  agricultura  y  del  comercio,  y  por  consiguiente 
para  el  aumento  de  la  riqueza  en  general  del  país 
y  bienes  de  sus  habitantes. » 

Y  concluía: 

<  Entretanto,  de  orden  de  S.  E.  tengo  la  satis- 
facción de  comunicar  á  V.  S.  para  su  conoci- 
miento y  el  de  ese  vecindario,  aquel  aconteci- 
miento que  abre  una  perspectiva  de  prosperidad 
para  la  República. 

La  actitud  del  Gobierno,  prestigiando  ante  la 
nación  un  pacto  que  nadie  conocía,  era  por  de- 
más curiosa. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  327 

La  inquietud  pública  seguía  en  aumento. 

Se  supo  que  en  el  nuevo  arreglo  quedaba  de- 
finitivamente resuelta  la  cuestión  de  dominio  y 
navegación  de  la  laguna  Merín  y  el  río  Yaguarón. 

Sin  embargo,  y  á  pesar  de  la  gravedad  del 
asunto,  la  palabra  oficial  no  lo  había  tocado  abso- 
lutamente. 

Al  país  se  le  había  hablado  de  tratado  comer- 
cial. 

El  Ministro  Requena,  en  su  nota  encomiástica  á 
los  delegados  del  P.  E.  anunció  las  grandes  ven- 
tajas para  la  colocación  de  los  productos  de  nues- 
tros ganados. 

Y  con  una  desenvoltura  admirable  — en  el  año 
1857  — hablaba  de  mercados  privilegiadísimos  para 
los  demás  productos  naturales  y  agrícolas  de  la  Re- 
pública, y  de  una  gran  base  para  el  desarrollo  de 
la  industria,  la  agricultura,  el  comercio  y  riqueza 
en  general  del  país! 

En  punto  á  las  aguas  limítrofes,  había  guar- 
dado completo  silencio. 

El  6  de  Octubre  el  P.  E.  pasaba  un  Mensaje  á 
la  H.  A.  G.  acompañando  el  texto  del  tratado  lla- 
mado de  revisión  al  de  Comercio  y  Navegación 
de  1851. 

Conjuntamente  enviaba  el  P.  E.  una  exposición 
del  Plenipotenciario  en  la  Corte,  en  la  cual,  se- 
gún el  Gobierno,  se  daban  luminosas  y  satisfac- 
torias explicaciones  sobre  cada  artículo. 

El  P.  E.  adelantaba  que  en  la  revisión  de  mu- 


22S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

chas  de  las  estipulaciones  consignadas  en  1851, 
se  había  atendido  á  las  mudanzas  ocurridas  en 
la  situación  económica  de  los  dos  países  y  al  des- 
arrollo de  los  nuevos  intereses  que  nacen  de  los 
progresos  de  la  navegación  y  del  comercio   '  . 

Entretanto  continuaba  en  rigoroso  secreto  el 
texto  del   convenio. 

Si  la  palabra  oficial  se  había  hecho  oir,  sólo 
había   sido    para  formular   juicios  encomiásticos. 

La  atención  pública  completamente  absorbida, 
atenta  alo  que  resultara  de  la  publicidad  del  proto- 
colo, fué  conmovida  por  la  proclama  de  Juan  Car- 
los Gómez,  que  arengó  al  país  en  términos  vio- 
lentos denunciando  que  las  cláusulas  del  tratado 
encerraban  una  traición. 

(1)  «Poder  Ejecutivo. 

«  Montevideo,  Octubre  6  de  1857. 

«  Las  gestiones  iniciadas  ante  el  Gobierno  de  S.  M.  el  Empera- 
dor del  Brasil,  para  la  revisión  del  Tratado  de  Comercio  de  1851, 
han  producido  el  nuevo  tratado  que  el  P.  E.  tiene  el  honor  de 
someter  al  juicio  y  aprobación  de  la  Honorable  Asamblea  General. 

«Se  acompaña  también  á  \'.  H.  una  exposición  del  Plenipoten- 
ciario de  la  República,  en  que  da  luminosas  y  satisfactorias  ex- 
plicaciones sobre  los  artículos  de',  tratado. 

«Ambos  documentos  espera  el  P.  E.  que  le  serán  devueltos 
oportunamente. 

«  El  P.  E.  significó  á  la  H,  A.  G.,  en  su  Mensaje  del  aiio  pasado, 
la  esperanza  de  que  el  Gobierno  de  S.  M.  se  prestaría  á  la  revi- 
sión, explicándose  )•  complementándose  al.yunas  de  las  estipula- 
ciones del  tratado  de  1851,  y  que  se  extendería  en  otras  á  las 
mudanzas  ocurridas  en  la  situación  económica  de  los  dos  países  y 
al  desarrollo  de  los  nuevos  intereses  que  nacen  de  los  progresos 
de  la  navegación  y  el  comercio. 

«  Todo  esto   comprende   el  nuevo   tratado,  que   sólo  como  modi- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  329 


Es  de  imaginar  el  efecto  que  produjo  la  pala- 
bra del  gran  patriota. 

El  Fiscal,  interpretando  la  voluntad  de  los  pri- 
maces de  la  fusión,  formula  en  seguida  acusación 
criminal  contra  siete  editoriales  áe  El  Nacional ;  de- 
clarando que  esa  propaganda  era  contraria  á  los 
fines  honestos  de  la  sociedad  é  inconciliable  con  la 
libertad  bien  entendida. 

Todo  fué  inútil. 

El  22  de  Octubre  se  dan  á  la  prensa  las  cláu- 
sulas del  famoso  arreglo. 

Juan  Carlos  Gómez,  resuelto  á  dar  en  tierra  con 
él,  prosigue  audazmente: 

Ahí  tiene  ahora  el  país  el  tratado. 

Es  tan  malo,  tan  oneroso,  tan  funesto,  tan  des- 


licación  al  de  1S5I,  debiera  crear  una  posición  más  favorable  para 
los  intereses  de  la  República. 

«Pero  un  tratado  cuj-as  ventajas  reposan  sobre  los  frutos  del 
trabajo,  depende  esencialmente  de  la  situación  en  que  lo  reciba 
y  ejecute  el  país,  como  lo  observa  el  dijrno  Plenipotenciario  de  la 
República.  Depende  de  la  paz,  de  la  estabilidad  de  la  paz,  bajo 
el  imperio  de  la  ley,  bases  }•  garantías  indispensables  para  el  tra- 
bajo y  para  el  producto  del  trabajo. 

*  La  política  del  Gobierno  y  el  buen  sentido  del  pueblo  asegu- 
ran esos  bienes ;  y  el  P.  E.  tiene  plena  confianza  en  que  la  H.  A.  G- 
no  ha  de  frustrar  las  incuestionables  ventajas  que  puede  ad- 
quirir la  República,  ni  retardará,  expidiéndose  con  prontitud, 
puesto  que  el  tratado  entrará  en  plena  ejecución  á  los  tres  meses 
después  de  canjeadas  las  ratificaciones  en  Río  Janeiro. 

«Dios  guarde  W.  H.  muchos  años. 

«  Gabriel  Antonio   Pereyra. 
*  Joaquín  Rcqttena. 

«A  la  Honorable  Asamblea  (General.» 


330  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

doroso  para  la  República,  que  era  necesario  poner 
una  mordaza  á  la  prensa  ^^);  sólo  puede  pasar  al 
amparo   del  silencio,  de  la    reserva,  del    misterio. 

« No  es  discutible  siquiera. 

«...  mientras  podamos  abrir  los  labios,  no 
habrá  poder  humano  capaz  de  impedirnos  defen- 
der los  derechos  del  país  conculcados  y  la  pro- 
pia independencia  de  la  patria  amenazada. 

<  Ese  tratado  es  una  iniquidad. 

El  doctor  don  Miguel  Cañé,  redactor  de  El  Co- 
mercio del  Plata,  distinguido  publicista  argentino 
vinculado  al  país  por  largos  años  de  residencia 
y  por  sus  servicios  prestados  en  la  Defensa,  de- 
claró que  el  tratado  era  inaceptable. 

Su  artículo  13  lo  viciaba  radicalmente. 

No  existía  tal  reconocimiento  en  principio  de 
nuestro  derecho,  sino  que  por  el  contrario  se  de- 
claraba exclusivo  el  dominio  del  Imperio  sobre 
las  aguas  fronterizas. 

<  La  concesión  no  sería  despreciable,  en  efecto  — 
decía  — si  la  propiedad  de  esas  aguas  estuviese 
perfectamente  definida  y  reconocida  en  favor  de 
quien  la  hace;  pero  precisamente  es  esa  defini- 
ción la  materia  importante  de  la  cuestión  de  lími- 
tes entre  este  Estado  y  el  imperio,  cuestión  que 
constituye  la  incógnita  y  que  resuelta  de  la  ma- 
nera indirecta  que  hoy  se  indica,  vendría  á  esta- 
blecer un  antecedente  legal  en  oportunidad. 

(1)    Se  referia  á  la  acusación  del  Fiscal 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  331 

<  Pero  de  hecho  y  de  derecho  la  concesión  es 
irrisoria,  puesto  que  uo  es  concesión  la  que  se  hace 
á  favor  del  dueño  de  una  cosa,  y  mucho  menos  si 
bajo  la  apariencia  de  la  palabra  se  escamotea  la 
propiedad  y  se  comete  despojo,  y  se  obtiene  la 
declaración  de  un  dereclio  que  no  estaba  recono- 
cido. 

El  doctor  don  Gregorio  Pérez  Gomar  demostra- 
ba que  la  misma  concesión  de  que  se  hablaba  co- 
mo de  una  conquista  realizada,  era  ilusoria.  —  Decía : 

<  Relativamente  á  la  navegación  de  la  laguna 
Merín,  no  hay  tal  concesión,  sino  una  promesa  que 
puede  ó  no  resultar  del  estudio  especial  que  man- 
dará hacer  el  Gobierno  Imperial. 

«  ....  la  concesión  no  es  sino  la  sanción  su- 
brepticia de  usurpaciones  de  derechos  y  de  despo- 
jos de  la  propiedad. 

A  despecho  de  todas  estas  resistencias,  los  di- 
rectores de  la  política  de  fusión  esforzáronse  por 
que  el  tratado  fuera  aprobado. 

Su  rechazo  importaba  una  derrota  para  la  si- 
tuación. 

Entendían  que  con  su  actitud  vigorizaban  la 
acción  de  la  autoridad. 

Por  lo  demás,  la  sanción  del  tratado  estrechaba 
las  relaciones  con  el  Brasil  y  era  un  medio  de 
ganarse  la  amistad  del  Gobierno  imperial. 

El  país  pedía  el  rechazo  del  nuevo  arreglo;  pero 
lo  pedía  á  gritos,  en  forma  de  protesta  violenta. 


332  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Nadie  formulaba  petición  alguna  ai  Cuerpo  en- 
cargado de  discutirlo  y  sancionarlo. 

Todos  dudaban  de  la  independencia  de  los 
miembros  de  ¡as  Cámaras,  cuya  mayoría  había  co- 
metido la  indignidad  de  suscribir  el  Pacto  del  55. 

Juan  Carlos  Gómez,  pocas  horas  antes  de  es- 
tar reunida  la  Cámara  de  Diputados,  desesperaba 
del  éxito,  y  él,  que  en  medio  de  las  pasiones 
nunca  había  tenido  una  palabra  hiriente  para  don 
Gabriel  Antonio  Pereyra,  evocando  los  antece- 
dentes gloriosos  del  Jefe  del  Estado  y  sus  sacri- 
ficios por  la  causa  del  país,  en  aquellos  momen- 
tos supremos,  declaraba  con  toda  la  sinceridad 
de  su  alma: 

....  nos  queda  todavía  la  fe  en  el  anciano  Pre- 
sidente de  la  República,  que  por  la  Constitución 
tiene  el  derecho  de  veto.  ^ 

El  29  de  Octubre  tuvo  lugar  la  primera  discu- 
sión en  la  Cámara  de  Representantes. 

El  Presidente  Palomeque  había  estado  traba- 
jando por  conseguir  sufragios  en  favor  de  la 
aprobación. 

Los  diputados  fueron  invitados  á  una  reunión 
en  su  casa. 

Convencido,  en  el  momento  de  la  sesión,  de 
que  la  mayoría  se  había  declarado  rebelde  y  de 
que  el  rechazo  era  cosa  cierta,  el  señor  Palome- 
que abandonó  momentáneamente  la  presidencia, 
ocupándola  el  vice  don  Eugenio  Fernández,  y  tomó 
la   palabra   para  pedir  se  postergara  la  discusión 


CARLOS  ONETO  V  VIANA  333 

hasta  tanto  el  P.  E.  comunicase  los  protocolos 
que  servían  de  explicación  y  de  antecedentes  á  los 
tratados. 

La  voz  austera  del  doctor  don  Pedro  Busta- 
mante  se  hizo  oir. 

El  elocuente  diputado  se  opuso  enérgicamente 
á  la  pretensión  del  señor  Palomeque,  pidiendo 
que  se  discutiera  el  tratado  en  aquella  misma 
sesión  y  que  se  le  rechazara,  porque  su  sanción 
importaba  un  abandono  de  los  intereses  del  país 
ligado  á  todo  un  sistema  electoral. 

Las  palabras  del  doctor  Bustamante  dan  origen 
á  un  principio  de  tumulto. 

La  sesión  se  vuelve  borrascosa. 

Don  José  Gabriel  Palomeque  replica  en  térmi- 
nos inconvenientes  á  su  impugnador,  enrostrán- 
dole la  incorrección  de  su  actitud  al  dudar  de  la 
lealtad  de  las  personas  que  intervinieron  en  la  ne- 
gociación del  tratado. 

Hizo  el  Presidente  de  la  Cámara  una  calurosa 
defensa  de  los  actos  del  Gobierno. 

El  Ministro  Requena  habló  extensamente  para 
desvirtuar  las  acusaciones  de  don  Pedro  Busta- 
mante y  concluyó  pidiendo  se  prestara  sanción  á 
la  moción  del  señor  Palomeque. 

El  doctor  Bustamante  intenta  hablar  nuevamente 
para  refutar  al  Ministro,  pero  la  Mesa  le  prohibe. 
Apela  á  la  Cámara,  y  ésta  le  concede  la  palabra. 

Fué  entonces  cuando  el  tumulto  llegó  al  des- 
orden. 


334  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

La  gente  de  la  barra  se  agita  y  grita,  tomando 
parte  en  el  debate. 

Se  produce  en  ese  momento  un  hecho  vergon- 
zoso. 

Don  Luis  de  Herrera,  Jefe  Político,  que  ocu- 
paba un  puesto  entre  los  espectadores,  participa 
del  escándalo. 

Juzgando  tal  vez  que  la  Cámara  fuera  una  de- 
pendencia del  Departamento  de  Policía,  se  dirige 
en  alta  voz  al  Presidente  preguntándole  si  que- 
ría que  expulsara  á  los  promotores  del  desorden. 

El  tumulto  crece. 

La  moción  de  don  José  Gabriel  Palomeque  es 
finalmente  rechazada,  y  se  levanta  la  sesión  en  medio 
de  la  mayor  confusión,  después  de  resolver  entrar 
á  discutir  el  tratado  á  las  12  del  día  siguiente. 

La  noticia  de  la  derrota  del  Gobierno  cundió 
por  todas  partes. 

El  triunfo  de  Juan  Carlos  Gómez  era  evidente. 

La  campaña  de  El  Nacional  había  logrado  lle- 
var el  convencimiento  á  los  miembros  de  la  Cá- 
mara— en  su  mayoría  ex  floristas --de  que  la  po- 
lítica de  fusión,  que  tanto  vejamen  había  impuesto 
al  país,  pretendía  coronar  su  obra  con  un  pacto 
oneroso  y  humillante  para  la  República. 

En  la  sesión  del  30  quedaría  sancionado  defini- 
tivamente el  triunfo  de  la  propaganda  viril  de  Juan 
Carlos  Gómez. 

La  política  de  fusión,  que  había  pretendido  di- 
simular   su  derrota  tratando  de  postergar  la  dis- 


CARLOS  ONETO  Y   VIAXA  335 

cusión  legislativa,  no  trepidó  en  llegar  al  atentado 
para  impedir  la  victoria  del  país. 

El  mismo  día  2Q,  una  vez  conocido  el  resul- 
tado de  la  sesión,  el  P.  E.  dictó  el  siguiente  de- 
creto clausurando  las  sesiones  extraordinarias  de 
las  Cámaras: 

«  Montevideo,  Octubre  1?')  de  1857 

El  P.  E.  ha  acordado  y 

DECRETA : 

Artículo  l.'i  Á  las  12  del  día  del  30  del  co- 
rriente quedarán  cerradas  las  sesiones  extraordi- 
narias de  las  Cámaras. 

Art.  2."  Comuniqúese  al  señor  Presidente  de 
la  Honorable  Asamblea  General  para  sus  efectos. 

Perevra. 
Joaquín  Requena.     Carlos  de  San 
Vicente. — L.  Batlle. 


¿Qué  significaba  este  úkase? 

El  P.  E.  sostuvo  la  tesis  absurda  de  que  legíti- 
mamente podía  clausurar  las  sesiones  extraordi- 
narias, por  lo  mismo  que  tiene  la  facultad  de  con- 
vocar las  Cámaras  cuando  á  su  juicio  fuese  ne- 
cesario. 


33Ó  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Esto  sólo  significaba  un  jDretexto  para  atenuar 
su  responsabilidad  en  el  inaudito  golpe  de  es- 
tado. 

No  existe  ninguna  prescripción  constitucional 
que  deba  ser  interpretada  así. 

El  P.  E.  puede  convocar  las  Cámaras  á  sesio- 
nes extraordinarias  señalando  los  asuntos  que  mo- 
tivan la  convocatoria,  que  serán  los  únicos  que 
la  Asamblea  podrá  tratar,  por  una  razón  muy  sen- 
cilla. Como  Poder  por  excelencia  administrador, 
ninguno  en  su  caso  para  juzgar  de  la  necesidad 
de  leyes  que  los  intereses  del  país  reclamen  ur- 
gentemente. 

Pero  una  vez  reunida  la  Asamblea,  estando 
como  en  este  caso  en  ejercicio  de  sus  funciones, 
el  P.  E.  de  ningún  modo  puede  hacerse  arbitro 
de  sus  destinos  clausurando  por  decreto  sus  se- 
siones. 

Como  Poder  independiente  es  el  Cuerpo  Le- 
gislativo soberano,  y  de  manera  alguna  puede 
admitirse  relación  de  dependencia  con  el  Poder 
Ejecutivo. 

El  30,  á  la  hora  indicada,  se  reunió  la  Asamblea. 

La  autoridad  tomó  medidas  rigorosas  que  pre- 
viniesen cualquier  manifestación  hostil. 

Soldados  de  artillería  ocupaban  las  escaleras  del 
Cabildo.  Un  centenar  de  policianos  guardaba  el 
orden. 

Se  dio  lectura  á  un  Mensaje  del  P.  E.  en  el  que 
éste  declaraba,  que  convencido  de  que  no  era  po- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  337 


sible  una  discusión  templada  é  imparcial  sobre  el 
tratado  sometido  á  consideración  de  la  Cámara, 
con  la  exaltación  en  que  estaban  los  ánimos  con 
motivo  de  la  cuestión  electoral  que  se  debatía  ca- 
lurosamente, excitando  las  pasiones,  había  acor- 
dado el  decreto  clausurando  sus  sesiones  '^  . 

Es  realmente  penoso  ver  la  firma  de  don  Lo- 
renzo Batlle  en  ese  decreto  ruso! 


(1)  «Montevideo.  Octubre  29  de  1S57. 

«  Poder  Ejecutivo. 

«  Habiendo  el  P,  E.  convocado  extraordinariamente  la  H.  A.  G. 
designándole  los  asuntos  de  que  únicamente  podría  o:uparse,  en- 
tre los  cuales  comprendía  las  modificaciones  al  tratado  de  Comer- 
cio de  1851  celebrado  con  el  Brasil,  y,  convencido  de  que  con  la 
exaltación  en  que  están  los  ánimos  con  motivo  de  la  cuestión  elec- 
toral, que  se  debate  calurosamente,  excitando  las  pasiones,  no  es 
posible,  como  lo  prueba  la  sesión  del  dia  de  hoy,  una  discu- 
sión templada  é  imparcial  sobre  dichas  modificaciones  que  se 
toman  como  pretexto  para  pretensiones  que  pueden  afectar  la  paz 
pública  y  alterar  el  orden  que  el  P.  E.  debe  conservar  inaltera- 
ble, ha  acordado  el  decreto  que  acompaña,  con  cu^-a  lectura  ante 
la  H.  A.  G.  quedarán  clausuradas  las   sesiones  extraordinarias. 

«Dios  guarde  á  ^'.  H.  muchos  años. 

♦  Perevra. 
'Joaquín  Requena.  —  Carlos  de  San 
Vicente.  —  Lorenzo  Batlle.  » 


338  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


IX 


Descartada  la  discusión  del  tratado,  quedaba  por 
resolver  el  problema  electoral. 

Desde  Julio,  las  diversas  fracciones  venían  tra- 
bajando activamente  en  la  tarea  de  aunar  fuerzas 
congregando  en  su  derredor  elementos  para  la 
acción. 

Cuando  se  dio  comienzo  en  la  prensa  á  la  dis- 
cusión de  las  cláusulas  del  tratado,  ya  los  ánimos 
habían  llegado  á  un  buen  grado  de  exasperación. 

Los  bandos  en  lucha  extremaron  la  nota. 

Los  f lisio/lisias,  que  contaban  con  los  valiosos 
elementos  del  oficialismo  y  personal  administra- 
tivo, se  empeñaron  en  negar  r/  aire  y  la  luz  á  los 
adversarios. 

Los  hombres  de  la  Defensa,  irritados  por  esta 
conducta  y  enardecidos  por   la  prédica  de  Juan 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  339 

Carlos  Gómez,  manteníanse  en  actitud  de  protesta 
constante. 

La  sesión  del  2Q  de  Octubre  en  la  Cámara  de 
Diputados  y  la  conducta  posterior  del  P.  E.  pre- 
cipitaron las  cosas. 

El  Club  de  la  Defensa  >  convocó  á  una  gran 
reunión  partidaria  que  debía  verificarse  el  1.'^  de 
Noviembre  en  el  teatro  de  San  Felipe,  para  cam- 
biar ideas  sobre  la  mejor  forma  de  llevar  adelante 
los  trabajos  electorales. 

Es  de  imaginarse  el  efecto  que  produciría  en 
los  hombres  del  Poder  la  acción  franca  y  resuelta 
de  los  elementos  opositores. 

Se  pondría  en  evidencia  la  mistificación  de  que 
era  víctima  el  país. 

La  fusión  era  rechazada  abiertamente  por  todo 
el  partido  de  la  Defensa. 

Entretanto  los  directores  de  la  política  fusio- 
nista  propalaban  la  especie  de  que  solamente  al- 
gunos pocos  rezagados,  espíritus  reaccionarios,  se 
obstinaban  torpemente  en  oponerse  á  sus  pro- 
gresos secundando  las  miras  anárquicas  de  los 
políticos  de  Buenos  Aires  que  alentaban  la  espe- 
ranza de  hacer  práctico  el  ideal  de  Juan  Carlos 
Gómez. 

El  oficialismo  puso  en  juego  todos  los  medios 
conducentes  á  obstaculizar  la  reunión  que  debía 
verificarse  en  el  teatro. 

El  P.  E.  comenzó  por  prohibir  á  los  militares 
que  asistiesen  á  los  Clubs  electorales  — ataque  di- 


340  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

recto  al  <  Club  de  la  Defensa  y  especialmente  á 
César  Díaz,  Francisco  Tajes  y  General  don  Enrique 
Martínez. 

Entretanto  don  Anacleto  Medina  presidía  de- 
corativamente las  deliberaciones  del  Club  de  la 
Unión  "  y  en  campaña  los  caudillejos  se  habían 
convertido  en  agentes  de  los  políticos  de  Mon- 
tevideo. 

En  la  tarde  del  30,  cuando  la  población  se  en- 
contraba bajo  la  impresión  que  produjo  el  decreto 
de  clausura  de  las  Cámaras,  fueron  llamados  al 
Fuerte  Juan  Carlos  Gómez  y  César  Díaz,  porque 
el  Presidente  de  la  República  quería  asegurarse  de 
que  la  tranquilidad  pública  no  sería  alterada  en 
la  reunión  á  celebrarse  el  /.«  de  Noviembre. 

Los  citados  comparecieron  y  empeñaron  su  pa- 
labra de  caballeros  de  que  el  sosiego  público  se 
mantendría  invariable. 

El  31  apareció  un  violento  editorial  de  El  Na- 
cional, el  primero  tal  vez  que  se  pronunciara  parti- 
cularmente contra  el  Jefe  del  Estado. 

La  conducta  del  señor  Pereyra  en  los  últimos 
días  de  Octubre,  contradictoria  con  sus  declara- 
ciones anteriores,  exasperó  á  Juan  Carlos  Gómez. 

La  obstinación  del  Presidente  en  vencer  á  los 
hombres  de  la  Defensa,  secundando  á  los  po- 
líticos fusionistas,  poniendo  arbitrariamente  á  su 
servicio  todos  los  resortes  oficiales,  no  podía  me- 
nos de  sublevar  el  espíritu  honrado  de  Juan  Car- 
los Gómez. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  341 

El  Primer  Magistrado,  en  nota  confidencial  á  los 
Jefes  Políticos,  había  manifestado  que  el  P.  E.  profe- 
sando el  más  profundo  respeto  á  los  principios  del 
sistema  que  nos  rige  y  al  derecho  inviolable  de  los 
ciudadanos,  quería  que  el  sufragio  fuera  un  hecho 
positivo  y  práctico,  dejando  á  los  electores  en  toda 
su  plenitud  la  libertad  necesaria  para  que  pudie- 
sen darse  verdaderos  representantes. 

Y  recomendaba  á  sus  Delegados  que  no  ejer- 
cieran otra  influencia  en  aquel  acto  solemne  que  el 
de  depositarios  de  la  fuerza  pública  para  conser- 
var el  orden,  sostener  y  hacer  respetar  las  rega- 
lías del  ciudadano  en  el  ejercicio  del  más  grandioso 
de  sus  derechos  en  el  sistema  representativo  popu- 
lar. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  juzgó  que  la  au- 
toridad del  Presidente  había  sido  enormemente  ul- 
trajada por  la  audaz  publicación  de  El  Nacional, 
calculada  para  presentar  al  Primer  Magistrado 
como  destituido  de  toda  dignidad  ^  ^ '  y  resolvió 
prohibir  la  reunión  á  celebrarse. 

Era  un  golpe  de  muerte  para  los  conservado- 
res. 

César  Díaz  y  Francisco  Tajes  solicitaron  una 
entrevista  que  les  fué  concedida  por  el  señor  Pe- 
reyra. 

Una  vez  en  su  presencia,  le  reiteraron  las  se- 
guridades de  que  el  orden  público  se  mantendría 

(1)    Palabras    del  Mensaje    del  P.  E.  á  la    Honorable   Comisión 
Permanente. 


342  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

perfecto  y  expusieron  al  Jefe  del  Estado  que  con  la 
prohibición  se  afectaba  el  derecho  indiscutible  de 
una  gran  parte  de  la  población,  que  en  manera 
alguna  podía  hacerse  solidaria  de  las  ideas  ex- 
puestas en  el  artículo  de  la  referencia. 

Finalmente  declararon  al  señor  Pereyra  que  en 
el  caso  de  un  conflicto  que  no  estuviese  á  su  al- 
cance evitar,  serían  los  primeros  en  ponerse  á  las 
órdenes  del  Jefe  del  Estado  para  defender  su  au- 
toridad. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  vaciló .... 

Al  día  siguiente  apareció  el  decreto  prohibi- 
tivo 1  ,  el  cual  declaraba  que  el  Presidente  creía 
poder  permitir  la  reunión  de  partidos  anunciada, 
cuando  en  un  principio  concedió  que  se  realizara; 
pero  que  las  doctrinas  de  El  Nacional  revelaban 
que  su  director  se  proponía  quebrar  la  autori- 
dad del  Gobierno;  lo  que  ponía  al  P.  E.  en  el 
caso  de  tomar  medidas   prontas  de  seguridad. 

(l i  «  ACUERDO 

«El  P.  E.  ha  acordado  y  decreta: 


«  Guiado  el  Presidente  de  la  República  por  los  principios  libe- 
rales de  su  política  y  acatando  el  ejercicio  del  derecho  electo 
ral,  creía  poder  permitir  la  reunión  de  partido  anunciada  para 
hoy,  á  pesar  de  ser  opuesta  A  su  prog'rama  y  A  sus  convicciones, 
limitándose  A  tomar  las  medidas  convenientes  para  tranquilizar 
la  población,  justamente  alarmada;  pero  las  doctrinas  de  E¡  A'a- 
cíonal  de  ayer  que  se  ha  hecho  circular,  no  obstante  el  proceder 
liberal  del  Presidente  de  la  República,  revelan  que  el  redac- 
tor de  El  Aacional,  promotor  é  iniciador  de  esa  reunión  de  par- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  343 

Como  complemento  del  decreto  prohibitivo,  se 
publicó  la  siguiente  resolución  policial: 

«  Departamento  de  Policía. 

«Montevideo,  Noviembre  1."  de  1S57. 

Por  orden  superior: 

Queda  prohibida  toda  reunión  en  que  se  le- 
vante la  bandera  de  los  antiguos  partidos. 

<  En  consecuencia,  queda  prohibida  la  reunión 
anunciada  para  hoy  1."  de  Noviembre,  en  el  tea- 
tro de  San  Felipe  y  Santiago. 

<  Lilis  de  Herrera.  > 


La  política  de  fusión  decretaba  la  guerra  civil. 
Ese  mismo    día   don    Lorenzo    Batlle   abando- 
naba el  Ministerio,  negándose  á  sancionar  losaten- 

tido,  se  propone  quebrar  la  autoridad  del  Gobierno,  }'  so  pretexto 
de  trabajos  electorales,  alterar  el  orden,  que  no  es  posible  sin  el 
respeto  á  la  autoridad. 


'El  Presidente  de  la  República  acuerda  y  decreta:  que  se  pro- 
hiba por  la  Policía  la  reunión  ptiblica  anunciada  para  hoy  en  el 
teatro  de  San  Felipe  y  Santiago,  y  toda  otra  reunión  en  que  se 
levante  la  bandera  de  cualquiera  de  los  antiguos  partidos. 

«  Circúlese  á  los  Jefes  Políticos  esta  resolución  para  su  mAs  se- 
vero cumplimiento,  y  póngase  en  noticia  de  la  H.  C.  Permanente. 

c  Gabriel  A.  Pereyra. 
€  Joaquín  Reqtteria.  —  Carlos  de  San 
Vicente  —  Lorenzo  Batlle. » 


314  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

tados  que  inmediatamente  cometió  el  Gobierno. 
Su  posibilismo  lo  había  llevado  demasiado  lejos. 
Su  firma  aparece  al  pie  de  documentos  reprobables. 
Y  esto  sin  referirme  al  decreto  monstruoso  del  1 .» 
de  Noviembre,  que,  según  voz  pública  en  la  época, 
no  llegó  á  suscribir  (D. 

En  el  día  fué  creada  nuevamente  la  Coman- 
dancia Militar,  nombrándose  Jefe  de  las  Armas  á 
don  Anacleto  Medina. 

La  política  fusionista  provocaba  soluciones  de 
fuerza. 

El  partido  conservador,  que  había  pasado  de- 
vorando su  indignación  en  presencia  de  los  aten- 
tados que  se  cometían  en  nombre  de  la  concor- 
dia, dando  así  lugar   á   poder  recuperar  legítima- 

(1)  En  estos  días  he  oído  más  de  una  vez,  que  don  Lorenzo 
Batlle  no  firmó  el  decreto  del  1.°  de  Noviembre. 

Últimamente  rae  lo  aseguró  un  distinguido  ciudadano  estrecha- 
mente ligado  á  don  Lorenzo  Batlle,  y  que  ocupó  un  elevado  cargo 
público  durante  su  Administración. 

Por  lo  demás,  existe  una  circunstancia  que  hace  verosímil  esta 
afirmación, 

Batlle  abandonó  el  Ministerio  después  de  oponer  serias  resis- 
tencias á  que  se  desterrara  á  Juan  Carlos  Gómez  y  sus  amigos; 
y  lo  hizo  el  mismo  primero  de  Noviembre  —  día  en  que  apareció  el 
decreto  prohibiendo  la  reunión  en  el  teatro  San   Felipe. 

Los  destierros  no  fueron  otra  cosa  que  el  complemento  del  de- 
creto contra  el  derecho  de  reunión.  Sancionar  lo  uno  3'  negarse 
á  sancionar  lo  otro,  sería  contradictorio. 

Por  otra  parte,  los  conservadores  re.c\h\eYor\  con  agasajos  á  don 
Lorenzo  Batlle,  invitándolo  á  las  reuniones  que  tuvieron  en  los 
días  subsiguientes,  y  esto  difícilmente  hubieran  hecho  si  aquél 
hubiera  suscrito  el  decreto  de    la  referencia. 

Don  Lorenzo  Batlle  se  convirtió  en  tin  enemigo  implacable  del 
la  fusión,  á  la  que  combatiría  con  igual  sinceridad  como  la  había 
servido. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  345 

mente  su  predominio  por  el  triunfo  en  las  urnas 
era  privado  del  más  sagrado  y  elemental  de  los  de- 
rechos del  ciudadano. 

Sin  libertad  de  reunión  — exclamaba  Juan  Car- 
los Gómez  cuando  ya  los  hombres  del  Poder 
combinaban  los  planes  criminales  de  que  él  sería 
víctima  — no  hay  libertad  electoral. 

'  La  libertad  electoral  depende  de  la  libertad  de 
la  prensa  y  de  la  libertad  de  reunión. 

....  sin  discusión  y  sin  combinación  no  hay 
trabajo  electoral  posible. 

Esto  significaba  una  verdad  elementalísima. 

Era  absurdo  ir  á  las  urnas. 

Por  lo  demás,  ¿á  qué  pretender  hacer  traba- 
jos electorales  si  los  Poderes  Públicos,  aliados  á 
una  fracción  reaccionaria,  estaban  resueltos  á  im- 
pedir por  la  violencia  el  triunfo  de  los  que  com- 
batían la  fusión? 

La  brutalidad  del  decreto  del  !.'>  de  Noviem- 
bre exasperó  á  Montevideo,  ya  alarmado  por 
la  resolución  gubernativa  del  30  de  Octubre  clau- 
surando las  sesiones  extraordinarias. 

Las  peores  y  más  contradictorias  reflexiones 
inquietaban  más  y  más  á  los  espíritus. 

¿Cuál  sería  la  conducta  posterior  del  Gobierno? 
Distintamente  se  ignoraba. 

Pero  estaba  en  la  conciencia  pública  que  la 
política  de  fusión  llevaría  su  insensatez  hasta  re- 
ducir el  país  á  escombros,  si  fuese  necesarío,  para 
el  logro  de  sus  planes. 


346  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

En  las  últimas  horas  de  la  tarde  la  ciudad  sin- 
tióse consternada  con  la  noticia  de  que  se  había 
librado  orden  de  prisión  contra  Juan  Carlos  Gó- 
mez. 

Montevideo  presenció  un  espectáculo  bochor- 
noso. 

Veinte  hombres  armados  á  fusil  se  estaciona- 
ron frente  á  la  casa  del  redactor  de  El  Nacional. 
Un  agente  de  policía  intimóle  su  prisión. 

El  ilustre  tribuno  fué  encerrado  en  un  cala- 
bozo del  Cabildo. 

Allí  tuvo  por  guardianes  á  sujetos  complicados 
en  la  mazorcada  del  18  de  Marzo. 

Momentos  después,  eran  arrastrados  á  la  cár- 
cel don  Juan  José  Poyo,  Alcalde  Ordinario  de  la 
Florida;  don  Eugenio  Abella,  don  Miguel  Nieto, 
don  Manuel  Espinosa,  don  Antonio  Zorrilla,  don 
Jacinto  Reinal,  don  Esteban  Sacarello,  miembros  de 
la  Comisión  del  Club  déla  Defensa  ; don  Vicente 
Garzón  y  don  Luis  Tezanos,  redactores  de  El  Sol 
Oriental. 

Por  la  noche  fueron  transportados  á  la  Isla  Li- 
bertad. 

Á  las  cuatro  de  la  mañana  se  les  condujo  á 
bordo  del  vapor  <  Menay  que  hacía  la  carrera 
á  Buenos  Aires,  fletado  especialmente  por  el  Go- 
bierno. 

El  delirio  se  apoderó  de  los  hombres  del  Fiierfe. 

Heraclio  C.  Fajardo,  puesto  al  frente  de  El  Na- 
cional al  solo  efecto  de  que  no  cesara  su  publi- 
cación, declaiaba: 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  347 


La  joaz    pública   ha    sido   alterada   exclusiva- 
mente por  el  Gobierno. 

<  La  población  está  consternada. 

c  Por  encima  de  la  ley,  por  encima  de  la  Carta 
Fundamental  se  levanta  la  política  fusionista  y  la 
voluntad  de  una  oligarquía  intolerante. 

Juan  Carlos  Gómez  desde  el  <  Menay  envió 
á  la  Junta  Económico- Administrativa  — encargada 
según  prescripción  constitucional  (art.  126)  de 
velar  por  la  conservación  de  los  derechos  indi- 
viduales— una  enérgica  protesta  contra  la  con- 
ducta de  los  hombres  del  Poder. 

Con  toda  la  sinceridad  de  su  alma  declaraba: 

<  Mi  delito  consiste  en  haber  despertado  el  es- 
píritu público  adormecido  sobre  el  peligro  y  pa- 
tentizádole  la  verdad  de  una  traición  hipócrita  y 
cobarde.  > 

El  P.  E.  dio  noticia  en  mensaje  á  la  Comisión 
Permanente  del  decreto  restrictivo  del  derecho  de 
reunión. 

Aquella  corporación  estaba  formada  por  el  Se- 
nador don  Florentino  Castellanos,  su  Presidente; 
Senador  don  José  Lozano,  Diputados  don  José 
Gabriel  Palomeque,  don  Rafael  Fernández  Etche- 
nique,  don  Hermenegildo  Solsona,  don  Francisco 
Fernández  Fisterra  y  don  Luis  Magariños  Cer- 
vantes. 

Todos  fusionistas. 


348  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Las  medidas  tomadas  por  el  Gobierno  fueron 
aprobadas  unánimemente  por  los  miembros  asis- 
tentes á  la  sesión  ( ^  K 

Don  José  Gabriel  Palomeque  pidió  se  hiciera 
constar  en  el  acta  que  se  había  votado  canónica- 
mente. 

Terminada  la  sesión,  diversos  grupos  en  cor- 
poración concurrieron  á  la  casa  del  Presidente 
de  la  República. 

Allí  tomaron  la  palabra,  pronunciándose  en  tér- 
minos encomiásticos  para  la  situación,  el  señor 
Palomeque  y  don  José  Vázquez  Sagastume,  ciu- 
dadano este  último  que  había  debutado  en  1853 
firmando  la  solicitud  de  intervención  al  Plenipo- 
tenciario imperial  y  que  había  de  ser  más  tarde 
personaje  conspicuo  de  la  política  de  fusión. 

Notició  también  el  P.  E.  á  la  H.  Comisión 
Permanente  los  destierros. 

Declaraba  en  su  mensaje  que  la  medida  tan 
necesaria  como  prudente  áú  \s>  de  Noviembre  no 
era  suficiente  para  garantir  la  paz  pública.  Que 
ella  se  hacía  servir  de  nuevo  pretexto  de  agita- 
ción,  por  lo  que  el  Presidente  de   la  República 

(1)  El  doctor  don  Florentino  Castellanos,  en  su  calidad  de  Pre- 
sidente, no  votó,  y  don  Luis  Magariños  Cervantes  se  retiró  antes 
de  que  se  tratara  el  mensaje  del  P.  E. 

Este  último  ciudadano  asistió  á  la  sesión  al  solo  efecto  de  pedir 
que  la  Comisión  Permanente  tomara  en  cuenta  la  protesta  elevada 
por  algunos  miembros  del  Cuerpo  Legislativo  contra  la  conducta 
del  P.  E. 

Como  se  rechazara  su  moción,  don  Luis  Magariños  se  retiró  de 
la  sala. 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA  349 

usando  de  sus  facultades  constitucionales,  había 
resuelto  alejar  temporalmente  de  esta  capital  al  re- 
dactor de  El  Nacional,  promotor  é  incitador  del 
desorden,  y  á  sus  principales  agentes  y  coopera- 
dores   '  . 

Llevado  el  mensaje  á  la  Comisión  Permanente, 
pasó  á  informe  de  una  Comisión  especial,  com- 
puesta por  don  Luis  Magariños  Cervantes  y  don 
Rafael  Fernández  Echenique. 

(1)     Poder  Ejecutivo. 

Montevideo,  Noviembre  2  de  1857. 

Se  ha  puesto  en  noticia  de  la  H.  C.  P.  la  resolución  del  Presi- 
dente de  la  República,  prohibiendo  la  reunión  anunciada  para 
ayer  y  toda  otra  reunión  en  que  se  levante  la  bandera  de  los 
antiguos  partidos,  cuj'.a  lucha  ha  traído  sobre  el  país  males  de 
todo  género  ;  pero  esa  medida  tan  prudente  como  necesaria  no 
era  suficiente  para  garantir  la  paz  y  el  orden  público. 

Ella  se  hacía  servir  de  nuevo  pretexto  de  agitación:  }•  la  con- 
moción tomaba  creces. 

La  autoridad  y  la  fuerza  del  Presidente  de  la  República  habían 
sido  enormemente  ultrajadas  por  una  audaz  publicación  calculada 
para  presentar  al  primer  Magistrado  como  destituido  de  toda  dig- 
nidad y  de  todo  prestigio  ante  la  proyectada  reunión  de  ciudada- 
nos, á  quienes  se  excitaba  con  falsos  y  absurdos  peligros  de  nacio- 
nalidad. 

Más  tolerancia  por  parte  del  Gobierno  hubiera  producido  el  des- 
orden }•  la  anarquía,  que  son  inevitables  cuando  la  autoridad  pú- 
blica se  deja  abatir  impunemente. 

En  tal  situación,  el  Presidente  de  la  República  no  podía  ni 
debía  trepidar  en  cumplir  con  el  sagrado  deber  que  le  impone  la 
Constitución,  de  conservar  la  tranquilidad  pública;  y  usando  de 
sus  facultades  constitucionales,  ha  resuelto  alejar  temporalmente 
de  esta  capital  al  Redactor  de  El  Xacional.  promotora  incitador 
del  desorden,  y  á  sus  principales  agentes  y  cooperadores. 

De  este  modo  la  paz  quedará  inalterable  y  el  Gobierno  habrá 
satisfecho  la  mayor  y  más  justa  exigencia  del  país,  tan  arruinado 
por  las  frecuentes  revueltas  pasadas. 


350  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Don  Luis  Magariños,  á  pesar  de  sus  entusias- 
mos fusionistas,  condenó  resueltamente  la  actitud 
del  Poder  Ejecutivo. 

Producida  la  discrepancia  en  el  seno  de  la  Co- 
misión informante,  se  resolvió  el  nombramiento  de 
un  miembro  que  la  integrase. 

En  mala  hora  recayó  la  elección  en  don  José 
Gabriel  Palomeque,  que  desde  1855  venía  siendo 
elemento  incondicional  del  Gobierno. 

El  señor  Palomeque,  de  acuerdo  con  don  Ra- 
fael Fernández  Echenique,  redactó  el  informe  apro- 

Penoso  ha  sido  en  realidad  para  el  P.  E.  el  empleo  de  esta  me- 
dida, pero  ella  sólo  es  imputable  á  los  que  la  han  provocado  gra- 
tuitamente. 

La  Administración  actual  había  conseguido  afianzar  la  paz  y 
hacer  prácticas  las  instituciones  por  medio  de  una  política  liberal 
y  equitativa  y  auxiliada  por  el  sentimiento  pacifico  del  país;  pero 
suscitada  una  propaganda  de  partido,  las  doctrinas  subversivas 
de  la  prensa  empiezan  á  traducirse  en  hechos.  El  temor  de  nue- 
vas discordias  se  apodera  de  los  ánimos  y  la  paralización  de  los 
elementos  que  constituyen  la  producción  y  la  riqueza  del  país, 
sustituj-e  á  la  actividad  con  que,  en  la  confianza  de  la  paz,  iban 
desarrollándose  esos  elementos. 

Las  medidas  adoptadas  por  el  Gobierno  restablecen  esa  con 
fianza  y  los  verdaderos  intereses  del  país   se  habrán  salvado. 

La  H.  C.  P.  que  se  halla  en  el  teatro  de  los  sucesos,  puede 
apreciar  con  toda  exactitud  la  necesidad  y  la  justicia  de  aquellas 
medidas,  y  el  Presidente  de  la  República,  en  cumplimiento  del 
artículo  81,  las  somete  á  su  consideración. 

El  Presidente  de  la  República  promete  otra  vez  más  á  la  H. 
C.  P.  y  al  país,  que  será  perseverante  en  su  empeño  de  conser- 
var la  paz  y  el  respeto  A  la  autoridad  y  á  la  ley. 

Dios  guarde  á  V.  H.  muchos  años. 

(íabriel  Antonio  Pereyr.a, 
Joaquín  Requena.  —  Carlos  de  San 
Vicente. 

Á  la  Honorable  Comisión  Permanente. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  351 

bando  las  medidas  de  seguridad  y  una  minuta  de 
comunicación  que  la  Comisión  proponía  fuera  en- 
viada al  P.  E.  en  contestación  á  su  mensaje. 

En  la  sesión  del  5  de  Noviembre  se  trató  el 
asunto. 

El  doctor  don  Florentino  Castellanos  abandonó 
la  presidencia  para  pronunciar  un  vehemente  dis- 
curso, en  el  que  expuso  la  verdadera  doctrina 
constitucional  y  el  alcance  de  los  artículos  7Q  y 
81    de  la  Carta  Fundamental. 

El  doctor  Castellanos  declaró  que  los  destierros 
eran  una  medida  arbitraria  y  que  por  tanto  no 
debían  ser  aprobados  por  la  Comisión  Perma- 
nente, encargada  por  la  Constitución  de  velar  por 
su  observancia  y  cumplimiento. 

Don  Luis  Magariños  Cervantes  se  produjo  en 
términos  semejantes,  condenando  la  conducta  del 
Poder. 

En  cambio  el  señor  don  José  Gabriel  Palome- 
que,  escarneciendo  á  la  verdad  y  á  la  dignidad 
del  país,  hizo  una  calurosa  defensa  de  las  medi- 
das tomadas  el  1.'^  y  opinó,  dominado  por  entu- 
siasmo federal,  que  la  Comisión  Permanente  debía 
anticipar  al  P.  E.  la  seguridad  de  su  franca  y  de- 
cidida cooperación  en  todos  los  casos  que  pudiesen 
sobrevenir  de  imial  naturaleza  <  *  \ 

(1)  <MI.\UTA    DE    COMUXICACrÓX 

«Al  Poder  Ejecutivo. 

«  La  Comisión  Permanente  se  ha    instruido  de  la  nota    del    Po- 
der Ejecutivo  del  día  '1    del  corriente,  en    la  que  cumpliendo  con 


352  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Los  demás  miembros  de  la  Comisión  Perma- 
nente, sujetos  sin  valimiento  ni  significación,  si- 
guieron al  diputado  gubernista. 

Esta  conducta  arrancó  una  protesta  de  indig- 
nación del  doctor  don  Fermín  Ferreyra  y  Artigas, 
que  en  aquellos  momentos  supo  interpretar  el 
sentimiento  popular. 

«Esos  hombres  — decía  — á  la  luz  del  día,  en  el 
recinto  augusto  de  las  leyes  y  .á  la  faz  de  un 
pueblo  libre,  han  estrujado  en  el  hueco  de  sus 
manos  las  hojas  benditas  de  nuestras  libertades 
patrias. 

<  Han  autorizado  la  supresión  de  las  garantías 
constitucionales. 

<:  Han  pretendido  abrir  una  nueva  puerta  al  Po- 
der para  que   sin  responsabilidad   vaya   extermi- 

los  deberes  que  le  impone  el  Códig-o  Fundamental  de  la  Repú- 
blica, se  ha  servido  en  ella  dar  cuenta  á  esta  corporación  y  ex- 
plicar los  motivos  que  le  indujeron  á  alejar  del  país  temporal- 
mente al  redactor  de  El  Nacional,  promotor  é  incitador  del 
desorden,  y  á  sus  principales  agentes  y  cooperadores. 

«  En  tal  caso  cumple  ;'i  la  H.  C.  P.  expresar  al  P.  E.,  por  dolo 
roso  que  le  sea,  que  ella,  participando  también  del  amor  á  la  paz 
}-  á  la  tranquilidad  pública,  no  puede,  sin  falsear  estos  sentimien- 
tos, dejar  de  aprobar  con  decisión  esas  medidas,  tanto  más  justi- 
ficadas cuanto  que  están  en  perfecta  consonancia  con  las  facul- 
tades que  confiere  al  P.  E.  el  artículo  81  de  la  Carta  Funda- 
mental. 

€  La  Comisión  Permanente,  al  dejar  así  aprobada  la  conducta 
del  P.  E.,  se  hace  un  deber,  en  reiterarle  su  franca  y  decidida  coo- 
peración en  el  presente  caso  y  en  todos  lasque  pudiesen  ocurrir  de 
igual  naturaleza,  reservándose,  sin  embargo,  el  someter  esta  apro- 
bación á  la  Honorable  Asamblea  General  en  debida  oportunidad. 

«  Dios  guarde  al  P.  E.  muchos  años. 

«  Palonicquc.  —  Fcrndndcs  Eclteniquc.  > 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  353 

nando  cuanto  pueda  ofrecer  una  resistencia  á  su 
capricho  ó  á  su  sistema. 

<  Habríamos  perdonado  á  don  José  Gabriel  Pa- 
lomeque  y  á  sus  satélites  que,  olvidando  sus 
antiguas  tradiciones  de  partido,  por  gloriosas  que 
fueran,  las  trocaran  por  otras  que,  aunque  indig- 
nas, les  ofrecieran  una  posición   personal. 

<  Les  habríamos  perdonado  que  vendieran  su 
dignidad  de  hombres  para  convertirse  en  instru- 
mentos de  un  mandatario  por  la  sed  de  oro  ó 
de  un  empleo  que  cubriese  con  oropel  su  nuli- 
dad y  su  vileza. 

<:  Pero  no  se  trata  de  partidos  ni  de  influencias, 
sino  de  garantías  legales  y  de  dignidad  nacional. 

<:No  podemos  contener  un  impulso  de  indig- 
nación y  de  desprecio,  que  nos  inspira  esa  farsa 
de  representantes  del  pueblo,  que  desempeñan  su 
elevada  misión  hollando  los  derechos  más  sagra- 
dos con  que  la  ley  ha  investido  á  los  ciudada- 
nos. » 

El  Nacional  desde  el  día  10  pone  nuevamente 
al  frente  de  sus  columnas  el  nombre  de  Juan  Car- 
los Gómez  <;  Redactor  principal,  actualmente  des- 
terrado ,  como  un  homenaje  rendido  al  infatiga- 
ble defensor  de  los  intereses  nacionales,  como  un 
acto  de  consecuencia  con  el  ilustre  escritor. 

Igual  cosa  había  hecho  durante  el  Sitio  El  Co- 
mercio del  Plata,  después  de  la  muerte  de  su  re- 
dactor don    Florencio   Várela,  como   un  anatenuí 


354  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

diario  contra  sus  verdugos,  como  un  testimonio  del 
crimen  inaudito  cometido  traidoramente,  en  el  si- 
lencio de  la  noche,  por  el  puñal  que  había  pa- 
gado el  oro  del  Cerrito  ^  ^  \ 

Los  últimos  actos  del  Gobierno  no  tuvieron  la 
sola  virtud  de  convulsionar  el  país. 

También  definieron  más  netamente  la  situación. 

Los  pocos  elementos  colorados  que  por  diver- 
sas circunstancias  estaban  todavía  vinculados  al 
Fuerte  y  ocupaban  cargos  oficiales,  fueron  aleja- 
dos por  sospechosos. 

Estas  separaciones  facilitaron  la  entrada  de  nue- 
vos elementos  del  Cerrito,  que  merecían  plena  fe 
al  Jefe  del  Estado  por  su  incondicional  adhesión 
á  la  política  gubernista. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  pudo  conven- 
cerse entonces  de  que  la  situación  tenía  por  único 
fundamento  á  los  hombres  que  rodearon  á  don 
Manuel  Oribe;  y  que  sus  antiguos  amigos  de 
la  Guerra  Grande  rechazaban  resueltamente  la  pre- 
tendida fusión. 

La  actitud  de  éstos  los  exponía  á  sufrir  las 
brutalidades  del  oficialismo. 

En  campaña  cosa  peor  sucedía. 

Los  caciques  que  imperaban  en  los  Departa- 
mentos, á  título  de  propagar  la  fusión  y  la  con- 
cordia, perseguían  cruelmente  á  los  colorados  ape- 
gidos  á  sus  tradiciones. 

(1)    Del  doctor  don  Fermín  Ferrej'ra  y  Artif^as. 


CARLOS  ONETO  Y   YIANA  355 

En  Mercedes,  el  doctor  don  Marcelo  Mezquita, 
ciudadano  ilustrado  y  distinguido  que  estorbaba  á 
los  manejos  oficiales,  después  de  sufrir  vejámenes 
de  todo  género,  fué  expulsado  del  Departamento 
por  las  autoridades  locales. 

Ya  no  se  consultaba  á  Montevideo  para  dis- 
poner de  la  seguridad  y  la  vida  de  los  enemigos 
de  la  fusión. 

Se  iba  en  camino  de  reproducir  los  tiempos 
nefandos  de  la  barbarie  de  Oribe. 

El  estado  moral  de  la  época  era  horrible. 

Muy  pronto  nuevos  actos  del  Poder,  que  ser- 
virían de  escándalo  á  todo  el  Río  de  la  Plata, 
pondrían  en  evidencia  la  descomposición  reinante. 

El  13  de  Noviembre  de  1857  dejaba  de  existir 
don  Manuel  Oribe,  después  de  una  larga  y  cruenta 
enfermedad. 

Había  vivido  demasiado  para  la  desgracia  de 
la  Patria  y  muy  poco  para  la  justicia  de  los  hom- 
bres, í 

Los  que  habían  sido  sus  enemigos,  aquellos 
que  habían  combatido  el  sistema  de  sangre  del 
que  fuera  esforzado  defensor,  callaron  ante  su 
tumba. 

Unos  por  sentimiento  piadoso,  otros  por  no 
humillar  nuestra  cultura  con  la  recordación  de  epi- 
sodios repugnantes  que  dieron  celebridad  sinies- 
tra á  su  nombre. 

La  política  de  fusión  que  hacía  alarde  de  con- 
denar en  absoluto  el  pasado  porque  había  sido 


:í56  biblioteca  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

funesto;  que  perseguía  y  expulsaba  á  los  ciuda- 
danos porque  profesaban  culto  á  las  glorias  de 
la  Defensa;  que  invocaba  la  concordia  y  confra- 
ternidad como  justificativo  de  todos  sus  atenta- 
dos, dio  la  nota  más  irritante,  más  temeraria,  más 
oprobiosa  con  la  pretensión  inaudita  de  rehabilitar 
ante  sus  contemporáneos  y  ante  la  historia  la  fi- 
gura apocalíptica  de  aquel  monstruo. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  dispuso  se  verifi- 
casen honores  regios  por  ser  un  deber  imprescin- 
dible del  Gobierno  honrar  la  memoria  de  los  fun- 
dadores de  nuestra  nacionalidad  é independencia  ^  ^  \ 

Los  Ministros  de  Gobierno  y  de  Guerra  y  Ma- 
rina, acompañados  por  el  Jefe  del  E.  M.  G.  y  je- 
fes y  oficiales  francos,  acudieron  en  nombre  del 

(1)    «  ^Ministerio  de  Guerra  y  Marina. 

«  Montevideo,  Noviembre  20  de  1857. 

« siendo  un  deber  imprescindible  del  Gobierno  honrar  la  me- 

moria  de  los  fundadores  de  nuestra  ittdcpendcncia  y  nacionalidad, 
el  P.  E.  ha  acordado  }• 

«  DECRETA  : 

€  Artículo  1."  El  martes  24  del  corriente  á  las  11  de  la  mañana 
se  celebrarán  las  exequias  fúnebres  del  finado  Brigadier  Gene- 
ral don  Manuel  Oribe  en  la  Iglesia  Matriz  de  esta  ciudad. 

«Art.  2."  A  ese  acto  asistirán  los  ^Ministros  del  P.  E,  con  las 
corporaciones  civiles  y  militares  con  luto  oficial. 

«Art.  3."  Por  el  E.  M.  G.  se  invitará  á  los  deudos  del  finado 
Brigadier. 

€  Art.  4.»  Una  guardia  de  honor  será  colocada  en  el  templo  por 
el  batallón  de  Guardias  Nacionales  de  Infantería  de  la  Capital. 

« Art.  5.°  El  pabellón  nacional  y  el  de  los  33  serán  colocados  á 
derecha  c  izquierda  del  catafalco. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  357 

Presidente  de  la  República  á  la  casa  mortuoria  á 
presentar  su  homenaje  á  los  deudos. 

Los  secretarios  de  Estado,  corporaciones  civiles 
y  militares,  instituciones  de  diverso  orden,  de  luto 
oficial,  concurrieron  á  las  exequias,  que  fueron 
pomposas,  preparadas  con  varios  días  de  antici- 
pación. 

En  el  momento  de  depositarse  el  féretro  en  el 
sepulcro,  el  Ministro  Requena,  en  representación 
del  P.  E.  pronunció  el  discurso  -  panegírico. 

El  señor  don  José  Vázquez  Sagastume,  novel  po- 
lítico fusionista,  en  elocuentes  palabras  reveló  su 
entusiasta  admiración  por  el  extinto. 

Los  órganos  fusionistas,  cuyos  redactores  habían 
hecho   sus    primeros  ensayos  periodísticos  en  el 


c  Art.  6.°  Por  el  E.  M.  G.  se  invitará  á  uno  de  los  compañeros 
del  finado  Brigadier  que  desembarcaron  en  el  Arenal  Grande  el 
19  de  Abril  de  1825,  para  que  mantenga  el  pabellón  con  que  des- 
embarcaron en  nuestras  plaj-as. 

« Art.  1.°  Todos  los  cuerpos  de  la  g-uarnición  formarán  en  la 
plaza  Constitución  para  hacer  los  honores  fúnebres  al  finado  Bri- 
gadier General  don  Manuel  Oribe,  quedando  á  cargo  del  Jefe  del 
E.  M.  G.  nombrar  al  que  ha  de  mandarlos  y  las  descargas  que 
han  de  verificarse. 

«  Art.  S."  Desde  la  salida  del  Sol  del  día  2J  se  colocará  el  pa- 
bellón nacional  á  media  asta  en  la  Fortaleza  de  San  José  }•  demás 
parajes  públicos  ;  haciéndose  el  disparo  de  un  cañonazo  cada  cuarto 
de  hora  y  once  seguidos  al  último  responso. 

«  Art.  9.°  Una  Comisión  compuesta  por  el  Ministro  de  Guerra 
y  Marina  >•  los  Oficiales  Mayores  de  los  Ministerios  pasarán  des- 
pués de  los  funerales  á  la  casa  mortuoria  á  dar  los  pésames  á  la 
familia  en  nombre  del  Gobierno. 

«Art,  l'i.  Comuniqúese,  publíquese  y  dése  al  R.  C. 

«  Pekevr.a. 
«  Carlos  de  San  Vicente.  » 


358  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Defensor  de  la  Independencia  Americana,  llenaron 
sus  columnas  con  anécdotas  y  episodios  relati- 
vos á  las  glorias  y  méritos  de  aquel  á  quien  lle- 
garon á  calificar  de  fuerte  columna  del  orden  ins- 
titucional é  ilustre  víctima  del  amor  á  la  patria. 
El  diario  oficial  ponía  de  manifiesto  su  odio 
al  pasado  y  su  adhesión  á  las  ideas  de  olvido, 
con  estas  palabras: 

<:  Cuando  la  regeneración  que  se  opera  entre  nos- 
otros haya  rasgado  el  velo  de  las  malas  pasio- 
nes que  ocultan  nuestros  ojos  y  ofuscan  la  razón, 
los  hombres  que  fueron  serán  venerados  por  sus 
hechos  y  reivindicados  por  la  historia  ante  las 
generaciones  venideras. 

« La  vida  política  del  General  Oribe  tiene  he- 
chos grandes,  gloriosos,  esplendentes,  que  adornan 
y  subliman  su  corona  cívica,  mil  veces  orlada  con 
el  laurel  de  la  victoria,  timbre  augusto  del  hom- 
bre de  honor. 

Los  hombres  de  su  temple,  los  hombres  cons- 
picuos, los  hombres  de  posición  como  el  Gene- 
ral Oribe  tienen  un  juez  recto,  justo  apreciador  de 
sus  virtudes  y  de  sus  méritos. 

<;  Ese  juez  es  la  posteridad,  es  la  historia. 

«  En  cuanto  á  su   vida  privada,  el  General   ha 
sido  siempre  afable  y  simpático,  un  honrado  pa- 
dre de  familia,  un  digno  esposo  y  un  buen  amigo. 
Retirado   á  la  dulzura   de  la  vida   doméstica, 
todos  sus  votos  han  sido  para  la  felicidad  de  la 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  339 

Patria,  á  la  que  consagró  su  vida  desde  muy  joven, 
como  los  patriotas  de  su  época. 

«Su  naturaleza  de  fierro  (porque  era  preciso 
que  así  fuese  para  poder  arrastrar  la  vida  que  lia 
vivido  el  General  Oribe)  ha  sido  al  fin  vencida 
por  los  años  y  por  la  rudeza  del  dolor. 

'  Ha  sucumbido  bajo  el  inescrutable  mandato 
de  la  Providencia  y  bajo  el  peso  del  destino,  pero 
ha  fallecido  en  su  hogar,  rodeado  de  su  aprecia- 
ble  familia  y  bajo  el  cielo  de  la  Patria,  perfumado 
por  la  brisa  matinal  que  circundaba  su  morada. 
Van  desapareciendo  las  notabilidades  históri- 
cas de  la  Patria,  dejándonos  sus  nombres  para 
pedestal  de  nuestro  monumento  de  glorias,  para 
pedestal  de  nuestro  santuario. 

<;  El  General  don  Manuel  Oribe  es  una  de  las 
notabilidades  del  Río  de  la  Plata,  á  cuya  libertad 
consagró  toda  su  vida,  distinguiéndose  por  su  pa- 
triotismo y  por  sus  virtudes. 

De  Washington  tal  vez  no  se  hubiera  podido 
decir  más. 

La  política  de  fusión  se  esforzó  por  que  las  so- 
lemnidades tuvieran  el  mayor  carácter  posible  y 
que  los  elementos  populares  contribuyeran  á  la 
apoteosis. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  una  vez  en  la 
pendiente,  dispuesto  á  rehabilitar  la  memoria  del 
que  había  tenido  la  habilidad  de  convertirse  en  su 
aliado  después  de  reconocer  su  impotencia,  puso 


360  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

de  SU  parte  el  poderoso  concurso  que  puede  ofre- 
cer el  Jefe  del  Estado. 

La  República,  órgano  de  Oribe,  desbordante  de 
gratitud,  exteriorizaba  sus  sentimientos  con  estas 
palabras : 

Reciba  el  digno  ciudadano  don  Gabriel  An- 
tonio Pereyra  los  más  sinceros  agradecimientos 
del  Partido  Nacional  en  masa.  > 

Estos  hechos  acusan  una  completa  depravación 
de  la  época. 

La  política  de  fusión  no  podía  ser  más   cruel. 

La  apoteosis  de  Oribe,  á  raíz  del  destierro  de 
los  hombres  de  la  Defensa,  significaba  una  burla 
sangrienta. 

Por  otra  parte,  honrar  la  memoria  de  Oribe  en 
Montevideo,  era  inferir  una  grave  injuria  á  sus 
esforzados  defensores;  era  arrancar  de  la  historia 
nacional  la  página  brillante  del  Sitio  Grande. 

La  explosión  de  la  indignación  pública  debía 
producirse. 

Los  deudos  de  las  innumerables  víctimas  sacri- 
ficadas á  la  saña  del  teniente  de  Rosas,  no  habían 
podido  obtener  aún  reparación  alguna. 

Los  hijos  de  don  Florencio  Várela  reclamaban 
el  castigo  del  malvado  que  por  sentencia  legal 
había  sido  declarado  autor  de  la  muerte  del  ilus- 
tre escritor. 

Allá  por  Maldonado,  el  vecindario,  impulsado 
por  sentimientos  de  piedad,  se  ocupaba  en  aque- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  361 


líos  días  de  enterrar  las  osamentas  que  aún  blan- 
queaban las  llanuras  de  India  Muerta. 

Los  deudos  de  Soriano  y  de  Tavares  recorrían 
las  faldas  del  Cerrito  en  busca  de  los  restos  de 
esos  dos  desgraciados  ultimados  en  los  últimos 
momentos  del  Sitio. 

El  recuerdo  de  la  horriole  carnicería  de  Arroyo 
Grande  no  se  había  borrado;  y  la  memoria  de 
ios  1300  decapitados  en  aquel  6  de  Diciembre,  pro- 
testaba contra  la  ceremonia  impía  que  pomposa- 
mente se  realizaba. 

Los  nombres  de  Vedia,  Piroto,  Castillo,  Henes- 
trosa,  Alonso,  Sánchez,  Carrillo,  Biribiri,  Gómez, 
Aguilar,  Arizmendi,  Augusto  Martínez,  Pintos,  Fe- 
derico Acosta  y  Lara,  Emilio  de  la  Sierra  (sobrino 
de  Oribe)  y  otros  mártires  eran  recordados  con 
dolor  por  los  hombres  honrados,  mientras  el  ofi- 
cialismo aturdía  la  ciudad  con  el  estrépito  de  las 
campanas  y  los  estampidos  del  cañón. 

Se  recordaba  piadosamente  á  las  víctimas  de  ¡as 
Provincias. 

Un  sentimiento  de  solidaridad  hacía  común  el 
dolor  con  los  deudos  de  los  patriotas  argentinos 
sacrificados  en  las  luchas  por  la  libertad. 

Á  la  memoria  del  ilustre  redactor  de  El  Comer- 
cio del  Plata  se  unía  la  de  su  hermano  el  doc- 
tor don  Rufino  Várela,  lanceado  en  premio  de  su 
misión  generosa  ^^\ 

( 1  )  El  doctor  don  Rufino  Várela  fué  encargado  por  Lavalle  de 
conducir  hasta  el  campamento  de  Oribe  á  varios  prisioneros,  en- 
tre e'los  el  General  don  Eugenio  Garzón  y  el  Coronel   Antuña. 

Una  vez  allí  lo  ultimaron  á  lanzazos. 


362  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

•  El  nombre  del  malogrado  Coronel  Pedro  Cas- 
telli  (hijo  del  famoso  convencional  del  año  10), 
el  de  Marcos  Avellaneda,  el  infortunado  Goberna- 
dor de  Tucumán  '  ,  el  del  General  don  Juan  Após- 
tol Martínez  -',  compañero  de  las  Heras  y  La- 
valle,  víctimas  ilustres  cuyas  cabezas  fueron  pues- 
tas en  picas  y  colocadas  ala  expectación  en  las 
plazas  públicas,  venían  á  la  mente  de  los  hombres 
sanos  de  la  época  mezclados  con  cierto  sentimiento 
de  conmiseración. 

Nadie  podía  olvidar  á  la  desgraciada  Santa  Fe 
anegada  en  sangre,  donde  Oribe  se  manchó  con 
crímenes  horribles,  obteniendo  por  ese  hecho  el 

(1)  «Cuartel  General  en  Metuán,  Octubre  3  de  184L 

«Los  salvajes  unitarios Marcos  Avellaneda,  titulado  Gober- 
nador de  Tucumán ;  José  M.  Videla,  Comandante  Lucio  Casas, 
Sargento  Mayor  Gabriel  Suárez,   capitán  José    Espejo  y  teniente 

primero  Leonardo  Souza han  sido    al  momento  ejecutados  en 

la  forma  ordinaria,  rf  excepción  de  Avellaneda,  á  quien  mandé 
cortar  la  cabeza,  que  será  colgada  ri  la  expectación  pública  en  la 
plaza  de   Tiicmuán. 

«  Manuel  Oribe. » 

A  esta  nota,  Rosas  contestó  en  estos  términos : 

«  Dios  es  infinitamente  justo. 

«  Con  viva  complacencia  felicito  £i  V.  E.  y  en  su  ilustre  persona 
al  valiente,  heroico  ejército  que  tan  dignamente  comanda  V.  E.  » 
(Saldías:  «Historia  de  Rosas  >,  tomo  ni,  pág.  86.) 

( 2 ;  « Cuartel  General  en  las  barrancas  de  Coronda,  Abril  17  de  1841. 

«  Treinta  y  tantos  muertos  y  algunos  prisioneros,  entre  los  cua- 
les quedó  el  salvaje  titulado  General  Juan  Apóstol  Martínez,  al 
que  fué  cortada  la  cabeza,  fué  el  resultado  de  nuestras  armas 
federales. 

«Felicito  á  V.  E.  por  este  glorioso  suceso  y  me  repito  su  muy 
atento  servidor. 

«  Manuel  Oribe.  » 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  363 

puesto  de  General  en  Jefe  del  Ejército  de  Van- 
guardia de   la  Confederación  Argentina  ^^V 

Todos  recordaban  al  infortunado  Coronel  Bor- 
ba,  cuyas  orejas  fueron  enviadas  á  Buenos  Aires 
como  ofrenda  á  Rosas ;  al  bravo  Coronel  Maciel, 
condenado  á  tormentos  inauditos  antes  de  ser 
ultimado;  al  Coronel  Videla,  á  Casas,  á  Gabriel 
Suárez,  al  capitán  Espejo,  caídos  después  de  pri- 
sioneros bajo  la  cuchilla  de  Oribe. 

Estaba  fresca  en  la  memoria  de  todos  la  ca- 
tástrofe horrible  de  la  población  de  Belén,  víc- 
tima de  una  rápida  excursión  de  Oribe,  en  que 
fueron  asesinados  viejos,  mujeres  y  niños,  niños 
que  se  alimentaban  aún  en  los  pechos  de  sus 
madres    -'. 

Á  esas  recordaciones  dolorosas  uníase  la  de 
las  escenas  horripilantes  que  sucedieron  á  los  com- 
bates de  Quebrachito  y  Monte  Grande,  en  que  la 
soldadesca  enfurecida  y  ávida  de  sangre  formaba 
con  los  grupos  de  prisioneros  pelotones  atados 
con  maneadores,  para  después  tomarlos  por  asalto 
cebándose  en  sus  carnes. 

Nadie  ignoraba  aquella  nota  <  única  por  su  he- 
dor carnicero  »  como  dice  Saldías,  reveladora  del 
sentimiento  perverso  que  inspiraba  á  su  autor, 
en  la  que  Oribe  comunicaba  al  Gobernador  de 
Córdoba  don  C.  Arredondo  haber  impartido  ór- 
denes para  que  se  lucieran  severas  pesquisas  so- 

( 1 )  Andrés  Lamas,  panfleto  publicado  en  Río  Janeiro. 

(2)  Andrés  Lamas,  panfleto  citado. 


364  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

bre  el  lugar  donde  estuviese  enterrado  el  cadáver 
de  Lavalle  con  el  fin  de  que  le  cortasen  la  ca- 
beza y  se  la  enviaran    '  , 

En  presencia  de  estas  manifestaciones  de  ho- 
rror, la  política  de  fusión  cometía  la  ignominia 
de  hacer  al  país  cómplice  de  aquellas  horren- 
das bacanales. 

Un  grito  de  protesta  se  oyó   en   todas  partes. 

La  lira  de  Heraclio  C.  Fajardo  vibró  de  indig- 
nación '^-\ 

(1)  <V2  Octubre  de  1841. 

«  He  mandado  hacer  severas  pesquisas  en  el  lugar  donde  está 
enterrado  el  cadáver  de  Lavalle,  para  que  le  corten  la  cabeza  y  me 
la  traigan. 

«  Manuel  Oribe.  » 

Oribe  dudó  en  un  principio  de  la  muerte  de  Lavalle. 

Poroso,  ordenó  le  enviaran  la  cabeza  para  cerciorarse. 

Más  tarde  solicitó  la  extradición  del  cadáver,  que  fué  negada 
por  el  Gobierno  de  Bolivia.  (Don  Andrés  Lamas.  Folleto  pu- 
blicado en  Río  Janeiro.) 

I 

(L')  «El  templo  del  Señor  está  enlutado— Puebla  su  espacio  fu- 
neral concento— Y  en  su  centro  de  cirios  rodeado— Elévase  pom- 
poso monumento. 

II 

«  Los  ámbitos  del  aire,  la  campana— Con  su  tañido  funerario 
llena— Y  en  vibración  periódica  y  cercana— El  estampido  del  ca- 
ñón resuena. 

III 

cVése  afluir  al  místico  recinto— Turba  procaz  de  hipócrita  en- 
trecejo—Donde al  destello  del  pudor  extinto— Sucediera  diabólico 
reflejo. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  365 

El  Senador  doctor  don  Enrique  Muñoz — en 
nombre  de  la  dignidad  nacional  -formuló  enérgica 
condenación  contra  aquellas  ceremonias  humi- 
llantes. 

El  doctor  don  Fermín  Ferreyra  y  Artigas,  como 
protesta  elocuente,  pidió  se  diera  cumplimiento  al 
decreto  del  Gobierno  de  la  Defensa  que  mandó 
erigir  una  columna  simbólica  en  el  lugar  donde 
cayó  Marcelino  Sosa  atravesado  por  una  bala  de 
cañón  disparada  desde  las  baterías  de  Rosas. 


<  Quién  es  el  procer,  el  patriota,  el  hombre— Que  esa  apoteosis 
funeral  recibe?  — Cuál  es  su  gloria,  su  blasón,  su  nombre?  — Un 
parricida  1  .. .  un  asesino  1...    Oribe. 

VI 
«  Y  permites,  Señor,  que  así  se  ofenda— Con  sacrilega  pompa  tu 
santuario— Sin  que  estalle  tu  cólera  tremenda— Y  fulmine  al  pro- 
tervo temerario  ? 

VII 

»  Y  peimites,  Señor,  que  en  este  día — Se  aliente  la  maldad  con 
tal  ejemplo — Sin  que  en  la  frente  de  la  turba  impía— Se  desplomen 
las  bóvedas  del  templo  ? 

IX 
«  Horrible  sacrilegio  !  — En  el  recinto  mismo— Que  rechazó  nueve 
años— Su  bárbaro    poder — Por    premio  á  tanta  gloria— Constancia 
y  heroísmo— Tribútanse  ho}"  honores — Al  vándalo  de  ayer. 

X 
•  Horrible  sacrilegio  !  -  Los  manes  de  \'arela— Demandan  el  cas- 
tigo de  su  asesino  vil— Y  el  llanto  de  mil  madres — Y  huérfanos  aún 
cuela...  — \'  le  levanta  altares  la  adulación  servil!  ... 

XI 

«Horrible  sacrilegio  !^La  cólera  divina— Más  tarde  ó  más  tem- 
prano—Tremenda  estallará— \'  el  brazo  que  hoy  tirante— Tu  vo- 
luntad domina— Con  implacable  rayo— Oh  pueblo!  trozará... 

«  Heraclio  C.  Fajardo. » 


366  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Dominado  por  viva  indignación,  escribía  estas 
palabras: 

Desgraciado  país  donde  se  pospone  indigna- 
mente á  un  héroe  y  se  levantan  trofeos  á  un 
bandido!  . .  .  .  > 

En  Buenos  Aires,  donde  gobernaban  los  ele- 
mentos sanos  y  cultos  del  viejo  partido  unitario 
y  el  pueblo  respiraba  un  ambiente  saludable,  se 
levantó  unánime  protesta. 

Mitre  declaró  que  la  indignación  pública  en 
Montevideo,  en  la  impotencia  para  levantar  una 
horca  al  criminal,  había  tenido  que  dejarlo  morir 
tranquilamente. . . . 

Mármol,  haciéndose  intérprete  del  sentimiento 
popular,  escribía: 

Si  no  alzamos  la  voz  todos  los  hombres  de 
corazón  para  estigmatizar  el  escándalo  que  acaba 
de  dar  un  gobierno  del  Río  de  la  Plata,  con  el 
andar  del  tiempo  todos  seríamos  comprendidos 
en  él ...  . 

La  historia  entera  de  América,  tan  fecunda  en 
episodios  bárbaros  y  sangrientos,  no  tiene  un 
solo  hombre  con  quien  comparar  á  don  Manuel 
Oribe. 

No  era  un  tirano  en  la  inteligencia  política 
de  esta  palabra,  porque  no  tenía  ni  sistema  ni 
acción  propia. 

No  era  un  caudillo,  porque  abandonado  á  sus 
propios  recursos  era  impotente  y  rudo. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  367 

No  era  un  verdugo,  porque  era  más  que  un 
verdugo :  mataba  por  orden  y  mataba  por  gusto. 

Era  una  especie  de  fenómeno  que  no  tiene 
clasificación. 

Si  estuviéramos  en  los  tiempos  de  las  leyen- 
das escocesas  dinamos  que  la  tierra  Argentina  y 
Oriental  brota  sangre  en  ciertos  días  del  año 
por  las  huellas  que  dejó  la  planta  de  Manuel 
Oribe! 

Y  sin  embargo,  al  ejecutor  de  tantos  hechos 
atroces,  de  sorprendente  barbarie,  es  al  que  se 
decretan  honores,  porque  ha  muerto. 

Para  la  República  Argentina  no  ha  muerto. 

Para  la  República  Oriental  no  ha  muerto  tam- 
poco. 

El  Cerrito  está  allí;  y  entre  la  oscuridad  de 
la  noche  se  ha  de  divisar  quizá  el  brazo  de  Oribe 
enclavando  en  su  cúspide  la  bandera  de  Rosas, 
con  que  traía  á  su  patria  la  conquista  y  la  es- 
clavitud, el  asesinato  y  el  robo  y  la  barbarie  y 
el  vicio  organizados  en  sistema. 

Montevideo  no  ha  muerto;  y  honrar  á  Oribe 
es  deshonrar  la  gloria  eterna  de  esa  Troya  del 
Plata. 


Glorificar  á  Oribe  y  glorificar  á  la  Defensa 
sería  como  hacer  una  apoteosis  á  los  nombres 
unidos  de  Várela  y  Cabrera. 


363  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

<  Felizmente  para  la  dignidad  humana  y  para 
la  historia  del  Río  de  la  Plata,  esas  tentativas  ais- 
ladas de  rehabilitación  se  estrellan  y  se  rompen 
contra  el  muro  de  la  conciencia  pública. 


<  Quizá  de  muerto  ha  de  ser  tan  funesto  como 
de  vivo;  y  los  que  pretenden  glorificar  su  me- 
moria, no  habrán  conseguido  sino  hacerla  más 
odiosa  al  juicio  de  la  posteridad.  » 


La  producción  de  los  últimos  sucesos  llevó  á 
los  hombres  de  la  Defensa  á  una  situación  excep- 
cional. 

Vacilaron  entre  optar  por  la  inacción  — que  los 
pondría  en  el  caso  de  esperar  el  desarrollo  de 
los  acontecimientos  — y  la  prosecución  de  los  tra- 
bajos de  reorganización  que  los  expondría  á  las 
persecuciones  del  oficialismo. 

Éste,  cada  vez  más  ensoberbecido,  se  esforzaba 
por  hacer  al  país  cómplice  de  sus  atentados. 

Largas  listas  eran  enviadas  desde  campaña  cu- 
biertas de  nombres,  firmadas  por  los  caudillejos 
locales,  los  delegados  militares  y  de  policía,  los 
antiguos  elementos  oribistas  y  una  cantidad  in- 
mensa de  sujetos  sin  responsabilidad,  analfa- 
betos en  su  mayor  parte, '  aplaudiendo  la  con- 
ducta del  Gobierno  y  la  energía  desplegada  en 
frente  de  la  actitud  de  los  enemigos  déla  fusión: 
procedimiento  muy  rosista,  que  procura  la  justi- 


CARLOS  ONETO  V    VIANA  36g 

ficación  de  los  crímenes  en  la  sanción  de  la  masa 
anónima  é  inconsciente  '  que  ya  se  había  puesto 
en  práctica  en  1855  para  prestigiar  la  obra  nefanda 
del  Pacto  de  la  Unión,  y  que  más  de  una  vez 
se  había  de  emplear  en  épocas  posteriores  para 
justificar  grandes  atentados. 

La  política  fusionista  arrastraba  todo  consigo, 
dándole  al  orden  de  cosas  existente  un  carácter 
cada  día  más  odioso. 

Con  el  militarismo  corrompido  de  la  época  se 
formó  la  Guardia  Sagrada  de  Salvación  Pública, 
remedo  de  la  Sociedad  Popular  Restauradora  de 
Buenos  Aires,  que  tenía  de  jefe  honorario  al 
Presidente  Pereyra  con  el  grado  de  Coronel ;  de 
jefe  efectivo  á  don  Anacleto  Medina,  en  calidad  de 
Sargento  Mayor;  al  Inspector  de  Armas  de  Ayu- 
dante; á  los  Brigadieres  Generales  don  José  Brito 
del  Pino  y  don  Juan  Antonio  Costa,  de  capita- 
nes de  compañía;  como  cabos  y  sargentos,  los 
Tenientes  Coroneles  y  Mayores  que  eligiera  el 
Jefe  del  Estado,  y  de  soldados  á  toda  la  falange 
del  escalafón  militar  que  se  prestara  á  aquella 
ignominia    -  . 

(\)  Rosas  muchas  veces  se  aprovechó  de  ese  procedimiento. 
Las  facultades  extraordinarias  que  se  atribuía  eran  prestigiadas 
por  listas  que  venían  de  todos  lados  cubiertas  de  firmas  recolec- 
tadas por  sus  secuaces. 

(2)  «Artículo  1."  Formase  una  Guardia  de  Salvación  PítbUca 
con  el  título  de  «Guardia  de  la  Constitución»  en  honor  y  apoj'o 
del  Presidente  de  la  República. 

«Art.  2."  La  Guardia  de  la  Constitución  se  reunirá  en  cuerpo' 
formando  dos  compañías. 

24 


370  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


En  esos  momentos  había  llegado  á  Montevideo 
don  Venancio  Flores. 

Su  presencia  después  de  las  últimas  medidas 
tomadas  por  el  Gobierno,  cuando  la  población  se 
encontraba  bajo  la  impresión  dolorosa  que  pro- 
dujeron los  homenajes  á  Oribe,  fué  comentada 
contradictoriamente. 

Se  le  invitó  á  una  reunión  de  los  conservadores, 
que  tuvo  lugar  en  la  casa  de  César  Díaz  el  15 
de  Noviembre. 

«La  primera  se  denominará  «  de  la  Ley»  y  la  segunda  «del  Go- 
bierno ». 

«Art.  3."  Esta  Guardia  Sagrada  tendrá  por  jefe  en  calidad  de 
Coronel  al  Presidente  de  la  República.  Por  segundo  Tefe  en  clase 
de  Sargento  Mayor,  al  Brigadier  General  don  Anacleto  Medina. 
Por  Aj'udante,  al  Jefe  del  Estado  Mayor  General,  3"  por  aban- 
derado al  Teniente  Coronel  don  Salvador  García. 

«  Art.  4.»  La  Compañía  de  la  Ley  tendrá  por  Capitán  al  señor 
General  don  José  Brito  del  Pino. 

«La  Coiupariia  del  Gobierno  tendrá  por  Capitán  al  (¡eneraldon 
José  Antonio  Costa. 

«Art.  5."  Los  demás  señores  subalternos  oficiales  de  las  compa- 
ñías serán  nombrados  por  S.  E.  y  elegidos  entre  la  clase  de  Co- 
roneles de  la  lista  general  de  la  Guardia, 

«Los  señores  subalternos  Cabos  y  Sargentos  serán  elegidos  por 
S.  E.  entre  la  clase  de  Tenientes  Coroneles  y  Sargentos  Mayores. 

« Art.  6."  Los  demás  Jefes  y  Oficiales  serán  todos  soldados  de  la 
Guardia  de  honor  de  la  Constitución.] 

«Art.  7."  La  Guardia  de  honor  llevará  una  bandera  sencilla  de 
la  Patria. 

«En  una  desús  fajas  blancas  se    escribirá: 

«  Guardia  de  honor  de  la  Constitución  y  del  Gobierno. 

«En  la  corbata:  Batallón  Sagrado. 

« Art.  8.°  La  bandera  de  que  habla  el  artículo  anterior  será  pre- 
sentada á  S.  E.  el  Coronel  del  Cuerpo  por  una  Comisión  de  Da- 
mas presidida  por  doña  Dolores  \"idal  de  Perej'ra  y  doña  Joaquina 
de  Requena. 

«Montevideo,  Xovierabre  13  de  18ó7. » 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


Su  asistencia  dio  mérito  á  que  se  le  juzgara 
dispuesto  á  tomar  participación  en  una  reacción 
saludable;  sin  embargo,  muy  pronto  la  estupe- 
facción se  apoderó  de  todos  con  la  lectura  del 
manifiesto  que  diera  á  sus  compatriotas. 

Don  Venancio  Flores  declaraba  que  el  Pacto 
de  unión  que  en  interés  de  la  Patria  había  ce- 
lebrado con  el  finado  General  don  Manuel  Oribe, 
necesitaba  más  que  nunca  su  dedicación  para  que 
aquél  fuera  una  realidad  '^\> 

(1  )  <  A  MIS  COMPATRIOTAS 

«  Obligado  por  asuntos  domésticos  y  ;í  instancias  de  mis  buenos 
amigos  á  regresar  á  la  Patria,  debo  una  explicación  de  mi  con- 
ducta. 

«  Yo  me  ausenté  con  la  resolución  formal  de  no  intervenir  en 
la  política  interna  de  mi  país. 

«  Aquel  llamamiento  me  señala  el  camino  que  debo  seguir. 

« El  Pacto  de  unión,  que  en  el  interés  de  la  Patria  celebré 
con  el  finado  General  don  Manuel  Oribe,  necesita  hoy  más  que 
nunca  de  mi  dedicación  para  que  aquél  sea  una  realidad. 

«  En  la  unión  de  todos  los  orientales  está  cifrado  el  porvenir  de 
la  República. 

«  Exento  de  ambiciones  bastardas,  yo  no  traigo  otras  preten- 
siones qus  la  de  depositar  mi  voto  con  los  de  mis  amigos  en  las 
urnas  electorales. 

«  Ese    voto  es  de  convicción  y  de  patriotismo,    porque  la  sitúa 
ción  del  país  exige  la  más  decidida  consagración  á  ese  acto, 

€  Los  Representantes  del  pueblo  que  vengan  en  este  raes  tie- 
nen una  gran  misión  que  cumplir. 

«El  examen  de  los  Tratados  con  el  Brasil,  cuya  discusión  ha 
suspendido  la  disolución  del  Cuerpo  Legislativo,  requiere  un  con- 
tingente de  patriotismo,  de  saber  y  sobre  todo  de  ese  puro  sen- 
timiento de  independencia  y  libertad  que  sostiene  el  escudo  de 
nuestras  armas. 

<  Trabajare,  pues,  por  que  ese  patriotismo  y  ese  saber  en  alas 
de  la  unión  de  todos,  sea  la  expresión  de  las  próximas  elecciones. 

«  Montevideo,  Noviembre  16  de  1857, 

<  Venancio  Flores.  > 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


El  caudillo  del  55  persistía  en  su  obra,  sin 
arredrarle  el  cuadro  pavoroso  que  tenía  á  su  vista, 
cuya  causa  generadora  no  había  sido  otra  que 
la  alianza  malhadada  del  11  de  Noviembre. 

Entretanto  la  política  de  fusión  seguía  elabo- 
rando sus  planes  para  dar  el  golpe  definitivo  al 
partido  de  la  Defensa. 

En  la  formación  de  las  nuevas  Cámaras,  que 
debía  verificarse  el  2Q  de  Noviembre,  estaba  la 
gran  solución. 

El  Club  de  la  Unión,  convertido  en  una  depen- 
dencia del  Ministerio  de  Gobierno,  fué  encargado 
de  la  combinación  de  candidatos  y  confección  de 
listas. 

Alejados  de  la  fusión  los  hombres  de  la  De- 
fensa, forzosamente  los  señalados  como  candida- 
tos viables  tenían  que  pertenecer  al  antiguo  partido 
blanco,  cuyos  hombres  eran  los  únicos  que  irían 
á  las  urnas. 

Para  salvar  las  apariencias  se  matizaban  las  lis- 
tas con  uno  que  otro  ex  florista  — sujetos  sin  va- 
limiento ó  de  esos  cuya  vida  había  sido  una 
constante  claudicación. 

Esto  explica  que  fusionistas  como  don  Manuel 
Herrera  y  Obes,  que  estaba  alejado  de  la  política 
militante,  dedicando  sus  energías  al  progreso  de 
la  Universidad,  de  la  que  había  sido  fundador, 
fuera  excluido  de  la  nómina  de  candidatos  para 
dar  cabida  á  los  que  prestigiaran  francamente  la 
gestión  del  Gobierno. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  373 


Se  cometía  además  la  deslealtad  de  incluir  en 
las  listas  nombres  consulares  como  los  de  don 
Joaquín  Suárez  y  doctor  don  José  Ellauri,  ciuda- 
danos que  de  ningún  modo  ingresarían  á  las  Cá- 
maras, cuidándose  especialmente  de  que  sus  su- 
plentes fueran  elementos  incondicionales  de  la 
situación. 

El  27  de  Noviembre  fué  nombrado  Ministro  de 
Hacienda  don  Federico  Nin  Reyes,  personaje  cons- 
picuo del  fusionismo. 

El  29  se  verificaron  las  elecciones,  de  las  que 
resultaron  nombrados  los  candidatos  del  Club  de 
la  Unión,  en  todos  los  Departamentos,  menos  en 
Minas. 

En  este  último,  los  agentes  oficialistas,  ex  floris- 
tas que  respondían  á  la  influencia  de  don  Erigido 
Silveyra,  defeccionaron,  resultando  electa  por  los 
elementos  colorados,  con  gran  estupefacción  de 
los  políticos  de  Montevideo,  una  trilogía  de  rebel- 
des: Juan  Carlos  Gómez,  el  doctor  don  José  Ma- 
ría Muñoz  y  el  doctor  don  Pedro  Bustamante. 

Por  el  Ministerio  de  Gobierno  se  dictó,  poste- 
riormente á  la  instalación  de  la  Legislatura,  una  re- 
solución por  la  que  el  P.  E.,  convertido  en  juez 
competente,  ordenaba  se  practicaran  nuevas  elec- 
ciones, porque  las  habidas  habían  sido  una  farsa 
de  elección  que  dio  por  resultados  el  nombramiento 
de  individuos  complicados  en  la  rebelión  ^^l^> 

(1;    Para  justificar  esta  resolución,  el   Gobierno    declaraba  que 
don  Erigido  Silvej-ra  había  expulsado  del  Departamento  á  ¡as  au- 


374        *  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Como  consecuencia  de  este  úkase,  la  política 
de  fusión  había  de  sustituir  á  los  tres  ilustres  ciu- 
dadanos por  nulidades  del  fusionismo. 


Los  atentados  del  Poder  fueron  siendo  cada 
vez  más  irritantes,  comprometiendo  más  y  más  la 
paz  pública. 

Era  un  reto  procaz  y  constante  á  todos  los  que 
no  sancionaran  su  conducta. 

El  6  de  Diciembre  comienzan  nuevamente  las 
prisiones. 

El  P.  E.  comete  la  monstruosidad  de  nombrar 
juez  encargado  especialmente  de  entender  en  el 
proceso. 

Los  juicios  en  comisión  están  expresamente 
prohibidos  por  la  Carta  Fundamental  ( artículo  110), 
precepto  sabio  que  tiene  por  fin  prevenir  las  gran- 
des iniquidades  que  podría  cometer  el  Poder  nom- 
brando á  determinados  sujetos  para  que  juzguen 
á  sus  enemigos. 

El  nombramiento  recayó  en  don  Salvador  Gar- 
cía, autor  del  proyecto  de  la  Guardia  Sagrada,  Fis- 
cal que  había  sido  del  ejército  de  Rosas. 

toridades  legales  con  el  fin  de  que  sus  agentes  liicictnn  á  su  vo- 
luntad las  elecciones. 

Esto  era  completamente  falso. 

Cuando  se  realizaron  en  ¡Minas  los  comicios,  el  Departamento  es- 
taba perfectamente  tranquilo. 

Posteriormente  A  las  elecciones,  el  coronel  -Silveyra  estuvo  en 
Montevideo,  respondiendo  al  llamado  del  Presidente.  Se  retiró  á 
campaña  para  rebelarse  en  los  días  14-15  de  Diciembre  de  1857. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  375 

Ya  no  había  política  posible  ante  la  actitud 
despótica  del  Poder  y  de  su  círculo....  ^^^^^ 

El  país  se  declaraba  en  franca  rebelión,  y  la 
política  fusionista,  en  vez  de  esforzarse  por  calmar 
el  espíritu  público  con  medidas  tranquilizadoras  que 
infundieran  confianza  y  dieran  esperanzas  de  cierto 
mejoramiento,  provocaba  reacciones  funestas  con 
sus  insensatos  decretos. 

El  15  se  le  dan  los  pasaportes  á  César  Díaz, 
ordenándole  el  Jefe  de  Estado  Mayor  que  en  bre- 
ves horas  abandonara  el  país. 

El  Gobierno  cometió  la  indignidad  de  estable- 
cer en  el  pasaporte  la  cláusula  de  que  había  sido 
solicitado  por  quien  era  expulsado  sin  motivo 
justificado  y  sólo  para  satisfacer  las  exigencias 
de  los  primaces  de  la  fusión. 

El  soldado  de  Caseros  rechazólo  con  altivez,  sin 
perjuicio  de  marchar  resignadamente  al  destierro  -K 


( 1 ;    Del  doctor  don  Fermín  Ferreyra  y  Artigas. 

(2)    «El  General  César  Díaz. 

«El  Jefe  del  E.  M.  G.  me  ha  intimado  personalmente,  en  nom- 
bre del  Superior  Gobierno,  la  orden  de  embarcarme  dentro  de 
breves  horas  para  Buenos  Aires,  entregándome  al  mismo  tiempo 
un  pasaporte  en  el  que  aparece  la  cláusula  de  haber  sido  solici- 
tado por  mi. 

«Como  esto  último  no  es  exacto,  sino  que  por  el  contrario  soy 
arrancado  del  país  contra  mi  voluntad,  sin  motivo  justificado,  y 
compeüdo  á  pasar  al  extranjero,  devuelvo  el  expresado  pasaporte, 
sin  perjuicio  de  dar  puntual  y  entero  cumplimiento  á  la  orden  del 
Gobierno  que  me  fué  trasmitida  por  e!  Jefe  del  Estado  Mayor  Ge- 
neral. 

«  Dios  guarde  á  \'.  E.  muchos  años. 

«  César  Díaz. 
«Excmo.  señor  ^linistro  de  Guerra  v  Marina.» 


376  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

El  mismo  día  se  libran  nuevas  órdenes  de  pri- 
sión contra  los  hombres  de  la  Defensa. 

Primero  fueron  aprehendidos  don  Santiago  La- 
vandera, don  Juan  Crisóstomo  Vázquez  y  Hera- 
clio  Fajardo,  siendo  inmediatamente  conducidos  al 
vapor  Constitución  que  debía  partir  para  Bue- 
nos Aires.  Al  comandante  del  buque  se  le  ordenó 
que  permaneciera  en  el  puerto  hasta  tanto  la  au- 
toridad embarcara  á  todos  los  que  iría  resolviendo 
fuesen  desterrados. 

No  faltó  quien  hiciera  la  reflexión  de  que  el 
Gobierno  debía  aprovechar  la  oportunidad  y  com- 
prar el  Menay  >  ó  el  Pampero  ,  buques  anun- 
ciados en  venta,  reservando  su  adquisición  para 
el  servicio  de  los  destierros,  que  podría  de  ese 
modo  ser  establecido  con  toda  comodidad  y  fá- 
cilmente dos  veces  por  semana. 

El  día  16  fueron  aprehendidos  don  César  Orsini 
—  redactor  de  //  Sospiro  dell" Esule,  republicano  ita- 
liano expulsado  de  su  país  por  su  admiración  á 
la  figura  genial  deMazzini;  don  Juan  Manuel  de 
la  Sierra,  Administrador  y  propietario  de  El  Na- 
cional; don  Juan  Nepomuceno  Madero,  propieta- 
rio de  El  Comercio  del  Plata  (su  redactor  el  doc- 
tor don  Miguel  Cañé  ya  se  había  embarcado  para 
Buenos  Aires  el  12);  don  R.  Reynaud,  editor  de 
El  Sol  Oriental,  asestándose  así  golpe  seguro  á 
la  prensa. 

Se  les  condujo  también  al     Constitución   . 

En  seguida  fueron  conducidos  igualmente  don 


CARLOS  OXETO  Y   VIAXA  377 

Antonio  Bové,  don  José  María  Cabot,  don  Mau- 
ricio Zavalla,  don  Manuel  Pagóla,  don  Felipe  Bap- 
tista,  y  momentos  antes  de  partir  el  buque,  don 
Serafín  Olivera. 

El  Constitución  /  salió  el  17  con  el  carga- 
mento de  desterrados. 

Estas  medidas,  que  acusaban  las  ideas  criminales 
de  los  hombres  del  Gobierno,  llenaron  de  estupor 
á  la  población. 

Al  anuncio  de  rebelión  el  Presidente  de  la  Re- 
pública llama  á  los  cuarteles  á  la  Guardia  Nacio- 
nal de  la  Capital  ' '  encargando  de  su  comando 
á  don  Jaime  Illa  y  Viamont  y  don  Lesmes  Bas- 
tardea, ambos  del  Cerrito,  el  segundo  oriundo  de 
España,  individuo  siniestro,  reaccionario,  antiguo 
soldado  del  despotismo,  que  después  de  defender 
en  su  país  la  causa  del  oscurantismo  y  la  opre- 
sión, vino  al  Río  de  la  Plata  á  luchar  por  el 
triunfo  de  la  barbarie,  no  sin  antes  defeccionar  del 
servicio  de  la  libertad  ^-\ 

(1;  El  Jefe  de  la  (¡uardia  Nacional  proclamó  á  su  legión  con 
una  arenga  bélica,  diciendo  «  que  el  puesto  de  honor  estaba  en 
los  cuarteles.» 

Los  órganos  fusionistas  declaraban  que  aquel  bravo  había    ha 
blado  á  sus  soldados  como  lo  harían  Nclsoii  y  JVapolci'm. 

(  'J)  «  DECRETO 

« -Ministerio  de  Guerra  y  Marina. 

«  Montevideo,  Diciembre  16  de  IS'w 
«  El  Presidente  de  la  República  acuerda  y 

<  decreta: 
«  Artículo  1."  La  G.    X.    de  1.  de    la  Capital  y  sus  suburbios  es 
llamada  al  servicio  de  este  día 


37S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

No  bien  se  produjo  el  primer  amago  de  pro- 
testa armada,  la  política  de  fusión,  en  nombre  de 
la  moral,  del  derecho,  de  la  justicia,  de  la  causa 
pública,  da  el  golpe  de  gracia  á  la  prensa,  cali- 
ficando de  cómplices  de  la  rebelión  á  los  redacto- 
res, editores  é  impresores  de  las  publicaciones  anár- 
quicas que  excitaren  los  rencores  de  los  viejos  par- 
tidos. 

Á  los  pocos  días  eran  cerradas  las  oficinas  de 
El  Nacional. 

Y  en  tanto  que  los  órganos  fusionistas  llena- 
ban sus  columnas  con  denuestos  dirigidos  á  los 
hombres  de  la  Defensa,  El  Comercio  del  Plata 
informaba  á  sus  lectores  de  la  entrada  y  salida 
de  los  buques,  de  la  variación  del  precio  de  los 
frutos  y  del  permanente  conflicto  de  las  poten- 
cias en  el  Extremo   Oriente. 


«  Art.  2."  Compuesta  de  dos  batallones,  como  antes  estaba  dis- 
puesto, el  primero  será  de  los  ciudadanos  á  quienes  les  comprenda 
la  ley  de  enrolamiento,  y  se  formará  de  los  de  esta  ciudad  ;  el 
segundo  será  de  pardos  y  morenos  y  tendrá  su  residencia  en  la 
Villa  de  la  Unión. 

«Art.  3."  El  Jefe  natural  de  toda  la  G.  X,  lo  será  el  Comandante 
don  Jaime  Illa  y  Viamont,  y  del  '1."  batallón  el  Teniente  Coronel 
don  Lesmes  Bastarrica. 

«  Art.  4.°  Publíquese,  comuniqúese. 

«  Pkruyra. 
«  Carlos  de  San  Vicente.  » 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  379 


La    rebelión   tenía  fatalmente   que    producirse. 

Sin  embargo  entiendo  que  era  una  insensatez, 
desde  que  el  partido  de  la  Defensa  no  estaba  en 
condiciones  para  las  reivindicaciones   armadas. 

Había  sufrido  demasiado. 

Desde  1854,  acciones  y  reacciones  deplorables 
venían  minándolo. 

Á  raíz  de  la  elección  presidencial  del  General 
Flores  se  produjo  la  anarquía.  Los  conservadores 
no  quisieron  hacerse  solidarios  de  las  arbitrarie- 
dades ni  de  las  intransigencias  partidarias  del 
Gobierno  militar  y  siguieron  á  Melchor  Pacheco 
y  Obes,  alejándose  de  la  situación. 

Más  tarde,  el  amor  á  la  concordia  y  á  los  prin- 
cipios los  llevó  á  tomar  las  armas.  La  revolución 
de  Agosto  fué  de  resultados  desastrosos.  Prepa- 


330  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

ró  el  camino  para  los  sucesos  que  se  desarrolla- 
ron posteriormente. 

El  Pacto  de  la  Unión  se  encargó  de  comple- 
tar la  ruina.  Aliados  Flores  y  Oribe  ametrallaron 
á  los  hombres  de  la  Defensa. 

Las  jornadas  luctuosas  de  Noviembre  no  fue- 
ron otra  cosa  que  una  matanza  cruel  de  elemen- 
tos útiles  y  sanos  sacrificados  á  la  prepotencia 
del  caudillaje. 

El  triunfo  de  don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  im- 
puesto por  Oribe,  vino  á  constituir  una  derrota 
para  todos  los  hombres  del  Sitio,  inclusos  los  ele- 
mentos floristas  aliados  de  aquél. 

Triunfante  el  candidato  del  Pacto,  los  conser- 
vadores procediendo  con  bondad  de  propósitos 
y  celo  patriótico,  supieron  ofrecerle  su  concurso 
para  destruir  el  influjo  funesto  de  Oribe. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  inspirándose  en 
el  espíritu  que  presidió  la  celebración  del  Pacto, 
destinado  exclusivamente  á  destruir  á  los  con- 
servadores, prescindió  de  ellos,  aceptando  indig- 
namente la  cooperación  del  caudillaje  del  Cerrito, 
que  dirigido  por  Oribe  y  don  Bernardo  P.  Berro, 
se  había  declarado  en  franca  rebelión  contra  su 
acción  y  el  prestigio  de  su  autoridad. 

En  Diciembre  de  1857,  cuando  la  política  fu- 
sionista  buscando  el  coronamiento  de  su  obra,  de- 
portaba á  los  conservadores,  el  partido  de  la  De- 
fensa se  encontraba  en  una  situación  desespe- 
rante. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  3S1 


Rivera  y  Pacheco  ya  no  existían. 

El  prestigio  del  primero  lo  había  heredado  don 
Venancio  Flores.  El  uso  que  de  él  hizo  lo  sabía 
el  país. 

Desde  el  ostracismo  no  ejercía  el  caudillo  as- 
cendiente alguno  sobre  sus  antiguos  partidarios. 

Quedaba  como  personalidad  militar  culminante 
César  Díaz. 

Sin  embargo  el  soldado  de  Caseros  no  poseía 
ciertas  cualidades  que  habían  hecho  de  don  Ve- 
nancio Flores  jefe  de  partido. 

Hombre  culto,  ilustrado,  de  ciudad,  sin  vincu- 
laciones con  los  elementos  de  campaña,  su  pa- 
labra no  ejercía  gran  influjo  entre  los  hombres 
del  viejo  partido  riverista. 

La  política  fiisionisfa  había  además  arrastrado 
á  don  Anacleto  Medina,  nulidad  como  político, 
pero  elemento  militar  de  valía. 

Los  hombres  de  pensamiento  se  habían  anar- 
quizado. 

En  tanto  que  Juan  Carlos  Gómez  daba  la  nota 
más  alta  del  radicalismo  oponiéndose  al  triunfo 
de  una  política  que  juzgaba  funesta,  don  Andrés 
Lamas  convertido  en  un  situacionista  á  oiitmnce, 
instaba  á  sus  amigos  á  que  se  incorporasen  á 
la  fusión. 

Don  Manuel  Herrera  y  Obes  con  su  actitud 
de  absoluta  inacción,  profesando,  sin  embargo, 
platónicamente  ideas  fusionistas,  contribuía  á  im- 
fundir desconfianzas  y  desalientos  en  los  que  en 


3S2  BIBLIOTECA  DEL.CLUB  VIDA  NUEVA 

otro  tiempo  habían  visto  en  él  al  hombre  capaz 
de  encarnar  una  solución  salvadora. 

Don  Lorenzo  Batlle,  víctima  de  sus  conviccio- 
nes, habíase  esterilizado  durante  catorce  meses  en 
el  Ministerio,  vinculando  su  nombre  á  muchas 
arbitrariedades. 

Las  circunstancias  consignadas  habían  llevado 
al  partido  de  la  Defensa  á  una  situación  que  no 
le  permitía  acudir  á  las  armas. 

La  rebelión  era  absurda. 

El  Gobierno  tenía,  por  otra  parte,  á  su  dispo- 
sición elementos  poderosos. 

Contaba  con  el  caudillaje  y  los  elementos  del 
Cerrito,  sin  excepción  alguna;  con  algunos  caudi- 
llejos  colorados,  los  que  habían  perdurado  en  la 
traición  del  55;  con  algunos  militares,  ex  rive- 
ristas,  como  don  Anacleto  Medina  y  el  General 
don  José  Antonio  Costa,  firmante  del  Pacto;  con 
la  protección  que  le  prestara  Urquiza,  en  cambio 
de  los  odios  que  en  Montevideo  se  fomentaban 
contra  los  hombres  de  Buenos  Aires,  y  con  el 
apoyo  del  Gobierno  Imperial,  interesado  en  su 
triunfo,  porque  de  él  dependía  la  aprobación  del 
tratado  del  4  de  Septiembre. 

El  levantamiento  del  Coronel  Silveyra  en  Mi- 
nas fué,  pues,  una  empresa  temeraria  y  dispara- 
tada. 

Hostigado  y  perseguido,  don  Erigido  Silveyra 
comprendió  que  su  situación  era  imposible  pro- 
longarla. 


CARLOS  OXETO  Y   VIANA  383 


Juzgó  un  medio  de  eludir  la  persecución  de 
que  era  objeto,  levantando  el  estandarte  de  la 
rebelión. 

Su  acción  no  estaba  en  armonía  con  ningún 
plan  previamente  combinado,  ni  tenía  ramifica- 
ciones en  los  demás  Departamentos,  ni  obede- 
cía á  ninguna  orden  de  los  elementos  directores 
del  partido  de  la  Defensa. 

Una  vez  insurreccionado,  su  situación  vino  á 
ser  gravísima,  por  cuanto  la  perspectiva  que  podía 
ofrecerle  la  derrota,  tenía  que  ser  pavorosa. 

Su  actitud  tuvo  inmensa  é  inmediata  repercu- 
sión y  no  pudo  menos  de  ser  simpática  á  los 
que  sentían  constantemente  el  vejamen  y  la  opre- 
sión del  oficialismo. 

El  espíritu  de  solidaridad,  proveniente  no  sólo 
del  viejo  compañerismo,  sino  también  de  la  co- 
munidad en  la  desgracia,  excitó  á  los  hombres 
de  la  Guerra  Grande. 

Viéndolo  solo,  abandonado,  comprometido  en 
aquella  empresa  temeraria,  se  lanzaron  á  la  re- 
vuelta Isidro  Caballero,  islas,  Francisco  Tajes  y 
otros  cuantos.  Tajes,  absolutamente  extraño  á  to- 
dos los  sucesos,  se  había  alejado  al  Departamento 
del  Salto,  para  atender  asuntos  particulares. 

Espíritu  noble,  templado  al  calor  de  los  gran- 
des heroísmos,  capaz  de  todo  sacrificio,  tan  pronto 
enteróse  del  peligro  que  corrían  sus  amigos,  sin 
vacilaciones  ni  cavilosidades,  arrastrado  por  sus 
inclinaciones  generosas,  dejó  de  lado  sus  intere- 


38*  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

ses,  SU  familia,  sus  afecciones  y  buscó  su  incor- 
poración á  los  rebeldes. 

Aquellos  hombres  impulsados  puramente  por 
sus  sentimientos,  no  tenían  plan  ni   rumbos. 

Faltábanles  recursos  bélicos,  dinero,  hasta  direc- 
ción: cosas  indispensables  en  un  movimiento  de 
ese  género. 

Sin  jefe,  sólo  tuvieron  un  pensamiento,  que  fué 
para  César  Díaz,  la  figura  militar  más  descollante 
en  esos  momentos  del  partido  de  la  Defensa. 

Esto  significaba  además  una  protesta  contra  el 
predominio  del  caudillaje  del  Cerrito. 

En  César  Díaz  estaba  ante  todo  el  soldado  de 
Caseros. 

Entretanto  los  políticos  de  Montevideo  eviden- 
ciaban sus  condiciones  de  moralidad  poniendo 
en  persecución  de  los  rebeldes  á  don  Lucas  Mo- 
reno, don  Dionisio  Coronel  y  don  Bernardino  Olid, 
trinidad  siniestra,  cuyos  nombres  infundían  pavor 
á  las  gentes  pacíficas  de  campaña. 

Don  Lucas  Moreno,  nombrado  jefe  de  las  fuer- 
zas de  la  Colonia,  San  José,  Florida,  Soriano,  Du- 
razno, lanzó  su  proclama  de  corte  rosista,  en  la 
que  vació  todos  sus  sentimientos  perversos. 

Este  sujeto,  ávido  de  escenas  de  sangre,  exci- 
taba los  odios  de  los  suyos  hacia  los  enemigos, 
calificándolos  de  anarquistas  que  rechaza  nuestra 
sociedad,  que  pretenden  vivir  del  pillaje,  etc.  Y  con 
el  desembarazo  que  podía  permitirle  la  época, 
revelando  además  el  carácter  que  adquiriría  la  re- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  385 

presión,  declaraba:  Nuestro  honor,  nuestras  es- 
posas, nuestros  hijos,  nuestras  propiedades  se 
interesan  en  que  acudamos  á  la  voz  del  Gobierno, 
de  la  patria  y  de  la  ley ' '  . 

César  Díaz,  personalidad  conspicua  entre  los 
conservadores,  vinculado  estrechamente  á  los  re- 
beldes por  sus  antecedentes  y  por  su  actuación 
en  los  últimos  sucesos,  juzgó  imposible  declinar 
el  cargo  de  responsabilidad  que  se  le  ofrecía. 

Reunió  á  los  compañeros  de  ostracismo,  mani- 
festándoles su  resolución  de  correr  la  suerte  de 
sus  amigos. 

La  ¡dea  no  dejó  de  ser  bien  recibida  por  mu- 
chos de  ellos  — que,  lejos  de  meditar  serenamente 
sobre  su  gravedad  y  su  alcance,  dominados  por 
fuertes  pasiones,  sólo  pensaban  en  responder  con 

(1)  «  PROCLAMA 

«El  ciudadano  Lucas  ^Moreno,  coronel  de  caballería  de  linea, 
jefe  de  las  fuerzas  de  los  Departamentos  de  la  Colonia,  San  José, 
Florida,  Suriano,  Durazno,  á  los  Guardias  Xacionales  de  su  mando: 

«Ciudadanos:  La  defensa  de  la  Patria,  de  la  ley  y  del  Gobierno 
nos  llama  á  las  armas. 

♦  Nuestro  honor,  nuestras  esposas,  nuestros  hijos,  nuestras  pro- 
piedades se  interesan  en  que  acudamos  á  su  voz. 

«  Cumplamos  tan  sagrado  deber. 

«¡Ciudadanos!  De  un  lado  están  la  nación  entera,  su  tlobierno  y 
sus  leyes;  del  otro,  unos  pocos  anarquistas  que  rechaza  nuestra 
sociedad;  los  cuales  pretenden  vivir  del  pillaje  }•  de  las  revolu- 
ciones 

«Hagámoslos  entrar  en  su  deber;  aseguremos  la  paz  y  las  insti- 
tuciones, y  pronto  regresaremos  á  nuestros  hogares  á  gozar  de  la 
tranquilidad  que  tanto  precisa  el  país. 

«Colonia,  22  de  Diciembre  de  1S57. 

«  Lucas  Moreno. » 


386  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

violencias  á  las  agresiones  de  que  habían  sido 
víctimas. 

Por  otra  parte,  era  la  única  forma  de  poder  re- 
gresar al  país,  donde  tenían  sus  afecciones  y  sus 
intereses,  y  abandonar  el  destierro,  que  poco  tiempo 
después  se  volvería  penosísimo  por  la  falta  de 
medios  de  subsistencia. 

Juan  Carlos  Gómez  tuvo,  sin  embargo,  en  aque- 
llos momentos  la  clarovidencia  de  las  cosas. 

Manifestóse  resueltamente  contrario  á  una  cam- 
paña militar,  principalmente  á  toda  expedición 
armada  que  partiese  de  Buenos  Aires,  que  no  ha- 
ría sino  dar  armas  á  los  enemigos  sin  añadir  un 
ápice  de  fuerza  moral  ni  material  á  la  revolución.  > 

La  política  fusionista,  que  explotaba  en  contra 
de  los  conservadores  las  relaciones  que  éstos  man- 
tenían con  los  más  distinguidos  hombres  públi- 
cos porteños,  atribuyéndoles  insidiosamente  á  unos 
y  á  otros  propósitos  de  anarquizar  el  país  para  fa- 
cilitar el  triunfo  de  supuestos  planes  anexionis- 
tas, tendría  entonces  armas  poderosas  para  su  pro- 
paganda, fomentando  las  pasiones  populares  é 
hiriendo  el  sentimiento  nativo  de  nuestro  pueblo. 

Por  otra  parte,  el  Gobierno  de  Buenos  Aires 
que  estaba  en  un  pie  de  relaciones  muy  tirantes 
con  Urquiza,  aliado  natural  de  los  políticos  de 
Montevideo,  no  quería,  de  manera  alguna,  com- 
prometer su  estabilidad  en  aventuras  peligrosas 
y  se  obstinaba  en  permanecer  dentro  de  una  si- 
tuación de  perfecta  y  rigorosa  neutralidad. 


CARLOS  ONETO    Y  VIAN'A  3S7 

Juan  Carlos  Gómez  tenía  el  convencimiento  de 
que  la  rebelión  no  contaría  con  el  concurso  del 
Gobierno  y  de  que  era  absurdo  lanzarse  á  la 
lucha  con  enemigos  poderosos,  que  aunque  odia- 
dos por  el  país,  tenían  apoyo  en  elementos  de 
acción  y  sabrían  beneficiar  el  amor  por  la  paz,  sen- 
timiento siempre  arraigado  en  el  pueblo. 

César  Díaz,  que  no  estaba  en  el  caso  de  aten- 
der á  razonamientos  de  esa  índole,  por  cuanto 
sus  compromisos  con  los  revolucionarios  y  la 
misma  situación  de  éstos  no  le  permitían  aban- 
donarlos, reiteró  sus  manifestaciones,  declarando 
que   para  él  era  cuestión  de  honor  partir. 

Puesto  así  de  manifiesto  tan  firme  como  irre- 
vocable propósito  y  los  antecedentes  que  indu- 
jeron á  formarlo,  no  pudo  menos  Juan  Carlos  Gó- 
mez de  resignarse.  Siendo  así,  dijo,  no  hay  más 
remedio;  el  mal  está  hecho.  No  puede  usted  de- 
jar á  nuestros  amigos   . .  . 

Sin  embargo,  y  á  pesar  de  todo,  Juan  Carlos 
Gómez  persuadido  de  que  la  campana  militar  no 
podía  ser  de  resultados  favorables,  y  de  que  la  efi- 
cacia de  los  trabajos  fallaría  por  la  misma  calidad 
de  los  hombres  que  se  lanzarían  desde  allí,  se 
opuso  enérgicamente  á  que  la  expedición  se  ve- 
rificara en  la  forma  que  se  proyectaba,  que  era 
desembarcar  en  un  punto  de  la  costa,  cercano  á 
Montevideo,  para  obtener  la  incorporación  del 
cuerpo  revolucionario  en  acción. 


3SS  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Entendía  Juan  Carlos  Gómez  que  lanzarse  á 
nuestra  campaña  á  disputar  el  terreno  á  los  cau- 
dillos constituidos  en  Jefes  de  zonas  militares,  era 
absurdo.  Concibió  entonces  el  proyecto  temera- 
rio de  realizar  un  desembarco  en  el  puerto  de 
Montevideo,  ocupando  las  calles  de  la  ciudad. 
Juzgaba  que  todo  otro  plan  era  inaceptable,  por- 
que además  de  las  dificultades  insuperables  que 
tendrían  que  vencer  quienes  como  ellos  se  en- 
contraban exhaustos  de  recursos,  estaba  la  absoluta 
imposibilidad  de  apoderarse  después  de  la  Capi- 
tal. 

Desde  luego,  desembarcar  fuera  de  ella,  en  un 
punto  próximo,  para  conseguir  incorporaciones 
con  el  fin  de  asaltarla,  importaba  dejar  librada 
á  los  enemigos  la  defensa  de  Montevideo  y  sa- 
crificar, por  consiguiente,  á  los  amigos  de  aden- 
tro que  se  lanzaran  á  la  aventura,  arrastrados 
por  la  presencia  de  sus  compañeros  frente  á  la 
ciudad. 

César  Díaz  rechazó  absolutamente  esta  propo- 
sición. 

Estaba  evidentemente  en  lo  cierto,  sin  que 
esto  importe  decir  que  lo  estuviera  también  en 
sus  proyectos. 

Desembarcar  en  la  misma  ciudad  para  venir 
á  resolver  la  contienda  sobre  el  empedrado  de 
Montevideo,  era  plan  absurdo. 

No  se  haría  otra  cosa  que  reproducir  las  tristes 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


jornadas  de  Noviembre  del  55:  ser  ametrallados 
por  los  hombres  del  Pacto. 

Quedó  resuelto  el  desembarco  en  el  Cerro, 
donde  se  verificaría  la  incorporación  de  las  fuer- 
zas comandadas  por  Erigido  Silveyra,  Poyo,  Pa- 
rías, Caballero,  etc. 

César  Díaz  impuso  á  los  amigos  de  sus  ideas 
respecto  á  la  campaña,  y  no  tardó  en  alistar  la 
pequeña  expedición  que  se  compondría  de  los  ciu- 
dadanos desterrados  últimamente  y  de  unos  cuan- 
tos beneméritos  legionarios  garibaldinos,  soldados 
de  la  causa  de  la  civilización  en  el  Río  de  la 
Plata. 

Juan  Carlos  Gómez  declaró  que  no  aceptaba 
la  responsabilidad  de  lo  que  se  iba  á  hacer,  y 
dominado  por  sus  sentimientos  generosos  tuvo  el 
valor  de  exponerse  á  perder  la  admiración  que  por 
él  sentían  los  cruzados,  aconsejándoles  pruden- 
temente que  no  se  incorporaran  á  la  expedición 
porque  iban  á  ser  sacrificados. 

Fueron  estériles  las  tentativas  para  obtener  re- 
cursos bélicos  del    Gobierno    de    Buenos    Aires. 

Éste,  consecuente  con  la  conducta  adoptada 
desde  un  principio,  seguía  resuelto  á  no  promover 
conflicto  alguno  con  el  Gobierno  de  Paraná,  al 
que  se  dirigiría  el  de  Montevideo  implorándole 
« su  acción  y  apoyo  simultánea  ó  separadamente 
con  el  del  Brasil.  > 

Es  indudable,  no  obstante,  que  los  hombres 
dirigentes  de  Buenos  Aires  profesaban  profundas 


390  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

simpatías  por  la  causa  revolucionaria  y  deseaban 
ardientemente  su  triunfo,  porque  así  tendrían  en 
Montevideo  un  Gobierno  amigo  que  en  cualquier 
emergencia  no  vincularía  su  suerte  á  Urquiza, 
que  en  aquellos  momentos  era  el  enemigo  de  las 
libertades  y  bienestar  del  pueblo  argentino. 

Entretanto  en  Montevideo  los  elementos  gu- 
bernistas    se   disponían    á   la  defensa. 

Tomaron  medidas  extraordinarias  conducentes  á 
asegurar  el  triunfo,  muchas  de  ellas  arbitrarias  y 
humillantes  para  la  dignidad  nacional. 

El  Gobierno,  por  decreto  del  !.«  de  Enero,  llamó 
á  todos  los  jefes  y  oficiales  de  línea  residentes 
en  la  Capital  y  en  la  campaña,  dándoles  un  término 
prudencial  para  que  se  presentaran  al  Jefe  de  Ar- 
mas, que  era  el  Brigadier  General  don  José  An- 
tonio Costa. 

Los  que  desobedeciesen  al  llamado  serían  con- 
siderados desertores,  borrados  de  la  lista  militar 
y  sujetos  á  las  penas  de  ordenanza  (i). 

(1)    «Ministerio  deCuerra  y  ^Marina. 

♦  ^Montevideo,    Enero  L°  de  1858. 
<E1  Gobierno,  en  acuerdo  de  esta  fecha,  decreta: 

«  Artículo  L°  Todos  los  jefes  y  oficiales  del  Ejército  de  línea 
afectos  al  E.  M.  G.  Pasivo,  residentes  en  la  Capital,  se  presenta- 
rán al  señor  Jefe  de  las  Armas  en  el  término  de  48  horas,  desde 
la  publicación  de  este   decreto. 

«  Art.  -."  Los  residentes  en  los  Departamentos  del  interior  que 
no  estuvieren  desempeñando  empleos  civiles  ó  militares,  se  pre- 
sentarán al  señor  Comandante  (ieneral  de  Armas  dentro  del  tér- 
mino de  15  días. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  301 


Concedióse  licencia  con  el  carácter  de  temporal 
—  que  sería  una  separación  definitiva  — al  Ministro 
de  Guerra  y  Marina  don  Carlos  de  San  Vi- 
cente, entusiasta  fusionista  que  había  sido  de  los 
defensores  de  la  Nueva  Troya,  hombre  anciano  y 
enfermo  que  no  podía  atender  cumplidamente  su 
cargo,  para  reemplazarlo  por  el  Jefe  del  E.  M.  G. 
don  Andrés  A.  Gómez,  elemento  del  Cerrito. 

Para  ocupar  el  puesto  que  quedaba  vacante, 
fué  nombrado  don  Pedro  P.  Bermúdez.  (Enero 
3  de  1858.) 

Desembarcaron  fuerzas  navales  inglesas,  fran- 
cesas, americanas,  españolas,  brasileras,  á  ins- 
tancias del  Gobierno  con  el  pretexto  de  pro- 
teger los  bienes  y  las  personas  de  los  extranjeros  >, 
las  que  ocuparon  puntos  convenientes  en  distintos 
parajes  de  la  ciudad. 

Se  libró  orden  de  nuevas  prisiones,  entre  otras 
la  del  Brigadier  General  don  Enrique  Martínez, 
padre  político  de  César  Díaz,  y  la  de  don  Jacobo 
D.  Várela,  persona  respetable  que  se  había  dis- 
tinguido por  su  abnegación  al  lado  del  doctor 
Teodoro  Miguel  Vilardebó  en  los  momentos  do- 
lorosos por  que  atravesaba  Montevideo  cuando 
la  fiebre  amarilla,  y  que  para  la  situación  tenía  el 


c  Art.  3.°  Los  que  no  obedecieren  las  disposiciones  anteriores 
serán  considerados  como  desertores  del  Ejército,  borrados  de  la 
lista  militar  y  sujetos  á  las  penas  de  ordenanza. 

<  Pereyra. 
€  Andrés  A.  Gómez.  ^ 


392  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

delito  de  ser  hermano  del  doctor  don  Fiorencio 
Várela. 

El  4  de  Enero  el  P.  E.  declara  por  decreto  en 
estado  de  sitio  á  la  Capital    ^  . 

En  consecuencia  la  autoridad  policial  dictó  una 
serie  de  disposiciones  que  se  caracterizan  por  su 
brutalidad. 

Todo  habitante  de  la  ciudad  que  tuviera  armas 
de  munición  debía  presentarlas  al  Departamento 
de  Policía  en  el  término  de  24  horas. 

El  que  no  lo  hiciera  sería  expulsado  del  país. 

Se  prohibió  franquear  la  línea  llamada  de  cir- 
cunvalación^ una  vez  practicada  la  descubierta. 

Después  de  la  puesta  del  sol  quedaba  impe- 
dido el  acceso  á  la  ciudad.  Tampoco  se  podía 
salir. 

Á  las  ocho  de  la  noche,  toda  puerta  que  diese 
á  la  calle  debía  estar  cerrada. 

Montevideo  á  esa  hora  tomaba  el  lúgubre  as- 
pecto de  una  ciudad  abandonada. 

Ya  se  habían  dictado  días  anteriores  medidas 
de  excesivo  rigor. 

Todo  individuo  que  entrase  al  Departamento  de 

(1)     <  Ministerio  de  Guerra  y  Marina. 

€  Montevideo,  Enero  4  de  1858. 

«Articulo  I."  El  P.  E.  ha  acordado  y  decreta: 

<  Declárase  en    estado  de  sitio  á  la    Capital    de  la  República. 

«  Art.  '2."  Publiquese  por  edictos  }•  por  los   periódicos,   comuní- 

quese  y  dése  al  Libro  Competente. 

«  Pkreyra. 

<  \oaq)tin  Requena. — Andrés  A.  Gomes.. — 

Federico  Xin  Reyes. » 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  393 


Montevideo,  por  mar  ó  por  tierra,  debía  presen- 
tarse á  la  Oficina  Central  de  Policía,  los  prime- 
ros en  ei  término  de  dos  horas,  los  segundos  en 
el  de  cuatro  horas. 

Todo  habitante  de  Montevideo  que  recibiese 
huéspedes,  quedaba  obligado  á  dar  inmediata- 
mente aviso  á  la  Policía. 

Los  dueños  de  casa  debían  igualmente  avisar 
si  el  huésped  ó  inquilino  se  mudaba.  Y  en  este 
caso  hasta  se  imponía  á  los  ciudadanos  que  se 
convirtieran  en  espías,  pues  debían  además  de- 
nunciar la  nueva  casa  y  barrio  donde  se  trasla- 
dara la  persona  que  había  sido  su  huésped  ó  in- 
quilino   '  . 

El  mismo  día  4  fué  reemplazado  en  la  Cartera 
de  Gobierno  y  Relaciones  don  Joaquín  Requena 
por  el  doctor  don  Antonio  de  las  Carreras,  hom- 

(1)  « EDICTO   DR    POLICÍA 

<  El  Jefe  Político  \'  de  Policía,  con  anuencia  superior  previene: 
c  I."  'J'odos  los  individuos    que  desde    esta    fecha  entrasen  en  el 

Departamento  de  Montevideo,  por  mar  ó  por  tierra,  se  presenta- 
riin  en  la  oiicina  Central  de  Policía,  los  primeros  dentro  del  ter- 
mino de  dos  horas  y  los  segundos  de  cuatro  horas 

«  i.°  Todos  los  habitantes  del  Departamento  de  Montevideo  que 
reciban  huéspedes,  darán  inmediatamente  aviso  á  la  Policía. 
Los  dueños  de  casa  avisarán  igualmente  si  el  huésped  ó  inquilino 
se  mudara,  designando  la  casa  y  el  barrio  á  donde  lo  verifiquen. 

<  3." 

<  4."  Los  que  contravinieren  á  las  disposiciones  del  presente 
edicto,  quedan  sujetos  al  procedimiento  rigoroso  que  el  "caso  de- 
mande  

«.Montevideo,  Diciembre  28  de  1857. 

«  Luis  de  Herrera.  » 


394  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


bre  enérgico,  inteligente,  de  carácter  inflexible,  par- 
tidario de  las  medidas  extremas,  vinculado  espe- 
cialmente á  los  personajes  más  conspicuos  del 
Cerrito,  desde  1853,  principalmente  á  don  Bernardo 
P.  Berro  y  al  doctor  don  Cándido  Juanicó. 

El  nuevo  Ministro  profesaba  odio  á  los  con- 
servadores, y  no  influyó  poco  esta  circunstancia 
para  que  se  le  llamara  á  aquel  alto  puesto. 

Hombre  joven  é  intransigente,  era  el  indicado 
para  hacer  prácticos  los  ideales  de  la  política ///- 
sionista. 

Su  primer  acto  fué  un  manifiesto  que  apareció 
firmado  por  el  Presidente  de  la  República  y  el 
Ministerio,  dirigido    á  los  residentes   extranjeros. 

Temió  la  fusión  que  los  antiguos  legionarios 
franceses  é  italianos  tomaran  partido  con  la  causa 
revolucionaria,  y  para  prevenir  cualquier  pronun- 
ciamiento, el  P.  E.,  después  de  anatematizar  á  la 
rebelión,  declaraba  que  la  voz  y  el  ejemplo  de 
los  honrados  y  buenos  extranjeros  debían  servir 
á  obstar  al  extravío  funesto  y  criminal  á  que  al- 
gunos pocos  habían  sido  arrastrados  por  el  in- 
terés del  oro. 

Mientras  tanto  en  Buenos  Aires  se  ultimaban 
los  preparativos  revolucionarios. 

Faltaba  aún  un  elemento  indispensable,  que  era 
el  medio  de  transporte. 

César  Díaz  venció  finalmente  esa  dificultad  con- 
tratando bajo  toda  reserva  con  un  armador  ita- 
liano la  goleta    <  Maypú      de  propiedad  del  Go- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  395 

bierno  argentino,  pero  que  por  razones  de  eco- 
nomía la  había  desarmado,  lo  mismo  que  otros 
buques,  y  estaba  desde  1855  en  manos  de  par- 
ticulares arrendatarios. 

La  vigilancia  establecida  por  las  autoridades  en 
la  costa,  hacía  difícil  la  partida  de  la  expedición ; 
sin  embargo,  había  que  precipitarla,  no  sólo  por- 
que se  dictaron  medidas  para  disolverla,  sino  tam- 
bién porque  era  apremiante  la  situación  del  cuerpo 
revolucionario  en  campaña. 

Enterado  el  Gobierno  porteño  del  arrendamiento 
de  la  «  Maypú  y  de  que  zarparía  en  el  día  con 
la  expedición,  libró  orden  á  la  Comandancia  de 
Marina  para  su  apresamiento. 

Un  aviso  dado  á  tiempo  á  César  Díaz  por 
Héctor  F.  Várela,  en  quien  los  conservadores  habían 
depositado  plena  confianza,  haciéndolo  sabedor 
de  sus  planes,  evitó  desgraciadamente  que  fuera 
impedida  la  partida  ' '  \ 

Abandonaron  el  puerto  el  día  3  á  las  3  y  1  2 
de  la  tarde. 

( 1 }    c  Señor    General  don  César  Díaz. 
<  Mi  querido  general  y  amigo  : 

«Me  avisan  en  estos  momentos  que  el  (jobierno  va  á  mandar 
orden  á  la  Capitanía  del  Puerto  para  suspender  la  salida  de  la. 
« Maypú ». 

«  Creo,  General,  que  si  esto  llegara  á  suceder,  la  causa  se  cu- 
briría de  ridículo.  Por  esto  es  que,  contando  con  la  confianza  que 
usted  se  ha  servido  dispensarme  confiándome  sus  planes  respecto  á 
la  revolución,  me  permito  aconsejarle  que  se  haga  á  la  vela  in- 
mediatamente, para  evitar  los  desagrados  á  que  pudiera  dar  lugar 
la  detención  de  la  «  Maypú  >. 


396  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Formaban  apenas  una  legión  de  75  hombres, 
que  venían  al   sacrificio. 

Así  que  hubieron  desembarcado  el  día  6,  en  el 
saladero  Lafone,  se  verificó  la  incorporación  de  las 
fuerzas  de  Erigido  Silveyra,  Poyo,  Caballero  y  Pa- 
rías,  en  número  de  QOO  hombres  próximamente. 

En  deliberaciones  inútiles  y  algunos  prepara- 
tivos pasaron  el  día  y  los  siguientes  sin  ser 
molestados,  hasta  que  en  la  madrugada  del  9  aco- 
metieron la  empresa  temeraria  de  asaltar  la  Capital 
en  combinación  con  ciertos  elementos  de  adentro. 

César  Díaz  en  persona  mandaba  el  centro  de 
la  línea. 

La  operación  fué  desastrosa. 

El  movimiento  que  debía  verificarse  en  la  ciu- 
dad á  favor  de  los  asaltantes  falló,  por  una  erró- 
nea interpretación  de  órdenes,  según  unos,  por 
falta  de  resolución  de  los  de  adentro,  según  otros, 
sin  que  haya  faltado  quien  lo  atribuyera  á  una  in- 
fame traición. 

<  Avíseme  u«ted  si  algo  se  les  hace.  Tenga   la  fineza  de    contes 
tarme  por  la  ballenera  que  conduce  la  presente. 

<  Sin  más    por  ahora,  y  haciendo  votos  por  la  felicidad  de  usted 
y  demás  compañeros,  lo  saluda  S.  S.  \-  amigo, 

«  Héctor  F.    Várela.  » 
€  Señor  don  Héctor  F.   \'arela. 
<  Mi  amigo  : 
«Son  las  tres  y  media  de  ¡a  tarde,   hora  en  que    lecibo  su  car- 
tita;   agradezco  su    aviso,    debiendo    advertirle  que  ahora  mismo 
nos  hacemos  á  la  vela. 
«Confio  en  Dios  y  en  la  santidad  de  nuestra  causa. 
«  Su  amigo 

«  Céíiur  Dia-r.  > 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  397 


Las  tropas  gubernistas  rechazaron  ventajosa- 
mente el  ataque. 

Los  asaltantes  tuvieron  que  retirarse  dejando  la 
línea  cubierta  de  cadáveres,  entre  otros  el  del  Sar- 
gento Mayor  don  Macedonio  Parías. 

El  desastre,  aparte  de  su  importancia  efectiva, 
tenía  una  gran  significación  moral. 

Aquella  revolución  — que  desde  un  principio  ha- 
bía sido  una  insensatez  — se  iniciaba  con  una  de- 
rrota, que  necesariamente  tendría  gran  repercusión 
y  produciría  el  efecto  de  envanecerá  los  que  defen- 
dían la  situación,  prestigiándola  al  mismo  tiempo, 
y  abatir  los  entusiasmos  de  los  revolucionarios 
infundiendo  el  desaliento  entre  sus  partidarios. 

Así  lo  comprendió  César  Díaz. 

Situado  con  su  gente  nuevamente  en  el  saladero 
Lafone,  en  la  falda  del  Cerro,  reunió  en  consejo 
á  los  jefes  á  sus  órdenes. 

Se  resolvió  no  permanecer  en  la  inacción,  que 
sería  desmoralizadora,  juzgando  indispensable  la 
revancha  para  neutralizar  el  efecto  de  la  derrota. 

El  día  10  lo  emplearon  en  reorganizar  el  ejér- 
cito, que  se  encontraba  bastante  quebrantado  por 
las  pérdidas  sufridas  en  el  asalto  del  día  anterior. 

El  11  se  pusieron  en  marcha  en  busca  de  don 
Lucas  Moreno,  que  con  una  fuerte  división  se 
dirigía  apresuradamente  á  Montevideo. 

Entretanto  en  la  Capital  se  tomaban  medidas 
extraordinarias. 

Por  decreto  del  12  de  Enero  se  creó  el  Tribu- 


39S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

nal  Militar  Especial  encargado  de  juzgar  suma- 
riamente toda  connivencia  con  los  enemigos  del 
Gobierno,  nombrándose  para  componerlo  á  suje- 
tos insignificantes,  en  su  mayoría  antiguos  ofi- 
ciales de  Oribe  '  —y  en  calidad  de  auditor  al  doc- 
tor don  Ambrosio  Velazco. 

Los  hombres  de  la  Defensa  aterrados  con  la 
instalación  del  Tribunal  marcial  que  venía  á  juz- 
garlos, abandonaron  sus  casas  para  ocultarse  unos 
en  las  Legaciones  y  otros  en  los  buques  de  guerra 
extranjeros  de  estación  en  el  puerto. 

El  doctor  don  Antonio  de  las  Carreras  impul- 
sado por  sus  sentimientos  de  exterminio,  dirigióse 

(1)    «  Minister  o  de  Guerra  y  Marina. 

«  Montevideo,  Enero  12  de  1S58. 

«El  Presidente  de  la  República  ha  acordado  y 

«  DECRETA  : 

«  1."  Establécese  un  Tribunal  Militar  para  juzgar  sumariamente 
todo  delito  de  rebelión,  como  conspiración,  motín  ó  connivencia 
con  los  enemigos  del  Gobierno. 

«2.°  Este  Tribunal  durará  mientras  no  se  derogue  el  decreto  que 
puso  á.  la  Capital  en  estado  de  sitio.  Será  compuesto  por  el  Coro- 
nel don  José  A.  Freiré,  Coronel  don  Francisco  Castro,  Coronel 
don  Jorge  Liñán,  Coronel  don  Benigno  Evia  ;  Tenientes  Corone- 
les don  Juan  A.  Estomba,  don  Lesmes  Bastarrica,  don  Fortunato 
Anzoátegu}',  don  Francisco  Ríos  Resco,  don  Zacarías  Fontecielli; 
Sargentos  Maj-ore «  don  Pedro  P.  Bermúdez,  don  Joaquín  Espina, 
don  Juan  E.  Lenguas,  don  Miguel  Fernández,  nombrándose  para 
Secretario  al  Sargento  Ma^-or  don  Pedro  P.  Bermúdez. 

«3.°  El  ^Ministro  de  Guerra  y  Marina  queda  encargado  de  la 
ejecución  de  este  decreto,  que  se  comunicará,  publicará  por  bando 
y  dará  al  Libro  Competente. 

«  Perevra. 
'Andrés  A.  Gómez.* 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  399 

á  los  Representantes  diplomáticos,  en  su  carácter 
de  Ministro  de  Relaciones  Exteriores,  protestando 
contra,  la  conducta  humanitaria  que  adoptaban 
concediendo  amparo  á  aquellos  desgraciados  que 
escapaban  de  las  persecuciones  del  Poder. 

De  acuerdo  con  el  Presidente  de  la  República 
y  los  primaces  de  la  política  de  fusión,  dirigióse 
también  el  Ministro  terrorista  al  Gobierno  Im- 
perial y  á  don  Justo  José  de  Urquiza,  solicitando  el 
ai)oyo  y  acción  de  ambos,  ya  conjunta  ya  separa- 
damente. 

Tanto  al  Gobierno  de  Río  Janeiro  como  al  de 
Paraná  se  hacía  ver  que  los  antecedentes  de  la  re- 
belión estaban  en  la  importancia  que  el  Gobierno 
de  Buenos  Aires  había  dado  á  las  pasadas  elec- 
ciones en  razón  á  que  de  ellas  dependía  la  elección 
de  Presidente  de  la  República. 

Y  agregaba  insidiosamente  que  si  bien  el  Go- 
bierno contaba  con  el  apoyo  de  los  buenos  y  tenía 
fuerzas  superabundantes  para  resistir  y  dominar 
á  los  elementos  de  la  rebelión,  eso  no  obstante, 
con  el  desarrollo  de  las  hostilidades  del  Gobierno 
de  Buenos  Aires  podía  verse  comprometida  la  in- 
dependencia c  integridad  de  la  República. 

Terminaba  el  Ministro  en  esta  forma: 

En  previsión,  sin  embargo,  de  las  vicisitu- 
des de  la  guerra  y  en  vista  sobre  todo  de  la  acti- 
tud de  Buenos  Aires,  cuyos  Gobiernos  jamás  se 
han    desmentido   en   la  pretensión  de  dominar  á 


400  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

todo  trance  este  territorio,  el  Presidente  de  la  Re- 
pública considera  de  su  deber  ponerse  en  todos 
los  casos  y  precaver  las  complicaciones  y  desas- 
tres que  pudieran  surgir. 

<  En  este  concepto  y  atento  al  interés  evidente 
de  los  Gobiernos  de  la  Confederación  y  del  Bra- 
sil, reconocido  desde  la  fundación  de  este  Es- 
tado en  pactos  solemnes,  cuales  son  la  Conven- 
ción de  Paz  de  1828  y  el  Tratado  de  Marzo  7  de 
1856,  cuyos  artículos  3  y  4  confirman  y  ratifican 
la  obligación  de  defender  la  independencia  é  in- 
tegridad de  esta  República  — no  sólo  en  el  caso 
de  conquista  declarada  sino  en  el  de  que  « alguna 
nación  extranjera  pretendiese  mudar  la  forma  de 
Gobierno  ó  designar  ó  imponer  la  persona  ó  per- 
sonas que  hayan  de  gobernarle  —el  Presidente 
de  la  República  espera  y  confía  en  que  vuestro 
Gobierno  comprenderá  que  ha  llegado  el  caso 
de  hacer  efectivas  esas  estipulaciones  ('  . 

El  fin  de  esta  nota  salta  á  la  vista:  se  trataba 
de  demostrar  que  la  revolución  no  respondía  á 
otros  planes  que  á  los  anexionistas  ideados  por 
Juan  Carlos  Gómez  y  los  principales  hombres 
públicos  porteños. 

Mientras  se  producían  estos  sucesos,  el  cuerpo 
revolucionario  entraba  en  el  Departamento  de  San 
José,  después  de  haber  recibido  en  el  camino  pe- 
queñas incorporaciones. 

(1)    Memoria   del    Ministerio  de  Kelaciones  Exteriores,  años  56 
y  58,  Anexo  H,  página  144. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  401 

En  la  mañana  del  15,  la  vanguardia  mandada 
por  Francisco  Tajes  divisó  las  primeras  avanza- 
das de  don  Lucas  Moreno. 

Éste  traía  2,500  soldados,  tropa  organizada  y 
con  abundante  material  bélico. 

El  día  anterior,  don  Lucas  Moreno  noticiaba  á 
Montevideo  que  las  fuerzas  á  su  mando  estaban 
perfectamente  armadas,  á  caballo  y  con  un  espíritu 
excelente  de  entusiasmo  general ' '  . 

Avistados  ambos  ejércitos,  tomaron  respectiva- 
mente sus  posiciones. 

Se  encontraban  en  los  campos  de  Cagancha, 
memorables  ya  para  las  armas  de  la  libertad. 

Era  un  día  abrasador  y  por  demás  sofocante. 

César  Díaz  pasó  revista  á  1,100   soldados. 

A  distancia  de  veinte  cuadras,  en  la  azotea  de 
Callorda,  dejó  el  convoy  con  algunos  enfermos, 
provisiones  y  bagaje  bélico. 

El  choque  fué  violento  desde  un  principio.  La 
caballería  gubernista,  comandada  por  don  Dioni- 
sio Coronel,  penetró  en  el  mismo  campo  del  ala 
derecha  revolucionaria,  que  estaba  formada  por  la 
división  á  las  órdenes  de  don  Erigido  Silveyra, 
introduciendo  el  desorden  y  la  confusión.  Poco 
tiempo  después  esta  última  se  declaraba  en  franca 

(1)  <  Santa  Lucia,  Enero  14  á  las  4  de  la  tarde. 

« las  fuerzas  que  mando  están  armadas  perfectamente  }•  á  ca- 
ballo, dispuestas  á  sostener  á  la  autoridad  y  á  la  ley  con  entu- 
siasmo o:eneraI.  Estamos  próximos  á  un    suceso  de  armas. 

«  Lucas  Moreno,  » 

26 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


derrota,  iniciando  el  desbande,  que  concluyó  por 
una  dispersión  completa,  envolviendo  á  su  propio 
jefe. 

Esa  gente  no  volvió  á  reunirse  con  el  ejército. 

Huyeron  en  todas  direcciones.  Algunos  grupos 
fueron  alcanzados  en  Tala  por  don  Bernardino 
Olid,  y  destruidos. 

Durante  el  entrevero  y  con  la  violencia  del  em- 
puje, parte  de  las  fuerzas  gubernistas  atravesaron 
el  campo  pasando  á  la  retaguardia,  hasta  llegar  á 
las  carretas  que  estaban  en  la  casa  de  Callorda. 
Allí  se  entregaron  al  saqueo  y  á  sus  hábitos  de 
matanza,  ultimando  á  las  pocas  personas  que  en- 
contraron. 

Así  perecieron  el  anciano  coronel  don  Juan  Bau- 
tista Brie,  veterano  oficial  de  la  legión  francesa; 
el  distinguido  ciudadano  don  Bonifacio  Vidal,  her- 
mano de  la  señora  del  Presidente  de  la  República; 
los  tenientes  coroneles  don  Benito  Larraya  y  don 
Juan  Crisóstomo  Vázquez;  don  Ceferino  Nieto, 
don  Pablo  J.  Ríos,  el  cirujano  del  Ejército  don 
Jorge  Smith  y  don  Juan  Salaverry. 

Terminada  la  masacre,  algunos  de  sus  autores 
volvieron  al  campo  de  batalla,  mientras  que  otros 
siguieron  á  don  Dionisio  Coronel,  en  persecución 
de  los  fugitivos. 

Producido  el  desbande  de  la  división  de  Mi- 
nas, sólo  quedaron  en  el  campo,  en  perfecto  or- 
den, el  centro  que  mandaba  don  Eugenio  Abella, 
y  la  izquierda  á  las  órdenes  de  Poyo  y  Caballero. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  403 

Contra  ellos  don  Lucas  Moreno  lanzó  sus  tro- 
pas enardecidas  por  la  pelea  y  llenas  de  aliento 
que  les  infundiera  el  triunfo  obtenido. 

La  lucha  fué  desesperada. 

Los  revolucionarios  se  encontraban  en  situación 
terrible.  Se  batían  uno  contra  cinco. 

La  confusión  amenaza  nuevamente  producirse, 
y  el  entrevero,  si  se  realiza,  hubiera  sido  fatal. 

Pocos  casos  registran  los  anales  de  nuestras 
luchas,  en  que  se  hiciera  tanto  derroche  de  bra- 
vura. 

Es  que  al  frente  de  la  falange  rebelde  estaban 
los  viejos  conservadores,  los  héroes  de  la  ciudad 
troyana,  los  que  ostentaban  como  título  honroso  el 
patrimonio  de  heroísmo  que  les  legara  Melchor 
Pacheco  y  Obes. 

Parte  de  la  división  de  don  Lucas  Moreno  fué  á 
estrellarse  contra  el  cuadro  de  infantería  de  Abella. 
Así  encontró  la  muerte  don  Pedro  Carro,  uno  de 
los  autores  de  los  excesos  del  2  de  Agosto  en 
la  Colonia. 

Los  entusiasmos  que  al  comenzar  el  combate 
animaron  á  las  huestes  gubernistas,  fueron  trocán- 
dose en  desmoralización,  y  habían  de  concluir 
en  estupor  y  espanto. 

Los  revolucionarios  hicieron  un  esfuerzo  su- 
premo. 

Llevaron  varias  cargas  tan  vigorosas,  que  ba- 
rrieron el  campo  enemigo. 

Don  Juan  José  Poyo,  don  Juan  B.  Hubo  y  don 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


Isidro  Caballero  fueron  los  héroes  de  la  jornada. 

Don  Lucas  Moreno  huyó  al  anochecer  á  ocul- 
tar su  vergüenza  ^^  dejando  el  campo  cubierto  de 
cadáveres. 

César  Díaz  tuvo  que  deplorar  algunas  pérdidas, 
entre  otras  la  de  su  Ayudante,  el  distinguido 
oficial  don  Vicente  Viana  Medoci,  que  murió  va- 
lerosamente en  lo  más  recio  del  ataque. 

El  mismo  día  15  — en  tanto  corría  sangre  en 
los  campos  de  Cagancha  — el  Gobierno  declaraba 
rebeldes  traidores  á  la  patria,  borrándolos  de  la 
lista  militar,  á  Díaz,  Freiré,  Tajes,  Brie,  los  Sol- 
sona  (don  Sebastián  y  don  José  María),  Sacca- 
rello,  Espinosa,  Macedonio  Parías  y  demás  jefes 
y  oficiales  que  no  se  habían  presentado  al  lla- 
mado del  decreto  del  l.o  de  Enero    2. 

(  1  )  De  ahí  tiene  su  origen  el  tan  usado  '  como  Moreno  en  Ca- 
'¿anclia*,  cuando  se  quiere  poner  en  ridículo  el  comportamiento  de 
alguno. 

¡Moreno  disponía  de  fuerzas  cinco  veces  superiores  á  las  revolu- 
cionarias, pues  éstas,  después    de    la   dispersión  de  la  división  de 
don  Erigido  Silveyra,  quedaron  reducidas    á    menos   de  500  hom- 
bres. 
(2)     «¡Ministerio  de  Guerra  }•  ¡Marina. 

«¡Montevideo,  Enero  15  de  1858. 

«En  cumplimiento  del  artículo  3."  del  superior  decreto  del  1." 
del  corriente,  quedan  dados  de  baja  y  borrados  de  la  lista  militar, 
por  rebeldes  traidores  á  la  patria,  los  Generales  don  César  Díaz  y 
don  ¡Manuel  Freiré,  Coroneles  don  Domingo  García,  don  Erigido 
Silve3Ta.  Francisco  Tajes,  Eulalio  ¡Martínez,  José  ¡María  Solsona, 
Juan  ¡Mendoza  y  Juan  Bautista  Brie;  Tenientes  Coroneles  don  Juan 
C.  Vázquez,  don  Sebastián  Solsona,  Eugenio  Abella  é  Isidro  Ca- 
ballero: Teniente  Coronel  graduado,  Sargento  ¡Mayor  don  Grego- 
rio Castro;  Sargentos  Mayores  don  Wenceslao  Regules,  Esteban 
Saccarello,    Manuel    Espinosa,    José    María    Cabot,     José     ¡María 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  405 

Sobre  el  campo  de  batalla,  en  medio  de  los 
montones  de  cadáveres,  mientras  recogían  los  he- 
ridos, César  Díaz  terminaba  la  proclama  con  que 
anunciaría  al  país  el  triunfo  de  las  armas  de  la 
libertad. 

Pocos  documentos,  tal  vez  ninguno,  registra 
nuestra  historia  militar  con  igual  mérito.  De  ex- 
posición brillante,  conciso,  viril,  todo  un  pro- 
ceso de  los  acontecimientos  desarrollados  desde 
el  l.o  de  Marzo  de  1856,  hecho  con  espíritu  jus- 
ticiero, apasionado  por  el  bien,  sin  esa  fraseolo- 
gía tonta  é  inútil  que  caracteriza  á  las  proclamas 
militares. 

El  soldado  de  Caseros  declaraba  á  sus  com- 
patriotas: 

De  todas  las  Administraciones  que  se  han 
sucedido  en  la  República  durante  los  años  que 
cuenta  de  existencia,  ninguna  ha  sido  tan  funesta 
á  los  intereses  más  vitales  del  país  como  la  del 
ciudadano  don  Gabriel  Antonio  Pereyra. 

Ningún    mandatario    ha    hecho   un    uso    tan 


Conde,  Macedonío  Parias,  Aurelio  Freiré ;  Sargentos  Majores 
graduados,  Capitanes  don  Xicomedes  Martínez,  don  Luis  \'iera: 
Capitanes  Xicasio  Borges,  don  Feliciano  González,  Celestino  Za- 
mora, Manuel  Parías,  Adolfo  Larragoyta,  Simón  Patino.  \'icente 
Lezama.  Francisco  Camero,  Manuel  Pagóla,  León  Quijano,  Sa- 
turnino Roldan,  Pedro  Zas,  Blas  Planes,  Victorino  Pérez,  José 
P.  Perea;  Aj'udante  Maj-or  don  José  ^Mendoza;  Teniente  2.»  .Sal- 
vador Larrobla;  Alférez  Isidoro  Alburquerque. 

«  Andrés  A.  Góincs.  » 


406  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

monstruoso  del  Poder  como  el  señor  Pereyra. 
Ninguno  ha  asestado  golpes  más  rudos  á  la 
Constitución,  á  las  libertades  públicas  y  á  los 
derechos  primordiales  de  los  ciudadanos.  Ninguno 
ha  abusado  tanto  de  la  paciencia  de  los  pueblos 
y  de  su  disposición  á  la   paz. 

<  Á  pesar  del  origen  vicioso  de  la  Presidencia 
del  señor  Pereyra  y  de  los  medios  por  los  cua- 
les fué  impuesta  al  país,  en  cierto  modo  no  hubo 
en  la  República  un  solo  ciudadano  que  no  se 
subordinase  á  su  autoridad  en  la  esperanza  de 
que  el  nuevo  Gobierno  adoptaría  una  política  to- 
lerante y  ajena  á  las  pretensiones  exageradas  de 
partido. 

'  Las  prolongadas  desgracias  del  país  y  la  ne- 
cesidad de  una  paz  reparadora  imponían  ese  sa- 
crificio, que  no  hubo  nadie  que  rehusara  ha- 
cerlo. 

<  Cómo  ha  correspondido  á  tan  nobles  sacri- 
ficios el  Gobierno  del  señor  Pereyra,  vosotros  lo 
sabéis,  conciudadanos  y  habitantes  todos  de  la 
República. 

Él  ha  dado  el  espectáculo  de  los  más  gran- 
des desaciertos,  del  más  absoluto  desprecio  por 
las  formas,  iniciando  su  marcha  por  la  crimi- 
nal tolerancia  del  escandaloso  atentado  del  18 
de  Marzo  de  1856  contra  el  Poder  Legislativo, 
que  puso  cuando  menos  en  problema  la  inde- 
pendencia de  los  Poderes  Públicos,  y  por  el  vio- 
lento destierro  de  ciudadanos  que  no  tenían  con- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  407 

tra  sí  otro  cargo  que  pertenecer  al  gran  partido 
político  que  había  defendido  la  libertad  y  la  in- 
dependencia de  la  patria. 

Desde  ese  instante  fué  fácil  prever  la  suerte 
que  le  esperaba  al  país  bajo  la  actual  Adminis- 
tración; y  el  tiempo  ha  venido  á  confirmar  y  á 
justificar  las  previsiones  de  entonces. 

Desde  aquel  momento  los  derechos  más  sa- 
grados del  ciudadano  y  aun  del  hombre,  su  li- 
bertad, su  seguridad,  su  vida  misma,  no  tenían 
más  garantía  en  la  República  que  los  caprichos 
y  voluntariedades  del  Poder  y  del  círculo  funesto 
que  lo  rodea.  Ciudadanos  pacíficos  y  beneméri- 
tos por  más  de  un  título,  han  sido  injustamente 
encarcelados  en  obscuros  calabozos,  arrojados 
violentamente  de  su  hogar  y  de  la  patria,  sin 
consideración  á  los  trámites  prescriptos  por  las 
leyes. 

<  La  libertad  de  la  prensa  — ese  centinela  avan- 
zado délas  libertades  populares  — ha  desaparecido 
completamente  y  los  escritores  públicos  han  po- 
dido ser  arrastrados  á  la  cárcel  en  pleno  día  y 
lanzados  fuera  del  país  por  la  independencia  de 
sus  ideas  y  por  sus  opiniones. 

Después  de  estas  declaraciones  recordaba  el 
espíritu  de  paz  que  animó  á  los  conservadores 
cuando  se  esforzaban  por  obtener  una  solución 
pacífica  del  problema  político  de  Noviembre. 

Una  sola  esperanza  — decía -un  solo  camino 
legal  le  quedaba  al  partido  de  la  Defensa  de  Mon- 


408  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

tevideo  para  reivindicar  sus  derechos  y  oponer  un 
dique  á  los  desbordes  de  la  Administración,  y  era 
presentarse  en  los  comicios  públicos  á  disputar 
fácilmente  el  triunfo  electoral ;  pero  el  Gobierno 
del  señor  Pereyra  le  cerró  también  este  único  cami- 
no que  le  quedaba,  prohibiendo  por  un  decreto 
las  reuniones  políticas  proyectadas  con  aquel  no- 
ble objeto,  al  mismo  tiempo  que  promovía  por 
medios  oficiales  las  del  partido  en  que  había  de- 
cidido apoyarse. 

Juzgando  los  propósitos  de  la  política  fusio- 
nista  en  la  campaña  electoral,  dejaba  formulada 
una  vez  más  la  protesta  de  los  hombres  de  la 
Defensa  contra  los  protocolos  del  4  de  Septiembre, 
con  estas  palabras : 

«  El  objeto  de  esos  indignos  manejos,  de  esa 
serie  de  atentados  contra  los  derechos  del  público 
y  contra  el  Código  Fundamental,  no  ha  sido  otro 
que  llevar  al  seno  de  la  Legislatura  á  hombres 
complacientes  con  el  Poder,  dispuestos  de  ante- 
mano á  aprobar  todos  sus  desmanes  y  excesos, 
y  por  último,  conciudadanos,  á  poner  el  sello  de 
su  sanción  á  un  tratado  vergonzoso  para  la  Re- 
pública y  funesto  para  sus  intereses  políticos,  eco- 
nómicos y  comerciales > 

Después  de  la  enumeración  de  esos  hechos  que 
justificaban  plenamente  la  rebelión,  la  explicaba 
en  estos   términos: 

Cerradas  así  por  el  despotismo  y  por  la  vio- 
lencia las  vías  legales  y  pacíficas;  defraudado  el  pue- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  400 

blo  en  sus  esperanzas,  atropellado  en  sus  más 
sagrados  derechos ;  violada  la  Constitución,  no 
una  sino  mil  veces,  falseada  y  destruida  por  los 
excesos  del  Poder  la  base  de  nuestras  institucio- 
nes democráticas,  no  quedaba  ya  término  medio 
entre  apelar  al  recurso  extremo  de  las  armas  para 
restablecer  el  imperio  de  la  ley  ó  someterse  á  un 
despotismo  brutal. 

La  elección  no  era  ni  podía  ser  dudosa  para 
un  pueblo  viril  que  ha  sabido  conquistar  su  liber- 
tad y  su  independencia  á  costa  de  su   sangre. 

Era  ya  indispensable  armarse  para  salvar  á  la 
República  de  los  males  y  de  la  vergüenza  de  la 
tiranía,  y  eso  han  hecho  los  valientes  que  me 
han  honrado  colocándome  á  su  frente. 

Y   concluía,  por  lo  que  le  era  personal,  en   esta 
forma  : 

En  cuanto  á  mí,  compatriotas  y  habitantes 
todos  de  la  República,  juro  por  mi  honor  y  á  la 
faz  del  pueblo,  que  al  aceptar  el  puesto  que  me  han 
confiado  mis  compañeros  de  armas,  no  he  sido 
movido  á  impulso  de  ningún  sentimiento  bastardo 
ni  de  ninguna  aspiración  personal.  El  supremo 
interés  de  la  patria,  es  lo  único  que  me  ha  mo- 
vido á  acudir  al  llamado  de  mis  conciudadanos 
y  amigos,  y  á  compartir  con  ellos  sus  fatigas,  sus 
glorias  y  sus  peligros. 

Espero  con  entera  confianza  que  la  opinión 
del  país  y  la   posteridad   sabrán  hacer  justicia  á 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


la  sinceridad  de  mis  palabras  y  á  la  pureza  de  mis 
intenciones. ; 


El  resultado  de  Caganclia  exasperó  á  los  po- 
líticos fusionistas,  quienes  temieron  que  la  rebe- 
lión pudiese  extenderse. 

En  rigor,  el  triunfo  revolucionario  significaba  bien 
poco. 

La  revolución  estaba  aniquilada,  reducida  ape- 
nas á  quinientos  hombres. 

No  contaba  con  recursos  capaces  de  vencer  á 
los  organizados  y  poderosos  elementos  de  que  dis- 
ponía el  Gobierno. 

La  victoria  de  Cagancha  tenía  su  explicación  en 
la  ineptitud  de  don  Lucas  Moreno,  verdadera  nu- 
lidad, incapaz  de  dirigir  un  ejército  regular,  que 
si  había  adquirido  fama,  había  sido  en  las  épocas 
dolorosas  de  la  Guerra  Grande.  Y  eso  mismo,  hay 
que  hacer  notar  que  el  triunfo  de  las  armas  revolu- 
cionarias tuvo  un  carácter  parecido  al  de  las  victo- 
rias de  Pirro.  Producido  el  desbande  de  la  división 
de  Minas,  César  Díaz  quedó  en  el  campo,  victo- 
rioso, con  unos  pocos  centenares  de  hombres,  en 
la  imposibilidad  absoluta  de  presentar  batalla  á 
ninguna  otra  fuerza  gubernista. 

Entretanto,  en  la  Capital  los  hombres  del  Po- 
der se  esforzaban  por  disimular  el  desastre  de 
sus  armas.  Se  hizo  pública  la  victoria  de  la  ca- 
ballería  de   don    Dionisio  Coronel,  sin   ocultarse 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  411 

siquiera  la  masacre  de  la  azotea  de  Callorda,  que 
alguien  calificara  de  suceso  glorioso  ^  . 

Entretanto  los  políticos  fusionistas,  que  tenían 
el  convencimiento  de  lo  que  podían  dar  los  cau- 
dillos del  Cerrito,  jefes  de  las  divisiones  en  cam- 
paña, y  que  temían  que  la  protección  del  Imperio 
y  de  Urquiza  pudiese  ser  tardía,  aceptaron  el 
nombramiento  de  don  Anacleto  Medina  para  Ge- 
neral en  Jefe  del  Ejército  de  operaciones  (-\. 

Don  Anacleto  Medina  era  el  individuo  indicado 
desde  un  principio  para  dirigir  con  acierto  la  gue- 
rra. Hombre  de  experiencia  y  veterano,  el  mejor 
de  los  jefes  de  Rivera  en  la  Guerra  Grande,  sus 
cualidades  militares  eran  indiscutibles. 

Más  evidente  se  hacía  su  superioridad  con  el 
contraste  que  ofrecían  á  su  lado  los  demás  jefes 
gubernistas,  antiguos  tenientes  de  Oribe,  cuya  ha- 
bilidad al  servicio  de  Rosas  había  consistido  en 
cumplir  fielmente  las  ejecuciones  monstruosas  or- 
denadas por  aquél,  pero  que  jamás  habían  sabido 
dirigir  una  campaña  militar. 

Á  pesar  de  todas  esas  circunstancias,  tiene  su 

(1)  Don  José  Gabriel  Palomeqae. 

(2)  €  Montevideo,  Enero  18  de  18i8. 
«  El  Presidente  de  la  República  acuerda  }•  decreta  : 

<  Artículo  !.<•  Queda  non-brado  General  en    Tefe  del  Ejército  de 
operaciones  en  campaña  el  señor  Brigadier  General  don  Anacleto 
Medina. 
«  Art.  2."  Comuniqúese,  pubiíquese  }•  dése  al  Registro  Xacional. 

«  Pereyka. 
<  Andrés  A.  Gomes.  > 


412  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

explicación  la  conducta  de  los  políticos  fusionistas 
y  del  Gobierno,  no  encargando  á  Medina  del 
mando  de  las  fuerzas. 

Si  bien  éste  se  había  declarado  fusionista  de- 
cidido, en  materia  política  no  era  Medina  hombre 
capaz  de  tener  convicciones,  por  su  misma  igno- 
rancia. 

Por  otra  parte,  los  políticos  de  la  época  no  po- 
dían olvidar  sus  antecedentes.  Riverista  toda  su  vida, 
había  seguido  á  su  jefe  en  sus  patriadas  memo- 
rables, distinguiéndose  siempre  por  su  fidelidad. 
La  última  etapa  de  su  carrera  militar  estaba  en  al 
campaña  de  1853  contra  la  reacción  del  caudillaje 
del  Cerrito  dirigida  por  don  Bernardo  P.  Berro. 

Fué  Medina  de  los  jefes  que  mejor  secunda- 
ron la  obra  patriótica  de  don  Venancio  Flores, 
de  tranquilizar  el  país  y  destruir  rápidamente  la 
rebelión. 

Eran  éstos  motivos  suficientes  para  que  los  fu- 
sionistas  resistieran. 

Solamente  la  necesidad  podía  imponer  esa  con- 
cesión. 

Don  Anacleto  Medina  fué  nombrado  Jefe  del 
Ejército  á  los  tres  días  de  Cagancha,  cuando  no 
se  había  disipado  aún  la  impresión  que  produjo 
la  derrota  en  las  esferas  oficiales. 

Entretanto  el  Gobierno,  en  previsión  de  las 
vicisitudes  de  la  guerra,  continuaba  trabajando  por 
obtener  el  apoyo  de  Urquiza  y  del  Brasil. 

Para  eso  el  Ministro  en  la  Corte,  don  Andrés 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  413 

Lamas,  cumpliendo  con  las  instrucciones  recibidas 
de  Montevideo,  habíase  presentado  en  el  palacio 
de  don  Pedro  II  á  gestionar  la  intervención  im- 
perial. 

Con  fecha  16  de  Enero  de  1858,  nuestro  Ple- 
nipotenciario dirigióse  al  Vizconde  de  Maranguape, 
Ministro  de  Negocios  Extranjeros  del  Imperio,  ha- 
ciéndole ver  la  gravedad  de  la  situación  por  que 
atravesaba  la  República. 

Don  Andrés  Lamas  había  manifestado  al  Mi- 
nistro del  Imperio  que  la  causa  originaria  del  mo- 
vimiento revolucionario  la  constituía  el  tratado  del 
4  de  Septiembre  y  muy  principalmente  la  cláu- 
sula relativa  á  la  navegación  de  las  aguas  limí- 
trofes, y  que  los  rebeldes  exigían  como  condición 
para  deponer  las  armas,  la  anulación  de  los  tra- 
tados celebrados  con  el  Brasil. 

Así  interesaba  al  Gabinete  Imperial,  vinculán- 
dolo al  Gobierno  de  Montevideo. 

En  su  nota  ratificaba  sus  declaraciones  en  es- 
tos términos : 

<  Como  S.  E.  el  señor  Vizconde  de  Maranguape 
sabe,  la  oposición  que  sufrió  el  Tratado  de  Co- 
mercio y  Navegación  del  4  de  Septiembre,  de 
parte  de  la  fracción  en  rebelión,  se  fundó  espe- 
cialmente en  lo  que  respecta  á  la  Laguna  Merín 
y  en  la  nulidad  de  los  tratados  de  1851. 

Esta  nulidad  fué  alta  y  decididamente  procla- 
mada,  y   es   la  base  de  la  condenación  pronun- 


414  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

ciada   por   aquella   fracción  contra  el  tratado  del 
4  de  Septiembre. 

í  Ese  tratado  es  uno  de  los  pretextos,  el  prin- 
cipal pretexto  de  la  rebelión. 

La  exigencia  de  anular  los  tratados  existentes 
con  el  Brasil  es  un  compromiso,  no  sólo  implícito 
sino  muy  explícitamente  contraído  por  la  fracción 
revolucionaria. 

Hechas  estas  declaraciones,  don  Andrés  Lamas, 
para  ser  consecuente  con  la  conducta  de  los  po- 
líticos fusionistas  y  del  Gobierno  de  Montevideo, 
que  acusaban  á  los  conservadores  de  alianzas 
criminales  con  los  porteños,  agregaba  insidiosa- 
mente: 

«  Tai  anulación,  por  otra  parte,  está  en  la  esen- 
cia de  la  política  de  esa  fracción  que  quiere  ha- 
cer predominar  absolutamente  en  el  Estado  Orien- 
tal la  política  de  Buenos  Aires. 

Y  para  destruir  toda  vacilación  que  pudiera  ani- 
mar al  Gabinete  imperial,  nuestro  Plenipotenciario 
creaba  imaginariamente  una  perspectiva  pavorosa 
que  presentaba  á  la  vista  del  Vizconde  de  Maran- 
guape: 

El  rompimiento  de  los  tratados  de  1851  —de- 
cía—sería un  casas  belli  para  el  Brasil  y  la  Con- 
federación Argentina,  que  garantió  la  validez  y 
ejecución  de  aquellos  pactos.  ¿Conviene  más  al 
Imperio  aceptar  el  casas  bclli  contenido  en  el 
programa   de   la  rebelión,  después  del  triunfo  de 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA  415 


ésta  sobre  el  orden  constitucional,  ó  prevenir  ese 
caso  auxiliando  al  Gobierno  de  la  República  en 
su  lucha  con  la  rebelión  declaradamente  hostil 
á  las  buenas  relaciones  con  el  imperio? 

Después  de  éstas  y  de  otras  alarmantes  conside- 
raciones sobre  la  irremisible  pérdida  de  nuestra  au- 
tonomía, absorbida  por  el  Estado  de  Buenos  Aires, 
y  de  aplicará  los  rebeldes  los  calificativos  más  de- 
primentes que  pudieran  usarse  en  una  nota  diplo- 
mática, llegando  hasta  afirmar  que  la  rebelión,  por 
los  elementos  que  la  componían,  constituía  un  peli- 
gro no  sólo  político,  sino  también  social,  el  Pleni- 
potenciario de  la  República  cometía  la  indigni- 
dad de  implorar  en  tono  quejumbroso  la  inter- 
vención imperial,  declarando  además  que  el  Go- 
bierno de  Montevideo,  al  que  le  cabía  el  honor  de 
representar,  la  aceptaría  con  agradecimiento. 

«  En  presencia  de  la  deplorable  actualidad  de 
mi  país — decía  don  Andrés  Lamas  al  Ministro  del 
Imperio—creo  de  mi  estricto  deber  provocar  de 
nuevo  sobre  ella  las  más  profundas  meditaciones 
del  Gobierno  de  S.  M.  el  Emperador. 

Al  hacerlo  por  la  presente  nota,  puedo  y  debo 
también  declarar  que  el  Gobierno  de  la  República 
que  tengo  el  honor  de  representar,  solicita  y  acep- 
taría con  agradecimiento  la  intervención  del  Bra- 
sil y  de  la  Confederación  Argentina  para  salvar 
los  elementos  de  la  Independencia  Oriental  apa- 
gando prontamente  el  incendio  de  la  rebelión  que 
amenaza  consumirlos ;  y  que,  en  ese  caso,  estaría 


416  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


dispuesto  á  adoptar,  de  acuerdo  con  los  Gobier- 
nos del  Brasil  y  de  la  Confederación,  las  medidas 
que  parecieran  más  convenientes  y  eficaces  para 
impedir  la  reaparición  de  esa  dolorosa  necesidad. 
Debo  también  representar  á  S.  E.  el  señor  Viz- 
conde de  Maranguape  que  si  e!  Gobierno  de 
S.  M.  estuviese  resuelto,  como  parece  al  Gobierno 
de  la  República  que  debe  estarlo,  á  oponerse  desde 
ya  hasta  por  la  fuerza  de  sus  armas,  á  que  con 
los  auxilios  de  Buenos  Aires  se  lleve  á  efecto 
el  fin  declarado  de  anular  los  tratados  de  1851, 
por  los  cuales  el  Brasil  se  comprometió  á  soste- 
ner la  independencia  del  Estado  Oriental,  ó  á  que 
los  rebeldes  establezcan  y  consoliden  el  predo- 
minio de  la  política  de  Buenos  Aires  que  anularía 
de  facto  los  más  importantes  fines  de  los  mismos 
tratados,  ¿^5  de  la  más  urgente  y  reconocida  impor- 
tancia aumentar  las  fuerzas  navales  en  Montevi- 
deo, de  manera  que  en  algunas  de  las  eventua- 
lidades que  pueden  darse,  estén  en  estado  de 
hacer  efectiva  aquella  oposición  en  tiempo  y  de 
modo  oportuno. 

Don  Andrés  Lamas,  el  estadista  ilustre  que  se 
había  entregado  con  todos  sus  entusiasmos  á  la 
causa  fusionista,  llegando  hasta  calificar,  en  mo- 
mento de  verdadera  estupidización,  de  bandidos 
desalmados  á  los  patricios  que  obstinadamente  de- 
fendían los  principios  de  la  libertad  y  la  cultura 
nacional,  terminaba  su  nota  al  Ministro  de  Nego- 
cios Extranjeros  con  estas  palabras : 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


<  El  Gobierno  de  la  República  verá  con  satis- 
facción  el  aumento  de  las  fuerzas  imperiales  para 
ocurrir  oportunamente  á  cualquier  eventualidad :  y 
si  esto  se  verifica,  puedo  desde  ya  asegurar  á  S.  E. 
el  señor  Vizconde  de  Maranguape  que  el  Gobierno 
de  la  República  hará  cuanto  esté  á  su  alcance  para 
que  las  tropas  imperiales  fueren  alojadas  conve- 
niente é  higiénicamente. 

Pocos  días  después  de  la  comunicación  del  Mi- 
nistro de  la  República  en  la  Corte  al  Vizconde 
de  Maranguape,  el  doctor  don  Antonio  de  las  Ca- 
rreras dirigía  un  Mensaje  al  Plenipotenciario  del 
Imperio  en  Montevideo,  doctor  don  José  María 
do  Amaral,  ratificando  el  pedido  de  protección,  é 
implorando  especialmente  del  Plenipotenciario  im- 
perial el  auxilio  de  fuerzas  navales. 

■■  El  Gobierno  de  la  República  -decía— teme  que 
sus  esfuerzos  sean  inútiles  si  la  anarquía  creciese 
y  aumentase  sus  medios  hostiles  con  los  auxilios 
que  puede  liallar  en  la  tolerancia  ó  parcialidad  de 
un  Gobierno  extraño. 

En  tal  situación,  el  Gobierno  juzgó  poder 
y  deber  recurrir  á  la  buena  y  leal  amistad  del  Go- 
bierno de  S.  M.  el  Emperador  del  Brasil,  para  pe- 
dirle el  apoyo  material  de  recursos  marítimos  que 
le  son  indispensables. 

Una  semana  después,  la  política  fusionista,  que 
continuaba  enrostrando  á  los  conservadores  sus 
relaciones  con  los  extranjeros  porque  menoscaban 
su  calidad  de  ciudadanos  y  la  dignidad  nacional, 


418  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


acudía  nuevamente  á  la  casa  de  la  Legación  del 
Imperio  á  solicitar  recursos  pecuniarios  para  ha- 
cer frente  á  los  gastos  que  demandaba  la  guerra. 

Así  obtuvo  la  cantidad  de  110.000  pesos  oro, 
gravando  además  al  Estado  con  9,450  pesos  en 
concepto  de  diferencias  de  cambio,  comisión  al 
Banco  Mauá,  etc.    '  . 

El  Ministro  Amara!,  interviniendo  francamente 
en  la  gestión  administrativa,  estableció  en  el  pro- 
tocolo que  con  aquella  suma  el  Gobierno  no  po- 
dría atender  á  ninguna  otra  obligación  que  no 
fuera  la  que  originasen  las  operaciones  militares 
contra  la  rebelión  ^-\ 

El  Gobierno  fusionista  que  explotaba  el  senti- 
miento patriotero  de  la  turba,  parodiando  el  ame- 
ricanismo de  Rosas,  recibía,  sin  embargo,  en  aque- 
llos momentos  oro  extranjero  con  que  había  de 
comprar  el  plomo  fratricida! 

Y  mientras  fomentaba  los  odios  contra  los  hom- 
bres de  Buenos  Aires  que  encarnaban  la  so- 
ciabilidad y  la  cultura  argentina,  hacía  manifesta- 
ciones de  júbilo  por  la  conducta  adoptada  por 
Urquiza,  que  había  resuelto  intervenir  con  sus  tro- 
pas en  los  sucesos  que  se  desarrollaban  en  la 
República. 

(  1  )  Anexo  F,  página  131,  Memoria  del  Ministerio  de  Relacio- 
nes Exteriores:  año  1858. 

(2)  Cláusula  5.".  «  El  actual  empréstito  no  podrá  ser  aplicado  al 
pago  de  las  deudas  anteriores,  ni  en  todo  ni  en  parte.  Será  exclu- 
sivamente aplicado  á  gastos  futuros  de  los  Departamentos  de 
Guerra  y  Marina,  (Gobierno  y  Relaciones.»  (  Memoria  del  Ministerio 
de  Relaciones,  años  1856-58.  -Anexo  F.,  página  128.) 


CARLOS  OXETO  Y   VIANA  419 

Don  Justo  José  de  Urquiza  odiaba  á  los  con- 
servadores, á  quienes  jamás  había  logrado  enga- 
ñar   '  . 

Tenía  el  convencimiento  de  que  para  ellos  con- 
tinuaba siendo  el  verdugo  de  India  Muerta  y 
Arroyo  Grande. 

Por  otra  parte,  la  causa  de  los  conservadores 
era  la  causa  de  los  hombres  de  Buenos  Aires. 

Sarmiento,  Mitre,  Juan  Carlos  Gómez,  Vélez  Sar- 
field,  César  Díaz,  Alsina,  Cañé,  Mezquita,  tenían 
los  mismos  ideales. 

El  odio  al  caudillaje  y  á  la  prepotencia  militar 
constituía  la  característica  de  aquellos  hombres. 

Urquiza  tuvo  la  intuición  del  porvenir. 

Juzgó  que  había  llegado  el  momento  propicio 
para  dar  el  golpe  de  gracia  á  sus  enemigos  de 
Montevideo. 

Con  fecha  21  de  Enero  de  1858,  oficiaba  el 
Ministro  de  Relaciones  del  Gobierno  de  Paraná 
al  doctor  don  Antonio  de  las  Carreras,  acusando 
recibo  de  la  nota  que  ponía  en  su  conocimiento 

1  )  En  el  mismo  año  1851,  cuando  Urquiza  tomaba  el  título  de 
Libertador  rebelándose  contra  Rosas,  desde  París  Melchor  Pa- 
checo y  Obes  escribía  á  don  Lorenzo  BatUe,  ^Ministro  de  la  (Gue- 
rra de  la  Defensa,  estas  líneas: 

«Xo  es  á  mí,  en  efecto,  á  quien  se  ha  de  hacer  creer  que  Urquiza 
tira  la  espada  para  destruir  el  despotismo,  suplantándolo  con  un 
régimen  de  libertad  que  hará  la  felicidad  de  esos  pueblos. 

«Los  hombres  no  cambian  de  la  mañana  á  la  noche:  un  Crom- 
wel  en  Washington  ni  un  Rosas  en  Cincinato. 

«Urquiza  tírala  espada  para  conservar  su  posición  3-  la  vida.... 
ve  en  el  triunfo  la   posibilidad  de    llegar  á  ser  lo  que  es  Rosas.» 


420  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

oficialmente  el  estado  de  guerra  por  que  atrave- 
saba la  República  á  consecuencia  de  la  cooperación 
que  prestaba  el  Gobierno  de  Buenos  Aires  á  los 
anarquistas,  facilitando  hombres,  armas  y  dinero, 
con  el  reprobado  objeto  de  imponer  un  Gobierno 
al  pueblo  oriental,  con  ataque  directo  de  su  sobe- 
ranía é  independencia. 

Urquiza — que  de  hecho  venía  siendo  aliado  de 
la  política  fusionista  desde  que  se  realizara  el 
Pacto  de  la  Unión,  y  que  estaba  al  corriente  de 
que  en  Montevideo  no  se  hacía  otra  cosa  que  im- 
putar calumniosamente  á  los  hombres  de  la  De- 
fensa supuestos  planes  contra  la  autonomía  na- 
cional—pretendía  justificar  su  intromisión  en  nues- 
tros asuntos  internos  haciendo  uso  de  aquella 
mistificación. 

<  Mi  Gobierno  — decía  al  Ministro  de  Relaciones 
Exteriores  de  las  Carreras—  consecuente  con  los 
compromisos  que  contrajo  al  firmar  la  Conven- 
ción de  1828  y  el  Tratado  del  7  de  Marzo  de 
1856,  y  consecuente  también  con  las  declaracio- 
nes que  á  este  respecto  tiene  hechas  al  Gobierno 
de  V.  E.,  ha  estado  y  está  dispuesto  á  no  consen- 
tir que  se  ataque  la  independencia  del  Estado 
Oriental,  que  se  imponga  contra  la  voluntad  del 
pueblo  y  por  corporaciones  armadas  del  exterior  Go- 
bierno alguno  en  ofensa  de  su  soberanía,  y  para 
conseguir  tan  noble  propósito,  empleará  sin  re- 
servas todos  los  elementos  de  poder  con  que  cuenta. 

<  Á  mi  Gobierno  le  será  satisfactorio  proceder 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  421 

en  perfecto  acuerdo  de  vistas  y  acción  con  el 
Gobierno  de  S.  M.  el  Emperador  del  Brasil,  su 
antiguo  aliado. 

V  Por  lo  mismo,  y  sin  perjuicio  de  que,  como 
debo  creerlo,  se  habrá  dirigido  V.  E.  al  Go- 
bierno del  Imperio,  yo  me  dirigiré  al  Excmo.  se- 
ñor Ministro  Plenipotenciario  en  ésta,  comuni- 
cándole la  resolución  del  Gobierno  argentino,  con 
el  objeto  de  recabar  el  acuerdo  de  su  Gobierno 
así  como  la  oportunidad  de  ejercer  conjuntamente 
dicha  intervención  y  el  modo,  si,  como  es  de  es- 
perar, el   Gobierno   Imperial  concuerda  en   ella.^ 

Y,  ganando  tiempo,  previniendo  el  caso  en 
que  el  Gobierno  Imperial  no  diera  una  contes- 
tación perentoria,  agregaba: 

Pero  si  el  Gobierno  de  la  Banda  Oriental  cre- 
yese desde  luego  necesaria  la  internación  de  fuer- 
zas argentinas  en  apoyo  de  la  autoridad  y  de  la 
soberanía  del  pueblo  oriental  amagada,  se  inter- 
narán en  número  suficiente,  y  tendrán  la  alta 
gloria  de  contribuir  á  consolidar  la  paz  y  el  or- 
den legal  de  la  República  Oriental,  y  no  regresa- 
rán hasta  que  dejen  á  sus  hermanos  viviendo  en 
armonía  bajo  una  sola  bandera  — ]a  de  la  Cons- 
titución y  de  la  ley    '  . 

Los  escuadrones  entrerrianos  atravesaron  el 
Uruguay,  internándose  en  nuestro  territorio  en 
momentos  que  don    Anacleto    Medina   perseguía 

(1)    Memoria  del    Ministerio  de    Relaciones,    años  56   58.  Anexo 
H,  página  145. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


con  toda  tenacidad  á  los  revolucionarios,  que 
marchaban  precipitadamente  hacia  el  Paso  de 
Quinteros. 

Mientras  tanto  los  hombres  del  Poder- para 
mejor  ganar  la  voluntad  de  Urquiza  y  halagar  los 
sentimientos  del  caudillaje  provinciano,  que  pro- 
fesaba odios  inveterados  á  la  cultura  portería  — 
completaban  la  farsa  que  venían  explotando  desde 
tiempo  atrás,  expulsando  del  país  al  doctor  don 
Carlos  Calvo,  Representante  diplomático  del  Estado 
de  Buenos  Aires  ^  y  declarando  además  cerra- 
dos los  puertos  de  la  República  al  comercio  y 
correspondencia  de  nuestros  vecinos,  por  encon- 
trarse en  el  deber  el  Gobierno  de  garantirse  por 
todos  los  medios  á  su  alcance  de  las  agresiones 
que  parten  de  aquel  Estado  en  apoyo  de  los  anar- 

(1}    «Ministerio  de  Relaciones  Exteriores. 

«  Montevideo,  Enero    23  de  1858. 

«El  Presidente  de  la  República,  en  acuerdo  de  ¡Ministros,  ha  acor- 
dado y  decreta; 

«Artículo  1.»  Cásase  el  exequátur  al  Comisionado  Especial  del 
Estado  de  Buenos  Aires,    don    Carlos  Calvo. 

«Art.  2.°  Expídase  por  la  Cancillería  el  correspondiente  pasa- 
porte para  que  en  el  perentorio  término  de  veinticuatro  horas 
deje  el  territorio  de  la  República. 

«Oficíese  inmediatamente  al  Gobierno  de  Buenos  Aires  y  dése  al 
Registro  correspondiente. 

«  Pereyka, 
« Antonio  de  las  Carreras.  > 

Don  Carlos  Calvo  se  embarcó  al  día  siguiente  en  el  buque  de 
guerra  «General  Pinto >,  quedando  Monsieur  de  Maillefer,  Encar- 
dado de  Neffocios  de  Francia,  á  cargo  de  los  intereses  argentinos. 


CARLOS  ONETO  Y   YIANA  423 

quistas  encabezados  por  César  Díaz  y  otros  caii- 
dillejos  í  ^  ^  .  . . 

Para  continuar  la  serie  interminable  de  atenta- 
dos, se  deportaba  al  Senador  don  Enrique  Muñoz, 
y  se  obligaba  al  doctor  don  Pedro  Bustamante 
á  expatriarse  para  Buenos  Aires. 


(1}    Decreto  del  '-1  de  Enero  de  1353. 


424  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


XI 


Al  día  siguiente  de  Cagancha,  el  pequeño  cuerpo 
revolucionario,  reducido  á  quinientos  hombres,  se 
puso  en  marcha  con  dirección  á  San  José. 

El  estado  de  aquella  gente  era  deplorable. 

Se  encontraban  desmoralizados,  sin  recursos, 
casi  aislados,  en  la  imposibilidad  de  aceptar  com- 
bate que  ofrecieran  las  tropas  gubernistas. 

César  Díaz  esforzóse  por  infundirles  bríos,  ha- 
blándoles  de  próximas  incorporaciones  y  hacién- 
doles ver  que  se  podría  sacar  partido  del  efecto 
pavoroso  que  había  producido  en  las  filas  del 
Gobierno  el  desastre  de  Cagancha. 

Sin  embargo,  el  soldado  de  Caseros  permanecía 
en  la  inacción,  persuadido  de  que  no  debía  aven- 
turarse en  tomar  una  actitud  ofensiva  que  podía 
ser  funesta. 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA  425 

Acampados  en  las  inmediaciones  de  San  José 
permanecieron  dos  días,  hasta  que  un  chasque 
de  las  partidas  exploradoras  comunicó  la  proxi- 
midad de  Medina,  que  había  salido  de  Montevideo 
con  fuerzas  de  las  tres   armas. 

Pusiéronse  entonces  en  marcha  con  dirección  á 
la  Florida. 

En  el  Pintado  divisóse  al  ejército  del  Gobierno 
que  venía  siguiendo  las  huellas  de   los  rebeldes. 

En  consejo  de  jefes,  presidido  por  César  Díaz, 
resolvióse  esquivar  el  combate,  pues  era  absurdo 
ofrecer  ó  aceptar  batalla  en  aquellas  condiciones. 

César  Díaz  juzgó  acertado  pasar  al  Norte  del 
Río  Negro  en  busca  de  incorporaciones.  Confiaba 
en  ciertos  elementos  que  se  sublevarían  á  su  paso 
en  el  Departamento  de  Tacuarembó. 

Pudieron  llegar  sin  inconvenientes  y  con  rela- 
tiva facilidad  al  Durazno  el  24  á  la  noche.  Allí 
avistaron  nuevamente  las  fuerzas  de  Medina,  que 
guardaban  una  buena  distancia.  Durante  el  día 
25  no  ocurrió  ningún  suceso  importante.  Acam- 
pados en  la  costa  del  Yí,  á  pocas  cuadras  del 
pueblo,  tomaron  algunas  medidas  de  seguridad. 
El  26  don  Gregorio  Castro  anuncia  que  las  fuer- 
zas de  Medina  se  precipitaban  á  escape  sobre 
el  Durazno. 

Los  rebeldes  se  ponen  en  marcha  con  dirección 
al  Paso  de  Quinteros,  en  el  Río  Negro. 

Al  día  siguiente  volvióse  á  avistar  á  las  tropas 


426  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


del  Gobierno,  que  apuraban  con  tenacidad  su 
marcha. 

Al  caer  la  tarde  vadeaban  los  rebeldes  el  Río 
Negro  por  el  Paso  de  Quinteros,  pero  ya  bajo 
el  tiroteo  de  las"  avanzadas  de  Medina. 

La  presencia  de  las  tropas  gubernistas,  nume- 
rosas, regulares,  con  recursos  poderosos,  intro- 
dujo el  desconcierto  en  el  campo  revolucionario. 

Comiénzase  á  sentirse  las  defecciones.  Los  es- 
fuerzos de  César  Díaz  y  de  Francisco  Tajes  para 
reanimar  á  la  pequeña   falange,   fueron    estériles. 

La  desmoralización  se  extendía. 

Desde  la  salida  precipitada  del  Durazno  los 
revolucionarios  no  habían  comido  ni  bebido,  ni 
mucho  menos  descansado  un  solo  instante. 

Nuevas  defecciones  redujeron  más  el  pequeño 
cuerpo.  Unos  huyeron,  otros  se  pasaron  á  las 
banderas  contrarias  creyendo  ganar  así  el  perdón 
de  la  vida. 

El  resto,  extenuado  y  en  estado  de  completo 
desaliento,  continuaba  respondiendo  flojamente  al 
tiroteo  enemigo. 

Las  tiopas  de  Medina,  vigorosas  y  animadas, 
seguían  tenazmente  á  aquella  legión  de  hombres 
que  huían .... 

El  28  por  la  mañana  todo  el  ejército  de  Me- 
dina se  encontraba  á  la  vista  del  cuerpo  revolu- 
cionario. 

Más  de  2500  soldados  de  las  tres  armas  lo  com- 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA 


ponían,  con  pertrechos  y  provisiones  en  abun- 
dancia. 

Los  rebeldes  quedaban  reducidos  á  460.  No  te- 
nían municiones,  que  habían  sido  gastadas  en 
los  tiroteos  sostenidos  los  días  anteriores. 

En  ese  momento  volvieron  á  sufrir  nuevas  de- 
fecciones. 

Aquello  era  un  desastre. 

Las  fuerzas  del  Gobierno  los  rodearon. 

Tomaron  todos  los  pasos  y  los  puntos  mili- 
tares convenientes. 

No  quedaba  posibilidad  de  escape. 

Allí  estaban  don  Bernardino  Olid,  don  Dionisio 
Coronel,  don  Cipriano  Cames,  don  Timoteo  Apa- 
ricio, don  Lesmes  Bastarrica,  don  Pío  Coronel,  don 
Francisco  Lasala,  toda  la  falange  del  Cerrito. 

Sólo  faltaba  don  Lucas  Moreno  para  comple- 
tar el  cuadro  siniestro. 

César  Díaz  reunió  en  consejo  á  los  jefes  supe- 
riores. 

Convencido  de  la  esterilidad  de  cualquier  es- 
fuerzo, se  decidió  por  la  transacción.  Así  lo  expuso 
á  los  demás  compañeros,  quienes,  persuadidos 
como  su  jefe  de  la  impotencia  en  que  se  encon- 
traban, manifestaron  la  convicción  de  su  inferio- 
ridad. 

La  mayoría  declaróse  francamente  por  la  pro- 
posición de  César  Díaz ;  algunos  pocos  callaron. 

En    ese  instante  se   oyó   la   voz  de  Francisco 


428  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Tajes.  El  héroe  de  la  ciudad  troyana  no  acep- 
taba transacción  alguna,  y  con  palabra  enérgica 
pidió  se  muriese  en  defensa  de  la  libertad. 

Resuelto  finalmente  que  se  debía  buscar  una 
transacción  siempre  que  se  pudiera  obtenerla 
en  condiciones  honrosas  '  ^  César  Díaz  envió 
de  parlamentario  al  teniente  coronel  don  Manuel 
Espinosa,  acompañado  de  un  ayudante. 

Don  Anacleto  Medina,  con  toda  la  soberbia  del 
analfabeto,  exigió  la  rendición  absoluta. 

impuesto  César  Díaz  de  las  exigencias  del  jefe 
gubernista,  y  decidido  á  una  acción  temeraria  antes 
que  á  la  humillación,  respondió  en  estos  términos 
por  el  mismo  parlamentario : 

Señor  General : 

La  actitud  que  podrá  notar  V.  E.  en  el  ejér- 
cito á  mis  órdenes,  le  demostrará  que  estamos  dis- 
puestos á  combatir  hasta  el  último  trance  antes 
que  rendirnos  en  las  condiciones  humillantes  que 
nos  propone. 

'  Si  V.  E.  quiere  evitar  la  efusión  de  sangre,  mo- 
difique sus  exigencias,  y  depondremos  las  armas. 
Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años. 

César  Díaz.  > 


(1)    Antonio  Díaz:  c  Historia  del  Rio  déla  Plata»,  tomo  ix,  pá- 
gina 211. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  42Q 

Medina  era  un  hombre  inflexible,  formado  en 
los  campamentos,  rústico  y  altanero.  Carácter  de 
hierro,  irreductible,  incapaz  de  un  sentimiento  ge- 
neroso. En  la  Guerra  Grande  no  se  señaló  por 
ningún  acto  de  crueldad,  que  tampoco  se  lo  hu- 
bieran permitido  sus  superiores,  pero  fué  el  me- 
nos clemente  de  los  jefes  de  Rivera.  En  la  cam- 
paña de    1853   había  cometido   algunos  excesos. 

Por  manera  que  los  revolucionarios,  que  bien 
lo  conocían  porque  habían  combatido  á  sus  ór- 
denes más  de  una  vez,  no  apelaban  á  sus  sen- 
timientos generosos,  á  un  altruismo  que  no  tenía; 
lejos  de  eso,  proponíanle  una  solución  que  faci- 
litaba su  cometido  poniendo  término  ala  campaña; 
y,  ya  que  se  trataba  de  un  hombre  que  jamás 
había  sido  sanguinario  ni  había  demostrado  ins- 
tintos perversos,  ni  recibido  agravios  délos  que  en 
un  tiempo  habían  sido  sus  compañerps,  eran  per- 
fectamente explicables  las  esperanzas  de  los  rebel- 
des, de  que  Medina,  jefe  supremo  de  las  fuerzas 
del  Gobierno,  hiciera  uso  de  su  posición  para  ofre- 
cerles una  solución  ventajosa  para  ambos. 

Por  otra  parte,  la  guerra  no  había  levantado 
odios  todavía.  Apenas  hacía  20  días  que  estaban 
en  campaña.  Fuera  de  la  masacre  de  Callorda, 
ejecutada  por  la  gente  de  don  Dionisio  Coronel, 
no  se  habían  producido  escenas  de  barbarie. 

Además  Medina  había  permanecido  extraño  á 
la  lucha  hasta  el  día  que  se  le  nombrara  Gene- 
ral en  Jefe  de  las  tropas  del  Gobierno;  y  en  Mon- 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


tevideo  nunca  los  conservadores  lo  habían  tocado. 

El  mismo  Juan  Carlos  Gómez,  en  los  días  te- 
rribles del  mes  de  Octubre,  cuando  Medina  pre- 
sidía decorativamente  las  asambleas  fusionistas, 
convertido  en  instrumento  de  don  Cándido  Jua- 
nicó,  jamás  se  ensañó  en  su  persona;  por  el 
contrario,  más  de  una  vez,  al  deplorar  su  con- 
ducta, dejó  constancia  de  sus  antecedentes  glo- 
riosos y  de  sus  grandes  sacrificios  por  la  causa 
de  la  libertad. 

De  modo  que  ningún  agravio  ni  resentimiento 
podía  guardar   Medina   para   los    conservadores. 

Enterado  del  mensaje  de  César  Díaz,  el  gene- 
ral gubernista  hizo  llamar  al  Jefe  de  su  Estado 
Mayor  don  Francisco  Lasala,  y  en  su  presencia 
estableció  las  nuevas  condiciones  bajo  las  cuales 
debían  los  revolucionarios  deponer  las  armas. 

Los  jefes  pasarían  al  territorio  brasilero  escol- 
tados convenientemente,  y  el  resto  del  ejército, 
oficiales  y  tropa,  marcharían  á  la  Capital  á  las 
órdenes  del  Gobierno. 

Mientras  se  gestionaban  las  condiciones  del  des- 
arme, dos  jefes  subalternos  del  cuerpo  revolu- 
cionario abandonaron  el  campo  sin  esperar  el 
resultado  definitivo  de  la  negociación.  Estos  fue- 
ron don  Gregorio  Castro  y  don  Nicasio  Borges, 
quienes  se  negaron  á  obedecer  la  orden  del 
Cuartel  General  de  que  regresaran  para  el  ca- 
so en  que  hubiese  necesidad  de  empeñar  com- 
bate. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  431 

Aceptados  los  términos  en  que  debían  entre- 
garse los  revolucionarios,  se  nombró  la  escolta 
que  debía  acompañarlos  hasta  el  Brasil,  ponién- 
dose al  pie  de  la  relación  nominal  de  los  jefes 
que  marchaban  al  destierro  el  decreto  que  servía 
de  salvoconducto    ".  > 

El  mismo  día  28  debieron  partir  en  cumpli- 
miento de  lo  pactado.  Sin  embargo  continuaron 
detenidos. 

El  2Q  César  Díaz  escribía  á  Montevideo,  y  en 
su  carta,  si  bien  se  revela  que  era  presa  de  la  duda 
y  de  terribles  presentimientos,  dejaba  ver  su  con- 
fianza en  don  Anacleto  Medina,  su  antiguo  com- 
pañero de  sacrificios  y  abnegaciones  '-\ 

Pasemos    á  Montevideo. 

La  noticia  del  triunfo  fué  traída  á  la  Capital  por 
chasques  despachados  del  Cuartel  General. 

El  Presidente  de  la  República  recibió  el  parte 
del  General  en  Jefe. 

Los  primaces  de  la  política  de  fusión,  que  for- 

(1)  Antonio  Díaz:  ..  Historia  del  Río  de  la  Plata  »,  tomo  ix,  pá- 
gina 212. 

(2)  c  Paso  de  Quinteros  en  el  Río  Xegro,  Enero  29  de  1858. 
«  Señora  doña  Josefa  M.  de  Díaz. 

<  Mí  Pepa  querida  : 

«Después  de  extraordinarios  esfuerzos  para  sostener  la  cam- 
paña nos  hemos  visto  obligados  á  capitular. 

<  El  General  Medina  ha  garantido  la  vida  de  todos  los  oficiales 
y  soldados  que  me  acompañaron. 

«En  cuanto  á  mí  y  los  demás  jefes,  nos  han  dado  un  pasaporte 
para  marchar  á  la  frontera  del  Brasil  bajo  una  escolta  de  fuer- 
zas de  su  mando. 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


maban  una  camarilla,  partidarios  todos  de  las  me- 
didas radicales,  recibieron  por  su  parte  oficios 
de  los  caudillos  jefes  de  las  distintas  divisiones 
de  que  estaba  compuesto   el  ejército. 

En  el  campamento  existían  dos  entidades. 

De  un  lado  Medina  con  su  autoridad  de  Ge- 
neral en  Jefe  y  cierto  prestigio  que  podía  haberle 
dado  la  victoria. 

Del  otro  los  caudillos  oribistas  que  formaban 
una  verdadera  liga,  de  la  que  era  el  alma  don 
Francisco  Lasala,  figura  sombría,  que  tenía  el 
puesto  de  Jefe  del  Estado  Mayor  General,  colocado 
por  los  políticos  fusionistas  de  Montevideo  al  lado 
de  Medina  para  que  dirigiese  y  controlase  sus 
actos. 

El  caudillaje  del  Cerrito,  consecuente  con  sus 
antecedentes  y  para  satisfacer  sus  instintos  sal- 
vajes, pedía  la  decapitación  de  los  prisioneros. 

Al   efecto  pusieron  en  juego  todas  sus  vincu- 

c  Esto  ha  sido  pactado  antes  de  deponer  las  armas.  Y  tengo  en 
mi  bolsillo  el  expresado  pasaporte  ;  mas  segiin  lo  convenido,  de- 
bíamos haber  seguido  ayer  para  nuestro  destino  y  hasta  ho}'  es- 
tamos detenidos. 

«  No  rae  figuro  que  el  General  IMedina  sea  capaz  de  violar  un 
convenio  celebrado  con  todas  las  formalidades  de  la  guerra,  pero 
no  puedo,  sin  embargo,  hablarte  con  seguridad  de  mi  futura 
suerte. 

<  Xos  llevarán  al  Brasil  ': 

«Xos  llevarán  á  Montevideo!- —Quién  sabe  ! 

«  Pienso  á  todas  horas  en  ti. 


«  César. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  433 

laciones    con    la   camarilla   de   Montevideo    para 
obtener  la  orden  de  ejecución. 

Prescindieron  en  absoluto  de  Medina  y  del  Pre- 
sidente Pereyra,  librando  toda  la  acción  á  los  pri- 
maces del  fusionismo. 

Don  Francisco  Lasala,  al  dar  cuenta  al  Ministro 
de  las  Carreras  del  resultado  de  la  campaña,  de- 
claraba con  júbilo  que  el  anarquista  César  Díaz 
y  demás  individuos  de  la  gavilla  salvaje  de  con- 
servadores habían  caído  en  su  poder;  y  agregaba 
que  era  necesario  penetrarse  de  la  necesidad  de 
hacer  un  escarmiento. 

Para  inducir  mejor  á  los  hombres  de  Monte- 
video, Lasala  pintaba  en  forma  pavorosa  el  estado 
de  ¡os  ánimos  en  el  Ejército.—  Si  no  se  procede 
á  la  mayor  urgencia,  decía,  no  respondo  de  lo 
que  puedan  hacer  los  Jefes  del  Ejército,  pues  to- 
dos, todos  exigen  la  ejecución  de  los  principales 
revolucionarios.  — Por  el  momento  ha  sido  preciso 
respetar  la  palabra  de  Medina,  pero  es  necesario 
que  á  todo  trance  ustedes  arranquen  la  orden 
de  Pereyra  para  que  sean  pasados  por  las  ar- 
mas. ... 

Se  refería  á  los  jefes  superiores,  pues  tratán- 
dose de  los  demás  se  contentaban  con  que  fueran 
quintados  con  arreglo  á  la  ordenanza. 

Y  en  cuanto  á  los  beneméritos  legionarios,  que 
habían  envejecido  al  servicio  de  la  libertad,  el  in- 
humano Jefe  del  Estado  Mayor  dejaba  ver  cuál 
sería   su    destino,   al    expresarse   en    esta   forma 

28 


434  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

brutal :      ....    esos  corren  por  nuestra   cuenta.  ) 

Don  Antonio  de  las  Carreras,  representante  del 
füsionismo  en  el  Fuerte,  de  acuerdo  con  don  Cán- 
dido Juanicó,  el  personaje  más  conspicuo  entre 
los  políticos  de  la  época,  comenzó  á  trabajar  el 
ánimo  del  Presidente  de  la  República. 

Mientras  esto  sucedía,  las  campanas  anuncia- 
ban á  todos  los  ámbitos  la  victoria  de  las  armas 
del  Gobierno,  y  el  Boletín  Oficial,  con  partes  re- 
dactados en  el  Fuerte^  detallaba  los  sucesos. 

La  turba  oribista  se  lanzó  á  la  calle  dando  co- 
mienzo á  una  nueva  era  de  excesos. 

Eran  las  mismas  puebladas  que  habían  afren- 
tado á  la  cultura  nacional  con  las  mazhorcadas  de 
Marzo. 

Se  dirigieron  á  la  casa  del  Jefe  del  Estado,  á 
donde  desde  temprano  habían  acudido  los  más 
conspicuos  elementos  de  la  fusión. 

Frente  á  la  casa  presidencial  la  turba  levantó 
una  grita  estridente  pidiendo  el  castigo  de  los 
rebeldes  y  la  aparición  á  su  vista  de  don  Gabriel 
Antonio  Pereyra. 

Éste  accedió  al  pedido  de  la  multitud,  presen- 
tándose. Un  vocerío  infernal  saludó  al  Presiden- 
te, reiterando  el  pedido  de  la  represión,  acom- 
pañado de  frases  groseras  é  injuriosas  dirigidas  á 
los  vencidos. 

Entretanto  iban  llegando  los  elementos  oficia- 
listas que  se  disputaban  la  proximidad  del  Jefe 
del    Estado,  á  fin   de  estrecharle  la  mano  y  pre- 


CARLOS  OXETO  Y  VIANA  435 

sentarle  las  felicitaciones  que  correspondía  por 
el  gran  triunfo  obtenido. 

Los  primaces  de  la  fusión  rodearon  al  Presi- 
dente esforzándose  por  convencerlo  de  la  necesi- 
dad del  escarmiento.  Á  la  palabra  de  Medina  no 
había  que  atribuirle  valor,  pues  en  su  calidad  de 
Jefe  del  Ejército  no  tenía  facultad  para  hacer  pac- 
tos que  sólo  correspondía  al  Gobierno. 

La  conducta  de  aquellos  hombres  probaba  su 
moralidad. 

Entendían  que  la  circunstancia  de  hacer  ver  al 
país  que  los  rebeldes  se  habían  rendido  á  discre- 
ción, permitía  al  vencedor  disponer  de  la  vida  de 
los  vencidos. 

Era  la  vieja  tesis  de  Rosas. 

Para  dominar  la  voluntad  de!  señor  Pereyra,  pu- 
sieron hábilmente  en  juego  todos  los  resortes  de 
que  podían  disponer. 

Las  distintas  corporaciones  públicas  pasaron  á 
saludar  al  Presidente,  ofreciéndole  su  adhesión  in- 
condicional y  su  solidaridad  en  las  responsabili- 
dades de  la  represión. 

Los  órganos  fusionistas  uniformemente  se  es- 
forzaron por  hacer  al  país  cómplice  de  lo  que 
venían  preparando. 

La  camarilla  ganó  la  alianza  de  doña  Dolores 
Vidal,  señora  del  Presidente,  mujer  que  tenía  el 
alma  de  Fredegunda,  voluntariosa,  de  carácter,  y 
que  ejercía  gran  influjo  sobre  su  esposo. 

Ella  debía  convencer  á  don  Gabriel   de  la  ne- 


436  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

cesidad  de  librar  al  país  de  los  elementos  pertur- 
badores que  al  día  siguiente  de  su  libertad  serían 
nuevamente  agentes  de  disturbios  y  de  anarquía. 

Doña  Dolores  Vidal  profesaba  odio  á  los  con- 
servadores, á  quienes  no  perdonaba  sus  rebeldías 
y  la  sistemada  oposición  al  Gobierno  de  su  ma- 
rido. Convirtióse  en  instrumento  de  los  planes  de 
la  camarilla  y  con  ella  se  dispusieron  á  dominar  la 
ancianidad  del  señor  Pereyra. 

Concluyó  éste  por  asesorarse  de  los  más  cons- 
picuos personajes  de  la  fusión. 

La  orden  de  ejecución  fué  arrancada. 

Inmediatamente  se  despacharon  chasques  para 
el  Cuartel  General. 

El  Ministro  de  las  Carreras  redactó  la  forma 
en  que  debía  verificarse  aquel  acto  salvaje. 

« Pena  de  muerte  por  arcabuceo  en  el  acto  de 
recibir  la  orden  y  sin  otro  requisito,  para  los  Ge- 
nerales don  César  Díaz  y  don  Manuel  Freiré  '■  ^ ' 
Coroneles  don  Francisco  Tajes,  don  Eulalio  Mar- 
tínez y  demás  jefes  cabecillas  que  hayan  hecho 
reuniones,  asesinando  algunas  personas.  En  cuanto 
á  los  oficiales,  se  mandarán  quintar,  etc..  ..  > 

Tal  como  habían  exigido  los  caudillos  oribis- 
tas  por  intermedio  de  don  Francisco  Lasala. 

La  política  de  fusión  convertida  en  instrumento 


( 1 )  El  General  don  Manuel  Freiré  había  estado  en  Montevideo 
hasta  el  20  de  Diciembre  de  1857. 

Burlando  la  vigilancia  del  Gobierno  logró  embarcarse  para  in- 
corporarse á  sus  amigos. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  437 

del  caudillaje,  imponía  al  país  una  monstruosidad. 
Al  oficio  que  informaba  la  manera  como  serían 
ejecutados  los  prisioneros,  acompañaba  el  siguiente 
Mensaje  del  Presidente  de  la  República: 

«  Montevideo,  Enero  30  de  185S. 

<  Señor  Brigadier  General  don  Anacleto  Medina. 

V  En  contestación  á  la  nota  de  V.  S.  de  fecha 
28  del  corriente,  el  Gobierno  ha  tomado  una  re- 
solución que  le  será  comunicada  por  el  Ministerio 
respectiv'o,  á  la  cual  dará  usted  inmediato  cum- 
plimiento reuniendo  previamente  los  Jefes  del  Ejér- 
cito^ á  quienes  informará  usted  de  aquella  resolu- 
ción. 

De  usted  atento  S.  S. 

«  Gabriel  A.  Pereyr.a.  ;> 


Se  daba  una  vez  más  satisfacción  al  caudillaje, 
reuniéndolo  previamente  para  enterarlo  de  que  el 
Gobierno  accedía  á  sus  exigencias. 

Esta  formalidad  era,  por  otra  parte,  perfecta- 
mente inútil,  por  cuanto  los  primaces  de  la  fu- 
sión, estrechamente  vinculados  á  los  caudillos  que 
estaban  en  el  Ejército,  se  habían  apresurado  á 
darles  cuenta  de  la  victoria  obtenida  sobre  el 
Presidente  de  la  República. 


438  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

El  triunfo  de  la  camarilla  quedó  envuelto  en 
reservas  durante  dos  días. 

En  la  mañana  del  l.o  de  Febrero  comenzaron 
los  rumores,  y  muy  pronto  circuló  la  noticia  de 
que  se  había  dado  orden  de  ejecución. 

La  ciudad  quedó  aterrada,  presa  del  estupor. 

El  Comercio  del  Plata  desapareció  ese  mismo 
día. 

Todos  los  elementos  sanos  de  la  población  pu- 
siéronse en  movimiento  para  obtener  la  revoca- 
ción del  decreto  condenatorio. 

Los  amigos  y  parientes  de  los  vencidos,  la  Co- 
misión de  Beneficencia  Pública,  el  Cuerpo  Diplo- 
mático intercedieron,  poniendo  en  juego  los  me- 
dios posibles  para  salvar  á  los  desgraciados  pri- 
sioneros. 

El  Ministro  Imperial  fué  el  primero  en  interpo- 
ner la  demanda  de  clemencia. 

Las  damas  más  distinguidas  vinculadas  á  la  se- 
ñora del  Presidente  por  antigua  amistad,  corrieron 
á  su  casa  á  fin  de  implorar  de  sus  sentimientos  ca- 
ritativos pusiera  su  influencia  en  favor  de  la  vida 
de  aquellos  desgraciados. 

Pero  todo  fué  inútil:  los  ruegos  y  los  pedidos 
eran  oídos  con  salvaje  desprecio. 

Mientras  esto  sucedía,  se  propala  por  la  ciudad 
una  nueva  que  tuvo  la  virtud  de  aumentar  el  do- 
lor que  dominaba  ala  población,  llevando  la  deses- 
peración á  todos  los  ánimos. 

El  Brigadier  General  don  Enrique  Martínez,  pa- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  439 

dre  político  de  César  Díaz,  asilado  en  la  casa  del 
Encargado  de  Negocios  de  Estados  Unidos,  di- 
rige una  circular  á  los  Ministros  Diplomáticos  de- 
nunciando que  los  prisioneros  habían  depuesto 
las  armas  bajo  la  fe  jurada  de  una  capitulación. 

Este  notable  documento,  lleno  de  sinceridad, 
que  revela  toda  la  indignación  de  su  autor,  pro- 
dujo honda  impresión  y  desconcertó  á  los  hom- 
bres del  Gobierno,  que  entendían  que  todo  pa- 
saría ignorado. 

El  General  Martínez  — que  en  un  principio  du- 
daba de  la  orden  gubernativa  — colocándose  en 
el  caso  en  que  no  hubiese  habido  pacto  alguno, 
como  proclamaban  los  hombres  del  Fuerte,  de- 
cía: 

<  Si  esos  jefes  y  oficiales  fueran  considerados 
como  prisioneros  de  guerra,  era  un  inaudito  acto 
de  barbarie,  inconciliable  con  los  principios  de 
justicia  y  de  humanidad  que  reconocen  y  respe- 
tan todas  las  naciones  civilizadas  de  nuestra  época, 
atentar  contra  sus  vidas  por  el  mero  hecho  de 
haber  sido  desgraciados  en  los  combates  y  en- 
contrarse en  manos  de  sus  enemigos. 

<;Tal  atentado  yo  no  podía  ni  debía  esperar 
del  Gobierno  de  un  país  democrático,  regido  por 
instituciones  tan  liberales  como  las  de  esta  Re- 
pública y  donde  los  actos  de  los  mandatarios 
están  sujetos  á  serias  y  graves  responsabilidades. 

« Si  no  fuera  en  tal  carácter  que   se   les   con- 


440  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

sideraba;  si  fuera  como  simples  criminales  por 
la  insurrección  que  encabezaron  contra  la  auto- 
ridad gubernativa,  entonces  esos  jefes  y  oficiales 
debían  ser  juzgados  por  sus  jueces  naturales,  con 
sujeción  á  las  formas  establecidas  por  Mas  leyes 
respectivas  y  castigados  como  lo  determinaran  las 
sentencias  que  dieran  los  Tribunales  competen- 
tes, únicos  que  en  la  República,  donde  existe  la 
división  de  los  Poderes  Públicos,  pueden  juzgar 
y  penar. 

;  El  Código  Fundamental  del  Estado  que  re- 
glamenta las  atribuciones  de  aquellos  Poderes, 
así  lo  dispone,  y  haciendo  justicia  al  Gobierno 
que  en  este  país  tiene  el  P.  E.,  yo  no  podía  ni 
debía  admitir  tal  usurpación  de  atribuciones  y 
menos  con  el  solo  intento  de  sacrificar  aquellos 
hombres  á  una  venganza  injustificable  y  arrojar 
sobre  la  autoridad  que  tal  abuso  hacía  de  su  po- 
sición toda  la  responsabilidad  del  asesinato  frío 
y  calculado  d  que  en  tal  caso  quedaría  reducida 
aquella  ejecución.  > 

Y  para  explicar  cómo  había  podido  vigorizar 
su  incredulidad,  agregaba: 

« Para  pensar  así,  sólo  tenía  las  razones  que 
dejo  aducidas;  pero  ayer  vino  á  mis  manos 
la  carta  que  he  depositado  en  las  de  S.  E. 
el  señor  Encargado  de  Negocios  de  S.  M.  B.,  en 
que  el  General  Díaz  participa  á  mi  familia  que 
se  ha  entregado  á  las  fuerzas  del  Gobierno  bajo 
la  fe  de  una  capitulación   en  que  se   prometía  á 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


los  vencidos  el  poder  pasar  libremente  al  territorio 
vecino  del  Imperio  del  Brasil,  otorgándoles  sus 
respectivos  pasaportes. 

<  Esta  consideración  dio  nuevas  creces  á  mi 
confianza. 

«  La  vida  de  esos  hombres  desgraciados  estaba 
bajo  la  custodia  no  sólo  de  las  leyes  del  país, 
de  la  justicia  y  de  la  humanidad,  sino  también  del 
honor  nacional  empeñado  en  una  capitulación, 
que,  como  la  presente,  ponía  fin  á  una  contienda 
civil,  reservando  al  país  la  vida  de  seres  que  le 
son  tan  preciosos,  como  cada  uno  de  aquellos 
bravos  cuyos  nombres  encierran  toda  una  histo- 
ria, la  más  brillante  de  servicios  prestados  á  la 
independencia  y  á  la  libertad. 

Después,  haciéndose  cargo  de  la  conducta  del 
Gobierno  al  ordenar  la  ejecución,  continuaba: 

Ya  no  es  un  rumor  sino  un  hecho  desgra- 
ciadamente cierto  y  notorio,  que  el  Gobierno  que- 
riendo revestirse  de  una  severidad  que  tiene  lí- 
mites trazados  por  las  leyes  del  país,  ha  ido  hasta 
ordenar  el  fusilamiento  inmediato  de  los  rendidos, 
sin  forma,  sin  juicio,  sin  sentencia,  sin  causa  ni 
delito  clasificado  y  probado,  y  de  combatientes 
que  haciendo  al  Gobierno  de  su  país  la  honra 
que  no  podían  negarle  sin  arrojar  sobre  él  y  el 
país  el  insulto  y  la  vergüenza,  habían  depuesto 
las  armas  y  renunciado  á  la  contienda  en  la  se- 
guridad de  que  la  palabra  empeñada  en  un  pacto 


442  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

bélico  como  es  la  capitulación  mencionada,  sería 
respetada  y  cumplida. » 

Y  terminaba  solicitando  la  intercesión  del  Mi- 
nistro á  que  se  dirigía  "^^  en   esta  forma: 

« En  tal  caso,  como  padre,  como  ciudadano, 
como  compañero  de  armas  de  esas  beneméritas 
víctimas  de  su  ardimiento  patriótico  y  de  la  no- 
bleza de  sus  sentimientos,  vengo,  señor,  á  de- 
nunciar este  hecho,  protestando  contra  él  con 
toda  la  energía  que  merece,  y  á  interesar  los 
sentimientos  benévolos  de  V.  E.  y  la  respetabi- 
lidad del  alto  cargo  que  inviste,  á  fin  de  que  ha- 
ciéndolos valer  cerca  de  S.  E.  el  señor  Presidente 
de  la  República  obtenga  para  aquellos  jefes  y 
oficiales,  que  estoy  autorizado  para  poner  bajo 
la  protección  de  V.  E.,  el  respeto  á  lo  pactado  y 
á  los  derechos  y  garantías  con  que  los  cubren 
las  leyes  escritas  del  país  y  las  generales  de  la 
humanidad  á  cuyo  frente  se  encuentra  la  gran 
nación  que  V.  E.  tiene  el  honor  de  representar 
tan  dignamente  en  este  país. 

Hecho  público  este  documento  que  ponía  en 
evidencia  la  felonía  del  Gobierno,  levantóse  un 
clamor  general  de  protesta. 

La  casa  del  señor  Pereyra  fué  asediada  nue- 
vamente por  elementos  de  todas  clases  y  nacio- 
nalidades, que  imploraban  unánimemente  por  la 
salvación  de  los  capitulados. 

( 1 )    Este  oficio  fué  pasado  á  los  Ministros  de  Inglaterra,  Fran- 
cia y  Estados  Unidos. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  443 

Esto  ocurría  el  día  2  de  Febrero. 

La  orden  de  ejecución  había  sido  librada  en 
la  mañana  del  30,  por  chasque  de  actividad,  como 
pidiera  Lasala. 

Don  Antonio  de  las  Carreras  tenía  el  conven- 
cimiento de  que  tan  pronto  llegase  al  Cuartel 
General  la  resolución  gubernativa,  sería  cum- 
plida. 

No  sólo  confiaba  en  la  fidelidad  de  Medina, 
cuya  norma  de  conducta  había  sido  toda  su  vida 
obedecer  estrictamente,  sin  discutir,  las  disposi- 
ciones de  sus  superiores,  y  que  estaba  además 
sobradamente  vinculado  al  doctor  don  Cándido 
Juanicó  y  á  todos  los  personajes  conspicuos  de 
la  fusión,  sino  también  tenía  la  persuasión  de 
que  en  el  caso  en  que  Medina  ejerciera  por  vez 
primera  un  acto  de  rebeldía,  se  encontraría  ais- 
lado y  sin  autoridad,  pues  todas  las  divisiones 
del  ejército  eran  comandadas  por  los  antiguos 
tenientes  de  Oribe  — los  mismos  que  por  inter- 
medio de  don  Francisco  Lasala  pedían  la  ejecu- 
ción de  los  principales  revolucionarios. 

Lo  que  faltaba  entonces  era  explicar  la  con- 
ducta del  Gobierno. 

La  capitulación  se  hizo  evidente. 

Estaba  en  la  conciencia  pública. 

La  camarilla  fusionista  — que  con  una  perver- 
sidad inconcebible  seguía  juzgando  que  el  hecho 
de  hacer  ver  al  país  que  no  había  existido  pacto 
alguno  autorizaba  al  Gobierno   á  disponer  de  la 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


vida  de  los  vencidos  — presentó  documentos  com- 
probatorios venidos  del  Cuartel  General,  que  de- 
claraban haberse  rendido  aquéllos  á  discreción  '■  ^  • 

Se  venía  á  demostrar  que  vivíamos  en  plena 
época  de  Rosas. 

No  se  ocultaba  el  crimen,  ni  se  trataba  de  ate- 
nuarlo, ni  se  le  atribuía  á  ninguna  circunstancia 
desgraciada. 

Llegóse  á  tal  grado  de  perversión,  que  los  hom- 
bres del  Gobierno  proclamaban  abiertamente  la 
necesidad  del  acto  de  justicia  que  había  realizado 
el  Presidente  de  la  República. 

Para  disipar  un  tanto  la  atmósfera  de  impreca- 
ciones y  de  protesta,  la  política  de  fusión  — que 
no  tuvo  escrúpulos  en  llegar  hasta  el  crimen  — 
comete  un  acto  por  el  cual  venía  á  agregar  al 
asesinato  el  escarnio. 

Don  Gabriel  Antonio    Pereyra    suscribió  el  si- 

(1)    «Excmo.  señor  Presidente  de  la  República,  don  Gabriel  A. 
Pereyra. 

«  Cuartel  General. — Paso  de  Quinteros  en  el  Río  Negro, 

Enero  28  de  1858. 
«  ]Mi  querido  Presidente  : 
c Hemos  triunfado  completamente,  pues  el  ejército  rebelde,    que 
logramos  alcanzar,  todo  se  ha  sometido  }•  ha  entregado  sus  armas, 
caballos  y  bagajes. 

«Señor  Presidente:  mañana  le  daré  una  noticia  de  todo  lo  ocu- 
rrido en  este  suceso  tan  feliz  para  la  tranquilidad  de  la  Repú- 
blica. 

«Los  Generales  Díaz  y  Freiré,  el   Coronel  Tajes  y  catorce  jefes 
más  están  prisioneres  en  nuestro  poder. 
«Felicito  á  V.  E.  por  este  espléndido  triunfo. 
<  De  V.  E.  amigo  afectísimo, 

«  Aiiaclcto  Medina. » 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


guíente  mensaje,  que  llegaría  tarde  al  Cuartel  Ge- 
neral : 

«  Montevideo,  Febrero  2  de  1858. 

Señor  Brigadier  General  don  Anacleto  Medina. 

<  El  Gobierno  ha  ordenado  la  ejecución  de  los 
jefes  de  la  rebelión  que  han  caído  en  poder  de 
las  armas  nacionales;  pero  atendiendo  á  circuns- 
tancias que  han  mediado  en  el  sometimiento— y 
que  recién  conoce— y  á  consideraciones  de  que  el 
Gobierno  no  ha  podido  prescindir,  ordena  á  V.  E. 
que  en  el  acto  de  recibir  este  despacho  suspenda 
V.  E.  la  ejecución,  conduciéndolos  á  la  Villa  de 
la  Unión. 

<:  Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años. 

«  Gabriel  Antonio  Pereyra.  > 

Las  cosas  allá  en  Río  Negro  se  habían  pro- 
ducido tal  como  querían  los  elementos  conspi- 
cuos de  la  fusión. 

Comenzaron  á  llegar  á  la  Capital,  por  distintos 
conductos,  oficios  del  ejército. 

Éstos  uniformemente  declaraban  que  los  rebel- 
des se  habían  rendido  incondicionalmente. 

Simultáneamente  llegaban  las  cartas  de  los  ca- 
pitulados á  sus  familias  que  unifoimemente  daban 
cuenta  de  las  condiciones  bajo  las  cuales  habían 
depuesto  las  armas. 


446  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Veamos,  mientras  tanto,  lo  que  había  ocurrido. 

Don  Anacleto  Medina  había  dado  comienzo  á 
la  ejecución  de  lo  pactado,  encargando  al  Capi- 
tán don  Melchor  Alvarez  de  la  conducción  de 
ios  deportados  hasta  la  frontera. 

<  Pusiéronse  en  marcha  para  el  Brasil  los  jefes, 
pero  á  tres  leguas  de  camino  recibieron  contra- 
orden y  volvieron  al  campo  donde  acababan  de 
ser  degollados  78  de  los  suyos. 

« Terrible  sospecha  les  hizo  concebir  aquel  in- 
cidente anexo  al  de  su  vuelta,  pero  nada  dijeron 
ni  se  les  dijo. 

<  Con  todo,  rumores  siniestros  llegaron  á  sus 
oídos. 

« Se  hablaba  de  una  reunión  habida  entre  los 
jefes  del  Ejército  vencedor;  varios  chasques  aca- 
baban de  ser  despachados  á  la  ciudad  y  se  es- 
peraban órdenes  del  Gobierno. 

« En  medio  de  estas  zozobras,  y  como  si  no 
se  aguardara  otra  cosa  que  la  vuelta  de  los  capi- 
tulados de  alta  graduación,  el  ejército  del  Go- 
bierno emprendió  su  marcha  con  rumbo  á  Mon- 
tevideo. 

« El  tiempo  era  caluroso.  Las  jornadas  se  ha- 
cían de  noche  y  sin  novedad.  El  31  de  Enero  se 
concedió  permiso  á  los  capitulados  para  escribir 
á  sus  familias:  lo  hicieron.  Algunas  de  estas  car- 
tas tienen  todo  el  acento  de  las  esperanzas  per- 
didas. 

^  El  1."  de  Febrero,  á  medio  día,  fué  comuni- 
cada la  orden  de  levantar  el  campo. 


CARLOS  ONETO  Y    VIANA 


<  Mientras  se  hacían  los  preparativos  de  mar- 
cha, un  oficial  superior  se  presentó  á  César  Díaz 
pidiéndole  su  pasaporte  á  nombre  y  de  orden  del 
General  en  Jefe,  que  necesitaba  hacer  en  él  algu- 
nas alteraciones.  El  General  opuso  cierta  resisten- 
cia á  entregarlo,  fundándose  en  que  era  su  única 
garantía,  pero  siguiendo  luego  el  consejo  de  Fran- 
cisco Tajes,  sacó  una  copia  del  documento,  y 
lo  entregó    ^  . 

«Á  las  2  de  la  tarde  rompió  el  Ejército  su  mar- 
cha caminando  hasta  las  7,  hora  en  que  hizo  alto 
sobre  una  cuchilla,  donde  desplegó  en  batalla. 

«  Presenciaban  los  prisioneros  la  maniobra  del 
despliegue,  cuando  vino  sobre  ellos  un  grupo  del 
que  se  destacaron  varios  soldados,  y  echándose 
sobre  César  Díaz  lo  desmontaron  del  caballo,  des- 
pojándolo de  sus  espuelas,  dinero  y  prendas  de 
vestir;  le  ataron  los  brazos  con  un  maneador 
(    codo  con  codo  >    -';)  y  empezaron  á  empujarlo 

(1)  «Cuartel  Genera],  Paso  de  Quinteros,  Enero  28  de  185í?. 

«Ejército  de  operaciones. 

«Pasan  al  Brasil  con  mi  garantía  y  acompañados  del  señor  Jefe 
Político  de  Cerro  Largro  hasta  dejarlos  del  otro  lado  de  la  fron- 
tera, el  General  don  César  Díaz,  General  don  Manuel  Freirc,  Co- 
ronel don  Francisco  Tajes,  Coronel  don  Eulalio  Martínez,  Teniente 
Coronel  don  Isidro  Caballero,  Teniente  Coronel  don  José  Mora,  Te- 
niente Coronel  don  Eugenio  Abella:  Mayores  en  propiedad  J' gra- 
duados don  Benigno  Islas,  Aurelio  Freiré,  Manuel  Espinosa,  An- 
tonio Almada,  Ezequiel  Burgos,  Ciríaco  Burgos,  Luis  Viera,  Es- 
teban Saccarello,  Juan  José  Poj'o. 

«  Aiiachto  Medina.  » 

Es  copia.  César  Días. 

[2,  Antonio  Díaz,  tomo  ix,  página  214.  «  Historia  del  Río  de  la 
Plata». 


443  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

hacia  un  espinillal  anticipadamente  indicado  para 
lugar  de  suplicio. 

<■  Pidió  permiso  para  escribir  á  su  esposa,  y  se 
lo  negaron;  seguidamente  rogó  al  Comandante 
Bastarrica,  allí  cercano,  se  hiciera  cargo  de  su  re- 
loj, única  prenda  escapada  del  saqueo,  para  en- 
tregar á  la  mujer,  ante  quien  debía  suplir  el  tes- 
timonio de  su  pensamiento. 

<  Luego  se  despidió  de  sus  compañeros  con  un 
gesto,  y  al  pasar  delante  del  Jefe  del  Ejército  ven- 
cedor, que  se  preparaba  á  contemplar  impasible 
la  ejecución,  le  dijo:  «General,  ¿qué  vale  ya  la 
palabra  de  un  General  Oriental  ?  >  —  «  Vaya  usted, 
vaya.  General,  replicó  Medina;  esa  es  la  orden  del 
Gobierno;  y  una  descarga  puso  fin  al  episodio  ^'^.^ 

Inmediatamente  sufrieron  la  misma  muerte  Freiré, 
Francisco  Tajes  y  Eulalio  Martínez. 

El  primero  murió  con  estoicismo  romano:  sin 
una  queja,  ni  una  protesta  siquiera. 

El  segundo  intentó  poner  fin  á  su  existencia, 
juzgando  indigno  de  su  persona  caer  ultimado 
por  mano  de  verdugos.  «  Á  Francisco  Tajes — ex- 
clamó con  arrogancia — no  lo  matan  traidores  co- 
bardes. 

Su  esfuerzo  fué  inútil.  El  más  generoso,  el  más 
caballeresco,  el  más  bueno,  el  más  bravo,  el  más 
leal  <  el  corazón  más  noble  que  jamás  ha  latido 
en  pecho  humano  •-'      el   caballero  sin  tacha   y 

(  1 )    Francisco  Bauza. 

(2)    Del  doctor  ilon  José  Pedro  Ramírez. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  449 

sin  reproche  del  Río  déla  Plata  '^  cayó  atrave- 
sado por  la  descarga  de  orden. 

El  ejército  siguió  su  marcha. 

Los  jefes  prisioneros  fueron  entregados  á  la 
custodia  de  don  Dionisio  Coronel;  los  oficiales 
á  don  Ignacio  Madriaga  y  la  tropa  á  don  Cipriano 
Carnes. 

El  día  2,  al  llegar  á  la  costa  del  Tala,  así  como 
á  las  dos  de  la  mañana,  nuevamente   se  detuvo. 

En  medio  del  silencio  de  la  noche,  fueron  se- 
parados del  resto  de  los  capitulados,  don  Isidro 
Caballero,  don  Juan  José  Poyo,  don  Benigno  Islas, 
don  Ramón  Islas,  don  Esteban  Saccarello,  don 
Manuel  Espinosa,  don  Aurelio  Freiré  y  don  Rufino 
Mas. 

Uno  tras  otro  fueron  fusilados. 

Se  reanuda  la  marcha  con  rumbo  á  la  capital. 

El  día  3  se  repiten  las  escenas  de  barbarie. 

En  medio  de  una  gritería  infernal,  fueron  eje- 
cutados los  oficiales  don  Victoriano  Pérez,  don 
Bautista  Bonino,  don  Regino  Méndez,  don  Pedro 
Nessy,  don  Juan  Perrigault  y  don  Domingo  Lus- 
trini. 

Sus  cadáveres  quedaron  insepultos,  tendidos  en 
las  yerbas. 

El  ejército  siguió  lentamente. 

El  mismo  día  3,  en  las  proximidades  del  Santa 
Lucía,  Cipriano  Cames  hacía  arrancar  las  visceras 
á  una  veintena  de  legionarios. 

[3'j    Del  General  don  Bartolomé  Mitre. 
29 


450  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Aquel  bárbaro  venía  lanceando  á  los  desgracia- 
dos que,  víctimas  del  cansancio,  quedaban  reza- 
gados en  la  marcha. 

Un  reguero  de  sangre  señalaba  las  huellas  del 
ejército. 

Por  la  noche,  alrededor  de  grandes  fogatas,  en- 
tre mate  y  mate,  se  comentaban  las  escenas  de 
barbarie  ocurridas  durante  el  día. 

Los  gestos  de  dolor  de  las  víctimas,  los  gemi- 
dos de  los  moribundos,  las  imprecaciones,  todas 
las  manifestaciones  dolorosas  de  la  agonía  servían 
á  aquellas  gentes  educadas  en  la  escuela  de  san- 
gre implantada  por  Rosas,  de  materia  para  pasar 
buenamente  las  veladas   de  campamento. 

El  día  6  se  reanuda  la  matanza,  comenzándose 
por  el  capitán  Pietro  Dural,  valeroso  garibaldino 
que  profesaba  admiración  por  César  Díaz.  Su 
cabeza  separada  del  cuerpo  rodó  por  el  ejército. 

Cesaron  entonces  en  la  obra  de  sangre. 

<  El  espectáculo  había  sido  espantoso.  Aquella 
gente  se  había  entregado  á  sus  hábitos  de  ma- 
tanza durante  varios  días. 

«  Se  mató  á  fusil,  á  lanza,  á  cuchillo. 
«  Se  mató  en  grupos  y  uno  á  uno. 
«  Los  extranjeros  fueron  todos  degollados  por 
ser  extranjeros. 

<  Cada  vez  que  se  daba  de  beber  á  los  prisio- 
neros, eran  degollados  algunos  en  las  orillas  de 
los  arroyos. 

<'  Al  fin  de  cada  comida  se  degollaba  á  otros.  > 


CARLOS  ONETO  V  VIANA 


El  día  10,  ya  en  las  cercanías  de  Montevideo, 
se  detuvieron,  dando  así  tiempo  á  que  en  la  Ca- 
pital concluyeran  los  preparativos  con  que  los 
elementos  del  Gobierno  festejarían  la  entrada  de 
los  vencedores. 

El  11  llegaron  á  la  Unión.  No  quedaba  toda- 
vía terminada  la  atroz  carnicería,  pues  allí  fueron 
ultimados  varios  desgraciados  para  solemnizar  el 
fin  de  la  jornada. 

Al  Colegio  de  la  Unión  acudieron  el  Ministro 
de  Guerra  y  Marina  don  Andrés  A.  Gómez,  don 
Julio  C.  Pereyra  y  los  miembros  de  la  H.  C.  Per- 
manente, don  José  Gabriel  Palomeque,  don  José 
Lozano,  don  Rafael  Fernández  Echenique,  don 
Francisco  Fernández  Fisterra  y  don  Hermenegildo 
Solsona. 

Se  procedió  á  una  clasificación  individual  de 
los  prisioneros,  cumpliendo  el  decreto  gubernativo 
del  día,  á  fin  de  poner  en  libertad  á  los  que  no 
aparecieren  con  nota  de  otro  crimen  que  el  de  re- 
belión. 

Se  pudo  ver  que  la  orden  del  Gobierno  no  ha- 
bía sido  cumplida  totalmente  en  lo  que  se  refería 
á  las  personas  que  debían  haber  sido  ejecutadas. 

Los  caudillos  del  ejército  habían  procedido  como 
mejor  les  plugo.  Salvaron  á  varios  de  los  que 
estaban  incluidos  en  la  resolución  gubernativa,  obe- 
deciendo á  circunstancias  de  parentesco,  de  amis- 
tad ó  de  simpatía. 


452  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Don  Dionisio  Coronel  libró  al  bravo  Hubo, 
héroe  de  Cagancha. 

Don  Agustín  Muñoz  al  Teniente  Coronel  don 
Antonio  Almada. 

Don  Cipriano  Carnes  al  Comandante  don  José 
Mora. 

Don  Francisco  Lasala  al  Sargento  Mayor  don 
Wenceslao  Regules. 

Don  Gervasio  Burgueño  al  Comandante  don 
Luis  Viera. 

Fueron  además  librados  unos  cuantos  oficiales 
por  distintos  jefes  gubernistas,  principalmente  por 
don  Gervasio  Burgueño,  que  se  singularizó  por 
su  conducta  moderada. 

La  actitud  levantisca  de  los  caudillos  se  explica. 

Eran  los  dueños  de  la  situación,  y  sus  actos 
no  sufrían  control  alguno;  cosa  que,  por  otra  parte, 
no  hubieran  permitido. 

El  mismo  día  11,  el  ejército  hizo  su  entrada 
triunfal  en  Montevideo. 

Una  batería  colocada  en  la  Plaza  Cagancha, 
tan  pronto  asomó  la  columna  vencedora  atronó 
los  aires  con  una  triple  salva. 

El  estampido  del  cañón  continuó  resonando 
durante  el  día. 

Los  acordes  del  Himno  Nacional  se  confundían 
con  el  vocerío  de  la  plebe  que  rodeaba  á  la 
columna. 

Los  primaces  de  la  fusión  hacían  á  los  verdu- 
gos esa  aparatosa   recepción  en  nombre  de  una 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  433 

política  de  olvido,  de  confraternidad  y  concordia. 

El  ejército  recorrió  las  principales  calles  de  la 
ciudad,  pasando  por  frente  á  la  casa  del  Presi- 
dente de  la  República.  Allí  don  Gabriel  Antonio 
Pereyra  se  puso  á  la  cabeza  de  la  columna  y  si- 
guieron hasta  el  Cerrito,  donde  vivaquearon  du- 
rante el  día. 

El  patricio  de  183Q  había  perdido  el  sentido 
moral. 

Confundido  con  aquellos  hombres  que  chorrea- 
ban sangre,  el  señor  Pereyra  rivalizó  con  los  te- 
nientes de  Oribe  en  la  orgía  á  que  se  entregaron 
para  conmemorar  la  matanza  de   días  anteriores. 

Allá  en  el  Cerrito  pudo  aquella  gente  evocar  el 
pasado.  Diez  años  de  continua  lucha,  de  esfuerzo 
inútil  para  entrar  en  la  ciudad  sitiada,  defendida 
por  los  mismos  que  habían  caído  víctimas  de  la 
perfidia  y  la  traición. 

Recorrieron  la  falda,  visitando  los  sitios  lúgu- 
bres destinados  en  un  tiempo  al  suplicio  de  los 
prisioneros. 

Allí  estuvieron  hasta  el  caer  de  la  tarde;  luego 
volvieron  á  las  proximidades  de  la  ciudad,  donde 
establecieron  su  campamento. 

La  camarilla  fusionista  que  había  enseñado  al 
país  el  refinamiento  de  su  perversión,  que  des- 
atendía toda  consideración  que  no  fuera  las  exi- 
gencias del  caudillaje  y  su  predominio  personal, 
dio  una  vez  más  prueba  de  su  moralidad  con  un 
nuevo  escarnio  lanzado  al  rostro  de  quienes  lio- 


454  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

raban  la  pérdida  de  los  ilustres  patricios   sacrifi- 
cados á  la  saña  del  despotismo. 

Don  Antonio  de  las  Carreras  redactó  el  audaz 
decreto  del  11  de  Febrero,  en  el  que  se  declaraba 
que  estando  asegurada  la  paz  en  toda  la  Repú- 
blica con  el  triunfo  de  las  armas  nacionales  y  el 
castigo  de  la  rebelión  en  el  Paso  de  Quinteros,  el 
Gobierno,  consecuente  con  sus  sentimientos  de  cle- 
mencia y  magnanimidad,  en  cuanto  fueran  com- 
patibles con  los  principios  de  recta  justicia,  base 
de  su  Administración,  resolvía  poner  inmediata- 
mente en   libertad  á  los    prisioneros  clasificados. 

La  prensa  fusionista,  que  era  la  única  que  exis- 
tía entonces  en  Montevideo,  aplaudió  comentando 
extensamente  lo  que  calificara  de  acto  de  fraterni- 
dad del  Gobierno. 

Y  junto  á  las  grandes  alabanzas  por  la  conducta 
generosa  que  adoptaba  el  Poder  salvando  á  los 
que  habían  llegado  hasta  la  Capital,  se  mezclaba 
la  apoteosis  al  crimen,  la  rememoración  de  la 
orgía  cometida  en  los  días  lúgubres  de  Febrero. 

El  órgano  principal  de  la  fusión  declaraba: 
El   triunfo  de   Quinteros  es  otro   triunfo   de 
Ayacucho  en  su  importancia:  éste  para  la  Amé- 
rica entera,  aquél  para  la  patria. 

«  En  Ayacucho  quedó  sellada  la  independencia 
Sudamericana. 

<  Con  el  completo  y  feliz  suceso  de  Quinteros 
quedó  afianzada  la  independencia  de  la  República, 


CARLOS  OXETO  Y  VIANA 


conquistándose  al  mismo  tiempo  para  el  país  un 
porvenir  de  paz  y  de  ventura. 

Aquellos  hombres  se  abrazaban  al  crimen,  dando 
así  al  mundo  un  triste  espectáculo  de  oprobio 
y  descomposición. 


456  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


XII 


La  legalidad  quedó  asesinada  en  Quinteros,  es- 
cribía en  Buenos  Aires  Juan  Carlos  Gómez;  y 
como  consecuencia,  el  desconcierto  y  la  subver- 
sión se  apoderaron  de  todos  los  resortes  de  la 
política  y  la  administración. 

Entre  el  Gobierno  y  los  elementos  honestos 
del  país  se  estableció  un  abismo. 

Aquél  vino  á  quedar  moralmente  herido  de 
muerte,  pues  á  medida  que  fueron  transcurriendo 
los  días  y  conociéndose  mejor  los  sucesos,  más 
monstruoso  se  presentaba  el  crimen  á  los  ojos 
de  todos. 

La  camarilla  fusionista  prescindió,  sin  embargo, 
de  la  condenación  pública,  y  continuó  su  obra 
demoledora. 

El  Presidente   Pereyra,  declarado   fuera  de  ley 


CARLOS  ONFTO  Y  VIANA  457 

por  el  partido  de  la  Defensa,  se  vio  fatalmente 
obligado  á  ceder  á  las  exigencias  de  quienes  lo 
habían  empujado  al  crimen. 

En  medio  del  desorden  en  que  vivía  Montevi- 
deo, durante  los  días  que  siguieron  á  la  ejecución 
de  los  prisioneros,  la  política  de  fusión  cometía  un 
nuevo  atentado  que  vino  á  dar  en  tierra  con  to- 
das las  apariencias  que  hubieran  podido  quedar 
de  régimen  institucional. 

Por  decreto  gubernativo  se  destituyó  á  los  miem- 
bros del  Supremo  Tribunal,  invocándose  como 
justificativo  el  hecho  de  que  el  Gobierno  Proviso- 
rio de  1853  había  establecido  arbitrariamente  va- 
riaciones en  la  composición  de  la  Administración 
Superior  de  Justicia. 

Además  el  Poder  Ejecutivo  formuló  una  serie 
de  cargos  contra  los  Camaristas,  com.o  si  tuviera 
legítimamente  tal  facultad;  hizo  notar  la  desmorali- 
zación notoria  en  que  se  encontraba  la  Justicia  y 
la  necesidad  de  un  pronto  y  eficaz  remedio. 

«Ministerio  de  Gobierno. 

DECRETO 

«  Montevideo,  Febrero  4  de  1858. 

Considerando:  que  después  déla  conservación 
del  orden  y  de  la  paz  pública,  nada  interesa  más 
á  la  sociedad  que  una  recta  é  ilustrada  Adminis- 
tración de  Justicia,  creada  conforme  á  leyes; 


45S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

« Que  es  notoria  la  desmoralización  de  la  ac- 
tual Administración  de  Justicia; 

« Que  exige  por  lo  tanto  un  pronto  y  eficaz 
remedio; 

Que  la  base  de  la  actual  organización  de  la 
Cámara  de  Apelaciones  ha  sido  el  derrocamiento 
revolucionario  é  injustificado  de  los  legítimos  Ma- 
gistrados que  la  constituían  en  1853; 

« Que  con  semejante  procedimiento  se  ha  vio- 
lado el  artículo  103  de  la  Constitución  de  la  Re- 
pública; 

Que  todas  las  elecciones  ó  nombramientos  pos- 
teriores no  son  sino  efectos  del  hecho  radical  vi- 
cioso; y  que,  de  consiguiente,  vienen  sellados  de 
nulidad  desde  su  origen; 

<  Que  considerando  además  la  absoluta  incapa- 
cidad legal  de  los  nombrados,  con  excepción  de 
uno  solo,  en  presencia  del  artículo  102  de  la 
Constitución,  no  es  posible  absolutamente  mirar 
en  el  Tribunal  deshecho  el  verdadero  Tribunal 
de  la  ley; 

<  Que  si  á  todo  ello  se  añade  el  notorio  proce- 
dimiento inmoral  seguido  por  ese  Tribunal  en 
casos  de  interés  público,  tal  como  el  de  cohecho 
y  venalidad  de  un  ex  Juez  de  lo  Civil  de  Pay- 
sandú,  el  de  violencias  y  ultrajes  sobre  varios 
menores  de  color,  arrebatados  á  sus  padres  por 
un  defensor  de  menores,  y  otros,  es  intolerable 
por  más  tiempo  la  conservación  de  semejante 
Tribunal  de  hecho; 


CARLOS  ONETO  V  VIANA  459 

«Que  con  arreglo  al  citado  artículo  103  de  la 
Constitución,  no  hay  otros  verdaderos  camaris- 
tas que  los  que  existan  sin  haberse  jubilado  ó 
sin  renunciar  el  cargo  que  legítimamente  desem- 
peñaban en  Septiembre  de  1853; 

«Y  que  en  este  caso  se  encuentra  únicamente 
el  señor  Camarista  don   Cándido  Juanicó; 

« El  Presidente  de  la  República,  en  consejo  de 
Ministros,  ha  acordado  y  decreta: 

<;  Artículo  l.o  Repóllese  en  el  ejercicio  del  cargo 
de  miembro  de  la  Excelentísima  Cámara  de  Ape- 
laciones al  señor  don  Cándido  Juanicó,  para  que 
integrando  por  ahora  el  Tribunal,  en  cada  caso 
conforme  á  las  leyes,  proceda  á  administrar  justi- 
cia y  provea  á  lo  demás  que  corresponda. 

Art.  2.0  Oficíese  oportunamente  al  Cuerpo  Le- 
gislativo para  el  nombramiento  de  los  demás 
miembros  permanentes  de  la  Excelentísima  Cá- 
mara de  Apelaciones,  conforme  á  la  Constitución. 
Art.  3.0  Cesan,  por  consiguiente,  los  actuales 
miembros  de  hecho  del  expresado  Tribunal. 

«Art.  4.0  Comuniqúese,  publíquese. 

«  Perevra. 
<í.  Antonio  de  las  Carreras.— 
Andrés   A.  Gómez.  — Fe- 
derico Nin  Reyes. 


460  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Don  Cándido  Juanicó,  Deas  ex  machina  de  la 
situación,  fué  el  instigador  de  este  úkase  atenta- 
torio, siendo  también  el  principal  beneficiado. 

Asegurado  el  cargo  de  Presidente  del  Tribunal 
para  quien  había  sido  el  alma  del  movimiento  polí- 
tico de  la  época,  el  Poder  Ejecutivo,  con  todo  des- 
caro, dirigióse  en  Mensaje  á  la  Asamblea  Legisla- 
tiva como  si  fuera  una  dependencia  suya,  para  que 
procediera  á  la  elección   de  los  demás  miembros. 

Esto  hacía  la  política  fusionista  estando  aún 
fresca  la  sangre  de  los  caídos  en  Quinteros,  con 
lo  que  venía  á  confirmar  su  propósito  de  pres- 
cindir de  toda  consideración  de  moral  ó  lega- 
lidad que  obstase  al  triunfo  de  sus  planes. 

La  Asamblea  Legislativa  se  instaló  el  15  de 
Febrero. 

Estaba  compuesta  puramente  por  adictos  al 
fusionismo,  pues  el  Gobierno  había  cerrado  las 
puertas  á  quienes  manifestasen  su  rebeldía.  Por 
eso  el  órgano  oficial,  refiriéndose  á  su  composi- 
ción, podía  declarar  con  regocijo:  «los  elementos 
hoy  son  homogéneos....-  contando  que  con 
esa  homogeneidad  la  política  de  fusión  seguiría 
impunemente  rebajando  el  nivel  moral  del  país. 

La  Asamblea  aceptó  el  temperamento  adoptado 
por  el  P.  E.,  que  se  había  reservado  el  nombra- 
miento de  Presidente  del  Supremo  Tribunal,  y 
procedió  como  se  le  indicara,  nombrando  á  los 
demás  miembros  ^^K 

(1)    Don  Manuel  Herrera  y  Obes,  uno  de  los  nombrados,  declinó 
decorosamente  el  cargo. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


Entretanto  la  noticia  de  la  masacre  salvando 
las  fronteras  de  la  República,  había  circulado,  y 
el  clamor  unánime  de  los  pueblos  civilizados 
formuló  su  fallo  condenatorio  separando  á  nues- 
tro país  del  concierto  de  las  naciones. 

El  Gobierno  de  Montevideo  quedó  aislado. 

Sus  propios  amigos  retrocedieron  horrorizados, 
no  sin  antes  hacer  pública  declaración  de  su  abso- 
luta desvinculación  con  los  sucesos  acaecidos. 

Don  Justo  José  de  Urquiza,  que  poco  tiempo 
antes  manifestara  alborozado  que  sus  legiones 
tendrían  la  alta  gloria  de  contribuir  á  consolidar 
el  orden  constitucional  en  la  República  y  que  no 
regresarían  á  Entre -Ríos  hasta  tanto  no  dejaran 
á  sus  hermanos  viviendo  en  armonía  bajo  una  sola 
bandera,  se  apresuró  á  oficiar  al  Ministro  de  S.  M. 
Británica  declarándole  que  sus  tropas  estaban 
exentas  de  responsabilidad,  por  cuanto  no  habían 
concurrido  á  la  destrucción  de  los  revoluciona- 
rios ( ^  . 

( 1 )  «El  abajo  firmado  M.  de  S.  M.  B.  ha  tenido  el  honor  de  re- 
cibir la  nota  de  S.  E.  el  señor  don  Bernabé  ^Mendoza  Ministro  de 
Relaciones  Exteriores  de  Urquiza )  del  31  del  próximo  pasado, 
adjuntando  la  copia  de  la  correspondencia  entre  el  Gobierno  de 
Montevideo  y  el  de  la  Confederación  Argfentina,  en  la  que  agité  I 
solicitó  y  éste  acordó  auxilios  militares  para  sofocar  la  rebelión 
en  la  República  de  Montevideo. 

«  El  infrascripto  no  dejará  de  remitir  al  Gobierno  de  S.  !M.  copia 
de  la  nota  de  S.  E.  y  de  la  correspondencia  adjunta. 

«  Las  fuerzas  del  Gobierno  de  Montevideo  vencieron  la  rebelión 
antes  de  la  llegada  del  auxilio  acordado  por  el  Gobierno  de  la  Con- 
federación. 

«  El  Gobierno  Argentino  está  exento  de  responsabilidad  por  ¡a 
lamentable  carnicería  'masacre] 


462  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

La  prensa  imperial  — aliada  de  la  política  fusio- 
nista  é  interesada  en  su  triunfo  por  la  solidaridad 
de  intereses  — protestó  con  energía  pidiendo  se 
denunciaran  los  tratados  existentes  con  un  Go- 
bierno que  se  había  puesto  fuera  del  Derecho 
de  Gentes,  convirtiendo  en  horrible  matadero  hu- 
mano ^  á  las  hermosas  campiñas  de  la  Repú- 
blica. 

En  el  mismo  Parlamento  se  levantaron  voces 
de  protesta,  y  el  Gabinete  de  S.  M.,  cómplice  de 
la  conducta  de  los  hombres  de  Montevideo,  pre- 
tendió descargarse  de  toda  responsabilidad  de- 
clarando que    el  Plenipotenciario   brasilero  había 

«  El  abajo  firmado  cuidará  de  hacer  conocer  al  Gobierno  de 
S.  ]\L  B.  que  las  tropas  argentinas  no  han  tenido  parte  en  los  la- 
mentables sucesos  que  han  manchado  el  triunfo  del  Gobienno  de 
Montevideo. 

€ crueldades  que  provocan  la  venganza  y  ponen  á  una  re- 
volución el  sello  de  la  justicia. 

<  W.  D.  Chiistie. 

«  Buenos  Aires,  Febrero  22,58  » 

Las  tropas  de  Urquiza  estuvieron  todavía  en  nuestro  territo- 
rio   hasta   el   10  de   Abril,  día  en  que  repasaron  el  Uruguay. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  en  esta  forma  expresiva  agra- 
decía el  concurso  que  había  recibido : 

«  Diríjase  en  mi  nombre  al  Excmo.  señor  Presidente  de  la  Con- 
federación Argentina  manifestándole  toda  mi  gratitud  y  la  del 
Pueblo  Oriental  por  el  valioso  servicio  prestado  por  sus  exce- 
lentes y  disciplinadas  tropas  ;  no  olvidando  que  si  ¡a  necesidad 
lo  exigiese  por  accidentes  que  pudiesen  sobrevenir,  ese  servicio 
se  renovaría  con  toda  la  decisión  y  lealtad  que  distinguen  todos 
los  actos  de  su  ilustre  Jefe. 

€  Gabriel  A.  Perevka.» 

(1)    De  O  Jornal  do  Coiinnercio, 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  463 

sido  el  primero  en  interponer  su  influencia  cerca 
del  Gobierno  para  salvar  á  los  capitulados. 

El  Gobierno  inglés,  perplejo  ante  la  carnicería 
que  se  había  cometido,  vaciló  en  continuar  soste- 
niendo relaciones  con  un  Gobierno  que  se  había 
manchado  con  los  crímenes  más  odiosos   ' '. 

La  prensa  francesa  reflejaba  su  indignación  en 
largos  comentarios  elogiosos  para  los  defensores 
de  Montevideo  caídos  de  manera  tan  villana. 

Los  diarios  espaiioles  procedieron  de  igual  ma- 
nera. 

La  prensa  de  Buenos  Aires  dio  la  nota  más 
alta  de  protesta  denunciando  al  mundo  la  con- 
ducta criminal  del  viejo  partido  de  Rosas  y  Oribe. 

Sarmiento  y  Mitre  formularon  su  enérgica  con- 
denación acompañando  á  Juan  Carlos  Gómez, 
quien,  al  señalar  con  marca  candente  á  los  ver- 
dugos, en  un  momento  de  exasperación,  ven- 
cida su  alma  generosa  por  el  dolor,  escribía: 

<  La  expiación  y  el  escarmiento  vendrán .... 

«  Los  asesinos  del  paso  de  Quinteros  quedan 
emplazados. 

La  reprobación  universal  no  arredró,  sin  em- 
bargo, á  los  políticos  de  la  fusión,  quienes,  lejos 
de  guardar  silencio  sobre  su  conducta,  se  esfor- 
zaron por  glorificar  el  crimen,  presentándolo  ante 
propios  y  extraños  como  un  acto  de  justicia  que 
el  país  reclamaba. 

La  camarilla  buscó  el  mayor  número  de  corn- 
il)   Xota  de  Mr.  Thorton.  Encargado  de    Xegocios  de  S.  !M.  B. 


464  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

plices,  extendiendo  la  solidaridad  de  manera  que 
atenuara  la  responsabilidad  de  cada  uno. 

Pero  hizo  algo  más,  y  en  esto  puso  en  evi- 
dencia su  perfidia. 

La  conciencia  universal  atribuyó  á  los  elemen- 
tos del  Cerrito  la  masacre.  Don  Antonio  de  las 
Carreras  y  don  Cándido  Juanicó,  Berro,  Erráz- 
quin,  don  Andrés  Gómez,  Nin  Reyes  y  el  Gabi- 
nete Imperial  no  habían  sido  sino  aliados  del 
caudillaje  oribista,  ávido  siempre  de  sangre  y  de 
barbarie. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  execrado  por 
sus  antiguos  amigos,  que  fulminaron  su  política, 
y  entregado  á  los  elementos  de  la  escuela  de 
Rosas,  no  podía  en  manera  alguna  producirse 
sino  de  acuerdo  con  las  tendencias  de  los  que 
lo  rodeaban  y  que  eran  los  que  daban  fuerza  y 
prestigio  á  la  situación. 

Ahora  bien;  la  camarilla  fusionista  — que  no  era 
otra  cosa  que  la  representante  de  los  principios 
terroristas  del  caudillaje  reaccionario  —  esforzóse 
por  demostrar  que  la  ejecución  de  los  capitula- 
dos no  había  tenido  otro  origen  que  la  volun- 
tad del  Presidente   Pereyra. 

Con  esto  no  solamente  respondía  á  la  acusa- 
ción universal,  que  veía  en  aquel  acto  de  bar- 
barie la  acción  de  los  maestros  del  Cerrito,  sino 
que  rodeaba  á  la  ejecución  de  cierto  sello  espe- 
cial desde  que  fuera  ordenada  por  don  Gabriel 
A.  Pereyra,    que   de  cualquier  modo  tenía  en  su 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  465 

favor  sus  antecedentes  gloriosos  y  que  había  sido 
compañero  de  sacrificios  de  los  ejecutados. 

No  se  trataba  de  descargar  responsabilidades, 
desde  que  todos  aceptaban  el  hecho  como  justo 
y  necesario. 

Se  pretendía  demostrar  que  no  era  la  vieja  en- 
seña rosista  la  que  destruía  por  satisfacer  pasio- 
nes salvajes,  sino  que  quien  lo  hacía  era  un  hom- 
bre que  había  envejecido  al  servicio  del  país, 
antiguo  compañero  de  los  ejecutados,  y  que  había 
sido  impulsado  por  la  necesidad,  atendiendo  á  las 
exigencias  de  una  política  reparadora,  de  olvido  y 
de  confraternidad. 

La  camarilla,  prudente  y  previsora,  procedió 
desde  un  principio  con  suprema  habilidad. 

Toda  la  gloria  de  la  jornada  la  atribuyó  al 
Presidente  de  la  República,  á  quien  elevaron  á  la 
altura  de  un  hombre  extraordinario. 

Los  mensajes,  los  partes  oficiales,  las  felicita- 
ciones, todo  venía  directamente  dirigido  al  señor 
Pereyra. 

Los  primaces  de  la  fusión  desaparecían  abso- 
lutamente. Don  Cándido  Juanicó  ni  siquiera  con- 
curría al  Fuerte.  Si  tomaba  ostensiblemente  á  ve- 
ces alguna  actitud,  era  solamente  para  demostrar 
su  adhesión  á  la  política  del  Presidente  de  la 
República. 

Los  caudillos  del  Cerrito,  que  estaban  en  rela- 
ción estrecha  con  los  hombres  de  Montevideo, 
por  correspondencia  confidencial,  se  dirigían  ofi- 

30 


466  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

cialmente  sólo  al  señor  Pereyra  y  sobre  él  des- 
cargaban las  alabanzas,  agotando  los  superlati- 
vo¿  elogiosos. 

De  campaña  llegaban  listas  de  adhesión  á  la 
conducta  justiciera  del  Jefe  del  Estado,  encabe- 
zadas por  el  Jefe  Político  y  las  autoridades  loca- 
les, Cura  párroco  y  caudillejos  de  pago,  las  que 
venían  concebidas  en  términos  honrosísimos  para 
don  Gabriel  A.  Pereyra,  omitiéndose  cuidadosa- 
mente á  todos  los  demás  elementos  conspicuos 
de  la  política  fusionista. 

Toda  esta  farsa  respondía  á  los  planes  de  la 
camarilla  que  se  había  adueñado  del  Fuerte. 

Don  Antonio  de  las  Carreras,  el  mismo  día 
que  arrancaba  del  Presidente  de  la  República  la 
orden  monstruosa  de  ejecutar  á  los  capitulados, 
escribía  en  carácter  <  reservadísimo  rogando  en- 
carecidamente y  por  motivos  de  alta  conveniencia, 
que  todas  las  manifestaciones  se  dirigieran  al  se- 
ñor Presidente  y  que  ni  la  más  ligera  felicitación 
se  dirigiera  al  Ministro  de  Gobierno. 

Esto  pone  en  evidencia  la  conducta  criminal 
de  los  primaces  de  la  fusión,  que  después  de  en- 
tregar el  país  á  la  execración  universal  por  sa- 
tisfacer sus  odios  y  las  exigencias  del  caudillaje, 
cometía  la  infamia  de  imponer  ante  el  mundo,  so- 
bre el  Presidente  de  la  República,  la  responsabi- 
lidad del  crimen  que  premeditadamente  habían 
cometido. 

El  documento  que  va  á  continuación,   lo  con- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  467 

ceptúo  de  importancia  extraordinaria,  porque  es 
la  prueba  elocuente  de  la  perfidia  que  impulsaba 
á  la  camarilla  y  proclama  además  el  carácter  de 
la  situación  por  que  atravesaba  el  país  durante 
aquella  época  nefanda.  Él  pone  en  evidencia  los 
móviles  inconfesables  de  los  directores  de  la  fu- 
sión y  sus  esfuerzos  para  contradecir  á  la  voz 
universal  que  acusaba  al  viejo  partido  de  Rosas 
y  Oribe  de  ser  autor  del  exterminio  de  todo  un 
ejército  de  patriotas  ultimados  por  haber  querido 
cometer  el  delito  de  escribir  en  la  prensa,  de 
reunirse  en  los  Clubs  y  de  votar  en  las  urnas  ''^'■.  » 


( Reservadísima. ) 

<  Señor  don  Santiago  Botana. 

«Mi  estimado  amigo: 

'  Mil  felicitaciones  á  usted  y  demás  compañe- 
ros.—Se  espera  el  parte  oficial  para  festejar  la  no- 
ticia. 

Ruego  á  usted  encarecidamente    -y  por  moti- 
vos de  alta  conveniencia,  que  todas  las  manifes- 


(1)  Del  doctor  don  José  Pedro  Ramírez. 

(2)  La  palabra  encarecidamente  está  subraj-ada  en  el  original 
existente  en  mi  poder. 

Este  valioso  documento,  que  me  fué  donado  por  mi  distinguido 
amigo  el  señor  Adolfo  H.  Pérez  Olave,  se  encontraba  en  el  archi- 
vo dejado  por  el  doctor  Leopoldo  Olave,  Juez  de  Comercio  en  la 
época,  ciudadano  de  influencia  entre  los  elementos  fusionistas. 


468  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

taciones  se  dirijan  al  señor  Presidente  y  que  ni 
la  más  ligera  felicitación  se  dirija  al  Ministro  de 
Gobierno. — Se  lo  mego  á  usted  muy  encarecida- 
mente y  que  lo  haga  comprender  á  los  amigos. 
«  Suyo  afmo.  amigo  y  S.  S. 

«  Antonio  de  las  Carreras. 

«  Enero  30  858.  » 


Después  de  la  lectura  de  este  documento,  queda 
perfectamente  explicada  la  conducta  de  los  hom- 
bres de  la  época,  que,  obedeciendo  á  la  consig- 
na, concurrían  todos  á  la  apología  del  Presidente 
Pereyra  y  del  sistema  político  que  éste  repre- 
sentaba. 

Atendiendo  á  los  propósitos  ya  enunciados, 
la  camarilla  prosiguió  su  tarea  en  el  sentido  de 
que  fuera  prestigiada  por  el  mayor  número  posi- 
ble la  acción  desplegada  por  el  Gobierno. 

El  Cuerpo  Legislativo  — que  por  sus  anteceden- 
tes y  su  composición  estaba  destinado  á  servir 
dócilmente  á  los  manejos  de  la  política  de  fusión — 
aceptó  la  solidaridad  que  le  pedía  el  R  E.  apro- 
bando las  medidas  tomadas  para  la  pacificación 
del  país. 

En  la  segunda  quincena  de  Marzo  la  Cámara 
de  Diputados  se  pronunciaba  entusiasta  por  la 
actitud  del  Gobierno,  aceptando  el  temperamento 
que  proponía  una  Comisión  especial    compuesta 


CARLOS  ONETO  Y   VIAN'A  469 

por  don  Juan  José  de  Herrera,  don  Octavio  La- 
pido, don  Avelino  Lerena  y  don  Jaime  Illa  y  Via- 
mont,  todos  partidarios  de  la  política  de  olvido 
y  concordia. 

Mientras  en  la  Capital  la  fusión  se  esforzaba 
por  rodearse  de  prestigio,  en  campaña  el  caudi- 
llaje—que contaba  con  la  impunidad  para  sus  ac- 
tos—se  dedicaba  al  saqueo  de  las  haciendas  de 
los  hombres  de  la  Defensa. 

A  tal  grado  de  vandalismo  llegó  esa  operación 
que  hundía  en  la  miseria  á  los  deudos  de  las  mis- 
mas víctimas  sacrificadas  en  Quinteros,  que  Juan 
Carlos  Gómez,  movido  por  sus  sentimientos  hu- 
manitarios, se  despojó  de  sus  altiveces  y  de  la 
altanería  con  que  acostumbraba  hablar  á  los  ver- 
dugos, para  implorarles  la  promulgación  de  medi- 
das eficaces  que  aliviaran  la  condición  desgraciada 
á  que  quedaban  sujetas  las  familias  de  los  caídos. 

Don  Antonio  de  las  Carreras,  juzgando  la  re- 
sonancia que  iba  á  tener  la  conducta  del  caudi- 
llaje expoliador— á  raíz  de  la  matanza  que  con- 
moviera á  la  humanidad  — se  esforzó  vanamente 
por  atacar  la  acción  de  aquellos  hombres  ame- 
nazándoles con  una  represión  que  no  estaba 
en  sus  manos  ejercer. . . . 

En  los  primeros  días  de  Marzo  se  dirigía  á  las 
autoridades  departamentales  en  esta  forma : 

«  Ha  sido  informado  el  Gobierno  de  que  en 
algunos  Departamentos  se  cometen  excesos  so- 
bre las  propiedades  de  aquellos  que  se  han  en- 


470  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

contrado  en  la  rebelión  sometida  en  el  Paso  de 
Quinteros. 

« Estos  excesos  contrarían  los  principios  de 
orden  que  han  triunfado  y  que  el  Gobierno  está 
resuelto  á  mantener  imperantes  sobre  los  odios 
y  las  pasiones  que  una  lucha  horrenda,  aunque 
corta,  haya  podido  despertar   .  . 

Y  después  de  hacer  notar  que  los  bienes  de 
los  rebeldes  merecían  una  protección  especial  por- 
que estaban  afectos  por  las  leyes  y  principios  le- 
gales en  vigencia  á  la  responsabilidad  de  los  per- 
juicios causados  por  sus  propietarios,  agregaba 
con  desenvoltura: 

<  Firme  el  Gobierno  en  esa  vía  de  moralidad 
y  respeto  á  los  derechos  legítimos,  si  severo  ha 
sido  para  castigar  á  los  que  intentaron  derrocar 
el  imperio  de  las  instituciones,  no  ha  de  ser  me- 
nos para  con  aquellos  que  concurran  á  desacre- 
ditar su  triunfo,  aun  cuando  hayan  cooperado  á 
alcanzarlo.  > 

Estos  hechos,  unidos  al  cortejo  calamitoso  que 
acompañó  á  la  guerra,  desolaron  la  campaña  em- 
peorando su  situación,  ya  bastante  penosa  antes 
de  que  se  produjera  el  movimiento  revoluciona- 
rio. 

En  Montevideo,  entretanto,  los  jefes  de  la  po- 
lítica fusionista  continuaban  empeñados  en  pres- 
tigiar al  Gobierno,  rodeando  al  Presidente  de  la 
República  y  colmándolo  de  títulos  y  considera- 
ciones. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  471 


Se  ensalzaba  la  conducta  pasada  deprimiendo 
siempre  á  los  caídos  con  calificativos  injuriosos 
lanzados  á  la  desesperación  de  sus  deudos. 

La  política  de  fusión,  siempre  implacable,  hacía 
sentir  el  peso  odioso  de  su  omnipotencia  para 
humillar  á  quienes  guardaban  en  el  fondo  de  su 
alma  todos  los  santos  odios  que  habían  provo- 
cado la  saña  primitiva  de  los  verdugos. 

El  día  6  de  Marzo  se  produjo  en  Montevideo 
un  nuevo  acto  execrable,  horrible,  revelador  de  la 
corrupción  de  la  época. 

Llegaron  á  la  Capital  los  cadáveres  de  César 
Díaz,  Francisco  Tajes  y  Manuel  Freiré  para  ser  de- 
positados en  el  Cementerio  público,  previo  per- 
miso concedido  por  el  Gobierno,  que  no  juzgó 
conveniente  oponerse  á  la  petición  de  los  deu- 
dos. 

La  llegada  de  los  cadáveres  conmovió  á  la  po- 
blación. 

La  demostración  de  duelo  fué  grandiosa,  reve- 
lando todos  los  elementos  sanos  el  profundo  dolor 
que  sentían  en  presencia  de  los  despojos  vene- 
rables de  las  víctimas. 

Las  ceremonias  piadosas  alcanzaron  á  tal  grado 
de  solemnidad,  que  fué  una  verdadera  apoteosis. 

Juan  Carlos  Gómez  pudo  bien  exclamar: 

«  Á  la  faz  de  los  verdugos,  el  pueblo  de  Mon- 
tevideo ha  rendido  homenaje  público  y  solemne 
á  los  mártires  de  la  libertad. 

<  Más  de  dos  mil  personas  llenaban  el  templo 


472  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

en  que  se  celebraban  las  exequias  fúnebres  de 
los  valientes  que  cayeron  víctimas  de  la  alevosía 
de  cobardes  y  traicioneros  enemigos. 

« Mil  señoras  fueron  allí  á  protestar,  en  nombre 
de  los  sentimientos  de  la  madre,  de  la  esposa,  de 
la  hija,  contra  la  sanción  oficial  del  crimen  y  de  la 
infamia.  > 

La  política  de  fusión  no  vaciló. 

Juzgó  acaso  que  era  dar  prueba  de  debilidad 
soportar  en  silencio  aquella  manifestación  que 
envolvía  una  condenación  al  crimen  por  ella  glo- 
rificado. 

Y  como  contestación  á  la  actitud  de  protesta 
de  los  amigos  y  parientes  de  las  víctimas,  se  dis- 
cutieron ese  mismo  día  en  el  Parlamento  los  pro- 
yectos presentados  por  don  José  Gabriel  Palome- 
que  premiando  á  los  verdugos. 

Esa  conducta  significaba  el  mayor  escarnio  con 
que  la  camarilla  fusionista  podía  ultrajar  el  justo 
dolor  de  los  que  honraban  en  aquellos  momen- 
tos la  memoria  de  los  mártires. 

Don  José  Gabriel  Palomeque  en  nombre  de  la 
confraternidad  de  los  orientales,  cubría  con  oro  la 
sangre  que  chorreaba  de  las  manos  de  Medina  ^^  ; 

( 1 )  «El  Senado  y  Cámara  de  Representantes  reunidos  en  Asam- 
blea General, 

«  decretan: 

« Artículo  1."  De  los  fondos  del  Tesoro  Nacional  acuérdase  al 
Brigadier  General  don  Anacleto  Medina  la  suma  de  veinte  mil  pe- 
sos en  recompensa  de  sus  señalados  servicios  prestados  á  la  Re- 
pública. 


CARLOS  ONETO  Y  VI ANA  473 

y  siguiendo  la  norma  trazada  por  el  doctor  don 
Cándido  Juanicó  y  don  Antonio  de  las  Carreras, 
de  levantar  á  la  excelsitud  á  don  Gabriel  Antonio 
Pereyra,  atribuyéndole  exclusivamente  la  gloria 
de  la  obra  criminal  del  caudillaje,  había  de  pedir 
se  le  proclamara  Gran  Ciudadano  Benemérito  de 
la  Patria  ^  '  j'  Brigadier  General  de  los  Ejércitos 
de  la  República. 

Y  como  si  con  lo  que  antecede  no  bastara,  la 
camarilla  terrorista,  por  intermedio  de  su  órgano, 

«  Art.  2.°  El  P.  E.  hará  el  abono  de  forma  }■  modo  conveniente. 
«Art.  3.'^  Comuniqúese,  pubiíquese,  etc.  » 

En  la  sesión  el  Ministro  de  las  Carreras  declaró  que  el  Poder 
Ejecutivo  había  tenido  el  pctisanticuto  de  pedir  un  premio  para 
el  Ejército  que  salvó  el  país  de  ¡a  anarquía,  teniendo  muy  pre- 
sentes los  servicios  y  la  situación  del  General  Medina. 

Entonces  don  José  Gabriel  Palomeque  se  adelantó  á  manifestar 
que  renunciaba  el  honor  de  la  iniciativa  en  vista  de  las  declara- 
ciones del  señor  Ministro. 

(1)  «PROYECTO    DE    LEY 

«El  Senado  y  Cámara  de  Representantes  de  la  República  Orien- 
tal del  Uruguay,  reunidos  en  Asamblea  General  : 

«  Considerando  que  el  Excmo.  señor  Presidente  de  la  República, 
don  Gabriel  A.  Pereyra,  llenando  fielmente  su  programa  de  Paz, 
de  Unión,  de  Instituciones  y  Libertad,  mediante  la  práctica  per- 
severante de  una  política  elevada,  noble  é  imparcial,  ha  estable- 
cido sólidamente  el  principio  de  autoridad  y  el  imperio  de  la  Ley; 

« Considerando  que  S.  E.  el  señor  Pereyra,  con  su  constancia  en 
esa  política  }•  con  su  abnegación  personal,  ha  creado  para  la  Re- 
pública, víctima  antes  de  los  odios  de  partidos  ó  de  pretensiones 
personales,  una  época  de  estabilidad,  de  orden  y  de  progreso  sobre 
las  ruinas  del  caudillaje  y  la  demagogia: 

«Considerando  que  la  extinción  de  esos  dos  elementos  del  des- 
quicio nacional  y  de  la  destrucción  de  los  pueblos,  es  un  gran  be- 
neficio para  la  República,  que  progresará  sin  obstáculo  bajo  la 
apacible  sombra  del  orden  y  de  las  instituciones  ; 

«  Considerando  que,  como  un   efecto    de  la  Política   de  S    E.  el 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


respondía  en  esta  forma  cruel  á  las  manifesta- 
ciones de  dolor  de  la  población: 

El  escarmiento    tuvo    lugar  en  la   cabeza   de 
los  autores  de  la  rebelión. 

«No  era  posible  otro  medio:  las  cabezas,  los 
autores,  los  promotores  de  la  destrucción  del 
país,  de  la  violación  del  honor  de  la  mujer  y  del 
exterminio  de  los  orientales,  debían  purgar  su 
negro  crimen  y  servir   de  escarmiento    para   que 

ciudadano  don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  los  gloriosos  sucesos  de 
Callorda  y  Quinteros,  sobre  la  rebelión,  importan  un  verdadero  y 
exclusivo  triunfo  de  la  autoridad  y  de  las  instituciones  de  la  Re- 
pública, quedando  así  labrada  la  base  inmutable  del  orden  y  de 
la  mejor  garantía  para  la  felicidad  copiún; 

«Considerando  que  tan  benéficos  resultados,  que  el  pueblo  acepta 
con  decisión,  y  que  presentan  por  primera  vez  un  hermoso  espec- 
táculo sin  ejemplo  en  los  fastos  de  la  República,  excitan  la  grati- 
tud nacional  hacia  el  ilustre  ciudadano  que  con  sus  virtudes  ha 
sabido  prepararlos  y  sabe  contenerlos; 

«  Estando,  por  consecuencia,  los  Representantes  del  pueblo  en  el 
deber  de  responder  al  sentimiento  público,  reconociendo  por  un 
acto  solemne  y  en  uso  de  sus  facultades  constitucionales  tan  gran 
servicio, 

<  DECRETAN : 

«Artículo  1."  Se  declara  al  ciudadano  don  Gabriel  A,  Pereyra 
Gran  Ciudadano  Benemérito  de  la  Patria. 

«  Art.  2."  Una  Comisión  del  Cuerpo  Legislativo,  nombrada  por  el 
Presidente  de  la  Honorable  Asamblea  General,  presentará  esta 
declaración  al  ciudadano  don  Gabriel  A.  Pereyra. 

«Art.  3."  Comuniqúese,  etc. 

<José  G.  Paloineque.  » 

«Artículo  1.°  Promuévese  al  empleo  de  Brigadier  General  de  la 
República  al  ciudadano  don  Gabriel  A.  Pereyra. 
«Art.  2."  Comuniqúese,  etc.,  etc. 

« Paloineque.—Solsofta. » 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


al  menos  los  nuevos  desenfrenos  no  contasen 
con  la  impunidad. 

«Ahí  están  los  cadáveres  de  Díaz,  Tajes  y 
Freiré,  que  el  triunfo  de  la  buena  causa  restituye 
al  lugar  sagrado. 

«Nadie  insulte  los  restos  del  hombre  que  la 
justicia  humana  ha  enviado   á  la  justicia   divina. 

<  . .  .  .nosotros  no  les  consagraríamos  ni  una  pa- 
labra desagradable  si  no  se  estuviese  jugando  con 
sus  nombres  para  continuar  una  obra  nefanda 
y  hostilizar  desde  lejos  al  Gobierno  de  la  Repú- 
blica y  á  su   oolítica   de   fraternidad  y  justicia. > 

No  pasaron  muchos  días  de  estas  declaracio- 
nes, y  como  para  demostrar  acabadamente  la  cul- 
tura predominante,  replicando  á  los  ataques  que 
venían  de  Buenos  Aires,  se  producía  el  órgano 
fusionista  en  estos  términos: 

<  Despilfarren  dineros  públicos  para  pagar  plu- 
mas envilecidas  que  escriban  á  tanto  por  ca- 
lumnia. 

Reúnan  en  sus  bacanales  á  los  ateos  y  des- 
creídos de  todas  las  nacionalidades,  la  escoria  de 
las  sociedades  europeas,  los  Gómez  de  la  Amé- 
rica del  Sur;  pónganles  en  las  manos  un  puñado 
de  oro  y  señálenles  la  reputación  que  es  nece- 
sario infamar,  la  virtud  que  se  debe  pisotear,  el 
crimen  que  es  preciso  divinizar,  la  propiedad  que 
tienen  que  robar. 

<  Háganlo  todo,  políticos  de  la  mazhorca  uni- 
tario -  porteña. 


476  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

«  Era  necesario  oro  para  corromper;  para  alterar 
nuestra  paz.  Al  Judas  lo  llenasteis  de  oro  porteño; 
nos  mandasteis  á  Juan  Gados  Gómez  embriagado 
en  la  orgía,  al  infernal  Gómez,  y  el  Judas  se  pre- 
sentó entre  nosotros,  compró  á  cuatro  asesinos  y 
llevó  de  la  mano  á  sus  ilusos  amigos  hasta  el 
sendero  que  los  conduciría  á  Quinteros.  ^ 

Y  en  este  tenor  continuaba  su  prédica,  en  la 
que  se  confundían  las  injurias  á  los  muertos  con 
las  lujurias  á  los  vivos. 

La  camarilla  reanudó  su  campaña  contra  Juan 
Carlos  Gómez  que  desde  Buenos  Aires  fulminaba 
á  la  política ///s/í7/?¿s^«,  descargando  sobre  su  per- 
sona los  motes  más  denigrantes  que   imaginaba. 


-Apenas  consolidada  la  paz,  ya  la  política  de 
fusión  se  empeñó  en  la  sanción  del  tratado  del  4 
de  Septiembre. 

En  el  mes  de  Mayo,  en  la  Cámara  de  Diputa- 
dos, don  Bernabé  Caravia,  uno  de  los  nombrados 
últimamente  miembro  del  Superior  Tribunal,  hacía 
moción  para  que  se  le  tomara  en  consideración. 

La  Comisión  informante,  compuesta  por  don 
C.  Juanicó,  don  Bernabé  Caravia,  don  Manuel 
N.  Tapia,  don  Rafael  F.  Echenique,  don  José  Itu- 
rriaga  y  don  M.  N.  Haedo,  después  de  estudiar 
detenidamente  todas  las  cláusulas,  aconsejaba  fuera 
sancionado,  declarando  que  era  altamente  digno 
de  la  aprobación  solicitada  por  el  P.  E.,  por  ser 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  477 

altamente  ventajoso  rí  los  intereses  actuales  y  fu- 
turos de  la  República. 

Refiriéndose  á  la  oposición  que  habían  hecho 
los  hombres  de  la  Defensa,  dirigidos  por  Juan 
Carlos  Gómez,  dejaba  escritas  estas  palabras : 

c  La  grita  que  en  oposición  á  él  levantó  la  prensa 
demagoga  cuando  en  vísperas  de  las  elecciones 
generales  intentó  concitar  contra  el  Gobierno 
todo  el  odio  de  prevenciones  nacionales  invete- 
radas, no  merece  un  solo  momento  de  seria  re- 
flexión. 

La  Cámara,  que  estaba  compuesta  por  elemen- 
tos homogéneos,  como  declarara  el  órgano  oficial, 
dio  prueba  de  su  homogeneidad  aprobando  uná- 
nimemente el   tratado. 

En  el  Senado  también  pasó,  como  era  natural ; 
sin  embargo  se  sancionó  con  un  agregado,  obra 
del  doctor  don  Florentino  Castellanos,  que  ate- 
nuaba el  rigor  de  la  cláusula  más  grave  y  funesta 
para  la  República : 

Se  considera  parte  integrante  del  tratado  del 
4  de  Septiembre  el  contenido  de  la  nota  de  5  de 
Octubre  de  1857,  pasada  por  el  Ministro  Pleni- 
potenciario de  la  República  al  de  Negocios  Ex- 
tranjeros de  S.  M.  el   Emperador  del  Brasil. 

En  la  nota  de  la  referencia  se  establecía  que, 
en  concepto  de  nuestro  Gobierno,  la  práctica  del 
principio  relativo  á  la  navegación  de  la  laguna  Me- 
rín  y  el  Yaguarón,  no  podía  quedar  sujeta  á  nin- 
guna condición  que  la  hiciera  ilusoria  ó  inexequiblc, 


478  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

y  que  los  reglamentos  que  de  acuerdo  con  el  ar- 
tículo 13  del  tratado  establecieran  la  apertura  á  la 
bandera  de  la  República  de  las  aguas  menciona- 
das estarían  basados  en  los  pñncipios  ahora 
iiniversalniente  reconocidos  y  aplicados  por  los  pue- 
blos civilizados,  esto  es,  en  los  principios  adopta- 
dos para  la  navegación  entre  riberanos,  después 
del  Congreso  de  Viena  de  1815,  y  ya  reconocidos 
y  admitidos  por  la  República  y  por  el  Impe- 
rio  ^  ^  ^  : 

Devuelto  á  la  Cámara  de  Diputados  con  ese 
aditamento,  que  acaso  hubiera  sido  salvador,  la 
Cámara  homogénea  rechazólo  unánimemente,  sos- 
teniendo con  criminal  torpeza  la  forma  primitiva, 
que  nos  hacía  perder  para  siempre  nuestro  indis- 
cutible derecho  á  las  aguas  fronterizas. 

Votado  más  tarde  el  punto   en  Asamblea   Ge- 

(1)  «1.°  Que  la  concesión  hecha  en  principio  por  el  artículo  13 
del  Tratado  de  Comercio  y  Navegación  del  4  de  Septiembre  es 
por  su  naturaleza  permanente  é  irrevocable. 

«Que  ella,  modificando  substancialmente,  destruyendo,  el  hecho 
existente  antes  de  1851  y  el  simple  reconocimiento  de  ese  hecho 
que  hizo,  por  necesidad  superior,  el  tratado  del  12  de  Octubre  de 
aquel  año,  restablece  el  principio  de  la  comunidad  natural  de 
aquellas  aguas. 

«  Que  la  práctica  de  ese  principio  no  puede  estar  sujeta  á  nin- 
guna condición  que  lo  haga  inexequible  ó  ilusorio. 

«Y,  por  consiguiente,  que  los  Reglamentos  en  que,  de  acuerdo 
con  el  artículo  13  del  Tratado,  se  verificara  la  apertura  á  la  ban- 
dera de  la  República  Oriental  del  Uruguay,  de  las  aguas  de  la 
Laguna  Merfn  y  del  Lago,  serán  basados  en  los  principios  ahora 
universalmente  reconocidos  y  aplicados  por  los  pueblos  civiliza- 
dos, esto  es,  en  los  principios  adoptados />«;-«  la  navegación  entre 
riberanos  después  del  Congreso  de  Vlena  de  1815,  y  j-a  reconocidos 
y  admitidos  por  la  República  y  el  Imperio.  » 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  479 


neral,  quedó  suprimido  en  definitiva  el  agregado 
propuesto. 


Mientras  se  discutía  el  tratado  de  Comercio  y 
Navegación  se  produce  un  hecho  aparentemente 
inexplicable,  que  vino  á  despejar  un  tanto  la  si- 
tuación. 

El  doctor  don  Antonio  de  las  Carreras,  repre- 
sentante de  la  camarilla  terrorista  en  el  Fuerte, 
no  pudiendo,  sin  comprometer  el  desenvolvimiento 
de  la  política  imperante,  resistir  los  odios  po- 
pulares, se  vio  obligado  á  abandonar  la   cartera. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  hostigado  por 
tocfos  lados,  hasta  por  ciertos  elementos  adictos 
á  la  situación  que  no  fueron  extraños  á  las  in- 
trigas que  tomaron  de  blanco  al  Ministro  de  Go- 
bierno y  Relaciones,  adoptó  una  actitud  indiferente, 
dejando  que  se  alejara  quien  habíale  arrastrado  á 
la  ejecución  de  Febrero. 

El  altanero  Secretario  de  Estado  disgustado 
por  la  conducta  del  Presidente  de  la  República, 
sin  dar  explicaciones  de  clase  alguna,  envió  al 
señor  Pereyra  su  renuncia,  cuyo  laconismo  no 
dejaba  traslucir  la  causal  de  su  resolución. 

Excmo.  señor  Presidente. 

Sírvase  V.  E.  aceptar  la   renuncia   que   hago 
de  las  Carteras  de  Gobierno  y  Relaciones  Exte- 


480  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

riores  con  que  V.  E.  se  sirvió  honrarme  en  Enero 
4  del  corriente  año. 

<  Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años. 

<  Antonio  de  las  Carreras. 


Los  políticos  fusionistas  temblaron  ante  la  caída 
del  Ministro,  dándose  cuenta  de  que  se  ponían 
en  juego  medios  ilícitos  para  hacer  presión  en  el 
ánimo  del  Jefe  del  Estado. 

El  órgano  oficial  de  la  fusión,  sin  confundirse, 
en  frente   del    peligro,  declaraba   con  franqueza: 

« Lo  que  conviene  en  la  presente  crisis  produ- 
cida por  la  renuncia  del  doctor  de  las  Carreras 
^5  anudar  la  política  iniciada  el  Ifi  de  Marzo;  es 
fortalecer  la  homogeneidad  en  el  Ministerio;  es,  en 
fin,  uniformar  la  acción  del  Gobierno,  para  que  el 
programa  del  Presidente  de  la  República  sea  el 
único  punto  de  partida  de  todos  los  Ministros. » 

Mientras  esto  sucedía,  intrigas  que  tenían  su 
origen  en  los  mismos  elementos  gubernistas, 
provocaron  á  don  Antonio  de  las  Carreras  á  que 
explicase  su  actitud  —  que  no  explicaba  la  ge- 
neralidad —  ya  que  la  opinión  rechazaba  la  es- 
pecie circulante  de  que  divergencias  en  ciertas 
medidas  administrativas  lo  habían  llevado  á  la 
dimisión. 

El  ex  Ministro,  que  no  podía  entrar  en  consi- 
deraciones de  ningún   género   sin    tocar   al    Pre- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


sidente  de  !a  República,  juzgó  que  debía  resig- 
narse á  soportar  las  deslealtades  de  quienes  lo 
habían  acompañado  en  las  medidas  sangrientas 
que  lo  exponían  al  odio  popular. 

<  . .  . .  he  creído  deber  — decía  — hacer  un  nuevo 
acto  de  abnegación,  imponiéndome  silencio  sobre 
hechos  y  detalles  cuya  revelación  sería,  quizá, 
una  arma  para  los  enemigos  de  una  Administra- 
ción que  he  sostenido  en  los  momentos  más 
dihciles. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  prescindió  de 
las  exigencias  de  la  camarilla  quinterista,  y  buscó 
dentro  de  la  situación  quien  corrigiese  los  males 
que  pesaban  sobre  el  país. 

Entregó  la  cartera  de  Gobierno  al  General  don 
Antonio  Díaz  — Secretario  de  Estado  en  el  Depar- 
tamento de  Guerra,  antiguo  Ministro  de  Oribe 
en  el  Cerrito— y  anexó  la  de  Relaciones  al  Mi- 
nisterio de  Hacienda  que  continuó  á  cargo  de 
don  Federico  Nin   Reyes. 

La  entrada  de  don  Antonio  Díaz  al  Ministerio 
de  Gobierno  señala  indudablemente  una  distinta 
gestión  política,  más  humana,  menos  brutal  que 
la  que  predominaba  con  don  Antonio  de  las  Ca- 
rreras. Sin  embargo,  su  acción  no  pudo  desen- 
volverse, desde  que  por  la  composición  de  los 
elementos  de  la  política  y  la  Administración  per- 
duraba el  viejo  sistema. 

El  nuevo  Ministro  comenzó  por  mejorar  la 
situación  de  la  campaña  entregada  al  despotismo 


31 


482  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

de  los  caudillos.  Con  esto  ganó  la  simpatía  del 
vecindario. 

Introdujo  reformas  saludables  en  el  personal  de 
las  autoridades  policiales,  dando  así  ciertas  ga- 
rantías que  habían  desaparecido  totalmente  desde 
tiempo  atrás. 

Su  obra  fué  azarosa,  porque  después  de  ven- 
cida la  rebelión,  el  caudillaje  se  había  entregado 
á  tropelías  de  todas  clases  y  la  campaña  era  víc- 
tima de  sus  golpes  vandálicos.  A  eso  hay  que 
agregar  que  gavillas  de  asesinos  y  ladrones  ataca- 
ban audazmente  á  los  pueblos  y  hasta  á  las  au- 
toridades; se  cometían  asesinatos  horribles  desde 
que  la  aparcería  y  el  compadrazgo  garantían  la 
impunidad  ^^ V 

Á  tal  punto  llegó  el  vandalismo,  que  toda  la 
parte  nordeste  de  la  República  se  volvió  inhabi- 
table. Don  Dionisio  Coronel  había  convertido 
aquellas  regiones  en  amparo  de  los  forajidos. 

Nombradas  nuevas  autoridades,  que  fueron  con 
encargo  especial  de  perseguir  á  los  criminales, 
tuvieron  que  declararse  impotentes. 

El  Jefe  Político  enviado  á  ese  fin,  escribía  al 
Ministro  de  Gobierno: 

<  Es  necesario  que  el  Gobierno  ponga  á  mis 
órdenes  todo  el  escuadrón  de  Dragones,  porque 
con  las  policías  es  casi  imposible  poderse  per- 
seguir y  exterminar  esta  gavilla  de  asesinos. ...» 

Á  ese  estado   deplorable   había   conducido   al 

(1;    Antonio  Díaz:    c  Historia  del  Río  de  la  Plata». 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  483 


país  !a  política  de  fusión,  que  para  sostenerse 
en  medio  del  desastre,  se  había  aliado  al  caudi- 
llaje! 


484  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


XIII 


De  Julio  de  1858  á  Enero  de  1859  pasó  la 
República  por  un  período  de  relativa  calma. 

El  Gobierno  continuó  esforzándose  por  mejorar 
las  cosas,  dedicando  especialmente  su  atención 
al  problema  financiero,  el  más  grave  que  pesaba 
sobre  el  país,  pues  el  estado  de  la  hacienda  ve- 
nía empeorando  desde  fines  de  1854,  época  en 
que  el  Imperio  cesó  de  prestarnos  la  protección 
pecuniaria  de  un  subsidio  mensual. 

Pero  á  ese  estado  de  relativa  calma  sucedió  el 
año  185Q,  de  terrible  agitación,  en  que  la  política 
fusionista  compromete  nuevamente  los  intereses 
nacionales,  revelando  en  muchos  de  sus  actos  una 
torpeza  inaudita. 

En  Febrero  se  anunció  oficialmente  otro  tratado 
celebrado  en   la   Corte   el   2    de    Enero  — con    el 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  485 

rimbombante  título  de  Tratado  Definitivo  Com- 
plementario de  la  Convención  Preliminar  de  Paz 
de  1828  —firmado  por  don  Andrés  Lamas,  el 
Plenipotenciario  de  la  Confederación  en  Río  doc- 
tor don  Luis  José  de  la  Peña  y  los  Represen- 
tantes del  Imperio  don  José  María  da  Silva  Pa- 
ranhos  y  el  Vizconde  del  Uruguay. 

Era  otro  vejamen  que  se  pretendía  imponer  al 
país,  como  si  no  fueran  ya  bastantes  los  que  ha- 
bía sufrido  en  los  últimos  tiempos. 

El  nuevo  tratado  colocaba  á  la  República  bajo 
el  amparo  del  Imperio  y  de  la  Confederación, 
quienes  la  declaraban  absolutamente  y  perpe- 
tuamente neutral  entre  sus  limítrofes. 

Se  nos  imponía,  además,  la  prohibición  de 
contraer  alianzas  con  los  Estados  signatarios  ó 
con  otro  Estado  cualquiera  en  contra  de  los  pri- 
meros—imposición que  no  podía  hacerse  sin  un 
evidente  menoscabo  de  nuestra  soberanía.  Por 
otra  parte,  no  había  en  nuestro  favor  compensa- 
ción alguna,  pues  no  se  establecía  la  recipro- 
cidad de  obligaciones;  de  modo  que  los  protec- 
tores quedaban  en  completa  libertad  de  acción 
para  proceder  contra  la  República. 

Las  cláusulas  8.^  y  Q.-^  encerraban  esas  decla- 
raciones. 

La  primera  estaba  redactada  así: 

siendo    indispensable   para  la   completa 

ejecución  del  pensamiento  de  la  Convención  de 
1828,  que  la   República   del    Uruguay  forme  un 


486  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Estado  absolutamente  y  perpetuamente  neutral  en 
tre  sus  limítrofes,  las  tres  Altas  Partes  Contratantes 
convinieron  y  ajustaron : 

<;  La  República  Oriental  del  Uruguay  queda  de- 
clarada y  garantida  como  Estado  absoluta  y  per- 
fectamente neutro  entre  el  Imperio  del  Brasil  y  la 
Confederación  Argentina. 

Y  la  cláusula  9.»  que  constituía  el  complemento 
de  tan  humillantes  estipulaciones,  decía: 

« 1.0  La  República  Oriental  del  Uruguay  no  con- 
traerá alianza  política  ni  con  el  Imperio  del  Bra- 
sil ni  con  la  Confederación  Argentina,  ni  con 
ningún  otro  Estado,  contra  alguna  de  las  Potencias 
signatarias,  y  no  celebrará  ningún  contrato  que 
tenga  por  obligación  suministrar  contra  alguna  de 
ellas,  socorro  de  hombres  ó  de  dinero  ú  otro  ma- 
terial bélico  cualquiera. 

<  2.0  La  misma  República  observará  y  hará  obser- 
var á  sus  ciudadanos  y  habitantes,  bajo  penas 
graves  y  eficaces,  la  más  estricta  neutralidad  en 
cualquiera  desinteligencia  que  pueda  tener  lugar 
(Dios  no  permita)  entre  el  Imperio  del  Brasil  y 
la  Confederación  Argentina. 

« 3.0  En  caso  de  guerra  entre  las  dos  dichas  Po- 
tencias, ellas  considerarán  inviolablemente  cerrado 
el  territorio  de  la  República  neutra  á  sus  fuerzas 
beligerantes  y  á  la  de  sus  aliados  y  auxiliares  '•^\» 

Tan  pronto  el  protocolo  llegó  á  Montevideo, 
una  agitación  semejante  á   la   producida   cuando 

(1)    Memoria  Nin  Rej'es  ;  Anexo  B,  pi'igina  53. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  487 


se  discutía  el  año  anterior  el  famoso  tratado  de 
Comercio  y  Navegación,  invadió  los  círculos  po- 
líticos y  hasta  las  clases  populares. 

No  se  veía  en  el  nuevo  tratado  ninguna  ven- 
taja, pues  una  neutralidad  impuesta  de  antemano 
á  la  República  en  esa  forma  no  sólo  anulaba  su 
acción  de  país  soberano,  sino  que  podía  con- 
trariar en  un  momento  dado  sus  propias  conve- 
niencias. 

Por  otra  parte,  la  cláusula  por  la  cual  nuestros 
poderosos  vecinos  se  comprometían  en  caso  de 
sruerra  entre  ellos  á  consldQvav  inviolablemente  ce- 
rrado  nuestro  territorio  á  las  fuerzas  beligerantes 
y  á  las  de  sus  aliados,  no  podía  ser  más  absurda. 
La  inviolabilidad  del  territorio  de  la  República 
resulta  necesariamente  de  su  personalidad  inter- 
nacional y  en  manera  alguna  puede  servir  de  ma- 
teria para  cláusula  de  un  tratado.  En  cuanto  á  que 
se  respete  esa  inviolabilidad,  ha  estado  siempre 
en  la  conciencia  del  país  que  eso  depende  de  las 
circunstancias,  de  la  necesidad  que  tengan  los 
beligerantes  de  desconocerla  y  de  cómo  entien- 
dan el  respeto  á  los  derechos  ajenos. 

Por  lo  demás,  el  reconocimiento  en  el  papel, 
aparte  de  ser  desdoroso  para  la  República,  por 
cuanto  supone  que  sin  esa  declaración  se  podría 
hacer  lo  contrario,  no  tiene  ninguna  importancia 
práctica  y  efectiva,  ni  mucho  menos. 

Sólo  quedaba  del  nuevo  tratado  un  hecho  cierto 
y  doloroso:  la  intervención  una  vez  más  de  don 


4S8  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Justo  José  de  Urquiza  y  del  Imperio  en  actos  que 
correspondían  exclusivamente  á  nuestra  soberanía. 

Y  ese  hecho  doloroso  muy  pronto  lo  com- 
prendieron todos  los  ciudadanos,  por  lo  cual  re- 
beláronse francamente  contra  la  sanción  del  tra- 
tatado. 

Juan  Carlos  Gómez  desde  Buenos  Aires  fué 
de  los  primeros  en  denunciar  al  país  la  nueva 
ignominia  que  se  le  imponía. 

El  Gobierno  de  Montevideo,  interesado  en  con- 
scrv^ar  la  protección  de  los  Gobiernos  vecinos, 
que  se  prestarían  una  vez  más,  si  llegara  el  caso,  á 
ahogar  en  sangre  cualquier  movimiento  revolu- 
cionario, puso  en  juego  todas  sus  fuerzas  para 
conseguir  la  aprobación. 

Sin  embargo  se  encontró  con  que  tenía  que 
vencer  dificultades  insuperables,  pues  dentro  de 
los  mismos  elementos  situacionistas  levantaba  se- 
rias resistencias. 

Por  otra  parte,  los  últimos  sucesos  habían  im- 
preso rumbos  distintos  á  las  fracciones  dominantes. 

La  separación  de  don  Antonio  de  las  Carre- 
ras privó  al  Gobierno  de  un  elemento  valioso  que 
mantenía  la  cohesión  entre  los  directores  de  la 
política   fusionista. 

Así  que  no  tuvo  el  país  que  luchar  aislado, 
desde  que  entre  los  hombres  influyentes  contaba 
con  aliados. 

El  oficialismo  pregonó  los  grandes  méritos  que 
reunía  el  convenio,  declarando  que  se  trataba  de 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  489 

un  nuevo  triunfo  diplomático  de  la  política  fu- 
sionista. 

En  los  primeros  días  de  Abril  el  P.  E.  lo  so- 
metía á  consideración  del  Senado. 

Tan  pronto  pasó  á  estudio  de  la  Comisión 
informante,  ya  se  produjo  un  conflicto. 

La  mayoría,  compuesta  por  don  Octavio  La- 
pido y  don  Juan  José  Brid,  se  expidió  favorable- 
mente, declarando  que  era  el  hecho  más  notable 
y  más  benéfico  en  sus  consecuencias  ulteriores 
de  la  diplomacia  sudamericana  y  que  alcanzaba 
la  realización  de  las  más  ardientes  aspiraciones 
de  nuestros  patriotas  y  pensadores;  en  cambio 
la  minoría,  que  la  formaba  el  doctor  don  Ambro- 
sio Velazco,  pronuncióse  abiertamente  en  contra, 
señalando  los  muchos  inconvenientes  que  ence- 
rraba. 

La  primera  discusión  fué  borrascosa. 

El  Ministerio  concurrió  á  defender  la  gestión 
diplomática  del  P.  E.,  pero  á  pesar  de  los  esfuer- 
zos del  General  don  Antonio  Díaz  y  de  don 
Federico  Nin  Reyes,  se  vio  que  la  actitud  de  la 
mayoría  del  Senado  era  contraria  á  su  aproba- 
ción. 

El  Gobierno,  para  hacer  presión  en  el  ánimo 
de  los  miembros  del  Cuerpo  Legislativo,  hizo  uso 
nuevamente  del  procedimiento  rosista,  que  con- 
sistía en  la  sanción  plebiscitaria. 

De  campaña  llegaban  listas  cubiertas  de  firmas 
recolectadas  por  las  autoridades  locales,  pidiendo 


490  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

la  aprobación  de  la  neutralización  que  el  vecinda- 
rio juzgaba  de  grandes  beneficios  para  el  país. 

Después  de  haberse  publicado  millares  de  nom- 
bres por  secciones  ,  don  Octavio  Lapido  decla- 
raba en  el  Senado  que  el  tratado  de  neutralización 
era  un  faro  que  alumbraría  el  porvenir  de  la  Re- 
pública;  que  el  pueblo  en  masa  lo  acataba,  en 
prueba  de  lo  cual  se  remitía  á  las  firmas  presenta- 
das de  todos  los  Departamentos. 

Convencido  de  la  derrota,  el  Ministro  de  Ha- 
cienda declaró  que  dado  el  espíritu  reinante,  no 
se  podía  seguir  tratando  un  asunto  que  exigía 
una  discusión  sensata  y  templada. 

El  P.  E.,  ante  la  agitación  producida  por  el  de- 
bate y  la  oposición  que  hacía  el  país  al  tratado, 
prefirió  dirigirse  en  Mensaje  al  Cuerpo  Legis- 
lativo,  retirándolo    hasta   mejor   oportunidad  '^•. 

(1)  «Montevideo,   Mayo  6  de  1859. 

«  El  P.  E.  siempre  atento  al  mantenimiento  del  orden  público,  ce- 
loso hasta  el  extremo  por  1*  conservación  de  la  paz  pública,  de 
ese  inapreciable  bien  por  el  que  tantos  esfuerzos  ha  hecho  y  está 
dispuesto  á  hacer  para  que  no  se  nos  arrebate ;  considerando  como 
el  principal  elemento  de  progreso  y  civilización  de  la  Patria,  ur- 
gió al  H.  Senado  para  la  discusión  del  tratado  celebrado  en  la 
Corte  del  Brasil  el  2  de  Enero  de  1S59  entre  los  Plenipotenciarios 
de  la  República,  del  Imperio  y  de  la  Confederación  Argentina. 

«  Hoy  que  los  sucesos  se  han  desenvuelto  con  una  rapidez  más 
activa  cuanto  ha  sido  la  demora  del  despacho  de  la  Comisión  del 
H.  Senado,  ha  venido  aquel  asunto  á  entrar  en  discusión  en  mo- 
mentos que  la  atención  del  Gobierno  está  enteramente  contraída 
en  preservar  al  país  de  los  inconvenientes  que  esos  sucesos  tien- 
den á  prepararle  ;  y  cree  cumplir  con  uno  de  sus  más  importan- 
tes  deberes   pidiendo  al  H.  Senado  la  suspensión  de  la  discusión 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


Suspendida  la  discusión  en  el  Senado,  la  po- 
lítica fusionista,  que  en  ningún  caso  podía  darse 
por  vencida,  esforzóse  por  crear  una  atmósfera 
favorable  á  la  neutralización. 

Los  primaces  de  la  fusión  promovieron  grandes 
reuniones  que  se  verificaron  en  el  teatro  Solís, 
con  el  objeto  de  prestigiar  el  proyecto  del  Go- 
bierno. 

El  doctor  don  Cándido  Juanicó,  iniciador  de 
ese  movimiento  y  gran  partidario  de  la  neutrali- 
zación, cedió  la  presidencia  á  don  Anacleto  Me- 
dina, cuyo  nombre  había  aparecido  en  primer  tér- 
mino en  la  invitación  que  profusamente  se  hizo 
circular  por  la  ciudad. 

De  la  reunión  de  Solís  resultó  un  manifiesto, 
cuya  primera  firma  había  de  ser  la  de  Medina  -^^ 

del  mencionado  tratado  hasta  que  desaparezcan  los  recelos  que 
abriga,  que  se  defina  la  situación  y  se  encuentre  en  posición  de 
dedicar  su  atención  á  este  importante  asunto  que  debe  ser  tratado 
bajo  el  imperio  de  la  más  perfecta  tranquilidad.  > 

(1)    

«1.» presentamos  la  más   completa  adhesión  al   pensamiento 

político  de  la  neutralización  de  la  República,  proclamada  por  el 
ciudadano  Presidente  don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  como  el  ver- 
dadero medio  de  libertarla  de  las  agitaciones  del  pasado,  de  las 
influencias  é  intereses  extraños  que  han  contribuido  á  promover 
ó  perpetuar  esas  agitaciones  }•  como  la  garantía  más  eficaz  para 
su  independencia,  para  la  integridad  de  su  territorio  y  para  el  des- 
arrollo de  todos  los  gérmenes  de  prosperidad,  sofocados  por  el 
estado  de  desorden  y  guerra  permanente  en  que  hemos  vivido. 

«2.° prestaremos   una  vez    más   y  con  este    motivo,    nuestra 

adhesión  á  la  política  del  Presidente  de  la  República,  y  nuestra 
decisión  á  secundar  sus  patrióticos  esfuerzos  en  pro  de  la  Inde- 
pendencia, de  laPaz  y  del  Progreso,  del  País.  —  Anacleto  Medina, 
Manuel  Errázquin,  R.  Fernández  Echenique,  Cristóbal  Salvañach, 
Luis  de  Herrera,  Cándido   Juanicó,    Lesmes    Bastarrica,    José    G. 


492  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

seguida  de  la  de  Juanicó,  Errázquin,  Herrera,  La- 
pido, etc.,  en  el  que  se  declaraba  da  más  completa 
adhesión  al  pensamiento  político  de  la  neutndiza- 
ción  de  la  República  proclamado  por  el  ciudadano 
Presidente  don  Gabriel  Antonio  Pereyra,  como  el 
verdadero  medio  de  libertarla  de  las  agitaciones  del 
pasado,  de  las  influencias  é  intereses  extraños  que 
han  contribuido  á  promover  ó  perpetuar  esas  agi- 
taciones y  como  la  garantía  más  eficaz  para  su 
independencia,  para  la  integridad  de  su  territorio 
y  para  el  desarrollo  de  todos  los  gérmenes  de  pros- 
peridad sofocados  por  el  estado  de  desorden  y 
guerra  permanente  en  que  hemos  vivido.  > 

Después  de  todas  estas  manifestaciones  de  pú- 
blica adhesión,  que  fueron  convenientemente  ex- 
plotadas por  los  hombres  del  Gobierno,  el  doctor 
don  Cándido  Juanicó  presentó  en  la  Cámara  de 
Diputados  un  proyecto  sustitutivo  de  mucho  más 
alcance  que  el  que  había  sido  rechazado  por  el 
Senado,  que  llegó  á  ser  aprobado  por  la  rama 
popular  legislativa  cuya  homogeneidad  era  garantía 


Palomeque,  Enrique  de  Arrascaeta,  Bernabé  Caravia,  Pedro 
Fuentes,  Jaime  Illa  y  \'iamont,  Octavio  Lapido,  Pedro  Lenguas, 
José  Brito  del  Pino,  Antonio  de  las  Carreras,  Doroteo  García,  To- 
más Villalba,  Francisco  Lecoq,  Andrés  A.  Gómez,  Antonio  'SI. 
Pérez,  Enrique  Juanicó,  Juan  José  de  Herrera,  Aurelio  Berro, 
José  SI.  Reyes,  José  P.  Pintos,  Jaime  Estrázulas,  ^lanuel  ^N. 
Tapia,  Jaoquín  Re\'es,  Narciso  del  Castillo,  Ildefonso  García 
Lagos,  Plácido  Laguna,  Juan  A.  Estomba,  Prudencio  Olava- 
rriarza,  Leandro  Gómez,  Santiago  Botana,  Carlos  de  San  Vicente, 
Román  García,  Justino  Aréchaga,  Jacinto  Párraga,  Atanasio  C. 
Aguirre. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  493 

suficiente  de  sumisión  á  todas  las  exigencias  de 
la  política  fusionista   ^  . 

Poco  después  de  conocerse  en  Montevideo  el 
tratado  de  neutralización,  y  mientras  se  hacían  so- 
bre él  los  comentarios  más  desfavorables,  llegó  la 
noticia  de  un  arreglo  financiero  celebrado  también 
en  Río  con  intervención  de  don  Andrés  Lamas, 
entre  el  Gobierno  y  el  Barón  de  Mauá,  dueño  de 
una  fuerte  casa  bancaria  que  había  tenido  rela- 
ciones con  el  Estado  en  épocas  anteriores. 

La  opinión  pública,  ya  prevenida  contra  toda 
negociación  que  viniese  del  Imperio  y  convencida 
de  la  torpeza  con  que  la  política  de  fusión  pro- 
cedía en  la  gestión  de  los  negocios  públicos,  se 
alarmó,  levantando  su  protesta  desde  un  principio, 
sin  conocer  las  cláusulas  del  nuevo  arreglo  ni  sa- 
ber hasta  qué  punto  debían  ser  rechazadas. 

La  atmósfera  que  se  produjo  fué  tal  que  llegó 
á  influir  en  el  ánimo  de  los  mismos  miembros  del 
Cuerpo   Legislativo  adictos  á  la  situación. 


( 1 )  c  Artículo  1."  La  República  Oriental  del  Uruguay  en  todo 
su  territorio  se  declara  neutralizada  pai-a  con  todas  ías  ilaciones 
que  acepten  su  tteutralisación  y  reciprocamente  la  respeten  y 
mantengan. 

«  Art.  2.°  El  P.  E.  llevará  adelante  con  las  potencias  amigas,  y 
especialmente  con  la  Francia,  la  Inglaterra,  la  España  y  los  Es- 
tados Unidos  de  Xorte-América  la  negociación  ya  iniciada  con  el 
Brasil  y  la  Confederación  Argentina  para  la  neutralización  de  la 
República. 

«  Art.  3."  Comuniqúese,  publíquese,  etc. 

«Sala  de  Sesiones,  Junio  27  de  1853. 

*  Julio  C.  Per  eyr  a. —Justino  B.  Garda.* 


494  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Sea  dicho,  sin  embargo,  que  esta  vez  la  ges- 
tión del  Gobierno  no  había  sido  perjudicial  para 
el  Estado. 

El  arreglo  financiero  de  185Q-obra  de  don  Fe- 
derico Nin  Reyes  y  don  Andrés  Lamas  — fué  fa- 
vorable á  los  intereses  del  país,  mejoró  su  situa- 
ción financiera,  que  era  calamitosa,  y  dio  origen 
á  la  consolidación  de  la  deuda  pública  — operación 
que  reportó  grandes  ventajas. 

Además,  como  consecuencia  de  aquellos  bene- 
ficios, quedaron  allanadas  todas  las  dificultades 
de  orden  económico-financiero  que  hubieran  obs- 
taculizado la  marcha  del  nuevo  Gobierno  á  elegirse 
el  1.0  de  Marzo  de  1860. 

A  pesar  de  eso,  el  clamor  público  levantó  una 
fuerte  grita  en  contra. 

Los  hombres  del  Gobierno,  interesados  en  su 
aprobación,  resolvieron  obtenerla  de  cualquier 
modo,  aun  cuando  fuera  por  medios  brutales  y 
atentatorios. 

Puesto  á  discusión  en  el  Senado,  muy  pronto 
se  vio  la  resistencia  que  provocaba  el  nuevo 
arreglo. 

El  oficialismo,  resuelto  á  no  dejarse  ganar  ba- 
talla, cometió  una  nueva  mazhorcada  que  hubiera 
podido  tener  las  proporciones  de  las  de  Marzo, 
si  no  fuera  que  la  oposición  principal  no  estaba 
encarnada  en  los  hombres  de  la  Defensa,  que  no 
tenían  asiento  en  el  Cuerpo  Legislativo. 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  495 

La  barra,  ocupada  ex  profeso  por  gente  merce- 
naria, interrumpía  á  los  Senadores  que  tomaban 
la  palabra  para  oponerse  á  la  aprobación  del 
arreglo  y  los  cubrían  de  insultos  é  improperios. 

Don  Bernardo  P.  Berro,  Presidente  del  Senado, 
ante  la  actitud  amenazante  de  los  hombres  de  la 
barra,  que  iban  expresamente  á  humillar  á  los  Se- 
nadores opositores,  y  por  tanto  á  deshonrar  al 
mismo  Cuerpo  Legislativo,  permaneció  impasible, 
guardando   una  actitud  de  completa  indiferencia. 

Llegadas  las  cosas  á  ese  punto,  en  que  se  ha- 
cía imposible  poder  continuar  la  discusión  por 
cuanto  los  miembros  del  Senado  se  veían  sin 
garantías  y  amenazados  á  cada  paso  en  su  pro- 
pia vida,  varios  Senadores  se  apersonaron  á  don 
Bernardo  P.  Berro  en  su  calidad  de  Presidente 
del  alto  Cuerpo,  para  manifestarie  que  conside- 
rándose despojados  de  las  inmunidades  que  la  Cons- 
titución acuerda  á  los  Representantes  de  la  Na- 
ción y  sin  la  libertad  de  opinión  que  el  Código 
político  garante,  en  virtud  de  tales  antecedentes 
no  podrían  asistir  á  las  sesiones  de  la  Cámara 
hasta  que  no  obtuviesen  seguridades  bastantes  de 
que  se  harían  efectivas  aquellas  inmunidades  y  ga- 
rantías. 

Don  Bernardo  P.  Berro  como  no  pudiera  des- 
atender las  protestas  de  los  Senadores  que  ame- 
nazaban retirarse  del  Senado  dejando  así  en  evi- 
dencia la  completa  subversión  existente,  se  diri- 


496  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

gió  al  Ministro  de  Gobierno  don  Antonio  Díaz 
notificándole  que,  como  desgraciadamente  las  cir- 
cunstancias que  acompañaron  y  precedieron  al  suceso 
á  que  se  referían  los  protestantes,  hacían  fundada 
la  reclamación  de  los  señores  Senadores,  ocurría  al 
Ministro,  en  la  confianza  de  que  el  Gobierno  valo- 
rando como  es  debido  la  necesidad  de  reprimir  y 
precaver  todo  exceso  dispondría  lo  conveniente  ^''. 
Al  fin  fué  sancionado  el  arreglo  financiero  el 
1.0  de  Agosto  de  185Q. 


Otro  suceso  se  produjo  en  la  época,  que  me- 
rece consignarse  detalladamente  para  que  el  lector 

(1)    «  Excmo.    señor  Ministro  de  Gobierno,  General  don  Antonio 
Díaz. 

<  Montevideo,  Junio  2  de  1858. 

«  Después  del  desorden  ocurrido  en  la  noche  que  tuvo  lugar  la 
segunda  discusión  del  contrato  estipulado  con  el  Banco  de  Mauá 
sobre  la  conversión  de  la  Deuda,  varios  señores  Senadores  se  me 
han  dirigido  manifestándome  que  se  consideran  despojados  de  las 
inmunidades  que  la  Constitución  acuerda  á  los  representantes  de 
la  nación  }•  sin  la  libertad  de  opinión  que  la  misma  garante  en 
su  art.  49,  y  que  en  virtud  de  tales  antecedentes  no  podrán  asistir 
á  las  sesiones  de  la  Cámara,  mientras  no  obtengan  seguridades 
bastantes  de  que  se  han  de  hacer  efectivas  esas  inmunidades  }• 
garantías. 

«  Como  desgraciadamente  las  circunstancias  que  acompañaron  y 
precedieron  al  mencionado  suceso  hacen  fundadas  las  reclama- 
ciones de  esos  señores  Senadores,  en  cumplimiento  de  mi  deber 
ocurro  á  V.  E.,  en  la  confianza  de  que  el  Gobierno  valorando 
como  es  debido  la  necesidad  de  reprimir  y  precaver  todo  exceso, 
dispondrá  lo  conveniente. 

«  Dios  guarde  á  \'.  E.  muchos  años. 

«  Bernardo  P.  Berro.  • 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  407 

pueda  darse  cuenta  exacta  de  la  subversión  á  que 
llegó  el  país  con  la  política  fusionista. 

En  Noviembre  de  1856,  cuando  la  lucha  que 
sostuvieron  en  los  comicios  los  elementos  ho- 
nestos del  país  contra  don  Manuel  Oribe  y  don 
Bernardo  P.  Berro  aliados  del  caudillaje,  triunfó 
en  Florida  el  candidato  del  Gobierno  doctor  don 
Emeterio  Regúnaga  sobre  don  Juan  Pablo  Ca- 
ravia,  candidato  de   Oribe. 

Á  raíz  de  la  derrota,  los  elementos  oribistas 
elevaron  al  Senado  una  protesta  contra  el  resul- 
tado del  escrutinio. 

Como  el  candidato  triunfante  había  sido  pro- 
clamado de  acuerdo  con  la  voluntad  del  Presi- 
dente de  la  República,  los  elementos  situacionistas 
del  Senado,  antiguos  amigos  de  don  Manuel  Oribe, 
juzgaron  conveniente  no  separarse  de  la  línea  de 
conducta  que  se  habían  trazado  desvinculándose 
del  caudillaje  del  Cerrito  para  plegarse  á  la  po- 
lítica de  evolución  que  ofrecía  don  Gabriel  Anto- 
nio Pereyra, 

Por  manera  que,  á  pesar  de  haber  sido  tomada 
en  consideración  la  petición  de  los  protestantes, 
que  exigían  nada  menos  que  se  anulase  la  elec- 
ción de  Senador,  no  se  resolvió  el  punto,  que- 
dando el  asunto  encarpetado. 

Al  año  siguiente  los  peticionarios  confiados  en 
el  cambio  que  se  había  operado  en  la  situación 
y  contando  con  que  el  Presidente  de  la  República 
no  prestaría  su  concurso  al  doctor  Regúnaga,  por 

32 


49S  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

estar  éste  estrechamente  vinculado  á  los  conser- 
vadores, especialmente  á  Juan  Carlos  Gómez,  rei- 
teraron el  pedido  de  anulación. 

Hay  que  hacer  notar  que  el  Senador  por  Flo- 
rida se  había  incorporado  á  la  Cámara  en  1857, 
tan  pronto  se   abrieron    las    sesiones    ordinarias. 

Había  tomado  parte  en  diferentes  debates  que 
se  suscitaron  en  el  Senado  durante  el  año. 

Á  pesar  de  esos  hechos,  que  daban  un  carácter 
d2  absoluta  irrevocabilidad  á  la  aprobación  de 
sus  poderes,  por  cuanto  su  anulación  después  de 
un  año  de  estar  el  Senador  incorporado  á  la 
Cámara  implicaba  la  nulidad  de  todos  los  actos 
sancionados  con  el  voto  del  doctor  Regúnaga; 
á  pesar  de  todo,  digo,  los  elementos  oribistas  in- 
sistieron en  que  debía  declararse  la  anulación. 

En  su  favor  Invocaban  que  habíanse  incluido  en 
el  escrutinio  los  votos  de  una  5.^  sección  que  á 
la  fecha  no  tenía  el  Departamento  de  la  Florida. 
Ciertos  elementos  gubernistas  —  principalmente 
aquellos  que  guardaban  odio  á  los  hombres  de 
la  Defensa  — como  don  Bernardo  P.  Berro  — se  pu- 
sieron francamente  del  lado  de  los  protestantes, 
é  hicieron  lo  posible  por  conseguir  la  expulsión 
del  doctor  Regúnaga. 

Sin  embargo,  el  año  1858  transcurrió  sin  que 
nada  se  resolviera,  pues  las  grandes  agitaciones 
de!  primer  semestre  impidieron  que  el  Senado 
tomara  una  resolución  definitiva. 

Á  mediados  de  185Q  vuelve  á  pedirse,  por  quie- 


CARLOS  ON'ETO  V  VIAXA  499 

nes  vieron  toda  la  perspectiva  del  éxito,  que  se 
tratase  nuevamente  el  punto. 

Hacía  cerca  de  tres  años  que  el  doctor  Regú- 
naga  se  había  incorporado  al  Senado. 

La  cuestión  de  límites  del  Departamento  pro- 
movida por  los  que  pretendían  su  expulsión,  no 
era  otra  cosa  que  un  pretexto. 

Juan  Carlos  Gómez  ya  había  demostrado  hasta 
la  evidencia  en  EL  Nacional  de  1857  que  la  cir- 
cunscripción que  en  concepto  de  los  protestan- 
tes debía  haber  sido  excluida,  formaba  parte  in- 
tegrante de  la  Florida  y  que  siempre  sus  electores 
habían  unido  sus  votos  al  de  los  demás  veci- 
nos del  Departamento. 

Lo  que  había  era  puramente  que  el  doctor  Re- 
gúnaga  tenía  en  su  contra  el  delito  de  ser  de 
los  hombres  de  la  Defensa,  y  en  aquellas  épo- 
cas de  mistificación,  en  vez  de  anexarse  al  cau- 
dillaje disfrazando  la  traición  con  el  título  de 
fusionista,  se  plegó  á  la  causa  de  los  que  habían 
caído  en  Quinteros. 

De  modo  que,  en  185Q,  cuando  sólo  predomi- 
naban los  verdugos,  era  el  doctor  Regúnaga  un 
elemento  incómodo. 

Otro  antecedente  existía  que  perjudicaba  la  si- 
tuación del  Senador  por  la  Florida :  su  primer 
suplente  era  Juan  Carlos  Gómez. 

Si  bien  es  cierto  que  en  ningún  caso  Juan 
Carlos  Gómez,  después  del  suceso  de  Quinteros, 
tomaría  un  asiento   en  el    Senado,  la   sola   posi- 


500  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

bilidad  de  que  eso  sucediera  infundía  pavor  á  los 
primaces  de  la  fusión. 

Las  circunstancias  consignadas  bastan  para  ex- 
plicar por  qué  se  puso  nuevamente  en  discusión 
la  protesta  elevada  tres  años  atrás  por  los  elec- 
tores de  Florida. 

El  Senado,  después  de  tomar  en  cuenta  el  in- 
forme presentado  por  la  Comisión  que  al  efecto 
se  había  nombrado,  procedió  de  acuerdo  con  lo 
que  ella  aconsejaba  expulsando  de  su  seno  al 
doctor  Regúnaga  ' '  ■. 

La  sesión  fué  borrascosa.  El  doctor  don  Am- 
brosio Velazco  formuló  su  enérgica  protesta 
contra  el  atentado  que  se  cometía  en  el  mismo 
recinto  de  las  leyes,  declarando  con  franqueza 
que  lo  que  se  hacía  no  era  otra  cosa  que  ex- 
pulsar á  un  Senador  que  para  la  situación  tenía 
la  mácula  de  ser  uno  de  tantos  vinculados  á  los 
caídos  en  Quinteros. 

El  doctor  Velazco,  al  salir  de  la  sala  de  sesio- 
nes, pagó  su  rebeldía.  Los  esbirros  enviados  con 

(1)  «MINUTA     DE   DECRETO 

« Declárase  nula  la    elección  de   Senador   practicada  en    el  De- 
partamento de  la  Florida  el  21  de  Diciembre  de  1856. 

«  Procédase  á  nuevo  escrutinio  por  la  mesa  central    legalmente 
constituida  y  el  Colegio  Electoral  que    resulte  nombrado  haga  la 
elección  de  Senador. 
<  Comuniqúese,  etc. 

*  Atanasio  Lapido. — Juan  José  Brid. — 
hian  }osé  Ruis.  > 

(Diario  de  Sesiones  del  Senado,  año  18j<í,  pág.  548.) 


CARLOS  ONETO  Y  VIAXA  501 

la  consigna  de  vejar  á  quienes  se  opusieran  al 
triunfo  de  la  política  de  fusión,  lo  rodearon  ame- 
nazándole de  muerte  y  profiriendo  palabras  soeces 
y  humillantes. 

Don  Ambrosio  Velazco  revelando  gran  ente- 
reza, siguió  su  marcha  pausadamente  por  entre 
los  vociferadores    ^  . 

Los  agentes  de  seguridad,  que  no  estaban  pre- 
sentes para  garantir  la  inviolabilidad  de  los  legisla- 
dores, procedían  ante  aquellos  excesos  con  la  misma 
indiferencia  que  don  Bernardo  P.  Berro,  quien,  en 
vez  de  hacer  uso  de  su  autoridad  para  salvar  las  in- 
munidades de  los  Senadores,  presenciaba  impa- 
sible aquellas  escenas,  como  si  no  menoscabaran 
el  decoro  del  Cuerpo  que  presidía  y  la  misma 
dignidad  del  país. 

Las  agitaciones  producidas  por  estos  sucesos 
llegaron  á  preocupar  seriamente  al  Gobierno. 

Es  de  notarse  además,  que  la  política  de  fu- 
sión   había  sufrido   algunos   dislocamientos   des- 


■;  1 ;  Estas  palabras  no  importan  una  defensa  de  la  personalidad 
del  doctor  \'elazco. 

Ya  he  dicho  que  éste  era  un  hombre  de  pasiones  sórdidas,  in- 
capaz de  altruismos  y  de  ningún  sentimiento  generoso. 

Su  conducta  honorable  en  este  caso,  es  curiosa  é  inexplicable, 
tanto  más  cuanto  que  era  un  decidido  situacionista  y  ninguna 
vinculación  tenía  con  los  conservadores.  Hasta  éstos  habíanle 
fustigado  con  severidad,  principalmente  Juan  Carlos  Gómez,  con 
motivo  del  atentado  llevado  á  cabo  por  el  doctor  Velazco  contra 
el  Presidente  del  Tribunal,  doctor  don  Salvador  Tort,  á  quien  en 
plena  sala  de  audiencias  asestóle  un  golpe  de  palo  en  la  cabeza, 
que  hizo  rodar  por  el    suelo  al  anciano  Camarista. 


502  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

pues  de  la  separación  del  doctor  Antonio  de  las 
Carreras, 

La  entrada  del  General  don  Antonio  Díaz  al 
Ministerio  de  Gobierno  introdujo  cierta  anarquía 
en  las  filas  gubernistas,  pues  el  Ministro  saliente 
estaba  estrechamente  vinculado  á  los  elementos 
dirigentes  de  la  fusión. 

Por  manera  que  desapareció  la  unidad  que  se 
vio  en  un  tiempo  en  la  acción  de  los  primaces 
del  fusionismo. 

Hubo  quienes  mantuviéronse  inconmovibles, 
prestando  su  concurso  á  la  situación;  pero  otros, 
en  cambio,  juzgaron  conveniente  permanecer  ale- 
jados del  Fuerte,  sin  que  esta  actitud  importara 
su  oposición  al  Gobierno. 

La  discusión  de  los  últimos  asuntos  sometidos 
por  el  P.  E.  á  la  consideración  del  Senado,  puso 
en  evidencia  las  rebeldías  que  animaban  á  algunos 
miembros  conspicuos  de  la  fusión. 

A  esto  hay  que  agregar  que  formáronse  cír- 
culos que  respondían  á  las  exigencias  de  deter- 
minadas personalidades;  y  si  bien  éstas  no  se 
aprovechaban  de  su  influjo  para  hacer  política 
personal,  obstaban,  indudablemente,  con  su  acti- 
tud, á  la  armonía  que  debía  existir  entre  los  ele- 
mentos situacionistas. 

Las  escisiones  llegaron  al  Fuerte  mismo. 

Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  por  decreto  des- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  503 

tituyó  á  don  Federico  Nin  Reyes,  Ministro  de 
Hacienda  y  Relaciones    ^  . 

Este  procedimiento  tan  insólito,  dictatorial  y 
vejatorio,  ponía  en  transparencia  la  anarquía  que 
había  invadido  las  alturas. 

Don  Federico  Nin  Reyes  había  acompañado  al 
Gobierno  en  sus  momentos  difíciles  y  aceptado 
la  responsabilidad  de  todos  los  sucesos  de  san- 
gre, y  contribuyó  con  su  proyecto  de  consolida- 
ción de  la  deuda  á  mejorar  la  situación  financiera. 

Se  procedió,  sin  embargo,  con  todo  rigor,  como 
si  de  por  medio  hubiese  alguna  grave  cuestión 
de  Estado. 

Producida  la  crisis  ministerial  en  condiciones 
tan  alarmantes,  don  Gabriel  Antonio  Pereyra  juz- 
gó necesario  imprimir  el  antiguo  carácter  férreo  á 
la  política  de  fusión. 

Inmediatamente  llamó  á  su  casa  á  don  Cándido 
Juanicó,  el  personaje  más  indicado  para  dar  con- 
sejos en  aquellos  momentos. 

(1)    «Ministerio  de  Gobierno. 

«  Montevideo,  Tuüo  23  de  1859. 
«  El  Presidente  de  la  República  acuerda  y  decreta : 

«Artículo  1."  Exonérase  al  señor  Federico  Xin  Reyes  del  Minis- 
terio de  Hacienda  y  Relaciones  Exteriores,  de  que  estaba  encar- 
gado. 

«  Art.  2."  Nómbrase  para  desempeñar  interinamente  aquellos  Mi- 
nisterios al  Colector  General  de  Aduanas    don    Cristóbal  Salva- 
ñach. 
«Art.  3."  Comuniqúese,  etc. 

«  Pereyra. 
«  Antonio  Días.  » 


504  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

El  doctor  Juanicó  era  por  temperamento  parti- 
dario de  las  medidas  radicales,  poco  escrupuloso, 
inteligente  y  sobre  todo  profundo  conocedor  de 
la  época  y  de  las  necesidades  de  la  política  fu- 
sionista. 

Su  triunfo  importaba  la  derrota  de  don  Anto- 
nio Díaz,  y  si  bien  no  fué  la  intención  de  don 
Gabriel  Antonio  Pereyra  anular  la  acción  política 
del  General  Díaz,  forzosamente  eso  sucedería 
desde  que  la  situación  se  entregara  á  las  inspi- 
raciones del  doctor  Juanicó. 

Don  Antonio  de  las  Carreras  fué  llarnado  nue- 
vamente al  Ministerio  de  Gobierno  y  Relaciones, 
relegándose  al  General  Díaz  al  Ministerio  de  Gue- 
rra y  Marina  •  ^  \ 

Triunfante  don  Antonio  de  las  Carreras,  lleva- 
do al  Ministerio  por  don  Cándido  Juanicó,  que- 
daba nuevamente  el  Fuerte  en  poder  de  los  par- 
tidarios del  régimen  de  sangre. 

Sin  embargo,  lo  cierto  es  que  la  situación  se 
consolidaba,  por  cuanto  todos  los  elementos  del 
Cerrito,  incluso  el   caudillaje,  volviéronse  á  agru- 

( 1 )  «  Montevideo,  Julio  23  de  1859. 

«  El  Presidente  de  la  República  acuerda  y  decreta  : 

«Articulo  l.o  Nómbrase  Ministro  de  Estado  en  los  Departamentos 
de  Gobierno  y  Relaciones   Exteriores  al    doctor  don   Antonio  de 
las  Carreras. 
«  Art.  2."  Comuniqúese,  etc. 

«  Pereyra. 
«  Antonio  Días. » 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA 


par  en  derredor  de   los  hombres    del   Gobierno, 
constituyéndose  en  columna  de  la  situación. 


Mientras  estos  sucesos  se  producían,  graves 
acontecimientos  que  se  desarrollaban  en  el  otro 
lado  del  río  vinieron  á  conmover  el  país,  no  sólo 
por  la  solidaridad  de  intereses  políticos  de  nues- 
tros hombres  con  los  bandos  en  lucha  en  la  Con- 
federación, sino  también  porque  ellos  dieron  mo- 
tivo á  una  usurpación  que  constituye  un  verda- 
dero atentado  á  nuestra  soberanía. 

Las  relaciones  entre  Buenos  Aires  y  don  Justo 
José  de  Urquiza  llegaron,  á  principios  del  año 
185Q,  á  un  estado  de  tirantez  peligroso. 

Urquiza  preparó  sus  tropas,  dispuesto  á  solu- 
cionar la  vieja  cuestión  pendiente  con  los  hom- 
bres de  Buenos  Aires. 

Los  porteños,  á  su  vez,  con  el  convencimiento 
ds  que  no  debían  someterse  á  las  imposiciones 
del  caudillo  de  Paraná  y  previendo  su  actitud, 
comenzaron  á  organizarse. 

Todos  estos  preparativos  bélicos  necesariamente 
debían  preocupar  la  atención  de  nuestros  hom- 
bres. 

En  la  batalla  que  se  iba  á  librar  en  tierra  ar- 
gentina, chocarían  los  dos  principios  que  estaban 
en  pugna  en  la  República:  el  caudillaje  y  la  prepo- 
tencia del  sable  de  un  lado,  y  los  pj-iíícipios  re- 
publicanos y  la  cultura  del  país  del  otro. 


506  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Además,  la  política  de  fusión  aliada  de  Urquiza, 
así  como  se  interesaba  por  su  triunfo  temía  las 
consecuencias  de  su  derrota. 

En  los  últimos  días  de  Marzo  de  1859,  el  Go- 
bierno de  Buenos  Aires,  por  decreto  suscrito  por 
don  Valentín  Alsina  y  el  doctor  Dalmacio  Vélez 
Sarfield,  nombraba  á  don  Bartolomé  Mitre  <  Ge- 
neral en  Jefe  del  Ejército  en  operaciones  ». 

Á  este  decreto  siguió  un  llamado  á  los  viejos 
soldados  de  la  libertad  para  oponerse  al  avance 
del  caudillaje  provinciano. 

Entre  los  primeros  que  concurrieron  al  lado  de 
Mitre  figuró  el  General  don  Enrique  Martínez,  que 
fué  nombrado  Jefe  del  Estado  Mayor  del  Ejér- 
cito. 

Este  hecho  no  pudo  menos  de  preocupar  al  Go- 
bierno de  Montevideo,  y  su  preocupación  llegó 
á  una  verdadera  alarma  cuando  don  Venancio 
Flores,  en  el  mes  de  Junio,  abandona  precipitada- 
mente su  retiro  de  Entre  Ríos  para  incorporarse 
al  ejército  de  Buenos  Aires. 

Por  decreto  gubernativo  se  le  acusó  de  deser- 
ción, mandándose  que  fuera  borrado  de  la  lista 
de  los  generales  de  la  República  ''•. 

(1)    «Ministerio  de  Guerra  y  Marina. 

«  Montevideo,   Tunio  30  de  1S59. 


«  Habiendo  pasado  el  General  don  Venancio  Flores  á  Buenos 
Aires  desde  la  Provincia  de  Entre  Ríos,  sin  previo  consentimiento 
del  Gobierno,  y  por  cuanto  importa  aquel  hecho  una  deserción  del 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA 


Los  Órganos  fusionistas  se  descargaron  con- 
tra la  causa  de  los  porteños,  defendiendo  con 
más  calor  que  nunca  las  pretensiones  de  Urquiza. 

Entretanto,  los  sucesos  fueron  precipitándose; 
mientras  se  movían  los  ejércitos,  la  escuadra  de 
la  Confederación,  dirigida  por  el  Comodoro  Cor- 
dero, desciende  por  el  Paraná  para  dar  comienzo 
á  las  hostilidades. 

La  escuadrilla  de  Buenos  Aires  comandada  por 
Murature  y  Sussini  — que  debía  ser  derrotada  por 
la  de  Urquiza  — ganándole  de  mano,  se  apoderó 
de  la  isla  de  Martín  García,  punto  estratégico  que 
domina  la  desembocadura  del  Paraná. 

Martín  García  pertenecía  á  la  República  por  di- 
versos conceptos. 

Su  proximidad  á  nuestras  costas  hace  indiscu- 
tible geográficamente  nuestro  derecho. 

Históricamente  siempre  nos  perteneció. 

Apenas  establecida  la  Asamblea  Constituyente 
y  Legislativa  en  182Q  dictaba  leyes  para  ser  apli- 
cadas en  la  Isla,  lo  que  prueba  el  ejercicio  de  la 
soberanía,  no  discutida  entonces. 

Por  ley  del  13  de  Octubre  de  ese  año,  pro- 
mulgada el  21  del  mismo  mes,  se  ordenó  el  es- 
Ejército,  el  Presidente  de  la  República,  en  acuerdo  de  esta  fecha, 
ha  resuelto  : 

«  Artículo  1.°  Dése  de  baja  en  el  Ejército  al  Brigadier  General 
don  Venancio  Flores,  borrándosele  de  la  lista  de  los  Generales  de 
la  República. 

«  Art.  2.°  Comuniqúese,  publiquese. 

«  Pereyra. 

«  Antonio  Dias.  > 


508  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

tablecimiento  de  una  Aduana  en  la  Isla  para  el 
comercio  del  Uruguay. 

Los  frecuentes  trastornos  y  convulsiones  pos- 
teriores obstaron  á  la  ejecución  de  aquella  ley. 
Sin  embargo  la  autoridad  del  país  no  se  desco- 
noció por  nadie  en  el  correr  de  los  años. 

Sobrevino  la  Guerra  Grande. 

Martín  García  quedó,  como  es  natural,  expuesta 
á  los  azares  de  la  guerra. 

La  escuadra  de  Rosas  la  ocupó  é  hizo  de  ella 
posición  estratégica.  Sin  embargo,  ninguna  impor- 
tancia tiene  esa  ocupación  en  punto  á  derecho, 
pues  también  ocupó  Rosas  todo  el  país  hasta 
los  muros  de  Montevideo. 

Además,  durante  la  guerra  la  República  recu- 
peró su  soberanía. 

En  la  noche  del  5  de  Agosto  de  1845  los  le- 
gionarios garibaldinos  arriaban  el  pabellón  de 
Rosas  de  las  vetustas  paredes  del  fortín  casi  en 
escombros,  enarbolando  la  bandera  de  la  República. 

Terminada  la  Guerra  Grande,  don  Justo  José 
de  Urquiza,  Director  Supremo  de  la  Confederación, 
reclamó  la  entrega  de  la  Isla. 

El  Gobierno  de  don  Juan  Francisco  Giró,  pro- 
cediendo con  toda  torpeza,  accedió  al  pedido,  no 
sin    consignar   nuestros  derechos    de   soberanía. 

La  prensa  de  la  época  dejó  constancia  de  la 
improcedencia  de  la  reclamación  y  ocupóse  ex- 
tensamente del  asunto. 

Á  pesar   de    lo   ocurrido,    corrieron   los   años, 


CARLOS  ONETO   V  VIANA  509 

quedando  Martín  García  en  estado  de  completo 
abandono,  hasta  que  en  185Q  la  escuadra  de  Bue- 
nos Aires  apoderóse  de  ella  como  punto  estra- 
tégico para  hostilizar  á  los  buques  del  Gobierno 
de  Paraná. 

Como  estaba  en  la  conciencia  del  país  nuestro 
derecho  de  propiedad,  se  produjo  inmediatamente 
un  movimiento  de  protesta  contra  la  usurpación, 
pidiéndose  por  todos  al  Gobierno  una  acción  enér- 
gica en  defensa  de  la  integridad  territorial. 

La  política  de  fusión  que,  por  ganar  la  protec- 
ción del  caudillaje  provinciano  se  había  anexado 
á  Urquiza  fomentando  en  Montevideo  odios  ha- 
cia los  elementos  dirigentes  de  la  política  porteña, 
mal  podía  dirigirse  diplomáticamente  al  Gobierno 
de  Buenos  Aires — cuyo  representante  había  sido 
expulsado  violentamente— para  hacerle  ver  la  fuerza 
de  nuestro  derecho. 

Los  hombres  del  Gobierno,  que  habían  explo- 
tado tanto  el  sentimiento  patriótico  del  pueblo 
acusando  á  los  conservadores  de  alianzas  crimi- 
nales con  el  extranjero  para  atacar  la  integridad 
nacional,  presenciaron  aquella  usurpación  en  me- 
dio de  la  unánime  protesta  del  país. 

Transcurrieron  varios  meses,  y  como  no  pu- 
diese el  Gobierno  de  A\ontevideo  dirigirse  al  de 
Buenos  Aires,  con  quien  no  cultivaba  relaciones 
de  ningún  género,  dirigióse  á  don  Andrés  Lamas 
en  Río  Janeiro  para  que  nuestro  Plenipotenciario 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


gestionara  la  intervención  del  Gobierno  Imperial 
en  nuestro  favor, 

Don  Andrés  Lamas,  de  acuerdo  con  las  instruc- 
ciones que  le  fueron  enviadas  de  Montevideo, 
ofició  al  Consejero  don  Joáo  Luis  Viera  Cansan- 
cao  de  Sinimbú,  Ministro  de  Negocios  Extranje- 
ros del  Imperio,  exponiendo  los  sucesos  ocurridos 
en  el  Río  de  la  Plata  y  todos  los  antecedentes 
de  la  usurpación,  y  concluía  pidiendo  al  Gobierno 
Imperial,  aliado  del  Gobierno  de  Montevideo,  su 
protección  que  en  aquel  caso  sería  salvadora. 

Si  bien  Cansancáo  de  Sinimbú  era  el  más 
honrado  de  los  políticos  brasileros,  como  el  Ga- 
binete del  Imperio  sólo  entendía  la  alianza  cuando 
hubiese  que  facilitar  la  anarquía  en  la  República 
ó  contribuir  á  su  ruina,  entretuvo  á  nuestro  Ple- 
nipotenciario con  promesas  que  no  podían  ser 
de  ningún  resultado  práctico. 

Don  José  María  da  Silva  Paranhos  llegó  á 
hacer  en  el  Senado  declaraciones  que  halagaron 
al  Gobierno  de  Montevideo,  pero  á  esas  mani- 
festaciones no  siguió  acción  alguna. 

El  Gobierno  de  Buenos  Aires,  como  para  con- 
sagrar su  dominio,  presentaba  á  las  Cámaras  un 
proyecto  suscrito  por  Alsina  y  Vélez  Sarfield 
creando  un  pueblo  en  Martín  García,  y  para  fo- 
mentar su  desarrollo  se  le  eximía  de  impuesto 
durante  ocho  años. 

Mientras  nuestro  Gobierno  gestionaba  el  favor 
extraño,  los  ejércitos  de  Urquiza  y  Mitre  se  en- 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  511 

centraron  en  los  campos  de  Cepeda  (Octubre  23 
del  59). 

Las  caballerías  de  Buenos  Aires  no  pudieron 
resistir  el  empuje  de  los  escuadrones  provincia- 
nos. En  completo  desorden  huyeron  en  todas  di- 
recciones, quedando  apenas  en  el  campo  para 
salvar  el  honor  del  Ejército  60  hombres  á  las 
órdenes  de  don  Venancio  Flores,  cuya  intrepidez 
consignó  Mitre  de  manera  especial  en  su  parte 
al  Gobierno. 

Urquiza  siguió  su  marcha  victoriosa. 

El  31  de  Octubre  desde  la  cañada  de  Quilmes, 
á  20  leguas  de  la  Capital,  lanzaba  su  proclama  al 
vecindario  de  Buenos  Aires. 

El  estupor  se  apoderó  de  los  porteños,  y  ante 
la  perspectiva  de  una  entrada  sangrienta  de  las 
tropas  provincianas  á  la  ciudad,  exigieron  del  Go- 
bierno la  paz. 

Sólo  la  voz  de  Juan  Carlos  Gómez  se  hizo  oir 
para  reclamar  un  esfuerzo  supremo;  pero  fué  inútil: 
cayó  en  el  vacío. 

El  austero  Gobernador  don  Valentín  Aisina,  an- 
tes de  transigir  con  Urquiza  optó  por  la  dimisión  ; 
en  tanto  que  Juan  Carlos  Gómez  se  embarca  para 
Río  Janeiro  en  señal  de  protesta  contra  la  sumi- 
sión de  Buenos  Aires. 

En  posesión  del  P.  E.  el  Presidente  del  Senado 
don  Felipe  Lavallol,  da  comienzo  á  las  negocia- 
ciones con  el  vencedor. 

El  10  de  Noviembre,  en  San  José  de  Flores  se 


512  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

ajustó  el  Pacto  de  Familia,  entre  el  Gobierno  de 
Buenos  Aires  y  la  Confederación  bajo  la  res- 
petable mediación  del  Excmo.  Gobierno  de  la 
República  del  Paraguay,  representado  por  su  S.  E. 
el  señor  Ministro  Mediador,  Brigadier  General  don 
Francisco  Solano  López  >  firmando  por  Buenos 
Aires  el  doctor  don  Carlos  Tejedor  y  doctor  don 
Juan  Bautista  de  la  Peña;  por  Urquiza  el  Gene- 
ral don  Tomás  Guido,  Ministro  de  la  Confede- 
ración ante  la  Corte  de  don  Pedro  11 ;  y  por  el 
Gobierno  de  la  Provincia  de  San  Luis,  el  General 
don  Juan  Esteban  Pedernera  y  Diputado  don  Da- 
niel Araoz. 

Triunfante  Urquiza,  el  Gobierno  de  Montevideo 
quedaba  en  otra  situación  para  gestionar  la  en- 
trega de  Martín  García. 

Pero  la  política  de  fusión,  que  no  quería  mal- 
quistarse con  el  caudillo  de  Paraná,  juzgó  más 
conveniente  presentarle  sus  felicitaciones  acom- 
pañadas de  sus  homenajes  de  respeto  por  el 
triunfo  que  coronara  sus  armas'''. 

(1)  «Excmo.  señor  Presidente  de  la  Confederación  Argentina,  Ca- 
pitán General  don  Justo  José  de  Urquiza 

«Montevideo,  Noviembre  26  de  1859. 
«Mi  buen  amigo : 

«Con  lamas  íntima  satisfacción  felicito  á  V.  E.  por  el  gran  re- 
sultado de  su  patriótico  empeño  para  restablecer  la  tranquilidad 
en  la  provincia  de  Buenos  Aires,  afianzando  al  mismo  tiempo  la 
integridad  y  la  paz  de  la  Confederación. 

«Definida  la  situación  de  esa  República  de  un  modo  tan  feliz  y 
con  la  garantía  que  ofrecen  para  su  porvenir  el  nombre  y  el  alto 
civismo  de  \'.  E.,  debe  esperarse  que  ella  también  continuará  en 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  513 

Martín  García  siguió  en  poder  de  ios  argen- 
tinos. 

Mientras  tanto,  los  políticos  fusionistas,  que 
aplaudían  á  dos  manos  la  victoria  de  Urquiza, 
continuaban  injuriando  á  los  hombres  de  la  De- 
fensa á  quienes  atribuían  supuestos  planes  con- 
trarios á  la  integ'ridad  nacional. 


la  marcha  de  progreso  y  prosperidad  á  que  la  llaman  sus  altos 
destinos  y  de  la  que  por  tantos  títulos  es  digna  ante  las  naciones 
americanas. 

«Con  tan  plausible  motivo,  me  complazco  en  saludar  á^".  E.  con 
la  expresión  de  amistad  y  distinguida  consideración. 

«Gabriel  A.  Pereyra.> 

33 


BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 


XIV 


Iniciado  el  año  1860  comenzó  la  agitación 
electoral  que  terminaría  el  l.o  de  Marzo  con  la 
elección  presidencial. 

La  política  de  fusión  había  formado  un  Cuerpo 
Legislativo  compuesto  en  sus  nueve  décimas  par- 
tes por  elementos  del  antiguo  partido  blanco. 

Este  hecho  venía  á  colocar  la  solución  del 
gran  problema  en  manos  de  los  hombres  del 
Cerrito. 

Y  lo  peor  estaba  en  que  la  acción  del  caudi- 
llaje primaría,  pues  desde  Quinteros  toda  la  fuerza 
de  la  política  quedó  concentrada  en  manos  de 
los  caudillos,  los  que  hacían  sentir  su  prepoten- 
cia sobre  los  hombres  de  Montevideo  siempre 
que  fuese  necesaria  para  cohonestar  sus  desen- 
frenos. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  515 

En  cuanto  á  la  acción  de  los  elementos  ex  co- 
lorados, fácil  es  comprender  que  no  podía  ser 
sino  nula,  no  sólo  por  su  debilidad  numérica, 
sino  también  por  ia  calidad  de  quienes  los  com- 
ponían. 

Eran  los  pocos  ex  floristas  que  habían  perdu- 
rado en  la  traición  del  55,  sujetos  de  poco  va- 
limiento y  sin  autoridad,  que  para  justificar  su  ac- 
titud en  medio  de  aquella  depravación,  extremaban 
la  nota  del  entusiasmo  fusionista,  haciendo  alarde 
de  sus  ideas  de  unión  y  confraternidad. 

No  más  blancos,  no  más  colorados,  no  más 
riveristas  ni  floristas  ni  conservadores,  había  dicho 
don  José  Gabriel  Palomeque  en  1856,  cuando  se 
confundía  con  las   figuras    siniestras  del  Cerrito. 

Y  de  igual  manera  procedían  don  Basilio  Bus- 
tamante,  Gayoso,  don  H.  Solsona,  Lozano  y  al- 
gunas otras  nulidades  que  matizaban  la  falange 
compacta  de  los  elementos  oribistas. 

Esos  hombres  no  podían  hacer  otra  cosa  que 
anexarse  á  las  distintas  fracciones  en  que  estaba 
dividido  el  Cuerpo   Legislativo. 

Ahora  bien,  la  elección  del  \P  de  Marzo  pon- 
dría en  evidencia  la  mistificación  de  la  política 
fusionista,  pues  el  triunfo  había  de  corresponder 
exclusivamente  á  los  elementos  del  Cerrito,  desde 
que  en  sus  manos  estaba  la  solución  y  para  nada 
necesitaban  de  los  sufragios  de  los  ex  floristas, 
á  los  cuales  no  se  les  dispensaría  siquiera  la 
gracia  de  ser  oídos  ó  atendidos    como  coopera- 


516  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

dores    decididos   que   eran    de   la  política  de   la 
época. 

Tan  pronto  circularon  los  nombres  de  los 
candidatos  probables,  pudo  notarse  la  tendencia 
á  perpetuar  el  predominio  de  los  hombres  par- 
tidarios del  régimen  de  sangre. 

Proclamada  por  algunos  representantes  sin  au- 
toridad dentro  de  la  misma  situación,  la  candida- 
tura de  don  Julio  C.  Pereyra,  hijo  del  Jefe  del  Estado 
y  Presidente  de  la  Cámara  de  Diputados,  inme- 
diatamente se  vio  que  era  irrisoria,  pues  ni  si- 
quiera entre  los  más  adictos  á  la  casa  del  Pre- 
sidente encontró  sostenedores. 

Entre  los  elementos  ilustrados  de  la  Asamblea 
tuvo  sus  partidarios  don  Eduardo  Acevedo,  el 
más  aceptable  de  todos  los  políticos  de  entonces, 
que  si  bien  había  unido  su  nombre  á  algunos 
desmanes  de  la  política  fusionista,  reunía  ciertas 
cualidades  personales  recomendables  y  no  estaba 
vinculado  al  caudillaje  sanguinario. 

Pero,  por  lo  mismo  que  le  faltaba  esta  última 
cualidad,  su  candidatura  no  era  viable,  pues  sin 
satisfacer  las  exigencias  de  los  caudillos  no  se 
concebía  una  solución  práctica. 

Don  Bernabé  Caravia  y  don  Diego  Lamas 
llegaron  á  ser  proclamados,  el  último  con  un 
buen  número  de  votos  en  su  favor  que  hizo 
probable  su  elección. 

Sin  embargo,  la  intervención  de  un  factor  pode- 
roso debía  dar  otro  rumbo  á   los  sucesos. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  517 

Ciertos  elementos  conspicuos  del  fusionismo 
proclamaron  al  respetable  patriota  seilor  don 
Bernardo  P.  Berro,  reconociendo  en  este  virtuoso 
ciudadano  las  honorables  cualidades  que  deben 
adornar  al  que  ha  de  elevarse  á  la  altura  de  ocu- 
par el  puesto  de  Presidente  de  la  República  por 
nombramiento  de  los  Representantes  de  los  Pue- 
blos;  comprendiendo  además  que  aquel  patriota 
eminente  haría  la  felicidad  de  esta  tierra,  segun- 
dando en  lo  que  fuera  justo  la  sabia  política  del 
benemérito  señor  don  Gabriel  Antonio  Percyra    "  . 

La  proclamación  de  don  Bernardo  P.  Berro 
significaba  un  ultraje  lanzado  á  la  dignidad  na- 
cional. 

Su  triunfo  importaba  un  verdadero  coronamiento 
de  la  obra  criminal  de  la  política  de  fusión. 

( 1 }  Términos  en  que  fué  concebida  la  proclamación  hecha  por 
La  Constitución. 

Don  Bernardo  P.  Berro  había  guardado  silencio  completo  res- 
pecto á  su  candidatura :  y  como  para  disipar  toda  atmósfera  des- 
favorable que  se  pudiera  hacer,  publicó  un  Manifiesto  el  10  de  Fe- 
brero : 

«Declaro  con  toda  la  franqueza  que  es  necesaria  en  estos  casos, 
que  si  los  que  tienen  la  misión  de  dar  un  nuevo  P.  E.  á  la  Repú- 
blica el  l.".de  Marzo  próximo,  me  llamasen  á  ocupar  ese  elevado 
puesto,  3-0  no  contrariaría  su  voluntad:  me  prestaría  resignado  al 
sacrificio,  confiando  en  los  auxilios  déla  Providencia,  en  el  apoyo 
de  mis  conciudadanos  y  en  la  fortaleza  inquebrantable  de  espíritu 
que  siento  en  mí  para  desempeñar  íntegra  y  sinceramente  mis 
deberes,  sin  servir  á  otros  intereses  que  á  los  intereses  sagrados 
de  la  Patria  y  sin  detenerme  en  ese  camino  ante  ningún  género 
de  responsabilidad. 

«Montevideo,  Febrero  9  de  ISó*?. 

«  Bernardo  F.  Be>ro.  > 


518  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

Don  Bernardo  P.  Berro  era  <  un  hombre  pú- 
blico imposible  en  todo  país  donde  se  apreciara 
algo  la  moralidad  y  el  decoro  del  Estado»  '^^: 
representaba  la  voluntad  del  caudillaje,  de  aquel 
mismo  caudillaje  que  había  ahogado  á  los  capi- 
tulados de  Quinteros  en  su  propia  sangre. 

Sus  antecedentes,  que  los  constituía  su  larga 
actuación  en  la  vida  pública,  acusaban  sus  condi- 
ciones de  político. 

En  el  campo  sitiador  había  sido  el  más  dócil 
de  los  Ministros  de  Oribe,  y  con  éste  suscribió 
los  decretos  monstruosos  de  la  época. 

Las  confiscaciones  á  los  hombres  de  la  De- 
fensa—verdadero latrocinio  por  el  cual  se  despo- 
jaba de  sus  propiedades  á  las  víctimas  para  pre- 
miar á  los  verdugos  — había  sido  obra  de  don  Ber- 
nardo P.  Berro. 

Fué  además  idólatra  de  Rosas  y  rivalizaba  con 
don  Manuel  Oribe  en  la  admiración  por  aquel 
monstruo. 

Los  crímenes  de  Santos  Lugares,  los  de  la  cam- 
paña de  las  Provincias  y  de  la  Guerra  Grande 
habían  sido  para  don  Bernardo  P.  Berro  meros 
accidentes  de  la  lucha. 

Jamás  tuvo  una  palabra  de  reproche,  la  más 
mínima  siquiera,  para  condenarlos. 

Después  de  la  paz  de  Octubre,  durante  la  Pre- 
sidencia de  don  Juan  Francisco  Giró,  incorporóse 
en  el  Cuerpo  Legislativo  á  la  mayoría  reacciona- 

i  1  ;    De  Juan  Carlos  Gómez. 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  519 

ria,  y  fué  de  los  más  intransigentes,  siempre  ene- 
migo de  las  medidas  conciliadoras. 

En  el  Ministerio  precipitó  los  sucesos  con  sus 
intemperancias  y  su  soberbia,  negándose  á  aceptar 
todo  temperamento  transaccional  que  propusie- 
ran los  hombres  de  la  Defensa. 

Separado  don  Juan  Francisco  Giró  del  Fuerte, 
fué  don  Bernardo  P.  Berro  quien  desde  la  casa 
del  Ministro  de  Francia  lanzó  aquellas  proclamas 
y  decretos  incendiarios  invitando  á  Lavalleja  á 
traicionar  á  los  conservadores  y  prometiendo  oro 
á  los  beneméritos  legionarios  para  que  volvieran 
sus  armas  contra  los  que  habían  sido  sus  her- 
manos en  glorias  y  sacrificios. 

Alejado  de  la  casa  de  Monsieur  de  Maillefer, 
provocó  la  reacción  del  caudillaje  del  Cerrito,  en- 
tregando así  el  país  á  los  horrores  de  la  guerra 
civil. 

Hizo  un  llamado  á  aquel  caudillaje  que  cho- 
rreaba sangre,  y  cuyo  solo  nombre  infundía  te- 
rror á  todos  los  habitantes  del  país. 

Con  esa  gente  pretendió  restaurar  la  legalidad 
caída  en  Septiembre;  con  don  Cipriano  Cames, 
don  Lucas  Moreno,  don  Bernardino  Olid,  don 
Dionisio  Coronel,  don  León  Benítez  y  toda  la 
falange  de  sicarios  de  Rosas. 

En  1857,  imperando  el  régimen  fusionista,  don 
Bernardo  R  Berro  se  rebela  contra  la  evolución 
que  ofrecía  á  la  nación  don  Gabriel  Antonio  Pe- 
reyra,  para  plegarse  á   Oribe   y   al   caudillaje;  y 


520  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

aliado  de  éstos,  triunfa  su  candidatura  de  Sena- 
dor en  Maldonado  y  Rocha  merced  á  la  felonía 
de  don  Bernardino  Olid  y  de  los  caudillejos  de 
aquellas  regiones. 

Toda  su  vida  había  sido  don  Bernardo  R. Be- 
rro un  decidido  reaccionario  y  ardoroso  partidario 
del  despotismo. 

Entre  Rivadavia  y  Rosas  optaba  decididamente 
por  el  último. 

La  proclamación  de  su  candidatura  demostraba 
acabadamente  los  planes  de  la  política  fusionista, 
pues  tan  pronto  triunfara  don  Bernardo  P.  Berro, 
quedaría  el  país  en  absoluto  sometido  al  domi- 
nio sin  control  de  los  hombres  del  Cerrito. 

Por  otra  parte,  se  buscaba  al  proclamario  satis- 
facer la  voluntad  prepotente  del  caudillaje,  para 
que  éste  pudiese  arredrar  toda  dificultad  que  sur- 
giese é  imponer  al  Cuerpo  elector  su  elección.  Y 
esto  se  hacía  porque  don  Bernardo  P.  Berro 
estaba  como  ninguno  estrechamente  vinculado  á 
los  caudillos,  no  sólo  por  razón  de  una  antigua 
amistad,  sino  también  por  afinidades  de  creencias 
políticas  vigorizadas  en  los  largos  años  de  convi- 
vencia. 

La  candidatura  de  don  Bernardo  P.  Berro  de- 
bió necesariamente  levantar  resistencias,  principal- 
mente entre  los  elementos  no  muy  vinculados  á  la 
situación,  quienes  estaban  convencidos  deque  con 
su  triunfo  si  bien  no  se  llegaría  á  mayor  pros- 
titución que  la  que  imprimió  á  los  negocios  pú- 


CARLOS  ONETO  Y   VIANA  521 

bli'cos  don  Gabriel  A.  Pereyra,  imposible  en  nin- 
gún gobierno  ' '  y  hasta  sería  su  despotismo 
soportable  con  relación  al  de  su  antecesor,  que  fué 
una  verdadera  orgía  de  sangre  '-\  seguiría,  sin 
embargo,  el  país  entregado  á  la  intransigencia  par- 
tidaria, que  como  nunca  prevalecería  en  las  deli- 
beraciones del  Fuerte. 

El  doctor  don  Antonio  de  las  Carreras,  Minis- 
tro de  Gobierno  y  Relaciones,  interesado  en  la 
elección  de  don  Bernardo  P.  Berro,  desde  que 
con  ella  quedaría  consolidado  definitivamente  el 
triunfo  de  los  elementos  del  Cerrito,  puso  de  su 
parte  todo  el  prestigio  de  su  posición  para  faci- 
litar la  obtención  de  la  mayoría  de  sufragios. 

Mientras  en  la  ciudad  los  oficialistas  congre- 
gaban electores  y  obtenían  que  los  partidarios  del 
doctor  don  Eduardo  Acevedo  se  inclinasen  hacia 
el  señor  Berro,  en  campaña  los  caudillos  se  dis- 
ponían á  contribuir  con  su  concurso  para  que 
su  candidato  triunfara  el  l.o  de  Marzo. 

Llegado  el  día  de  la  elección  Montevideo  pre- 
senció un  espectáculo  desdoroso,  que  significaba 
una  afrenta  para  un  país  republicano. 

Mientras  la  Asamblea  estaba  reunida  la  pJaza 
pública  era  un  campamento  militar  ocupado  por 
Bernardino  Olid  y  Gervasio  Burgueño  con  algu- 
nos  centenares    de   paisanos    reclutados    en    las 

(1)  Del  doctor  don  José  P.  Ramírez. 

(2)  Del  doctor  don  JosO  P,  Ramírez. 


522  BIBLIOTECA  DEL  CLUB  VIDA  NUEVA 

sierras   de  Minas  para  venir  á  imponer  la  candi- 
datura de  Berro  ^^  . 

Y  esto  sucedía  porque  don  Antonio  de  las 
Carreras,  resuelto  á  que  triunfara  de  cualquier 
modo  su  candidato,  temiendo  las  rebeldías  de  los 
electores,  juzgó  medida  práctica  una  imposición  de 
ese  género. 

Electo  don  Bernardo  P.  Berro,  el  grito  del  cau- 
dillaje resonó  en  el  país  anunciando  á  cuatro 
vientos  que  en  la  Capital  había  triunfado  el  Mi- 
nistro de  1853,  y  que  desde  aquel  día  hasta  el 
nombre  de  la  política  fusionista  desaparecería  para 
dar  lugar  á  la  dictadura  irresponsable  de  los  ele- 
mentos que  tenían  escrita  su  historia  con  la  san- 
gre de  los  mártires. 

Y  para  infundir  pavor  á  quienes  soñasen  con 
restauraciones  vindicatorias,  don  Bernardo  P.  Berro 
iniciaba  su  marcha  gubernativa  con  un  decreto 
horrible,  entregando  el  país  á  los  verdugos  de 
Quinteros,  como  si  su  ideal  fuera  ahogar  en  san- 
gre á  todos  los  que  se  rebelaran  contra  el  des- 
potismo '  -  . 

( 1 )  Del  doctor  don  José  Pedro  Ramírez. 

(2)  c  Montevideo,  Marzo  8  de  1860. 
«Ministerio  de  Guerra  y  Marina. 

«  El  Presidente  de  la  República  acuerda  y 


«  Artículo  1."  Quedan  determinadas  cinco  zonas  militares  en  los 
Departamentos  de  campafia,  que  se  formarán  del  modo  siguiente : 


CARLOS  ONETO  Y  VIANA  523 

Así  comenzaría,  para  seguir  por  una  vía  de 
excesos,  de  brutalidades  de  todo  género,  aislando 
el  país  más  y  más  del  concierto  de  las  naciones, 
hasta  provocar  con  sus  insensateces  la  reacción 
partidaria  de  1863  y  los  conflictos  externos  de 
1864  que  abrieron  las  puertas  de  la  patria  á  la 
invasión  extranjera. 

De  Marzo  de  1900  á  Noviembre  de  1901. 


FIN 


«  La  1.*  sección,  Canelones,  Minas  y  Maldonado. 

«  La  2."  sección,  Florida,  Durazno  }•  Cerro  Largo. 

«  La  3.»  sección,  San  José,  Colonia  y  Soriano. 

«  La  4."  sección,  Paysandú,  Salto  y  Tacuarembó. 

«  La  5."  sección,  el  Departamento  de  la  Capital. 

«  Art.  2."  Nómbrase  para  el  comando  de  la  fuerza  militar  de  la 
1.^  sección  al  Tefe  Político  de  Minas,  Coronel  don  Bernardino  Olid. 

«  Para  el  comando  de  la  2.^  sección,  al  Coronel  don  D'onisio  Co- 
ronel. 

«  Para  el  comando  de  la  3."  sección,  al  Coronel  don  Lucas  Mo- 
reno. 

Para   el    comando  de  la  4.»  sección,  al  Coronel  don  Diego  La- 
mas. 

<■  Art.  3.°  El    Gobierno    se    reserva   nombrar    en  oportunidad  al 
jefe  que  deba  mandar  la  5.'  sección  militar. 

<  Art.  4.°  Resérvase   al    señor   Brigadier   General    don  Anacleto 
Medina  el  mando  de  General  en  Tefe  del  Ejército. 

«  Art.  5."  Comuniqúese,  publíquese. 

<  Berro. 
«  Salvador  Garda.  > 


ÍMDICE 


ÍNDICE 


Consecuencia  de  la  desigual  representación  de  los  partí 
dos  en  las  Cámaras  de  1852.  —  Elección  de  don  Bernardo 
P.  Berro  de  Presidente  del  Senado  el  15  de  Febrero.  — 
Abnegación  de  los  hombres  de  la  Defensa. — Elección 
presidencial  de  don  Juan  Francisco  Giró  (1.°  de  Marzo 
de  1852). —  Por  qué  lo  votaron  los  representantes  déla 
Defensa.  —  La  candidatura  de  don  Manuel  Herrera  y 
Obes.  — Primer  Ministerio  de  Giró.  —  Significación  del 
llamado  de  César  Díaz  al  Ministerio  de  Guerra  y  Mari- 
na. —  Fundamento  sobre  que  descansaba  la  política  de 
fusión :  no  hay  vencidos  ni  vencedores.  —  Primeros  sín- 
tomas del  fracaso  de  la  política  fusionista.  -  Sesión  de 
la  Cámara  de  Diputados  del  19  de  Abril  de  1852.  —  Con- 
ducta de  don  Cándido  Juanicó.  —  Regreso  de  Melchor 
Pacheco  }•  Obes  de  su  misión  diplomática  á  París.  — 
Previsiones  de  Pacheco.  —  Renuncia  de  César  Díaz. — 
Don  Venancio  Flores  es  llamado  al  Ministerio  de  la 
Guerra. —  Elección  de  miembros  para  integrar  la  H.  C. 
Permanente. —  Intolerancia  de  la  mayoría  parlamen- 
taria. —  Actitud  de  los  conservadores.  —  Fundación  de 
la  Sociedad  de  los  Amigos  del  Fais 


II 


Agresiones  de  la  mayoría. —  Discusión  relativa  á  la  me- 
dalla de  Caseros.  —  Sus  causas,  sus  ñnes  y  sus  efectos. 
—  Renuncia  de  don  Venancio  Flores. —Ataques  de  la 
mayoría  al  doctor  don  Florentino  Castellanos,  Ministro 


52S  índice 


de  Gobierno  y  Relaciones. — Sesión  del  3  de  Mayo  de 
1853  en  la  Cámara  de  Diputados.  —  Proposición  del  doc- 
tor Ambrosio  \'elazco  para  que  declarase  la  incapaci- 
dad ad)uinistrativa  de  los  J/?w/s/ros. —Adhesión  de 
don  Eduardo  Acevedo,  don  Cándido  Juanicó  y  don 
Taime  Estrázulas. — Juan  Carlos  Gómez  defendiendo 
la  gestión  del  Gobierno.  —  Nuevos  ataques  de  la  iiiayo- 
i-ia.  Rechazo  de  diversos  proj'ectos  de  los  representan- 
tes de  la  Defensa.  —  Ley  de  ciudadanía  del  4  de  Junio 
de  1853.  —  Nacionalismo  y  cosmopolitismo.  —  Defensa 
de  los  extranjeros  por  Juan  Carlos  Gómez.  —  Renun- 
cia del  doctor  Florentino  Castellanos.  —  Don  Bernardo 
P.  Berro  es  llamado  al  Ministerio.  —  Su  actitud  en  el 
Fuerte.  —  Profecía  del  doctor  don  Eduardo  Acevedo... 


III 


Esfuerzos  de  los  hombres  de  la  Defensa  para  conservar  la 
paz.  —  Provocaciones  de  la  maj^oría.  —  Cambio  de  con- 
ducta del  Presidente  Giró. —  La  Guardia  Nacional  es 
llamada  á  cuarteles. —  Su  objeto.  —  El  18  de  Julio  de 
1853. —  Don  León  de  Palleja. —  Actitud  de  César  Díaz  y 
Melchor  Pacheco  y  Obes. —Ministerio  mixto.  Don  Ma- 
nuel Herrera  y  Obes  y  don  Venancio  Flores  en  el  Fuer- 
te. —  Sus  primeros  actos.  —  Profecía  de  don  Andrés 
Lamas.  —  Fracaso  del  primer  ensaj-o  de  fusión.  —  Juan 
Carlos  Gómez  funda  El  Orden,  órgano  del  partido  Con- 
servador.—  Su  programa,  sus  propósitos.  —  Propagan- 
da patriótica  de  Juan  Carlos  Gómez.— Situación  desgra- 
ciada del  Presidente  Giró  después  del  18  de  Julio.— 
Justas  exigencias  de  los  hombres  de  la  Defensa. —  Re- 
nuncia de  don  Venancio  Flores.  Retiro  de  su  renuncia. 

—  Sus  causas.  —Decreto  contra  la  prensa  del  17  de  Sep- 
tiembre de  1853.  —  Por  qué  lo  firmaron  don  ^'enancio 
Flores  j-  don  Manuel  Herrera  j'  Obes. —  Don  \'enancio 
Flores  abandona  definitivamente  el  Ministerio  de  la 
Guerra. —  La  anarquía  en  el  Fuerte.  —  Deserción  del 
Presidente  Giró.    Su  asilo  en  la  Legación  de  Francia. 

—  Sus  declaraciones.  —  El  triunvirato:  Rivera.  Lavalleja 
y  Flores.  —  Planes  políticos  de  Pacheco.  —  Manifiesto 
del    Gobierno    Provisorio. —Juan  Carlos  Gómez  y  don 


Págs. 


ÍNDICE  529 

Págs. 

Lorenzo  Batlle  en  el  Ministerio.  —  Rebelión  del  caudi- 
llaje del  Cerrito.  —  Su  sometimiento. —  Manifiesto  del 
15  de  Octubre  de  1853  del  Gobierno  Provisorio. — Don 
Bernardo  P.  Berro}-  el  caudillaje.  —  Decretes  lanzados 
desde  la  Legación  de  Francia.  —  Renuncia  Pacheco  la 
Jefatura  del  E.  M.  G.  el  6  de  Octubre. —  Muerte  de  La- 
valleja.  —  Su  significación.  —  Nuevos  rumbos  del  Go- 
bierno Provisorio.  —  Pacheco  y  Rivera.  — Nuevo  levan- 
tamiento de  los  caudillos  del  Cerrito.  —  Renuncia  del 
Ministerio.  —  Carácter  de  la  reacción  del  caudillaje.  — 
Sus  consecuencias.  —  La  reacción  colorada  y  el  estable- 
cimientodel  gobierno  militar.  Sus  excesos.  —  Deporta- 
ción del  doctor  don  Eduardo  Acevedo,  don  Cándido 
Juanicó.  don  Jaime  Estrázulas,  don  Manuel  Herrera  y 
Obes  y  don  Francisco  Solano  Antuña.  —  César  Díaz  asu- 
me el  Gobierno.  —  Decreto  brutal  contra  don  Bernardo 
P.  Berro.  —  Otros  decretos  atentatorios.  —  Derrota  de  la 
rebelión.  —  Don  Venancio  Flores  reasume  el  mando. — 
El  país  es  llamado  á  comicios.  —  La  Doble  Asamblea  Le- 
gislativa y  Constituyente.  —  Su  composición.  —  Elec- 
ción presidencial  de  don  Venancio  Flores.  —  Actitud  de 
los  conservadores 41 


IV 

Desaciertos  del  Gobierno  militar. — Lucha  entre  conser- 
vadores y  floristas. —  Revolución  de  Agosto  de  1855  — 
Transacción  absurda  del  9  de  Septiembre.  --  Don  Ma 
nuel  Basilio  Bustamante  Presidente  del  Senado  en  ejer- 
cicio del  P.  E. — Alianza  de  don  Venancio  Flores  y 
don  Manuel  Oribe.  —  El  Pacto  de  la  Unión.  —  Revolu- 
ción de  los  conservadores  de  Noviembre  de  1855.  — 
Restablecimiento  de  la  política  de  fusión  en  el  Gobierno. 
—  El  problema  presidencial  de  1856.  —  Conflicto  entre 
Flores  }'  Oribe.  —  Triunfo  de  don  Manuel  Oribe.  —  Pro- 
clamación de  don  Gabriel  Antonio  Pereyra.  —  Su  elec- 
ción   146 


V 

Antecedentes  del  señor  Pereym.- — Circunstancias   que  ro- 
34 


530  índice 


Págs. 

dearon  á  su  proclamación.  —  Atentado  contra  el  Cuerpo 
Legislativo  el  18  de  Marzo  de  1856.  —  Renuncia  del  doc- 
tor Ellauri,  Ministro  de  Gobierno  y  Relaciones. — El 
doctor  Joaquín  Requena  lo  reemplaza.  —Doble  mani- 
fiesto al  país  del  Presidente  de  la  República.  —  Don 
Fernando  Torres  y  don  José  María  Muñoz  :  su  posición 
en  la  política  de  la  época.  — Síntomas  revolucionarios.  — 
Don  Manuel  Oribe  reúne  fuerzas  paia  guardar  el  or- 
den.—  Destierro  de  César  Díaz  el  28  de  Marzo.  —  Me- 
didas contra  la  prensa.  —  Inseguridad  de  la  situación. 
—  Ratificación  del  Pacto  de  los  Generales.  —  Su^  conse- 
cuencias. —  Retiro  de  don  Venancio  Flores  á  Entre 
Ríos 156 


VI 

Estado  de  la  Hacienda.  —Don  Lorenzo  Batlle  en  el  Minis- 
terio. —  Su  posibilismo.  —  Sus  propósitos,  —  Juan  Carlos 
Gómez  }'  don  Lorenzo  Batlle.  — La  elección  de  Sena- 
dores en  Noviembre  de  1856  —  Ruptura  de  relaciones 
entre  el  Presidente  Pereyra  }•  don  Manuel  Oribe.  —  Ac- 
titud del  país.  —  Concurso  de  los  conservadores  al  Go- 
bierno,—  Conducta  de  don  Bernardo  P.  Berro.  —  Su 
elección  en  Maldonado.  —  Felonía  de  Bernardino  Olid. 

—  Elección  de  Alcalde  Ordinario  de  Montevideo  el  1.°  de 
Enero  de  1857.  —  La  fiebre   amarilla    invade  la  ciudad, 

—  Juan  Carlos  Gómez  asume  la  redacción  de  El  Na- 
cional. —  Su  programa.  —  Su  campaña  contra  la  política 
de  fusión.  —  Ataques  del  oficialismo  contra  Juan  Car- 
los Gómez. —  Estado  moral  de  la  época. —Juan  Carlos 
Gómez  y  sus  ideas  fusionistas.  —  El  ideal  de  Juan  Car- 
los Gómez  :    la    reconstrucción  del  antiguo  Virreinato. 

—  Elecciones  generales  de  1857.  —  Actitud  del  Presi- 
dente. —  Don  Gabriel  Antonio  Pereyra  es  proclamado 
Presidente  del  Partido  Nacional.  —  Agresiones  á  los 
hombres  de  la  Defensa.  —  Carácter  de  la  lucha  coraicial. 

—  Don  Anacleto  Medina. —  Su  intervención  en  el  mo- 
vimiento político;  su  significación. —El  Club  de  la 
Unión.  —  El  Club  de   la  Defensa 186 


ÍNDICE  331 


Vil 


Xuestros  tratados   con  el  Brasil.  —  La  cuestión  de  límites. 

—  Tratado  de  San  Ildefonso  (1777). — Tratado  de  1801 
(Paz  de  Badajoz].  —  Pérdida  de  las  Misiones  (Tratado 
de  1804).  —  Artigas  y  la  pérdida  de  las  Misiones.  —  Mi- 
sión de  Otorguez  en  1812.  —  Combates  de  Santo  Tomás, 
Yapeyú  y  la  Cruz.  —  Derrota  de  Otorguez.  —  Armisti- 
cio de  1812  entre  el  Príncipe  Regente  de  Portugal  y  la 
Junta  de  Gobierno  de  Buenos  .Aires.  —  Instrucciones  que 
llevaron  á  la  Asamblea  Constituj-ente  los  Diputados  del 
año  1813.  —  Invasión  portuguesa  de  1817.  —  Conducta 
criminal  del  Cabildo  de  Montevideo.  —Acta  del  30  de 
Enero  de  1819:  Límites  hasta  el  Arape}-.  —  Congreso  de 
la  Cisplatina.  —  Acuerdo  entre  el  Barón  de  la  Laguna 
j-  el  Congreso  de  la  Cisplatina.  —  Límites  de  Í821.— 
Invasión  de  los  33.  —  Declaratoria  de  incorporación  á 
las  Provincias  L'nidas  el  25  de  Agosto  de  1825.  —  Lej- 
de  25  de  Octubre  de  1825  dictada  por  el  Congreso  Cons- 
tituyente de  Buenos  Aires  incorporando  la  Provincia 
Oriental.  —Rivera  invade  las  Misiones.  Su  triunfo  y  su 
significación  moral.  —  Tentativas  de  arreglo  con  el  Im- 
perio.—  Rechazo  del  Protocolo  García. — Rivadavia  y 
nuestra  Independencia.  —  Renuncia  de  Rivadavia.  —  Do- 
rrego  y  la  guerra  con  el  Brasil.  —  Pérdida  definitiva  de 
las  Misiones.  —  Convención  de  1828. —Triunfo  de  la  di- 
ploma"ia  imperial. —Rivera  se  retira  de  las  Misiones. 

—  Los  años  que  siguen.- La  Guerra  Grande.  —  Cordia- 
lidad de  relaciones  entre  Rosas  y  don  Pedro  II.  —Mi- 
sión Magariños  en  1815.  —  Don  Santiago  \'ázquez  y  las 
instrucciones  que  se  dieron  á  nuestro  Plenipotenciario 
en  la  Corte.  —  Fracaso  de  la  misión  Magariños.  —  Nom- 
bramiento de  don  Andrés  Lamas  en  1847.  —  Sus  prime- 
ros pasos.  —  Necesidad  de  la  alianza  con  el  Brasil. — 
Instrucciones  que  se  dieron  á  don  Andrés  Lamas. — 
Tratados  de  1851.  —  El  uti  possidetís. —'La.  navega.c\6n 
y  propiedad  de  las  aguas  limítrofes. —  Comunidad  de 
navegación  en  el  Cuareim  y  anuentes  del  Uruguav.  — 
Principio  que  pretendió  aplicarse  á  la  Laguna  Merín  y 
Yaguarón.  —  Concepto  de  la  propiedad  y  concepto  de 
la  navegación.  —  Principios  jurídicos  proclamados  por 
el  Congreso  Internacional  reunido  en  Viena  en  1815.— 


Págs. 


532 


índice 


VIII 


Págs. 


Navegación  y  propiedad  en   el   Derecho   Internacional 
moderno 260 


Situación  del  país  á  mediados  del  año  1857.  —  Nuestras  re- 
laciones con  Urquiza  )'  con  el  Estado  de  Buenos  Aires. 
—  Tratado  del  4  de  Septiembre,  de  revisión  al  de  Comer- 
cio y  Navegación  de  1851. —Demarcación  de  límites  y 
colocación  de  mojones.  —  Don  José  María  Reyes,  Co- 
misario de  la  República. —Don  Manuel  Francisco  de 
Souza  Andrea,  Comisario  del  Imperio.  —  Juan  Carlos 
Gómez  y  el  tratado  del  4  de  Septiembre.  — Su  campaña 
en  El  Nacional  contra  el  tratado.  —  Convocatoria  de 
las  Cámaras  á  sesiones  extraordinarias. — Sesión  del  29 
de  Octubre  en  la  Cámara  de  Diputados.  —  Actitud  pa- 
triótica del  doctor  don  Pedro  Bustamante  y  de  la  maj-o- 
ría  florista.  —  Rechazo  de  la  moción  Palomeque.  —  Golpe 
de  Estado  del  30  de  Octubre.  —  Disolución  del  Cuerpo 
Legislativo 


321 


IX 


La  cuestión  electoral.  —  Organización  del  partido  de  la  De- 
fensa. —  Conmoción  producida  en  el  país.  —  La  gran 
Asamblea  que  debía  reunirse  el  l.^de  Noviembre  en  el 
teatro  de  San  Felipe.— Temores  del  Presidente  de  la  Re- 
pública.—Juan  Carlos  Gómez  y  César  Díaz  son  citados 
?i\  Fuerte.  —  Acútuá  agresiva  del  Presidente  Pereyra. 
—  Decreto  contra  la  libertad  de  reunión  del  1."  de  No 
viembre.  —  Orden  de  prisión  contra  Juan  Carlos  Gó- 
mez.—Don  Lorenzo  Batlle  abandona  el  Ministerio.— 
Gravedad  de  la  situación  —  Don  Anacleto  Medina  es 
nombrado  Comandante  General  de  Armas.  — Prisión 
de  los  miembros  del  Club  de  la  Defensa.  —  Destierro 
de  Juan  Carlos  Gómez.  -Más  destierros.  —  Mensaje  del 
P.  E.  á  la  Comisión  Permanente. —  Aprobación  de  las 
medidas  tomadas  por  el  Gobierno.  —  Pro'esta  del  doc- 
tor don  Florentino  Castellanos. —Adhesión  incondicio- 


índice  533 

Págs. 

nal  de  don  José  Gabriel  Palomeque  á  los  decretos  del 
Poder  Ejecutivo.  —  El  doctor  don  Fermín  Ferreyra  y 
Artigas.  —  Situación  de  fuerza.  —  Nuevos  acontecimien- 
tos. —  Fallecimiento  de  don  Manuel  Oribe.  —  Honores 
nacionales.  —  Protesta  del  país. —  Efecto  que  produjo 
en  Buenos  Aires.  —  La  palabra  de  Mitre  y  de  Mármol.  — 
La  guardia  de  Salvación  Pública.  —  Llegada  de  don 
Venancio  Flores  á  Montevideo.  —  Su  manifiesto.  —Los 
conservadores  y  don  Venancio  Flores.  —  El  Club  de  la 
Unión  y  los  candidatos  á  la  Representación  Nacional. 
—  Don  Federico  Nin  Reyes,  Ministro  de  Hacienda. — 
Resultado  de  4as  elecciones  en  Minas. —Su  anulación 
por  decreto  del  P.  E.  —  Nuevas  prisiones.  —  Juicios  en 
comisión.  —  Nuevos  destierros.  —  Convocatoria  de  la 
Guardia  Nacional.  —  Golpe  de  gracia  á  la  prensa.— 
Desaparición  de  El  Xacional 338 


Los  conserA-adores  y  la  revolución.  —  Situación  del  Par- 
tido de  la  Defensa.  —Anarquía  de  los  elementos  de 
pensamiento, —  Sublevación  de  don  Erigido  Silveyra. — 
Incorporación  de  Poyo,  Caballero,  Farías,  etc.  —  César 
Díaz  es  proclamado  jefe  de  la  revolución.  —  Prepara 
tivos  en  Buenos  Aires. — Juan  Carlos  Gómez  y  la  re- 
belión. —Plan  militar  de  César  Díaz.- Resistencia  de 
Juan  Carlos  Gmez.  —  Su  justificación.  ^Medidas  to- 
madas por  el  Gobierno  de  Montevideo.  —  Se  concede 
licencia  al  Ministro  déla  Guerra,  don  Carlos  de  San 
Vicente.  —  Don  Andrés  A.  Gómez  es  llamado  al  Minis- 
terio de  Guerra  y  Marina.  —  Nuevas  prisiones.  —  De- 
cretos atentatorios.  —  El  estado  de  sitio. — Renuncia 
del  Ministro  Requena.  —  El  doctor  don  Antonio  de  las 
Carreras  ocupa  el  Ministerio  de  Gobierno  y  Relaciones, 
—  Sus  propósitos.  —  Partida  de  los  revolucionarios,  de 
Buenos  Aires  {3  Enero  de  1858).  —  Desembarco  en  el 
saladero  de  Lafone.— Incorporación  del  cuerpo  revolucio- 
nario en  campaña.  —  Asalto  á  Montevideo.  —  Derrota  de 
los  revo'ucionarios.— Creación  del  Tribunal  Militar 
Especial.  —  El  Gobierno  pide  auxilios  á  L'rquiza  y  al 
Imperio.  —  Los  rebeldes  se  internan  en  el  país. —  Bata- 


534  índice 


Págs. 

]la  de  Cagancha  (15  de  Enero  de  1858 ':. —Impotencia  de 
)a  rebelión.  — Manifiesto  de  César  Díaz.  — Impresión 
que  produjo  en  ^lontevideo  la  derrota  de  Caganclia. — 
Don  Anacleto  Jledina  es  nombrado  Gí';?É';-fl/  en  Jefe  del 
Ejército  en  Operaciones.  —Don  Andrés  Lamas  }•  los 
auxilios  del  Imperio.— La  revolnción  y  el  tratado  de} 
4  de  Septiembre. —Don  Andrés  Lamas  3^  los  revolucio- 
narios.—  Don  Antonio  de  las  Carreras  y  el  Gabinete 
Imperial.  —  Ruptura  de  las  relaciones  con  el  Estado  de 
Buenos  Aires.  —  Expulsión  del  doctor  don  Carlos 
Calvo 379 


XI 


Desmoralización  en  el  campo  revolucionario.  —  Recursos 
poderosos  con  que  contaba  el  Gobierno.  —  Don  Ana- 
cleto Medina  en  persecución  de  los  rebel¿des.  —  Los  al- 
canza en  el  Paso  de  Quinteros.  —  Las  condiciones  del 
sometimiento. — Exigencias  del  caudillaj.»    del  Cerri^o. 

—  Don  Francisco  Lasala,  Jefe  del  Estado  Mayor  Gene- 
ral.—  Los  primaces  de  la  fusión  y  los  caudillos.  —  Or- 
den de  ejecución  de  los  capitulados.  —  Cómo  sc  produjo. 

—  Actitud  de  la  población  de  ¡Montevideo.  —  Lo  que 
importaba  la  capitulación. —Lo  que  entendían  los  pri- 
males de  la  fusión.  — Conducta  de  don  Gabriel  A.  Pe- 
rej'ra.- Petición  del  Brigadier  General  don  Enrique 
Martínez. —  Oficio  del  Presidente  Pereyra  al  General 
Medina. — Los  fusilamientos  en  el  campamento.  —  Las 
escenas  de  barbarie 424 


XII 


Situación  moral  del  Gobierno  después  de  Quinteros.  - 
Nuevo  golpe  de  Estado.  —  Derrocamiento  del  Poder  Ju- 
dicial.—Llegada  á  la  Capital  del  ejército  vencedor. — 
Impresión  que  produjo  en  el  extranjero  la  ejecución 
de  los  prisioneros.  —  Acusación  universal. —Actitud  de 
los  primaces  de  la  fusión.  —  Don  Cándido  Juanicó  y  don 
Antonio  de  las  Carreras— Apología  del  crimen  por  el 


ÍNDICE  535 

Págs. 

oficialismo.  — Proyectos  de  don  jostí  Gabriel  Palome- 
que.  —  Excesos  á  que  se  entregó  el  caudillaje  después 
del  triunfo. —  Aprobación  del  tratado  ;Iel  4  de  Septiem- 
bre—Desprestigio de  la  situación.  — Renuncia  del  doc- 
tor don  Antonio  de  las  Carreras. —Sus  causas.— El 
General  don  Antonio  Díaz  en  el  Ministerio  de  Go- 
bierno.-Su  actuación.  — Estado  de  la  camparía 456 


XIII 


tratado  de  nuestra  Neutralización.  —  Su  alcance.  — Lo 
que  perseguíala  política  de  fusión.- Juan  Carlos  Gómez 
y  el  tratado.  — Discusión  legislativa. —Actitud  del  Se- 
nado.—Proceder  de  don  Bernardo  P.  Berro. —Mensaje 
del  Poder  Ejecutivo.  — Atmósfera  favorable  á  la  neu- 
tralidad.—  Proyecto  del  doctor  don  Cándido  jluanicó. — 
La  cuestión  de  límites  de  la  Florida.  —  Expulsión  del 
doctor  Regúnaga  del  Senado.  — Nuevo  atentado  de  la 
política  de  fusión. —Objeto  de  la  expulsión  del  Sena- 
dor por  la  Florida. —Sesión    borrascosa  en  el  Senado. 

—  Actitud  del  doctor  don  Ambrosio  Velazco  —Crisis 
política, —  Anarquía  en  el  F^príe.  —  Destitución  del 
Ministro  de  Hacienda,  Nin  Reyes.  — Vuelta  del  doctor 
de  las  Carreras  al  Ministerio  de  Gobierno  —Triunfo 
de  don  Cándido  Juanicó. —Relación  éntrelas  luchas 
políticas  de  la  Confederación  y  nuestros  partidos.— 
Acontecimientos  desarrollados  en  1859  en  la  Argentina. 

—  Ruptura  entre  Urquiza  y  los  porteños.  —  Comienzo 
de  las  hostilidades.  — La  escuadra  de  Buenos  Ahes  se 
apodera  de  la  Isla  de  Martín  García. —Proceso  relati- 
vo á  la  pérdida  de  la  Isla  —Conducta  criminal  déla 
política  de  fusión  —Batalla  de  Cepeda:  derrota  de  Mi- 
tre.—Cordialidad  entre  el  caudillaje  provinciano  y  los 
políticos  fusionistas.  — Gestión    de  don  Andrés    Lamas 

en  el  Janeiro  sobre  Martín   García.  — Su  inutilidad 484 


XIV 


El  problema  presidencial  de  1860.  —  Quiénes  lo  resolverían. 
—  Composición    de    la    Asamblea. —Situación    de     los 


536  índice 


Págs. 

elementos  ex  floristas. —Proclamación  de  don  Julio  C. 
Pereyra. —  Candidaturas  de  don  Bernabé  Caravia  y 
don  Diego  Lamas.  —  Los  electores  del  doctor  don 
Eduardo  Acevedo. —Proclamación  de  don  Bernardo  P, 
Berro. —Intervención  de  los  caudillos  en  su  favor.— 
Lo  que  significaba  el  triunfo  de  Berro. —Primeros  ac- 
tos del  nuevo  Presidente.  — Lo  que  se  quería 511 


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8  50 


Oneto   y   Viana,    Carlos  ♦ 

La   política    de 

fusión.  ^i^ 

Impr.     de  r^¿1 

Do  rn  al  eche    y   Reyes  ----^IJv 
(1902)  A 


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